Archivo de septiembre, 2018

Las fantasías sexuales más comunes y cómo probarlas (de una vez)

Por mucho que pensemos que en la cama lo que nos gusta puede ser particular, la mayoría de nosotros tenemos unos gustos parecidos que se repiten.

BIJOUX INDISCRETS

Por ello The Sex Expo y CheckMarket quisieron hacer un estudio para averiguar los fetichismos más comunes entre las mujeres y los hombres cuya edad oscila entre 20 y 30 años.

Aunque son algunas de las fantasías más clásicas, si todavía no has probado alguna, tienes también algunas razones para atreverte con ellas:

  1. BDSM: un clásico desde que E. L. James lo convirtiera en un fenómeno de ventas gracias a Cincuenta sombras de Grey. Su éxito se ha trasladado a las tiendas eróticas por lo que ha vuelto más accesible. Y lógicamente, eso de jugar en la frontera del dolor y del placer, produce mucha curiosidad. Empieza por el nivel más bajo con esposas y cintas (puedes usar cinturones o pañuelos que tengas por casa) y vete escalando niveles según te vayas viendo si te gusta o no.
  2. Sexo en lugares públicos: el riesgo de que te pillen suele ser una manera de hacer la experiencia más emocionante. La combinación de adrenalina y placer hacen que los sitios públicos tengan mayor atractivo que la intimidad de la habitación. Pero antes que nada, toma nota de algunos consejos. Si quieres iniciarte en la práctica lo mejor es que lo hagas a pocos, es decir, empezando por una zona no excesivamente concurrida ni a una hora punta.
  3. Juegos de rol: o cómo jugar con el cuero y con la imaginación. Los más repetidos eran aquellos en los que los participantes juegan a ser desconocidos. El cielo es el límite, pero puedes coger inspiración de todo lo que te rodea: películas, vídeos musicales en el que tú eres Jennifer López y tu pareja Miguel Ángel Silvestre, videojuegos, series de televisión… También es la excusa perfecta para darle un segundo uso a esos disfraces que tienes en casa de antiguos carnavales.
  4. Juguetes sexuales: en la variedad está el gusto y meter en la cama complementos adereza cualquier experiencia. Son una manera de probar cosas nuevas y que además valen para todos los participantes. Lo bueno es que no hace falta que vayas al sex shop más cercano porque tienes este post con los juguetes que te puedes hacer por tu cuenta y que se encuentran fácilmente por casa.
  5. Azotes: la más que honrosa quinta posición es para los azotes, que siguen llamando la curiosidad de todas aquellas personas que fueron encuestadas. Una práctica que, aunque pueda dar un poco de ‘miedo’ si nunca se ha probado con anterioridad, es muy placentera. El azote dentro del juego es un elemento que se debe dar en su mayor parte sobre la nalga de manera firme pero tampoco excesivamente fuerte (a no ser que te lo pidan, claro).

Pero cuéntame, ¿tu Top 5 coincide con el del estudio?

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas: ¿Por qué las mujeres entramos gratis a la discoteca?

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Si me dieran un céntimo por cada vez que, hablando sobre la desigualdad de la mujer respecto al hombre, me interrumpen con el argumento de “Sí, pero de entrar gratis a las discotecas bien que no os quejáis” tendría ahora un fondo lo bastante boyante como para suscribirme a Netflix o a cualquier otra plataforma de contenido en streaming.

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Por lo visto es el argumento irrefutable, el callejón sin salida de las conversaciones sobre el feminismo. Ya sea un tema sobre víctimas de violencia de género, mutilación femenina, techo de cristal o el hecho de que el 85% de las mujeres que tienen hijos dejan su trabajo que alguien te contestará que no es para tanto, que menuda exageración y que las mujeres no nos quejamos de entrar gratis.

Todos tus argumentos previos, tus reivindicaciones, tus protestas… Todo a la basura porque, a fin de cuentas, bien que has entrado gratis de discoteca por muy femiista que seas. Vamos, que ya puedes sentirte seguidora número uno de Clara Campoamor que parece que si has ido de discoteca gratis, todas tus ideas quedan desacreditadas.

Pero antes de empezar os diré algo: las mujeres no hemos decidido entrar gratis a las discotecas, no es un complot para arruinaros y que nosotras nademos en los billetes de 10 euros que nos costaría entrar y que, en vez de gastar en eso, estamos invirtiendo en Bitcoins.

Que un hombre te diga que la mujeres también tenemos ventajas ya que entramos gratis a una discoteca significa dos cosas: la primera que es un ignorante, y la segunda que es un ignorante del que encima se están aprovechando económicamente.

Si llegas a un local y no te hacen pagar ningún tipo de entrada mientras que a tus compañeros varones sí, la respuesta es clara: en ese sitio eres el cebo, la carnaza. No pagas por un producto porque el producto eres tú.

La discoteca sabe que eliminando esta entrada las mujeres se sentirán más dispuestas a ir a un sitio que a otro donde tengan que pagar porque, a ciertas edades, el bolsillo es lo primero (y más si estás de Erasmus).

Si las mujeres atraen hombres y de los hombres se hace negocio se nos está reduciendo a algo bonito que decora el lugar, un atractivo y un reclamo sexual. Si entras gratis sabes que estás en un sitio machista en el que se cosifica a la mujer.

Es la ley del mercado en versión nocturna: mujeres=objeto de consumo. Hombres= consumidores. Y quienes hacen negocio son los propietarios.

Pero aun así el hecho de que el listo o lista de turno te diga que las mujeres “tenemos la ventaja de pasar sin pagar” demuestra lo asumido que tenemos un machismo que no nos permite ver una objetización cuando está teniendo lugar delante nuestro.

Y el hombre, por lo visto, está dispuesto a pagar una inflada entrada por un alcohol de garrafa siempre y cuando el local no sea ‘un campo de nabos’.

Pero oye, que igual tú no tienes ningún interés en las mujeres, a lo mejor solo quieres pasarlo bien porque es el cumple del Juanito o porque eres asexual o yo que sé, entonces ¿por qué tienes que pagar el doble? ¿No es injusto?

La solución es sencilla: evitar este tipo de locales, ya seas hombre o mujer hasta que no dispensen un trato digno para todos sin aprovecharse del físico de unos ni de la cartera de otros. La solución para los dueños es que en vez de ser tan machistas sean un poco más feministas poniendo entrada universal. Si a uno le cobras diez, y a otro cero, ¿por qué no cobrar cinco a cada uno y todos contentos?

Que no por ser mujer tengas que pagar menos. Yo me sentiría más a gusto yendo a un sitio donde pago igual que mi amigo y sé que no entro gratis porque se me considera un filete.

Ya no basta con que dividamos el precio de la entrada y las copas, si queremos igualdad debe ser en todos los ámbitos y, la noche, no es una excepción, pero no basta con que nosotras queramos pagar una entrada, es importante que vosotros, los hombres, os neguéis a pasar a sitios donde sois los únicos en apoquinar.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas I : «Quien come bien en casa no se va de restaurante»

Desmontando mitos machistas II: «Las mujeres son traicioneras, los hombres son nobles»

Desmontando mitos machistas III: «Tengo celos porque te quiero»

Desmontando mitos machistas IV: «El amor puede con todo»

Desmontando mitos machistas V: El asesinato de Mariana Leiva

Desmontando mitos machistas VI: «Las mujeres matan tanto como los hombres»

Desmontando mitos machistas VII: «Quien bien te quiere te hará llorar»

Desmontando mitos machistas VIII: «Las visten como putas»

¿Se pueden intercambiar de orificio los dildos vaginales y los juguetes anales?

Soy de las que piensa que has alcanzado un nuevo nivel de curiosidad en tu vida cuando, tirada en la cama, te planteas si ese juguete anal que tienes guardado serviría también para darle otro uso.

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Me consta que todos los juguetes que te compras vienen con un pequeño librito de instrucciones, pero, sinceridad, ante todo, cuando llegas con eso a casa lo único que pasa por tu cabeza es probarlo cuanto antes.

Los límites en la cama se ponen donde tú quieras, de hecho, hay una gran cantidad de posibilidades que, a algo que te has comprado, le encuentres un uso alternativo también muy placentero.

Pero no es lo mismo usar la fusta en el culo que en la palma de los pies, el azote viene a ser lo mismo, que cambiar el agujero para el que un juguete fue concebido.

Respecto a los juguetes anales, podemos respirar con tranquilidad. Puedes usarlos para cualquier orificio. Aunque quizás la anatomía no te resulta tan intensa como la forma de un dildo normal, puede estar bien para salir de la monotonía.

Eso sí, imprescindible que esté bien lavado. No cometas el error de utilizar el juguete indiscriminadamente porque puedes pasar bacterias a tu vagina y nadie quiere eso.

Sin embargo, a la hora de usar un aparato vaginal, tenemos que hacer saltar las alarmas. Mientras que la vagina es un espacio mucho más reducido con un límite, el ano se comunica con el intestino, por lo que no tiene ningún tipo de tope.

La estructura de los juguetes anales, si te fijas, suelen tener algún tipo de sujeción más ancha que evita que el juguete se pierda en las profundidades intestinales, algo de lo que carecen los vaginales.

La conclusión es que, por poder, se puede usar, al igual que por poder puedes comerte los bordes quemados de la pizza llenos de acrilamida, pero no es recomendable. De hecho, tengo un amigo doctor que me ha comentado en varias ocasiones la de objetos perdidos que ha llegado a encontrarse dentro de un culo.

Recuerda que no puedes jugar al fútbol si se pierde la pelota. Y menos si se pierde en tu intestino.

Duquesa Doslabios.

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Quien no llora, ni mama ni llega al orgasmo

Tenemos un problema. Y ya sé que es martes y que te da pereza abordar temas importantes antes del miércoles, pero, créeme es urgente. No estás teniendo orgasmos. Pero ni tú ni muchas otras mujeres.

ESCENA DE FARIÑA. YOUTUBE

Porque tenemos una brecha de orgasmos brutal. Piensa un momento, de diez veces que se corre tu pareja, ¿cuántas has terminado tú? ¿Dos? ¿Tres con un poco de suerte si cambiaste el preservativo y a él le duró un poco más la erección?

No me llames exagerada que Canadá me da la razón. El estudio publicado en The Canadian Journal of Human Sexuality mencionaba precisamente que nosotras estamos dispuestas a bajar el doble que nuestros compañeros varones.

El estudio deja claro en qué se traduce esto: muchas mujeres no están recibiendo sexo oral. Solo el 40% de las mujeres encuestadas disfrutaban de que sus parejas bajaran. Y (oh, sorpresa) el 53% de ellas, más de la mitad, habían llegado al orgasmo gracias a esta práctica.

Porque recordemos que la estimulación directa del clítoris es la vía para alcanzar el clímax y solo el 15% de nosotras es capaz de correrse a través de la penetración únicamente.

El estudio también averiguó que el 80% de las mujeres disfrutamos del sexo oral, y aunque no es que hiciera especial falta que indagaran sobre ese tema en concreto (¿a quién no le gusta una buena comida?), deja en evidencia el problema que hay detrás de esto.

Que menos de un tercio de nosotras se siente con la confianza suficiente como para decirle a su pareja qué desea en la cama. Volviendo a los resultados del estudio, es algo que tiene mucho sentido ya que el 59% de los hombres afirmaron no saber qué les gustaba a sus parejas a la hora de practicar sexo oral.

Así que la conclusión parece clara: no podemos echar la culpa de no estar teniendo una experiencia sexual satisfactoria si somos las primeras en callarnos qué es lo que deseamos. Traducción: sigue bajando cuando estés con tu pareja, pero habla más cuando a la otra persona le toque bajar.

El sexo, a no ser que te masturbes, es un juego de equipo y no hay ninguna actualización cerebral que consiga que, de la noche a la mañana, tu pareja sepa qué es exactamente lo que quieres que te hagan, por lo que no te queda otra que hablar y luego dejar que utilicen la lengua contigo. O en ti, vaya.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas: «Las visten como putas»

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Hace poco hablaba con una amiga de la cantidad de veces que nos cambiamos de ropa antes de salir de casa por lo que pueda pasar. Por lo que nos pueda pasar.

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No os hablo de cambiar los tacones por zapatillas de deportes por si en algún momento dado toca echar a correr (que también nos ha pasado), sino de dejar una falda por ser muy alta y un escote por ser demasiado bajo.

Y me resulta impensable que a día de hoy dos mujeres en sus veinte años tengan que estar dejando ropa que realmente quieren ponerse en el armario por lo que pueda pasar. Por lo que pueda pasarnos.

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo es que ‘decido libremente’ ponerme una u otra ropa? Porque aunque nadie me obligue a ir corta, sé lo que se dirá de mí si me violan e iba con una falda.

Que «lo iba buscando por ir tan corta». Que «casi iba enseñando las bragas». Que «me vestía como una puta». Que «iba pidiendo guerra».

Que «así vestida, normal que me hubiera pasado algo». Que «si no hubiera querido que me hicieran nada, que me hubiera puesto un pantalón vaquero largo».

Porque la triste realidad es que socialmente, la violación, se sigue exculpando. Se justifica de tal manera que la responsabilidad del acto no recae sobre el agresor, sino sobre la víctima.

Pero os diré algo que parece que se ha olvidado y es que la víctima tiene la libertad de vestir y el derecho a ser respetada independientemente de cómo vaya vestida.

Si el Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, afirma por televisión que las chicas jóvenes «se hacen fotos como putas», ¿qué se supone que debemos interpretar?

¿Que la mujer es culpable de lo que le pase? ¿Que soy yo la que tiene que cambiar mi manera de vestir en vez de cambiar la manera de educar a los hombres en que no deben violar?

Con este panorama no es de extrañar que haya víctimas que no denuncien por miedo a que, además del trauma de la agresión, se les eche la culpa por ir vestidas de una determinada manera.

Ejemplo reciente, el caso de la Manada. La mujer es culpable por hacer su vida después de ser violada, culpable por llevar una camiseta. Todo un conjunto de argumentos para quitarle peso a un crimen que cometieron cinco personas en contra de la voluntad de una.

La sociedad dice que si no quieres ser violada no te pongas nada corto, no lleves tacones, escotes, maquillaje… Y sin embargo hay mujeres a las que violan sin ir vestidas de esa manera.

Traducción: el problema no es la ropa. El problema es el violador.

De hecho, según ONU Mujeres el análisis de las estadísticas de las violaciones dejan claro que no existe ninguna relación entre el vestuario y estas. La organización estima que el 35% de las mujeres del mundo sufren algún tipo de violencia física o sexual en su vida y que es independientemente de como se vistan.

De hecho, la mayor parte de estas agresiones son de personas conocidas, parejas, exnovios, familiares, compañeros de trabajo o escuela, etc.

Pero por si acaso, solo por si acaso, por si sigues queriendo justificar una agresión por cómo iba una persona vestida, voy a dejar esto por aquí para que, si alguien tiene dudas, se aclare al respecto:

ONDA FEMINISTA

Ahora haz un poquito de introspección y piensa cuando hay una violación a quién culpas y a quién justificas. Porque si justificas al agresor, formas parte del problema. Eres solo un elemento más que apoya la cultura de la violación.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas I : «Quien come bien en casa no se va de restaurante»

Desmontando mitos machistas II: «Las mujeres son traicioneras, los hombres son nobles»

Desmontando mitos machistas III: «Tengo celos porque te quiero»

Desmontando mitos machistas IV: «El amor puede con todo»

Desmontando mitos machistas V: El asesinato de Mariana Leiva

Desmontando mitos machistas VI: «Las mujeres matan tanto como los hombres»

Desmontando mitos machistas VII: «Quien bien te quiere te hará llorar»

¿Chupas sin protección? Estas son las venéreas que te pueden tocar

De un tiempo a esta parte me da la sensación de que cada vez veo menos anuncios de preservativos. Y no creo que se deba a que las empresas de profilácticos estén nadando en billetes por todo lo que usamos sus productos.

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Pero veo menos todavía, o, debería decir que en realidad no he visto en absoluto, anuncios que sensibilicen acerca de la importancia de las barreras de protección sexual a la hora de contagiarse de enfermedades venéreas por tener sexo oral.

Lo diré de otra manera: quiero un anuncio que me diga que por chuparla sin condón puedo terminar con cáncer de garganta.

Si más o menos todos estamos concienciados de los riesgos que conlleva (repito, más o menos) tener sexo sin protección, lo del sexo oral se nos escapa por completo.

Y la cosa es que existir barreras, como tal, existen. De hecho los condones de sabores pretenden precisamente hacer más placentera la idea de succionar un pene (aunque al final el supuesto sabor de cereza te termine sabiendo más a laboratorio farmacéutico que a fruta). 

De los preservativos para practicarnos sexo oral a nosotras ya ni hablamos, porque si bien soy consciente de que existen, ni los he comprado en mi vida ni conozco a nadie que los haya usado en los casi 30 años que llevo sobre el planeta.

Al final, estén o no estén, la gran mayoría opta por no usarlos.

Comodidad, pereza, tacañería por no querer estar usando varios condones en vez de solo uno, y en el caso del condón femenino, porque ni es conocido ni resulta realmente práctico y necesitaría una vuelta para que pudiera utilizarse de manera habitual y nos lo planteáramos.

Desarrollo y concienciación son las dos cosas que hacen falta para que asumamos de una vez por todas que es algo que deberíamos usar siempre.

De no hacerlo nos exponemos al sida, candidiasis, herpes genital, hepatitis B o virus del papiloma humano (que puede terminar en cáncer de garganta o cervicouterino) por poner unos ejemplos.

Puede que ahora mismo no estemos experimentando ningún síntoma, pero las enfermedades relacionadas con el sexo oral no tienen por qué manifestarse inmediatamente. Algunas pueden llegar a tardar años en desarrollarse.

«Más vale prevenir que curar» es, en este caso, el razonamiento más sensato.

Duquesa Doslabios. 

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¿Estás en una relación tóxica? Ojo con estas frases

Creo que no somos realmente conscientes de lo poderosas que son las palabras. Pero fijaos hasta qué punto llega su autoridad que son capaces de convertir a dos personas solteras en casadas.

Con los años he empezado a entender el valor y la influencia que tienen no solo en mi vida, sino en la de aquellos que me rodean, y el mejor caso para ilustrarlo fue una relación pasada en la que las palabras formaban sinergia en mi pareja, eran más que la unión de las letras.

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Comencé a oír una serie de frases que se convirtieron en normalidad dentro de la dinámica que establecí con otra persona. Y no fue hasta que pasó el tiempo que pude realmente entender lo que mi pareja me decía cuando hablaba.

Quizás no era muy consciente en ese momento, pero caló hasta el punto de que una vez descubierto el engaño, la trampa, la verdad que ocultaban, me he quedado atenta para hacer saltar las alarmas en el caso de volver a escucharlas.

«Escríbeme, que si no, me preocupo» fue una de las primeras. Una maniobra que empezó con algo tan inocente como lo de mandar un mensaje avisando de que ya había llegado a casa. Pero eso, muchas veces, sirve como vía de entrada a estar mandando mensajes constantemente. Pasa de ser una vía de control para que la otra persona sepa lo que estamos haciendo constantemente, lo que demuestra que no existe ningún tipo de confianza ni autonomía. De avisar de que has llegado bien a casa a tener que estar mandando fotos o vídeos en directo que prueben que estás donde dices estar, hay un mundo.

«Está muy bien pero…» es una frase que puede tener varios finales. Coge el que más te resulte familiar. «…¿pero no vas demasiado corta?» «…¿pero no llevas mucho escote?» «…¿pero no vas muy maquillada?» «…¿pero no crees que esa amiga tuya te pone demasiados Me gusta en Instagram?» «…¿pero no te va a quitar tiempo de estar juntos?» Una vez más lo que deja al descubierto es la inseguridad en la otra persona y su intento por controlar una vida que no le pertenece. Ante este tipo de situaciones, siempre recordar que somos libres y que nadie debería coaccionarnos si queremos hacer, ser o llevar algo de una determinada manera. Ya lo decía Vicky Larraz: «No controles mi forma de bailar porque es total».

«Nadie te va a querer tanto como yo» es una fruta envenenada y no lo que se comió Blancanieves. Lo que desencadena esta frase en tu cabeza, sin que te des cuenta, es una espiral de negatividad de la que ni siquiera eres consciente. Por un lado sientes agradecimiento y hasta un cierto punto de endeudamiento con esa persona ya que nadie va a quererte así como eres (porque esa es otra, recalcará que con tu forma de ser, que alguien te quiera es como para que te des con un canto en los dientes). Por otro lado produce miedo. Mucho miedo. Miedo de que si esa persona desaparece, solo te queda la soledad. Miedo de que nadie te vuelva a querer o quizás de que no te quieran tanto como tu pareja dice quererte.

«Eres demasiado para mí» o «Yo nunca voy a estar a tu altura» continúa el menú tóxico que empezó la fruta envenenada. La frase es una especie de sandwich de halagos venenoso. Tú lo muerdes porque por un lado tu ego se siente muy complacido (a todos nos gusta sentirnos valorados por nuestra pareja). Sin embargo debemos recordar que no es una competición en la que gana el más alto, listo, guapo, fuerte o quien tiene un salario más alto. Especialmente cuando la frase lo que deja en evidencia es que nuestra pareja tiene problemas de autoestima. Cuando hay amor es sorprendente las cosas que ni tú misma esperabas que te pudieran aportar.

Y para terminar, la más grande, poderosa y efectiva de todas: «Eres todo lo que tengo». Si hay una oración que aparezca como ejemplo cuando buscamos en el diccionario «chantaje emocional» es esta. Tu pareja nunca debe ser tu único motivo para seguir adelante en la vida. La motivación, las ganas de vivir, lo que te impulsa a salir de la cama por las mañanas dependen única y exclusivamente de ti. Si la otra persona no es capaz de encontrar sus propios alicientes, no es tu responsabilidad.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas: «Quien bien te quiere te hará llorar»

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Relacionar amor con sufrimiento es como encontrar relación entre Navidad e infelicidad, términos que resulta complicado casar. Sin embargo, la frase de turno se encuentra suelta y sin orden de busca y captura (o al menos que yo sepa). Y cuidado, es una frase que muerde.

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Pero no muerde en la mano o en el tobillo, que son los sitios que pueden tener mejor alcance, muerde psicológicamente. 

«Quien te quiere te hará llorar» nos cala desde que somos pequeños. Sobre todo porque es un concepto que escuchas siendo menor de edad y, como tantas cosas que experimentas en ese momento, no sabes cómo gestionar.

Las películas, las series y hasta las canciones que nos acompañan durante esa época nos lo demuestran con grandes historias de amor y sufrimiento a partes iguales, haciendo que en nuestras cabezas entre esa nociva idea de que, como los referentes que vemos en la gran pantalla, tendremos que luchar, sufrir y sacrificarnos en el nombre de ese amor con mayúsculas que todos ansiamos.

Si alguien realmente cree en esto a pies juntillas, le recomiendo que hable con su madre para saber si realmente amor es sufrimiento. Yo lo hice con la mía.

Lo que recibí como respuesta cuando quise saber cómo se imaginaba a mi pareja ideal fue un : «No lo sé hija, como sea. Pero que sea buena persona«.

Ni alto, ni bajo, ni fuerte, ni con barba cerrada, ni ojos profundos, ni voz de participante de Operación Triunfo, ni abdominales de anuncio de ropa interior de Calvin Klein. Lo que mi madre me deseaba (y aún me desea), es que me traten bien.

El amor no es que te hagan llorar, por mucho que Alex Ubago se haya empeñado en relacionar ambas cosas a lo largo de prácticamente toda su carrera discográfica.

Quien bien te quiere te tratará con respeto, con paciencia, con cariño. Al igual que, si tú quieres a alguien, le dispensarás el mismo trato. Y no es que vayas a comportarte así de manera forzada, es que, y créeme, te va a salir solo.

Ligar el amor al sufrimiento es uno de los síntomas que sufre una relación enferma, tóxica.  Los insultos, desprecios, violencia o gritos no tienen cabida en el amor. No deberían tenerla en ningún lado.

El desenlace que tiene aguantar ‘en el nombre del amor’ esas situaciones está más cerca de un final bajo tierra que del final de los cuentos de «Felices para siempre». Y, desgraciadamente, somos nosotras las que perdemos antes la partida.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas I : «Quien come bien en casa no se va de restaurante»

Desmontando mitos machistas II: «Las mujeres son traicioneras, los hombres son nobles»

Desmontando mitos machistas III: «Tengo celos porque te quiero»

Desmontando mitos machistas IV: «El amor puede con todo»

Desmontando mitos machistas V: El asesinato de Mariana Leiva

Desmontando mitos machistas VI: «Las mujeres matan tanto como los hombres»

No, el vello púbico no es antihigiénico

Estoy ya un poco hasta las narices de escuchar que tenemos que quitar el pelo de ahí abajo porque es antihigiénico.

CALVIN KLEIN. VICTORIA’S SECRET.

Y no os creáis que se lo he oído a gente recién salida del cascarón, sino también a personas con canas.

Así que es el momento de dedicarle unas palabras a esto.

El vello tiene una función en nuestro cuerpo muy concreta y es la de proteger. El de la cabeza defiende del frío y del sol así como el de las piernas sirve de abrigo. El de las pestañas hace como barrera para que no entren sustancias externas al globo ocular como polvo y el de los pies…

Bueno, el de los pies no sé para qué sirve exactamente pero para algo estará.

En el caso del pelo que cubre los genitales es igual, una barrera de protección más o menos frondosa que sirve como muralla ante los patógenos y agresiones externas.

Nos protegen de infecciones y además mantienen la zona a una temperatura agradable y apropiada (si lo sabrás tú cuando a veces te peinas con los dedos el matojo…).

Pero además tiene una importante función en el acto sexual ya que retiene el aroma de las feromonas.

Y eso sin contar que evita que se nos roce la piel cuando mantenemos relaciones. Porque seamos realistas, con un poco de pelo todo está más suave.

El vello corporal es solo antihigiénico si lo tienes sucio, pero no es problema del pelo, es más bien tuyo y tiene una fácil solución: jabón. Pero para que te hagas una idea sería como sostener que el cabello no es higiénico por el hecho de tener las raíces grasas.

La idea de que dejar crecer o no el pelo y que tiene relación con la higiene corporal, no podría estar más equivocada. Por tanto, como quieras llevar el vello de tu cuerpo, se trata de una elección que deberías hacer con conocimiento de causa.

Si te lo quieres quitar por razones estéticas, es cosa tuya, pero que no sea porque creas que tenerlo es de ser una persona sucia.

Duquesa Doslabios.

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¿Es maltrato que te peguen en la cama?

(Debo de ser masoquista por querer dedicarle a esta reflexión mi primer tema de septiembre)

Te doy la bienvenida otra vez a mi espacio de sexo, amor, feminismo y muchos otros delirios que se me pasan por la cabeza. Pasa y acomódate. ¡Por cierto, cómo te ha pegado el sol!

Yo me he pasado el verano escribiendo. Si no lo sabías, ya te lo cuento yo. Aunque no he pisado mucho la playa, he tenido a las amigas bien a mano. Y fue precisamente en una de esas ocasiones cuando una de ellas salió con el tema.

GTRES

«Entonces, ¿pegar en la cama contaría como maltrato

Todas coincidimos en que en una relación saludable en la que la interacción física, si bien algo más dura, formaba parte «de la fantasía» no lo considerábamos como tal.

Hay una diferencia abismal entre nuestro comportamiento en la cama y fuera de ella. En la intimidad nos permitimos el lujo de dejarnos llevar por nuestro intento animal. Dejamos el raciocinio a un lado y que pase lo que tenga que pasar…

Pero hasta cierto punto, por supuesto. La cama gira en torno a lo que gira todo en esta vida: el consentimiento. Qué gran palabra, qué buen concepto. Pero claro, al ser tan grande parece que a algunas personas les cuesta entenderlo.

Voy al ejemplo fácil y rápido: Cincuenta sombras de Grey. El protagonista tenía el consentimiento a regañadientes, pero aunque más adelante su compañera empezaba a disfrutar, al principio experimentar el dolor no era algo que le hiciera gracia, por tanto ¿era maltrato?

¿Estaba ejerciendo violencia? Sí. ¿Ella había aceptado? Sí. Pero ¿ella realmente quería? Sí y no. Vale, quizás me he metido en un jardín muy complicado ya que bajo mi punto de vista la relación que mantienen Christian y Anastasia es bastante tóxica. Deja que recule y de paso te ofrezca un café para continuar nuestra charla.

El sexo es un mundo, y a cada persona le gustan cosas diferentes. De ahí que haya filias tan curiosas como la de excitarse viendo a gente durmiendo o que te produzca placer tocarle a tu novia los dedos de los pies.

Dentro de las apetencias hay una concreta, la de la violencia física, que se mueve entre el placer y el dolor. Hay personas a las que un golpe, cachete, tirón de pelo o pellizco en un momento concreto puede resultarle el desencadenante de un mayor grado de excitación, por lo que todo lo que suceda en la cama mientras le resulte placentero, estaría permitido y se consideraría parte del juego.

Hay incluso quienes de tanto disfrutarlo, terminan con arañazos o moratones. Puedes compartirlo o no, pero independientemente de ello, hay que respetar los gustos de cada persona.

Como en todo, la clave está, y perdona por repetirme, en el consentimiento. Así que ante la duda, pregunta, porque en este caso, es mucho mejor pedir permiso que perdón.

Duquesa Doslabios.

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