Archivo de agosto, 2023

Conoces los ‘love language’ pero ¿y tu ‘sex language’?

Si los lenguajes del amor son las manifestaciones de nuestros sentimientos hacia la otra persona, tenía todo el sentido del mundo que existieran también los lenguajes del sexo.

O, quizás más que cómo expresar el sexo en sí, podríamos definirlos como las diferentes formas en las que expresamos el deseo.

mujer deseo empoderamiento

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Y serían algo que deberíamos conocer en cuanto nos planteamos tener intimidad física, pero como tampoco suelen estar en las conversaciones, terminan por ser un misterio.

Al igual que hay personas que se sienten queridas a través del afecto físico u otras mediante compartir tiempo de calidad, comunicar nuestras ganas también puede adoptar diferentes formas.

Por eso, cuando hay un problema a la hora de entenderse a nivel íntimo, bien merece la pena analizar si lo que pasa es que estamos hablando lenguajes del deseo diferentes.

Puede que, por mucho que te esfuerces, la demostración de tus encantos no surta ningún efecto aparente.

Quizás mueves la cabeza como Chanel en SloMo o desfilas en una colección de lencería digna de un desfile de Rihanna.

Esas acciones, o las que se te vengan a la cabeza, las llevas a cabo porque te hacen sentir en contacto con tu lado más erótico y con la confianza a tope.

En definitiva, son las que la otra persona interpreta como una señal luminosa de que tu cuerpo pide fiesta.

Pero cuando no tienen la respuesta que esperas, esa de que se abalance como león en la sabana, puedes llegar a plantearte -más que achacarlo a vuestra diferencia entre estímulos eróticos-, si eres tú que no le gustas.

Por llevarle la contraria a esa inseguridad intrusiva, déjame tranquilizarte: lo más probable es que tu pareja no sienta ni un poco de excitación por esas tácticas si no son las que tiene erotizadas.

Cómo despertar los respectivos deseos: el punto medio

Así que ante la duda, nada como preguntar, tomar nota y llevarlo a cabo en el futuro.

Porque, a diferencia de lo que se cree, la compatibilidad no nace, es algo que se trabaja en equipo.

Quizás lo que le gusta a tu acompañante es un acercamiento más directo, sin parafernalia, o uno que tenga relación con alguna preferencia sexual, como los juegos de rol o el voyeurismo, por poner unos ejemplos.

Las opciones son tan variadas como los gustos de cada persona.

Pero, una vez roto el hielo del sex language, es el momento de hablar del tema para identificar qué funciona como gatillo erótico del otro.

Se puede empezar la conversación con un refuerzo positivo, el del gran beneficio que reporta mantener la charla sobre cómo hacer la aproximación y preguntar a la otra persona si estaría abierta a ello.

No es otra cosa más que mostrar interés en sus gustos (y compartir los propios).

¿Significa eso que, una vez conociendo qué despierta el deseo, toca decirle adiós a la forma en la que lo manifestabas hasta ese momento?

No, seguramente habrá habido ocasiones donde sí has podido despertar interés erótico, pero debes tener en consideración sus códigos. Ante la duda, también puedes hablar de cómo incorporarlos.

Además, recuerda que lo que te estimula ahora puede cambiar con el tiempo: la sexualidad es plástica, así que lo importante es ir hablándolo y mantener la intimidad al día.

Es como elegir una película: tu género favorito puede ser el suspense y el de tu pareja el drama. Habrá momentos en los que quieras ver una película de suspense en concreto porque es buena, te apetece y te gustaría que la viera contigo.

Una ocasión en la que tu pareja se sentará en el sofá, la verá contigo y, aunque no sea su estilo, puede que incluso le guste también.

En realidad, lo que muchas veces quiere es ver una película en tu compañía, y le dará igual el título que hayas escogido. Con el sexo pasa un poco lo mismo.

Mara Mariño

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‘Te vas a quedar soltera’

«Nunca tendrás novio», sentenció mi seguidor en una de mis publicaciones de Instagram donde daba mi opinión sobre el caso de Rubiales y Hermoso.

Podría haber contrargumentado mi análisis, haber dejado de seguirme, hasta haberme bloqueado, si me apuras, pero eligió esas tres palabras en concreto para tratar de hacerme el máximo daño.

«Bueno, tú podrás decir lo que quieras de la actualidad, del fútbol y hasta del machismo, pero nunca tendrás novio». Ese era su consuelo. Esa era mi ‘condena’.

mujer soltera

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Aquel comentario me hizo viajar al pasado.

A un pasado en el que, nuestras abuelas, a poco de convertirnos en mayores de edad, ya nos preguntaban por parejas, preocupadas de que todavía no estuviéramos casadas ante los ojos de Dios ni tuviéramos hijos (porque en ese momento de sus vidas, ellas ya habían sido madres).

Si además le decías que ibas a centrarte en tu carrera universitaria, que ibas a aprovechar para viajar y conocer mundo o aprender idiomas, y que traer un novio por Navidad no entraba en la lista de prioridades, porque además querías un novio adulto que se hiciera responsable de la mitad de la tarea doméstica y carga mental, el drama estaba servido.

En ese momento, tu abuela, al borde del colapso mental, manifestaba su preocupación diciéndote que «así no te va a querer nadie y te vas a quedar para vestir santos».

Conste que no culpo a nuestras abuelas. En sus tiempos, ser mujer era eso: nacer, crecer, casarte, reproducirte, limpiar, barrer y cocinar.

Y si no lo hacías, te quedabas destinada a adornar la iglesia que te pillara más cerca, asegurándote de que los ropajes de las tallas de santos y vírgenes estuvieran en perfecto estado (de ahí el origen de la expresión).

Mi seguidor era bien conocedor de este subcontexto machista cuando hizo el comentario. En un mundo donde el amor es lo que nos valida, es lo peor que se le puede decir a una mujer: nadie va a quererte, vas a ser una soltera.

Soltera.

La palabra que recibimos como una amenaza velada de ese futuro incipiente donde solo los gatos y las plantas son los seres vivos que nos acompañarán por el resto de nuestra vida.

Pero hay algo que él no podía imaginar. Esa idea ya no nos asusta y además es falsa.

 

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No hay miedo en la soltería por ‘culpa’ de unos padres que nos han educado en lograr lo que nos propongamos y sentirnos realizadas a través de ello.

Unos padres que nos han apoyado en una formación que nos permitiera ser independientes, hasta el punto de que no necesitáramos que nadie se ocupara de ‘nosotras’, porque podemos arreglárnoslas -no solas-, pero sí por nuestra cuenta.

Y vaya si caló el mensaje.

Les creímos hasta el punto de que, para muchas de nosotras, tener pareja ya no es una prioridad: es un complemento que si forma parte de nuestra vida, genial, pero si no aparece, no nos determina la felicidad.

Ya no necesitamos el amor romántico para sentirnos realizadas y la boda no es el culmen de nuestra vida.

Pero sí lo es ese ascenso merecido, el viaje a otro país con una cultura distinta a la nuestra, pedir una hipoteca a nuestro nombre, hacernos un viaje en coche de 600 kms, aprobar las oposiciones, ser madres solteras

Lo que nos preocupa no es echarnos o no novio, es el imparable cambio climático que significa que el de 2023 es el verano más frío que recordaremos en nuestra vida, nos preocupa que el sistema sanitario esté bajo mínimos.

Nos preocupa que la pensión que nos corresponda, nos permita tomarnos una cerveza en una terraza de Madrid, pero no una asistencia sanitaria para que nuestra calidad de vida no caiga en picado cuando no seamos independientes.

Pero sobre todo, que soltera no nos da miedo porque no significa sola. En el camino de priorizarnos, el núcleo duro está formado por familiares, compañeras y compañeros, amigas y amigos.

Y si estar soltera es porque llega a nuestra vida una persona cuya razón de incompatibilidad sea que rechaza el feminismo, pues sí, mejor estar soltera.

Aunque si pienso en el comentario, me encantaría decirle que identificarme con un movimiento que busca la igualdad nunca ha afectado mi vida sentimental.

Solo significa que de cara a establecer vínculos, resulto atractiva a un tipo de público que cree en la igualdad entre hombres y mujeres y que, de la misma manera, yo me fijo en las personas que comparten mi mentalidad.

Pensando de esa manera no es que tengas más posibilidades de quedarte soltera, lo que tienes son más probabilidades de tener una pareja feminista.

Mara Mariño

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¿Por qué el pasado sexual de una pareja puede hacer sentir inseguridad?

Al poco de conocer a una persona, entras en esa fase de la luna de miel donde predomina la emoción de ir descubriendo cosas que te gustan.

A la vez que pueden aparecer miedos o inseguridades. Porque, cuando pasas al plano sexual con alguien, ¿quién no se ha preguntado alguna vez si lo estará haciendo bien o le gustará tanto como en otras ocasiones?

pareja beso

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El hecho de que cada persona tenga unos gustos irrepetibles así como el ámbito sexual, que siendo algo tan visceral, escapa de todo control o planificación, es normal que puedas sentirte en terreno inestable.

Y, cuando eso sucede, raro es que no acudan esos pensamientos intrusivos -siempre listos para sabotearte-, de que quizás con su ex lo pasaba mucho mejor que contigo.

Sí, al cerebro le da igual que esta idea de que con quien estás tuviera una vida sexual digna de estudiar por Masters & Johnson sea algo que solo sucede en tu mente.

La sensación de agobio, de miedo, de sentir incluso cierta amenaza por el fantasma de unas experiencias que han tenido lugar en el pasado, no solo es real, sino que se vive en tiempo presente y te deja tocada la autoestima.

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Ahora que ya sabes que es habitual que puedan llegar estas ideas a tu mente (aunque ojalá que no), es buen momento para que hagas un trabajo de autocrítica y te preguntes qué es lo que te provoca esa inseguridad.

¿Es el miedo a que te comparen con otras parejas sexuales y que vuestras relaciones no sean igual de satisfactorias? ¿Que consideras que ha vivido una vida íntima que te causa prejuicios por las prácticas realizadas o la cantidad de parejas sexuales?

¿O es el temor de no ser «suficiente» y que pueda querer a otra persona?

Cualquiera de estas razones puede provocar cierta ansiedad, de ahí que averiguar cuál de ellas es la causante de los recelos es el primer paso.

Una vez se ha llegado a la raíz de nuestras preocupaciones, es más fácil poder trabajar en ello ya sea hablándolo con tu pareja, comunicándole tus emociones o buscando ayuda profesional.

Buena química, buen sexo

De cualquier manera, a veces necesitamos recordar que quien nos gusta es de esa manera también en parte por esas experiencias que ha vivido.

Si nos centramos en su pasado, estamos dedicando la energía a un momento de su vida en el que ya no se encuentra y perdiendo la oportunidad de disfrutar el presente.

Además, en contra de lo que puede parecer con la pornografía, no basamos la satisfacción de nuestros encuentros en que haya un pene o unas tetas de dimensiones industriales, ni que tenga una pulida técnica de hacer el tornado con la lengua cuando te han practicado sexo oral.

Lo que suele convertir los polvos en polvazos es la química.

Que te sientas con total comodidad en su compañía, que te rías si pasa algo fuera de lo esperado, que haya emoción en el momento… Esos son factores que hacen que sea una experiencia difícil de olvidar.

Además, debes recordar que el comienzo no lo es todo. Cuando pasas al plano físico tienes que darle margen al periodo de adaptación en el que aprendes los gustos de la otra persona.

Y, para quitarte la última preocupación de encima, el sexo es solo una parte de la relación en la que además se puede mejorar (como en el resto de ámbitos de la pareja).

Trabajar en vuestra sexualidad compartida es lo que realmente va a hacer que tengáis una vida íntima épica.

Mara Mariño

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La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hace unos veranos, saliendo de festival con amigos de la universidad, uno de ellos encontraba especialmente divertido besarnos en la boca a las chicas del grupo.

Incluso diciéndole que no queríamos que se repitiera, él seguía con una actitud desenfadada sin entender por qué nos enfadábamos al respecto cuando no lo hacía con mala intención, sino «de broma».

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Lo que era incapaz de entender es que, por mucho que para él fuera algo con lo que divertirse sin mayor importancia, el hecho de que lo hiciera de repente y no lo viéramos venir, ni pudiéramos zafarnos de ello porque se aprovechaba de la distracción de la música y el baile, era que a nosotras nos producía incomodidad su presencia.

Y sobre todo nos hacía preguntarnos dónde quedaba nuestro deseo en todo esto.

Mi examigo había crecido con una infancia llena de películas donde los protagonistas masculinos besaban sin consentimiento a las princesas (Blancanieves, La bella durmiente…) y, en su adolescencia, con esas frases de Tuenti de «Los besos no se piden, se roban».

Su ‘juego’, su ‘broma’, nos tuvo a varias en alerta durante toda la noche, así como cargarnos con la frustración que supuso tener la conversación con él y que no le diera validez a cómo nos habíamos sentido.

No entendía que besar es algo que tiene que ser recíproco, porque si no va en dos direcciones, puede ser molesto y hasta embarazoso si encima cuenta con espectadores.

Así que, desde que vi el beso que le dio Luis Rubiales le dio a Jenni Hermoso (y la polémica derivada de él), no dejo de pensar en las similitudes entre ambos casos.

El denominador común es que son hombres que, en plena situación de celebración pública, han dado rienda suelta a su emoción con un contacto físico íntimo sin tener en cuenta que la otra persona no quería recibirlo.

Hombres que, una vez se les ha criticado ese comportamiento, se han exculpado diciendo que era algo de poca importancia, quitándole peso a una situación que ha provocado un malestar, empañando un momento de disfrute.

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De nada nos sirve que se nos eduque en expresar nuestros intereses, en apropiarnos de nuestra sexualidad y vivirla libremente si, de la mano, no se educa en el consentimiento y en el deseo.

Quiero recordar que eximir de su responsabilidad a quien ha cometido una agresión sexual (ya sea un beso, tocamiento, etc) forma parte de la cultura de la violación, la aceptación o normalización de abusos hacia las mujeres como algo inevitable en la sociedad.

Sumarse a la conversación mostrando tolerancia cero o implicarse en que no haya impunidad a quienes la ejercen son fundamentales para combatirla, de ahí que sean vitales las consecuencias: quienes cometen estas agresiones deben pagar por ello.

Porque mientras no se enseñe que los besos deben ser algo que solo se puede dar a quien quiera recibirlos, muchos seguirán pensando que las mujeres estamos ahí para ser besadas cuando quieran.

Mara Mariño

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Puede que te estén haciendo «Summer shading» sin darte cuenta

El verano es la estación de tener aventuras románticas inesperadas o de dejar todo en pausa, hasta el regreso después de las vacaciones, si habías empezado a verte con alguien.

Y hay ocasiones en las que estas situaciones son las dos caras de la misma moneda, lo que se conoce como summer shading.

Chico teléfono móvil

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El summer shading vendría a ser un tipo de ghosting más específico de esta época del año, porque comparte la falta de responsabilidad hacia la otra persona así como dejar de estar disponible para hablar o verse hasta el fin de las vacaciones.

Aunque una buena manera de resumirlo sería que es poner los matches potenciales en espera durante los meses de verano.

Un comportamiento que viene a ser lo contrario de lo que pasa en Navidad, cuando la gente quiere quedarse en casa con pareja aprovechando la temporada de edredón y manta.

Puedes identificar el summer shading cuando una de las dos personas se empieza a distanciar.

De repente tiene compromisos, eventos, viajes y todo tipo de planes típicos de la agenda vacacional a los que no puede faltar, porque ya ha prometido asistir.

Resulta una forma sutil de dejar en buenos términos a la otra persona en el banquillo sin terminar de esclarecer la situación.

El motivo, claro, es la probabilidad de conocer a otras personas y que surjan posibles amores de verano durante esos meses, pudiendo hacer lo que da la gana sin ningún tipo de remordimiento al respecto.

Además, al empatizar con el lío que supone organizar los viajes, maletas etc, la víctima del summer shading tiende a no pedir explicaciones para no agobiar todavía más.

De ahí que se justifique y normalice que haya menos comunicación (“es que no llevo el móvil a la playa”), si cancela un plan (“me caigo de sueño por el jet lag, lo dejamos para otra?”) y que haya más distancia física y emocional.

Estando sin la motivación inicial de haberos conocido y estar viéndoos con frecuencia, ¿cómo sacar la conversación del “qué somos”?

Pero, por otro lado, para compensar la desaparición, de una forma o de otra te ha hecho entender que cuando pasen estos meses, volveréis a veros y hablar como antes.

No es que no quiera, es que ahora no puede.

¿Qué puedo hacer si lo estoy viviendo?

Así como hay quien puede sentir agobio por no querer esperar, también habrá a quien le dé más igual y aproveche los meses de verano para lo mismo: disfrutar.

Lo importante es valorar si estáis en la misma página. ¿El verano es carta blanca? Genial.

¿Sientes que el summer shading te está haciendo daño? Quizás hay que terminar.

En la conversación no pueden faltar las expectativas que tenéis: qué os encaja ahora mismo y qué no.

Y si la otra persona no quiere mayor compromiso en este momento, lo cual está en todo su derecho, al menos que seas consciente y puedas tomar la decisión de si esperas a la vuelta del verano o no.

Pero no que pases unos meses de agonía preguntándote qué has hecho mal o por qué han cambiado las cosas, cuando lo que ha pasado es que te han dejado en pausa con la excusa de las vacaciones de verano.

Mara Mariño

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3 claves para que el verano en familia no sea incompatible con el sexo

El verano es una de las mejores épocas del año para tener sexo… Si no tienes vacaciones en familia.

Da igual que la vitamina D que producimos por la exposición solar nos haga tener más deseo o que la rutina vacacional nos permita ir con más calma.

Si compartes días con padres, primos, hijos, abuelos, etc, las oportunidades de coincidir íntimamente pueden caer en picado.

verano familia sexo

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Lo cierto es que en esas escapadas en las que te encuentras pared con pared, lo que menos te apetece es tener algo de acción (aunque sea lo más normal del mundo).

Y, sin embargo, el sexo es uno de los alicientes de las vacaciones según ha revelado el XI Barómetro de Control Los españoles y el sexo.

En cuanto a divisiones de edad, los adultos de edades comprendidas entre los 42 y 58 años son quienes, según el estudio con un 70%, otorgan más importancia al sexo.

Ahora que ya tenemos la confirmación oficial de que nuestros padres no solo tienen sexo, sino que disfrutan de él, la psico-sexóloga y colaboradora de Control, Lara Castro- Grañén da tres consejos para mantener esa vida sexual activa.

En el momento en el que el espacio y tiempo son dos factores compartidos por todos los miembros de la familia, la experta recomienda planificar el encuentro.

«Programar con tu pareja un rato para los dos no significa que todo tenga que estar planificado, se trata de encontrar momentos de intimidad en los que podáis estar a solas», explica.

Al tener ese rato sin distracciones, es más fácil relajarse y «crear el ambiente de complicidad que pueda dar paso a disfrutar de un sexo de calidad y placentero».

Además, es tanto o más satisfactorio que el sexo espontáneo.

El poder de conquistar y jugar

Otra recomendación de la psico-sexóloga es no dar por sentada la conquista, sino trabajar en la seducción como parte de la interacción sexual, que no empieza en la cama, sino mucho antes.

«Buscar el momento para tener de nuevo una primera cita, tener sexo en la playa, en un mirador viendo una bonita puesta de sol…», sugiere.

«Pensar en nuevas prácticas o apostar por cumplir deseos inexplorados es el comienzo para disfrutar de una vida sexual apasionante y llena de crecimiento erótico», explica Lara Castro- Grañén.

Y, para terminar, darle rienda suelta a la creatividad haciendo que la experiencia sea más variada con terceros (no, no es que tus padres se monten una fiesta sexual con el vecino de al lado. O sí…).

Pero usar juguetes, geles u otros productos -hay que asegurarse de meterlos en la maleta antes-, es algo que hace que el encuentro sea aún más memorable.

«Además de suponer una chispa de novedad que puede avivar y aumentar la pasión, algunos productos pueden mejorar la calidad de tus relaciones sexuales hasta el punto de aumentar las sensaciones para experimentar el orgasmo», afirma la profesional.

Mara Mariño

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¿Es solo un amor de verano o algo más? Fíjate en esto para averiguarlo

Sí, yo también he tenido una historia veraniega en un sitio de ensueño y me he creído que estaba viviendo en una novela de Elísabet Benavent.

Y sí, luego me he dado de bruces con la cruda realidad de que, por mucho que aquello pareciera idílico, estaba destinado a caducar.

amor verano

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En mi caso, tengo claro por qué aquel amor, que me parecía mágico, no pasó la prueba de septiembre. Porque no éramos compatibles con nuestras formas de ser, ni buscábamos lo mismo.

No me había enamorado de él, me había enamorado del verano con él.

Ese es uno de los mayores engaños de las historias que vivimos en esta época del año: el efecto honeymoon de la química inicial, así como la novedad, te hace creer que estáis destinados a compartir almohada el resto de vuestros días.

Pero no, no es amor, lo más seguro es que sean las hormonas que te hacen ver todo de rosa.

Además, al saber que el verano va a acabar, y que hay que aprovecharlo al máximo, te niegas a pensar que las cosas no vayan a funcionar.

Esa mentalidad positiva de que todo va a salir bien es un aliciente para creer aún más en tu aventura sentimental.

Pero, ¿y si hay potencial?

Aunque no son todos los casos, por supuesto. Solo en mi entorno hay por lo menos dos relaciones que han comenzado a salir después de conocerse en viajes de fin de curso, así que no es imposible llegar a otoño (y hasta Navidad).

Para saber si te puede estar pasando, mi consejo es que ‘desmiembres’ el amor de verano.

¿Estás disfrutando del momento y haciendo la vista gorda de algunas cosas que no te encajan o por el contrario, todo va bien porque has dado con alguien que te encanta?

Salir de dudas de si estás enamorándote de la persona o de la persona en verano pasa por fijarse en sus cualidades.

Olvídate de las circunstancias idílicas como los atardeceres, las noches de música o los paseos por la orilla (que ya sabemos gracias a La Isla de las Tentaciones que son los elementos que construyen el romance).

Tienes que empezar a analizar a la persona, a entender si te gusta su forma de pensar, si tenéis en común vuestras prioridades y visión de futuro. Si además de química hay potencial para cultivar una relación de pareja.

Otro consejo es dejar de hacer actividades que os tengan siempre distraídos. Si volviera a darse una crisis sanitaria y os quedarais a solas sin poder tocaros, con la única posibilidad de comunicaros, ¿qué pasaría?

¿Podrías estar hablando con esa persona durante horas?

Si la respuesta es afirmativa, es probable que vuestro vínculo pueda seguir creciendo más allá de los meses de calor.

Cómo y de qué manera integrarlo -una vez vuelva la rutina-, es algo que os toca averiguar (y trabajar en ello).

Mara Mariño

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De criticar a la vecina por sus gritos sexuales a convertirse en esa vecina

La vida sexual se beneficia de las vacaciones de verano. Lo puedes ver en la rutina más desahogada, que permite dejarse llevar, y lo puedes escuchar.

Abrir las ventanas más a menudo pone en bandeja ‘tropezarse’ auditivamente con alguien que está disfrutando y expresándolo sin cohibirse.

pareja sexo

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Eso, en el caso de que no le hayas pillado ya los tiempos a tus vecinos. Sí, a través de esas paredes se escucha todo.

De hecho, lo hablaba el otro día con una seguidora que admitía que, hasta hace nada, criticaba a su vecina por los gritos sexuales.

«Todas hemos sido esa vecina que se quejaba», le dije. Sí, me incluyo.

Además recuerdo que cuando lo escuché por primera vez pensé para mí en lo innecesario que resultaba. Que se podían hacer cosas sin alzar tanto la voz ni hacer partícipe al resto de pisos del edificio.

Una vez incluso tuve la osadía -y sí, hablo de osadía aunque podría decir impertinencia-, de comentarlo con ella.

Como si yo hubiera sido designada policía de la comunidad de vecinos, la encargada de velar porque nada superara una cantidad de decibelios que consideraba aceptables.

Ahora pienso en ese momento y me doy cuenta de lo mal que estuvo por mi parte. No soy nadie para sacar al descansillo un tema íntimo que puede hacer sentir vulnerable a la persona de cuya privacidad hablo tan libremente.

Y menos cuando encima digo que me molesta algo que produce placer a quien tengo enfrente.

Además, que nadie tiene el aguante de estar durante horas con una alta actividad sexual. Mientras tanto siempre podemos poner la serie más alta u optar por cascos. Será por alternativas de tapar el ruido si tanto nos irrita…

La liberación del gemido

La mentalidad cambia, o al menos en mi caso lo hizo, cuando pasa el tiempo y eres tú quien está disfrutando y no quieres cortarte un pelo.

Ni deberías hacerlo, estás en todo tu derecho de disfrutar de todo tu cuerpo (voz incluida).

Además, gemir es altamente beneficioso hasta el punto de que no deberíamos dejarlo solo para esas veces en las que estamos en compañía.

Creo que expresarnos en la cama nos cuesta porque todavía arrastramos la idea que pudieron habernos transmitido nuestras abuelas -directa o indirectamente- de no hacer ruido como las «cualquieras», porque las señoras de bien guardan silencio hasta que se acabe.

Es un poso de culpabilidad que nos deja el disfrutar plenamente de nuestra vida sexual, por el miedo arraigado a ser tildadas de excesivas, sueltas o guarras.

Increíble la necesidad de la que aún tenemos que liberarnos las mujeres de ser tomadas como respetables hasta en la cama (cuando el respeto poco o nada tiene que ver con el placer).

Por otro lado, qué curioso que el gemido es el único sonido que nos incomoda hasta ese punto.

Escuchar a nuestros vecinos discutir, con la televisión alta, aspirando o cantando el Cumpleaños Feliz al sobrino de turno no nos altera tanto como escucharles teniendo sexo.

Para solucionarlo, hay que buscar la liberación por dos vías: la de desprenderse de las creencias rancias de cómo debes o no portarte en la cama, o cuánto ruido está permitido, y por otro normalizar y celebrar que tus vecinos estén pasando un buen rato, sin entrometerte ni llamarles la atención.

Es un respeto que debes en tu vecindario, porque, por muy ruidoso que sea, nadie tiene sexo para molestarte, tienen sexo porque les apetecía un buen rato.

Y quién sabe… A lo mejor escucharles te sirve de estímulo como para animarte a probar por tu cuenta.

Porque, como le dije a mi seguidora, «todas hemos sido esa vecina que se quejaba… Pero ahora somos la vecina de la que podrían quejarse».

Mara Mariño

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¿Por qué se celebra hoy el día del orgasmo femenino?

Una respuesta podría ser la de que si existe el día internacional de hablar como un pirata o el día de los calcetines, el orgasmo femenino también se merecía un hueco en el calendario (el del 8 de agosto, más en concreto).

Pero lo cierto es que contemos con una fecha a día de hoy en la que sea el protagonista, es una reivindicación necesaria.

pareja orgasmo femenino

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El placer femenino ha sido no solo un misterio durante gran parte de la historia de la humanidad, sino algo que durante siglos se ha reprimido o incluso mirado con recelo.

A modo de resumen, el orgasmo de las mujeres ha pasado de ser una necesidad a la altura de dormir o comer, como pasaba en el Antiguo Egipto a ser considerado una forma de brujería durante la Edad Media.

En tratados médicos del siglo XIX se decía que las mujeres no disfrutábamos tanto como los hombres y que, además, el orgasmo femenino era innecesario para la reproducción.

Y si a eso le sumamos la gran presión que ejercía la Iglesia hasta hace nada en España acerca de sus deberes conyugales como ‘buenas esposas’ (sí, gran parte de nuestras abuelas tenían sexo cuando nuestros abuelos querían, no cuando ellas querían), puedes entender que, por el pasado que arrastra, haga falta un día para reflexionar y reivindicarlo.

Sobre todo porque, aún a día de hoy, el bagaje histórico nos pesa en la manera de buscarlo, experimentarlo o representarlo.

 

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Las cifras tras la brecha orgásmica

Que todavía exista una amplia diferencia de orgasmos entre hombres y mujeres, que es lo que se conoce como brecha orgásmica, es una de las asignaturas pendientes de la sexualidad femenina.

La base de esta desigualdad se debe a la manera en la que concebimos la vida sexual, una idea que construimos generalmente por series, películas o incluso la pornografía.

Sin ir más lejos, lo que vivimos en carne propia cuando tenemos un orgasmo y lo que vemos representado en la pequeña o la gran pantalla, es bastante diferente.

En la ficción el clímax se suele alcanzar a la vez y, siempre, en una práctica sexual que implique la penetración.

Añadiéndole una falta de educación sexual, la cama se convierte en un lugar de desequilibrio (pero se puede cambiar).

El mejor ejemplo de a qué tipo de disparidades nos enfrentamos son los resultados del XI Barómetro los Españoles y el Sexo que realiza Control, la marca especialista en bienestar sexual.

Según la encuesta 7 de cada 10 mujeres tiene dificultades para llegar al orgasmo y 1 de cada 4 no llega nunca o casi nunca, mientras que 7 de cada 10 hombres que afirman no tener nunca dificultades.

La explicación es que vivimos el placer desde la mirada masculina y nuestra referencia de práctica sexual completa es el coito, que es una postura en la que es difícil llegar porque muchas podemos necesitar una estimulación del clítoris más directa.

Esta predilección por la penetración o coitocentrismo explica también por qué nosotras tardamos más según el estudio (la mitad de las encuestadas afirmaron tardar entre 10 y 30 minutos en llegar al orgasmo).

Si a esto le sumamos que ponemos nuestro placer en segundo plano, se entiende por qué muchas llegamos a fingir los orgasmos (6 de cada 10 lo hemos hecho alguna vez).

El 42% de las mujeres encuestadas afirma que fingen para no hacer sentir mal a la otra persona o herir sus sentimientos; otro 42% aseguran hacerlo para intentar terminar la relación sexual cuanto antes.

En el momento que preferimos hacer creer que hemos alcanzado el clímax, en vez de tener una conversación, igual es como para plantearse cuál es el objetivo de la intimidad.

Más y mejores orgasmos

No hay mejor manera de combatir la brecha orgásmica que combatirla a base de orgasmos, que es algo que suena muy bien en la teoría, pero puede generar dudas a la hora de ponerlo en práctica.

Mi primer consejo es empezar a solas, sin prisas, buscar un momento del día tranquilo y un sitio en el que no se corra el riesgo de interrupciones.

La autoexploración hace maravillas cuando no nos planteamos el disfrute como una carrera con cronómetro de a ver cuánto tardamos en llegar al clímax.

Probar qué zonas del cuerpo nos aceleran más, qué ritmos o movimientos -incluso optar por algún aliado como un juguete– es el primer paso. También se puede fantasear o evocar un recuerdo.

Y, una vez identificado qué es lo que más nos estimula, comunicarlo en caso de estar acompañada y concentrarse en las sensaciones del cuerpo, no en lo que esté pasando por la cabeza.

Puede que no te corras a la primera, a la segunda o a la tercera, pero disfrutarás del trayecto mucho más que fingiendo.

Mara Mariño

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‘Un cuento perfecto’, lo nuevo de Netflix que rompe con las típicas escenas de sexo

Mis expectativas sobre la miniserie Un cuento perfecto no eran altas, eran las de cualquier otra romcom: algo que me entretuviera, pero sin mucho trasfondo que me dejara reflexionando al respecto.

Por eso ha sido tan refrescante que la apuesta de Netflix, basada en la novela de Elísabet Benavent, me sorprendiera en la representación de las escenas de sexo.

un cuento perfecto Margot y David

NETFLIX

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Sin hacer spoiler –porque ya te adelanto que te la recomiendo-, en varias ocasiones donde la pasión se dispara, se mencionan o enseñan los preservativos.

Puede que pienses que no tiene nada de especial, que son habituales en tu vida y no sales de casa sin mirar que lleves uno en la cartera, pero, si lo piensas, es un elemento que suele brillar por su ausencia en la mayoría de ficciones.

Recuerdo a un escritor novel de novela erótica diciendo que no era su responsabilidad dar educación sexual a sus lectores incluyendo métodos de barrera en sus tramas.

Pero la serie es el ejemplo perfecto de que no necesitas salirte de la historia para visibilizar algo que es clave en lo que a cuidar la salud sexual se refiere.

Otro de los momentos que no esperaba es una escena en la que a protagonista le baja la regla en pleno momento de acción, cuando ciclo menstrual y sexo salvaje no son dos cosas que en las series y películas suelan coexistir.

Por un lado es como si las mujeres en la ficción nunca tuvieran la regla y solo se hablara de ella en caso de que falte, lo que sabemos que significa que está embarazada.

Y por otro, el sexo menstrual ni está ni se le espera. Vale que en la miniserie tampoco, otra pequeña barrera a superar (aunque sus motivos hay detrás), pero la respuesta del acompañante es oro.

«A mí no me importa», reitera él dejando claro que quiere seguir. Ni caras de susto ni rechazo, es la tranquilidad que necesitamos independientemente de que según nos encontremos nos apetezca más o menos.

Personalmente, ese fue el momento en el que me ganó la serie.

Porque si bien que te baje la regla antes o en pleno momento de acción es algo con lo que todas nos podemos sentir identificadas, quizás si vemos que en uno de los hits de Netflix el actor dice que le da igual, nos creamos por fin que nuestra pareja también lo dice de verdad.

A eso le sumo que Un cuento perfecto se aleja del coitocentrismo y hay escenas de otras prácticas, en concreto de sexo oral.

En las que además ella quien lo recibe, por lo que la labor de darle protagonismo al placer femenino está conseguida.

Contar con una protagonista que vive su sexualidad de manera plena, pudiendo expresar libremente un «Estoy mojada» como un «Me gusta hablar en la cama» es otra característica muy rompedora de la historia.

Viéndonos reflejadas en heroínas de ficción, que no tienen pudor ni son inexpertas como Babi de Tres metros sobre el cielo o, más recientemente, Noah de Culpa mía, conseguimos alejarnos del estigma que rodea la sexualidad femenina y se refuerza de manera positiva que eso nos parezca normal.

 

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Las series y películas son un factor que alimenta el imaginario colectivo, así que la importancia de mostrar mujeres que conocen su cuerpo, su disfrute y lo expresan en las escenas es la manera de apoyar el cambio social que libera y empodera sexualmente.

Cambio en los roles de género

No voy a pararme mucho en la historia de amor, que puede ser más o menos parecida a otras que hemos visto antes.

Pero sí me parece interesante destacar otras peculiaridades que me han parecido un avance en la pequeña pantalla.

Como por ejemplo que los roles de género estén intercambiados y veamos a un chico dedicándose a una profesión que siempre relacionamos con las mujeres: el cuidado de niños.

Mientras que su sueño es tener una floristería, el de ella es modernizar la imagen de la compañía multinacional de su familia. La clásica historia donde el exitoso hombre de negocios impresionaba a base de su éxito laboral y su fortuna -y esa desigualdad de poder era utilizada-, ha terminado.

Nosotras queremos ser la CEO.

Y, sobre todo, que no vemos a una chica conquistada por un chico malo, más mayor y experimentado, que le da un trato paternalista, controlador y hasta despectivo en ocasiones.

Vemos a una chica conquistada por un tío divertido, algo más joven que ella, que le hace reír, que no es el ejemplo de tener la vida resuelta, pero da igual porque es con quien mejor se lo pasa.

La protagonista no necesita un hombre que le resuelva la vida, se la resuelve sola y, por el camino, tiene a su lado a una persona que le hace disfrutarla todavía más.

Y es que necesitamos que nos recuerden que no necesitamos ser salvadas, que la pretensión del amor debería ser solo encontrar con quien ser feliz y punto.

Mara Mariño

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