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‘Sleep divorce’, dormir separados por el calor… Y por la relación

Por primera vez desde que estoy con mi pareja, ha llegado algo más fuerte que nos ha separado: el verano.

O más bien, las altísimas temperaturas que, sumadas a vivir en Madrid, nos han llevado a tomar la decisión de probar a dormir separados.

Las dos primeras noches nos atenazaba la culpa y la preocupación. ¿Era una señal de que no estábamos como antes? ¿Habíamos perdido puntos como pareja por priorizar el descanso?

pareja cama

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Después de esas 48 horas, no teníamos dudas: había sido la mejor de las decisiones y hasta se lo comentamos a algunos amigos, que en ningún momento nos miraron como si estuviéramos al borde de la ruptura, por suerte.

Es más, con la nueva calidad del sueño nos notábamos descansados y de mejor humor.

Lo que no le contamos a nuestros amigos, es que seguíamos nuestra ‘rutina’ de buenas noches, es decir, dedicar unos minutos antes de irnos a dormir a darle las gracias a la otra persona por algo que hubiera hecho.

Nuestra forma de mostrar gratitud por las pequeñas cosas y terminar el día con buen pie.

Y también mantenemos la rutina de las mañanas, que suelen ser unos minutos de mimos y un café en la cama a quien le cuesta más abrir el ojo (no diré si soy yo).

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Creo que lo que más nos preocupaba era que eso pudiera hacer estragos, emocional o sexualmente, en nuestra relación y ha servido para demostrarnos que ni dormir físicamente juntos es tiempo de calidad, ni que solemos esperar a última hora del día a que pase nada entre nosotros.

Pero claro, la presión social por compartir almohada es tan grande que suponía enfrentarnos a terreno desconocido. Como cuando coges un vuelo de Ryanair últimamente y, si no pagas el extra, te sientan de manera premeditada en asientos que están en los extremos del avión, aunque haya otros libres a tu lado.

Y la realidad de la separación (forzosa en el caso de la aerolínea) es que, por muy acostumbrados que estemos a que ciertos espacios se compartan en pareja, hay ciertas ventajas de ese rato por cuenta propia y ponerte al día con tus podcast lo demuestra.

Compartir cama, ¿beneficioso o perjudicial?

Especialmente si nos referimos al lugar del que depende el descanso. No todo es tan maravilloso como parece con lo de dormir en la misma cama y a los datos me remito.

Estudios como el de la Universidad de Michigan han descubierto que dormir en pareja pone en jaque la calidad del sueño por ronquidos, insomnios o movimientos involuntarios y que es algo que resiente las relaciones.

La investigación de la Universidad de California comprobó que, después de una mala noche de sueño, una pareja tiene más probabilidades de tener una discusión.

Hay medios que a esta tendencia de coger el sueño por separado lo llaman sleep divorce, «divorcio de sueño» en castellano, y aunque nos suene raro, ni lo de dormir en la misma cama es algo inherente al ser humano -es una tendencia que ha ido yendo y viniendo con los siglos- ni la intimidad se construye cuando estamos inconscientes.

No digo que esta sea la solución para todo el mundo, pero si en algún momento ves que estás durmiendo peor y que hacerlo en compañía es la culpable de la situación, ¿por qué no probar algo distinto y ver cómo afecta a vuestra convivencia?

Puede ir desde trasladarte al sofá, hacerte con un sofá cama, poner un colchón en otra habitación (si tienes el espacio) o dos colchones separados en el mismo dormitorio, como hacían mis abuelos, dicho sea de paso.

El miedo de que pueda ser la señal de que algo está pasando se te va a ir en cuanto veas que, tanto tu pareja como tú, dormís a pierna suelta y estáis con más energía para hacer cosas juntos y conectar cuando estáis completamente despiertos, te doy mi palabra.

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Hay una app que te enseña a mejorar las discusiones con tu novia

De las primeras cosas que digo como terapeuta de pareja es que las discusiones son inevitables. Es imposible que en una relación no haya desencuentros, malos entendidos o tensiones de algún tipo.

Además es algo que, hay novios con los que he estado que les horrorizaba. La idea de tener un conflicto les congelaba y preferían ocultar sus sentimientos y no decir nada.

Sí, aunque tuvieran toda la razón del mundo en hacerme una recriminación porque siempre dejo ropa por el suelo antes de salir de casa.

novia enfadada

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Por eso, aprender a discutir y a resolver conflictos es una de las habilidades para las que más se suele necesitar ayuda profesional.

Aunque ahora hay una aplicación que enseña a trabajar estas habilidades de una manera sana: AngryGF.

En castellano se podría traducir como «Novia enfadada» y es justo lo que promete: una ‘novia’ virtual en tu teléfono móvil con la que discutir.

La app te plantea varios escenarios de situaciones ‘comunes’ y en función del que pinches (al más puro estilo elige tu propia aventura) se abre una ventana de chat.

Desde ese momento, tienes hasta 10 intentos de mensaje para disculparte con la novia, que además va diciéndote qué tiene de buena la disculpa que le vas poniendo (y que necesitaría por tu parte).

Que al igual que entrenamos los idiomas con una aplicación móvil, podamos trabajar las habilidades comunicativas, es algo de lo que soy partidaria.

Por sacarle una pega, que caiga en estereotipos como que siempre es la novia la enfadada y el novio el responsable del enfado (cuando tenemos que empezar a salir del marco heterosexual) o algunos de los temas de ese enfado, me da algo más de pereza.

Una idea buena, muchos estereotipos

Sobre todo cuando algunos escenarios («No dejas de mirar a una chica guapa y tu novia se enfada», «Alabas a una amiga diciendo que es guapa y talentosa» o «Tu novia se enfada sin razón») mantienen esa idea de competitividad entre las mujeres.

Pero también de la búsqueda de la admiración de nuestra belleza por encima de todo o que nos gusta estar enfadadas porque sí.

Por lo que yo he visto, cuando mis amigas se enfadan con sus parejas, siempre hay una razón detrás, otra cosa es que él no se haya dado cuenta aún.

Otras situaciones, en cambio, sí que pueden ser un buen ejemplo de cómo a veces cosas sin mala intención pueden molestar, como «Tu novia tiene que ir al baño, pero no le dejas y tiene un accidente manchándose la ropa» o «Le has dado like a los vídeos de su mejor amiga, pero no a los de ella» (aquí voy a pensar bien y echarle un capote a ese hipotético novio que se le habría despistado en el feed el post de su novia y no es que vaya buscando el perfil de la amiga porque secretamente le gusta).

O, por ejemplo, la de «Le pides que pierda peso», que es un tema que, de una manera o de otra, muchas hemos vivido en pareja.

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Además de estas escenas, hay un asistente de IA con el que puedes chatear (fuera del role play de la novia) y te hace asesoría sentimental respondiendo preguntas como «cómo puedo hacer que mi novia deje de estar enfadada por WhatsApp» o «que puedo decirle a mi novia que le haga sentir mejor después de una pelea».

La propuesta me gusta, si manejas el inglés y quieres poner a prueba tus habilidades de resolver conflictos o mejorar en las discusiones de pareja, te lo recomiendo.

Y no desesperes, piensa que yo estoy especializada en el campo sentimental y arreglar las cosas con mi novia de la app me llevó… ¡6 intentos!

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‘Ten una cita con el chico bajo’: los ‘shortkings’ conquistan corazones e internet

«Como parece que hay a quién le interesa, mido 1,82«, empieza la descripción de un usuario en su perfil de una aplicación para conocer gente.

No es el único, que la mayoría de hombres pongan su altura en la primera toma de contacto, la biografía, no es casualidad.

Y es que por mucho que se haya intentado convertir en lema la frase de «el tamaño no importa», parece que sí hay unos centímetros que son la excepción si juzgamos cómo ellos escriben -con mayor o menor sinceridad-, su altura.

Tom Holland y Zendaya

GTRES

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Coincide que es algo sobre lo que tuve un debate hace poco con una amiga, que confesaba que solo se fijaba en chicos que midieran más que ella.

Además de ser una chica bastante alta, es muy reflexiva, así que estuvimos haciendo el ejercicio de por qué nos centramos en esa diferencia de altura hacia arriba.

Pero esta peculiaridad en las relaciones heterosexuales, ¿es una cuestión de biología o de socialización?

Por un lado, es raro ver en la pantalla diferencias de altura incluso cuando él es más bajo que ella, lo que hemos podido comprobar en cualquiera de las películas de Tom Cruise.

Un estudio de la Universidad de Brasil quería averiguar cuánto hay de cierto en las preferencias de la altura e incluyó países como Noruega, Cuba, Canadá, Noruega y Estados Unidos para descartar diferencias culturales y quedarse con una visión más general de las preferencias como especie.

La conclusión de sus investigaciones fue que, mientras que para relación esporádica o a largo plazo las mujeres preferían parejas algo más altas de la media, los hombres sí hacían distinción y preferían mujeres bajas para algo a corto plazo y más altas para largo plazo.

Algo que los investigadores achacan a que las mujeres de menor tamaño pueden tener problemas en el parto por una pelvis menor.

Volviendo a mi amiga y a sus preferencias, puedo entender que hubiera un componente biológico de supervivencia de la especie.

Si hablamos de hace siglos, cuando las probabilidades de que te secuestraran o resistir una invasión podía depender de tener una pareja grande y fuerte, el detalle de la altura en la pareja, cobra sentido.

Sin embargo, nuestros mayores riesgos en la actualidad son recibir un mail de Hacienda avisando de que hemos hecho mal un trámite y, para enfrentarnos a esa ‘amenaza’, lo que necesitamos es un compañero o compañera que nos dé apoyo emocional.

Al tratarse la salud mental de la mayor preocupación, tener una pareja que nos ayude a enfrentarnos a los peligros que puedan amenazarla, la altura no tiene nada que ver.

El novio bajo o shortking

Como le decía a mi amiga, si hacemos un filtro de altura (siendo además bastante altas según la media española), nuestras posibilidades de poder relacionarnos se reducen bastante.

Y además, nos quedamos con mucha gente ‘fuera’ de nuestra criba que puede que sea mucho más compatible que alguien que solo cumple el requisito de la altura.

A lo mejor por eso, de un tiempo a esta parte, el término «shortking» («rey bajo», en castellano) se ha convertido en uno de los hashtags más usados en redes sociales.

Bajo esta etiqueta aparecen vídeos sobre ese novio más bajo que puede ser la pareja perfecta, pero puede pasar desapercibido por cualidades físicas superficiales.

«Ten una cita con el short king», «Por qué debes darle una oportunidad al chico bajo» o incluso «Este va a ser el verano de los short kings», son algunos de los últimos contenidos que aparecen en Instagram y Tiktok, pero también en medios.

Podría parecer que en la era en la que estamos intentando que la belleza vaya más allá de una talla, nos toca trabajar también que pase lo mismo con la altura.

Además, si nos ponemos a buscar estudios, de todo lo que queramos confirmar vamos a encontrar lo que queremos leer.

Un dato que puede interesarte es que la esperanza de vida de la gente baja es mayor, así que desde el punto de vista de una vida sentimental plena, una pareja baja a largo plazo significaría que vas a poder disfrutar de mucho tiempo a su lado.

Si eso no convence a mi amiga, yo ya no sé…

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¿Eres románticamente responsable?

Siempre que empiezo una relación de pareja pienso de la misma manera: voy a dar lo más bueno de mí, la mejor versión.

Claro que, en mi cabeza, eso se limita a intentar no tener las zonas compartidas hechas un desastre, a colaborar con el orden y la limpieza y en mostrarme cariñosa y divertida a partes iguales.

Y aunque todo esto es algo fundamental, hay un área en la que cuesta mucho trabajar y de la que no se habla prácticamente nada, la de la responsabilidad.

pareja amor

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Y es que no basta con mirar la pareja como la unión de dos mitades (por muy buenas que se hayan propuesto ser), sino que parte debe ‘participar’ de una manera consciente y considerada.

Es lo que podríamos llamar ser románticamente responsables, que, a modo resumido es desarrollar la capacidad de trabajar en equipo en el plano emocional, asumiendo un papel activo respetuoso.

Podemos culpar a las series y películas de hacernos creer que las historias de amor son esa cosa que llega como caída del cielo.

Pero es nuestra tarea desmitificar esa idea y entender que es una decisión y un compromiso de trabajo, de ahí que la responsabilidad sea clave a la hora de relacionarnos.

Pero, ¿cómo gestionar de manera conjunta un área de nuestra vida cuando lo único que hemos aprendido de hacer trabajos en equipo es que cada uno se encargaba de su parte y, el día de la presentación en clase, se unían los distintos slides aunque no hubiera coherencia entre ellos?

Asumir la responsabilidad en una pareja pasa por hacernos cargo de nuestros comportamientos, que es lo que la otra persona puede ver.

Entre ellos está la comunicación honesta, que no solo es expresar los sentimientos, necesidades y expectativas de manera clara y respetuosa.

Es también recibir lo mismo de la otra persona y aceptarlo sin reservas, sin las defensas alzadas, asumiendo, aceptando, tomando nota y teniendo en cuenta de cara a la próxima vez.

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Eso de ponerlo en práctica en el futuro formaría parte de la mutualidad, que es hacer la vida teniendo en cuenta que no vamos solos, que nuestras acciones pueden afectar y es considerar eso.

Mutualidad es, por ejemplo, pegarte esa noche de fiesta con tus amigas, pero reservar también un rato para que el fin de semana tenga tiempo de calidad con tu pareja.

O saber que si su lenguaje del amor son las palabras de afirmación, asegurarte de decirle que le quieres aunque sea una cosa que te sale menos natural.

Es entender sus necesidades, deseos y autonomía y darle la seguridad y tranquilidad de que lo tienes en cuenta sin infringir su bienestar.

Otro punto clave es saber controlar la gestión de las emociones (y en esto puedo tirar de mi experiencia como parte de una relación intercultural).

Mi pareja ha recibido una educación en la que las discusiones no existen y en mi caso, alzar la voz constantemente es algo normal en mi manera de relacionarme, para bien y para mal.

Pero sabiendo que es algo que le produce incomodidad, aprender a controlar esas salidas y discutir desde la asertividad ha sido mi mayor reto.

Nos ha permitido poder abordar temas dificilísimos desde la estabilidad y la tranquilidad de que estábamos en el mismo bando, luchando por el objetivo de seguir juntos independientemente del asunto que tratáramos.

Vamos, cuando en vez de dejarme llevar por el impulso emocional, me ponía en modo ‘comprender y validar’ sus sentimientos para mantener una atmósfera sea amorosa y positiva.

A las pruebas me remito de que la empatía y el respeto mutuo hacen que el ambiente no sea de tensión, y sobre todo evita que si una de las dos personas es más impulsiva, como es mi caso, se escapen cosas que pueden ser dañinas.

Así que ahora solo queda que, tras leer esto, te preguntes de qué manera puedes contribuir a que tu relación sea no solo equilibrada, sino cómo puedes hacerla románticamente responsable.

Mara Mariño

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Si has sufrido bullying es más probable que termines en una relación de maltrato

Tras salir de una relación de maltrato, estuve un tiempo yendo a terapia y sacando hacia fuera lo que había pasado entre los dos. Todas y cada una de las cosas que había hecho en contra de mi voluntad durante esos meses.

Y una de sus preguntas fue que de dónde creía que me venía esa necesidad de complacer constantemente, incluso hasta el punto de poner por delante los deseos de otra persona antes que los míos.

relación maltrato pareja bullying

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Pasé mucho tiempo pensando que podía deberse a lo que había visto en casa, a una madre que hace todo lo que está en su mano por el bienestar de sus hijos.

Que incluso cansada o con otras cosas que hacer, siempre te dice sí a todo y está ahí hasta para la cosa más simple que se pueda necesitar.

Sin embargo, escuchando un podcast en el que se analizaba el bullying, me sentí demasiado identificada con alguna de las consecuencias que comentaban como para no atar cabos.

No, no creo que el ejemplo de mi madre fuera tan decisivo como sí lo fue haber sido acosada en el colegio.

Son unos años donde la pertenencia al grupo se convierte en la única motivación que te garantiza un paso tranquilo por el centro escolar.

Y, en mi caso, el bullying fue evolucionando, sufriendo desde violencia física a verbal para terminar, casi al final de la etapa, sufriendo slutshaming (o la «guarra» del colegio, para que nos entendamos).

Intentaba encajar hasta el punto de que me moldeaba por completo para cumplir unos estándares que me permitieran ser aceptada y querida por el resto.

Ahí empezó esa necesidad de gustar, de caer bien, de hacer lo que otros querían, de cambiar cómo vestía para que no se metieran conmigo, para poder seguir en el grupo como una más y no como el centro de las burlas.

De depilarme para que no hicieran comentarios delante de toda la clase, de hasta quitarme con cera los pelos de los brazos, todo con tal de hacer desaparecer lo que era motivo de insulto.

Cuando llegas a la conclusión siendo tan pequeña de que para no sufrir tienes que amoldarte a los demás, eso te pasa factura en el futuro.

Por eso una parte de mí veía ‘normal’ acceder a todo lo que mi pareja exigía con tal de que siguiera a mi lado. Esa era la manera de evitar más insultos, discusiones o violencia.

Cuidarme de no hacer nada que le pudiera enfadar.

La conexión entre violencia escolar y violencia en pareja

Investigándolo un poco, la cantidad de datos que vinculan sufrir acoso escolar y terminar en una relación de maltrato, son escalofriantes.

Según un estudio realizado por la NHS de Estados Unidos en 2019, las personas que hemos sufrido bullying tenemos el doble de posibilidades de ser víctimas en relaciones de pareja tóxicas que quienes no lo han sufrido.

Y, de la misma manera, en otro estudio descubrían la relación entre la continuación del acoso entre las personas que ejercían bullying en el colegio, ya que ejercían violencia doméstica (fuente: estudiantil de Harvard School of Public Health).

Han pasado 24 años desde la primera vez que una excompañera me pegó en el autobús que nos llevaba a casa.

Pero fue el comienzo de unos cambios que me pasarían factura más adelante cuando empiezas a normalizar las agresiones.

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Cuando estamos creciendo, nuestras primeras relaciones nos condicionan. Y aunque somos muy conscientes de que el bullying se debe combatir, viendo cómo he arrastrado sus consecuencias, pienso que se deberían poner más medidas y protocolos efectivos en los centros.

Sí, el bullying tiene consecuencias a largo plazo como es el de ser más tolerante con un comportamiento violento hacia tu persona.

Y de no atajarlo, es un caldo de cultivo ideal de agresores y víctimas también en la edad adulta.

Porque a lo mejor si no hubiera normalizado que esa niña me empujara para tirarme al suelo, tampoco habría normalizado que mi ex me tirara por las escaleras.

Mara Mariño

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¿Y si lo deseable en una pareja es que tenga ‘beige flags’?

Hace poco me decía una amiga que le gustaba quedar conmigo porque no hacíamos cosas ‘locas’ como con el resto de sus amigos, sino que hacía cosas de ‘adulta’. No me llamó aburrida, pero por la descripción sonaba justo a eso.

Yo soy lo que en el panorama de citas actual se consideraría una beige flag andante.

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Permite que te introduzca este nuevo concepto, porque la diferencia entre red flag y green flag ya te la sabes, ¿no?

Mientras que las green flags son cualidades positivas que apreciamos en alguien, las red flags son todo lo contrario, señales de alarma o indicativos de que mejor salir de ahí cuanto antes.

La beige flag es la neutralidad y, por lo que se ve en el caso de quienes cuentan las beige flags que se han encontrado en otras personas, cosas como que conduzcas muy despacio, que prefieras una agenda en papel antes que la del móvil, que te lleves una silla y una sombrilla a la playa o que te encanten los Crocs.

En definitiva, es algo que no molesta, pero que está ahí. Y tampoco es lo más emocionante del mundo.

Y yo, como buena defensora de este tipo de banderas, he de decir que las considero las nuevas green flags porque son la prueba de que estamos ante una persona normal.

Me explico. Socialmente relacionamos el enamoramiento con idas y venidas, subidas y bajadas por el chute hormonal.

Además, según las series y películas, relacionamos amor con aventura y expectación, con una persona que nos tiene la cabeza descolocada y no sabemos por dónde va a salir hoy: si vendrá a casa con un ramo de flores o ignorará los mensajes mientras sufrimos por esa frialdad.

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Pero eso al final es una muestra de que se está teniendo un amor sin ningún tipo de estabilidad ni evolución, que nos mantiene en un estado ansioso e inseguro.

En cambio una persona estable, rutinaria, se mueve en la tranquilidad y es eso lo que busca y transmite en su vida, por lo que la relación no va a ser una montaña rusa, sino un apacible paseo.

Es más, cuando vivimos con alguien de serenidad tendemos a pensar que se ha apagado la llama o que la relación no da más, cuando es en esa calma que se puede construir la confianza en quien sabemos que no nos va a fallar y por tanto el vínculo se fortalece.

Mi conclusión es que mientras sigamos viendo que las personas normales son las que se deben evitar, caeremos de cabeza en quienes llevan las red flags, que son el auténtico peligro.

Y encima nos creeremos que eso es amor de verdad.

Mara Mariño

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¿Una pareja como nuestro padre?

No sé qué relación has tenido con tu padre, pero según una psicóloga inglesa de la Universidad de Durham, que él hubiera pasado tiempo contigo cuando eras pequeña o si le sentías involucrado en tu crianza, podría significar que buscas (inconscientemente) rasgos como los suyos en tus parejas.

mujer hombre padre

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Pero, aunque te dedicara tiempo y atención, ¿qué ejemplo has tenido de figura masculina a nivel emocional?

Porque es bastante habitual entre las mujeres de nuestra generación contar con padres que estaban completamente volcados en su trabajo (la tasa de reincorporación al trabajo de nuestras madres era aún menor que el 55% actual).

También al ser de la generación del Baby Boom y contar con un tipo de educación muy concreta de sus padres, hijos de la posguerra, ha recibido una idea sesgada de cómo debe ser un hombre.

Masculinos, grandes fanáticos del fútbol, cerrados en banda cuando se trata de hablar de sentimientos, reacios a dar cariño -no vaya a ser que haya quien piense raro-, los proveedores de la casa, la figura que ‘manda’…

Así que, contrariamente a lo que probó la psicóloga, no queremos salir con nuestro padre porque ya tenemos en casa el ejemplo de hombre emocionalmente inaccesible, por desgracia.

Nuestra búsqueda es la contraria, idealmente que mantengan sus cualidades positivas (si tu padre es buena persona), pero que haya llegado a deconstruirse.

Y esta puede ser también la clave de que nos relacionemos de una forma nueva.

Porque si nosotras buscamos un padre (que ya tenemos) y ellos una madre (que ya tienen), seguiremos replicando los comportamientos que hemos vivido en casa sin cuestionarnos si son realmente los que queremos.

Que además, por muy buena que sea la relación entre tus progenitores, siempre hay algo que puedes mejorar en la tuya. Discusiones distendidas en el sofá en vez de gritos, igualdad en el reparto de tareas…

Y, a esos padres que no han tenido mucha más opción que la de salir como han salido, ahora es un buen momento para desprenderse de todo aquello que no les encajaba y sentir que pueden abrirse, compartir sus emociones e incluso llorar.

Que les vamos a querer igual.

Mara Mariño

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Cuando llevas tiempo en pareja, ¿es posible un San Valentín como la primera vez?

Voy a decirlo: soy una romántica incurable. De las que su estado emocional favorito es ‘enamorada’.

Así que, el hecho de que exista un día para el amor, es algo que me hace muy feliz porque soy de decir «te quiero» todo el rato a mi familia, amigas y, por supuesto, pareja.

pareja san valentín

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Pero lo que me costó aprender es que la fase de emoción propia del principio del enamoramiento se terminaba pasando y, una sensación más tranquila, incluso rutinaria, era la que terminaba por quedarse.

Es algo que explica Laura de Lera, psicóloga y sexóloga colaboradora de Control: «Cuando hablamos de relaciones de pareja con proyección de futuro es importante conocer que hay diferentes fases del amor».

Estas fases serían el enamoramiento, el amor romántico y el amor maduro, además, cada una de ellas tendría diferentes características a la hora de vincularnos con la otra persona.

«La primera es estimulante, excitante y lujuriosa, lo cual desciende a medida que nos sentimos más seguros con nuestra pareja y por lo tanto sentimos menor incertidumbre», lo que explica que, si una relación es sana, nos de sensación de estabilidad y no sea una constante montaña rusa emocional.

También es cierto que hay una diferencia entre que las cosas estén ‘más tranquilas’, por llamarlo de alguna manera, y alejarnos de nuestra pareja.

Porque hay factores del día a día que pueden llevarnos a ese punto, como son el «el estrés y el distanciamiento emocional, las grandes enemigas del deseo sexual, dice la experta.

Mientras que el estrés nos lleva a no tener otras ganas que no sean de ir a la cama a descansar, el distanciamiento puede deberse a dejar de compartir esos momentos en pareja que la hacían especial.

Así que, por muchos años que llevemos a la espalda, sí es posible, trabajando en equipo, traer de vuelta la emoción a San Valentín (o cualquier día del año, vaya).

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No hay amor que se pueda dar si no empezamos por el punto de partida que es el propio, por lo que el primer paso es preguntarse qué necesidad se tiene.

¿Más magia? ¿Más muestras de cariño? ¿O quizás espacio?

Y en segundo lugar, averiguar qué es lo que nos aleja de esa necesidad para solucionarlo.

También «conectar con tu yo del principio de la relación, re-explorar tu sexualidad y una buena comunicación», son las otras claves que, en opinión de Laura de Lera, ‘resetean’ la relación.

Además, una vez trabajadas, la experta afirma que se llega a un siguiente nivel que es el de «disfrutar de nuevo de tu sexualidad y recuperar la magia de las primeras veces con tu pareja».

Mara Mariño

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El amor que calma

He salido con red flags con patas, personas que llevaban la señal de «No pasar» en la frente.

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El que tenía una relación tóxica con sus padres y me ocultaba una adicción a las apuestas deportivas.

El que me decía que sí, que íbamos a vernos, que qué fin de semana cuadrábamos, que tenía muchas ganas, para luego nunca mover ficha y decir que en ningún momento me dio esperanzas.

El que estaba abrumado por la ‘loca’ de su ex, que no le dejaba en paz (quizás no habría pasado si no hubiera roto con ella sin darle explicaciones, pero claro, en ese momento no lo vi así),

El que recelaba de mis amistades, que no entendía que hiciera planes fuera de su círculo o que mi disponibilidad no fuera toda para él.

(Te recomiendo que, si lo último te suena, leas este artículo)

He salido con ellos porque en aquel momento, les veía solo como víctimas de sus circunstancias, justificaba todas y cada una de sus actitudes como si no tuvieran otra manera de comportarse.

Les respaldaba.

Les he entendido, apoyado y he seguido tirando del carro, con la esperanza de que en algún momento, las cosas irían a mejor.

Y no entendía que la coyuntura podría cambiar, pero ellos no.

Ahora he cambiado yo -a falta de hacerlo otros- y mi idea del amor ha evolucionado conmigo.

Ya no me pierdo por emociones artificiosas, dramas eternos irresolubles, idas y venidas, los nervios de la espera, la expectación de no saber si me está ignorando o no lo ha leído…

No busco dopamina.

Busco un amor que me dé paz, en vez de uno que me complique la vida todavía más.

Busco la calma de saber que, quien está, está porque me valora al completo: por quien he sido, soy y quien quiero ser en un futuro.

Y quien quiere estar porque sus acciones, pensamientos y palabras son idénticos y se mueven en la misma dirección, hacia mí.

Busco la seguridad, la normalidad, la rutina, si me apuras.

Una relación donde las emociones vengan de empezar un hobby juntos, de escoger cada uno una fantasía sexual, exponerla al otro y saber que va a cumplirla en algún momento o de la excitación de preparar un viaje sabiendo que crearemos recuerdos por el camino.

Busco la estabilidad de que nos encontramos en el mismo punto. Y la felicidad de que sirva como base para construir un futuro, creciendo juntos en todas las esferas de nuestra vida.

La serenidad de poder mandar cada día un WhatsApp de «Buenos días» sin la preocupación de si le resultará agobiante que sea en quien piense nada más despertar por la mañana.

Porque ahora busco un amor que sea calma.

Mara Mariño

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