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Te hago el amor cuando…

Es al ver tu sombra desnuda recortada en la penumbra -gracias a los filos de luz que se cuelan por los huecos de la persiana-, que me doy cuenta de cómo ha cambiado hacerte el amor.

Ya no es solo desenvolverte, cogerte, tumbarte, detonarte, besarte, comerte y correrte, beberte el cuerpo o dibujarte a golpe de yema de los dedos.

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Es también interesarme por ti, prestarte mis oídos. Te hago el amor cuando escucho con toda mi atención que has tenido un día más duro de lo normal con esa persona que te hace tan difícil trabajar.

Te lo hago también cada vez que te pienso de manera automática, cuando te cuelas en mi cabeza y te enredas en mi lista de la compra. Algo tienes que serías el alimento que no faltaría en el carro si estuvieras en el supermercado.

Tú, mi comida favorita.

En mi cabeza te lo he hecho por la calle, en la oficina mientras mi jefa me dice que acaba de pasarme el archivo por WeTransfer y hasta cuando estoy echando un pulso con el sueño y consigues ser, incluso en la distancia, la última sonrisa del día (ya se encarga mi cerebro de reproducirla con todo lujo de detalles).

Me gusta cuando te hago el amor por la piel y cuando lo hago sin llegar a tocarte, como las mariposas. Cuando paseo por tu nuca y te recorre un escalofrío. Cuando te llevo la cuenta de los lunares con la punta de la lengua y suena Vance Joy.

Cuento como hacérnoslo bonito en esas ocasiones en las que nuestras miradas se cruzan en extremos contrarios de la mesa, que nos damos la mano aún averiguando qué postura nos resulta más cómoda para ir juntos por la calle o cuando te bajo la mascarilla para besarte en un semáforo.

También cuando sonríes porque te miro y tus mejillas reciben la visita de tus hoyuelos o cada vez que nos quedamos dormidos con esas conversaciones de madrugada sobre feminismo, política o xenofobia.

Siento que te hago el amor (o me lo haces tú, quizás) cada vez que sale el sol, cuando llueve y se me empapan los labios como si tú los lamieras. Cuando me dices que sí, que esas caricias en la espalda son mágicas y van a hacer que pase mi dolor de tripa.

Que de tanto amor y tanto practicarlo, contigo se me van todos los males.

Duquesa Doslabios.

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Lo que deberías hacer (y lo que no) si quieres tener más sexo con tu pareja

De entre todas las verdades universales, mi favorita es la de que, a la mayoría, nos gustaría tener más sexo con nuestra pareja, aunque no vayamos proclamándolo en alto.

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De hecho, si le sacamos el tema en la relación, es muy probable que nos encontremos el mismo pensamiento por su parte. Entonces, si estamos de acuerdo en que queremos hacerlo con más frecuencia, ¿por qué no lo ponemos en práctica?

La rutina, el cansancio, Netflix, el teléfono móvil… Una serie de factores juegan en nuestra contra en cuanto a intimar se refiere.

Aunque la buena noticia es que podemos conseguirlo cambiando un poco nuestra manera de hacer las cosas.

Si no surge, no es mala idea programarlo. Vale que no hace especial ilusión pensar en ello como en una tarea más del día, pero es como quedar con un amigo. Si no pones fecha en la agenda, lo más fácil es que, un día por otro, termine pasando el tiempo.

Planificarse es importante (lo siento amantes de la procrastinación) ya que si dejamos la intimidad para última hora del día, cuando nos hemos liberado de todo lo demás, el cansancio nos ponga en fuera de juego antes de tiempo.

Sin embargo, si te pones a ello antes de hacer la cena, recoger el tendedero o contestar ese mail tan urgente, te aseguras de hacer esas cosas con un estado anímico muy favorable. Y disminuyes las probabilidades de que termine por no suceder.

Eso no significa que no haya cabida para la espontaneidad, todo lo contrario. Dentro de la planificación, hay espacio de sobra para improvisar.

Juegos, lugares diferentes, roles, objetos, ropa especial, música… Todo lo que se pase por la cabeza, hasta el detalle más pequeño, puede ser una buena idea.

Y es que las cosas que nos excitan tienen un papel muy importante, ya que funcionan como mechero encendiendo la llama.

Algo tan sencillo como acordar con tu pareja una prenda de ropa que sienta especialmente bien o un perfume que excita, también consiguen servir de ayuda para que se dé la situación.

Al final, después de un tiempo, es normal que la pasión del principio -esa urgencia de echar un polvo delante de la puerta de entrada porque no da ni tiempo de llegar a la habitación-, termine desapareciendo.

Por eso hay que proponerse que el sexo no se vea influido en la nueva etapa con estas claves para que no termine desapareciendo.

Duquesa Doslabios.

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A ti, que alguna vez te has preguntado si te aburre el sexo

Si estás aquí es porque te ha pasado lo mismo que a mí. Te has preguntado si el sexo empezaba a aburrirte. No sé tú, pero en mi caso ha sido algo que me he planteado en diferentes fases de mi vida. Tanto estando sola como en pareja.

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No es que no me guste sentir placer (¿hay alguien ahí fuera que no lo disfrute?) pero el hecho de pensar en quitarme tan solo una prenda de ropa, apagar la tele, empezar con los preliminares y terminar después haciéndolo en la cama o en el baño, se me antojaba una tarea que me daba pereza.

Ahí me cagué, lo admito. ¿Y si ya no me gustaba el sexo? ¿Qué iba a ser de mi vida desde ese momento? ¿Sería la rara de mis amigas que no cuenta anécdotas de cama?

Pero curiosamente, masturbarme no me daba pereza, ya que era algo que hacía cuándo, cómo y dónde fuera a mi manera.

Tuvo que venir una psicóloga para explicarme lo que me estaba pasando. No me daba pereza la sexualidad en sí. Mi deseo sexual estaba intacto (que se lo digan a mis bragas cuando le veía sin camiseta andando en calzoncillos con todo medio fuera).

Lo que me daba pereza, lo que puede que a ti te dé pereza, era la construcción del sexo. La dinámica social que dicta que hay que desnudarse, tener una serie de juegos previos como calentamiento y, finalmente, una penetración que lleve al orgasmo.

Es que era normal que me aburriera. Pero al mismo tiempo, ¿cómo iba tan siquiera a plantearme que pudiera ser diferente? En otras palabras, que hubiera vida (y sexo) más allá de la penetración.

En un mundo dominado, hasta ahora, por el placer masculino, meterla parece ser el fin de todo encuentro sexual. Y es precisamente por ese motivo por el que puede parecernos monótono.

Sin embargo, tal y como me contó la sexóloga (tenéis una frase suya aquí abajo), el mundo sexual no gira solo alrededor del pene ni de que él se corra.

La realidad es que la idea del sexo está mal construida. No es la rutina aprendida, es todo un mundo en el que los llamados preliminares son el plato principal, en el que a lo mejor apetecen solo caricias, dar placer con la boca o un poco de frote.

Así que en vez de repetir una y otra vez lo que crees que tiene que ser el sexo, ¿por qué no pruebas a hacer el que te apetezca en cada momento?

Duquesa Doslabios.

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Dime qué ruidos haces (en la cama) y te diré quién eres

O mejor, dime qué ruidos haces en la cama y te diré con quién te estás acostando, ya que la sinfonía de sonidos va mucho más allá de los que puedan hacer el somier y el golpeteo del cabecero de la cama contra la pared:

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Guarradas: o más finamente, como dicen los angloparlantes, el dirty talk (conversaciones sucias). Si por un casual consideras necesario añadir un poco de cháchara a la acción, puedes relatar brevemente lo que te gusta de lo que estáis haciendo o lo que te excita de la otra persona (evita narrar escenas de manera distendida como Carlos Ruiz Zafón).

Gemidos: según el estudio realizado por Saucydates sobre una muestra de 5.000 personas, al 90% de los hombres les gusta oír gemir a las mujeres mientras que a un 70% de ellas también les gusta que se exprese su compañero. Timidez fuera y gemidos dentro. Eso sí, naturales. Lo de ponerte a gritar como si estuvieras en plena berrea otoñal del ciervo, mejor déjalo para las películas porno.

Respiraciones aceleradas: porque a todos nos gusta percatarnos de que la otra persona se está poniendo como una moto. Normalmente suelen ser el prefacio del bullicio que va a venir después. A diferencia de los gemidos o el dirty talk, es una respuesta biológica a la excitación del momento, por lo que no es algo que dependa de nuestros gustos.

Ruidos aleatorios: la vida es incierta y muchas situaciones, inesperadas, por lo que siempre puedes escuchar en la lejanía un murmullo de una tripa que suena por hambre, un gas que se escapa o los incómodos ‘pedos vaginales’ que suceden por la formación de aire (y de los que prometo hablar muy pronto en un post).

Gritos: pegar voces en el dormitorio no es la mejor manera de llevarte con tus vecinos, pero si es uno de los básicos de tu repertorio ineludible en la cama, formas parte del 50% de hombres al que le gusta esta práctica. Si como mujer también eres aficionada a los alaridos, solo perteneces al 36,2% según el estudio.

Menciones religiosas: son quienes encuentran la fe entre las sábanas. Sí, tú también has pensado en una persona en concreto que gritaba «Oh, Dios». Si no se te ocurre nadie es porque esa persona eres tú.

Blasfemias: parece gente muy bien hablada, pero en cuanto se quitan la ropa es como si les hubiera poseído el espíritu del barrio Esperanza Sur. Procura, dentro de los insultos que profieras, no ofender a la otra persona ya que puedes cortarle el rollo inmediatamente.

Y tú, ¿qué ruidos haces o te gusta escuchar en la cama? Contadme vuestras experiencias más confidenciales.

Duquesa Doslabios.

Cómo hacerte el amor cuando ya te lo he hecho más de quinientas veces

Te sé de memoria. Te sé por delante, por detrás, de perfil izquierdo, perfil derecho, perfil de Facebook y perfil de Instagram.

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Hemos llegado a ese punto en el que conozco tu cuerpo como el mío y lo navego con la seguridad de quien sabe a dónde va y en qué momento ir.

Reconozco tus rincones, tus secretos. Sé qué te gusta, qué no. He desarrollado, de escucharte, tan buen oído que puedo solfear todos tus sonidos.

Cada vez que te hago mío me cautivas más. Si ya me encantabas al principio, ahora, más que gusto, eres un placer adquirido, por lo que has vuelto sibaritas mis sentidos.

Y pese a que según pasan los años a tu lado te tengo en la cama aprendido, quiero seguir creciendo, explorando caminos.

No te confundas, que no te cambio por nada. Ya sabes que de todo lo bueno repito, y de ti quiero barra libre toda mi vida, como que eres mi sabor favorito.

Hoy unas velas, mañana la lista de baladas de Spotify, pasado bragas nuevas, el mes que viene en el asiento de atrás de tu coche, perdidos en algún camino de tierra detrás de un polígono industrial.

Después en un hotel de tres estrellas, que contigo parecen cinco y un cometa. Luego jugamos o nos vemos una porno y te pido que me tires del pelo. Para más tarde, lo hacemos en esas duchas que siempre se nos quedarán pequeñas.

Que si no puedo esperar, te mando las tetas por WhatsApp, a no ser que la impaciencia me pille contigo y nos quedemos en el suelo de la entrada, convirtiendo la ropa en la alfombra improvisada de tu piso.

Y comerte otro día a escondidas en el cine y que me bebas en la terraza. Que si por debajo pasa gente y nos ven, pues tampoco pasa nada (y si pasa, se saluda).

Porque pueda que ya te haya hecho el amor más de quinientas veces, pero créeme que mi idea es volverte exponencial, hacértelo otras quinientas por quinientas veces más.

Duquesa Doslabios.

De sexo y de despedidas

Querid@s,

Esta es la última vez que os escribo. Pero afortunadamente este blog no termina conmigo, en breve una nueva capitana tomará el mando de esta nave para seguir surcando vuestros instintos más bajos y avivando vuestras pasiones. Al  menos, eso es lo que intentamos.

Mientras fluyen estas lineas buceo en el baúl de los recuerdos y no puedo evitar ponerme nostálgica. Qué le voy a hacer, en el fondo soy una romántica demasiado sentimental. Y es que llevamos casi dos años juntos y más de 275 posts escritos. Ha sido un verdadero lujo y un no sé si merecido privilegio escribir día sí día no para este incendiario blog bajo el abrigo de una casa tan prestigiosa y amiga como 20 minutos. Al margen de las diferencias que hayamos podido tener a lo largo de esta inquietante andadura, espero haberos sido de ayuda, tal vez inspiración. Me conformo con haberes encendido cuando afuera acechaba el frío, acaso alegrado el rato o cabreado hasta lo imposible. El caso es no haberos dejado indiferentes nunca.

En esta lujuriosa travesía lo mejor de toda esta experiencia han sido vuestros comentarios. Unos más amigables que otros, convendréis. Tras cada post he esperado como agua de mayo vuestras variopintas aportaciones. Para aprender, para inspirarme, para conoceros mejor, hasta para reírme a carcajadas con algunas de vuestras ingeniosas salidas. Gracias de corazón por vuestro granito de arena que hace posible que este blog siga vivo. Os doy mi palabra de que leí todas y cada de vuestras aportaciones, agradeciendo siempre las críticas constructivas y, por qué no decirlo, obviando las faltas de respeto, especialmente hacia las mujeres (que no han sido pocas). Feminista sí, feminazi no, por aquello de disipar posibles dudas.

Recordad que este es y siempre será un blog de sexo, por si algún lector despistado aterriza accidentalmente en él. No hallaréis más que asuntos de sexo, amor y otras desventuras. Y ya sabéis, al que no le guste que no mire (lea en este caso). Por si las moscas, me despido antes de que os canséis de mí y me abandonéis por otra. Me voy pero sigo creyendo firmemente en el milagro que es enamorarse, en lo sublime de estremecer por una mano tocando una piel ansiosa, el poder de una lengua húmeda en otra boca deseosa. Sigo creyendo que para entrar en el cielo no es preciso morir, porque yo lo he visto después de morir en los brazos de otro. Sigo creyendo en el dulce dolor de la petite morte después de un sexo apasionado o modesto.

Y antes de despedirme para siempre brindemos juntos.

Brindemos porque las batallas venideras sean cuerpo a cuerpo en una cama aún por deshacer. Porque los únicos mutilados sean los prejuicios y las prohibiciones. Porque se envíen más misiles en forma de epístolas de amor. Porque las únicas bombas que exploten sean las que estallan bajo la piel. La tuya y la mía, dónde quiera que estés. Porque tú me enciendas y yo te ponga por los siglos de los siglos. Amen.

Brindemos porque nunca dejemos de bailar. Porque esa diosa llamada música nunca deje de sonar. Porque no nos dejemos nada el tintero, ni respiremos la vida a medio pulmón. Porque no pasemos por este mundo sin pena ni gloria. Porque no nos dejemos besos por dar, ni polvos por echar. Porque sigamos amando, haciendo el amor y follando. Porque a veces sí, y a veces no. Porque nos hechicen, si viene de la persona adecuada.

Brindemos por esos hombres que nos ponen con los tacones mirando pal techo y por esas mujeres que son el veneno para el que, quién sabe, tú eres el antídoto.

No sé por cuánto tiempo me recordaréis. Sólo espero que sigáis dejándoos caer por estos lares y deis una calurosa y tierna bienvenida a la nueva Liliht, Lilih. La primera mujer de la Historia, que no os engañen. Tratadla con cariño y mimo, os lo ruego. Si ya me echáis de menos y os apetece seguir leyéndome en otra clave, me encontraréis semanalmente a partir de octubre en mi otro blog, Pepita La Nuit. No apto para machistas, especialmente dirigido a mis chicas molonas. Desde este (otro) rincón canalla, romántico, un tanto sin vergüenza, os hablará Pepita La Nuit, una hombreriega de alto voltaje a la que le gusta coquetear y comerse la noche en busca de una nueva historia de sexo para compartir con vosotros.

Hasta siempre y no os olvidéis de lo más importante de todo…

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

Sexo en el agua: manual de uso y disfrute

Querid@s,

El verano, que se nos acaba, es una época ideal para escapar de la monotonía sexual. También es tiempo de playas y piscinas, sean privadas, públicas o comunitarias. En esta diversidad de masas de agua se pueden realizar muchas más actividades que tomar el sol o pegarse un chapuzón. ¿Mejor un revolcón no? Es el momento ideal para practicar una de las fantasías eróticas más comunes: el sexo acuático

Imaginad los mismos abrazos, las mismas caricias, la misma entrega de los cuerpos, los mismos ósculos apasionados, pero más mojados, más húmedos. Yo me imagino a los cuerpos amantes balanceándose al compás de las olas, la luz de una luna llena rielando sobre la piel mojada. Primero tímidos escarceos y besos en la piscina o en el mar. Inevitablemente una cosa lleva a la otra. El deseo se apodera de nuestros cuerpos para terminar zambulléndonos de pleno en memorables encuentros sexuales pasados por agua.

¿Quién no se ha imaginando una escena de aquasex en mitad del calor de la noche con la luna como único testigo?

El calor de la noche

El aquasex, o sexo bajo el agua, es una de las fantasías eróticas más comunes¿Por qué gusta tanto? El sexo acuático tiene unas cuantas razones eróticas que lo hacen la mar de interesante: hacerlo en un lugar público, el riesgo de ser pillado ‘in fraganti’, el tacto bajo el agua. Suena de lo más apetecible, convendréis.  Para un óptimo uso y disfrute, atended a este breve manual de aquasex.

El sexo acuático se disfruta más sin preservativo, eso no lo puede negar nadie. No obstante, salvo que uséis otro método anticonceptivo, enfundarse un preservativo es clave. Sin embargo, los condones y el agua no hacen buenas migas. Aviso a buceadores, para evitar problemas lo mejor es hacerse con condones especiales para polvos en medios acuáticos y lubricantes que debéis aplicar antes de poneros a remojo. Procurad hacerlo con el pene erecto para evitar que se formen burbujas de aire.

Cocktail

En este caso el agua ni hidrata ni ayuda a la lubricación, en contra de lo que opinan los que hablan de estas cosas de oídas. Uno podría pensar que con tantas partículas acuosas el miembro viril se desliza la mar de bien, pero no es el caso. El agua tiende a menguar la lubricación natural de la mujer, colaborando a la fricción del asunto y por ende a una rotura inminente del preservativo.

Una vez resuelta la lubricación… ¿Piscina o mar? He tenido la inmensa suerte de haber probado ambos medios. En sendas piscinas y en varios mares. Es lo que tiene tener el viajar como pasión. He de confesar que hacer el amor en el mar es altamente seductor y que un polvo en la orilla de la playa es de lo más sensual y romántico. Eso sí, un poco engorroso es. Algo cansado también. Entre el vayven de las olas, la incomodidad de no tocar fondo, tragar agua salada por un tubo y un equilibrio que se va al garete en cada embestida, follar bajo el mar puede convertirse en toda una hazaña. La piscina es bastante más cómoda y serena para estos menesteres, aunque no tiene el mismo encanto que mantener escarceos en el agua del mar y terminar abrazados y jadeando en la orilla del mar con la arenas y la sal en la boca. Os lo aseguro.

Showgirls

Si sois más de secano y el fornicio entre tanto agua os resulta un enredo, podéis limitaros a practicar los prolegómenos en el entorno acuoso elegido y rematar la faena sexual en tierra firme. Y pelillos a la mar.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

¿Cuáles son las comunidades en donde más sexo se practica?

Querid@s,

Antes de abordar la pregunta que sirve de título a este post, contestadme por favor. ¿Con qué frecuencia practicáis sexo? Según un estudio de hábitos saludables realizado por Salud Envidiable, el 31% de los españoles practica sexo varias veces por semana. Sólo un tímido 4% reconoce tener sexo todos los días, mientras que el 16% de la población afirma que practica la abstinencia sexual, lo que no tengo muy claro es si por obligación o por decisión propia. El resto de la población dedica una sesión semanal a retozar en la intimidad de la alcoba (21%), un 17% con menos libido se conforma con 2 o 3 ocasiones al mes, mientras que el restante 11%  dedica una única sesión al mes.

El sexo, además de protegernos de patologías tan dispares como las enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis o la demencia, es una de las cosas que más gusta. Ahora sí, ¿Cuáles son las comunidades más folladoras?

Las comunidades más libidinosas son las que se encuentran cerca nuestros mares como las Islas Canarias, Murcia, Cantabria y Andalucía. No hay nada como follar con la sal en la boca y la arena en la piel. En general, en el sur se practica más sexo que en las regiones del norte de España. Va a ser que la Carrá tenía razón y para hacer bien el amor hay que venir al Sur porque los andaluces se consolidan como los amantes con más actividad sexual.

La Comunidad en la que más malita está la cosa del follar es Islas Baleares, donde muchos afirman no comerse ni una rosca. En las comunidades norteñas, como La Rioja y mi adorado País Vasco, la actividad sexual es escasa. El 25% de los vascos hace el amor una vez a la semana y el 22% asegura no tener sexo nunca. Al menos, son francos. En cambio, los vecinos cántabros ostentan el titulo de los más folladores. Más del 10% afirma tener sexo a diario y más del 40% varias veces por semana.

A pesar del escaso habito copulador de Euskadi, mis esperanzas folladoras están en Bilbao, ciudad que amo más que la tierra que me vio nacer y donde quiero vivir y morir. Aunque soy testigo de que en Bilbao no hay quien folle, lo he sufrido en mis propias carnes, asumo esta realidad con estoicismo. Insistiré. Resistiré vigorosa, dinámica.

A follar a follar que el mundo se va acabar.

Este verano… ¿sé infiel y no mires con quién?

Querid@s,

Las vacaciones de verano son una época propicia para cometer infidelidades. Sé infiel y no mires con quién, pensarán los más adúlteros. No sólo porque la temperatura del termómetro alcanza sus máximas cotas en estos meses y vemos más pieles al desnudo, sino porque el cambio del domicilio habitual, la transformación radical de las costumbres y el ambiente relajado de las vacaciones incitan a cometer esos deslices que durante el resto del año o no surgen o se reprimen. Vamos, que estamos más predispuestos a tener una aventura, según datos rescatados de una encuesta realizada por la web de contactos extra matrimoniales Victoria Millán.

La encuesta realizada a 4.200 usuarios del portal de citas online indica que el 72% de los infieles ha estado esperando la llegada del verano como agua de mayo para tener una aventura. Además, el 29% de las mujeres y 36% de los hombres están molestos con la pareja y por ende más predispuestos a ser infieles debido a la falta de sexo con su pareja estable. La falta de comunicación, las obligaciones del día a día y las continuas desilusiones también ostentan su parcela culposa en la tarta de la infidelidad.

Tampoco nos olvidemos que durante el año las parejas pasan más tiempo en el trabajo que viviendo juntos. Y de pronto, llegan las vacaciones que los llevan a convivir las 24 horas. En el caso de las pareja que no se llevan demasiado bien, la incapacidad de adaptarse a esta nueva intimidad, no siempre gustosa, suele desembocar en que los infieles se desfoguen fuera del del matrimonio y vivan una aventura alevosa.

Infiel

El motivo principal de ser infiel para la mayoría de los hombres sondeados es la insatisfacción sexual. Le sigue el sentimiento de asfixia provocado por la presión de sus parejas (23,40%). En el caso de ellas, las peleas las conducen a ser infieles (19,30%). Además y para mi sorpresa (no sé vosotros), el 54% de las mujeres que tienen una doble vida, preferirían pasar más tiempo con su amante que con su pareja.

¿Y vosotros qué?

El final del verano lo tenemos a la vuelta de la esquina, así que si sois de los infieles, espabilad.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

Sobre las parejas y cómo duermen

Querid@s,

Hace no mucho hablamos sobre las posiciones en las que nos abrazamos al sueño de Morfeo y de cómo cada una de las posturas constituye un indicador, no sé si fiable 100%, de cómo somos en la cama. Al igual que las posturas individuales reflejan nuestra sexualidad, la postura en que las parejas concilian el sueño refleja pormenores de su relación. La forma en que nuestros cuerpo se mueven y oscilan para unirse o separare del de la pareja puede sugerir el grado de confianza y conexión que cada uno mantiene con el otro.

Olvídate de mí

En este breve compendio no están todas las que son, pero sí son todas las que están.

Pretzel

Hay parejas que están tan conectadas, tan unidas, tan enredadas, tan acopladas que incluso durante el sueño se envuelven completamente el uno con el otro con brazos y piernas, y parecen fundirse en un solo ser. Esta posición es muy común en las parejas jóvenes o que llevan poco tiempo juntos, pero también se da en parejas más estables.

Cada uno por su lado

Esto ocurre cuando los dos deciden ubicarse en los lados opuestos de la cama, sin mirarse y sin tener contacto físico. Aunque para más de uno esto es un mal indicador, no lo es en absoluto. Quienes duermen de esta manera suelen tener seguridad en sí mismos y alta confianza en la pareja, además de una mayor independencia. Suele darse especialmente en noches calurosas. Por mucho que dos se quieran, esas noches de calor en las que se superan 30 graditos se llevan mejor si corre el aire entre los dos cuerpos.

El abrazo de Luna de Miel

Esta posición ocurre cuando los amantes se desean y se aman tantísimo que ni siquiera puede perderse de vista mientras duermen y necesitan mirarse a los ojos incluso durante el sueño.

La cucharita

Básicamente consiste en que ambos duermen pegados, acurrucados uno detrás del otro y en posición fetal. Demuestra que hay mucha sexualidad en la pareja y sentimiento de seguridad en la relación. Cuando el hombre rodea a la mujer significa que le gusta ser el protector. Si es al revés y éste mira hacia el otro lado de la cama puede revelar que ella depende de él.

El abrazo en V

Ocurre cuando las parejas duermen cada uno a un lado de la cama, sin enfrentarse y sólo con sus espaldas chocándose. Esta posición demuestra confianza y al mismo tiempo la habilidad y deseo de ser independientes. En este abrazo la pareja demuestra tener confianza porque se tocan. Quieren permanecer sexualmente conectados, pero necesitan su espacio.

El abrazo real

En esta postura uno de los dos miembros de la pareja se recuesta sobre la espalda, mientras que el otro se acurruca sobre su pecho u hombro. Quien mira hacia arriba demuestra confianza y auto-seguridad.

El abrazo de pies o piernas

En esta postura, sólo los pies o las piernas de la pareja se tocan. Generalmente se adopta después de varios años de matrimonio, cuando él y ella quieren su espacio, pero todavía desean conectarse. También suele darse después de una pelea de pareja.

¿Cuál es la vuestra?

¡A follar a follar que el mundo se va a acabar!