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Los hombres no hablan de estas cosas

Cómo cambia todo con el tiempo. En el colegio eras los chicos quienes tenían carta blanca para hablar de sexo. Las pajas, los dedos, si esa o aquella era una guarra

Todas esas cosas parecían reservadas a ellos. A nosotras ni se nos ocurría mencionarlo, ¿qué iban a pensar nuestras compañeras?

hombres hablando

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De adultas, el giro ha sido de 180 grados. Raro es que en una conversación con tus amigas no salga el tema del sexo, que qué tal os va a nivel erótico, si habéis tenido algún incidente, la salud íntima…

Además de conectarnos entre nosotras, hablando de situaciones algo vulnerables, lo que siempre fortalece cualquier vínculo, también es la manera de tranquilizarnos: lo que sea que nos pasa no es tan raro.

Preguntar a otras mujeres nos puede dar la solución, ya que pueden haber pasado por lo mismo, o, si no, siempre conocen a una prima de una amiga que puede servirnos de referencia.

En caso de que la primera línea de apoyo no pueda ayudarnos, no dudamos en buscar un libro que pueda darnos la respuesta o incluso investigar a golpe de buscador un retiro o curso que nos permita reconectar o, simplemente, conocernos mejor.

Considerando ese bagaje de autoformación, siento que nosotras hemos llegado al punto de educarnos que podría ser considerado de posgrado si hubiera una equivalencia oficial.

Pero los hombres con los que nos emparejamos no.

La asimetría en las relaciones heterosexuales es más que evidente y solo crece pese a la facilidad de encontrar información al alcance de un click.

Nosotras nos formamos, aprendemos, nos preocupamos por saber, practicamos lo leído, apostamos por alternativas si lo anterior no funciona, buscamos soluciones…

En cambio, lo habitual es terminar con una pareja que no solo no ha tenido el mismo camino de autoconocimiento, sino que parece resistirse al más mínimo cuestionamiento.

La principal dificultad está en que ellos si hablan de sexo, debe ser -según la masculinidad hegemónica-, en un tono de conquista, presumiendo de hazañas y números como si fuera un debate político donde gana el que lleve las barras más altas.

Se da por hecho que los hombres deben ser sexualmente seguros, con experiencia y además dominantes en sus relaciones, lo que ejerce mucha presión para que oculten cualquier falta de conocimiento o inseguridades en torno a la educación afectivo sexual.

Todo lo que no sea una autoestima sexual digna de espartano se puede percibir como una amenaza a su masculinidad.

Otro ejemplo es que si se interesan por descubrir su cuerpo, no son lo bastante hombres por el estereotipo de que tienes que venir de serie con la virilidad por las nubes y un pene funcional 24/7 como único órgano importante de la anatomía.

Sí, muchos temen ser percibidos como «poco masculinos» si demuestran interés en aprender sobre el placer y las relaciones sexuales de una manera abierta y respetuosa.

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Pero si parten con la premisa de que como hombre ya lo saben todo de lo que has visto en el porno y la extensa práctica de estos años, ¿cómo vas a necesitar ir a un taller, leer un libro o hablar con una experta que les enseñe a nada?

A eso hay que añadirle que, en muchas sociedades, el tema de la educación afectivo sexual sigue siendo tabú. La incomodidad y desinformación está a la orden del día y hay quien todavía se atraganta con la aceituna del aperitivo si le preguntas qué opina de una buena comida de culo.

Esa carencia de no haber tenido la oportunidad de recibir una educación adecuada sobre las relaciones afectivas y sexuales en su juventud, puede llevar a una falta de interés o conocimiento en la adultez. Y somos nosotras quienes sufrimos las consecuencias (y a este vídeo me remito).

 

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Por último, la masculinidad hegemónica también promueve esta idea tan casposa de que los hombres no deben expresar emociones o mostrar su vulnerabilidad.

Ya que la educación afectivo sexual a menudo implica discutir emociones, intimidad y comunicación en las relaciones, nuestros compañeros lo encuentran desafiante debido a estas presiones sociales.

Sin embargo, hoy vengo a recordar que no esperamos dar con parejas que hayan nacido sabiendo todo, y que mucho menos vamos a juzgar quienes tengan interés en mejorar su esfera íntima. Al contrario.

Aprender sobre relaciones afectivas y sexuales es un acto de responsabilidad, respeto y cuidado tanto para uno mismo como para las parejas.

Y dar con un novio que se interesa por ello es una suerte.

Mara Mariño

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‘Un cuento perfecto’, lo nuevo de Netflix que rompe con las típicas escenas de sexo

Mis expectativas sobre la miniserie Un cuento perfecto no eran altas, eran las de cualquier otra romcom: algo que me entretuviera, pero sin mucho trasfondo que me dejara reflexionando al respecto.

Por eso ha sido tan refrescante que la apuesta de Netflix, basada en la novela de Elísabet Benavent, me sorprendiera en la representación de las escenas de sexo.

un cuento perfecto Margot y David

NETFLIX

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Sin hacer spoiler –porque ya te adelanto que te la recomiendo-, en varias ocasiones donde la pasión se dispara, se mencionan o enseñan los preservativos.

Puede que pienses que no tiene nada de especial, que son habituales en tu vida y no sales de casa sin mirar que lleves uno en la cartera, pero, si lo piensas, es un elemento que suele brillar por su ausencia en la mayoría de ficciones.

Recuerdo a un escritor novel de novela erótica diciendo que no era su responsabilidad dar educación sexual a sus lectores incluyendo métodos de barrera en sus tramas.

Pero la serie es el ejemplo perfecto de que no necesitas salirte de la historia para visibilizar algo que es clave en lo que a cuidar la salud sexual se refiere.

Otro de los momentos que no esperaba es una escena en la que a protagonista le baja la regla en pleno momento de acción, cuando ciclo menstrual y sexo salvaje no son dos cosas que en las series y películas suelan coexistir.

Por un lado es como si las mujeres en la ficción nunca tuvieran la regla y solo se hablara de ella en caso de que falte, lo que sabemos que significa que está embarazada.

Y por otro, el sexo menstrual ni está ni se le espera. Vale que en la miniserie tampoco, otra pequeña barrera a superar (aunque sus motivos hay detrás), pero la respuesta del acompañante es oro.

«A mí no me importa», reitera él dejando claro que quiere seguir. Ni caras de susto ni rechazo, es la tranquilidad que necesitamos independientemente de que según nos encontremos nos apetezca más o menos.

Personalmente, ese fue el momento en el que me ganó la serie.

Porque si bien que te baje la regla antes o en pleno momento de acción es algo con lo que todas nos podemos sentir identificadas, quizás si vemos que en uno de los hits de Netflix el actor dice que le da igual, nos creamos por fin que nuestra pareja también lo dice de verdad.

A eso le sumo que Un cuento perfecto se aleja del coitocentrismo y hay escenas de otras prácticas, en concreto de sexo oral.

En las que además ella quien lo recibe, por lo que la labor de darle protagonismo al placer femenino está conseguida.

Contar con una protagonista que vive su sexualidad de manera plena, pudiendo expresar libremente un «Estoy mojada» como un «Me gusta hablar en la cama» es otra característica muy rompedora de la historia.

Viéndonos reflejadas en heroínas de ficción, que no tienen pudor ni son inexpertas como Babi de Tres metros sobre el cielo o, más recientemente, Noah de Culpa mía, conseguimos alejarnos del estigma que rodea la sexualidad femenina y se refuerza de manera positiva que eso nos parezca normal.

 

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Las series y películas son un factor que alimenta el imaginario colectivo, así que la importancia de mostrar mujeres que conocen su cuerpo, su disfrute y lo expresan en las escenas es la manera de apoyar el cambio social que libera y empodera sexualmente.

Cambio en los roles de género

No voy a pararme mucho en la historia de amor, que puede ser más o menos parecida a otras que hemos visto antes.

Pero sí me parece interesante destacar otras peculiaridades que me han parecido un avance en la pequeña pantalla.

Como por ejemplo que los roles de género estén intercambiados y veamos a un chico dedicándose a una profesión que siempre relacionamos con las mujeres: el cuidado de niños.

Mientras que su sueño es tener una floristería, el de ella es modernizar la imagen de la compañía multinacional de su familia. La clásica historia donde el exitoso hombre de negocios impresionaba a base de su éxito laboral y su fortuna -y esa desigualdad de poder era utilizada-, ha terminado.

Nosotras queremos ser la CEO.

Y, sobre todo, que no vemos a una chica conquistada por un chico malo, más mayor y experimentado, que le da un trato paternalista, controlador y hasta despectivo en ocasiones.

Vemos a una chica conquistada por un tío divertido, algo más joven que ella, que le hace reír, que no es el ejemplo de tener la vida resuelta, pero da igual porque es con quien mejor se lo pasa.

La protagonista no necesita un hombre que le resuelva la vida, se la resuelve sola y, por el camino, tiene a su lado a una persona que le hace disfrutarla todavía más.

Y es que necesitamos que nos recuerden que no necesitamos ser salvadas, que la pretensión del amor debería ser solo encontrar con quien ser feliz y punto.

Mara Mariño

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¿Por qué ahora las llamamos ‘ITS’ y no ‘ETS’?

Quienes tuvimos educación sexual, aprendimos rápido las tres letras que más nos iban a marcar la vida íntima desde aquel momento: una «E», una «T» y una «S», las siglas de Enfermedades de Transmisión Sexual.

preservativo protección sexual

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Daba igual qué quisiéramos poner en práctica en la cama.

Casi todas, parecían focos de contagio de enfermedades que, no sabíamos muy bien qué eran, pero sonaban terribles: gonorrea, clamidia, virus del papiloma humano, herpes…

Años más tarde, tanto en la comunidad médica como entre expertas en sexología, empezaron a usar cambiar «enfermedades» por «infecciones».

Es decir, en vez de ETS, ahora tenemos que hablar de infecciones de transmisión sexual. Pero, ¿a qué viene este cambio?

Por un lado, el objetivo de este cambio era alejarse del estigma que arrastra haberse contagiado.

Gracias a los tratamientos médicos, se puede vivir con las enfermedades y llevar una vida sexual normal.

También hablamos de ITS porque también se contempla a las personas que quedan infectadas, pero no muestran síntomas, que serían las que tienen la infección pero no la enfermedad, como Ellie en The Last of Us.

Al no tener síntomas, una infección es más difícil de diagnosticar, lo que hace que esa persona sea un foco de contagio y a su vez pueda hacer que otras personas se infecten (e incluso algunas terminen desarrollando la enfermedad).

Un ejemplo de esto es el herpes genital que, en cuanto desaparece el brote, no hay manera visible de saber si esa persona se ha contagiado.

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Ahora que ya está clara la diferenciación entre infecciones y enfermedades, la conclusión es que el objetivo es cuidar siempre nuestra salud sexual, sin dejarla en manos de que alguien nos diga que «es muy limpio» o que confiemos en su palabra, que no tiene nada.

Sin unas pruebas médicas recientes, no vamos a tener la garantía del estado de la otra persona (y hay que recordar que esto tampoco es 100% fiable porque hay enfermedades que tardan meses en ‘dar la cara’).

Por esa razón, solo usar métodos de protección en el sexo puede garantizarnos la seguridad de cuidar nuestra salud.

Y sí, eso incluye todo lo que implique no solo contacto entre fluidos como el semen o el flujo vaginal, sino también la saliva.

Por lo que el preservativo y las barreras orales de látex serían los dos sistemas que garantizarían que, independientemente de lo que hagamos (penetración vaginal, sexo anal, cunnilingus…), no haya riesgo de contagio.

Mara Mariño

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El peligro de quienes usan OnlyFans como educación sexual

El otro día me tropezaba con la noticia de que un estudio había descubierto que OnlyFans ‘mejoraría’ la vida sexual de las personas que consumen su contenido.

Algo así como decir que quien ve vídeos de buceo en Youtube, es capaz de hacer submarinismo.

Chicas móvil

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Y, para basarse en esas conclusiones se quedaban con cifras como que el 41% de los participantes (hombres y mujeres heterosexuales en su mayoría) intentaron probar algo de lo que vieron en los vídeos.

Pero ¿en qué momento OnlyFans se convirtió en referente de la sexualidad?

Si analizamos quiénes crean y quiénes consumen lo que hay en la plataforma, las cifras son del 97,4% de mujeres creadoras, mientras que el 76,1% de los usuarios registrados son hombres.

O, a modo resumido, ellas venden y ellos compran.

El material que se intercambia es sobre todo sexual, que no hay que olvidar que por mucho que se dijo que la plataforma venía a ser un punto de encuentro entre mecenas de talentos creativos, lo cierto es que lo que se lleva es comprar y vender contenidos sexuales.

Aunque también entra la posibilidad de hacer peticiones a las creadoras, por lo que viene siendo una compra-venta de pornografía online ‘a la carta’, algo que no sorprende teniendo en cuenta que su fundador Timothy Stokley ya tiene experiencia en desarrollar otras webs para lo mismo.

Así que metiendo todos estos factores en la ecuación, queda claro que lo que predominaría en OnlyFans, de cara a definir la sexualidad, sería la ‘mirada masculina’.

No solo por parte de esos usuarios que buscarían un contenido muy específico (prácticas, roles, etc), sino unas creadoras dispuestas a dárselo.

Por eso cabría preguntarse de qué manera el contenido es expuesto ante los ojos de quienes puedan ver su sexualidad afectada.

Porque en lo relativo a contenido sexual, ya recibimos suficientes mensajes acerca de que nuestra sexualidad debería estar al servicio de ese espectador masculino y su satisfacción.

El mismo que tiene una idea clara de cómo sentir esa excitación, lo que lleva a repetir ciertos patrones una y otra vez como que las mujeres adoptemos una postura sumisa o seamos quienes recibimos un sexo violento no deseado.

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Por mucho que los encuestados afirmaran “haber aprendido de sexo” usando la aplicación, esto es algo que nos debe preocupar.

No solo por el tipo de enseñanza que pueden haber sacado, también porque uno de cada 3 usuarios -ya estén creando o comprando contenido- es menor de edad.

Así que ¿cómo va a ser OnlyFans escuela de nada si ni aún a esa edad has descubierto tu sexualidad del todo, sino que está en plena construcción, y encima eres muy influenciable por esos primeros contactos eróticos?

Tomar la plataforma como ejemplo de las prácticas sexuales es un error gigante, porque o bien ni se sabe por qué se hace lo que se hace o no se tiene todavía claro si eso nos gusta o no.

Recordemos que es más tanto fruto de las peticiones de quienes pagan por el contenido, o la reproducción de imágenes o videos que se creen que pueden tener éxito, basándose en la idea de otras imágenes que se hayan visto con anterioridad.

Y el único sitio de donde se pueden sacar esas ideas, de lo que puede gustar a su público, es de la pornografía.

Mi conclusión es que considerar que ayuda a mejorar la vida sexual, es como decir que el porno nos enseña a relacionarnos en la cama.

Nada que no sea una educación sexual impartida por profesionales va a conseguir que sepamos de nuestra propia sexualidad y menos de estar con alguien.

Porque mal vamos si ahora el sexo es una reproducción de OnlyFans.

Porque eso que debería ser fruto del deseo único y personal de dos personas, se vuelve algo que se mecaniza y repite experiencias que no hemos elegido, que aparecen impuestas y pensamos que, como son las que hemos visto, es lo que se espera que hagamos.

O que nos dejemos hacer.

Hasta que no entendamos que la sexualidad no puede ser algo que aprendemos de fuera en películas eróticas o vídeos de OnlyFans, no empezaremos a tener una relación sana con ella.

Como algo que trabajamos, exploramos y descubrimos en la intimidad, entendiéndonos por dentro cómo nos gusta, para luego expresarlo a una pareja cuando llega el momento. Pero algo solo nuestro.

Mara Mariño

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La erección femenina, un misterio del que apenas se habla

Siempre que hablamos de erección, el pene se nos viene automáticamente a la cabeza. Son dos términos tan relacionados que es como decir «churros» y no pensar en chocolate.

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Y es que, para que se dé la penetración, la erección es fundamental, motivo por el cual es una conexión de términos tan normalizada. Pero ¿y si te digo que nosotras también tenemos de eso?

Aunque los genitales no pueden parecer más distintos, comparten el tejido que forma el pene y el clítoris.

Algo que explica la sexóloga Melanie Quintana Molero: «el clítoris es la reproducción del pene. Cuando nos desarrollamos en el útero materno se forma hacia fuera o hacia dentro».

Compuestos del mismo tejido esponjoso, cuando los vasos sanguíneos se llenan de sangre, el clítoris aumenta de tamaño por la excitación, lo que es clave a la hora de sentir placer.

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En nuestro caso, ese crecimiento es algo más discreto, ya que sucede a nivel interno.

Pero sí que se puede apreciar en la zona del glande del clítoris, que no solo aumenta de tamaño -puede ganar hasta 2 cms-, sino que también se ‘levanta’.

Los cuerpos cavernosos y bulbos vestibulares, que son las ramificaciones internas del órgano del placer que rodean la vagina, también se llenan de sangre.

 

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Esto produce que, por un lado, el tamaño de los labios exteriores se vean más grandes (y resulten más duros al tacto) pero también que aumente sensación de placer, ya que oprimen la vagina por su mayor tamaño.

Otra curiosidad de las erecciones clitorianas, es que, como las del pene, pueden ser nocturnas y darse mientras dormimos, ya que el flujo sanguíneo aumenta en la fase REM del sueño.

Por tanto es habitual que por la mañana tengamos una erección de clítoris, que, a la vez, es el momento perfecto para empezar el día activándolo ya sea sola o acompañada.

Una vez relajadas, vuelve a su tamaño normal -tanto la parte que queda a la vista como la que no-, ya que, como la sexóloga recuerda, en caso de excitación no solo aumentan algunas partes, sino que «se hincha todo el clítoris».

Mara Mariño

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Pole dance, sexología, meditación… El retiro solo para mujeres con el que reconectas con tu sexualidad

Si pienso en mi madre o en mis abuelas, no se me ocurre otra cosa que el poder y sabiduría que me transmiten las tres mujeres.

Así que casi parece lógico que, reconectar con la sexualidad, sea algo que hagas guiada y rodeada de ellas.

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O, al menos, eso es lo primero que se me viene a la mente cuando empieza el Retiro La Loba, un fin de semana de tres días donde 13 mujeres nos conocemos en una casa rural cerca del Parque Natural Armañón, en pleno corazón de la montaña.

Y es que para Melanie Quintana Molero, sexóloga y una de las fundadoras, la conexión con la naturaleza tenía que estar ahí, ya que el cuerpo forma parte de ella.

El programa incluye desde una clase de sexología -con lo necesario para que aprendamos a conocernos por fuera y por dentro-, a una sesión de twerk para desbloquear la cadera (y la mente, ya de paso).

Hacernos dueñas de nuestro cuerpo es uno de los mayores desafíos para muchas.

Vivimos en él sin darnos mucha cuenta, bien porque el piloto automático de la rutina nos lleva sin pensar o bien porque nuestra relación con él es mejorable.

Janire López de Lacalle, la otra fundadora del retiro que es instructora de pole dance, se encarga de que nos expresemos moviendo brazos y piernas, el culo, la cabeza…

Todo con tal de ayudarnos a retomar la conexión física que podríamos haber perdido.

Aunque es en el momento de bailar alrededor de la barra metálica cuando la autoestima sube por las nubes.

Todas y cada una nos colgamos del pole con las otras como espectadoras, que nos vitorean como si fuéramos la mejor bailarina de la historia, aunque terminemos arrastradas por el suelo porque no hemos conseguido engancharnos.

La figura es lo de menos, lo importante era sacar esa ‘loba’, cuya imagen nos rodea en el retiro, a la luz.

Y vaya si sale.

Melanie Quintana Alooa

Melanie Quintana mostrando un modelo de anatómico de vulva y vagina de Alooa

La loba y la manada

Porque, cuando nos queremos dar cuenta, nos estamos tocando tiradas en el suelo con los ojos cerrados. Nos tocamos para nosotras y recordamos que la sexualidad empieza en una misma y no estando en pareja.

Los bloqueos, los traumas, los secretos… Todas las mochilas emocionales que llevábamos, junto al resto de equipaje, se comparte con el ‘clan’ bajo una premisa: no juzgar a ninguna.

Nos resulta tan fácil cumplirlo que, cuando nos queremos dar cuenta, estamos llorando por la de al lado.

Y levantándonos cada dos por tres a consolar a la que se ha abierto en canal y ha contado una historia, dura como la piedra que nos llevamos de recuerdo el día que hacemos senderismo por la montaña.

Al retiro llegamos 13 mujeres de sitios distintos de España. La mayoría, con nada en común. Y en 72 horas nos calamos hasta los huesos, nos empapamos unas de todas literalmente.

Cantamos juntas, comimos en silencio, meditamos para volver a nuestra infancia donde alguna encontró, o a su yo niña o el sueño perdido.

Nos rompimos de nuevo por historias de hace años. Nos dejamos reparar por nuestras compañeras cada vez que nos abrazamos y nos mecimos como si fuéramos las olas del mar.

Nos hablamos bonito. Nos reunimos alrededor del fuego y aullamos a la luna del cielo vasco estrellado. Gritamos de rabia, respiramos de alivio y golpeamos el suelo con fuerza para dejar salir eso que siempre recae sobre nuestros hombros: la presión de cómo debemos ser las mujeres hasta que se nos olvida qué es lo que queremos.

Nos besamos las manos, los brazos, el hombro, la frente, la cabeza, la parte que encontráramos a mano para consolarnos. Compartimos secretos que nadie o casi nadie conoce de nosotras mismas.

Repasamos lo que nunca nos habían enseñado de poner límites, de conectar con lo que queremos y cómo queremos hacerlo. Y lo bonito es que lo hicimos entre todas, aprendiendo hasta de las otras.

Aprendimos tanto, aprendimos a dibujarnos con boli y con las manos, a gozarnos, a intimar de verdad, yendo a la raíz del concepto en latín que es intimus, interior, que fue lo que hicimos.

Lo que llevábamos más oculto y que tanto nos pesaba, se quedó allí, de alguna manera, y, quien no lo dejó, sabe que ahora tiene a sus hermanas Ostara para compartir su carga.

Y de vuelta a mi vida, siento como el retiro me ha cambiado de una manera que no imaginaba. Yo, que escribo cada día de esto y siento que es difícil que me enseñen algo nuevo que me sorprenda.

Así que la conclusión es que fui atraída por la sexología, pero lo que más me llevé (además de una promesa hacia mí misma de quererme bien y priorizar mi bienestar), fue el amor.

El amor de todas las mujeres que, ya en la primera toma de contacto, empezó a fluir. Quizás por eso ha sido tan difícil decirlas adiós, pero por eso las noto tan cerca de mí.

Porque como nos abrimos el corazón, y nos hicimos un hueco, siempre estaremos ahí: dentro de las otras lobas y ellas en nosotras.

Mara Mariño

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Cómo hablar de sexo con los hijos: así debería ser ‘la conversación’ según una sexóloga

En la educación sexual que recibí en casa por parte de mi madre, la palabra «consentimiento» no estaba en la conversación.

Pero tampoco hizo falta, porque se me grabó que, como ella decía, cada vez que tuviera sexo debía ser con quien yo quisiera y deseara.

padre hijo educación sexual

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De esa manera tan sencilla aprendí no solo que tenía libertad absoluta, sino que tenía que quererlo.

Y aunque el sistema de mi madre no tiene por qué ser el que te convenza, Rosa Navarro, psicóloga y sexóloga que colabora con Diversual.com da algunos consejos a la hora de abordar el tema en casa con los más pequeños.

¿Cómo acompañar a un hijo/a si no quiere tener relaciones sexuales, pero su pareja sí?
Para empezar, deberíamos dejarle claro que mantener relaciones sexuales no es lo mismo que tener penetración y que las experiencias sexuales pueden incluir o no coito. En el caso de que detectemos que nuestro hijo o hija se encuentra en una situación en la que su pareja desea tener relaciones sexuales y él o ella no, hay que generar un espacio de escucha. No quitarle importancia a la situación y tampoco limitarnos a frases hechas. No es aconsejable optar por un enfoque en el que pongamos el foco en criminalizar a su pareja, ya que podemos generar lo contrario a lo que estamos buscando.

Podemos hacer algunas preguntas, pero dejando que se exprese y que explique lo que realmente le apetece o lo que quiere hacer. Hay que escuchar con calma, intentando animarle a contar cómo se siente, reforzando de forma positiva el hecho de que esté confiando en nosotros. Para esto podemos usar pequeños mensajes y frases intercalándolos en la conversación: “Gracias por compartir esto conmigo”, “Entiendo lo que me cuentas y valoro mucho que nos lo estés contando”. Pero, sobre todo, recordarle que haga lo que haga, siempre va a poder acudir a nosotros para resolver dudas o simplemente hablar.

¿Cómo podemos explicarle la importancia de que quiera ese encuentro?
Hemos de hablar sobre deseo y consentimiento. También ver cuáles son sus expectativas acerca de lo que se espera de una relación de pareja, dejándole claro que tener una relación sexual es algo opcional, y que no debe convertirse en una obligación. Si hemos hecho un trabajo previo en cuanto a educación sexual en casa, ya tendremos una base sobre la importancia de los límites y del respeto de las decisiones dentro de una relación. Hay que recordarle sus derechos y que sepa que puede decidir con quién y cómo estar tanto en el plano sentimental como sexual. Y que decidir no tener relaciones sexuales y decir a una pareja lo que se quiere de forma asertiva no significa que no se quiera a esa pareja.

También podemos darle ejemplos de formas de gestionar momentos en los que no se cumpla lo pactado o en los que no se sienta cómodo con la situación. Explicarle que la comunicación y, ante todo, la comunicación asertiva es la mejor vía para conseguir relaciones afectivo-sexuales plenas y satisfactorias. Y como a hacer se aprende practicando y también observando a los demás; incluso podemos aventurarnos a hacer un pequeño role playing en el que pueda practicar o ver como nosotros mismos rechazamos propuestas con las que no nos sentimos cómodos.

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¿Cómo sé si está preparado para tener relaciones sexuales? ¿Puedo ayudarle de alguna manera?
Si está o no preparado para las primeras relaciones sexuales es algo que debe averiguar él mismo. Está claro que vamos a intentar protegerlo al máximo y evitarles cualquier mal trago o daño. Y para esto, nuestra mayor herramienta es la educación y que aprenda a tomar decisiones de forma responsable y con la mejor y mayor información.

Si creemos que se está adelantando y que no está preparado está en nuestra mano hacerle reflexionar sobre lo que implican las relaciones sexuales, lo que le hace sentir ese momento y sus expectativas. Atender también a sus necesidades de información y aunque no estemos de acuerdo, acompañarle proporcionándole acceso a métodos de protección. Existen muchísimos recursos a los que podemos redirigirlos, y algo muy efectivo es acercarnos a ellos a través de su mismo lenguaje: usando cuentas de
Instagram, podcasts, series conocidas e incluso TikTok. Hay muchas plataformas que se dedican a mostrar otras realidades sexuales de diversidad sexual, incluso existen marcas como Diversual que cuenta con una Academia Erótica con gran variedad de información sexual.

¿Cómo influye en la sexualidad la presión de grupo?
En la adolescencia, la presión de grupo puede influir de forma que se sientan obligados a realizar conductas sexuales para las que no se pueden sentir preparados o con las que no se sienten cómodos. La seguridad de muchos adolescentes se basa en la aceptación de su círculo de iguales. La opinión y lo que digan de ellos les suele afectar mucho y puede forzarles a tener comportamientos con la única intención de reafirmarse ante los demás. Esas ganas de ser aceptados por el grupo pueden propiciar que los adolescentes reproduzcan modelos sexuales inadecuados.

¿Cómo hablarlo con tu hijo/a?
De forma natural, haciéndole ver que es normal que sienta esa necesidad de parecerse a sus amigos. Pero también recordándole la importancia de ser sincero o sincera con lo que siente y de cuidarse a uno mismo y de desear y consentir de verdad lo que se hace, sea en el plano sexual o en cualquier otro. De nuevo, es fundamental validar sus emociones y acompañarle sin reproches, pero sí reforzando aquellas habilidades sociales que le sirvan para empoderarse. Como es complicado que nos vea a nosotros como referentes, podemos darle buenos ejemplos de jóvenes más cercanos a su edad que le hagan cuestionar las situaciones a las que va a enfrentarse.

¿Cuál es el papel como padres respecto a la primera vez de un hijo/a?
Lo principal es no mirar a otro lado. Aunque nos cueste un poco, hemos de asumir que nuestros hijos e hijas son personas que en algún momento van a iniciarse sexualmente y van a practicar sexo con otras personas. Nuestro papel pasa por influir de forma positiva sobre su educación sexual y para ello hay que hablar con ellos de todos los temas, dejando de lado nuestra vergüenza. Dar ejemplo es también parte de educar en sexualidad, y si perciben que evitamos tener conversaciones con ellos sobre temas de sexualidad que les preocupan, al final estamos alimentando la idea de que la sexualidad es algo que debe mantenerse en secreto o por la que hay que sentir culpa o miedo. A veces, presuponemos lo que nuestros hijos e hijas tienen ‘x’ información y no sabemos realmente qué necesidades reales en cuanto a educación tienen. Preguntar sobre qué saben sobre un tema concreto nos puede ayudar a saber de qué punto partir.

Más allá de métodos anticonceptivos, hemos de tratar temas como la autoestima, la importancia de las caricias y besos, el respeto, el consentimiento y las relaciones sanas. Toda esta información, siempre ajustada a su edad y a su nivel de comprensión.

Mara Mariño

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‘El 80% de los hombres no sabe cuál es su talla de preservativo’

La educación sexual de hace 15 años, respecto a la que tenemos ahora, no ha cambiado mucho, nos explican profesionales del sector en la mesa redonda Talk’n’Sex organizada por Durex este jueves.

Un encuentro en el que revelan que en todo ese tiempo, la pregunta que más reciben sobre los preservativos es la misma: «¿Cómo saber cuál es mi talla?».

pareja hombres

DÚREX

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Y esta es una información vital, ya que, como recuerdan, las primeras experiencias van a condicionar nuestra vida sexual de una manera que no imaginamos.

Si la relación que hay con los métodos de barrera es de frustración, agobio o desconocimiento a la hora de usarlo, ¿cómo esperar que el uso del preservativo no disminuya como está sucediendo en la franja de edad de entre 18 y 24 años?

Como Andreína Quiñones, Senior Brand Manager de Durex, comenta: «El 80% de los hombres no sabe cuál es su talla o que existen diferentes tallas de preservativos».

Sería ideal que, como nosotras al llegar a la adolescencia, escoger talla de sujetador fuera tan fácil como medirse el contorno, buscar esas medidas en la etiqueta y probar encima de la ropa diferentes copas, para ver si somos A, B o C.

Por el tipo de producto que son los preservativos, de esta manera no puede hacerse (sería raro llegar a la farmacia y empezar a probarlos a ver cuál es el que más cómodo resulta).

Pero quizás un primer paso sería popularizar medir la circunferencia del pene -una vez está en erección- para dar con la talla, en vez de hablar de diferentes tamaños como ‘regular’ o ‘grande’ en abstracto.

Para José Alberto Medina, sexólogo que he entrevistado en otras ocasiones aquí y otro de los invitados a la mesa redonda -ya que es uno de los divulgadores en el perfil de TikTok de la marca de preservativos-, esta solución sería una manera más de naturalizar la sexualidad.

«Medirse la copa no ha tenido el matiz sexual que sí tiene medir el pene», comenta en lo relativo a los mitos o bromas que rodean la longitud, dato que aún hay quienes relacionan erróneamente con el placer.

La solución, según el experto, podría pasar por normalizar «la diversidad en cuanto a los diferentes tamaños de los genitales, que medirlo no sea visto como potencial erótico, sino la medida a tener en cuenta a la hora de escoger tamaño».

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Para Francisca Molinero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), «el preservativo se debería utilizar en las primeras experiencias en solitario para coger confianza».

La profesional explica que es clave «perderle el miedo para que no resulte un problema a la hora de utilizarlo con otra persona».

Facilitar las cosas y ponerle fin a todas esas dudas sería de lo que se ha encargado Durex con el lanzamiento de su Fitlab: una caja de tres tamaños de preservativos -con indicaciones de cómo deben usarse-, para averiguar la talla correcta y dar con el producto ideal.

El original sistema, que ya estaría a la venta, sería el primer ‘probador íntimo’ masculino.

La conclusión final de los tres expertos es que, lo que resulta indiscutible, es el uso de métodos de barrera, porque, como apunta José Alberto Medina al final del encuentro: «las ITS no entienden de colectivos, sino de prácticas de riesgo».

Mara Mariño

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Algunas de las cosas que nunca nos han enseñado sobre sexo

Recuerdo cuando me crucé al chico con el que tuve mi primera experiencia sexual con penetración (lo que comúnmente se llama «perder la virginidad»), años después del momento.

Nos cruzamos en el gimnasio, soltamos un «Ey» y cada uno siguió a lo suyo.

Habían pasado más de 10 años desde aquel momento, pero no podía afectarnos menos haber vuelto a coincidir.

mujer masturbación

WOMANIZER

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Cada uno tenía su vida y nos habíamos perdido la pista. Nada nos unía más allá de aquella tarde donde cada uno descubrió la realidad detrás de un coito.

Como buena exalumna de colegio de monjas, la moral de esperar hasta tener un novio serio, alguien por quien hubieran aflorado sentimientos, fue lo que me animó a esperar.

Cualquiera habría pensado que, dándole tanta importancia a ese momento, la persona quedaría grabada de una manera especial y siempre la recordaría con cariño.

Pero no, nos vimos y nos quedamos igual. Fue una casualidad sin más.

Pensando en ese momento, me ha dado por repasar qué otras cosas no nos enseñan sobre el sexo además de que, la persona con quien tuviste tu primer o primeros encuentros, no va a ser nada para ti, más que seguramente.

Por ejemplo, el hecho de que el sexo es algo que surge, irrefrenable y salvaje, que nunca lo tienes que buscar y que, si tienes que hacerlo, es mala señal.

Cuando la realidad es que al igual que hay veces que tienes que currarte las ganas de ir a entrenar o de cocinarte un risotto, con esto pasa igual.

No siempre pasa y punto, a veces tienes que buscar el deseo y hacerlo crecer hasta que llega el momento en que rueda solo y te explota en la mano o en la lengua.

Nadie nos cuenta que no hay una media estándar, ni de duración ni de frecuencia. Que eso de la cantidad ideal de polvos a la semana o los minutos que debe durar un intercambio satisfactorio (5,4 minutos según el estudio de Journal of Sexual Magazine) es muy relativo.

Es más, no nos podemos ni imaginar que casi vamos a pasar más tiempo hablando de sexo que teniéndolo. Estableciendo qué sí, que no vale.

Y entender que, a diferencia de lo que enseñan las películas, no siempre tienes un orgasmo. Y que si no lo tienes no pasa nada.

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Lo que seguramente sí tengas sea dolor de rodillas. Da igual qué postura estés haciendo.

Al cabo de un rato es incómodo de la misma manera que corta un poco el rollo cambiar de posición mientras comentas como si construyeras un Lego, que a ver cómo os acopláis ahora.

Aunque quizás lo que menos nos enseñan y más nos sorprende es lo mucho que puede ser el clítoris de delicado.

Sí, es posible que la mayoría seamos conscientes de la sensibilidad de la zona, pero no hasta qué punto.

Puedes llegar a tener agujetas de estimularlo, hay juguetes cuya vibración produce incomodidad y, si tienes las uñas un milímetro de más larga y lo mueves sin cuidar el ángulo del dedo, estarás un par de días con la zona escociéndote sin poder usarla.

Mara Mariño

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Sexóloga de profesión: ni trucos para acostarte con alguien ni el kamasutra de deberes

¿Por qué cuando nos duele la espalda vamos al fisioterapeuta, cuando no funciona el coche, al taller, pero cuando nuestra vida sexual no está en su mejor momento, no consultamos a una sexóloga?

Quizás porque lo que se espera de esta profesión es que ponga el kamasutra encima de la mesa, lo abra al azar y diga: «Esta, esta es la postura que te toca poner en práctica. Gracias por venir, hasta la semana que viene».

sexóloga juguetes sexuales

PEXELS

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Más o menos así es como explica la realidad de su trabajo Silvia Pérez (@silviaperezorg en Instagram) que, además de sexóloga, hace monólogos con mucho humor sobre su trabajo.

Pero el estereotipo de que una sesión de sexología es ‘follología’ es solo uno de los muchos que rodean esta profesión.

«La sexología estudia la sexualidad humana en general. Nos centramos en las dificultades que pueden encontrar las personas en esta área de su vida ya sea a solas o en pareja y en hacer educación sexual a través de diferentes medios», explica Silvia.

De ahí que en consulta se trabaje «todo lo que tiene que ver con el sexo en sí, sobre todo a nivel genital: falta de orgasmo, de deseo, de erección pero también lo relacionado con las relaciones con otras personas: habilidades sociales para ligar, conflictos de pareja, comunicación, rupturas, dependencia emocional… Y con la relación con uno/a mismo/a: autoestima sexual, aceptación de la orientación sexual…».

«La gente suele confundirlo y reducirlo todo a ‘enseñas a la gente a fo***’, pero la sexualidad va mucho más allá que una práctica sexual concreta. Se suele reducir a que repartimos trucos mágicos y que en unos sencillos pasos podrás acostarte con a alguien y que acabe con los ojos en blanco y olvidando su nombre», comenta la sexóloga que protagoniza la entrevista de hoy.

Además del mito de que en consulta vas a sacar el kamasutra de debajo de la mesa, ¿qué otras falsas creencias hay sobre la sexología?
La falsa creencia más extendida es «no sirve para nada», «yo no lo necesito» y me entra la risa de ahogarme cada vez que lo oigo. Se cree que a ver a la sexóloga se viene cuando tu deseo sexual es muy rocambolesco o eres un depravado sexual o algo así y la mayoría de casos son sexualidades bastantes normativas.

¿Cómo se tomó tu familia que quisieras dedicarte a esto?
En general bien. Mi padre fue el único que extrañó un poco y lo primero que me dijo fue «¿Y eso para qué sirve?» creo que más en el sentido de salidas laborales y porque era algo muy desconocido para él. Pero ahora tanto mi padre como mi madre están orgullosos, hablamos de todo, me preguntan como profesional cosas que le preocupan y hasta han estado en varios talleres míos, reconozco que aún me da corte que vean el monólogo, pero lo voy a superar.

¿En qué momento es de ayuda recurrir a una sexóloga? ¿Es imprescindible estar en pareja o podemos acudir en solitario?
La pareja solo se necesita para hacer terapia de pareja, la tienes que traer tú porque las sexólogas no la regalamos con la primera consulta, pero bromas aparte mi consejo es que acudas a la sexóloga cuando algo relacionado con el sexo en particular o la sexualidad en general te cause un problema. Siempre que sientas que te hace sentir mal algo relacionado con tu propio cuerpo, que te impide compartirlo con libertad con quien tú quieres o sientes que algo falla a la hora de crear vínculos íntimos con otras personas. Siempre digo que es tontería estar mal pudiendo estar bien y tendemos a pensar que las cosas relacionadas con el sexo se arreglan solas o que el tiempo todo lo cura, y lo único que cura el tiempo es el queso.

¿Cuáles son las consultas más frecuentes que recibes?
«Tiritas pa’ este corazón partío» Rupturas dolorosas.
«No llego con penetración» Mujeres que no experimentan el orgasmo mediante el coito.
«No se me levanta» Hombre cuyo pene no reacciona cuando va a tener un encuentro sexual.
«No hay ganas de ná» Pareja heterosexual con poco sexo porque a ella se le han ido las ganas.
Sin duda la consulta que más recibo fuera de consulta es «¿qué es lo más fuerte qué te has encontrado?» y la respuesta siempre decepciona porque la mayoría de las personas que vienen a verme tienen las mismas dudas que las que no vienen, pero con la diferencia de que se han atrevido a preguntar.

 

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¿Dirías que formarte como sexóloga te ha desarrollado personal y sexualmente?
Definitivamente sí. Esta profesión me ha hecho examinarme más y por lo tanto crecer en autoconocimiento que es un superpoder, me ha obligado a revisarme los privilegios, quitarme prejuicios y crecer eróticamente. Creo que es imprescindible hacer un trabajo propio antes de ponerte delante de nadie en consulta, pero obviamente con el tiempo vas creciendo, conociendo gente que te enseña y te señala algo que se te había pasado de ti misma. La verdad es que es un regalo poder conocer tantas realidades distintas

¿Por qué crees que el boom en la profesión no se ha visto acompañado de un crecimiento de educación sexual en los centros escolares?
Yo tengo un chiste que hace poca gracia, pero que refleja la realidad: «Cuanto menos educación sexual demos en los colegios más terapias para mí en el futuro. Es mi plan de jubilación», porque todo lo que no eduquemos en edades tempranas en sexualidad supondrá quebraderos de cabeza a los/as adultos/as del futuro que son quienes de manera individual pagan para solucionar estos conflictos.

Creo que no se da educación sexual en los centros escolares porque seguimos teniendo poso de la cultura judeocristiana. En el imaginario colectivo hay una asociación horrible entre el sexo con el pecado (como representación del mal independientemente de tus creencias), con lo chungo, lo oscuro, lo agresivo… Cuando el sexo debería asociarse con el placer y el placer con la libertad, el disfrute, lo bonito, la felicidad…

Las familias piensan que una educación sexual temprana supondrá un despertar sexual antes de tiempo y prefieren educar en casa (spoiler: no se hace). Yo hace tiempo que si se plantea la posibilidad de un taller con menores intento hacer primero uno con las familias para qué sepan de qué vamos a hablar y para que trabajemos en la misma línea.

Los padres y las madres solo quieren proteger a sus hijos/as y lo entiendo, por eso es importante hacerles partícipes y explicarle que educación sexual en la infancia no es hablarles de cómo se tiene sexo, sino que va de aceptar y amar su propio cuerpo, respetar el de los demás, entenderse, conocerse… Para prevenir el abuso sexual infantil y adolescente y que crezcan disfrutando de una sexualidad libre, que libre no es sinónimo de «me voy a acostar con todo lo que se me mueva», sino que crecerán entendiendo que tienen el derecho de no ceder ante la presión y que no tienen el derecho de tocar a ninguna persona que no lo desee. La educación sexual no adelanta etapas, la educación sexual protege a los/as menores.

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Abro melón: hay ciertos sexólogos hombres que hacen terapias masturbando a sus pacientes mujeres, ¿qué opinión tienes al respecto?
Me cabrea profundamente y contribuye a que la gente piense que eso es un sexólogo, cuando en realidad es una forma más de violencia sexual disfrazada de progresismo y profesionalidad. Genera en las mujeres mucha confusión porque ceden ante algo que les incomoda, pero ante lo que no saben cómo reaccionar. En ese contexto no se levantan y se van porque están ahí por voluntad propia ante alguien que tiene una autoridad en ese campo y que supuestamente es un profesional que está mirando por tu bien, pero después muchas se sienten muy mal. Dicho sea de paso que esto no es algo habitual entre los sexólogos, al menos yo no tengo constancia de ello.

¿Cómo elegir sexóloga? ¿Es una cuestión de feeling?
Aparte de lo obvio de que tenga la formación correcta y tal (hay mucho gurú del sexo últimamente) sí que creo que es importante sentirse cómodo/a, sin juicio, entendido/a porque es un lugar donde se cuentan muchas intimidades y qué menos que te caiga bien, que te dé buen rollo la persona que va a recoger todo eso.

Puede que después de la entrevista te hayas dado cuenta de que no necesitas ir a la sexóloga, porque tienes tus asuntos íntimos en orden. Pero seguro que a su monólogo sí. Silvia Pérez estará en Madrid (Off Latina) el 4 de diciembre y en Bilbao (Teatro Campos Elíseos) el 16 de diciembre.

Mara Mariño

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