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Hay ‘youtubers’ que enseñan a tu hijo cómo montar su agencia de modelos de OnlyFans

Muchas nos hemos encontrado en Instagram con reels en los que una supuesta desconocida era entrevistada en medio de la calle y confirmaba que su cuenta bancaria tenía más de 5 cifras.

«¿Y a qué te dedicas?». «Hago OnlyFans», afirmaba.

Curiosamente, ningún chico de mi entorno se había tropezado con estos vídeos en sus redes sociales.

chico móvil adolescente

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero hace poco, un seguidor me comentó que, al igual que les llegan un montón de contenidos relacionados con inversiones, de supuestos gurús de las finanzas, un nuevo vídeo empezaba a repetirse en su feed de Instagram: el de los cursos para hacer una agencia de modelos de OnlyFans.

«Te salen de anuncio en Instagram, como quien anuncia un curso de cerámica», escribió.

A mí el algoritmo no me enseña ese tipo de vídeos, no soy el target, claro, pero solo tengo que teclear «OnlyFans management» en YouTube para aterrizar en ese mundo.

Un universo en el que youtubers imberbes -sin meterme con la falta de barba, solo para recalcar su juventud- imparten lecciones o cursos enteros sobre cómo empezar en este negocio desde cero y llegar a ganar «hasta 10.000 euros mensuales con solo una modelo».

En cuanto empiezo a verlos, me llama la atención la forma en la que se expresan estos «expertos».

«Contrata a tu primera modelo en persona, puede ser alguna amiga o conocida que se dedique a esto o chicas por Tinder que veas con potencial de crear un Only Fans, simplemente ves lo guarra que es», afirma uno de estos youtubers.

«Si en Tinder o Instagram está publicando fotos guarras, le da igual enseñar su cuerpo. Quedas con esa chica y en vez de follártela, le cuentas tu modelo de negocio. Le puedes decorar un poco las cosas y decirle que tienes a varias modelos trabajando, aunque no tengas».

Así que a la lista de preocupaciones que las mujeres podemos tener al quedar con un desconocido con quien hemos hecho match en una app -que eche algo en la bebida, que no respete un «no», que te suelte una bofetada-, hay que añadir que te capte para OnlyFans y se lucre a tu costa.

Otra opción, menos asequible para estos maestros que prometen grandes fortunas sin desembolsar ni un euro, son las «páginas web de prostitución, le pagas a una puta lo que cuesta y en vez de follártela le explicas el modelo de negocio. O pagas una modelo, hay personas que venden modelos por internet», explica.

Aprovecharse de «los pajeros»

Una vez se tiene a la modelo o la ‘cartera’ de modelos, el siguiente paso es el de atraer a los hombres a la plataforma para convertirse en subscriptores (e idealmente sacar de cada subscriptor unos 100 euros).

Para ello, recomiendan tácticas como abrir perfiles usando las fotos de las modelos en redes sociales o en apps de ligar y, una vez se haya hecho match lo borren para que, el que se ha interesado, las busque en redes, donde está oculto en un Linktree el enlace a su OnlyFans.

«En las páginas de citas registras a tu modelo y vas trayendo pajeros directo a tu OnlyFans, cuando ve que no le escribes te va a escribir él, es un pajero», dice uno de los ‘gurús’.

Otro truco infalible que recomienda otro: «Si tu modelo se pone una camiseta de fútbol del Barça, del Madrid, del PSG, justo cuando van a jugar, el vídeo va a pillar visitas. Es lo que le gusta a un hombre, el fútbol y las chicas, es muy sencillo, somos unos monos, unga unga, y es de lo que nos vamos a aprovechar, del dinero de ellos».

Y bien que se aprovechan, ya que pese a que en las agencias de talentos el porcentaje que reciben representantes que llevan a influencers es del 20% o 30%, el que manejan los managers de OnlyFans es del 50% de los beneficios, cuando no están exponiéndose de la misma manera que las creadoras de contenido.

De lo que sí se encargan es de convencer a chicas mediante engaños de que son expertos en escalar sus beneficios, algo que también recomiendan decir, y de mentir a los usuarios que se suscriben, ya que son los managers los que en muchas ocasiones están detrás de los perfiles de OnlyFans alimentando las fantasías del sexting o automatizando la parte de chat para conseguir mayores desembolsos.

En definitiva, estamos ante un nuevo (pero viejo) modelo de negocio que abandera el machismo por su visión explotar a las mujeres y de considerar a los hombres como criaturas que no tienen ningún tipo de raciocinio y se mueven solo por el deseo sexual.

Esto les resulta muy rentable, por supuesto, ya que estas ideas de que «no hace falta que sigas estudiando algo que no te gusta porque puedes hacer mucho dinero en muy poco tiempo», es el «mejor negocio para empezar siendo principiante» o puedes convertirte en un «adolescente millonario», que son algunos de los títulos en los que aparecen estas clases y les llevan a su vez a conseguir otra fuente de ingresos.

Porque aunque afirman que sus cursos son gratuitos, estos youtubers también venden recursos, cobrando por información o por los guiones de conversación sexual que tienen que mandar a los subscriptores.

«Tengo 15 años y sueño ser como tu a los 18, me he visto todos los videos y me parece genial! ya tengo mi agencia y mi primera modelo, gracias por el contenido», comenta uno de sus seguidores.

¿Nos podemos empezar a preocupar ya de que haya una escuela en abierto de proxenetas para menores de edad?

Mara Mariño

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Ni desnudos ni actividad sexual, pero las redes sociales te censuran igual

Hoy es mi segundo día con la cuenta de Instagram bloqueada. Así que no tiene mucho sentido que os ponga el enlace a mi perfil.

Por primera vez, Instagram ha decidido desactivármela por, lo que puedo leer de las denuncias que he recibido, «ofrecer actividad sexual».

mujer teléfono móvil

PEXELS

Quienes me conocéis y habéis seguido en la red social estos meses, sabéis de sobra que, el tipo de contenido que publico, son memes sobre los temas de los artículos.

Con la única excepción del último de ellos, en el que reflexionaba sobre la violencia de género en relación con el caso de Johnny Depp y Amber Heard.

Lo siguiente que supe tras recibir una ristra de comentarios -bastante machistas en los que se me invitaba a cerrar la boca, dicho sea de paso-, era que mi cuenta había sido eliminada.

Así que me tocó despedirme de la plataforma que más utilizo para compartir mi trabajo en 20 Minutos.

Cuando eso sucedió, se sumó al veto que lleva mi cuenta de Facebook desde el 17 de mayo por subir una imagen de una chica en ropa interior sosteniendo un juguete sexual (puedes ver la imagen aquí, si te pica la curiosidad).

La imagen, que había salido en el diario acompañando la noticia, fue automáticamente eliminada y acompañada de una sanción de un mes sin poder publicar en mi perfil.

Y eso con la correspondiente coletilla de que, una vez recupere el acceso, mis publicaciones no van a salir a todos mis seguidores y mis comentarios, desde ese momento, aparecerán en los últimos puestos.

Por lo que, con el extra de Instagram que no me permitió recuperar mi cuenta pese a la apelación, admito que exploté.

Exploté porque me di cuenta de lo mucho que se defiende la libertad de expresión, siempre y cuando no se meta con el heteropatriarcado.

De la hipocresía de defender también la libertad de cada uno de hacer con el cuerpo lo que se precie, pero una foto de las redes de una marca de juguetes se ve como una amenaza, pese a no ser explícita.

Supongo que, 6 años después de empezar a escribir este espacio, ayer fui consciente -por primera vez-, de lo complicado que es tratar ciertos temas en alto.

Y de poder moverlos en plataformas sociales para que lleguen a tu comunidad.

La frustración por esta censura tan inquisitorial me pudo y busqué consuelo en mi madre, como hago siempre que me cuesta encontrarle sentido a las cosas.

¿De qué me habían valido las horas de esfuerzo, la dedicación a currarme memes divertidos que animaran a la lectura de los artículos o emplear cada día un rato a compartir mi trabajo en todas partes si recibía este trato, si hacían desaparecer todo de un plumazo?

Ella, mi fuelle feminista, lo resumió conciso y rápido antes de colgar: «la lucha sigue».

«La lucha sigue», me repito hoy por la mañana mientras escribo estas líneas. La lucha sigue porque no continuarla sería darle la espalda a las que no pueden volver a decir nada.

A las que han dicho suficiente y aún así han sido encarceladas.

A las que aún no han empezado a decir porque no saben cómo empezar a hacerlo y necesitan quien abra el melón primero.

«La lucha sigue» y no es fácil. Pero eso ya lo sabíamos en el momento que la empezamos y nunca nos frenó para continuarla.

Y esta vez no será la excepción.

La apelación en el caso de Instagram está hecha (queda todavía por ver si me devuelven la cuenta), en el caso de Facebook, solo puedo esperar a que pasen los días.

Mientras tanto, puedes puedes seguirme en Twitter. Sigo vetada de todo lo demás.

Te va a hacer ‘ghosting’ y no lo digo yo, lo dicen estas señales

Uno de mis puntos débiles cuando conozco a alguien nuevo es la ilusión. Entre con poco y casi nada me emociono.

Si a eso le sumo que no sigo los códigos no escritos de esperar no sé cuántos días a mandarle un mensaje o que enseguida quiero volver a quedar, soy carne de cañón de ghosting.

SPRINGFIELD MAN & WOMAN

Y como algún que otro desplante me he comido últimamente, he llegado a preguntarme si es posible adelantarse a ese «leído» que más que como una palabra, se debería leer como un punto final.

¿Prestando la suficiente atención podemos identificar esos síntomas previos a la desaparición definitiva de la otra persona?

Aunque siendo un tema tan escurridizo es difícil estar completamente segura de que vas a quedarte hablando sola, he empezado a pillar algunos comportamientos.

Al principio parecía todo fluido, había interés, una química digna de estudiar en cualquier laboratorio… De repente empieza a contestar con menos frecuencia.

Y no es que le hayas escrito a mediodía y no haya podido coger el móvil hasta después de comer, hablo de varias horas y de tomar por costumbre ese patrón comunicativo en el que a las 5 de la tarde está respondiendo tu «Buenos días».

Como las conversaciones no son fluidas, empieza a ser evidente que hay más interés de un lado que de otro y es habitual que, en muchos casos, los diálogos terminen en un «visto» o en un «me gusta» si se ha empezado a hablar por una historia de Instagram.

Y por mucho que te ha repetido que no tiene tiempo para contestar o incluso le has oído quejarse de lo poco que le gusta estar con el móvil, le ves constantemente en línea (¿stalker quién?).

En su lista de repasar las historias de los amigos, cotillear a su ex o actualizar la cuenta de memes que tanta gracia le hace, responderte está en los últimos puestos.

Es también bastante significativo cuando el Sr. Ocupado (o la Sra. Ocupada, que el ghosting no tiene género) aparece después de días sin dar señales de vida al reclamo de un vídeo en el que apareces en el gimnasio haciendo sentadillas.

Culos y abdominales tienen más probabilidad de recibir una respuesta que cualquiera de tus intentos de conversación.

Quizás en algún momento dudes de todo esto porque, no solo ha vuelto a escribirte, sino que viene con un plan que te apetece un montón bajo el brazo.

Esta tarde te llama y te cuenta, o mejor, directamente quedáis la próxima semana y os ponéis al día. Pero como vuestro futuro no existe, vas a volver a quedarte esperando esa llamada o esa cena que nunca llega.

Y es que bien que se cuida de usar términos ambiguos cuando habla de vosotros, para que quede claro que no sois nada, que todo está en el aire, pero que no cierres la puerta, porque igual cuando le pique la entrepierna, tienes suerte y despeja la agenda.

He podido comprobar que por mucho que todo esto se esté cociendo de una forma descarada, nunca va a hablar del elefante en la habitación (el fantasma, en este caso) aunque le sacas el tema.

Todo va bien, no ha cambiado nada, eres tú quien se está montando la película de que no tiene el mismo interés.

Pero si te fías de tu instinto, llegarás a la misma conclusión que yo: ese comportamiento ni es normal ni está bien. O al menos para ti.

Antes de despedirme, quiero dejar un recordatorio que ojalá te grabes a fuego cuando empieces a verle las orejas al ghostingesa persona no quiere una conexión real.

Su vaga forma de comportarse es algo de lo que puedes aprender -porque cuesta muy poco hablar claramente por mucho que esté normalizado el silencio- y alejarte antes de que te haga daño.

Duquesa Doslabios.

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Ojos que no ven o por qué deberías bloquear a tu ex de las redes sociales

Hoy en día, bloquear a alguien de una red social es casi tan grave como salirse de un grupo de Whatsapp, la pena capital del siglo XXI.

PIXABAY

Por lo general, al terminar una relación, hay un punto de inflexión en nuestra personalidad digital. Esas alegres imágenes en Instagram del viaje a Cuenca ya no parecen brillar igual. Pero sabes que, en el fondo, hay algo que te frena a la hora de borrarlas y luego bloquear a tu expareja.

Y es que se nos tacha de actuar bajo el despecho, el resentimiento o la inmadurez, sentimientos que en la era donde todo viene acompañado de etiquetas como #goodvibes están muy mal vistos.

Sin embargo, cuando tenemos necesidad de hacerlo, es el momento de dar un paso al frente y pulsar la opción «dejar de seguir» o eliminar de mi lista de amigos.

Bloquear a alguien con quien hemos tenido una relación, puede ser hasta terapéutico según los expertos en la materia.

Por mucho que sepamos que esa relación ha terminado, en ocasiones mantenemos la costumbre de meternos en su perfil.

Nos fijamos en cada detalle de la foto que sube -qué sitio es, si es el mismo al que nos llevó aquella vez-, cotilleando quién es la persona que le ha dejado ese comentario lleno de emoticonos enigmáticos.

Tirar del hilo lleva incluso a analizar también esa cuenta, descubriendo que tiene una hermana que va a clase de inglés con tu compañera del master y preguntándote si podrías averiguar más. Una bola de nieve que va creciendo a cada link.

Si el dolor todavía está ahí, ver imágenes de la otra persona puede hacer todavía más dura la separación. ¿Por qué torturarse de esa manera? ¿No es mejor evitar que, cada dos por tres, salgan sus stories de fiesta?

¿Por qué estar cómodos en la incomodidad o añadir una infelicidad innecesaria a nuestras vidas? ¿O es que después de una ruptura nos volvemos un poco masoquistas?

Bloquear y hacer que desaparezca (al menos de tu mundo digital) ayuda a seguir adelante y a poder superarlo al ritmo de cada uno.

Cuando hemos tenido una relación abusiva esta es, sin duda, una de las manera de salir de ella. Cortando todo y de golpe, evitando dejar resquicios por los que pueda volver a entrar un discurso manipulador o victimista. Romper el vínculo emocional y acompañarlo del físico, mental y social.

No es algo obligatorio en todas las separaciones, por supuesto. Una de las excepciones a la opción de bloquear se da cuando el amor se ha acabado pero queréis probar lo de ser amigos.

Para todo lo demás, ya lo dice el refranero: “Ojos que no ven, corazón que no siente”, sobre todo en la era de Instagram.

Duquesa Doslabios.

«Orbitar», la nueva tendencia para (no) ligar en las redes sociales

¿Te acuerdas de aquella persona que conociste hace poco? Sí, esa en la que estás pensando, ya sabes a quién me refiero.

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Teníais química, te encantaba su manera de echarse el pelo hacia atrás, su sonrisa, su estado de WhatsApp… Y de repente, desapareció de tu vida sin darte ningún tipo de explicación.

Sufriste «ghosting», que es el nombre que se le da a este fenómeno de desvanecerse sin dar razones al respecto, lo que en español podríamos definir como «Ya no me interesas, pero como me da mazo palo decirte nada, mejor me marco una Cuerda Huida a lo Pokémon y si te he visto no me acuerdo».

Del ghosting nos toca aprender que no siempre las relaciones son correspondidas (ojalá), pero que el rechazo forma parte de nuestra vida (aunque sea un rechazo así de cobarde) y debemos aceptarlo y vivir con ello.

Sin embargo, con las redes sociales, el ghosting ha evolucionado y ha dado lugar a una nueva manera de relacionarse (por llamarlo de alguna manera) que Anna Iovine, autora de Man Repeller, ha bautizado como «orbiting».

Orbitar es la acción que realiza una persona sobre ti con la que, independientemente de vuestro pasado (solo amigos o salidos de una relación/noche de pasión/X), quieres tener algo más.

Pero por mucho que uno de los dos quiera dar el siguiente paso, la otra persona se muestra distante, sí, pero en órbita, ya que está al tanto de lo que acontece en tu vida gracias a las redes sociales.

En resumen: tienes en órbita a esa persona que nunca te manda un mensaje (no, ni aunque fuera el Armagedón) pero es la primera en ver las historias de Instagram o en darte «Me gusta» a una publicación.

Se dice que se la tiene orbitando porque, aunque la persona no está dispuesta a mantener algo contigo, quiere que sepas que en cierto punto tiene interés en ti. Y tú que pensabas que lo de Estados Unidos y la URSS era una Guerra Fría… Te doy la bienvenida al siglo XXI.

Lo de tener una persona que nos gusta en órbita se nos va de las manos cuando cambiamos el contenido que publicamos solo para comprobar si tenemos algún tipo de reacción por su parte al respecto.

«Entonces ¿qué hago? ¿Cómo huyo de la órbita?» Houston, no tenemos un problema. Es tan fácil como hacer clic en el botón «Bloquear» para que no vivas en la angustia constante de revisar tus redes a ver si te ha dejado un like.

«Pero, ¿y si de verdad un día quiere algo conmigo y yo le estoy cerrando la puerta definitivamente» Tesoro, quítate la venda que te has puesto y abre los ojos. Esa persona te mantiene con un «enganche» emocional de manera egoísta porque no es capaz de lanzarse por ti. Y tú te mereces a alguien que se tire a la piscina, incluso si con esa cabeza tuya se te ha olvidado poner el agua.

Si hay muchos peces en el mar, imagínate cuántos cuerpos celestes vas a encontrar en el espacio.

Duquesa Doslabios.

Las 10 cosas que haces mal cuando quieres ligar por Instagram

Siempre se suelen dar dos formas de hacer las cosas: una buena y otra que no lo es tanto. En el caso de tratar de seducir a alguien a través de una red social como es Instagram, el «no lo es tanto» se convierte en algo mortal que puede llegar a conducirnos, no solo a un unfollow categórico sino a un bloqueo vital.

PIXABAY

Tras consultar a mis fuentes de amistades que usan regularmente la aplicación, estas son las conclusiones que hemos extraído al respecto:

1.Acosar no es ligar. Contestar a cada historia que sube la persona (ya sea con una palabra, frase o reacción) es molesto. No hace falta que le felicites porque se ha comprado una planta, que le comentes la captura de la canción o que reacciones al vídeo boomerang de unas cervezas brindando, hay historias que se suben sin más. Lo que te lleva a…

2.Parecer desesperadx. Y no hay nada peor que eso. Cuando la insistencia es lo único que pone en práctica alguien tiendes a cansarte. De la cárcel se sale, de que a alguien le des pereza, no.

3.No aceptar un «no» por respuesta es algo que todos debemos trabajar por cambiar. Que nos dejen en «Visto» y los mensajes solo vayan dirigidos de nuestra parte significa, de manera sutil, que la otra persona no está interesada. Da igual que nos montemos películas de que verdaderamente es el hombre o la mujer de nuestra vida, cuando antes entendamos que no le interesamos, antes dejaremos de perder el tiempo.

4.Las excusas terribles para pedir el teléfono que van desde «No me entero muy bien de cómo funciona Instagram» o «Es que quiero mandarte un audio y por aquí no se puede». Si quieres el teléfono sé valiente y pídelo en condiciones. «Me gustaría tener tu teléfono para que habláramos más regularmente e invitarte a quedar», punto. Si por lo que sea decide no dártelo, acuérdate de evitar el número 3.

5.Likes excesivos. Los «Me gusta» que llegan de repente a las fotos antiguas son tremendamente sospechosos. Sobre todo si esas fotos son de hace cuatro años y sabes que esa persona se ha tirado más de seis minutos deslizando el dedo por la pantalla para llegar a ellas. Si quieres saber cómo era esa persona, hazlo, pero no dejes pruebas que te lleven a parecer que estás totalmente pilladx. Lo mismo sucede cuando de repente te llegan quince notificaciones de likes de la misma persona. Llama la atención, sí, pero solo para que mentalmente suene la señal de alarma.

6.Comentarios terribles que deberían estar multados. No ya solo los piropos de obrero que también han llegado a la red (o los emoticonos que cumplen su función sin necesidad de redactar), sino contestar mensajes haciendo gala de un horterismo («Si me rozas te lo gozas») que debería haberse quedado en 2005 con Tuenti y los tatuajes de estrellas en el codo. Sin embargo, la libertad de sentir que se pueden hacer impunemente se debe a…

7.Tomarse confianzas que no tienes, confianzas que, de hecho, tampoco te han dado a entender que dispones de ellas. Aquí es donde entran los apodos cariñosos que surgen a los cinco minutos de conversación, motes que en la vida real tardarían semanas o meses en aparecer como «cariño», «mi niña», «princesa», «preciosa» y que culminan en la ‘fotopolla’ o ‘fototetas’, que son el culmen de esta mala práctica.

8.Perfil que habla (mal) por sí solo. Puede parecer una tontería, pero lo que ponemos en el perfil, tanto la foto como la biografía, es lo primero que va a llegar de nosotros mismos. Si lo que tenemos puesto es que nos encanta el dinero, las cadenas de oro y los coches tuneados, está genial para participar en un programa de MTV, pero no para comunicar información que pueda suscitar interés en que se nos conozca.

9.La ortografía, la gran olvidada y que supone una de las primeras cribas que inconscientemente tenemos. «K psa prexiosa» ya te está dando a entender por dónde van los tiros de esa persona, pero que escriba «Ha ver si nos vemos» puede ser el detonante que haga que demos un billete directo y sin escalas al limbo de seguidores que fracasaron en el intento.

10.Contenido. A no ser que tengas una cuenta de perros, las 10293498 fotos de tu mascota que van desde que se levanta por la mañana hasta que la sacas a hacer el último pis del día, no son interesantes, y lo mismo pasa con selfies o fotos en el gimnasio. Si ya van acompañados de hashtags como «hotboy» «hotguys» «sexy» «likeforlike» o «modelo» (a no ser que seas modelo de verdad) es muy difícil que no te pongan la cruz.

Duquesa Doslabios.