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Juguetes para adultos: de imitar partes del cuerpo a imitar prácticas sexuales

Hace unos días, hablaba con un amigo de lo mucho que me alegraba que la industria juguetera para adultos se hubiera ido alejando de las réplicas realistas.

Porque, y a los éxitos de ventas de las marcas me remito, la tendencia ya no son imitaciones de goma en color rosa claro que emulan a la perfección detalles como el glande o las venas del pene.

pareja cama

PEXELS

Al contrario, diseños minimalistas de colores vibrantes que casi parecen pequeñas esculturas de diseño, son las que la mayoría de nosotras tenemos en el cajón del dormitorio.

Además de ser igual de prácticos si lo que buscamos es darle rienda suelta a la fantasía -porque eso depende de la imaginación que le echemos-, si algo demuestran es que lo importante, por fin, es el placer.

La fisonomía de los juguetes ya no se centra en asemejarse a la realidad, sino en proporcionar la máxima cantidad de estimulación para desencadenar ese reflejo que es el orgasmo.

Y, teniendo pequeños dispositivos que nos hacen alcanzar el clímax en pocos minutos, ¿cómo no preguntarse cuál iba a ser el siguiente paso, si ya parecía todo inventado?

La nueva generación de sex toys ya no parece ir, ni siquiera, a perfeccionar lo existente. Ahora es el momento de tomar nota de las prácticas más placenteras.

O esa fue mi conclusión cuando descubrí que una de las novedades imitaba a una boca.

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Con unos enormes labios y una lengua entre medias, el juguete que tenía en mis manos era capaz de imitar el movimiento de succión y a la vez emitir vibración desde la ‘lengua’.

Marilyn (DIVERSUAL)

A diferencia de un beso o una caricia, no hay manera de que el cerebro pueda anticipar cuáles son las sensaciones que un juguete sexual va a proporcionarte.

De ahí que usarlos resulte tan agradable, la expectación estaba servida.

Lo que sí pude notar es que, a diferencia de los estimuladores de clítoris, el cunnilingus mecánico se tomaba sus tiempos, como en la propia práctica.

Mi amigo me decía, bromeando, que de cualquier manera nunca va a equipararse a un sujeto de carne y hueso, porque no puede darte cariño posteriormente a un encuentro íntimo.

Yo le contesté que el juguete tampoco podía mirarte a los ojos, quizás otro de los motivos por los que nos gusta tanto todo lo relativo a envolver una boca y unos genitales en la misma ecuación.

No, la conexión entre personas nunca va a verse reemplazada por contar con estos aliados en el dormitorio, de la misma manera que siempre vamos a preferir una respuesta humana que un contestador automático cuando hacemos una llamada.

Pero cumplen a la perfección su función de permitirnos experimentar, probar, descubrir nuestro propio cuerpo, variar (en solitario o en compañía) y dejarnos sorprender. Y cada vez lo hacen mejor.

Mara Mariño

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No solo placer, el ‘squirt’ puede provocar sentimientos encontrados

El sexo es un misterio. Hay veces que después del orgasmo más espectacular tienes ganas de llorar.

Otras que, tras compartir un momento íntimo con tu amor platónico de toda la vida te quedas como si nada o que una mirada en el transporte público te provoca una cascada de feromonas.

pareja ducha

PEXELS

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El lado mecánico de la sexualidad, ese que está ligado a la biología y funciona según estímulos, sustancias y sensaciones que el cerebro interpreta, se nos escapa.

Solo podemos conocerlo en función de la práctica, e incluso con ella, se ve afectado por nuestro sistema de creencias.

Sí, el sexo es más mental de lo que puede parecer cuando solo piensas en desnudar y desnudarte.

Esas emociones incontrolables son las que ponen la guinda al pastel de la vivencia que acabamos de tener.

¿Son de euforia, bienestar y calma? Ha sido estupendo. Pero ¿y si dejan un regusto de incomodidad, vergüenza o desconcierto?

Es algo que pasa especialmente con el squirt, el líquido que se expulsa por la uretra en momentos de gran estimulación.

Aunque podría parecer por esa idea tan instaurada por parte de la pornografía, que el squirt es algo que experimentamos todas las mujeres, no es un fenómeno universal.

Es más, para escribir este artículo me he dado cuenta de que no hay muchos datos al respecto, ya que he tenido que ir a un estudio de 1984 donde comentaban que solo un tercio de las participantes lo experimentaban.

Lo más curioso es que aunque hay quienes lo disfrutan por completo, las hay que lo viven como algo menos placentero llegando a sentir pudor o malestar al respecto.

Un reflejo físico estigmatizado

El squirt se enfrenta a tres grandes barreras. La primera es que estamos acostumbradas a controlar nuestro esfínter.

Ello implica que, incluso si en un momento de mucha estimulación sentimos esta respuesta sexual, la frenamos, por lo que sería interesante otro estudio que actualizara la información en caso de dejar que nuestros fluidos salgan libremente.

La segunda es que, ante la falta de educación sexual, hay quienes creen que están haciéndose pis -cuando técnicamente el líquido que se expulsa por la uretra contiene elementos similares a la orina, pero no es orina-.

Y por último, que la idea de bañar a su acompañante o empapar la ropa de cama, les produzca cierta tensión si no hay confianza suficiente.

A eso hay que añadir que todavía arrastramos cierta culpabilidad si ponemos nuestro placer en primer lugar.

Educadas en anteponer no solo el disfrute de la otra persona, sino en hacer una performance que creemos que es la que se espera de nosotras, tenemos que dejar de plantearnos la cama como el escenario donde mostrar lo que la mirada masculina espera.

El squirt, además de una experiencia personal, que puede ocurrir independientemente del orgasmo (hay orgasmo sin squirt y squirt sin orgasmo), es tan mecánico como puede serlo oler una pizza en el horno y empezar a salivar.

Así que, ante tanto pudor -cuyo origen no es otro que lo que puedan pensar si lo experimentamos-, dejarse llevar por la oleada de sensaciones y tirarse a la piscina.

Porque ya sabes lo que dice el refrán: «Agua que no has de beber, déjala correr».

Mara Mariño

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El fenómeno de los ‘dormitorios muertos’ o cómo se relacionan deseo y vida laboral

La rutina es esa especie de chivo expiatorio al que siempre podemos recurrir cuando, al hacer memoria, recordamos lejana la última vez que tuvimos sexo con nuestra pareja.

Es casi liberador pensar que no es nuestra culpa, sino el ritmo frenético del día a día del siglo XXI que nos hace ir a toda prisa, sin casi darnos la opción de dejarnos un minuto libre para el disfrute del tipo que sea.

gente placer sexual orgasmo

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Lo llamamos «rutina» porque resulta menos acusador que llamarlo de la otra manera que se aproximaría más a lo que es: jornada laboral.

En el momento en el que terminamos de trabajar, el poco tiempo disponible es para algunas cosas básicas, como son poner una lavadora, llenar la nevera o esa cita médica con el especialista que llevas meses esperando, y otras igual de necesarias como es ponerte al día con tu amiga.

Pero vamos, que después de pegarte el madrugón y estar 8 horas con la concentración al máximo, dedicarle atención a tu deseo se encuentra en los últimos puestos de la lista de prioridades.

Y, sin embargo, es la pescadilla que se muerde la cola, esa insatisfacción de no llegar, de no tener tiempo para la intimidad, se traslada también a la oficina, haciendo que aparezca (o aumente) el estrés.

Esto es algo que explica Kate Moyle, una de las expertas de LELO, la marca de bienestar sexual: «al abordar el sexo desde un enfoque mente-cuerpo, sabemos que nuestra vida sexual puede verse influida por lo que nos ocurre como individuos en nuestros contextos vitales y relaciones, ya que puede intervenir en cómo nos vemos y nos sentimos con respecto a nosotros mismos».

«Todos estos factores afectan a nuestras experiencias, perspectivas, preocupaciones y creencias, por lo que la mejora del bienestar sexual influye directamente en cómo pensamos, sentimos y nos comportamos en otros contextos» explica.

En otras palabras, una manera de dejar de sentir que nos arrolla la semana es precisamente priorizar la calidad de la vida íntima.

Según un estudio de la empresa, el 91% de los españoles encuestados se siente relajado y menos estresado tras tener un orgasmo y un 20% de estos sigue disfrutando de los beneficios del orgasmo hasta 24 horas después.

Un 4% de afortunados lo disfruta incluso hasta dos días más tarde.

Y esto es algo que no mira de compañía, es decir, que sea o no en pareja es lo menos relevante. Otros datos de la investigación afirman que más de la mitad de los españoles se siente más relajado tras un orgasmo con su pareja, uno de cada ocho se siente más relajado cuando lo hace a solas y casi una tercera parte de ambas formas.

El estrés, el mayor enemigo

Cuando se habla de los «dormitorios muertos», lo que se conoce como la inexistencia de una vida íntima en pareja, se señala al estrés como principal culpable.

Y es que las consecuencias de esta respuesta pasan más factura a la sexualidad de lo que podemos imaginar.

Cuando sentimos estrés, el cuerpo libera cortisol, una sustancia que rompe el equilibrio de otras hormonas del cuerpo, lo que puede llevar a que los niveles de testosterona disminuyan, que es crucial en el papel del deseo sexual en hombres y mujeres.

Si además nos fijamos en los datos de la investigación realizada por ADP Research Institute en 2022, averiguaron que el 66% de los trabajadores españoles experimenta estrés en algún momento de la semana.

Combatir el estrés no es tan sencillo como esa persona que te dice «Ay, pues no te estreses tanto». No es algo voluntario que podamos controlar.

De hecho, algunas técnicas que pueden ser de ayuda son encontrar estrategias para manejarlo como pueden ser el ejercicio, la comunicación en pareja, la alimentación, el descanso o pasar tiempo al aire libre por poner unos ejemplos.

Lo que merece la pena recordar es que si estamos en la época de reconocer la importancia de la salud mental, la satisfacción sexual es parte de ese bienestar humano.

Mara Mariño

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La razón por la que el orgasmo es el punto y final de tus encuentros íntimos se llama…

No te conozco, pero voy a lanzar una hipótesis sobre tu vida íntima: en el momento en el que llegas al orgasmo, todo termina.

Te levantas, tiras el preservativo, haces el pis de rigor y a seguir viendo la serie, a coger el móvil para responder los mensajes o a dormir.

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No es que nadie te haya dicho que se hace así, que ese es el orden a seguir, pero solemos repetir siempre lo mismo aun con diferentes personas en distintos momentos de nuestra vida.

Llegar al clímax es como cruzar la línea de meta, fin.

Ahora que estás pensando en que es verdad, que más que seguramente haya acertado (hasta con lo de coger el móvil), tampoco sabes muy bien por qué lo haces, pero lo haces.

Y de hecho, es una de las razones por las que se pueden llegar a fingir los orgasmos. Tenemos tan asimilado que supone el fin de la relación sexual, que si no sabemos cómo expresar que no nos apetece continuar, optamos por replicarlo.

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Pero, ¿tiene sentido que esta sea nuestra concepción del sexo? Si te paras a pensarlo, le estamos dando la máxima importancia a algo que son tan solo unos segundos de tiempo.

La explicación de esta relevancia que damos al orgasmo se debe a que, por un lado, consideramos que el orgasmo es imprescindible para disfrutar del sexo, algo que se conoce como imperativo del orgasmo.

Según esta creencia, para que una relación sea satisfactoria, tiene que contar con el orgasmo.

Esta idea nos llevaría a buscar una relación sexual con el fin de alcanzar el clímax, que es la definición del orgasmocentrismo.

Y aunque no te voy a negar que las sensaciones del pico de placer son incomparables, ¿tiene sentido que vivas toda tu sexualidad -en solitario o en compañía- a la espera de tan solo unos segundos?

Si trasladamos esa mentalidad al resto de momentos de nuestra vida es como si fueras a un parque de atracciones, te subieras a tu montaña rusa preferida y volvieras a tu casa. O como si tiraras toda la tarta de queso a la basura porque lo que más te gusta es la base de galleta.

¿A que no tiene sentido?

Así te afecta (negativamente) el orgasmocentrismo

De hecho, esa mentalidad orgasmocéntrica consigue que nos agobiemos tanto por llegar, que no prestamos atención a otras situaciones o momentos que pasan desapercibidos (caricias, miradas, olores, sabores…). Perdemos información erótica.

Esa preocupación que nos hace perdernos en nuestros pensamientos intrusivos («¿Se estará cansando?», «Seguro que le parece que estoy tardando un montón», «¿Qué me pasa hoy, que no llego?») y hace más difícil poder alcanzar esa ansiada cima, ya que para el clímax tenemos que estar en un estado de relajación y conexión con las sensaciones.

Además, también podemos culpar al orgasmocentrismo de haberse convertido en la vara de medir sexual.

Si la otra persona no alcanza el orgasmo, sentimos que no somos buenos amantes, toda nuestra autoestima sexual pende de que la otra persona llegue o no al clímax cuando escapa de nuestro (y su) control.

Y, es también la razón por la que terminamos en cuanto aparece el orgasmo a modo de punto y final. Una vez llegado a ese objetivo último, ¿para qué continuar?

Pues porque más allá del orgasmo, puede que el deseo que tengamos sea el de tener otro tipo de intercambio erótico o simplemente afectivo.

Por suerte, aunque vivas todavía bajo el paraguas del orgasmocentrismo, puedes ‘salir’ de él.  El sexo son muchas cosas, y no se debe limitar únicamente a un pequeño rato de placer.

La motivación principal es disfrutar, sí, pero también está la de expresarnos, conectar, demostrar el afecto que sentimos hacia la otra persona…

Y, sobre todo, recordarte que no hay una narrativa ni un esquema a seguir.

Podemos tomarnos la libertad de inventarnos el orden, de tener un orgasmo al principio y luego caricias por el cuerpo, besos o, por qué no, otra práctica sexual, las posibilidades son infinitas.

Mara Mariño

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Orgasmos fingidos, ¿es mejor contarlo o no decir nada a la otra persona?

No seré yo quien juzgue a ninguna amiga que me cuente que ha hecho pensar a su pareja que ha llegado al orgasmo, porque yo he estado ahí. De hecho, es algo que he puesto en práctica durante años, hasta que me di cuenta de que fingir no me llevaba a ningún sitio.

Y más importante, no me reportaba ningún placer.

Así que empezaré el artículo abriendo un melón: todas o casi todas hemos fingido orgasmos alguna vez.

pareja orgasmo sexo

PEXELS

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En mi caso, si se trataba de algo esporádico, y sin la posibilidad de volver a ver a la otra persona en mi vida, no me planteaba decir nada. Era un secreto que me llevaría conmigo.

(Aunque no tendría por qué ser así, también deberíamos poder sacar este tema si queremos, aunque sea una cosa puntual).

La cosa cambiaba un poco si en mis planes estaba repetir con esa persona y quería disfrutar. Disfrutar de verdad, no como creían que había disfrutado.

Además, me quedaba el malestar de no haber sido del todo sincera y que, con quien me comparta, se merece esa honestidad por mi parte.

Si me desnudo, que sea en todos los aspectos, ¿no?

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Desde mi punto de vista, si esto te resulta familiar, tienes varias opciones, empezando porque puedes pasar del tema y dejarlo correr y centrarte en los encuentros venideros.

Más que nada porque va a ser una experiencia de muchas y si tampoco ves que aporte nada decirlo, se puede quedar como algo anecdótico para ti y punto.

Sobre todo porque hay ocasiones en las que esa incapacidad de alcanzar el clímax puede deberse a que no tienes el día, estás posreglosa, el trabajo ha sido estresante, tu salud está regular…

No es ya solo que cada cuerpo es distinto, cada momento nos afecta de manera diferente, ¡si incluso puedes tener un orgasmo y no sentir placer!

Pero si se trata de un orgasmo fingido para no pararte a explicar tus gustos, porque vuestro intercambio puede ser mejor y punto, dedicar tu energía a comunicarte en la próxima ocasión, ilustrarle o dirigirle para que aprenda cómo te gusta, son buenas opciones.

Aunque es muy válido que quieras ser sincera y además reivindiques que la otra persona esté ahí para escucharte porque necesitas compartir tu experiencia íntima.

Sinceridad con asertividad

Lo único que te puedo aconsejar es que la manera de ponerlo sobre la mesa sea lo más asertiva posible, que de la sinceridad al sincericidio hay una gran diferencia.

Concretamente la que va del «quiero disfrutarlo más» al «no has hecho que me corriera contigo».

Una manifiesta un deseo y voluntad de mejora, la otra puede recibirse como un ataque y desencadenar una respuesta defensiva (así como tocarle la autoestima).

Hablar claro de esto es recordar que nadie nace sabiendo, que estáis familiarizándoos con los respectivos cuerpos y que en ese momento saliste por interpretar un orgasmo porque no te sentías cómoda interrumpiendo, con la suficiente confianza todavía o porque querías mantener esta conversación en otro contexto.

Del otro lado deben entender que los orgasmos dependen de muchos factores y sobre todo aceptar que no está relacionado con su propia performance.

Si no lo comunicas y sigues sin decir nada, pero mantienes tus interpretaciones orgásmicas, tu insatisfacción terminará por cruzarse en el camino y ser el elefante de la habitación.

Además de que, a la larga, terminarás perdiendo interés por esos momentos de intimidad y en caso de que cambies de idea, luego será más duro de encajar por la otra persona.

Normaliza que habrá ocasiones en las que no llegues al orgasmo sin que sea ‘responsabilidad’ de nadie, crea un espacio donde puedas decir «hoy no llego» y, de manera natural, podáis cambiar de actividad.

Mara Mariño

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¿De dónde viene la brecha orgásmica? Así podemos reducirla entre todos

Creo que todas, o casi todas, hemos fingido un orgasmo alguna vez en nuestra vida.

Y el motivo es común: teniendo sexo, solo con penetración, a la mayoría nos resulta complicado alcanzar ese placer prometido por tantos libros y películas.

pareja cama sexo placer

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Porque en esas escenas en el cine o series, también según las canciones o los capítulos subidos de tono de cualquier novela, bastaba con meterla.

Así que, ante la duda de no saber qué estaba pasando exactamente con nuestro placer, tirábamos de dotes interpretativas.

Soltábamos algún quejido digno de Oscar para que pareciera que sí, que nos lo habíamos pasado igual de bien que él.

Y así es como la brecha orgásmica llegó a nuestras vidas. Una separación en el contador de clímax que dio lugar a toda esa serie de mitos que circulan alrededor de nosotras.

Como que nos cuesta más llegar o que, desde un punto de vista biológico, somos más complejas que los hombres cuando se trata de disfrutar.

Ni nos cuesta más ni nuestro sistema es más difícil, es que, durante todo este tiempo, la vara de medida siempre ha sido el coito.

Y claro, cuando el 100% de los hombres llegan al orgasmo con él, pero nosotras no, se considera que es la práctica que se puede usar como herramienta de cálculo infalible del placer.

Pero, ¿y si se hubiera usado el sexo oral como práctica para comparar la facilidad de llegar entre ambos?

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Lo más seguro es que esa distancia no existiría.

El problema es que, al partir del coito como unidad de medida, si las mujeres no llegan, enseguida se piensa que su sexualidad no está bien, algo raro pasa con ellas.

En ningún caso se cuestiona la práctica. Y lo peor es que hasta nosotras mismas nos lo creemos porque desde pequeñas tomamos de referencia la penetración.

Así que, ¿qué es lo que podemos hacer para contrarrestarlo?

Salvando las distancias

Lo primero es volverte dueña de tus sensaciones, lo que puedes conseguir si descubres de qué manera lo pasas bien, cómo acelerarte y la manera de ‘disparate’.

En segundo lugar, la penetración está muy bien -no me leerás decir lo contrario-, porque es placentera, sí, y también permite conectar a otros niveles, pero no la conviertas en el centro de tu vida sexual (coitocentrismo).

Que sea una parada más en el camino del disfrute, pero no de alcanzar el clímax si notas que te falta estimulación en otras zonas.

Por último, comunícate siempre con tu pareja.

No podemos hacer responsables al resto de nuestra falta de orgasmos si ni siquiera nos tomamos la molestia de decir lo que nos está pasando.

Si ves que no llegas, pide por esa boquita. Explícale cómo lo puedes hacer y, si no lo hace como te gustaría, enséñale.

La brecha orgásmica no se va a reparar sola como la capa de ozono. Tienes que reducirla tú a base de correrte (o hacer que se corran).

Mara Mariño

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El ‘squirt’ por encima de todo: la sobrevaloración del orgasmo con fluidos

«¿Haces squirt, me preguntaba una vez por mensaje de Instagram un chico.

Le dije que eso era algo personal (que además de serlo, no sé cómo se sintió con la confianza de lanzar esa pregunta de la nada) y me contesto: «Vale, entonces es que no».

Fin de la conversación.

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Me encantaría decir que fue la única vez que tuve un diálogo del estilo, pero no, la influencia del squirt llegó mucho más lejos y me vi en situaciones parecidas.

Mi sensación era que «¿Haces squirt?» era el nuevo «¿Vas al gimnasio?». Como que se había popularizado como forma de romper el hielo.

Pero también que se usaba como vara de medida. Casi haciendo sentir que, si no lo experimentas, formas parte de una categoría de amantes menos interesante.

O que eres rara.

Primero fue la desconfianza hacia el clítoris. Si no tenías un orgasmo solo con la penetración, algo pasaba contigo. Y no era precisamente bueno.

Ahora es si no eyaculas. Si no eres capaz de disparar chorros de agua como las fuentes de La Granja de Segovia, ¿cómo va a saber la otra persona si lo has disfrutado realmente?

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Conseguir el squirt no es sacarse un examen de conducir, no significa que seas un compañero sexual increíble.

Habrá mujeres que lo tengan y quienes no lo lleguen a experimentar en la vida.

Quienes eyaculen desde la adolescencia y quienes suelten su primer chorrito casi en la cuarentena. Es algo que puede depender de un sinfín de factores y no solo de quién nos está tocando.

Pero considerarlo algo universal y verificación inequívoca del disfrute, es solo la enésima prueba de que las fantasías de las películas eróticas no se han quedado en la pantalla del móvil y han empapado el imaginario erótico masculino.

Así que aprovecho para recordar que es una cuestión íntima (¿voy yo preguntándote qué tamaño de juguete te metes por detrás?) pero sobre todo que -por muy frecuente que resulte en la ficción de la pornografía-, es algo que le sucede entre al 15 y 55% de las mujeres, es decir, no es una mayoría absoluta.

Ah, y que si no lo experimentas, no quita que no tengas unos orgasmos increíbles, pero que mejor no tener presión encima con el hecho de que se espere de nosotras ser un aspersor entre las sábanas.

Así que más que especializarse en técnicas de squirt, propongo que se piense en disfrutar y punto.

Porque lo que todas tenemos en común, ya que está especializado en ello, es el clítoris.

Mara Mariño

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Por qué es bueno gemir (también cuando te masturbas)

Que gemir es un aliciente cuando estamos en pleno encuentro sexual no creo que te pille por sorpresa.

Escucharlo te activa, acelera, motiva, despierta… Te conecta con tu propio placer y, a la vez, es la manera que tienes de ‘leer’ a tu pareja.

hombre gemir masturbación

ARCWAVE

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Y aún con todo, es algo que para nosotras resulta más fácil poner en práctica.

No porque tengamos unas cuerdas vocales especialmente preparadas o porque no podamos contenernos, es más por una cuestión de género.

El estigma de que gemir es algo poco masculino, pesa sobre los hombres que encuentran en hacer ruido algo que les hace sentir incomodidad.

Pero las ventajas de hacerlo no son solo de cara a ‘hablar’ en la cama sin necesidad de pronunciar palabra, emitir estos sonidos intensifica el placer.

«En los hombres los gemidos en la masturbación son particularmente útiles para que quiten un poco el ‘piloto automático’ con el que a veces se masturban y lo conviertan en algo más erótico y consciente» explica la sexóloga Ana Lombardía (puedes leer aquí algunas de sus entrevistas).

Más allá del mindfulsex, «gemir ayuda a que se desinhiban y se dejen llevar, aumentando el placer y potenciando los orgasmos», afirma.

Pero, ¿hasta qué punto hay brecha silenciosa? Por el estudio que ha realizado Arcwave -marca de juguetería erótica masculina-, 4 de cada 10 optan por el silencio total.

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La empresa de juguetes reveló que solo un 60% de los hombres que participaron en el estudio afirmaron gemir durante la masturbación.

Sus respuestas iban desde «Porque disfruto», «Para que sean más intensos» a «Para sentirme más cerca de mí mismo».

Por otro lado, la mayoría de los que respondieron que no emitían sonidos dijeron que era por miedo a ser escuchados, algo que se puede entender si, por lo que sea, hay más gente cerca y no quieres que se enteren.

Yo soy la primera que ha optado por la discreción cuando había familia o compañeras de piso en casa.

Pero un 33% respondieron que no lo hacían porque lo encontraban embarazoso, y es esa cifra la que debe cambiar.

Para conseguirlo, tenemos que plantearnos de qué manera viven los hombres su erotismo, el placer.

Porque en el momento que se relaciona con la vergüenza, parece que expresar la masculinidad en la cama solo está permitido si es a través de un voto de silencio absoluto o ruidos guturales, casi dignos de una lucha entre gorilas.

Hay que salir de ahí, alejarse de esa idea de que los hombres no pueden manifestar su placer y conectar con las sensaciones -y lo que pide el cuerpo- en el momento.

Aprender a liberarse es relajarse, sentirse, expresarse de la manera que te salga. Por tener orgasmos más intensos merece la pena, ¿no?

Mara Mariño

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No, no existen diferentes tipos de orgasmos, existen infinitas formas de llegar a él

«Solo hay un tipo de orgasmo», dice la sexóloga y escritora Valérie Tasso. «Es como el dolor. Lo que hay son infinitas maneras de sentir un orgasmo».

De esta manera, en el último evento de Lelo en Madrid, la experta desmiente lo que, a día de hoy, muchas creíamos sobre el clímax (y sí, me incluyo).

Me refiero al mito de que somos binarias a la hora de corrernos: o team clítoris o team vagina.

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LELO

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Esta división entre nosotras recuerda un poco, como la sexóloga explica, a la manera que tenía Freud de ver la sexualidad femenina.

Si eras ‘inmadura’, el placer te llegaría a través del clítoris. Pero solo las mujeres ‘maduras’ lograrían un orgasmo sin necesidad de estimularlo.

Bastaría con introducirles algo en la vagina (y con «algo» me refiero a un pene, por supuesto). Una excusa genial para justificar que el coito fuera imprescindible, ¿no crees?

Todo esto viene por el nuevo lanzamiento de la marca sueca, que viene a ser como el Apple de los juguetes sexuales.

Sus productos no son solo herramientas de placer, sino un indicador de hacia dónde identifican que, socialmente, nuestra sexualidad va virando.

Y, el caso de su última creación, Lelo Dot, es una especie de varita que termina en una punta fina que vibra en elipsis. Un explorador de puntos erógenos más allá de los que solemos visitar con mayor frecuencia.

El mensaje detrás está claro, acercarnos más que nunca ya seamos un ella, un él o un elle.

Los nuevos juguetes se centran en lo que nos une, no en lo que nos diferencia, que son los genitales -pese a que estén hechos del mismo tejido eréctil, como también recuerda Valérie-.

Y si algo compartimos son los puntos erógenos. Esos que nos espabilan, nos erizan la piel sin que sepamos por qué y se reparten de manera aleatoria por cada cuerpo, salpicándonos de inesperadas vetas de placer.

Que también «lo que para uno es erógeno, para otro puede ser erróneo», afirma la sexóloga.

Como ejemplo, la parte interior de los codos o las rodillas son sitios tan inesperados como disfrutables, pero pierden protagonismo cuando todo lo que vemos en las estanterías de cualquier sex shop, está pensado para los genitales.

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El resultado es que no nos esforzamos en descubrirlos. Nos quedamos en los que están más ‘a mano’, literalmente hablando.

Somos un poco como el hámster que sabe que, pulsando la palanca, siempre va a recibir un premio. Si el clítoris o el pene son sinónimos de orgasmo, ¿para qué buscar otros?

Hasta hace poco, los juguetes se dividían en dos categorías: para meter o para meterla.

Sin embargo, parece que por fin nos alejamos de la penetración cuando se nos anima a jugar, a descubrir, a conocernos como quizás nunca habíamos tenido oportunidad de hacerlo.

Los nuevos juguetes dicen que tu sexualidad es única y es tan importante descubrirla como convertirla en protagonista absoluta (y no considerarla un calentamiento o mal llamado «preliminar»).

Hay un solo tipo de orgasmo, pero casi dos metros cuadrados de piel, llena de terminaciones nerviosas, repartidos por la piel del cuerpo.

Y si la mueva generación de juguetes sexuales nos invita a dar con ellas quizás es el momento de hacerles caso.

Mara Mariño

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Sí, puedes tener un orgasmo y no sentir placer

¿Hay algún momento de nuestra vida donde pasen cosas más curiosas que en el sexo? Tengo mis dudas…

Objetos inesperados, posturas que solo se limitan por la imaginación, sonidos que nunca habías escuchado y sensaciones que, hasta ese momento, desconocías.

Resumen: en la cama y fuera de ella puede pasar de todo.

pareja cama placer

PEXELS

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Pero -claro que tenía que haber un pero-, aunque sea algo que practicamos por puro placer, no siempre lo conseguimos.

A mí me ha pasado que, justo cuando todas las señales de mi cuerpo indicaban que estaba a punto de caramelo, cuando parecía preparada para tener un orgasmo espectacular, se ha quedado en nada.

Me ha recorrido un pequeño temblorcillo y fin. Hasta ahí. Como cuando pones cava en una copa y parece que estás desbordando, pero luego apenas llega el líquido a la mitad.

Además, sabía que había terminado todo porque, si seguía tocando, mi cuerpo respondía raro. Con ese espasmo incómodo que parece decir «Ya. Se acabó. No doy más».

La primera vez que me pasó, me quedé helada. «¿Pero dónde está?». Casi me daban ganas de buscar entre las sábanas o mirar debajo de la cama.

¿Es posible que se me haya perdido un orgasmo? Lo cierto es que sí, no todos los orgasmos son iguales y el caso que he relatado, es más común de lo que parece.

Porque podemos alcanzar el clímax sin que el placer le acompañe.

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La práctica llevada a cabo es algo que tiene poca relevancia, da igual si sucede durante la penetración, sexo oral…

Desde Lelo, la marca de juguetería erótica, desvelan el misterio de los orgasmos poco placenteros: es una falta de entendimiento entre la excitación del cuerpo y la mente.

Lo que significa que, de la misma manera, nos puede pasar sin estar en compañía de nadie durante una sesión de masturbación -especialmente si es durante el teletrabajo, porque la cabeza puede seguir ‘conectada’ al ordenador dándole vueltas al mail sin contestar-.

También puede que haya motivos físicos o psicológicos de por medio (que pueden necesitar que lo abordes con un profesional).

O, directamente, una falta de deseo porque una de las dos personas está más predispuesta que la otra.

En mi caso, siendo algo tan puntual, tiendo más a pensar que mi cabeza no estaba donde tenía que estar.

Por eso, en vez de agobio, me ha servido como reflexión, la de que el orgasmo no puede ser el fin último.

Porque puede darse o no. Y, si se da, quizás no es tan placentero como esperábamos. Entonces podemos seguir obsesionándonos con perseguirlo como si fuera el único premio…

O empezar a disfrutar de una relación sexual desde el momento que comienza en nuestra cabeza, con la anticipación de que va a llegar un encuentro con otra persona, y hasta que nos vestimos de nuevo.

Porque el placer está en todo: en la piel, en el olor, en el sabor, en el sonido, en él apoyado contra la pared mirándote desde arriba… En el orgasmo también, claro, pero no dejemos que lo monopolice todo.

El sexo es demasiado grande como para limitarlo a esos 11 segundos.

Mara Mariño

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