Que una de las consultas que más recibo como sexóloga sea sobre la dificultad a la hora de llegar al orgasmo, me da mucho en qué pensar.
Es un momento genial, te lo compro, una descarga de tensiones que sacude todo el cuerpo seguida de una cascada de hormonas que te dejan sintiéndote mejor que después de un baño en la piscina un día de mucho calor.
Pero en la mayoría de los casos, si cuesta no es por una cuestión física, por «estar mal hecha», como he llegado a escuchar, suele ser por la cabeza o lo que nos pasa por ella.
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Las causas psicológicas son las responsables -en la mayoría de las ocasiones-, cuando las fases de la respuesta sexual sufren una interrupción, quedándose estancadas en la meseta.
Pero el motivo de que cuando sucede esto, genere tanto agobio es porque hay quienes viven el sexo en pareja como una esfera donde tienen que cumplir ciertas expectativas y sienten que fallan en caso de no conseguir hacer alcanzar ese punto de excitación a la otra persona.
Como experta puedo decir que es muy bonito y sano que exista esa responsabilidad de dar placer con quien compartimos intimidad, habla de que nos preocupa el disfrute más allá del nuestro.
Pero hay una línea entre que se mantenga la reciprocidad y que, sí o sí, nos obsesionemos con conseguir el orgasmo ajeno.
Incluso personas que pueden tener problemas en alcanzar el clímax -aunque no me gusta decir problemas porque normalmente suele ser que necesitan sus tiempos y estimulaciones- y lo han hablado largo y tendido con su pareja, se agobian si ven que esta se preocupa por sentir que es su culpa.
Porque la primera idea que se tiene al respecto es una cuestión de falta de atracción o que no lo están haciendo bien (aunque no sea cierto).
Es decir, que en vez de ver una vivencia sexual por disfrutar de un momento de placer, se añaden todas estas presiones que, aunque no se mencionen en alto, pasan factura y, a su vez, alejan más y más el orgasmo. La pescadilla que se muerde la cola.
¿Cómo hacérselo entender a la otra persona?
Según un estudio realizado en el año 2018 por psicólogos de la Universidad de Indiana, entre el 10 y el 40% de las mujeres entrevistadas dijeron tener dificultad o incapacidad para llegar al orgasmo.
Y, en 2023, uno de los mismos investigadores, quiso comprobar lo mismo en el caso de los hombres y el porcentaje oscilaba entre el 5 y el 10%.
Dentro de que son variadas las razones por las que puede deberse, la conclusión es la misma: hay personas cuyos juegos sexuales no van a incluir un orgasmo y eso está bien así.
El orgasmo no es una meta, ni una casilla que debemos marcar con una cruz, tampoco mide la satisfacción de la relación sexual ni de nuestra relación en general.
Añade tanta presión al sexo tener una pareja que siente que te falla porque no has llegado al orgasmo, que una que ve tu clímax como un Escape Room que tiene que resolver a toda costa.
— Mara Mariño (@meetingmara) July 24, 2024
Estando en una sociedad tan sexualizada, donde la mayoría estamos en relación monógama y tenemos vínculo afectivo y sexual con una sola persona, sé que cuesta no caer en la falsa idea que fallas a tu pareja o eres mal amante, pero no es así.
Es más, si se vive el terreno íntimo para lograr la sensación de validación de la otra persona, y después de un encuentro llegan reproches y discusiones, se puede empeorar aún más la situación hasta el punto de que puede derivar en no querer más encuentros sexuales.
Incluso quienes, con la mejor de las intenciones, se toman ese orgasmo escurridizo como un desafío que deben superar a toda costa, también pueden aumentar esa presión de forma indirecta.
Así que, mi consejo, es sentarse y tener una conversación donde se pueda hablar largo y tendido de las cosas que atraen de la pareja, lo que más gusta de compartir esos ratos de disfrute y de qué manera se puede hacer de la experiencia algo menos exigente y más sensorial.
Con este refuerzo positivo os recordaréis que el placer en el sexo tiene valor como experiencia y no como meta.