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Nos incomoda que nuestros novios vean porno (pero lo dejamos correr)

Por muy discretos que sean nuestros novios, hay algo que no nos genera ningún tipo de duda al respecto: consumen porno con regularidad.

hombre porno móvil

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Digo que es una certeza porque, a no ser que hayan hecho una búsqueda activa de las condiciones que hay detrás de esos vídeos y hayan analizado los mensajes que ven en la pantalla, con la voluntad de desligarse de ello, lo habitual es que forme parte de su vida.

La diferencia, respecto a nosotras, es que el porno llegó a su vida hace décadas. Las nuevas generaciones más todavía, ya que se ha adelantado a los 8 años la primera ‘toma de contacto’, generalizándose su consumo a los 14.

Y, según el informe realizado por Save the Children en 2022, el 81,6% de estos espectadores son chicos.

El porno es complicado, es como cuando te regalan un cuadro feo que no quieres poner en ningún lado, pero ha sido regalado. No te ha costado nada, ¿cómo no utilizarlo?

Es complicado porque se entremezcla con los discursos neoliberales y el avance feminista de reivindicar que cada uno haga lo que quiera con su vida, incluso si implica explotarse sexualmente.

Aunque cuesta pensar que alguna vagina sea capaz de aguantar penetraciones constantes durante varios días de rodaje.

Lo que cuesta aceptar, y que repito por activa y pasiva, es que el porno es por y para hombres. Esa es la raíz del conflicto.

Y si mencionaba esa vagina explotada es porque el 100% de los actores realizan la penetración, el pene flácido no existe y los encuentros duran hasta 30 minutos (uso de sustancias de por medio).

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Otros datos que se recogieron en la II Conferencia Internacional sobre género y comunicación son que de 100 estrellas del porno, 96 son hombres o que los adolescentes son los mayores consumidores, quienes además utilizan estas plataformas como educación sexual.

Ahí está otro de los problemas. No es ya solo que hablemos de una industria que fomenta estereotipos de cómo deben ser los cuerpos según la mirada masculina.

Es que es la herramienta que garantiza que la desigualdad entre las sábanas se normalice y la violencia hacia las mujeres se vea no solo como algo normal sino deseable.

Lo comentaban Silvia Príncipe y Laura Torruella en el podcast Patriahorcado sobre la pornografía: el 97% videos de PornHub y X Videos donde aparece violencia, la mujer es la víctima.

En el 93% de estos vídeos, su respuesta está relacionada con el placer y son en el 76% de ellos donde los hombres ejercen esa violencia.

Así que sí, es perfectamente normal que te sientas incómoda si tu novio ve porno. Tienes razones de sobra.

Lo que igual tenemos que empezar a preguntarnos o preguntarles es por qué a ellos no les desagrada o, en el caso de que lo haga, por qué lo siguen viendo.

Pero sobre todo si queremos estar con alguien cuya ética ve con buenos ojos alimentar esta industria.

Mara Mariño

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Lo que el documental de PornHub no cuenta

Yo no sé tú, pero desde que estrenaron el documental Hasta el fondo: la historia de Pornhub en Netflix, tenía pendiente ponérmelo para ver qué había de nuevo bajo el sol (o bajo el paraguas de la pornografía).

PornHub ordenador

20MINUTOS.ES

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Si nunca en tu vida has oído hablar de Pornhub, y para que entiendas el resto del artículo, basta con que sepas que es una web donde se cuelgan vídeos eróticos y es especialmente conocido por las analíticas que saca a final de año extrayendo cuáles son los gustos de su público en función del país en el que se encuentran.

Sí, así fue como descubrí que la categoría milf está en el top 3 de búsquedas más populares.

Peor vamos al documental, una perfecta narrativa de cómo el porno es esa cosa empoderante que permite que una mujer pueda vivir como Georgina Rodríguez trabajando solo unas horas al día delante de la cámara o cómo los intérpretes son ahora sus propios jefes sin depender de una productora.

El documental sabe dónde tocar: los palos de libertad sexual, de hacer con el cuerpo lo que se quiere, no faltan como hilo conductor del discurso.

Tampoco su manera de eximirse de las polémicas de vídeos de menores colgados en contra de la voluntad de estos con la premisa de que no pueden controlar lo que suben porque es una plataforma de libre acceso.

Aunque sea la plataforma quien lo monetice

Hay momentos en los que es todo tan de color de rosa que es como si Disney hubiera estado a cargo de la producción del documental.

Y además por la cantidad de mujeres que vemos defendiendo a capa y espada todas las bondades de su manera de ganarse la vida.

Pero, como cualquier otra película, no es real.

Y ni PornHub es feminista ni la pornografía la máxima expresión del empoderamiento femenino.

Ni todo el romanticismo de la historia edulcorada de la embajadora de PornHub que se pudo comprar una casa, nos desvía de otra gran realidad que no aparece en el documental: la mayoría de los casos no son así.

Porque, si así fueran, las grandes fortunas del mundo serían todos los trabajadores y trabajadoras que vienen del sector de la pornografía.

Pero ese es un porcentaje muy pequeño que es el que puede permitirse una vida de lujo, el que escoge sus horas de trabajo, el que recibe premios por sus vídeos y pagos aparte por sus apariciones en eventos.

¿Dónde están los pisos con varias habitaciones donde chavales de 20 años se pasan metidos 6 días a la semana delante de una cámara, el pan de cada día en Colombia con el boom de las webcams?

¿Los mismos pisos donde salen sintiéndose asqueados, avergonzados, pero con dinero para comer una semana más porque es el único trabajo que les da una fuente de ingresos rápida para una supervivencia de urgencia?

No se habla de que ese contacto tan temprano con unas imágenes demasiado erotizadas son las que hacen que prácticas con violencia de por medio sean las que nos veamos replicando a día de hoy sin saber si nos gustan o no.

Ni de que son caldo de cultivo de ‘Manadas’, como explican Mabel Lozano y Pablo J. Conellie en su libro PornoXplotación.

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Solo porque es más probable que veamos antes un vídeo porno que recibamos una clase de educación sexual que siembre las bases de que el deseo es algo que debemos construir y no reproducir de lo que vemos en la pantalla (y no hemos elegido).

Tampoco se habla de que la gran mayoría de consumidores de la pornografía son hombres, los mismos que luego cumplen sus fantasías que ven en las películas pagando por un servicio sexual.

Son ellos los que tienen la idea de que una mujer está siempre disponible. Bien a través de una cámara web o en vivo y en directo.

El problema es que hablar de esto sería revelar la incómoda verdad de que si esta página sigue con vida no es, como mantienen durante el documental, para darle ‘su espacio’ a la mujer y facilitarle esa independencia.

Es para darle a los hombres lo que desean. Bien una milf, asiática, dominatrix, mujer trans o niña menor de edad.

Mara Mariño

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Se nos ha colado la violencia en la cama

Conocí a un chico en Tinder con el que tenía muchas cosas en común y una atracción de otro planeta.

Terminamos en su casa y al poco, estaba inmersa en una práctica sexual súper violenta.

Además de sentirme en peligro todo el tiempo (era la primera vez que teníamos sexo y no entendía que hubiera derivado en algo que, para mí, hace falta más confianza) volví a mi casa con la idea de no volver a verle.

agarrar mano

PEXELS

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Él me escribió al día siguiente, que lo había pasado genial y repetíamos cuando yo quisiera. Aquello fue la prueba de que habíamos vivido dos experiencias completamente diferentes.

Para él, la violencia estaba tan integrada con su forma de sentir placer que ni se planteaba que para mí pudiera haber sido distinto, hasta el punto de encontrarme incómoda por percibirlo como una situación de riesgo.

Y no, él ni es raro ni está enfermo, simplemente su sexualidad está condicionada por ejercer la violencia contra su pareja.

Porque en este caso no hablo del BDSM, cuando este tipo de experiencias de dominación y sumisión forman parte de la experiencia y llevan un consentimiento que se habla (y acepta) previamente por ambas partes.

Hablo de tener un encuentro convencional y rutinario en el que este trato brusco donde los golpes, bofetones, inmovilizaciones y un lenguaje humillante aparecen por sorpresa.

Aquello me ha llevado a preguntarme por qué las tenemos normalizadas en la cama, fuera de las prácticas eróticas relacionadas con la violencia física (infligida) del sadismo y (recibida) del masoquismo.

Agarrar del cuello hasta provocar cierta asfixia, golpear o tirar del pelo son algunos comportamientos normales del sexo para muchas personas.

De hecho, está tan extendido incluir un poco de dureza que, si no aparece, incluso definimos al encuentro como ‘vainilla’, como que no es lo bastante satisfactorio, que se queda flojo

No es raro que esta sea la conducta que se reproduce en la cama si tenemos en cuenta que es la misma que se ve en las películas pornográficas, donde cualquier extremo se convierte en lo normal para los espectadores de tanto verlo.

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No es ya solo que se reproduzca lo mismo que se ve en la pantalla, porque siendo el primer contacto que tenemos con el sexo y el más frecuente a edades tempranas, pensamos que es así como debe ser.

Si no que se construye la estimulación alrededor de eso. Y, cuando cada vez que te masturbas, hay una mujer sufriendo una agonía, es raro que consigas que te guste tanto si la ves disfrutando en vez de pasándolo mal.

Cuanto más duro, más placentero.

En el caso de las mujeres, es habitual que conectemos sexo con violencia si hemos estado en una relación abusiva.

Cuando la intimidad con la otra persona se ha construido alrededor de prácticas en las que había violencia, pasa lo mismo que crecer viendo porno: sin ellas en la cama, no concibes el sexo.

La parte positiva es que es posible romper con todo esto (lo que llamamos ‘deconstrucción’) e intentar, una vez descubierta la razón de por qué nos gusta, probar a que el disfrute no venga de ahí.

Todos merecemos tener un encuentro sexual divertido y placentero, pero sobre todo, seguro. Y, ante la duda, mejor plantearse si podemos hacerlo mejor sin necesidad de herir a nadie (a no ser que lo hayamos consensuado primero)

Mara Mariño

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Sobre el ‘despiste’ de equivocarte de orificio durante la penetración

Hay momentos en los que, cuando tienes sexo con otra persona, te quedas pillada por alguna razón.

Puede ser la típica interrupción de repasar mentalmente dónde guardas los condones (la última vez los moviste para que tu gato dejara de jugar con ellos), pasar previamente por el baño para quitarte la copa o cuando notas que algo no está yendo como esperabas y no sabes cómo reaccionar.

La reflexión de hoy va de uno de esos casos.

mujer hombre cama

PEXELS

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Soy la primera consciente de que los genitales femeninos no son la estructura más fácil e intuitiva del mundo.

Me encantaría que resultaran tan mecánicos y fáciles de interpretar como un pene. Pero son más bien como la web de la Renfe.

O la conoces al dedillo porque la visitas a menudo o terminas sin saber dónde está cada cosa.

Tenemos pliegues, texturas, agujeros y todo está hacia abajo y muy cerca unas cosas de otras.

Es más, recuerdo que un amigo me contó que, lo que más les sorprendía a los hombres la primera vez que tienen, sexo era lo ‘abajo’ que está la vagina cuando se la esperan a la altura del pene, coronando nuestro pubis.

Así que soy bastante comprensiva cuando, como digo, un dedo, una lengua o cualquier otro apéndice, termina en el agujero que no esperaba: el ano.

Y es que a la hora de tener sexo con penetración con una persona, no parece necesario hablar para que quede claro que, el orificio en el que va a suceder la acción, es la vagina.

Por eso es muy habitual que, si por un casual notamos que la vagina queda atrás en el olvido y se va en la dirección equivocada, nos cerramos en banda y preguntamos si todo bien o si necesita ayuda con las indicaciones.

Sin embargo, ese error de dar con alguien que se ‘escurre’ o se equivoca, nos ha pasado si no a todas, a la mayoría. Como comento, teniendo en cuenta el diseño de nuestra anatomía, es algo bastante frecuente. 

Si recordamos que solemos tener sexo con la luz tenue (aunque yo recomiendo recrearse con las vistas), más todavía.

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Pero ¿qué hay de los casos en los que se usa como excusa para seguir adelante y conseguir una penetración por la otra vía?

Cuando eso nos sucede -porque solemos saber discernir cuando se trata de una confusión y no de algo intencionado- para nosotras es muy tenso y hasta preocupante.

Especialmente porque no se ha negociado previamente.

A diferencia de la vagina, que sí está preparada para la penetración, es una zona que necesita mucha más preparación y puede resultar, además de incómodo, muy doloroso.

Por eso creo que debe ser siempre puesto sobre la mesa antes de ponerlo en práctica.

Es más, precisamente como necesita un buen calentamiento y una charla previa (algo que en el porno nunca sucede y lleva a más de uno a pensar que en la vida real es así), hay quienes se refugian en que a nosotras nos puede dar demasiada vergüenza o quedar lo bastante asustadas como para que pidamos que se detenga la práctica.

Si quieres ahorrarnos la incomodidad, saca el tema primero.

Es tan fácil como «Oye, ¿te gustaría tener sexo anal?». Y por supuesto respetar la respuesta, ya sea afirmativa o negativa.

Porque aunque no lo hayamos hablado, si no queremos practicarlo, que lo hagas por error no te va a llevar a conseguirlo.

Es más, lo que vas a realizar es una práctica no consentida y se considera violación.

Mara Mariño

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De adicto al porno a ‘coach’ sexual que ayuda a los hombres, la historia de Gonzalo

A lo mejor no te conozco, pero hay una cosa segura que sé sobre ti: has visto porno. Y puede que tú no me conozcas, pero hay una cosa segura que sabes sobre mí: yo también.

Es difícil no dar, en algún momento de tu vida, con la industria de la pornografía. Ya sea por amigos, curiosidad o porque te la encuentras de forma casual como publicidad, darás con ella.

O ella contigo, más bien.

PEXELS

El porno viene siendo la forma más fácil de darte un rato placentero contigo. Pulsas play y miras. El único esfuerzo que pones de tu parte es mover la mano.

El vídeo te lo da todo hecho: una mujer escultural, un punto de vista de las escenas que te hacen sentir como si tú mismo estuvieras teniendo sexo con ella y una dinámica tan excitante que consigue hacer que te corras en pocos minutos.

Visto así, ¿cuál es el problema?

Gonzalo Salinas, el autor del libro Venciendo la Adicción al Porno: 7 Pasos para tener una vida Sexual Sana (que por cierto tenéis en Amazon por si os pica la curiosidad), sabe que lo que hay detrás del cine porno no es tan bonito ni tan inocente como parece.

Como exadicto a consumir este tipo de películas, el escritor me comenta que, lo que resulta más sorprendente, es la falta de aceptación de que existe un problema.

En la actualidad, Gonzalo trabaja como coach sexual trabajando con hombres que, como él, han tenido esta relación de enganche a la pornografía impidiéndoles disfrutar de una vida sexual placentera en pareja.

«Es frecuente escuchar a muchos hombres decir ‘Yo consumo de vez en cuando pero no soy adicto’, pero cuando invitas a dichos hombres a intentar dejar el porno, allí se dan cuenta que les es casi imposible», afirma.

«Esta adicción comienza como un divertimento, pero poco a poco va afectando el sistema de recompensa cerebral (que regula la dopamina, la hormona de la recompensa y de la motivación), y cada vez el cerebro va a pedir más y más. El porno hace que la persona genere una adicción química a la dopamina«.

¿Cuál es el primer síntoma que debería alertarnos?
La perdida de la voluntad ante el porno y, como factores secundarios, todos los síntomas negativos en lo, físico, lo psicológico y lo emocional. Ocurre de manera tan lenta que, cuando el hombre se da cuenta, ya lleva 10 o 15 años consumiendo porno, los cableados cerebrales sinápticos son bastante sólidos y sanar cuesta mucho mas.

¿Cómo afecta en la pareja consumir porno?
La dopamina es un neurotransmisor que participa en los procesos sexuales humanos, especialmente en la estimulación sexual. Cuando la adiccion al porno atrofia el sistema de recompensa cerebral atrofia muchos procesos en donde la dopamina esta implicada, como por ejemplo la erección o el limite corporal del placer que determina el tiempo de eyaculación. Si en la pareja el hombre no puede tener o sostener una erección, o presenta un cuadro de eyaculación precoz, le va a afectar su vida sexual.

Por otro lado, la adicción al porno genera consecuencias como imposibilidad de conectar emocionalmente con la pareja, ansiedad crónica, cuadros depresivos, distorsión de la imagen masculina y femenina en el sexo, falsas expectativas sexuales, entre muchas otras cosas.

El que tiene sexo como lo ve en el porno, termina por convertirse en el peor amante del mundo

¿Cuándo se dio cuenta del problema?
Desarrolle un síntoma que ya esta tipificado en la literatura científica que se llama Porn Induced Erectile Dysfunction (PIED por sus siglas en ingles), es decir disfunción eréctil causada por el porno. Era capaz de tener una erección viendo porno, pero no con una mujer de carne y hueso. Fue una experiencia devastadora. Para sanar tuve que trabajar durante más de dos meses con una maestra de Tantra que me hacia Lingam Massage, apelando a mi neuroplasticidad cerebral, y volver a despertar la sensibilidad en mi pene. Recuperé mi erección después de noventa y tres días de trabajo arduo.

¿Cómo tratarlo?
Existen varios pasos para salir de esta adicción y diferentes metodologías. Pero lo más importante es tener una estrategia donde contemples varios factores: reconocer que hay un problema y comprometerse a solucionarlo, transformar el medio ambiente, transformar el cuerpo con actividades que muevan la energía, implementar un proceso de creación consciente, redirigir la energía sexual, tener un protocolo para evitar la recaída, tener una comunidad de soporte, atender las necesidades emocionales profundas y aprender a vivir la vida intencionalmente.

¿Cuál es el apoyo que puede prestar la pareja en esta situación?
Sacar el tema suele ser difícil. Cuando la mujer les dice que no les gusta que consuman porno (he visto muchos de estos casos), los hombres llegan hasta a molestarse con su pareja aduciendo que «es normal», «que todo el mundo lo hace», sin conocer las verdaderas consecuencias del consumo de porno. Además, es tema del porno esta socialmente tan cubierto de vergüenza y de culpa que muy rara vez se habla del tema y cuando se habla suele ser cuando la adicción esta avanzada. Cuando alguien está pasando por una adicción al porno, el apoyo de su pareja es fundamental y de hecho acelera el proceso de recuperación.

¿Qué hace del porno algo tan adictivo?
La adicción bioquímica a la dopamina. El hombre adicto ha creado una nueva forma de masturbarse viendo porno: abre 10 pantallas al mismo tiempo, busca sus actrices y categorías favoritas, avanza las escena hasta la parte más hardcore y crea una secuencia en donde el ‘crear el ambiente buscando la escena perfecta’, es tan importante como masturbarse con el porno. Cada actriz nueva teniendo sexo es un nuevo rush de dopamina y el hombre queda en estado de euforia por largos períodos de tiempo. Además, suelen estirar el tiempo sin eyacular (edging) para alcanzar a ver todas sus escenas. De nuevo, hay muchísimo otros factores que juegan un papel aquí.

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¿Se puede consumir de manera ‘sana’?
El cerebro por su maleabilidad responde a cualquier programación que tú le hagas. Si quieres programar tu cerebro a estimularte con el porno, entonces consume porno. Pero si quieres programar tu cerebro a tener prácticas sanas en el sexo, entonces implementa esas prácticas en tu vida sexual. El porno está constantemente llevando tu conciencia fuera de tu cuerpo y hacia el pasado. No es posible experimentar placer sexual fuera de tu estado total de presencia, aquí y ahora. Y además, desde la dimensión espiritual, tu atención consciente perpetúa la industria del porno. Aquello a lo que le damos atención crece, es una transferencia de fuerza vital creadora.

¿Qué le dirías a una persona que está empezando a ver porno?
Que aprenda cuáles son las consecuencias del consumo. Esto no es una recriminación moral. Respeto la soberanía de cada individuo para que haga lo que le de la gana con su energía sexual, siempre y cuando respete al otro. Sin embargo, el que comienza a consumir porno, no sabe dónde le puede llevar, ya que es una practica altamente adictiva. Y, por supuesto, le recomendaría que utilice esa energía en mejorar su vida sexual: el sexo te da la posibilidad de entrar a un espacio elevado de amor y disfrute, en donde los amantes entrenados, presentes y conscientes de su práctica, pueden desvanecer momentáneamente su identidad individual, fundiéndose en una sola conciencia, disfrutando del éxtasis total. El porno representa un secuestro a esa hermosa posibilidad.

Para despedir la entrevista, Gonzalo me recuerda que, cuando ves porno, solo buscas una cosa: masturbarte. Cuando ves porno, la industria que está detrás busca hacer dinero.

«Saben todos los problemas que causa pero lo que mueve al mercado es el dinero. Ellos saben que siempre vendrá una ‘nueva starlet‘ que cumpla 18 años y que todas son piezas reemplazables en la industria», dice el escritor y coach.

Mara Mariño.

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Si soy feminista, ¿por qué fantaseo con que me dominen?

Hasta hace muy poco me sentía una incongruencia con patas. Irreverente e incoherente con mi vida sexual.

Yo, que me las doy de feminista practicante, de esas que defienden la igualdad de lunes a domingo en casa y fuera de ella, no llegaba a comprender por qué mi intimidad se salía de la norma. 

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Era ahí donde los principios se quedaban fuera, o eso me parecía sentir.

Donde quería soltar las riendas y dejar que me manejaran, mandaran, doblegaran, domesticaran y hasta vapulearan.

Ponerme en un nivel inferior, bajar ese escalón, que era ficticio y solo existía en mi cabeza -ya que la cama no tiene doble altura-, me hacía sentir lo que peor se puede sentir una mujer hoy en día.

Mala feminista.

En mi mal feminismo, disfrutaba de una sexualidad con sesgo, en la que interpretaba un rol que poco o nada tenía que ver con mi vida fuera de la habitación.

Y la pregunta de cómo había llegado hasta ahí, me rondaba de la misma manera que me desprendía de los valores una y otra vez pidiendo más. Más control, más duro y más fuerte.

La explicación estaba en mi pasado, por supuesto, algo que cualquier terapeuta podría haber adivinado. Más concretamente en aquellas primeras imágenes que formaron mi despertar sexual.

De las pocas películas que vi, nunca recibí un trato igualitario en la cama, sino más bien vejante y humillante hacia las mujeres.

Fue eso lo que hizo que, desde pequeña, calara en mí la idea de que era eso no solo lo que podía esperar, sino lo que tenía que gustarme.

Sin plantearme si quiera que pudieran existir otras formas de disfrutar, ni poder elegir entre otras opciones, adopté aquellos estímulos sin tener la menor idea de cómo iban a condicionar mis comportamientos y gustos en la cama más adelante.

Ahora no hay vuelta atrás, soy una de las (torcidas) hijas del porno mainstream pensado para que disfrute un espectador masculino.

Y aunque he podido entender el porqué de mi incongruencia, formará parte de mis gustos el resto de mi vida.

Lo que me ha permitido llegar a este punto de comprensión sobre los orígenes de mi intimidad construida ha sido entender que podía ir más allá.

Que el hecho de que la lasaña sea tu plato favorito, no significa que no puedas probar más.

Así que sigo probando, descubriendo, experimentando e investigando. Quién sabe, igual algún día doy con algo que esté más en línea con mis ideales.

Pero si no sucede, estoy muy tranquila. La cama es ese mágico lugar donde no se puede juzgar lo que sea que apetezca.

No voy a ser dura conmigo misma, prefiero limitarme a disfrutarlo pero seguir ampliando las miras.

Y reivindicar que, para las próximas generaciones, no sea una imagen tan desigual la que reciban, el sexo es algo demasiado importante en nuestra vida como para dejar que solo exista una única forma de concebirlo.

Duquesa Doslabios.

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Por culpa del porno estamos haciendo mal estas posturas en la cama

Hay un pensamiento que recorre la mente de todas las mujeres cuando se ve en la situación de bajar a la entrepierna de su acompañante y dedicarse a practicar un sexo oral digno de competición artística.

No es ni cómo colocar la mano, ese fiel apoyo que además evita que te la metas hasta la tráquea, ni la técnica de succión -que sabiendo beber con pajita, tenemos más que cubierta-.

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«Por favor, que no se me vea la cara fea«. Esa es la preocupación que nos pasa por la cabeza.

Somos más que conscientes de que por muy estupendas que salgamos en la historia de Instagram (filter-free o con el Baby Face de turno), cuando tienes que estar con algo metido en la boca y meneando la cabeza como en un concierto, la belleza y gracia natural, se van por la puerta.

Puesta a señalar, considero que la responsabilidad de ese agobio debería recaer en el porno.

Es en las películas eróticas donde la máxima importancia está en tener el gesto siempre a punto.

La mirada pícara, la boca perfectamente voluptuosa y la cara relajada…

En el momento en el que nos centramos en que nuestro aspecto tiene que seguir siendo sensual, ejecutarla en condiciones pasa a un segundo plano.

Aunque no solo nos pasa a nosotras, el cunnilingus puede formar parte de la lista ya que ellos aprenden que tienen que tener la cara a varios centímetros de distancia de la vulva.

Como la cámara necesita que se aprecie la lengua en movimiento, no refleja la realidad de la situación: que nos gusta que la boca esté bien pegada para hacer fuerza y notar que nos están comiendo en condiciones.

Déjate de tanta virguería con la lengua y pon el ‘modo turbo’, amigo.

Un misionero mucho más abierto que en la vida real, es otro ejemplo que se me viene a la mente si me pongo a recapitular lo distinta que resulta mi vida sexual de lo que veo en la pantalla.

Mientras que en las escenas los cuerpos aparecen más despegados (para que se aprecie con todo lujo de detalles el pene saliendo y entrando), el verdadero misionero es un nudo de piernas y brazos, piel con piel, vientre con vientre, pecho con pecho y respiración caliente en tu -y su- cuello.

Cuestión de ángulo resulta también el perrito, sobre todo cuando vemos que en las imágenes, él se encuentra girado y parece que quiere meterla más hacia un lado.

Lo que en vivo y en directo se siente como una incómoda percusión sobre una de las paredes vaginales.

Y ya no me pongo a hablar de la torsión de columna vertebral de las actrices.

Aunque no soy una gran fanática del porno, por mensajes que transmite y estereotipos que fomenta, a la hora de añadir variaciones en nuestra vida sexual, sí nos sirve como fuente de inspiración.

Pero una cosa es lo que vemos en las escenas, pensadas para excitar visualmente, y otra lo que sucede en la vida real donde la estimulación es física.

¿Mi consejo? Sacar ideas y siempre con cabeza. Escuchando qué variaciones del cuerpo parecen pedirnos las posturas, en vez de imitar por completo a los intérpretes.

Duquesa Doslabios.

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¿Es ético el porno con el que te masturbas?

Puede que empezar el sábado con esa pregunta sea ir demasiado al grano, así que voy a simplificarlo.

¿Cómo seleccionas el porno? No me refiero a abrir unos cuantos vídeos y cerrar la pestaña si los genitales están censurados o si suena música de fondo como criterios de la decisión.

CALVIN KLEIN FACEBOOK

Porque, por lo general, abrimos el ordenador o la pestaña de navegación privada del móvil, nos metemos en la clásica web de porno gratuito y, tras hacer una búsqueda rápida de lo que nos apetece ver ese día -y de la escena que más nos excita-, nos masturbamos y fuera.

Esos son todos los filtros que ponemos a las imágenes eróticas que nos llegan por la pantalla. Y, si pienso en lo exhaustiva que soy para otras cosas -mirar varios precios de televisores, leer reseñas de hoteles o incluso comparar entre varias compañías a ver qué tarifa de billete es la que más me convence-, me doy cuenta de que la elección del porno es casi automática.

Quitando lo que veo, el resto de cosas que rodean el vídeo se me escapan por completo. Un desconocimiento que, al final, está esculpiendo mi sexualidad sin que yo me dé ni cuenta o no repare en ello.

Precisamente, en busca de un cine para adultos más responsable, encontré el porno ético. Pero, ¿qué características debe reunir para que reciba esa etiqueta?

Para que sea ético, lo que vemos en la película, y lo que no vemos, debe serlo también.

Además de una trama en la que también tenga cabida el consentimiento, en la que se rompan los estereotipos de género y de etnia, también es importante mostrar relaciones en las que todos reciban placer.

¿Significa que es el fin de las escenas con juegos de poder o sumisión? Ni mucho menos, pero sí implica que no todo el porno es eso, hay una variedad de relaciones entre los personajes mucho mayor.

También la forma de producirlo tiene que cambiar. Aunque no podemos informarnos cada vez que queramos ver porno si las condiciones de los trabajadores son justas (lo que incluye que puedan decidir desde con quien trabajan hasta un salario decente), sí podemos evitar las grandes páginas web y buscar fuentes de pornografía alternativas.

Más que como «porno ético», lo puedes encontrar bajo el nombre de porno independiente. La principal diferencia respecto al porno mainstream -por llamarlo de alguna manera- es que no está realizado por las grandes productoras.

Por tanto, no está destinado a una audiencia tan amplia, que es lo que limita el tipo de escenas que se graban (el clásico orden de preliminares, coito y eyaculación masculina sobre alguna parte del cuerpo de la actriz como escena final).

No estoy diciendo que le hagamos la guerra al porno más común y que, desde ahora, cortemos en seco con algún vídeo o canal que nos gustaba de ese estilo. El secreto está en el equilibrio.

Si siempre vamos a lo mismo, tendemos a reproducirlo pensando que no hay otras formas de tener sexo y es fundamental entender qué es lo que estamos viendo.

Al igual que no se nos ocurriría meternos una hamburguesa en cuya cocina las condiciones de higiene son más bien pocas o comer una carne contaminada, deberíamos ser igual de exigentes cuando se trata de escoger las imágenes eróticas con las que nos masturbamos.

Duquesa Doslabios.

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¿Entonces solo depende de los padres explicarles a sus hijos que el porno no es real?

Hace unos días, una lectora me preguntaba cómo podía conseguir que le gustaran los azotes y tirones de pelo que le daba su novio cada vez que tenían sexo. Ella tiene 21 años y él 19.

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Lo que me alarmó del asunto es que ella me comentaba que ni siquiera sabía que le gustaba o si le asustaba. Pese a ello, prefería aprender a aceptarlo en vez de preguntarse por qué recibía ese trato o incluso hablarlo con él.

Con 19 años, aquel chico estaba reproduciendo lo que, seguramente, llevaba viendo desde la adolescencia. Un sexo en el que no se habla, se tiene la mano muy suelta y el daño se confunde a veces con el placer.

Eso no significa que no haya quien disfrute de este tipo de interacciones donde la dominación juegan un papel fundamental. Pero con 19 años no has experimentado lo suficiente como para saber si eso es realmente lo que te va.

Sobre todo cuando llega a preocupar a la persona con la que se está acostando, que participa con una mezcla entre deseo y miedo, haciendo que se le enreden también esos conceptos.

Nos falta concienciación en ese aspecto, y por eso hoy quiero hablaros de la idea de Nueva Zelanda para advertir a sus habitantes de que lo que ven en el porno no es la representación de lo que sucede en la vida sexual habitual (os la dejo debajo de estas líneas para que sepáis de lo que hablo).

En su campaña, dos actores porno llaman al timbre de una casa. Una señora les abre la puerta y ellos le comentan que vienen a buscar a su hijo, Matt, a quien conocen porque les suele ver online.

«Nos mira en el ordenador, en el iPad, PlayStation, el teléfono, su teléfono (el de la madre), SmartTv, proyector…», empiezan a decirle. «Solemos actuar para un público adulto, pero tu hijo es solo un niño. Puede que no sepa cómo funcionan las relaciones en realidad. Ni siquiera hablamos sobre consentimiento. Simplemente vamos directos al grano», dice la actriz.

«Sí, yo ni siquiera actúo de esa manera en la vida real», le responde su compañero de profesión.

Cuando el niño aparece (ordenador en mano), deja caer la taza de la sorpresa. La madre respira hondo. «Muy bien, Matty, creo que es el momento de tener una charla sobre las diferencias entre lo que ves online y las relaciones de verdad. No te voy a juzgar», le dice.

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Y es que por mucho que se dispongan de sistemas de control parental, es difícil limitar el acceso a una industria dirigida a un público mayor de edad que se mueve por Internet. Como el propio vídeo demuestra, la solución la tienen los padres.

Pero, ¿es justo que sean los propios progenitores los únicos responsables? ¿No vienen a menudo las películas del cine con advertencias de «Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»?

Por supuesto que, en cada casa, hay que tener la famosa charla, esa de explicar los cambios por los que pasa el cuerpo y lo fundamental que es protegerse. Una conversación en la que fácilmente se puede incluir el asunto de la pornografía.

Sin embargo no puede ser solo trabajo de los padres. Hay que ser conscientes del poder de influencia que tiene el porno, de ahí que Nueva Zelanda sea todo un ejemplo al considerar que, como país, es su deber sensibilizar de la ficción que ven sus espectadores más jóvenes.

Los padres que vean ese anuncio, y no hayan tenido esta conversación, seguramente se planteen sacar el tema. Pero también entre los propios niños será un tema del que se hablará al poder sentirse retratados con el jovencísimo Matt.

¿La conclusión? Que esto es trabajo y responsabilidad de todos y no solo de unos pocos. Las campañas potencian la educación y ya que el porno es una industria tan extensa, al alcance de cualquiera, no debería limitarse a la educación familiar, si hacemos eso, nos arriesgamos a que el tema nunca llegue a salir. De ahí que sea fundamental que se ponga el problema ‘sobre la mesa’ en televisión o redes sociales.

Aunque sea limitándose a explicar, como en la campaña neozelandesa (que lo hacen de una forma muy divertida y concisa), que no es todo tan real y que las relaciones son muy distintas.

Duquesa Doslabios.

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Ni el coronavirus frena al porno

A estas alturas del mes, seguramente me leas desde casa, en un rato ocioso que has escogido de tu jornada de teletrabajo. Como tú, estoy yo: enchufada constantemente al portátil y siguiendo a rajatabla las pocas condiciones que me permiten salir de casa.

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Vivimos un esfuerzo casi global, sin embargo hay muchas industrias que se están escapando de las recomendaciones de mandar a los trabajadores a sus domicilios. En el caso del sector de la alimentación, no queda otra, pero ¿y si te digo que la pornografía también es una de ellas?

Por lo visto, productores de cine adulto han tomado la decisión de seguir grabando con normalidad, tomando unas simples medidas al respecto como son evitar los viajes de su equipo y grabar en la ciudad de residencia.

También desinfectar constantemente los espacios y materiales (algo que ya realizaban antes) o mantener la distancia de seguridad, siempre y cuando se pueda, serían otras estrategias que evitarían contagios.

Puedo entender que, teniendo en cuenta que una de sus mayores batallas es la de conseguir que sus intérpretes se mantengan sanos escapando de las enfermedades de transmisión sexual, sientan que se encuentran en terreno conocido.

Pero solo en cuanto a venéreas se refiere. Por mucho que tengan experiencia en esta materia, el Covid-19 sigue siendo un desconocido para todos.

Quizás un set de rodaje es mucho más sencillo de desinfectar que todo un supermercado o un autobús que se utiliza para el transporte público, pero sigue habiendo ocasiones de riesgo.

Te hablo de una industria en la que el contacto es imprescindible.

De hecho, dudo bastante que todas las películas que salgan en este periodo tengan a los protagonistas, todo el rato que dure esta, en la postura del perrito, una de las pocas que evita el contagio al estar las caras alejadas.

Que una de las medidas que garantice que un actor pueda participar sea comprobar que no tiene fiebre, demuestra que poco o nada se sabe de que también hay problema de propagar el virus cuando los síntomas todavía no han empezado a dar la cara.

Así que no puedo evitar preguntarme si, por mucho que se vean listos para afrontar la situación, no estén cometiendo el gigantesco error de pensar que están controlando todo, cuando pueden ser un foco de contagio innecesario.

Al final, quitando aquellos adictos al porno de la ecuación, no es algo de primera necesidad, como que siga habiendo medicamentos en la farmacia.

Duquesa Doslabios.

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