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Pole dance, sexología, meditación… El retiro solo para mujeres con el que reconectas con tu sexualidad

Si pienso en mi madre o en mis abuelas, no se me ocurre otra cosa que el poder y sabiduría que me transmiten las tres mujeres.

Así que casi parece lógico que, reconectar con la sexualidad, sea algo que hagas guiada y rodeada de ellas.

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O, al menos, eso es lo primero que se me viene a la mente cuando empieza el Retiro La Loba, un fin de semana de tres días donde 13 mujeres nos conocemos en una casa rural cerca del Parque Natural Armañón, en pleno corazón de la montaña.

Y es que para Melanie Quintana Molero, sexóloga y una de las fundadoras, la conexión con la naturaleza tenía que estar ahí, ya que el cuerpo forma parte de ella.

El programa incluye desde una clase de sexología -con lo necesario para que aprendamos a conocernos por fuera y por dentro-, a una sesión de twerk para desbloquear la cadera (y la mente, ya de paso).

Hacernos dueñas de nuestro cuerpo es uno de los mayores desafíos para muchas.

Vivimos en él sin darnos mucha cuenta, bien porque el piloto automático de la rutina nos lleva sin pensar o bien porque nuestra relación con él es mejorable.

Janire López de Lacalle, la otra fundadora del retiro que es instructora de pole dance, se encarga de que nos expresemos moviendo brazos y piernas, el culo, la cabeza…

Todo con tal de ayudarnos a retomar la conexión física que podríamos haber perdido.

Aunque es en el momento de bailar alrededor de la barra metálica cuando la autoestima sube por las nubes.

Todas y cada una nos colgamos del pole con las otras como espectadoras, que nos vitorean como si fuéramos la mejor bailarina de la historia, aunque terminemos arrastradas por el suelo porque no hemos conseguido engancharnos.

La figura es lo de menos, lo importante era sacar esa ‘loba’, cuya imagen nos rodea en el retiro, a la luz.

Y vaya si sale.

Melanie Quintana Alooa

Melanie Quintana mostrando un modelo de anatómico de vulva y vagina de Alooa

La loba y la manada

Porque, cuando nos queremos dar cuenta, nos estamos tocando tiradas en el suelo con los ojos cerrados. Nos tocamos para nosotras y recordamos que la sexualidad empieza en una misma y no estando en pareja.

Los bloqueos, los traumas, los secretos… Todas las mochilas emocionales que llevábamos, junto al resto de equipaje, se comparte con el ‘clan’ bajo una premisa: no juzgar a ninguna.

Nos resulta tan fácil cumplirlo que, cuando nos queremos dar cuenta, estamos llorando por la de al lado.

Y levantándonos cada dos por tres a consolar a la que se ha abierto en canal y ha contado una historia, dura como la piedra que nos llevamos de recuerdo el día que hacemos senderismo por la montaña.

Al retiro llegamos 13 mujeres de sitios distintos de España. La mayoría, con nada en común. Y en 72 horas nos calamos hasta los huesos, nos empapamos unas de todas literalmente.

Cantamos juntas, comimos en silencio, meditamos para volver a nuestra infancia donde alguna encontró, o a su yo niña o el sueño perdido.

Nos rompimos de nuevo por historias de hace años. Nos dejamos reparar por nuestras compañeras cada vez que nos abrazamos y nos mecimos como si fuéramos las olas del mar.

Nos hablamos bonito. Nos reunimos alrededor del fuego y aullamos a la luna del cielo vasco estrellado. Gritamos de rabia, respiramos de alivio y golpeamos el suelo con fuerza para dejar salir eso que siempre recae sobre nuestros hombros: la presión de cómo debemos ser las mujeres hasta que se nos olvida qué es lo que queremos.

Nos besamos las manos, los brazos, el hombro, la frente, la cabeza, la parte que encontráramos a mano para consolarnos. Compartimos secretos que nadie o casi nadie conoce de nosotras mismas.

Repasamos lo que nunca nos habían enseñado de poner límites, de conectar con lo que queremos y cómo queremos hacerlo. Y lo bonito es que lo hicimos entre todas, aprendiendo hasta de las otras.

Aprendimos tanto, aprendimos a dibujarnos con boli y con las manos, a gozarnos, a intimar de verdad, yendo a la raíz del concepto en latín que es intimus, interior, que fue lo que hicimos.

Lo que llevábamos más oculto y que tanto nos pesaba, se quedó allí, de alguna manera, y, quien no lo dejó, sabe que ahora tiene a sus hermanas Ostara para compartir su carga.

Y de vuelta a mi vida, siento como el retiro me ha cambiado de una manera que no imaginaba. Yo, que escribo cada día de esto y siento que es difícil que me enseñen algo nuevo que me sorprenda.

Así que la conclusión es que fui atraída por la sexología, pero lo que más me llevé (además de una promesa hacia mí misma de quererme bien y priorizar mi bienestar), fue el amor.

El amor de todas las mujeres que, ya en la primera toma de contacto, empezó a fluir. Quizás por eso ha sido tan difícil decirlas adiós, pero por eso las noto tan cerca de mí.

Porque como nos abrimos el corazón, y nos hicimos un hueco, siempre estaremos ahí: dentro de las otras lobas y ellas en nosotras.

Mara Mariño

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Sexóloga de profesión: ni trucos para acostarte con alguien ni el kamasutra de deberes

¿Por qué cuando nos duele la espalda vamos al fisioterapeuta, cuando no funciona el coche, al taller, pero cuando nuestra vida sexual no está en su mejor momento, no consultamos a una sexóloga?

Quizás porque lo que se espera de esta profesión es que ponga el kamasutra encima de la mesa, lo abra al azar y diga: «Esta, esta es la postura que te toca poner en práctica. Gracias por venir, hasta la semana que viene».

sexóloga juguetes sexuales

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Más o menos así es como explica la realidad de su trabajo Silvia Pérez (@silviaperezorg en Instagram) que, además de sexóloga, hace monólogos con mucho humor sobre su trabajo.

Pero el estereotipo de que una sesión de sexología es ‘follología’ es solo uno de los muchos que rodean esta profesión.

«La sexología estudia la sexualidad humana en general. Nos centramos en las dificultades que pueden encontrar las personas en esta área de su vida ya sea a solas o en pareja y en hacer educación sexual a través de diferentes medios», explica Silvia.

De ahí que en consulta se trabaje «todo lo que tiene que ver con el sexo en sí, sobre todo a nivel genital: falta de orgasmo, de deseo, de erección pero también lo relacionado con las relaciones con otras personas: habilidades sociales para ligar, conflictos de pareja, comunicación, rupturas, dependencia emocional… Y con la relación con uno/a mismo/a: autoestima sexual, aceptación de la orientación sexual…».

«La gente suele confundirlo y reducirlo todo a ‘enseñas a la gente a fo***’, pero la sexualidad va mucho más allá que una práctica sexual concreta. Se suele reducir a que repartimos trucos mágicos y que en unos sencillos pasos podrás acostarte con a alguien y que acabe con los ojos en blanco y olvidando su nombre», comenta la sexóloga que protagoniza la entrevista de hoy.

Además del mito de que en consulta vas a sacar el kamasutra de debajo de la mesa, ¿qué otras falsas creencias hay sobre la sexología?
La falsa creencia más extendida es «no sirve para nada», «yo no lo necesito» y me entra la risa de ahogarme cada vez que lo oigo. Se cree que a ver a la sexóloga se viene cuando tu deseo sexual es muy rocambolesco o eres un depravado sexual o algo así y la mayoría de casos son sexualidades bastantes normativas.

¿Cómo se tomó tu familia que quisieras dedicarte a esto?
En general bien. Mi padre fue el único que extrañó un poco y lo primero que me dijo fue «¿Y eso para qué sirve?» creo que más en el sentido de salidas laborales y porque era algo muy desconocido para él. Pero ahora tanto mi padre como mi madre están orgullosos, hablamos de todo, me preguntan como profesional cosas que le preocupan y hasta han estado en varios talleres míos, reconozco que aún me da corte que vean el monólogo, pero lo voy a superar.

¿En qué momento es de ayuda recurrir a una sexóloga? ¿Es imprescindible estar en pareja o podemos acudir en solitario?
La pareja solo se necesita para hacer terapia de pareja, la tienes que traer tú porque las sexólogas no la regalamos con la primera consulta, pero bromas aparte mi consejo es que acudas a la sexóloga cuando algo relacionado con el sexo en particular o la sexualidad en general te cause un problema. Siempre que sientas que te hace sentir mal algo relacionado con tu propio cuerpo, que te impide compartirlo con libertad con quien tú quieres o sientes que algo falla a la hora de crear vínculos íntimos con otras personas. Siempre digo que es tontería estar mal pudiendo estar bien y tendemos a pensar que las cosas relacionadas con el sexo se arreglan solas o que el tiempo todo lo cura, y lo único que cura el tiempo es el queso.

¿Cuáles son las consultas más frecuentes que recibes?
«Tiritas pa’ este corazón partío» Rupturas dolorosas.
«No llego con penetración» Mujeres que no experimentan el orgasmo mediante el coito.
«No se me levanta» Hombre cuyo pene no reacciona cuando va a tener un encuentro sexual.
«No hay ganas de ná» Pareja heterosexual con poco sexo porque a ella se le han ido las ganas.
Sin duda la consulta que más recibo fuera de consulta es «¿qué es lo más fuerte qué te has encontrado?» y la respuesta siempre decepciona porque la mayoría de las personas que vienen a verme tienen las mismas dudas que las que no vienen, pero con la diferencia de que se han atrevido a preguntar.

 

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¿Dirías que formarte como sexóloga te ha desarrollado personal y sexualmente?
Definitivamente sí. Esta profesión me ha hecho examinarme más y por lo tanto crecer en autoconocimiento que es un superpoder, me ha obligado a revisarme los privilegios, quitarme prejuicios y crecer eróticamente. Creo que es imprescindible hacer un trabajo propio antes de ponerte delante de nadie en consulta, pero obviamente con el tiempo vas creciendo, conociendo gente que te enseña y te señala algo que se te había pasado de ti misma. La verdad es que es un regalo poder conocer tantas realidades distintas

¿Por qué crees que el boom en la profesión no se ha visto acompañado de un crecimiento de educación sexual en los centros escolares?
Yo tengo un chiste que hace poca gracia, pero que refleja la realidad: «Cuanto menos educación sexual demos en los colegios más terapias para mí en el futuro. Es mi plan de jubilación», porque todo lo que no eduquemos en edades tempranas en sexualidad supondrá quebraderos de cabeza a los/as adultos/as del futuro que son quienes de manera individual pagan para solucionar estos conflictos.

Creo que no se da educación sexual en los centros escolares porque seguimos teniendo poso de la cultura judeocristiana. En el imaginario colectivo hay una asociación horrible entre el sexo con el pecado (como representación del mal independientemente de tus creencias), con lo chungo, lo oscuro, lo agresivo… Cuando el sexo debería asociarse con el placer y el placer con la libertad, el disfrute, lo bonito, la felicidad…

Las familias piensan que una educación sexual temprana supondrá un despertar sexual antes de tiempo y prefieren educar en casa (spoiler: no se hace). Yo hace tiempo que si se plantea la posibilidad de un taller con menores intento hacer primero uno con las familias para qué sepan de qué vamos a hablar y para que trabajemos en la misma línea.

Los padres y las madres solo quieren proteger a sus hijos/as y lo entiendo, por eso es importante hacerles partícipes y explicarle que educación sexual en la infancia no es hablarles de cómo se tiene sexo, sino que va de aceptar y amar su propio cuerpo, respetar el de los demás, entenderse, conocerse… Para prevenir el abuso sexual infantil y adolescente y que crezcan disfrutando de una sexualidad libre, que libre no es sinónimo de «me voy a acostar con todo lo que se me mueva», sino que crecerán entendiendo que tienen el derecho de no ceder ante la presión y que no tienen el derecho de tocar a ninguna persona que no lo desee. La educación sexual no adelanta etapas, la educación sexual protege a los/as menores.

Te puede interesar leer: Sin educación sexual seguiremos pensando que todo es coito y miembros descomunales 

Abro melón: hay ciertos sexólogos hombres que hacen terapias masturbando a sus pacientes mujeres, ¿qué opinión tienes al respecto?
Me cabrea profundamente y contribuye a que la gente piense que eso es un sexólogo, cuando en realidad es una forma más de violencia sexual disfrazada de progresismo y profesionalidad. Genera en las mujeres mucha confusión porque ceden ante algo que les incomoda, pero ante lo que no saben cómo reaccionar. En ese contexto no se levantan y se van porque están ahí por voluntad propia ante alguien que tiene una autoridad en ese campo y que supuestamente es un profesional que está mirando por tu bien, pero después muchas se sienten muy mal. Dicho sea de paso que esto no es algo habitual entre los sexólogos, al menos yo no tengo constancia de ello.

¿Cómo elegir sexóloga? ¿Es una cuestión de feeling?
Aparte de lo obvio de que tenga la formación correcta y tal (hay mucho gurú del sexo últimamente) sí que creo que es importante sentirse cómodo/a, sin juicio, entendido/a porque es un lugar donde se cuentan muchas intimidades y qué menos que te caiga bien, que te dé buen rollo la persona que va a recoger todo eso.

Puede que después de la entrevista te hayas dado cuenta de que no necesitas ir a la sexóloga, porque tienes tus asuntos íntimos en orden. Pero seguro que a su monólogo sí. Silvia Pérez estará en Madrid (Off Latina) el 4 de diciembre y en Bilbao (Teatro Campos Elíseos) el 16 de diciembre.

Mara Mariño

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