Archivo de septiembre, 2023

El mensaje detrás de la masturbación colectiva protagonizada por estudiantes brasileños

Los canales de difusión masiva han cambiado de manera radical cómo se difunden las noticias. De esta manera no solo nos enteramos al instante de lo que pasa en cada momento, sino que lo vemos también independientemente de la parte del mundo en la que se encuentre.

Es lo que ha pasado con el beso de Luis Rubiales y la vuelta al mundo que ha dado, pero también con las fotos modificadas por IAs de las alumnas de Almendralejo.

Pareciera que, de un tiempo a esta parte, los hombres mayores o menores de edad españoles, están encargándose de dejar bien claro que, por mucha igualdad que ostentemos en permisos de maternidad y paternidad, el nuestro es un país machista. Punto.

São Paulo

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Quienes hemos entonado el #SeAcabó que inició Jenni Hermoso, llevamos toda la vida con la misma cantinela.

Que esto no son manzanas podridas ni casos aislados, que no son casualidades ni una mala racha, que esto es un sistema que victimiza a todas las mujeres que se llama patriarcado.

Y sobre todo que es algo que pasa en todo el mundo, no solo en España.

Gracias a esa civilización informativa de la que formamos parte, nos ha llegado otro ejemplo de violencia machista ejercido por los estudiantes de medicina de la Universidad de Santo Amaro en São Paulo.

Las imágenes y vídeos virales de la veintena de chavales con los pantalones y los calzoncillos bajados masturbándose delante de dos equipos de voleibol femenino que estaban compitiendo, podrán hacernos dudar de si las nuevas generaciones de verdad harán del mundo un lugar mejor de las anteriores.

Pero no nos deja dudas del mensaje que transmiten sus acciones: «Nosotros tenemos el control».

«El control sobre nuestro cuerpo y nuestra polla, el control de sacárnosla cuando y donde queramos. El control de masturbarnos incluso en un lugar público sin que puedan pararnos».

«El control sobre el espacio, da igual que sea a plena luz del día o en un sitio frecuentado por gente, da igual que sea enfrente de un campo donde estáis practicando un deporte. A puerta cerrada en casa o en el campo de juego, todo es nuestro».

«El control sobre vosotras y vuestra sexualización. Vemos erótico que juguéis y así os lo hacemos saber. El control sobre vuestra concentración en el partido, da igual que estéis jugando, no sois más que el objeto de deseo de nuestras pajas».

«El control del foco de atención, el protagonismo. No es vuestro triunfo ni vuestra competición lo importante del día, es controlar la narrativa del momento y que sea, más que un evento deportivo, una película porno live action».

«El control de demostrar que somos muy machos. Fíjate si somos masculinos que nos pajeamos delante de todo el mundo en grupo. Y además gritamos mientras tanto para que a nadie se le escape lo varoniles que somos. Y nos aseguramos de hacerlo delante de un grupo de mujeres, por supuesto, porque si fuera frente a un equipo de hombres sería de gays y la masculinidad hegemónica ve con malos ojos la homosexualidad».

«El control del presente, porque la única consecuencia es una expulsión momentánea de la universidad durante unos días, y del futuro, porque somos estudiantes de medicina y en unos años estaremos trabajando de ginecólogos, cirujanos o anestesistas con mujeres adultas y/o menores de edad en consulta».

«Y también las controlaremos».

Mara Mariño

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¿Habría que crear un día del Orgullo Liberal?

En pareja y monógama sigue siendo la manera más popular de tener una relación a día de hoy. Un tipo de vínculo que socialmente hemos basado en el claro límite de que la exclusividad sexual es la última frontera.

Que se lo pregunten sino a los de La isla de las tentaciones.

pareja relación liberal

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No lo mencionamos en la conversación del «¿Qué somos?» -ahora conocida como la conversación de «No quiero acostarme con otra gente»-, pero queda claro de manera implícita que ahí nadie más tiene cabida.

Sin embargo, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el 41,4% de los españoles estamos de acuerdo con mantener relaciones sexuales fuera de la pareja.

La convivencia de estas dos premisas es paradójica: queremos ser solo dos, pero a la vez una gran parte de la población ve con buenos ojos los escarceos y otra tanta los lleva a cabo (el 42% de hombres cometen infidelidades y el 35% de mujeres, para añadir aún más datos).

Aun con esta situación en la que poner los cuernos es más antiguo que el sol, hay quienes hablan de que la monogamia se está enfrentando su peor crisis de la historia.

Y sería por culpa de una supuesta inclusión forzada en películas o series (Sex Education o Machos Alfa, se me ocurren como ejemplos recientes), donde aparecen contadas relaciones que ya no las forman solo dos miembros.

En cambio sorprende que el 99% de las parejas que vemos en la ficción sean jóvenes, blancas y heterosexuales no rechinen de esa manera ni se vean como imposición monógama.

Por los datos recogidos del comportamiento social que podemos ver en el CSIC, transgredir las normas del pacto no es ninguna novedad. La novedad es hablar de ello y sacarlo del secretismo.

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Si por algo se caracterizan los últimos descubrimientos acerca de la sexualidad es que se trata de algo plástico que va evolucionando con nosotros.

Y que en comparación con las generaciones previas, miramos la intimidad como un campo de experimentación mucho más abierto donde se buscan experiencias con más personas además de quien nos acompañe incluso de nuestro mismo sexo.

Entonces, ¿por qué seguimos resistiéndonos a hablar de que un solo modelo relacional no es suficiente?

Quizás porque no es un tema que vayas a sacar en la próxima comida familiar como sí puedes hablar de fútbol, conciertos o el último estreno, lo que lleva a pensar que la barrera de desaprobación que rodea las no monogamias, tiene que desaparecer.

Una iniciativa que me gusta especialmente es la que persigue Joyclub, la comunidad sobre sexo y erotismo, de crear un Día Mundial del Orgullo Liberal.

Y no, no es un día donde la celebración vaya a ser una bacanal desde primera hora de la mañana hasta el último minuto de la jornada (aunque todo es ponerse).

Las ventajas de que exista el día del orgullo liberal

Entre las ventajas de que esta iniciativa logre su objetivo de tener una fecha en el calendario está la visibilidad de cualquier cosa que no sea lo que socialmente tenemos aceptado como pareja, pero que es algo que sí vivimos a escondidas o nos negamos a probar porque nos da miedo qué pueda pasar si sacamos el tema.

Un día sobre el orgullo liberal sería un paso hacia la normalización de tener esas conversaciones sin el agobio de que se pueda acabar la relación o la reacción de la otra persona.

Y a la vez una reivindicación de que existen otras maneras de vivir las relaciones de pareja que podemos sopesar y descubrir cuál encaja mejor con nuestros deseos sin que sea algo de lo que sentir vergüenza, al contrario.

Supondría ponerle final al estigma asociado de que las relaciones poliamorosas son una especie de secta donde corren las ITS y se va de orgía en orgía, como en un juego de la oca solo que los dados en vez de números llevan posturas sexuales.

Y, para quienes teman que esto suponga el fin de la monogamia, recordarles que el hecho de tener la elección no significa que nunca más puedas tener una pareja solo con dos participantes.

Al menos tienes la opción de planteártelo y no aceptar un tipo de relación que no has elegido, solo porque es lo más extendido.

Os puedo asegurar que, quienes sabiendo las muchas ventajas de este tipo de modelos, nos quedamos con la monogamia.

Mara Mariño

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Adiós al mito: las parejas con vida sexual pobre no son las que más engañan

Hay una norma no escrita que forma parte del imaginario colectivo: una vida íntima activa en pareja es la clave para evitar infidelidades.

Es algo que nos hemos creído con expresiones como «si no lo tiene en casa, tendrá que buscarlo fuera», «Mujer cascarrabias, marido en otra cama» o «Mujer, huerta y molino, piden uso de continuo», siempre con ese carácter punitivo o la amenaza velada de que el secreto de la lealtad se escondía en la práctica sexual constante.

pareja infidelidad

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Por lo pronto, estos refranes se nutren de la extendida idea -y acuerdo tácito-, de que la fidelidad es sinónimo de exclusividad sexual, que quizás es otra creencia que tendríamos que plantearnos.

Según nuestra concepción de las relaciones en torno a esa teoría, lo único que podría evitar una aventura del otro miembro de la relación es que haya relaciones sexuales. Y muchas, a ser posible.

Pero hay dos aspectos a analizar de esta representación de la fidelidad: por lo pronto que la frecuencia no es sinónimo de calidad.

Podemos ir a la cama muy asiduamente sin tener encuentros en los que logramos sentir el placer que deseamos o no conseguimos conectar con nuestro cuerpo o la otra persona, por poner unos ejemplos.

Y el segundo aspecto es que el sexo no es el pilar sobre el que sostiene una pareja, es una parte de la relación como muchas otras (comunicación, confianza, afinidad, respeto, cariño…).

Esto es algo que ha demostrado un estudio reciente que ha puesto en el punto de mira cómo era la vida sexual de matrimonios heterosexuales que llevaban juntos tres años analizando su reacción ante personas atractivas, con las que engañarían a sus parejas según el experimento.

El estudio que ha derribado el mito

La Universidad de Florida ha dado un golpe sobre la mesa con los resultados de su curioso análisis (para la fortuna de quienes aún ven en su intimidad la panacea).

Contrariamente a lo que creemos, no son aquellas personas que pasan una mala racha íntima las que pueden tener interés en un escarceo.

Publicado en el diario Journal of Personality and Social Psychology, el estudio ha demostrado que eran las personas con un alto índice de relaciones y satisfacción en su relación de pareja las que tenían más probabilidades de ser infieles.

Su hipótesis es que a mayor satisfacción sexual, más deseo por nutrirla, lo que lleva a mantener una vida íntima muy activa e incluso buscar opciones que aumenten el placer.

¿Significa esto que ahora debemos tener esta información presente y medir la cantidad de sexo con cuentagotas, no vaya a ser que desencadenemos a la ‘bestia’ erótica que habita en nuestra pareja?

Para nada. Más bien eximirnos, de una vez por todas, de la responsabilidad que podamos tener si somos víctimas de una infidelidad.

Y, sobre todo, recordar que engañar es una cuestión de voluntad, una decisión tomada de manera consciente. Por mucho que quien la elija esté en la relación más sana y satisfactoria del mundo, si quiere ser infiel, lo será.

Lo que sí cabe recordar es que, antes de vivir con el miedo de que pueda darse o no esa situación, centrarnos más en tener la conciencia tranquila de que hemos dado lo mejor como miembros de la relación en cada momento.

Es lo único que podemos controlar y merecemos a quien sepa valorarlo.

Mara Mariño

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¿Por qué se está debatiendo sobre el BDSM en redes sociales?

Durante este fin de semana, el BDSM se ha convertido en uno de los temas de conversación en la red y no porque E. L. James haya sacado otra entrega de Cincuenta sombras de Grey.

La controversia sobre las prácticas sexuales que engloban estas siglas (bondage, dominación, sumisión y masoquismo) empezó cuando la politóloga y activista digital feminista, Júlia Díaz Collado (@salander 33), compartía un vídeo en el que hablaba de su preocupación sobre la erotización de la violencia.

látigo

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«Estamos hablando de violencia de verdad, no de pasión desmedida», explica en un reel que acumula decenas de miles de reproducciones. «Hablamos de latigazos, de golpes fuertes, es que estamos hablando de sentir dolor de verdad».

Y es que para quienes buscan la sensación, la explicación está en que tanto el dolor como el placer se producen desde el sistema límbico, y las neuronas liberan dopamina cuando se da cualquiera de esos momentos, de ahí que sea un cúmulo de sensaciones que se disfrutan.

Pero para la activista, el problema está en «erotizar y sexualizar la violencia», sobre todo porque la línea parece muy fina si tenemos en cuenta que nos encontramos en una sociedad en la que muchas mujeres ya sufren de violencia por parte de sus parejas.

«El problema es convertir una agresión en algo excitante. Es el paralelismo entre deseo sexual y violencia. Me parece más preocupante excitarte haciendo daño que no recibiéndolo», comenta.

Es difícil ser mujer y no entender las preocupaciones de Júlia escuchándola. Todas o casi todas, hemos tenido algún encuentro menos deseado del que, por cualquier motivo, no hemos sabido salir o donde nos hemos sentido en peligro.

En esas circunstancias, el denominador común eran nuestros compañeros, hombres en la gigantesca mayoría de los casos. «Cuando nos adentramos en el mundo del BDSM, casi todos los tíos heterónimo quieren dominar y ser ellos los que agreden», otra razón que explica la activista.

Sin embargo, si nos paramos a hacer memoria recordando a esos hombres que han ejercido violencia en la cama hacia nosotras, ¿lo han hecho como parte de un rol o ha sido porque, según ellos, es lo que nosotras deseamos o lo que han aprendido a ejecutar en la intimidad?

Gabriel (@gaby_dom.waves) responde a esta preocupación en otro vídeo como experto en el tema: «los boludoms o fakedoms, son detestados por la comunidad porque sus intereses van en contra de eso».

Según el divulgador, estos hombres, además de egoístas en la cama, se aproximan siempre de forma violenta a las personas con las que se relacionan, «que habitualmente son mujeres sumisas».

Como Gabriel recuerda, una agresión es «cualquier acto que atente contra la libertad sexual de una persona realizado sin su consentimiento. El BDSM se practica entre dos personas o más de forma segura, sensata y consensuada. Todas las personas participantes han expresado sus preferencias y límites».

«El BDSM es un juego de intercambio de poder en el que existe un juego de roles». Es más, en el BDSM existe una comunicación gustos, expectativas, respeto por límites y se puede parar en cualquier momento, algo que como explica el divulgador, «no es tan común en el sexo normativo».

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Coincido con la politóloga en que la permeabilización de la violencia en la cama es un tema que se debe abordar. Especialmente si tenemos en cuenta que las agresiones cada vez se dan a edades más tempranas, aumentando un 45,8% en menores de edad respecto a 2022.

Pero sí creo que esto no va de BDSM, porque estamos ante un problema estructural. Así que cabría analizar por qué se ha extendido una violencia no consentida ni consensuada, hasta el punto de que es difícil no tener un encuentro sexual sin cierta subida de tono (en cuanto a exceso de fuerza se refiere).

Júlia toca una de las claves en su vídeo cuando habla del impacto de la pornografía: «el contenido cada vez es más violento. Hemos pasado de ver fotos en una revista a vídeos cortos y profundamente violentos. Esto hace que conectemos violencia con sexo. Además es accesible para todo el mundo».

Sin educación sexual, la violencia se ha colado en el sexo, pero no bajo unos parámetros establecidos y seguros, como un juego deseado, sino como denominador común de cualquier encuentro y siempre hacia nosotras.

Es una dominación que no hemos elegido, no sabemos si nos gusta y definitivamente no sabemos cómo frenar.

Mara Mariño

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El acoso sexual a las de siempre (por parte de los de siempre)

«No os quejéis, que luego subís fotos que casi se os ve el coño», escribía uno de los alumnos del centro de Almendralejo en redes sociales sobre la difusión de imágenes de sus compañeras.

Con una ‘sutil’ diferencia, que no es lo mismo elegir voluntariamente qué foto subes a tus redes y que se descarguen esa foto tuya sin permiso, que la retoquen con un programa para que parezca que no tienes ropa y que la difundan.

uniforme colegio

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Ha pasado hace unos días, pero la historia no es nueva, es la misma de siempre: apropiarse del cuerpo femenino sin importar el deseo de la implicada.

Ahora lo hacen con inteligencias artificiales, pero hace nada era levantando la falda para comprobar qué bragas llevábamos.

La que era la práctica habitual en mi colegio, hasta el punto de que trasladamos a los profesores el problema, quedó impune cuando la recomendación que recibimos fuera que apostáramos por shorts o mallas cortas que quedaran cubiertas por la falda del uniforme.

Llama la atención que la respuesta de muchos sea la de poner la mira en quien señala el problema porque es víctima de él.

Cuando la pregunta no es qué hacíamos nosotras para que nos levantaran la falda (solo llevarla, como mandaban las normas del colegio).

Ahora la acusación se ha adaptado a los nuevos tiempos convirtiéndose en «No haber subido fotos a redes».

Un aviso que suena familiar, que me devuelve a aquel «Si no queréis que se os vea nada y hagan bromas, poneos pantalones debajo de la falda».

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Siempre nosotras, desde niñas, las responsables de parar algo que no hemos elegido. Pero lo que parece que cuesta preguntarse es, en vez de qué podemos hacer nosotras para ‘remediarlo’, por qué siempre son ellos.

Por qué los chavales de ahora -y los de hace 10 o 20 años-, encuentran una fuente de diversión en la intimidad de sus compañeras de clase, desnudándolas física o digitalmente.

Y sobre todo haciendo de ello una mofa o un juicio, que hace que el colegio se convierta en un lugar peligroso por partida doble.

Por un lado por ser el sitio donde se comparte espacio a diario con quienes han realizado la agresión, que se regodean en sus malos actos con el acoso, y donde los adultos miran hacia otro lado.

A excepción de las madres de las afectadas. Sí, digo bien, madres, que son ellas quienes se han organizado y copan los titulares de estos días.

Aquí lo que toca cuestionarse de una vez por todas es por qué nosotras ni bajamos pantalones por los pasillos del colegio ni usamos herramientas digitales para quitarles la ropa a nuestros compañeros de clase.

Qué está pasando para que cambien las generaciones, sintamos que como sociedad estamos avanzando hacia un mundo más abierto de miras, cuando el problema es que el sistema apenas ha evolucionado con nosotros.

Porque las actitudes machistas no desaparecen, se adaptan a los nuevos tiempos.

Y seguimos estando expuestas porque existe esa mentalidad compartida de que la intimidad de las mujeres está al alcance de cualquiera, que la culpa la tiene ella por buscárselo o por cómo iba vestida o por lo que subía a su perfil.

Todo con tal de llamarlo como lo que verdaderamente es: violencia hacia las mujeres.

Porque el primer escalón es que difunda una foto tuya y quien la edita o lo comparte, no lo vea como algo serio; pero el siguiente es que te dé un beso sin que tú quieras recibirlo y el otro que, después de una violación, afirme que solo lo llamas así porque no has quedado satisfecha.

Mara Mariño

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5 tendencias de TikTok para reinventarte en la cama

Sí, era tan solo cuestión de tiempo que TikTok se convirtiera en una fuente de inspiración para el sexo.

Es curioso, porque los contenidos eróticos son muy perseguidos en esta red social para evitar la promoción de servicios sexuales.

Eso nos lleva, a quienes hacemos divulgación de sexualidad, a tener que escribir los términos en un lenguaje casi encriptado («s3x0», «nepe», «cl1t0ris»…).

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Una vez conoces el código, TikTok es perfecto para encontrar anécdotas, trucos o consejos sobre la vida íntima, que además siempre se comparten con un tono muy inclusivo y sex positive.

Además, con el poder de difusión que tiene esta aplicación, es mucho más probable que se viralicen en comparación con Instagram o Facebook, que es precisamente lo que les ha sucedido a algunas de las tendencias picantes que han salido de la red social.

Es el caso de That knee thing o, como podríamos traducirlo, «lo de la rodilla», un movimiento que consiste en estimular el clítoris de la otra persona con esa zona del cuerpo.

Aunque una nueva actualización de esta tendencia es hacer lo mismo con la cadera, para lo que la otra persona tiene que estar abierta de piernas y preferiblemente de pie o tumbada (dependiendo de gustos y alturas).

Sí, el clítoris es uno de los grandes protagonistas en lo que a vídeos virales se refiere. Otro que también resulta de utilidad es el método de la yema de huevo, que trata de enseñar cómo acariciar la zona de la vulva usando una yema como ejemplo.

Lo que se ve en este tipo de vídeos es que se comienza con movimientos circulares y luego se añade un poco de presión hasta que la yema se rompe poco a poco.

Esto nos sirve de recordatorio de que es una zona delicada y que, aunque se puede aumentar la fuerza, tiene que ser muy controlado y suave.

Y aunque se ha vuelto muy popular en TikTok, lo cierto es que la técnica de la almohada no era desconocida para muchos de los usuarios que se han encontrado con este tipo de vídeos en su feed.

Con el objetivo de alzar unos centímetros la pelvis, se coloca un cojín o almohada debajo del culo (o debajo de la tripa si es en una postura bocabajo).

Al cambiar el ángulo de las caderas, la penetración -del tipo que sea- se siente distinta y es una nueva experiencia.

También va de sensaciones diferentes el Stomach trick o «truco del estómago». Y es que hay usuarias que han compartido su experiencia acerca de cómo presionar la parte baja del abdomen durante la penetración puede ser una manera más de estimular el cuerpo interno del clítoris y tener un orgasmo más intenso.

Virales sí, pero no infalibles

Por supuesto, que estos consejos hayan alcanzado miles de ‘me gusta’ no garantizan su eficacia.

Cada cuerpo es un mundo y es algo que demuestra la tendencia de Ankles as earrings o «tobillos de pendientes».

Una recomendación que aparece en diversos vídeos de la app que habla de las maravillas de alzar las piernas de la persona que está siendo penetrada, hasta que le alcancen las orejas, para tener aún más placer.

Como digo, que cualquiera de estas tendencias no nos resulte tan placentera como cuentan en los vídeos, no es nada raro.

Hay quien disfruta más de sensaciones fuertes, mientras que habrá quien prefiera un roce más suaves, quien goza de movimientos sutiles y superficiales o quien lo hace de más profundos, cada cuerpo es un mundo.

Ante la duda, se puede ir comprobando qué opina nuestro acompañante preguntándole directamente (¿Te gusta esto? ¿Prefieres más rápido?…)

Para lo que sí creo que son de gran utilidad es o bien para probar cosas nuevas que quizás no habíamos puesto en práctica, o para darle un toque diferente al repertorio íntimo.

De cualquier manera, que la red social se haya convertido en toda una cantera de ideas es la prueba de que la sexualidad es cada vez algo menos tabú que podemos compartir, sin miedo a recibir juicios.

Mara Mariño

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Y echarme un novio feminista

La vez que llegué a casa y le dije a mi ex que un hombre me había seguido por la calle con su bicicleta diciéndome cosas y que estaba harta de que se repitieran ese tipo de situaciones a diario, me dijo que tenía que relativizar.

Que a él también le habían llamado «guapo» y no se había puesto así. Fue la gota que colmó el vaso.

pareja feminista feliz

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No conseguía hacerle entender que el enfado no venía de aquella ocasión, de aquel caso concreto, sino de estar aguantando esos comentarios desde que entré en la adolescencia.

Tampoco me parecía comparable su situación a la mía. Por dos razones, la primera porque lo suyo había pasado en ocasiones que podía contar con los dedos de una mano.

La segunda, porque él no sentía miedo. Cuando eres un hombre de dos metros y pesas 100 kilos, que una mujer te lance un piropo no te hace sentir inseguro.

A mí sí.

Él no conseguía empatizar conmigo ni ver la diferencia entre nuestras emociones recibiendo piropos de gente que no conocíamos.

Era solo una de las muchas faltas de entendimiento que teníamos. Como la de que había suciedad que solo veía yo. La que se acumula en el suelo donde guardábamos los cubos de basura, como las manchas en los cristales o las rendijas de las baldosas de la ducha.

Y el baño, el baño, sin haberlo hablado, se daba por hecho que era mi responsabilidad, porque si no lo limpiaba, podía estar semanas ajeno a los productos de limpieza. Para él, nunca estaba lo bastante sucio como para ir a limpiarlo por iniciativa propia.

Si a eso añades que me sentía poco valorada, porque era como si mi trabajo no existiera, porque ambos trabajábamos en que sacara adelante sus proyectos (en mi caso haciendo horas extra), o que en el momento que empezaba a formarme en algo me decía que no me creyera una experta por haberme leído dos libros, es fácil ver que no estábamos en igualdad de condiciones o al menos, el trato que me dispensaba, era distinto al que podía darle yo.

Diría que hasta ese momento, la relación con mi cuerpo era estupenda, pero comentarios como que no debía comer ciertas comidas a partir de una hora concreta del día o sentirme culpable si no iba a entrenar por si le ‘decepcionaba’ de alguna manera, me llevó a sustituir a escondidas si por un casual, en un arrebato de ansiedad, me tomaba un paquete de galletas que tuviéramos en casa.

Todo para que no se diera cuenta.

No es que me hubiera dicho que su expectativa era que yo estuviera en forma, pero creo que tampoco hacía falta cuando me decía que ya no me tocaban más calorías, que podía comer hojas de lechuga si seguía con hambre, o si tomando algo con sus amigos, me quitaba de la mano el plato de frutos secos.

Viéndolo con perspectiva, no creo que él fuera consciente de hasta qué punto sus comentarios me afectaban, pero entre eso y ver constantemente mujeres con físicos que se califican como perfectos en anuncios, redes sociales, series o películas, es difícil no caer en enfrentarte contigo misma. Con tu peso.

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Casi un año después de esa ruptura, cuando estaba más convencida que nunca de que no volvería a sentirme así por nadie, empecé a salir con mi pareja actual.

Y todo cambió hasta el punto de que, por primera vez, estaba con alguien que no ocultaba sus emociones en lo más hondo de su ser (porque le habían enseñado que eso era sinónimo de ser fuerte).

O a lo mejor se lo habían enseñado igual, pero él lo había deconstruido.

Alguien que me veía como a una compañera de equipo y se esforzaba a diario en que las responsabilidades y las decisiones fueran compartidas por ambos.

Y, en caso de dudas, de inseguridades, de miedos, se creaba un espacio para hablar de ello sin ningún tipo de prejuicio, teniendo conversaciones tan profundas que hacían que la conexión saliera fortalecida de cada discusión, de cada desencuentro.

Abandonamos los roles de género, me dejó de preocupar que yo tenía que ser la que no tuviera pelo y él el que estuviera más fuerte que yo, por poner unos ejemplos.

Lo hicimos al revés, los moldeamos a nuestra manera, nos cuestionamos por qué nos preocupaba cualquier expectativa que no fuera la nuestra y apostamos por diseñar el romanticismo a nuestra manera.

Y toneladas de apoyo, apoyo en todo, en el crecimiento de los dos y en el respeto absoluto por la otra persona y sus aspiraciones y deseos, siempre acompañado de la escucha activa y grandes dosis de empatía.

Fue una revolución tan grande en mi vida que hasta escribí un libro que se ha puesto a la venta esta semana (Todo lo que mi novio debe saber sobre feminismo, Grijalbo).

Porque pensaba que si él había conseguido hacer ese ejercicio de cuestionarse, revisarse y vivir la relación como un espacio de aceptación absoluto -donde los dos nos sintiéramos queridos y seguros-, habría más hombres que pudieran hacerlo para que no se repitieran las vivencias como las que yo había tenido en el pasado, para que nos entendieran.

Al final, descubrí que podía tenerlo todo: sentirme realizada en mi carrera, poder dedicarle mi atención a mis familiares y amigas, tener tiempo para mis aficiones y estar enamorada hasta las trancas.

El secreto estaba en echarme un novio feminista.

Mara Mariño

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Si fantaseas con otra persona, ¿significa que no quieres estar en tu relación?

Por nuestra mente, un desfile de fantasías circula de manera más o menos frecuente.

Las hay que nos acompañan desde hace años, otras que aparecen de manera inesperada (y te dejan preguntándote por qué fantaseas con aquello) o las que ‘adoptamos’ cuando se las oímos decir a alguien y pasan a formar parte del repertorio.

Pero en ningún caso significa que queramos llevarlas a cabo.

pareja cama

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Relacionar los términos fantasía y deseo es algo muy frecuente y erróneo, pero como explica la sexóloga Erea Devesa, sexóloga colaboradora de Durex, «no implica querer llevarlo a la realidad. De hecho, muchas personas viven con culpa el hecho de fantasear con situaciones o personas que son lejanas a sus valores o creencias».

Esto es algo que parece de mayor gravedad si tenemos en cuenta que la sociedad es mayormente monógama, pero «que una persona fantasee con estar con alguien que no es su pareja no tiene absolutamente nada de malo, ni tiene relación con su pareja» cuenta la experta.

En todo caso, hablaríamos de dificultades si el deseo estar con otra persona y la relación es monógama.

Pero como dice la sexóloga: «No somos lo que pensamos. Somos seres racionales que tomamos decisiones y valoramos, todo el tiempo, qué queremos hacer».

Que el hecho de pensar en otra persona aún nos lo tomemos como indicativo de que la relación está destinada a fracasar, es una de las tareas pendientes.

«Es normal que veamos a otras personas y que puedan parecernos atractivas y nos imaginemos cómo sería tener una relación, o incluso que fantaseemos o deseemos tenerlas, pero en última instancia decidimos no hacerlo. Eso es lo realmente importante, ser leal a los acuerdos o compromisos»

La raíz del problema, en palabras de la experta es que «hay todavía unos patrones sociales muy arraigados que marcan cómo debería desarrollarse una relación sentimental, lo que es ‘normal’ y lo que no, así que todavía sigue existiendo esa creencia».

Atracción vs decisión

Además de las relaciones monógamas, cada vez hay mayor hueco para otros modelos de relación, algo que la experta achaca a los cambios sociales y culturales (tendencias apps citas, pandemia, etc.).

«Las personas cada vez se cuestionan más la forma en la que han sido criadas y están dispuestas a desafiar las construcciones sociales de una manera general», explica.

Aunque puede ser también un reflejo de cómo nos planteamos la intimidad. Según un estudio de marzo de este año que ha compartido Ipsos con Durex, los españoles se muestran abiertos a probar cosas nuevas: al 47% de los encuestados le gustan las experiencias sexuales fuertes y estimulantes; al 40% le gusta experimentar cosas nuevas en el sexo; y al 18% le gusta intentar superar los propios límites sexuales.

Para mí, uno de los retrocesos en este aspecto viene cuando un formato televisivo, como es La Isla de las Tentaciones, promueve un mensaje tan perjudicial como es el hecho de relacionar la atracción por una nueva persona con la falta de amor por la pareja.

Cuando un programa con una audiencia tan amplia emite esas concepciones de las relaciones, fomenta una idea del amor muy poco realista.

«No es incompatible y es perfectamente normal, ya que somos animales sociales y podemos sentirnos atraídos por otras personas más allá de nuestras parejas», explica la sexóloga.

«También podemos generar vínculos relacionales con más de una persona y eso no condiciona el amor que podemos sentir por cada una de ellas. Te pongo un ejemplo que tal vez resulte más cotidiano: ¿Quieres menos a tu hermano/a/e mayor cuando nace un hermano/a/e nuevx?. No, ¿verdad? Simplemente generamos un vínculo nuevo, una relación nueva y diferente, ya que es una persona diferente».

En su opinión, parecería que el amor viene en cantidades finitas y cuantos más vínculos generáramos, más disminuyera el monto inicial teniendo que dividirlo cada vez más.

«La realidad está lejos de esto: el amor se multiplica, no se divide», afirma.

Muchas fantasías, buena salud sexual

Tener un abanico variado de fantasías no es sinónimo de crisis en la relación ni de tener insatisfacción a nivel íntimo.

Esas ficciones eróticas son la prueba de que «somos personas creativas y tenemos imaginación», explica Erea.

«La sexualidad es un ámbito más en el que desarrollar estas habilidades. El problema es que no está igual de bien visto ser creativa en la cocina o en el trabajo».

Pero en palabras de la experta, «fantasear es incluso un indicador de salud sexual, ya que una vida sexual activa da lugar a mayores posibilidades respecto a ese tema y al final a tener una relación positiva con el sexo».

Además, como comentábamos al principio, tener una fantasía no significa llevarla a cabo obligatoriamente.

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«Como adultos, sabemos distinguir perfectamente entre las fantasías y la realidad, y podemos controlar nuestros impulsos. Si sentimos que llevaríamos a cabo ese pensamiento si se nos planteara la situación, este sería un deseo y tendremos que valorar nuestras opciones».

Una vía de comunicación segura y sincera es la tónica para resolver la mayoría de conflictos entre parejas (entiéndase conflicto como un desacuerdo), y en el ámbito de las fantasías o deseos -si queremos realizarlo-, sucede lo mismo.

«Muchas veces, una falta de comunicación puede jugar en nuestra contra, ya que es posible que eso que deseamos también lo desee nuestra pareja, pero al no comunicarlo, no podemos disfrutarlo en pareja y lo vivimos con sufrimiento», comenta Erea.

La clave en toda aproximación de opiniones distintas es la de llegar al punto medio: «Puede que nuestra pareja no lo desee, pero se pueda llegar a un acuerdo para llevarlo a cabo fuera de la pareja».

«Si no existiese un consenso en el que todas las partes se sintiesen a gusto, habrá que valorar si la relación tiene más peso que ese deseo, o no», finaliza la experta.

Mara Mariño

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¿Quieres una segunda cita? Estos son los factores que debes cuidar (y no son ni el sitio ni tu ropa)

Quienes hemos usado aplicaciones para conocer gente, sabemos que el momento de la primera cita es crucial.

Según lo que pase en ese rato, tomaremos la decisión, más o menos consciente, de si volver a quedar o no dedicar más tiempo a explorar ese vínculo.

cita romántica

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Por eso es normal que, cuando el momento se aproxima, las preguntas como qué hacer, a dónde ir o incluso qué ropa escoger, monopolicen gran parte de nuestros pensamientos.

Quieres que el encuentro sea lo más perfecto posible dentro de que hay muchos factores que escapan de tu control (y justo ese día puede parecer que nada va a salir bien).

Y es que por mucho que nos esforcemos en cuidar los detalles que rodean esa desvirtualización, no es a lo que deberíamos prestar atención.

Logan Ury, que es directora de Ciencia de las Relaciones en Hinge, conoce cuáles son esas casillas a tachar que conducen a una segunda cita.

Al seguir el recorrido de los usuarios en sus encuentros, según su experiencia, «hay tres aspectos clave que pueden conducir a una primera cita estupenda y ayudar a las personas a conseguir una segunda: la vulnerabilidad emocional, la risa y la escucha».

Por eso la experta recomienda que esa primera toma de contacto no se use para proyectar una imagen inmaculada, sino todo lo contrario.

«La gente suele pensar que presentar una versión perfecta de sí misma es la clave para conseguir una segunda cita. Pero es nuestra autenticidad y nuestros defectos los que nos hacen más atractivos», afirma.

Una investigación de Hinge en el Reino Unido reveló que más de la mitad (66%) de los usuarios confirmaron que es más probable que tengan una segunda cita con alguien que muestra vulnerabilidad emocional en la primera cita.

Pero, ¿qué es mostrarse vulnerable? Logan lo resume en sincerarse en cuatro áreas: «tus valores, sentimientos, esperanzas en la relación y miedos».

Nada de jugar la carta del misterio o de frenarse por si la otra persona considera que estamos subiendo el nivel de intensidad. A la hora de conectar, eso no funciona.

Los beneficios de hacer reír y saber escuchar

Pero sí funciona el sentido del humor. La experta de Hinge destaca los beneficios de la risa como otra de las claves que garantizan que puedan darse más encuentros en el futuro.

«No solo reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, permitiéndonos relajarnos, sino que también crea un golpe de dopamina, activando los centros de placer de nuestro cerebro», explica.

«Es genial para una primera cita: más unión, menos estrés y más posibilidades de una segunda cita».

¿Significa eso que quienes se dediquen a la comedia van a tener más facilidad a la hora de tener pareja? No necesariamente, ya que hay un tercer aspecto que, por muy amplio que sea el repertorio de chistes, es imprescindible: la escucha.

«Hablar menos y escuchar más» es, según la experta de Hinge, el consejo para una buena conversación en la primera cita.

«Practica la escucha activa estando presente y siendo curioso con tu cita», aconseja. «Mantén el contacto visual, elimina las distracciones retirando el teléfono de la mesa y utiliza un lenguaje corporal positivo, como asentir y sonreír».

Pero, ¿qué sucede si aún con todo, después de haber sido vulnerables, haber hecho reír y haber escuchado, no tenemos claro que haya habido química?

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«Siempre recomiendo a la gente que ignore ‘la chispa’ (o la falta de ella). No es un indicador fiable de conexión o compatibilidad y, a menudo, la atracción crece con el tiempo», afirma Logan.

«Demasiados rechazamos a la gente después de la primera cita porque olvidamos que lleva tiempo abrirse. Es muy posible que te estés perdiendo a muchas grandes parejas por decir ‘no’ a la segunda cita».

Mara Mariño

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Cómo ‘milf’ y ‘dad bod’ reflejan desigualdades de género en la sexualización a los 40

El otro día subía un vídeo hablando del dad bod, un concepto que se utiliza para definir los cuerpos de hombres de mediana edad que no están en forma.

Literalmente es la traducción al inglés de ‘cuerpo de padre’, un término que se ha popularizado en los últimos años en un sinfín de artículos poniendo como ejemplos de esta constitución a actores como Leonardo Di Caprio, Adam Sandler, Pierce Brosnan o Javier Bardem.

O, como se les llama también en español, «fofisanos».

hombre bata dad bod

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Según la revista GQ en uno de sus artículos, en concreto el de Por qué el cuerpo de padre es sexy, el dad bod es «un cuerpo de tío sanote. Nada demasiado excesivo, pero un poco de tripa asomando bajo la tela de la camiseta».

Claro que en una sociedad que mide el éxito en términos de atractivo, a la vez que estipula los arquetipos de belleza, que una de las revistas masculinas más leídas se refiera en esos términos a la falta de tono físico en los hombres, no es casualidad.

Por otro lado, las revistas femeninas se sitúan en el otro extremo de la balanza. Ante la permisividad de esos famosos que posan en sus yates con una lata de cerveza, encontramos fotos de actrices o cantantes con brazos tonificados dignos de tenistas profesionales o abdominales de acero.

Nos hablan de la lista de famosas con cuerpazos a los 50 o se utilizan como ejemplos en artículos de Cómo estar mejor a los 50 que a los 30.

Es curioso el doble rasero de la prensa. El mensaje es que ellos pueden ganar peso y además seguir siendo considerados sexys, ya que el concepto de lo que es atractivo sexualmente se adapta para que entren en el espectro.

Nosotras, en cambio, no solo tenemos que estar delgadas, sino combatir al tiempo y estar más jóvenes que hace 20 años. Si no estás mejor a los 50 que a los 30, has fracasado. Si ellos están mejor a los 50 que a los 30, han triunfado.

El efecto ‘Homer y Marge’

La película de American Pie fue la primera en ponerle nombre a otro concepto que completa esta paradoja de la sexualización a partir de cierta edad en la sociedad.

Fue con el boom de la saga de comedias de instituto cuando se popularizó el término milf, que es la abreviatura de Mother I would like to fuck o, como se dobló en castellano, la «mqmf», «madre que me follaría».

Que le pusieran nombre fue la única novedad, las milfs en la pantalla llevaban mucho tiempo entre nosotras sin que nos hubiéramos percatado.

El premio se lo lleva Marge Simpson por la cantidad de años que estuvo la familia amarilla saliendo en nuestras pantallas.

Durante los más de 20 años que los personajes de Springfield nos han acompañado, la fórmula de Homer, gordo, amante de la cerveza y las rosquillas, y Marge, la devota madre de familia numerosa siempre delgada (nunca supimos sus comidas favoritas), son el ejemplo perfecto.

A ellos les siguieron Peter y Lois Griffin, Bob y Helen Parr (Los increíbles), pero también Diego y Lucía (Los Serrano).

El común denominador es el mismo: hombres fofisanos con mujeres que, después de la maternidad, mantienen una forma física estupenda. Y además son guapísimas.

En el momento en el que las representaciones que encontramos en las películas o series están reforzando estas ideas, nos encontramos con una cultura que perpetúa estos estereotipos de género en la sexualidad y construye no solo nuestra identidad sexual como individuos, sino en pareja.

Tener hijos cambia. Pero la sorpresa es que cambia hasta el punto de que si eres mujer se convierte en algo con lo que se te puede sexualizar.

La milf no se quedó en American Pie, es un término que se encuentra la pornografía y ha llegado a convertirse en una de las categorías más visitadas. Dad bod, por otro lado, no aparece en ninguna web de contenido para adultos.

¡Si encuentras hasta ilustraciones realizadas por fans de Marge Simpson, con un físico aún más sexualizado, ya que cambian las dimensiones de su cuerpo, en ropa interior, con posturas de sumisión o luciendo accesorios de BDSM!

De Homer no encontrarás este tipo de contenidos, lo que lleva a pensar que a las madres se las quieren follar, a los padres no.

Eso sí, no a cualquier madre, las mujeres que componen el imaginario erótico no tienen un cuerpo de haber pasado tres partos. No verás milfs con estrías en las tetas, la cicatriz de la cesárea ni tripas bamboleantes.

«Qué buena está la madre de mi amigo José», cantaba Dani Martín, no sabemos más de ella en el resto de la canción, lo importante quedó en esa estrofa.

En cambio, los hombres gozan con el privilegio de la aceptación. Su sexualización a partir de los 40 no cambia por mucho que sus cuerpos experimenten variaciones.

Siguen siendo percibidos como sujetos eróticos aún cuando su figura está menos esculpida.

Es más, volviendo al artículo de GQ, el dad bod se admira porque «no está obsesionado con el gimnasio», algo que se relata en el mejor de los sentidos. Los atributos que encuentras en el texto es que es un tío «auténtico» que está «cómodo» en su propia piel.

Pero, claro, es fácil estar cómodo en tu propia piel cuando al cumplir 40 años tu autoimagen no se ve atacada por los mensajes o referentes que nos rodean a nosotras.

Reimaginando la sexualidad a los 40

Cómo nos vemos físicamente no solo se construye con la opinión personal que nos formamos. El juicio externo nos valida o invalida porque mide cuán atractivos resultamos al otro.

Algo que además repercute de manera directa en nuestra vida sexual y relaciones de pareja, ya que es uno de los pilares de la autoestima sexual.

Sentir que a partir de una edad, tu cuerpo es menos aceptable, no solo es una desigualdad social porque nos afecta más a las mujeres que a los hombres.

También significa que habrá más probabilidades de vivir ciertas situaciones con incomodidad, vergüenza con nuestro propio cuerpo e incluso llegar al punto de sentir que la sexualidad es lo único que podemos ofrecer, tanto ante una pareja esporádica como en una relación.

Para terminar con una nota de esperanza, lo más revolucionario parte de la estimación de una misma, es decir desafiar y cambiar estas normas de género en la percepción de la sexualidad a los 40 pasa por autoaceptarse.

Que suena fácil, y no lo es, soy consciente. Pero puedes empezar por recordar que el cuerpo que tienes no solo es el tuyo (y por eso ya se merece mucho amor), sino que va a seguir cambiando y además va a seguir siendo capaz de experimentar un montón de placer que te va a hacer sentir genial.

Y, una vez reivindicado tu cuerpo, toca señalar también las narrativas de esos programas o películas en los que las representaciones corporales siguen este sesgo según los personajes sean hombres o mujeres.

Las relaciones de pareja sanas deben estar basadas en la igualdad, así que debe empezar en casa. Y es difícil que haya igualdad de condiciones si uno de los miembros puede aceptar sus cambios de la edad y el otro vive con la angustia, la presión y la inseguridad que le generan los mismos.

Así que, no solo es tarea nuestra sentirnos a gusto con nosotras, dar con parejas en las que la tónica habitual es el respeto mutuo es clave.

Hay una diferencia abismal entre tener a tu lado a alguien que te acepta con todo (edad, cambios corporales, de trayectoria, etc) y, una persona que fomenta esa presión (algo que puede pasarte a los 40, pero también a los 20). En cuyo caso lo mejor que puedes hacer es ponerle fin a esa relación.

En definitiva, la importancia de la sexualidad a los 40, a los 50 o a los 60, no debería estar ligada al aspecto físico. Necesitamos valores íntimos que se centren en la inclusividad, en la aceptación, en la igualdad, en el cuestionamiento de esas normas de género.

La única preocupación de nuestra vida íntima, según cumplimos años, no debería ser otra que centrarnos en ser flexibles y adaptar nuestra sexualidad a lo que nos va pidiendo el cuerpo y la mente en cada momento.

Mara Mariño

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