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Si crees que tu pareja besa mal, así puedes sacar el tema sin que resulte ofensivo

Hace unos días una seguidora me pedía consejo sobre la manera en que su pareja besaba. «Besa mal y no sé cómo decírselo», me escribió.

Entendía su agobio, cuando te gusta una persona sobre el papel, quieres que pase lo mismo en la práctica. De no hacerlo, es cuando te preguntas si realmente sois compatibles físicamente.

beso mujeres

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Por desgracia, tenemos una imagen preconcebida de lo que deben ser estos encuentros, de los besos o polvos «de película».

Si no lo sentimos como un espectáculo de fuegos artificiales, ya no nos vale.

Lo que le expliqué a mi seguidora era que aquello de bien o mal eran términos muy relativos. No creía que su pareja no besara en condiciones.

Más bien la reflexión que le hice fue que la forma en la que él acostumbra a besar no es una manera que entre en los gustos de ella.

Siguiendo este razonamiento, no hay un ranking en el que podamos calificar todos los besos porque no nos hemos puesto de acuerdo en unos parámetros universales que nos gusten a todos.

Habrá quien disfrute de besos cortos, quien los quiera largos y con mucha saliva porque los encuentra realmente excitantes y quien prefiere que las lenguas se hagan el torbellino.

Sobre besos hay mucho escrito, pero es subjetivo.

Te puede interesar leer: La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hacemos lo que podemos literalmente, porque aprendemos basándonos en la práctica y, por mucho que haya artículos donde supuestamente te enseñan a mejorar tu forma de hacerlo, lo que pueda preferir quien tenemos delante, es un misterio.

Se puede comparar a cuando invitas a alguien a cenar a casa, puede que le encante la comida italiana que has preparado, pero a lo mejor no le gusta nada la pasta porque es más de arroces y no significa que no te haya quedado rico o que debas cuestionarte tus habilidades culinarias, pero sí que para otra, mejor preguntarle qué plato le gustaría encontrar la próxima vez.

Una vez aclarado esto a mi seguidora, pero entendiendo también que la forma en la que se besaban no fuera de su agrado, le sugerí que le comentara de que forma le gustaría a ella ser besada.

Siempre desde el enfoque de «a mí me gustaría más un beso así» y no el de «no me gusta cuando me besas así».

La manera en la que decimos las cosas es importante, y más si el objetivo es conseguir un cambio tras la conversación.

Haciéndolo asertivamente, le estaría comunicando a la otra persona su gusto personal sin hacerla sentir mal o poco habilidosa (lo que además puede tener como resultado un golpe importante a la autoestima).

En caso de recibir un comentario de este estilo, recordar que no es tanto cómo besamos, algo que podemos cambiar, es cómo le gusta a la persona que tenemos delante ser besada.

Lo que se puede aplicar a cómo le gusta ser tocada, cortejada, de qué manera te gusta que te hablen, que te escriban, si eres de motes cariñosos o si la legua la quieres en la boca o en otro sitio.

Mara Mariño

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La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hace unos veranos, saliendo de festival con amigos de la universidad, uno de ellos encontraba especialmente divertido besarnos en la boca a las chicas del grupo.

Incluso diciéndole que no queríamos que se repitiera, él seguía con una actitud desenfadada sin entender por qué nos enfadábamos al respecto cuando no lo hacía con mala intención, sino «de broma».

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Lo que era incapaz de entender es que, por mucho que para él fuera algo con lo que divertirse sin mayor importancia, el hecho de que lo hiciera de repente y no lo viéramos venir, ni pudiéramos zafarnos de ello porque se aprovechaba de la distracción de la música y el baile, era que a nosotras nos producía incomodidad su presencia.

Y sobre todo nos hacía preguntarnos dónde quedaba nuestro deseo en todo esto.

Mi examigo había crecido con una infancia llena de películas donde los protagonistas masculinos besaban sin consentimiento a las princesas (Blancanieves, La bella durmiente…) y, en su adolescencia, con esas frases de Tuenti de «Los besos no se piden, se roban».

Su ‘juego’, su ‘broma’, nos tuvo a varias en alerta durante toda la noche, así como cargarnos con la frustración que supuso tener la conversación con él y que no le diera validez a cómo nos habíamos sentido.

No entendía que besar es algo que tiene que ser recíproco, porque si no va en dos direcciones, puede ser molesto y hasta embarazoso si encima cuenta con espectadores.

Así que, desde que vi el beso que le dio Luis Rubiales le dio a Jenni Hermoso (y la polémica derivada de él), no dejo de pensar en las similitudes entre ambos casos.

El denominador común es que son hombres que, en plena situación de celebración pública, han dado rienda suelta a su emoción con un contacto físico íntimo sin tener en cuenta que la otra persona no quería recibirlo.

Hombres que, una vez se les ha criticado ese comportamiento, se han exculpado diciendo que era algo de poca importancia, quitándole peso a una situación que ha provocado un malestar, empañando un momento de disfrute.

Te puede interesar leer: El problema son los hombres que agreden (y los que les cubren las espaldas)

De nada nos sirve que se nos eduque en expresar nuestros intereses, en apropiarnos de nuestra sexualidad y vivirla libremente si, de la mano, no se educa en el consentimiento y en el deseo.

Quiero recordar que eximir de su responsabilidad a quien ha cometido una agresión sexual (ya sea un beso, tocamiento, etc) forma parte de la cultura de la violación, la aceptación o normalización de abusos hacia las mujeres como algo inevitable en la sociedad.

Sumarse a la conversación mostrando tolerancia cero o implicarse en que no haya impunidad a quienes la ejercen son fundamentales para combatirla, de ahí que sean vitales las consecuencias: quienes cometen estas agresiones deben pagar por ello.

Porque mientras no se enseñe que los besos deben ser algo que solo se puede dar a quien quiera recibirlos, muchos seguirán pensando que las mujeres estamos ahí para ser besadas cuando quieran.

Mara Mariño

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Culpo a la Covid-19 del fin del primer beso en las citas

Aunque lo ideal sería llegar a casa después de una primera cita con el pulso acelerado o la cabeza repasando detalles como la forma de sus ojos, no en todas las primeras citas hay química.

Pero cuando la hay, el momento que rodea acercarse por primera vez -casi hasta el punto en el que los labios están a punto de tocarse-, es uno de los más memorables.

Para bien o para mal, claro. El primer beso no es solo una interacción física, es un paso decisivo antes del momento de la despedida.

SPRINGFIELD MAN & WOMAN

Un broche que definitivamente puede hacer que se cambie de opinión confirmando que queremos seguir viendo a la otra persona o que, por el contrario, no ha habido suficiente compatibilidad.

Dejarse rodear por un beso no es solo buscar el roce de una lengua en la boca invitada. Es prestarle atención a los detalles que acompañan el momento.

Una mano que trepa por la nuca y acerca más la cabeza, otra que rodea la cintura… Y sobre todo, ponerle voz a esas zonas de contacto tratando de averiguar si es verdad que parece que existe electricidad en los roces.

La facilidad -relativa- con la que antes podías atreverte a iniciar la maniobra de acercamiento, parece ahora impensable. Incluso si sientes que es el momento y el lugar.

Esa señal inequívoca cuando, ya sea en pleno Paseo de la Castellana o bien frente al mar, perdida en la sonrisa visual de la otra persona (esa que solo puedes intuir por las características arrugas de los ojos), empieza a aletear algo en el pecho anticipando lo que, en otras circunstancias, terminaría con un beso inolvidable.

El coronavirus ha robado un sinfín de primeros besos (también de segundos y de terceros).

Y aunque es lo más prudente en estas circunstancias, la falta de conexión física nos deja con la duda de hasta qué punto nos podemos fiar de nuestro criterio cuando llega el momento de decirse adiós.

Y así como nos ha arrebatado la oportunidad de dejarnos llevar como nos gustaría, tenemos la suerte de que no se ha llevado el romance por el camino.

Porque si algo consiguen las citas Covid Free es que te fuerzan a hablar (aunque sea más alejados de lo que nos gustaría) y a buscar formas alternativas de acortar las distancias físicas.

Ahí está el verdadero reto. En besarse sin tocar.

Duquesa Doslabios.

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El Mundial del abuso sexual

No sé si habéis visto en Facebook un vídeo que anda circulando estos días acerca de cómo quizás el fútbol no sea un lenguaje universal a diferencia de la misoginia.

(EFE/EPA/MOHAMED MESSARA)

Aficionados varones (sí, debo recalcar que son varones ya que, sorprendentemente, no aparecía ninguna mujer) se aprovechaban de las barreras lingüísticas para hacer decir a las aficionadas, totalmente desconocedoras del idioma, comentarios de índole sexual.

Me gustaría citar algunos literalmente: «Argentinos vengan que les tiramos la goma» (practicar una felación), «Yo soy perra. Perra, bien perra. Más puta pa’ donde» (aficionado colombiano a foro fas japonesas), «Quiero cachar» (tener relaciones sexuales) o «Quiero chupar pija» (ver primera expresión).

Otro ejemplo: un grupo de aficionados mexicanos estaban cargando con una mujer rusa a la que le decían: «La rusa va a probar el chile nacional«. También, un grupo de brasileños, alrededor de otra mujer que no conocía la lengua, comenzaron a gritar: «Esta es bien rosita. Vagina rosa».

Y hablemos ahora de los medios de comunicación, de mis compañeras periodistas desperdigadas por el mundo que se han reunido en Rusia para aguantar situaciones durante sus transmisiones en directo como besos, tocamientos, colocarse detrás de la reportera a realizar gestos de placer como si estuviera manteniendo relaciones con ella…

Y todo, por supuesto, en plena ejecución de su trabajo y en contra de su voluntad.

Una periodista brasileña, en cambio, fue lo bastante rápida como para evitar que la besaran e intentó recriminar al acosador que se alejó rápidamente. «No te permito que hagas eso. Nunca, ¿vale? No es educado y no está bien. No vuelvas a hacer eso a una mujer, ¿vale? Respeto» le espetó.

Tras increparle, en su cuenta de Twitter escribió que «es difícil encontrar las palabras. Por suerte nunca me ha pasado esto en Brasil. Aquí ya me ha pasado dos veces. Triste. Vergonzoso«.

La euforia del momento, las decepciones por las derrotas, el ambiente distendido, el alcohol… Nada, no hay nada que justifique el comportamiento de los aficionados. Nada justifica el acoso ni el abuso.

Como declaró en su carta abierta a los aficionados Simon Bank, periodista sueco de un diario cuya periodista fue besada y zarandeada, «se trata de todos estos hombres fanáticos. Se están divirtiendo, están bromeando, en varios casos estoy convencido de que ni siquiera tienen ni idea de que lo que están enfrentando son violaciones o abusos. Dice mucho sobre mucho, porque ya no hay excusas para ti

«Nadie debe aferrarse al lugar de trabajo de su esposa, sus novias, hijas o hermanas y envolver sus cuerpos. Y nadie se aferrará a los trabajos de estas mujeres tampoco y hará lo mismo. Una mujer con un micrófono no puede estar segura de hacerlo sin ser besada o azuzada por diversión. ¿Deberíamos simplemente mirar hacia otro lado? ¿No dejar que la policía informe el abuso? ¿Fingir que está lloviendo? Estimado fan, ¿de verdad deberíamos hacer esto?»

¿Conoces el beso de Singapur, el único que se da sin los labios?

Inmersa en mi última lectura, que coincide que pertenece a uno de mis compañeros blogueros del diario, Ya está el listo que todo lo sabe de SEXO (autor del que muy pronto os traeré entrevista) encontré de pasada “El beso de Singapur” o también llamado «pompoir».

GTRES

Así como conocía (y bien) todos los que habían aparecido hasta el momento como el beso francés o el beso griego, el de connotaciones asiáticas me pilló por sorpresa.

Como describe Alfred López, es una práctica que se realiza utilizando los músculos de la vagina sobre el glande ejecutando unas contracciones que dan placer y llevan al orgasmo (si se realiza bien, claro).

Pero ¿cómo podemos practicar para hacerlo? Exactamente igual que cuando nos ponemos un tutorial de hacer ejercicio en casa 20 minutos.

Por lo visto la rutina es la misma que la de mantener el suelo pélvico en forma. Los ejercicios de Kegel (contracciones controladas) y el posterior uso de bolas chinas para controlar la contracción son todo lo que debemos dominar para convertirnos en expertas.

Es decir, la contracción y relajación de los músculos circunvaginales con la idea de crear un efecto de succión como el que realizamos al hacer sexo oral.

A la hora de aplicar la teoría a la práctica, lo más recomendable es que la mujer esté colocada encima y que mantenga la cadera quieta en una postura en la que se encuentre cómoda y pueda concentrarse en el movimiento.

Perfecto no ya solo para sorprender a nuestra pareja sino para añadir algo nuevo a la cama y, ya de paso, mantener nuestros músculos de la zona siempre en forma (algo que agradecemos sobre todo después de los partos).

¿Le damos al pompoir?

Duquesa Doslabios

Así es como puedes mejorar tu manera de besar

Basta tener lengua para hacerse entender independientemente de cómo la utilices, pero yo soy especialmente partidaria de usarla para besar.

PIXABAY

Besar, ese gran arte del que todos nos consideramos aficionados y vamos perfeccionando con el tiempo.

Y si podemos definirlo como arte también podremos aprender cómo hacerlo cada vez mejor.

Antes de lanzarnos a besar debemos aprender a leer las señales. ¿Realmente quiere ser besada la otra persona? No pasa nada por recibir una “cobra” (el nombre dado a la maniobra de evitar un beso echando la cabeza hacia atrás), somos lo bastante maduros como para afrontar el rechazo, pero mejor ir sobre seguro, ¿no?

El lenguaje corporal es básico. Olvídate de si ella se retuerce un mechón de pelo entre los dedos o si él se muerde el labio inferior. Deja esos consejos en tu Super Top de 2009.

No hagas la pregunta de «¿Puedo besarte?». Tener claro que la otra persona está de acuerdo en que suceda es fundamental, pero si la tienes a un milímetro de distancia con los ojos cerrados igual es un poco obvio que quiere que lo hagas.

A todos nos gusta que un beso surja de manera espontánea, natural y, al menos al principio, suave. Que ya llegará el momento de meter lengua, pero déjalo para dentro de unos instantes, no es necesario que empieces buscando la tráquea de la otra persona.

Ahora que has pasado del redoble al solo de batería, puedes hacer virguerías. Cambiar la presión de los besos, jugar con la lengua, morder delicadamente o usar el resto del cuerpo son cosas que van de la mano con un buen beso.

Dar un beso no es como acudir a una clase de edafología, pero también necesita que te concentres. Vive el beso disfrutándolo plenamente. Ya pensarás en que todavía no has tendido esa lavadora después y que luego vienen tus compañeros a quejarse de que necesitan usarla.

Da igual si el beso como tal es solo punto de partida, travesía o final. Al final, es como bailar. Y, si no te sabes bien los pasos, siempre puedes dejarte guiar por tu pareja.