Entradas etiquetadas como ‘sexo en pareja’

De los cinco sentidos, este es el que más nos excita a las mujeres

Dicen que la unión de los cinco sentidos en el ámbito sexual hace la fuerza. O, más que la fuerza, tratándose de la intimidad, el placer.

Sí, vivir(nos) con todas las percepciones que nos llegan desde los órganos que nos permiten conocer el entorno -permitidme que me ponga técnica- potencia la experiencia, aunque muchas veces no pensemos en involucrarlos de manera activa.

pareja cama

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Hay quienes prefieren el poder se una mirada y quienes se decantan, en cambio, por degustar ese buffet libre de sabores y texturas que es el cuerpo del otro.

En teoría, se dice que mujeres y hombres preferimos uno u otro sobre los otros cuatro. Y, una encuesta en mi Instagram entre mis seguidoras confirma el que dicen que es el sentido que más nos excita a nosotras.

El oído es el que sirve de calentamiento, sí, pero también gatillo para disparar un orgasmo. Y es el sentido que más veces se repite en las respuestas de diferentes maneras.

Aquí van algunas ideas:

«Susurros al oido», «que hable sexy», «dirty talk», «que me diga lo que les gustaría hacerme al oído», «escucharlo a él gemir», «que me llame por mi nombre»…

Se llevan la segunda posición las miradas, representantes de la vista, como punto de encuentro entre los participantes, pero también para darle suelta al voyeurismo que llevamos dentro viendo de primera mano el placer que siente la otra persona.

«Miradas intensas», «que haya contacto visual», «que me mire fijamente a los ojos», «mirar a los ojos y ver cómo está disfrutando locamente»…

Te puede interesar leer: El ‘squirt’ por encima de todo: la sobrevaloración del orgasmo con fluidos

En tercer lugar son los mordiscos, una mezcla entre gusto y tacto, que representan esa línea entre placer y dolor que muchas recorremos con gusto e incluso pedimos con más fuerza (y para prueba las respuestas).

«Mordiscos», «que me muerdan y morder», «que me muerdan en el cuello en plan heavy», «morder partes erógenas»…

Fuera del top 3 de la clasificación quedan las caricias, ligadas con el sentido del tacto puro y duro, pero más sutil, para llevarnos a un estado de mindfulness siendo capaces de conectar hasta con el roce más delicado en la piel.

«Soft touches», «recorrer con los sentidos toda la superficie de la piel», «que me acaricie»…

Pero también resulta muy votado la estimulación de los pezones con la boca de la manera que sea: «Que me coman los pezones», «que me lama los pezones»…

Mis seguidoras resaltaron también la conexión, del sexo oral, los besos en el cuello (y otras partes erógenas), la masturbación y la comunicación como factores que les pierden en la cama.

Así que ahora que lo sabes… ¿A qué esperas para calentar la voz?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

La disritmia sexual: cuando vuestras ganas no coinciden

Si hay ocasiones en las que es imposible ponerse de acuerdo para escoger el sitio donde ir a cenar, ¿cómo vamos a coincidir con nuestra pareja siempre que tengamos ganas de sexo?

No, eso de que se sincronicen las libidos, y además tengamos un momento libre y -me invento-, la casa disponible sin padres, hijos o compañeros de piso, no es lo habitual.

pareja cama deseo

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Aunque ya hace unos meses os contaba cómo hacer si lo que pasaba era que tenía menos ganas que tú o al revés, no es lo mismo si ambos queréis pero os pilla el deseo en ocasiones distintas.

El deseo depende de un montón de factores: entre ellos está el estrés, el cansancio, los problemas laborales, familiares o de pareja.

Así que cuando aparece, y los calendarios eróticos no se encuentran, es lo que se conoce como disritmia sexual.

Por experiencia propia, puedo decir que la convivencia es la primera que genera desajustes (sí, por raro que parezca).

Si se comparte el mismo espacio, ¿cómo no va a darse una coincidencia en algún momento de todas las horas del día?

Somos animales de costumbre y pasamos de la jornada de 8 horas en la oficina al gimnasio, después el plan con amigas y luego la serie de turno al terminar de cenar.

La otra persona tiene también la misma rutina. Y salir de ella, aunque sea para pasar un buen rato, nos da una pereza tremenda y nos descoloca.

Cuando esto sucede, la comunicación -como en todo- es la clave. Expresar que en ese momento no apetece o que no se está de humor por cualquier cosa.

Te puede interesar leer: ¿No lo hacéis nunca? Es el momento de probar el sexo de mantenimiento

Así que, si somos quien no quiere continuar, nuestra responsabilidad hacia la otra persona es decirle qué nos sucede y por qué no queremos seguir.

Por otro lado, si recibimos esa respuesta, lo suyo es que entendamos que se trata de un momento puntual, mostremos apoyo y comprensión (en ningún caso forzando a continuar el encuentro) y lo dejemos para otra.

No es el fin del mundo ni tiene mayor importancia.

Si que haya deseos a destiempo tiende a repetirse, mi consejo es que lo planifiquemos.

Más que nada porque a veces, tener sexo con tu pareja, es como quedar con esa amiga que llevamos siglos sin ver.

Podemos tener muchas ganas de ponernos al día que, si no hacemos un esfuerzo en hacernos hueco y acudir a la cita, seguiremos con el «tenemos que vernos» sin que nunca llegue a pasar.

Y, además de utilizar el calendario como aliado, tampoco está de más que nos planteemos qué buscamos en un encuentro sexual cuando tenemos ganas de disfrutar.

Pensamos que la penetración es lo único que cuenta como sexo, pero podemos hacer otras cosas.

Si solo tenemos 5 minutos, puede ir desde a acariciarse a besarse, pasando por tocarse brevemente o hacer cualquier cosa que no necesariamente termine en penetración. 

De esa manera ganamos en variedad y diversión y le abrimos la puerta a otras prácticas que quizás tenemos más olvidadas o en segundo plano.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Sí, puedes tener un orgasmo y no sentir placer

¿Hay algún momento de nuestra vida donde pasen cosas más curiosas que en el sexo? Tengo mis dudas…

Objetos inesperados, posturas que solo se limitan por la imaginación, sonidos que nunca habías escuchado y sensaciones que, hasta ese momento, desconocías.

Resumen: en la cama y fuera de ella puede pasar de todo.

pareja cama placer

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero -claro que tenía que haber un pero-, aunque sea algo que practicamos por puro placer, no siempre lo conseguimos.

A mí me ha pasado que, justo cuando todas las señales de mi cuerpo indicaban que estaba a punto de caramelo, cuando parecía preparada para tener un orgasmo espectacular, se ha quedado en nada.

Me ha recorrido un pequeño temblorcillo y fin. Hasta ahí. Como cuando pones cava en una copa y parece que estás desbordando, pero luego apenas llega el líquido a la mitad.

Además, sabía que había terminado todo porque, si seguía tocando, mi cuerpo respondía raro. Con ese espasmo incómodo que parece decir «Ya. Se acabó. No doy más».

La primera vez que me pasó, me quedé helada. «¿Pero dónde está?». Casi me daban ganas de buscar entre las sábanas o mirar debajo de la cama.

¿Es posible que se me haya perdido un orgasmo? Lo cierto es que sí, no todos los orgasmos son iguales y el caso que he relatado, es más común de lo que parece.

Porque podemos alcanzar el clímax sin que el placer le acompañe.

Te puede interesar leer: Si que te ‘busquen’ te despierta las ganas, eres del club del deseo reactivo

La práctica llevada a cabo es algo que tiene poca relevancia, da igual si sucede durante la penetración, sexo oral…

Desde Lelo, la marca de juguetería erótica, desvelan el misterio de los orgasmos poco placenteros: es una falta de entendimiento entre la excitación del cuerpo y la mente.

Lo que significa que, de la misma manera, nos puede pasar sin estar en compañía de nadie durante una sesión de masturbación -especialmente si es durante el teletrabajo, porque la cabeza puede seguir ‘conectada’ al ordenador dándole vueltas al mail sin contestar-.

También puede que haya motivos físicos o psicológicos de por medio (que pueden necesitar que lo abordes con un profesional).

O, directamente, una falta de deseo porque una de las dos personas está más predispuesta que la otra.

En mi caso, siendo algo tan puntual, tiendo más a pensar que mi cabeza no estaba donde tenía que estar.

Por eso, en vez de agobio, me ha servido como reflexión, la de que el orgasmo no puede ser el fin último.

Porque puede darse o no. Y, si se da, quizás no es tan placentero como esperábamos. Entonces podemos seguir obsesionándonos con perseguirlo como si fuera el único premio…

O empezar a disfrutar de una relación sexual desde el momento que comienza en nuestra cabeza, con la anticipación de que va a llegar un encuentro con otra persona, y hasta que nos vestimos de nuevo.

Porque el placer está en todo: en la piel, en el olor, en el sabor, en el sonido, en él apoyado contra la pared mirándote desde arriba… En el orgasmo también, claro, pero no dejemos que lo monopolice todo.

El sexo es demasiado grande como para limitarlo a esos 11 segundos.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Sobre el ‘despiste’ de equivocarte de orificio durante la penetración

Hay momentos en los que, cuando tienes sexo con otra persona, te quedas pillada por alguna razón.

Puede ser la típica interrupción de repasar mentalmente dónde guardas los condones (la última vez los moviste para que tu gato dejara de jugar con ellos), pasar previamente por el baño para quitarte la copa o cuando notas que algo no está yendo como esperabas y no sabes cómo reaccionar.

La reflexión de hoy va de uno de esos casos.

mujer hombre cama

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Soy la primera consciente de que los genitales femeninos no son la estructura más fácil e intuitiva del mundo.

Me encantaría que resultaran tan mecánicos y fáciles de interpretar como un pene. Pero son más bien como la web de la Renfe.

O la conoces al dedillo porque la visitas a menudo o terminas sin saber dónde está cada cosa.

Tenemos pliegues, texturas, agujeros y todo está hacia abajo y muy cerca unas cosas de otras.

Es más, recuerdo que un amigo me contó que, lo que más les sorprendía a los hombres la primera vez que tienen, sexo era lo ‘abajo’ que está la vagina cuando se la esperan a la altura del pene, coronando nuestro pubis.

Así que soy bastante comprensiva cuando, como digo, un dedo, una lengua o cualquier otro apéndice, termina en el agujero que no esperaba: el ano.

Y es que a la hora de tener sexo con penetración con una persona, no parece necesario hablar para que quede claro que, el orificio en el que va a suceder la acción, es la vagina.

Por eso es muy habitual que, si por un casual notamos que la vagina queda atrás en el olvido y se va en la dirección equivocada, nos cerramos en banda y preguntamos si todo bien o si necesita ayuda con las indicaciones.

Sin embargo, ese error de dar con alguien que se ‘escurre’ o se equivoca, nos ha pasado si no a todas, a la mayoría. Como comento, teniendo en cuenta el diseño de nuestra anatomía, es algo bastante frecuente. 

Si recordamos que solemos tener sexo con la luz tenue (aunque yo recomiendo recrearse con las vistas), más todavía.

Te puede interesar leer: De perderle el miedo al sexo con la luz encendida

Pero ¿qué hay de los casos en los que se usa como excusa para seguir adelante y conseguir una penetración por la otra vía?

Cuando eso nos sucede -porque solemos saber discernir cuando se trata de una confusión y no de algo intencionado- para nosotras es muy tenso y hasta preocupante.

Especialmente porque no se ha negociado previamente.

A diferencia de la vagina, que sí está preparada para la penetración, es una zona que necesita mucha más preparación y puede resultar, además de incómodo, muy doloroso.

Por eso creo que debe ser siempre puesto sobre la mesa antes de ponerlo en práctica.

Es más, precisamente como necesita un buen calentamiento y una charla previa (algo que en el porno nunca sucede y lleva a más de uno a pensar que en la vida real es así), hay quienes se refugian en que a nosotras nos puede dar demasiada vergüenza o quedar lo bastante asustadas como para que pidamos que se detenga la práctica.

Si quieres ahorrarnos la incomodidad, saca el tema primero.

Es tan fácil como «Oye, ¿te gustaría tener sexo anal?». Y por supuesto respetar la respuesta, ya sea afirmativa o negativa.

Porque aunque no lo hayamos hablado, si no queremos practicarlo, que lo hagas por error no te va a llevar a conseguirlo.

Es más, lo que vas a realizar es una práctica no consentida y se considera violación.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

¿No lo hacéis nunca? Es el momento de probar el sexo de mantenimiento

Voy a soltarlo: con los años, el sexo deja de ser tan estimulante como al principio. Es más, si se vuelve repetitivo, como fue mi caso con mi ex, termina siendo bastante aburrido.

Llegué a un punto que, antes que echar un polvo, prefería limpiar el que se acumulaba por encima de los muebles.

sexo mantenimiento

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Ahora mismo a lo mejor no lo necesitas. Estás en esa etapa maravillosa donde lo hacéis como conejos.

Ese momento en el que incluso te gusta el sexo en el agua, porque las ganas son capaces de superar el escozor de lo seco que se te queda todo dentro.

Pero esa etapa no es infinita, le sigue una más tranquila, donde pareces no coincidir nunca con el deseo de tu pareja o incluso te rechaza porque no está de humor.

Así que cuando no coincidís, cuando todo está enrevesado y la frecuencia ha caído en picado, podéis llegar a pensar que estáis en una crisis sexual de la que no podéis salir.

Te puede interesar leer: Te quiero pero me aburres en la cama

Pero no, ahí es donde entra el sexo de mantenimiento.

(Y es algo que habría podido poner puesto en práctica, pero se nos acabó la relación primero. Aunque esa es otra historia).

El sexo de mantenimiento es el polvo (o polvos de rigor) que se ponen con el objetivo de que, conectar íntimamente, siempre tenga un hueco en nuestra rutina.

Empieza por tener una conversación en la que sois conscientes de que estáis teniendo menos sexo y os ponéis de acuerdo en que queréis hacer algo al respecto.

Que por tu cuenta lo mantengas vivo (hola, masturbación) es fundamental, pero este check es la manera de que sigáis teniendo relaciones con el paso del tiempo.

O cada tres días o mensual, la frecuencia es la que decidáis y depende de un montón de factores.

De si vuestro estilo de vida os lo permite, de vuestra sala, el deseo sexual o si hay una ola de calor y no quieres tocarle ni con un boli…

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmaravuelve)

Los beneficios

Y la gran pregunta, ¿en qué te beneficia el sexo de mantenimiento, más allá de llevarte un orgasmo en compañía?

Pues que muchas veces empiezas sin muchas ganas pero, en cuanto vences la pereza inicial, terminas animándote.

Sobre todo ayuda a esa falta de sincronización, ya que, siendo personas diferentes, no tenemos la libido sincronizada, como sí nos pasa con el calendario de Drive para poder organizarnos las vacaciones.

Que uno tire resulta de ayuda. Pero que no sea siempre el mismo porque eso ya es otro problema (del que os hablé en este artículo).

Además de seguir alimentando el vínculo entre ambos y la intimidad, darte un buen revolcón es el mejor aliciente para tener ganas de tener sexo la próxima vez, conectas de nuevo con tu pareja y liberas un buen chute de endorfinas.

Así que no lo dejes en el aire, como hacías hasta ahora, porque te arriesgas a que no suceda.

Ponle fecha y hora, asegúrate de que, para entonces, ni te llama tu madre ni toca pasear al perro. Ese rato es para vosotros y nadie más.

Que digo yo que si te organizas para la partidita de pádel, también puedes ponerte con eso. Te prometo que te lo vas a pasar tan bien o mejor.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

En pareja, ¿que surja espontáneo o planificarlo?

Parece que no hay discusión cuando llega el momento de ponerse de acuerdo entre qué sexo es mejor: si el que surge de repente o el que se planea.

pareja sexo espontáneo

PEXELS

Como si de un plan improvisado de viernes tarde se tratara, todo lo que suponga dejarnos llevar y sorprender, gana puntos en la comparativa.

Pero, y aquí va mi opinión contraria a esto, ¿qué pasa con las ventajas de organizarlo con tiempo?

Ponerse en las manos de la espontaneidad está muy bien siempre y cuando se tengan ganas, energía y tiempo, tres factores que con una rutina de trabajar, ir al supermercado, los niños, el perro, la lavadora y los trámites en el banco, no son siempre habituales.

Por eso, seleccionar una fecha y un momento es decirle al día a día que no todo va a ser logística, también hay un rato para disfrutar (en soledad o con compañía).

Soy una defensora de hacerlo de esta manera porque la expectación consigue alimentar mi deseo.

Solo el momento de fantasear con ello o ir a una tienda erótica, a por algo que vaya a participar en el juego, preguntar dudas o pedir consejo sobre una nueva adquisición, están empezando a construir unas ganas que van creciendo.

Te puede interesar leer: Al entrar a una tienda erótica, hacemos esto mal (según las dependientas)

Y el culmen, cuando toca dejarlas salir, es ese rato reservado -única y exclusivamente- para el placer.

Hay quien dice que es imposible superar las expectativas de un sexo casual, que solo con lo inesperado de la situación ya gana al planificado.

Pero también puede salir bien, normal o fatal. La diferencia del que se planifica es que hay una parte de disfrute -toda la previa- que ya cuenta.

Además, si lo planeas con antelación tienes más factores bajo control e incluso previsión de reconducir las cosas (un juguete a mano mejora cualquier encuentro).

Así que la próxima vez que te plantees que tu vida sexual no está siendo perfecta porque le falta espontaneidad, ponte las pilas organizando el siguiente encuentro y me cuentas.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

‘Green flags’ en la cama

En varias ocasiones me he preguntado qué era lo que hacía de alguien un buen amante. ¿Era que durara mucho en la cama? ¿Que tuviera unos genitales de escultura griega? ¿Que empotrara?

(Si lees mi último artículo, seguro que esto precisamente no).

PEXELS

No era ninguna de esas cosas porque, lo que realmente me hace identificar si es o no bueno en la cama, es la química.

El chispazo de la mirada al otro lado de una jarra de cerveza o el aleteo en la entrepierna si te entra un selfie que se ha sacado con el pelo alborotado y la barba de varios días sin retocar.

Esa electricidad, que ya anticipa lo que se viene, es lo primero. Aunque no lo único por lo que doy puntos.

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Si analizo lo que realmente valoro, me doy cuenta de que es aquello que me hace sentir tenida en cuenta. Por eso mi lista de green flags -o luces verdes en el sexo- empieza por que se lave las manos antes de empezar.

Los dedos van a jugar un papel importante, ya te lo digo yo. Qué menos que, se metan por donde se metan (ya luego elegimos si boca y orificio), no añadan más bacterias a la ecuación.

Cuando, al poco de que se dé el primer encuentro, se arrodilla y baja antes que yo, la puntuación sube y sube.

Por mi experiencia, no todos los hombres que me he cruzado en el camino están igual de dispuestos a hacerlo. Así que dar con quien lo haga por iniciativa propia, es una maravilla de la naturaleza.

Un buen amante es quien me ve desnuda y preciosa (y lo repite varias veces). Sentirme deseada es el mejor cohete para la autoestima. Si me regalas los oídos, me vengo arriba hasta el punto de que me transformo.

Salgo de mi piel y soy stripper, dominatrix, sumisa, cariñosa, juguetona, fría, seria, switch o mezquina. Tengo la confianza de convertirme en cualquier cosa con una palabra bien dirigida.

Valoro más que cualquier postura digna del Circo del Sol que se preocupe por si me está gustando. Que pregunte si me está haciendo daño o si va bien así.

Un buen amante es quien quiere saber si estoy cómoda o prefiero cambiar. Quien pregunta qué puede hacer para que llegue al orgasmo. Si me toco yo, me toca él o cogemos un juguete.

Porque esa es otra. La liberación y el universo de posibilidades que se abren cuando propone usar un juguete…

Tengo una colección amplia, y que sea consciente de ello -y quiera usarla para disfrutar juntos– es la mejor de las señales.

Es un cartel gigantesco de «Aquí sí es» porque tiene la mente lo bastante abierta de entender que esto es pasarlo bien por placer. Sin más tabús ni rayadas. Eso queda fuera de la cama.

Buen amante es quien me escucha y entiende los límites. Quien para ante la duda o cualquier negativa. Quien da más fuerte porque lo pido y sabe que es mi manera de consentir un disfrute.

Y que se ría. Que se ría de que suena el colchón, el golpeo en la pared, ese muelle que chirría, el condón que cruje, el aire que sale de la vagina y cuando el escupitajo queda repartido a medio camino, porque no se lanzó con bastante fuerza.

Si pasa todo lo anterior, no es que recuerde el sexo como algo memorable. Inolvidable es la persona con la que tuve ese sexo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Más políticas de igualdad, mejor sexo

Hace poco debatía con un amigo sobre los millones que irán destinados al nuevo plan que ha aprobado el Gobierno.

Teníamos puntos de vista muy diferentes. Mientras que él veía que otros asuntos podrían necesitar antes ese dinero, yo sostenía que ya tocaba que se hicieran más políticas feministas.

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Y es que iban a ser una de las razones por la que el sexo de todos va a mejorar.

Pero, ¿qué tienen que ver los 20.000 millones con lo que pase en tu vida íntima? Yo te lo cuento.

Ser mujer no es tan estupendo como te lo pintan los anuncios de compresas. En el momento en el que por comprarlas, ya nos hacemos con un producto cuyo IVA es el mismo que el de ir al cine, nacer mujer te hace ser más pobre que nacer hombre (¿para cuándo una política que lo reduzca, por cierto?).

A eso súmale que llegas a una empresa. Eres mujer, el perfil perfecto para trabajar con clientes que quieren proyectos de cara al público. Que necesitan una imagen. Y piensan en ti, por supuesto.

Ya les tocará a tus compañeros de carrera hombres los proyectos grandes. Los que mueven dinero. A ti bastante que te han dado eso.

Te puede interesar: Decálogo para una vida sexual feminista si no sabes por dónde empezar

Te frustras, te fastidia la situación, la desigualdad. Algo te quema por dentro. Y llegas a la cama y no conectas con tu cuerpo. No paras de pensar en ese trabajo que te quita más horas de vida que dártelas.

En que el compañero junior recién contratado cobra más que tú. En que, desde que eres madre, te desplazan de los proyectos importantes porque creen que tu único compromiso es con la familia (incluso cuando en esos equipos hay personas menos comprometidas que tú).

No puedes conciliar porque la teoría es preciosa, pero tu empresa no la pone en práctica. Vas a matacaballo a todo y pasas el día sintiendo que te faltan horas para poder respirar.

Así pasa. Que no te centras, no disfrutas, no te corres porque el tío que tienes enfrente no solo puede permitirse una hipoteca, vivir por su cuenta, también ha aprendido que tiene el poder, que puede hacer contigo lo que quiera.

No ha recibido una educación de respetarte, de frenar ante un «no». Si existiera, si la tuviera, no te frenaría ese miedo de que puede usar su fuerza -casi siempre mayor a la tuya- en tu contra.

Porque disfrutas más en la cama sin la señal de alarma de que puedes ser asesinada si sigues tu calentón y te vas con ese desconocido. Porque es algo que tantas veces te frena.

Pero sin irme al peor de los casos, es también la educación de no llamarte «guarra» en cuanto sales por la puerta de tu casa. Porque tu placer es tan válido como el suyo y, gracias a esas enseñanzas que deben ponerse en marcha, el deseo femenino dejaría de estar mal visto y señalado.

Si la pedagogía igualitaria nos llega -por favor, que llegue-, si las brechas salariales empiezan a disminuir, si vamos menos agobiadas, menos estresadas, menos precarias, más independientes económicamente, estaremos más tranquilas, más relajadas, más predispuestas a pasarlo bien entre las sábanas.

Podremos llegar a casa y dejar el trabajo y las inseguridades fuera. Cerrar la puerta y que seamos solo nosotras y el sexo. Con quien sea.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Si es tu pareja, ¿necesita tu consentimiento?

Te planteo una pregunta: el que era mi novio de aquel momento, estaba tumbado en la cama. Yo me encontraba recostada a su lado.

Estábamos viendo la reposición de una famosa serie de televisión cuando me dijo que si se la podía chupar.

Una pareja sentada en la cama consentimiento

PEXELS

En aquel momento, con toda la pereza del mundo de estar en la postura perfecta sin ganas de nada que no fuera seguir tumbada, le dije que no me apetecía.

Se incorporó y empezó a decirme que cómo podía ser tan egoísta. Que si me lo pedía era porque lo «necesitaba», porque «estaba pasando un mal momento», porque aquello le haría «pensar en otra cosa».

Si como pareja suya, no era capaz de ver todo eso, si no lo hacía por «el amor que sentía», es que no era «una buena novia».

Bajé la cabeza y se la chupé.

Y ahora la pregunta: ¿consentí a tener sexo?

Accedí, sí, pero de manera coaccionada, sin ninguna gana de hacerlo.

Solo por la presión de su discurso y por haber pulsado una tecla que siempre funcionaba conmigo, la de la culpabilidad de querer ser la mejor pareja.

Accedí y ahora me arrepiento. Porque así no debería ser poner en práctica algo placentero, con un chantaje emocional, haciendo a la otra (o al otro) sentir mal.

Accedí, pero mi consentimiento interno -que no el que puse en práctica- no estaba de acuerdo con mis acciones.

En aquel momento tenía que haber visto que, una persona que recurre a la manipulación para conseguir algo (lo que sea), no era buena para mí.

Pero llegamos a una pareja todavía con muchas cosas que desaprender. La primera es que estar con alguien nos abre la puerta a una barra libre de sexo. Cuando y donde quieras puedes pasar por la estación de sus piernas a recargar o descargar, lo que prefieras.

Y nosotras todavía arrastramos la culpabilidad de que, si nuestra pareja no está satisfecha, puede irse a otro lugar -que es otra persona- a conseguir eso que no podemos darle.

Lo que deberíamos tener claro, en su lugar, es que si esa es la razón por la que alguien se va de nuestra vida, no es la persona que queremos a nuestro lado. Mejor solas que forzadas a follar.

Estar en pareja implica que haya sexo siempre y cuando las dos personas quieran tenerlo por voluntad propia. Si uno de los miembros no está de acuerdo por lo que sea (dolor, sueño, cansancio o que no le apetece y punto), debe ser respetado.

Te puede interesar: Consentir a tener sexo no es consentir todo tipo de sexo

Que haya sexo en pareja no implica tampoco acceder a cualquier tipo de sexo. No todas las prácticas se pueden realizar sin tener antes una conversación primero asegurándonos de que no cruzan los límites de nadie.

Así que quédate con esto: si ignora tus negativas, si te coacciona, si te manipula, si se enfada si no lo haces, si te amenaza, si te resignas, no estás teniendo sexo con tu pareja. Te está violando tu pareja.

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Las 20 mentiras sobre el sexo que todos hemos escuchado

El sexo es como un idioma: se aprende practicándolo.

Y si repetir una y otra vez no es lo único que se necesita para mejorar, sí que ha hecho que descubriera la cantidad de mitos que me he llegado a creer desde que empecé hasta hoy.

PEXELS

1 – Que era virgen y solo me podría ‘quitar’ la virginidad un hombre.

2 – Que mi vagina siempre debe oler a rosas o estar recién lavada con agua y con jabón. Que el pene igual. Que ese olor particular, que empapa la habitación, es algo sucio.

3 – Que si no hay penetración en algún momento, no cuenta como tener sexo. No, ni aunque te haya follado con la boca o con los dedos.

4 – Que sin penetración, no podía llegar al orgasmo en pareja.

5 – Que todo acaba en cuanto él se corre, porque no se puede seguir. Que solo queda limpiarse con el papel y ponerse a otra cosa.

6 – Que si no hay amor, no se puede tener sexo. Que hay que esperar a tener una conexión emocional más profunda porque solo con atracción física no basta. O es de guarras.

7 – Que si te dejas dar por detrás, también. Que él nunca se queda con la que tiene sexo anal.

8 – Que en el sexo lésbico no hay que usar protección porque no hay riesgo de quedarte embarazada. Que no hay anticonceptivos para la vulva.

9 – Que si solo haces sexo oral, no hay riesgo de que te contagies de nada.

10 – Que el tamaño del pene importa. Y la duración también.

11 – Que para dar placer a una vagina, tienes que hacer mete-saca. Muy rápido, como si inflaras una rueda de bicicleta con una bomba de aire.

12 – Que son ellos los que siempre tienen más ganas. Que a nosotras nos apetece (o nos gusta) menos.

13 – Que la píldora anticonceptiva es tu mejor amiga. Que vas a tener una vida sexual increíble y no va a afectar a tu libido para nada. Y si afecta, tienes que comportarte como si nada.

14 – Que es como en el porno.

15 – Que si ya has dicho que sí, no puedes decir que no si de repente, o por lo que sea, cambias de idea. Que no le puedes dejar ‘a medias’.

16 – Que el sexo en el agua es una pasada. Que ya sea en la ducha, piscina o bañera, el líquido ayuda a que todo sea más fluido.

17 – Que es algo muy limpio y aséptico cuando en realidad terminas en una mezcla de flujos, semen, sudor y babas (y siempre pringarás tus sábanas).

18 – Que la vagina siempre está preparada para tener sexo. Que no cambia ni la facilidad a la hora de lubricar ni su posición según el momento del mes.

19 – Que usar juguetes sexuales significa que no estás satisfecha con tu pareja. Que no vas a poder volver a disfrutar del sexo sin ellos. Que son para pervertidas.

20 – Que lo que hace que seas un buen amante son las ganas, en vez de la comunicación, la reciprocidad o la confianza.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).