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El ‘muro’: la teoría de que las mujeres somos rechazadas al cumplir 30

TikTok es el nuevo lugar de nacimiento de tendencias, incluso de las relativas al vocabulario.

Y esto puede ser preocupante si pensamos que se trata de la red social por excelencia de los menores de 25 años, la generación más polarizada en lo que a igualdad de género se refiere.

Algo que términos como «bodycount», «kilometraje» o «mujer de alto valor» (todos relacionados con el historial sexual de las mujeres) demuestran, ya que hacen apariciones constantes en la sección de recomendados de la aplicación.

mujer rechazada hombre

PEXELS

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El último de ellos es «el muro».

Sin que quede muy claro si se trata de una referencia a Juego de Tronos o al supuesto bajón de energía que le da a los runners en el kilómetro 30, este concepto se utiliza en TikTok para dividir a las mujeres.

Según la teoría del muro, los 30 son el límite en el que resultamos físicamente atractivas, ya que a partir de esa edad iríamos cuesta abajo y sin frenos.

«El muro es invicto, el muro siempre gana. Gatos y vino serán tu destino. Pasado el muro, ninguna es comestible,
porque el muro es inexorable», escribe un usuario en su ‘Oda al muro’.

La única forma de evitar el muro es, por lo visto, el matrimonio, ya que para antes de los 30 ya tendríamos que estar casadas: «Las que son un buen partido para los máximo 26 ya tiene un anillo en el dedo», sostiene un tiktoker.

Aquellas que superamos el límite de edad sin joya de compromiso de por medio, somos las posmuro, las que según estos expertos -que no pasan los 20 años-, hemos «optado por una conducta promiscua» y de ahí argumentan nuestra «dificultad de crear vínculos afectivos».

A esa supuesta invisibilidad que nos llega el día que soplamos las velas con un ‘3’ y un ‘0’ se debe a haber envejecido: «ya no eres joven, no eres más guapa que una veintañera y tienes muchos kilómetros en la cama, eso produce rechazo de los hombres», opina otro de estos defensores del muro.

Pero a mí lo que más me llama la atención del muro es su unidireccionalidad, que sea un obstáculo que conforme las ideas de estos usuarios, solo las mujeres encontremos en el camino.

Es decir, que por un lado se opine únicamente del declive de nuestra belleza física cuando envejecer es un fenómeno natural que nos afecta biológicamente a todos de la misma manera.

En cambio, asociarlo solo a la mitad de la población y sostener que a la otra esos años les dan más valor, es una discriminación cultural, no un designio de la naturaleza.

 

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Otra de las fisuras que le veo a la teoría del muro es que se achaca la falta de pareja a la variada agenda sexual, pero no al cambio histórico del empoderamiento femenino.

Por primera vez, las mujeres no priorizamos tener vínculos románticos. Nos hemos liberado del yugo del padre y del marido.

Es decir, empezamos a priorizar redes de amistad, carreras laborales o viajar por encima de estar en una relación de pareja.

Y eso sin contar que el muro no contempla la dificultad que es dar con hombres de nuestra edad que no tengan interés en seguir avanzando en la relación -más allá de un encuentro sexual- o miedo a comprometerse.

Estar casado y tener hijos, ya no supone el aliciente de dotar de estatus a los hombres, como sí ocurría hace siglos.

Cuando muchas que sí quieren dar ese paso, o bien encuentran a chicos que siguen atrapados en su etapa universitaria y no quieren renunciar a salir de fiesta, sus planes con amigos y se niegan a dedicar tiempo a tener solo una relación.

«Las mujeres heterosexuales van a pagar facturas que ahora desconocen», escucho en uno de esos vídeos acerca del muro.

Y, sin saberlo, el usuario retrata el problema. Son solo los hombres quienes están midiendo a su pareja por la edad y tildándola de «posmuro» por haber pasado los 30 y no haber llegado virgen a sus brazos.

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Entonces si este sesgo se da solo hacia las mujeres, estos hombres quieren seguir ostentando el privilegio masculino no solo de la libertad sexual, sino de la libertad de acceder siempre a mujeres de menor edad (pero que nosotras no podamos resultarle atractivas a hombres más jóvenes).

Lo que ha pasado con Dani Martín declarándose a Esther Expósito, básicamente.

«Las mujeres han disparado contra los hombres y ahora los hombres válidos no se fían de las mujeres. Eran más felices nuestros abuelos», escucho en otro vídeo.

Y sí, no le quito la razón, seguramente nuestros abuelos, con «o», eran mucho más felices cuando tenían a una mujer dedicada en cuerpo y alma a ellos y a su prole.

Pero pienso en mis abuelas, en las oportunidades laborales que no tuvieron, en los viajes que no hicieron, en los gritos que recibieron de sus maridos, en sus vidas sexuales llenas de desconocimiento y culpa, sin ningún tipo de deseo; en su rutina de fregar y cocinar, sin hacer nunca planes con amigas (sin tener amigas) porque no les daba tiempo de todo lo que tenían que hacer en casa…

Pienso en que si hubieran nacido en esta época, todo habría sido distinto para ellas.

Porque hay algo de lo que cada vez nos damos más cuenta las que ya tenemos 30 y hemos vivido la experiencia de compartir piso -y discusiones- en pareja: solas, con gatos y vino, se está a gustísimo.

Mara Mariño

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‘Te vas a quedar soltera’

«Nunca tendrás novio», sentenció mi seguidor en una de mis publicaciones de Instagram donde daba mi opinión sobre el caso de Rubiales y Hermoso.

Podría haber contrargumentado mi análisis, haber dejado de seguirme, hasta haberme bloqueado, si me apuras, pero eligió esas tres palabras en concreto para tratar de hacerme el máximo daño.

«Bueno, tú podrás decir lo que quieras de la actualidad, del fútbol y hasta del machismo, pero nunca tendrás novio». Ese era su consuelo. Esa era mi ‘condena’.

mujer soltera

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Aquel comentario me hizo viajar al pasado.

A un pasado en el que, nuestras abuelas, a poco de convertirnos en mayores de edad, ya nos preguntaban por parejas, preocupadas de que todavía no estuviéramos casadas ante los ojos de Dios ni tuviéramos hijos (porque en ese momento de sus vidas, ellas ya habían sido madres).

Si además le decías que ibas a centrarte en tu carrera universitaria, que ibas a aprovechar para viajar y conocer mundo o aprender idiomas, y que traer un novio por Navidad no entraba en la lista de prioridades, porque además querías un novio adulto que se hiciera responsable de la mitad de la tarea doméstica y carga mental, el drama estaba servido.

En ese momento, tu abuela, al borde del colapso mental, manifestaba su preocupación diciéndote que «así no te va a querer nadie y te vas a quedar para vestir santos».

Conste que no culpo a nuestras abuelas. En sus tiempos, ser mujer era eso: nacer, crecer, casarte, reproducirte, limpiar, barrer y cocinar.

Y si no lo hacías, te quedabas destinada a adornar la iglesia que te pillara más cerca, asegurándote de que los ropajes de las tallas de santos y vírgenes estuvieran en perfecto estado (de ahí el origen de la expresión).

Mi seguidor era bien conocedor de este subcontexto machista cuando hizo el comentario. En un mundo donde el amor es lo que nos valida, es lo peor que se le puede decir a una mujer: nadie va a quererte, vas a ser una soltera.

Soltera.

La palabra que recibimos como una amenaza velada de ese futuro incipiente donde solo los gatos y las plantas son los seres vivos que nos acompañarán por el resto de nuestra vida.

Pero hay algo que él no podía imaginar. Esa idea ya no nos asusta y además es falsa.

 

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No hay miedo en la soltería por ‘culpa’ de unos padres que nos han educado en lograr lo que nos propongamos y sentirnos realizadas a través de ello.

Unos padres que nos han apoyado en una formación que nos permitiera ser independientes, hasta el punto de que no necesitáramos que nadie se ocupara de ‘nosotras’, porque podemos arreglárnoslas -no solas-, pero sí por nuestra cuenta.

Y vaya si caló el mensaje.

Les creímos hasta el punto de que, para muchas de nosotras, tener pareja ya no es una prioridad: es un complemento que si forma parte de nuestra vida, genial, pero si no aparece, no nos determina la felicidad.

Ya no necesitamos el amor romántico para sentirnos realizadas y la boda no es el culmen de nuestra vida.

Pero sí lo es ese ascenso merecido, el viaje a otro país con una cultura distinta a la nuestra, pedir una hipoteca a nuestro nombre, hacernos un viaje en coche de 600 kms, aprobar las oposiciones, ser madres solteras

Lo que nos preocupa no es echarnos o no novio, es el imparable cambio climático que significa que el de 2023 es el verano más frío que recordaremos en nuestra vida, nos preocupa que el sistema sanitario esté bajo mínimos.

Nos preocupa que la pensión que nos corresponda, nos permita tomarnos una cerveza en una terraza de Madrid, pero no una asistencia sanitaria para que nuestra calidad de vida no caiga en picado cuando no seamos independientes.

Pero sobre todo, que soltera no nos da miedo porque no significa sola. En el camino de priorizarnos, el núcleo duro está formado por familiares, compañeras y compañeros, amigas y amigos.

Y si estar soltera es porque llega a nuestra vida una persona cuya razón de incompatibilidad sea que rechaza el feminismo, pues sí, mejor estar soltera.

Aunque si pienso en el comentario, me encantaría decirle que identificarme con un movimiento que busca la igualdad nunca ha afectado mi vida sentimental.

Solo significa que de cara a establecer vínculos, resulto atractiva a un tipo de público que cree en la igualdad entre hombres y mujeres y que, de la misma manera, yo me fijo en las personas que comparten mi mentalidad.

Pensando de esa manera no es que tengas más posibilidades de quedarte soltera, lo que tienes son más probabilidades de tener una pareja feminista.

Mara Mariño

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El problema no es que las mujeres seamos ‘muy exigentes’, sino los hombres que no se han adaptado

Mis dos abuelas trabajaron por un tiempo tanto dentro como fuera de casa.

Ambas compartían que, sin el salario de sus maridos, no habrían sido capaces de salir adelante con aquellos (pocos) ingresos que recibían, quedando relegadas a dedicarse a la familia.

mujer sola feliz

PEXELS

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Dos generaciones después, sus nietas -y las nietas de tantas otras abuelas-, nos hemos liberado en cierta manera de aquella estructura que nos destinaba sí o sí a ser amas domésticas hasta el fin de nuestros días.

Ya no necesitamos un hombre al lado, podremos pagarnos un piso de solo 40m2, pero somos independientes, tenemos nuestro trabajo.

El camino para llegar a este punto ha sido largo, muy largo. Tanto que hemos tenido que aprender a priorizar nuestra carrera profesional sin remordimientos y a preguntarnos si realmente queríamos ser madres (y no dar aquel destino por hecho).

Y en ese proceso ha entrado también mirar desde un punto de vista crítico todos esos mensajes del amor romántico que nos decían que solas no éramos nada.

Solo a través del amor podíamos validarnos, sentirnos realizadas.

Ahora tenemos la libertad de elegir en todo, parejas incluidas. Lo que puede explicar que a veces sea tan complicado dar con una persona con quien queramos compartir nuestra vida.

Hay quienes sostienen –coaches del amor en su mayoría- que solo nos movemos en estratos de tíos ‘superiores’ o, como los llaman, los ‘tíos top‘.

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Hombres que, según ellos, son a los que concedemos citas por estar monetaria y educativamente a nuestro nivel.

Pero la realidad es que escogemos parejas porque las queremos, no porque las necesitamos.

Y nos ha llevado mucho trabajo entender qué es lo que queríamos, llegar a la conclusión de que estamos mejor solas que con una pareja que no cumple nuestros requisitos más básicos.

Esos requisitos no son de poder adquisitivo o educación, porque, como digo, ya tenemos esas cosas nosotras. Pero son estándares mucho más difíciles de encontrar: empatía, respeto, cariño, responsabilidad afectiva

Lo que ha pasado es que la estructura que antes nos tenía en casa, y nos empujaba a buscar pareja para sobrevivir, ha cambiado.

Esta nueva estructura para los hombres ya que no les beneficia como la anterior, porque no les garantiza una pareja con la única condición que tenían antes: ser la figura patriarcal autoritaria, el cabeza de familia por ser el suministrador.

Pero en vez de tratar de adaptarse al cambio, de hacer el esfuerzo de aprender de emociones y relacionarse de manera más igualitaria con nosotras, lo que veo es que somos las mujeres quienes recibimos el mensaje de que bajemos las expectativas.

Allá donde mires, hables con quien hables, si estás soltera te dicen que es que «Eres muy exigente», «Eso te pasa por ser selectiva» o que quizás «Si bajaras la vara de medir, tendrías más citas» .

En definitiva, volver a esa estructura anterior porque era lo que funcionaba para ellos.

La situación actual es que los hombres a los que les falta esa adaptación, nos critican diciendo que o rebajamos las exigencias o vamos a acabar solas con gatos (y locas, claro).

Sin embargo, pasan dos cosas, la primera es que estamos en el punto en el que preferimos no tener pareja, antes que estar mal acompañadas.

Nuestras amistades, familiares y redes de apoyo son una fuente más que suficiente de amor y diversión.

Y la segunda, que tampoco nos quedamos solas porque cada vez hay más hombres evolucionando.

Lo que quizás refleja es el miedo que pueden tener aquellos que no se plantean cambiar ni un ápice, porque quienes van a quedarse solos, son ellos.

Mara Mariño

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Hipergamia femenina: ¿a las mujeres solo nos mueve el interés para encontrar pareja?

Hace unos días subí un vídeo a Tiktok en el que comentaba lo excitante que me resultaba que mi pareja me apoyara en mi desarrollo profesional.

Aquel vídeo se viralizó no por lo que me habría gustado, ya que la mayoría de respuestas que recibí fueron que luego les dejábamos por otro con mejor posición o dinero.

Sobre todo había un término se repetía sin cesar: ‘hipergamia femenina’.

Marc Anthony y Nadia Ferreira

@nadiatferreira

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Una rápida búsqueda en Google me llevaba única y exclusivamente a vídeos de YouTube con la explicación del concepto (todos grabados por hombres, por cierto).

En ellos se comentaba que la hipergamia femenina es una práctica mediante la cual las mujeres solo nos emparejamos con alguien en función de su posición social o su capacidad económica, buscando siempre una comodidad (y sin atender a otros factores).

Dicho en pocas palabras: que nos movemos por el interés y no por el corazón.

Aquello me dejó un poco en shock, especialmente cuando en mi entorno, la mayoría tenemos salarios casi iguales, habiendo también parejas donde ella gana más y no ha ido a buscar otro compañero acorde a su nuevo nivel económico.

Pero no quería sacar conclusiones por mi círculo, así que fui a los datos oficiales, la fuente fiable de información.

En 2019, el Estudio de Condiciones de Vida del INE se hizo esta pregunta y quiso analizar la cantidad de solteros y solteras en función de su renta.

Lo que revelaron los números fue que la cantidad de mujeres sin pareja era la misma tanto si su capacidad adquisitiva era menor como mayor.

En cambio, los hombres con una renta elevada tenían menos posibilidades de estar solteros que los de rentas más bajas.

Así que, si la hipergamia femenina fuera una realidad, sí que se vería reflejada en el estudio mediante una diferencia entre las solteras más y menos pudientes.

Es decir, habría más solteras en el extremo de las que tienen rentas altas ya que no ‘necesitarían’ hombres con dinero, lo que según el razonamiento de la hipergamia, sí hacen las de rentas más bajas.

De la misma manera, en ese último grupo habría menos mujeres solteras.

Lo que sí sucede es la diferencia de solteros en el grupo de hombres, que es lo que podemos ver socialmente completamente normalizado en algunos ejemplos que todos conocemos.

Leonardo DiCaprio, Marc Anthony, Dennis Qaid o Sean Penn son algunas estrellas conocidas por estar con mujeres a las que doblan (o casi triplican) la edad.

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La prueba de que con su posición social, fama o desahogo económico no tienen parejas de su edad, sino que el denominador común de todas sus compañeras es la juventud y la belleza.

Entonces, a ver si no es la hipergamia femenina lo que realmente es preocupante a la hora de encontrar pareja, entre los hombres que tienen menos posibilidades económicas, sino el machismo de toda la vida, que anima a que, en cuanto tengas ocasión, te dejes mimar por un sugar daddy.

A mí, a día de hoy, me siguen llegando propuestas por Instagram, por cierto.

La diferencia es que prefiero a mi lado un compañero que me valore por quién soy, que esté en lo bueno, en lo malo, en lo peor y en lo mejor, independientemente de cuánto sea su nómina a final de mes, es decir, sin mirar quién es mi ‘mejor postor’.

Ya que esa persona solo me vería a cachos, como un cuerpo desechable por el de la siguiente cuando el mío empiece a cambiar por la edad (o la ‘Regla de los 25 de DiCaprio’).

Quizás quienes esgrimen la hipergamia femenina deberían recordar que ya no necesitamos quien nos mantenga, porque la mayoría de nosotras somos mujeres trabajadoras.

Eso a diferencia de nuestras abuelas, que no podían acceder al mercado laboral, por lo que les era imprescindible alguien que trajera el salario a casa.

Justo por eso, por primera vez ya no tenemos que escoger por nuestra seguridad económica. Podemos buscar un buen compañero, que tampoco es fácil.

Así que, a los datos me remito, quizás por esa razón, sea como sea nuestra situación económica, la cantidad de solteras se mantiene constante.

Mara Mariño

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5 frases que tienes que dejar de decir a las personas solteras

Hay dos cosas que fastidian mucho cuando estás soltera, la primera es que, cuando compras comida y vives sola, tienes miedo de que se ponga mala, porque todo depende de la velocidad a la que comas.

La segunda, las frasecitas.

mujer harta

PEXELS

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Sí, me refiero a las que escuchas de tus amistades (emparejadas, por supuesto) para intentar ‘animarte’ sobre tu situación.

Y aunque no tienen mala intención, no solo dan por hecho que queremos estar también en una relación, sino que muchas de ellas se basan en mitos del amor romántico.

El mejor ejemplo es el de «El amor llega cuando menos te lo esperas», como si fuera el autobús un día de servicio mínimo por huelga.

Además de que nadie tiene pruebas científicas de que eso sea así, quizás no se está buscando el amor.

A lo mejor lo que realmente quieres que llegue es una bajada en los precios de alquileres, para poder independizarte por tu cuenta, sin tener que compartir con nadie, porque estás feliz con tu perro como único compañero de piso.

Otra que también decimos es «¿Y cómo es que no tienes novio?» Pues porque no, punto. Echarse novio no es tan sencillo como echarse una bufanda alrededor del cuello.

Puedes tener toda la predisposición del mundo o no tener tiempo, dar con personas con las que no te apetece crear vínculos emocionales o, simplemente, estar bien a tu aire.

«Es que eres muy exigente», te toca escuchar de vez en cuando.

Bueno, quizás querer a tu lado a una persona que no es celosa, a diferencia de tu amiga que ya está casada con alguien que no le deja ni hablar en el gimnasio, no es precisamente poner el baremo por las nubes.

En el momento en el que tienes claro qué quieres y cómo mereces ser tratada, no conformarte con menos no es una exigencia, es un básico de autocuidado.

«¿Por qué no pruebas…?», es la frase que viene acompañada desde aplicaciones móviles para conocer gente a eventos de citas rápidas o incluso cruceros para personas solteras por las Islas Griegas.

Algo que se suele decir en un contexto en el que, en ningún caso has pedido ayuda ni sugerencias de cómo conocer a gente y que además, no tienen por qué ser la solución a todos los problemas ni funcionar igual de bien para todo el mundo.

Hay quien tiene la suerte de encontrar a su pareja en un primer y afortunado match y quien odia la idea de tener un perfil en una aplicación de ligar.

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Otra de las relaciones que todavía no hemos deconstruido suficiente es la de relacionar la maternidad con la pareja.

Porque todavía hay quien, enterándose de tu estado civil, te suelta un «¿Es que no vas a tener hijos?» y se queda tan a gusto.

Como si la única manera de concebir fuera en una relación.

No solo existen otras maneras de ser madre y soltera -como la fecundación in vitro con un donante de un banco de esperma, por ejemplo-, sino que hay vías alternativas como la adopción.

Si se quiere cumplir el sueño de ser madre, tenemos que dejar de lanzar mensajes como que una persona sola no puede hacerlo.

Más que nada porque no solo se es capaz -y todos tenemos un caso monoparental en nuestra familia, si lo piensas, que lo demuestra-, sino que la pareja no te garantiza que vaya a haber corresponsabilidad en la crianza.

Puede que, al leer estas frases, pienses que, si alguna vez las has usado (como es mi caso, confieso), no ha sido con mala intención, sino todo lo contrario.

Pero desde el otro lado se reciben con cierta condescendencia, porque cuando las escuchas te recuerdan al «¿Estás triste? Sonríe».

Ni estar soltera depende de una sola persona -hay una serie de factores que no se pueden controlar– ni debemos dar por supuesto que el estado ideal es estar en pareja y enseguida intentar ‘solucionar’ su situación.

¿La mejor pregunta que puedes hacer entonces? ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas? ¿Alguna novedad en el trabajo? ¿Qué tal tu familia? ¿Eres feliz?

Pero vaya, puedes aplicarlo a una persona soltera y a cualquiera en realidad.

Mara Mariño

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‘Slow love’ o tomarte las cosas con calma cuando estás conociendo a alguien

Recuerdo cuando terminó la pandemia como una etapa muy movida en cuanto ligoteo, era como si se hubiera desatado la revolución sexual que tanto canta La Casa Azul.

cita romántica

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Ahora, las mascarillas han desaparecido de la ecuación. Las restricciones también.

Podemos volver a acercarnos disimuladamente al borde de la mesa de la terraza, para estar más cerca de la otra persona, sin miedo de contagiarnos.

Total, hemos perdido la cuenta de las dosis de vacunas que llevamos encima.

Pero esa urgencia de después de los meses de cuarentena, ha terminado por diluirse.

Al encierro le ha seguido otro fenómeno: el de las bodas sin fin.

Las que se retrasaron se han concentrado en este verano y, cuando vas a la tercera de ellas, te planteas si no estaría bien dejar de dar tumbos sentimentales y tener alguna conversación más allá de «¿tienes la casa libre?».

Y es algo que también ha descubierto We-Vibe realizando una encuesta a solteros y solteras.

Lo mejor es que la conclusión a la que han llegado es que nos estamos tomando las cosas no solo con calma, sino con dedicación.

Conocerse bien a todos los niveles ya es más importante que si surge un polvete. La química está muy bien, pero la compatibilidad manda.

Y para averiguar si se tiene, las conversaciones previas son las que ayudan a que se vayan construyendo esa conexión emocional de cuando descubres que a la otra persona también le apasiona El Señor de los Anillos.

Una vez el vínculo emocional es seguido de la afinidad, la química en el sexo no puede faltar, es otra de las pruebas de fuego.

De hecho casi la mitad tanto de hombres como mujeres, terminarían una relación si sexualmente no es satisfactoria, revela el estudio.

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En nuestro caso, el 29% de las mujeres españolas tratan en profundidad el tema de los deseos y fantasías sexuales durante los tres primeros meses de relación, según el estudio de la empresa.

En el caso de ellos, el 27% lo tratan en el primer mes.

Y ahora la pregunta del millón, ¿cómo llego a ese punto de conexión?

Ana Lombardía, que es experta en bienestar y salud sexual de We-Vibe (y le entrevisté hace poco por el lanzamiento de su libro), tiene claro qué claves nos acercan.

Para empezar, es fundamental abrirse en cuanto a los miedos -especialmente si hay nervios de por medio-, también tener la paciencia de conocerse sin prisas por ‘recuperar el tiempo perdido’ y, sobre todo, coquetear.

Según la sexóloga, es como conducir, no se olvida nunca. Pero con un poco de práctica -en un bar, un plan con amigos, una sesión de entrenamiento en el parque-, puedes volver a dejar salir tus encantos y ver qué pasa.

En resumen, tómatelo como la slow food o el slow sex, tan de moda ahora. Hazte fan del slow love.

Mara Mariño

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El tabú del placer anal y un corazón con tirita, lo que me dejo sobre sexo y amor en 2021

Con un sonriente selfie después de haber llorado en varios momentos de la noche. Así empezaba mi 2021.

Estaba afrontando la ruptura más complicada de mi vida con un pensamiento claro: no volvería a enamorarme, aquello había sido bastante.

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El mundo de la soltería no me sentó bien -nunca lo ha hecho, por otro lado-. Me abrí Tinder.

Me recordó lo frío que era todo, lo superficial de un swipe left y que ni un swipe right seguido del «Es un match» significaría que tendría química con la otra persona.

Me hicieron ghosting. Y breadscrumbing. Y benching.

Y todos los comportamientos que se te puedan ocurrir acabados en «ing» para una única cosa: tenerme en el banquillo con el mínimo esfuerzo.

Me quité Tinder.

2021 fue, de alguna manera, parecido a mi 2014 en el momento que identifiqué un patrón controlador por parte de alguien que pasó por mi vida brevemente.

Confirmé que todos los tóxicos empiezan de la misma forma y esquivé la bala. Lección aprendida, siguiente.

Este año me saqué de encima un montón de prejuicios. De los demás y de mí misma.

Probé cosas que nunca me habría imaginado haciendo. Y os escribí sobre ellas.

El placer anal pasó de ser un conocido, con el que me veía pocas veces al año, a una materia en la que me especialicé. Fui a un local de intercambio de parejas, saqué a paseo mi lado bisexual por una noche y tuve sexo en la calle.

Varias veces.

Me quité de encima todas esas tonterías que me encadenaban sobre mi cuerpo.

La depilación nunca me importó tan poco, estar más fuerte que la otra persona menos. Al igual que un kilo extra o si justo tenía el pelo sucio la noche que me coincidía acompañada.

Me acepté y sentí aceptada cuando llegó alguien que besó todos mis complejos. Y me dijo que le encantaban y quería repetir de comerme todos ellos.

En 2021 me abrí en Instagram más que nunca sobre mis juguetes sexuales, mis vivencias, recibí historias de mis seguidoras que me emocionaron, otras me hicieron llorar de rabia y deseé poder abrazar a quienes me las mandaban.

Decirles que no estaban solas, que viví eso mismo. Que van a superarlo. Que pueden con todo lo que puede con ellas.

Sin buscarlo, tuve sentimientos por dos personas al mismo tiempo. Iba dejando de querer a una mientras empezaba a querer a otra.

Me llevé una ostia de realidad. Mi corazón funcionaba por encima de sus posibilidades.

Eso no le impidió prenderse, volver a latir con fuerza, acelerarse haciendo caso omiso de mis miedos.

Todo por un par de ojos verdes (cuando nunca he sido de miradas claras).

He vuelto a reír a carcajadas, a sentirme especial, querida y deseada. A bailar acompañada. A responder al telefonillo con una sonrisa en la cara. A jugar, a viajar, a embarcarme en la locura que es confiar.

En 2021 me ha tocado la lotería sentimental.

Si ahora echo la vista atrás, y me pides que haga balance, te diría que ha sido un buen año.

Y que por pena que me dé que termine, creo en que la fortuna de coincidir con el amor en un partido de voley en la Barceloneta, solo acaba de empezar.

Duquesa Doslabios.
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¿Cómo sabes si es el momento de volver a tener citas?

Después de quedarme soltera, lo tuve fácil para saber cuándo quería volver a tener citas.

Necesitaba quedar con gente que no me preguntara por mi ex por el simple hecho de que no supieran de su existencia y la conversación no girara en torno a él.

Aquello me llevó a tener una serie de citas desiguales. Yo conseguía ‘huir’ del nombre de mi anterior pareja, pero no buscaba conectar emocionalmente con nadie.

En ese momento, por mucho que la otra persona me resultara estupenda (que algunos lo fueron), me veía incapaz de poder llegar a algo más.

Tenía citas, sí, pero para mí no era más que una vía de escape y no un interés real de conocer y bucear en el chico que tenía enfrente.

El clavo que saca a otro clavo no funcionaba en este caso por mucho que siguiera la recomendación de seguir quedando.

No dependía de cuántos pudieran completar la agenda, sino de que mi capacidad emocional llevaba el ‘modo avión’.

El miedo al dolor o a que volviera a pasar lo mismo eran claros: no estaba preparada para volver a la carga.

Cualquier profesional habría visto claramente mi problema: al bloquear mi habilidad de estar presente de manera emocional con alguien, no podía dejar que las cosas prosperaran.

No se tiene la energía para tener citas si todavía el pasado está estancado en el momento actual. Lo mismo pasa si no entendemos en qué punto nos encontramos.

Por mucho que quisiera salir y distraerme, el hecho de bordear el problema de raíz -que no estaba lista para abrirme– no concordaba con las relaciones que podía tener.

Solo dejándome seguir un proceso en el que poder llorar, perdonar, soltar lastre, aprender y volver a empezar.

Que si somos conscientes de que no estamos en ese punto, no enredemos a personas que pueden estar interesadas y dedicándonos esa energía que no somos capaces de darles de vuelta.

Duquesa Doslabios.

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La otra cara de la soltería

Por inercia tiendo a la positividad (qué remedio con estos tiempos que corren si no quiero terminar hundida en la miseria). Y es algo que he tenido que poner a prueba en 2020, así como en lo que llevo de 2021.

Te cuento, ahí estaba yo hace unos meses. Feliz. Feliz a rabiar. En un pisazo estupendo, el trabajo de mis sueños, una pareja que me hacía latir el corazón y la vida entera y una ristra de sueños por delante para despedirme de la veintena y agarrarme a los 30 como una osa, con garra.

En un abrir y cerrar de ojos, me encontré soltera, mudándome a casa de mis padres, notando que perdía otro óvulo bueno en esa última regla y, en definitiva, con una perspectiva de futuro completamente distinta a la que me había planteado.

SAVAGEXFENTY

Así que después de un puñado de años fuera del mercado, tocaba comprobar cómo andaba la temperatura del agua por si me apetecía darme un baño en ese mar que dicen que está lleno de peces.

En otra época de mi vida, aquello habría sido una fiesta en la piscina como las de las películas americanas. Hoy aquí y mañana allí. Contigo, ese, aquel y aquella (por ejemplo).

Pero esta vez era tan diferente que el simple hecho de empezar a hablar con alguien ya me producía una tremenda pereza (y no os hablo de si encima era una de esas personas con las que necesitas sacacorchos para que la conversación fluya).

Vamos, que el panorama de la soltería no me parecía ni atractivo ni estimulante. Más bien un circuito en el que no quería meterme.

Lo bueno es que tomarme las cosas con calma y disfrutar de un periodo sola, ha hecho que caiga en lo mucho que estoy disfrutando en esta etapa conmigo.

Ya sé que es evidente -claro que lo obvio no quita lo cierto-, pero para empezar mi tiempo es solo mío. M-í-o. Y no sé tú, pero a estas alturas de mi vida, no conozco a muchas personas de mi entorno que puedan decir eso.

No tengo que ponerme de acuerdo para ver una serie, para seguir con la película que quedó a medias el día anterior u organizar si este finde se veían a sus padres o a los míos.

Que sí, que son ejemplos tontos. Pero que hacer lo que te apetece en cada momento de tu vida es un lujo que solo valoramos cuando ya no lo tenemos. Te lo digo yo, que he estado en el otro lado hasta hace dos días.

Y lo mejor es que el egoísmo de este momento no tiene nada de malo, porque al final estás sola. Así que no molestas a nadie si vives a tu manera, sea la que sea.

Esa cantidad de tiempo me está permitiendo darle vueltas a muchas cosas. A qué quiero y, sobre todo, a qué no. Por mucho que haya sido un mal trago ponerle fin a la relación, es como si hubiera subido de nivel. Una digievolución emocional que me está permitiendo ver cómo puedo mejorar de cara a la próxima vez.

Aunque esto vaya a sonar cutre, es otra grandísima verdad: me gusta encargarme yo sola de mis finanzas.

Organizarme para hacer solo gasto en las ocasiones especiales que yo decida (como puede ser celebrarme a mí o irme de viaje a ver a una amiga) y en definitiva, poder ahorrar en condiciones sin desembolsos que a lo mejor antes consideraba más superfluos.

Pero sobre todo porque me he quitado el runrún de muchos agobios que traía en la mochila emocional. Si había suficiente confianza, si no, si me estaría contando toda la verdad, si me podía fiar… Esos malos hábitos que viciaban el día a día empañando la rutina.

Cuando a tu lado no hay nadie de quien esperar nada, es imposible que te decepciones. Dos no discuten si uno no quieren y dos no discuten si solo hay uno.

He perdido el miedo que me acompañaba de si estaba con la persona correcta. Ese futuro que me preocupaba que no llegara a suceder, si nos casaríamos, tendríamos hijos, un bulldog francés o una parrilla para hacer barbacoas los domingos, ha desaparecido.

Si al principio me agobiaba la idea de haber perdido esa opción, me ha tocado entender que la vida no es como mi agenda. No puedo organizarlo todo y apuntarme las citas de cada semana. Se va haciendo por su cuenta independientemente de mis planes.

Así que, ¿para qué estresarme por lo que se escapa de mi control cuando puedo disfrutar los cambios? ¿Cuando quizás los caminos me lleven a otros sitios, personas y vivencias que resulta que también me apetece descubrir y que ni me había planteado?

Duquesa Doslabios.

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2021 no será un año para románticos

Definitivamente lo de volver a ligar, después de tantos años ‘fuera del mercado’, no es como montar en bicicleta.

Claro que puede que esté un poco oxidada y los nervios me la jueguen en algún momento -sobre todo cuando me viene la incontinencia verbal y me encuentro lanzando preguntas sin ton ni son-, pero me planteo hasta qué punto soy yo y cuánta dificultad tiene conocer a alguien en estos tiempos.

SPRINGFIELD

Porque al final, volviendo a la bicicleta, tanto el medio de transporte como el código de circulación son iguales por mucho tiempo que pase.

Yo me siento como si alguien hubiera decidido (¡por su cuenta!) cambiar las normas, los códigos, lo que es válido y lo que no, el orden o incluso las palabras que antes te permitían desbloquear las capas de una persona.

Y así voy, no sé si del derecho o del revés, buscando el sentido en el fondo de un plato de pasta preguntándome en qué momento cantidad superó a calidad y el romance pasó a ser solo una categoría de Netflix.

En la generación de smartphone no puedes dar un paso en falso. Y si lo das, eres consciente de que el número de sustitutas nunca será un problema, algo que funciona en las dos direcciones.

Sí, también he aprendido que en esta era del fast dating no necesitas participar en un evento de citas rápidas para tener nuevos matches constantemente.

Pero incluso si no tienes una aplicación de ligar, me preocupa que sea el estímulo de gustar -la adicción por el like instantáneo-, el que le haya ganado la carrera al estímulo de despedirse y girarse para ver a la otra persona marcharse, sabiendo que una pequeñita parte de ti querría acompañar sus pasos.

Quizás me toca subirme al carro de la comunicación 2.0, la que se basa en mandar memes y fotos y hablar hasta las tantas de la madrugada a través de una pantalla.

Pero -y llámame clásica-, me gustaba más cuando eso lo hacía en el parque de debajo de casa, por mucho que fuera invierno y terminara con las manos como témpanos de hielo (ya se me ocurriría alguna forma de hacerlas entrar en calor).

Lo que más me duele es que, por primera vez en la historia, mostrar interés es sinónimo de debilidad. Da igual que diga Delafé «cuando hace ‘bum bum’ es que no hay queja» si la única desconexión que nos permitimos es precisamente la sentimental.

¿En qué lugar nos deja a los soñadores todo esto? Porque lo de ir con pies de plomo, cuando el corazón me pide andar ligero, no lo controlo demasiado.

2021 tampoco será un año para románticos. Pero seguiremos ahí, esperando el momento en el que podamos decir sin miedo a un ghosting ese «Me gustas», el mismo que viene acompañado con un «Pero me gustas de verdad».

Esperando el momento de enamorarnos de nuevo.

Duquesa Doslabios.

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