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Quiero y no puedo, el dilema de las bisexuales al ligar con otras mujeres

No es la primera vez que, hablando con otras mujeres bisexuales, nos damos cuenta cuando echamos la vista atrás, de que hemos tenido más experiencias con hombres que con mujeres.

Haciendo balance, llegamos a la misma conclusión: nos habría gustado (o nos gustaría, la esperanza es lo último que se pierde) que la cifra femenina fuera mayor.

Haber estado con más chicas, vaya.

dos mujeres mirándose

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Actualmente estoy en una relación de pareja con un hombre. Y será la última.

Como le he comentado -medio en broma, medio en serio-, que aunque espero que vaya bien y lleguemos a vernos todas las canas que nos toquen, si terminamos, lo siguiente serán única y exclusivamente mujeres.

No me malinterpretes, no es una decisión basada en el hartazgo de los vínculos sexoafectivos hetero, ni por nada que haya hecho él, ni mucho menos.

Pero tengo más interés en profundizar en algo que, hasta el momento, han sido historias puntuales que por circunstancias, no se han desarrollado, derivando en algo más.

Esa sensación de que me falta calle con la bisexualidad es algo que, por lo que me comentan otras mujeres de la misma orientación, compartimos entre muchas.

Así que es imposible no hacerse la pregunta del millón, ¿por qué las mujeres bi queremos, pero no podemos?

Quitando los gustos personales, ya que las hay que pueden sentirse más atraídas por ellos (recordemos que esto no va de porcentajes exactos), hay una serie de factores que nos hacen echar el freno.

Para empezar, desde pequeñas somos socializadas en la heteronormatividad, la asunción de que todas las personas son heterosexuales por naturaleza.

A partir de ese concepto, todos los referentes románticos o historias que nos han podido marcar después de la tierna infancia, se basan en que nos sintamos identificadas con la sufriente protagonista que sueña con el chico como el amor de su vida.

Una atracción construida artificialmente y muy efectiva. Por eso, cuando en la tele no te gustaba Hércules porque quien te cautivaba era Xena, la princesa guerrera, acallabas ese pensamiento.

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Una vez aprendido que las relaciones heterosexuales son las que están bien vistas, nos llega el momento de ligar.

Nuestra manera de practicar las tácticas de seducción se divide en dos roles muy definidos: ellos tienen el papel activo y nosotras el pasivo. Su forma de ligar es la de aproximarse y la nuestra de esperar.

Por eso, cuando somos nosotras quienes debemos llevar la iniciativa, replicamos la manera en la que nos han ‘conquistado’ todos estos años.

Y como sabemos que, en muchas ocasiones, esa manera de entrar puede ser violenta, preferimos no generar incomodidad con las formas y nos quedamos eternamente en el banquillo.

Así como tenemos la capacidad de identificar al segundo si hay un chico intentando llamar nuestra atención en el gimnasio o el festival de turno, entre mujeres apenas tenemos tablas cuando se trata de tener funcionando el radar.

Como nos cuesta más ‘leernos’ las intenciones entre nosotras, ese miedo a lo desconocido, a no saber si le gustamos a la que está enfrente o solo está siendo amable, nos genera esa sensación de intimidación.

O bien terminamos haciéndonos amigas, porque nos relacionamos de otra manera y desconocemos qué códigos de seducción emplear.

Además, en muchas ocasiones, no nos damos cuenta hasta muchos años después de esa primera atracción, de que es algo que forma parte de nuestra orientación sexual.

Bien por la educación recibida, porque pensamos que es algo puntual o porque, cuando nos puede apetecer lanzarnos, nos frena la idea del qué dirán por culpa de la bifobia.

Y eso sin olvidar que si te abres un perfil bisexual en las apps de conocer gente hay muchas menos opciones.

Así que entre que el ‘mercado’ es limitado y tampoco comprendemos cómo dar el primer paso, seguimos prefiriendo la salida fácil, por conocida: seguir ligando con ellos.

Ajustarnos a lo de siempre, a la zona de confort en la que dominamos su funcionamiento y cuáles son las normas de seducción, y aprovechar el heteropassing, que no es otra cosa que te lean como heterosexual.

En conclusión, da igual que ahora por fin tengamos claro que nos gustan las chicas.

No tenemos ni idea de cómo ligar con ellas.

Mara Mariño

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¿Qué es el ‘síndrome del impostor queer’?

En un mundo regido por los estereotipos (donde incluso ser feminista se cuestiona en caso de que no se ajuste a una idea específica), las orientaciones sexuales no se escapan de los clichés.

Parece irónico porque nunca habíamos hablado tanto de nuestra sexualidad, es tema recurrente en podcast, películas e incluso la protagonista de series de televisión.

Y, sin embargo, sigue quedándose encasillada hasta el punto de que hay quienes encuentran difícil de asimilar su propia orientación, por las reacciones de terceras personas, cuando intentan relacionarse.

pareja queer

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Es lo que está pasando entre las personas bisexuales, un colectivo dentro de la comunidad LGTBIAQ+ que sufre lo que se conoce como ‘síndrome del impostor queer.

A los datos me remito: gracias a la aplicación Hinge ya hay cifras para ratificar lo que viene siendo un secreto a voces, ya que el 65% de sus usuarios bisexuales lo han experimentado.

Analizando los resultados de su estudio, los expertos de app de citas confirman que aún tenemos pendiente librarnos del estigma de la bisexualidad.

Otras actitudes señaladas por los usuarios serían aquellas que han vivido con sus matches digitales, que les ha hecho no sentirse plenamente aceptados en la comunidad.

O que la gente piense que solo están «experimentando» (algo que dicen haber sentido el 56% de los participantes), considerando que es una especie de etapa de transición y no una orientación más.

Esto sin olvidar el miedo al juicio una vez habiéndose sincerado sobre su sexualidad con una posible pareja heterosexual, lo que temen el 54% de los usuarios bisexuales de la app.

¿De dónde viene el estereotipo?

Esta idea de que las personas que nos identificamos como bisexuales estamos simplemente probando, porque al final tenemos que decantarnos por uno u otro ‘lado’, es un prejuicio dañino que desafía la autenticidad de quienes abrazamos esta orientación sexual.

La solución para superarlo, pasa por fomentar la educación, la comprensión y el respeto. Y es que la bisexualidad es una orientación sexual tan válida como cualquier otra.

Las personas bisexuales experimentamos atracción emocional, romántica y sexual hacia personas de más de un género, por lo que es importante destacar que nuestra orientación no es una fase temporal ni un mero acto de experimentación.

Cada individuo es único, y la bisexualidad es una parte fundamental de la identidad de muchas personas.

De ahí que, una vez más, toque reclamar la importancia de que haya una educación sexual a edades tempranas, un antídoto en cuanto a eliminar estereotipos se refiere.

Al proporcionar información precisa sobre la bisexualidad, se promueve una comprensión más completa de esta orientación sexual (entre muchas otras cosas).

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Más allá de la labor educativa, que las personas bisexuales nos sintamos apoyadas y validadas está muy a mano.

Implica escuchar nuestras experiencias, luchar contra la discriminación y el prejuicio, y promover la visibilidad bisexual en la sociedad.

Solo se puede terminar con los estigmas que rodean la bisexualidad haciendo un esfuerzo colectivo para educar, fomentar la empatía y celebrar la diversidad de orientaciones sexuales.

Al hacerlo, avanzamos hacia una sociedad más inclusiva y comprensiva, donde cada persona es respetada y aceptada por ser quien es.

Mara Mariño

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¿Somos las mujeres más bisexuales por naturaleza?

Esta es una pregunta que me he hecho en varias ocasiones, cada vez que en algún círculo surgía el tema de tener relaciones con alguien del mismo sexo.

Mientras que nosotras podríamos estar más abiertas a que algo así sucediera -e incluso no descartábamos que además de algo sexual, pudiera darse un vínculo romántico– casi ningún chico opinaba de la misma manera.

mujeres besándose

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Cuando se habla de cualquier orientación fuera de la heterosexualidad, existe todavía una construcción social aún por destruir que hace que exista el miedo de que nos humillen o agredan por parte de, en su mayoría, agresores varones (forman el 93% de los agresores según datos del Observatorio madrileño contra la LGTBfobia).

Sin embargo, que sean las mujeres las que se sienten atraídas por ambos sexos, es menos conflictivo.

La bisexualidad masculina aún se ve como una especie de fase de negación de la homosexualidad, lo que me lleva de vuelta a la pregunta inicial.

¿Y si nosotras tenemos mayor tendencia biológica a ser bisexuales?

Buscando estudios sobre el tema, uno de los primeros de los que quiero hablar es el de Gleeden, que arrojó los resultados de que un 45% de personas heterosexuales ha pensado alguna vez tener una relación homosexual.

Además el 70% de los entrevistados opinaron que, si no existieran condicionantes morales, culturales o religiosos, todo el mundo podría ser bisexual. Y el 96% votaron que es posible sentir atracción por personas de ambos sexos.

La proporción de mujeres bisexuales es mayor – con poca diferencia – a la de hombres. Y, según la empresa, es algo que se debería a la curiosidad así como por la conexión emocional y la atracción física con otras mujeres.

Por otro lado, algunas de las teorías que se están investigando van desde la capacidad de la empatía de las mujeres (algo que también se construye socialmente), o la respuesta sexual de ver escenas explícitas tanto de parejas heterosexuales como de mujeres, lo que les haría excitarse por empatizar con la persona que está sintiendo el placer.

Algo que no pasaría con hombres heterosexuales.

La hipótesis de la preparación

Otra interesante teoría sería la lanzada por los investigadores Kelly Suschinsky y Martin Lalumière.

La hipótesis de los psicólogos canadienses sugeriría que esa respuesta sexual de las mujeres heterosexuales -hacia escenas de mujeres-, se debería a las violaciones y violencia sexual que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad.

Las mujeres habrían evolucionado psicológicamente hasta sentirse excitadas ante situaciones sexuales (les gusten o no).

Una conclusión a la que habrían llegado al cuantificar con su estudio la lubricación de la vagina, lo que según su explicación, se debería a que de esa manera se reducen los daños que pueden ocurrir en un encuentro forzado.

Aunque claro, esto eliminaría el factor de atracción dejando la bisexualidad no como un deseo ante una persona del sexo contrario, sino simplemente hacia una escena sexual del tipo que sea.

Sin embargo, al estar tan relacionada la socialización, parece difícil desligar ambas cosas.

Y sería donde entraría el ‘fin del heteroconformismo’, otra interesante teoría de Aura McClintock, profesora de Sociología en la Universidad de Notre Dame.

Tras su estudio averiguó que en el caso de las mujeres se triplicaban las probabilidades de que fueran bisexuales a lo largo de su vida (en comparación con los hombres).

Según la socióloga, la importancia del contexto y la experimentación serían factores claves en la identidad sexual.

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Mientras que las mujeres que han tenido éxito en sus relaciones con hombres puede que nunca exploren la viabilidad de vínculos con mujeres, aquellas con experiencias menos positivas sí estarían más abiertas.

Lo que en ningún caso significa que sea una opción, sino un detalle del contexto, ya que socialmente -por el sistema heterocéntrico- somos menos animadas a experimentar con personas de nuestro mismo sexo.

Mara Mariño

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Así es el exclusivo club ‘solo para mujeres’ que busca visibilizar la bisexualidad

El descubrimiento de mi bisexualidad fue pasar de cero a cien. Más que nada porque ni sabía que era bisexual, solo que me apetecía hacer un trío por la excusa de tocar a otra mujer.

Además, tampoco es que tuviera amigas que se sintieran atraídas por experimentar con las que pudiera hablar del tema.

mujeres club exclusivo

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Mi alternativa era irme a un bar lésbico, donde sentía que podía ser considerada una ‘impostora’ por no tener muy claro ni mi propia orientación sexual.

Si añado que la mayoría de mis relaciones han sido con hombres, y la única vía factible de llegar a otras mujeres era o a través de experiencias a tres bandas o de visitar un club swinger, siento que me perdí muchas oportunidades de conocerme en el plano sexual.

La visibilidad LGTBIQA+ ha avanzado, y eso significa que hubo otra mujer que, como yo, se dio cuenta de que no existían muchas alternativas para nosotras, lo que suponía que había dado con un nicho sin explotar.

La diferencia es que Geneviève LeJeune se puso las pilas y creó Skirt Club, un club exclusivo para mujeres que diera la oportunidad de divertirse y explorar sin sentirse juzgadas.

«Quería encontrar a mujeres como yo, con curiosidad sobre otras mujeres y aprender de mi sexualidad. En ese momento había mucho estigma relacionado con la bisexualidad y no tenía muchas amigas con las que hablar del tema. Estaba buscando una comunidad con la que pudiera compartir esto y con la que sentirme identificada», me explica la fundadora del club.

Y es que, no es fácil explorar la sexualidad cuando va más allá de la heterosexualidad, que es lo que aún a día de hoy, se considera ‘normal’.

La propia cómica Hannah Gadsby reflexiona en su monólogo Nanette sobre que las lesbianas prácticamente no existían en la Tasmania de los 90, ya que tenían que irse de la ciudad porque podía ser encarcelada por homosexual.

Parte de sus chistes tiran por que si bien luego su presencia empezó a ser más evidente, tampoco se les hacía mucho caso.

Es algo sobre lo que también reflexionó el psicólogo José Alberto Medina en un artículo que publicaba hace unos días.

Nos han educado tanto en los binomios que fuera de la heterosexualidad, de que te gusten u hombres o mujeres exclusivamente, parece que no existe nada.

Por esa razón, «el club es una comunidad para mujeres bisexuales y bicuriosas y mujeres trans con vulva», explica Geneviève sobre su red global compuesta por más de 18.000 socias.

«Cuando te apuntas al club te creas un perfil similar a Facebook y puedes hacer amigas de cualquier parte. Además organizamos eventos para socializar y algunos tienen opción de jugar», comenta.

¿Por qué un club ‘Solo para mujeres’?

Sobre la estricta política de admisión, Geneviève tiene muy claro que su elección es clave para crear una zona de confort (que se encuentra fuera de la zona de confort del día a día).

«Los hombres tienden a dominar el espacio u organizarlo para su propio beneficio. A las mujeres no se nos da la oportunidad de considerar qué deseamos realmente. Muy a menudo ni siquiera ponemos nuestro placer como prioridad», opina la fundadora del club.

Por esa razón, ellos están excluidos: «Estamos diseñados para mujeres por mujeres. Hemos puesto nuestra felicidad por delante. Esto crea una sensación de seguridad y nos permite relajarnos, dejarnos llevar y conectar con nuestros cuerpos».

Claro que es común encontrar clubs swingers o clubs exclusivamente de ambiente para hombres, pero una iniciativa como la de Skirt Club es toda una novedad.

Sobre todo porque, por lo que comenta de los eventos, hay espectáculos de burlesque, invitadas especiales, cócteles exclusivos, champán y mucho glamour… Todo lejos de cámaras, otro elemento prohibido en sus fiestas.

«Creo que las mujeres se merecen un poco de lujo, un espacio bonito que nos permita sentirnos sexuales y nos anime a abrirnos. Mi impresión es que la mayoría de mujeres querrían tener una primera experiencia con otra mujer. Estamos más predispuestas que los hombres a probar con personas de nuestro mismo sexo. Somos tan suaves y sensuales… Es algo muy tentador», comenta Geneviève.

«Para nosotras, es más fácil explorar de una manera emocional y sensual con otras mujeres que con hombres», remata.

Londres, Nueva York, San Francisco, Los Angeles o Berlín son algunas de las ciudades donde el club ha tenido fiesta física, Barcelona será la próxima parada el día 22 de octubre.

Sobre la reacción de las participantes, la fundadora dice que es una «alegría que finalmente tengamos nuestro propio espacio privado. Durante siglos los hombres han tenido los clubs de ‘Solo hombres’ y ahora nosotras tenemos los nuestros».

¿Su objetivo con la expansión de Skirt Club por todo el mundo? «Normalizar la bisexualidad. Ha habido mucha vergüenza y estigma sobre ella durante demasiado tiempo y es algo que ha alejado a las mujeres de disfrutar su sexualidad y su placer. Es una desigualdad y debe cambiar.»

Mara Mariño

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No eres ni «heteroflexible» ni «heterocurioso», eres bisexual

Basta con escribir en Google el término «heteroflexible» para que la red nos regale lo mejor del concepto, artículos del estilo «Es posible que seas heteroflexiblel y no lo sepas» o «¿Cómo saber si tu novio es heteroflexible?».

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Este último me produjo especial curiosidad ya que lo que comenta es que heteroflexible es aquel hombre heterosexual que, siempre de manera puntual, puede mantener relaciones sexuales o afectivas con otros hombres.

Pero, ¿esto no es eso precisamente lo que engloba la bisexualidad?

Parece ser que «bisexual» era un término con el que los hombres heterosexuales no se sentían a gusto a la hora de definir sus paseos por la otra acera.

Independientemente si te has dado una vuelta rápida o si ha sido una buena caminata, de esas de pararte a mirar los escaparates y comprar algo, cambiar de acera, lo que se dice cambiar, has cambiado.

Es como afirmar que por tomar sushi de vez en cuando no se considera que te guste el pescado, o al menos es lo que vienen a decir las palabras «heteroflexible», «heterocurioso» o «bromance» que se dedican a dar vueltas sobre especificaciones nimias de si a los practicantes les gusta o no la penetración o si no besan pero sí que la chupan.

Una serie de jaleos innecesarios para categorizar algo tan sencillo como es que te puedas sentir atraído de una manera o de otra tanto por hombres como por mujeres (independientemente de los porcentajes o letras pequeñas que quieran añadirle al respecto).

Que surjan palabras para explicar conceptos que no existen como es el caso de hater, una palabra que tarde o temprano tenía que llegar a nuestro vocablo, lo entiendo, pero creo que no es el caso de la heteroflexibilidad.

Porque, en mi opinión, el hecho de tener que recurrir a esta palabra para explicar algo que lleva años existiendo es quizás la connotación negativa que pueda tener (todavía) la bisexualidad.

El estigma de que caigan los célebres «maricón», «bujarra», «reinona» o cualquier otro apelativo despectivo es demasiado grande.

Y para escapar, por lo visto, no queda más que la opción de inventar algo nuevo que no dañe la virilidad ni la estima de aquellos que se sienten inseguros con su propia identidad creando un término a estrenar, sin un pasado plagado de términos, que, más que seguramente, el propio heteroflexible (bisexual) incluso ha llegado a usar peyorativamente.

Las marcas sacando maquillaje masculino en envases oscuros o los botes de champú en negro o gris son los ejemplos de que, a estas alturas, de la importancia de la masculinidad. Porque todos sabemos que si un hombre se compra un champú cuyo bote sea de color pastel, se le caen los testículos y ruedan irremediablemente hacia el desagüe de la ducha.

Pero tranquilos, es muy español cambiarle el nombre a las cosas. Solo que por mucho que se llame «agresión sexual» sigue siendo una violación y por mucho que te definas como «heterocurioso» sigues siendo bisexual.

Duquesa Doslabios.

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