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‘El grosor si importa’, los estereotipos tras las intervenciones para aumentar el pene

Si algo me ha sorprendido aprender como sexóloga es que el sexo tiene más relación con el cerebro que con los genitales.

Un pensamiento incontrolado o las ideas que te rondan la cabeza por la educación que has recibido, pueden alejarte o acercarte al orgasmo.

platano pepino medidas

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Por eso, a la hora de tratar las disfunciones sexuales, conocer la mentalidad de la persona al respecto da pistas de por qué puede estar sucediendo el problema.

Es una batalla difícil, la escuela sexual por excelencia es la pornografía y resulta complicado luchar ante la idea de que el sexo no es solo meterla y, por tanto, el pene no es el coprotagonista.

Si a eso le sumamos que por redes sociales están empezando a circular anuncios de intervenciones para el pene, el estereotipo ya tiene un producto accesible en el que sostenerse (y personas que se lucran de ello).

La promesa es que este procedimiento es capaz de aumentar entre dos y tres centímetros el diámetro.

Con mensajes como «No te conformes con lo que tienes», estos anuncios hacen mucho hincapié en el automático subidón de confianza.

Porque hay algo innegable, independientemente de sus medidas, todos los hombres se han sentido inseguros alguna vez acerca del tamaño de su pene.

Los engrosamientos de pene puede que no vayan a llegar al número de operaciones de pecho o nalgas que han logrado las hermanas Kardashian con su influencia.

Pero están lanzando el mensaje tan nocivo como equivocado de que tu pene no es suficiente y eso es caldo de cultivo de problemas sexuales.

La tiranía del tamaño

Al creer que realmente necesitan engrosarse el pene, se sigue perpetuando la presión falocentrista de que una sexualidad placentera depende del tamaño de los genitales.

Y, por ende, la continuación de la falsa creencia de que el coito es la práctica sexual por excelencia.

Con relleno de ácido hialurónico, grasa infiltrada o injertada, si a algo suenan estos procedimientos para aumentar el diámetro del pene es a dolor.

Y, en el caso de algunos de ellos -los menos invasivos-, los resultados no son permanentes y requieren que se vuelva a consulta con cierta periodicidad para mantener la medida deseada.

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Sin embargo, esto de cambiar una parte del cuerpo para que tenga un aspecto que creemos que es el que debe tener, pero al mismo tiempo solo hay un único modelo de belleza (que es tenerlo más grueso), ¿no nos suena a tiranía estética?

Para acabar, quiero recordar que hay un sinfín de prácticas íntimas donde da igual el tamaño que tengas de pene, lengua, manos…

Porque por mucho que vendan este procedimiento como que «ha revolucionado la vida de cada hombre», no hay nada más revolucionario que entender que el sexo se disfruta con toda tu persona y no con solo unos centímetros de tu cuerpo.

Mara Mariño

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¿Soy yo o el sexo de ‘La isla de las tentaciones’ es aburridísimo?

Ayer, por primera vez desde que estrenaron La isla de las tentaciones, apagué la tele cuando solo tan llevaba 15 minutos de programa.

Estaba saturada, la enésima escena de cama de una de las parejas de concursantes, con los correspondientes planos regodeándose en el sufrimiento de su (todavía) novio, me pudieron.

No es ya solo que el reality show haya perdido el factor sorpresa, es que encima el sexo es siempre igual.

pareja celos

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Si bien los comienzos del espacio televisivo resultaban intrigantes por la lucha entre la atracción sexual y el amor, en esta última edición la trama es una competición de revanchismo: a ver quién lo hace más veces son su tentación.

Hablaba hace unos días con Alberto Caballero uno de los dos creadores de Aquí no hay quien viva, La que se avecina y Machos Alfa, de la representación del sexo en la pantalla.

En su opinión, la ficción tiene el deber de contrarrestar la pornografía, que es donde cojea el formato de Telecinco.

Por mucho que haya sábana de por medio, la única práctica sexual que se reproduce, edición tras edición, es el coito. Penetración y explosivos gemidos femeninos ante la discreción de ellos, que guardan silencio absoluto.

Dos características más en común con el cine de adultos.

Pero cuando perpetúa las ideas erróneas de que el sexo equivale a polvo, que un polvo es lo único que conlleva una infidelidad, y se ha convertido en otro formato cultural pornificado, es interesante reflexionar de qué sexualidad consumimos en la pantalla.

Hace unos años, era distinto, según me cuenta Alberto Caballero. «En Aquí no hay quien viva, era una época de la televisión en la que salía mucha gente desnuda en las series, se inventaban cosas como los vestuarios mixtos».

Aunque también comenta que era habitual que en una escena apareciera de fondo una chica pasando en topless. Esta tendencia llegó, como no podía ser de otra manera, a la ficción del vecindario que creó con su hermana Laura.

«Un directivo de Antena 3 nos dijo está muy bien la serie, pero nos gustaría ver un poco más de carne», explica. Sin embargo, en vez de entrar al trapo de las mujeres aleatorias en cueros, fue algo que solventaron introduciendo en el guión el desnudo trasero de Eduardo Gómez.

El giro travieso, inesperado por otro lado, fue un éxito. Y es algo que, aunque sucedió hace 20 años, bien puede servir de inspiración para salir de lo que es el nuevo clásico: para dejar de sexualizar siempre lo mismo, para no seguir promoviendo una intimidad de mete-saca.

«Hay mucho polvo gratuito en la ficción», resume el productor. «Para mí una escena de sexo tiene sentido si durante la escena de sexo sucede algo que hace evolucionar la trama».

Otra de las cosas que brillan por su ausencia en el programa, que precisamente hace ver, tanto a concursantes como espectadores, la recopilación de escenas de cama en blanco y negro, aunque sean del repiqueteo del cabecero contra la pared por el movimiento.

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«Poniéndome un poco radical, es como el porno y a mí, como espectador, me aburre», expresaba Alberto.

Y, personalmente, el show grabado en República Dominicana es más de lo mismo, empieza a ser soporífero.

Que la estructura sea siempre idéntica, no ayuda, pero para variar, se podría meter una sexóloga en el programa, cambiar el casting para promover otro tipo de físicos más allá de los que han pasado por operaciones estéticas o contemplar personas con orientaciones e identidades sexuales más allá de la cisheterosexualidad.

Pero esos sesgos dan para otro artículo.

Mara Mariño

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WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

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Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

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‘Para casarse’ y ‘para un buen rato’, la doble moral respecto a la sexualidad femenina

Me preguntaba hace unos días una seguidora de si podía hablar del doble rasero sobre la sexualidad femenina.

Ese que tienen los hombres y nos deja ante una disyuntiva: se critica a las mujeres sexualmente activas, pero al mismo tiempo se las desea.

mujer sexualidad hombre

PEXELS

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Una mentalidad que bien podrías pensar que se había quedado en la Edad Media, cuando ser virgen te garantizaba que tu padre pudiera entregarte a tu futuro marido.

Solo mantenerte inmaculada permitía que la patria potestad pasara a otro hombre. Y, si el esposo quería tener sexo antes, siempre podía recurrir a las prostitutas.

Han pasado muchos siglos. Pero esta diferenciación ha llegado hasta nuestros días.

Chavales que acaban de empezar la universidad se vuelven virales afirmando que las mujeres seguimos formando parte de dos categorías «las de casarse» y las de «pasar un buen rato».

Una doble moral que no se ve a la inversa, ya que nadie considera que haya etiquetas para los hombres y que en los grupos diferenciados están los de tener sexo y los que pueden ser buenos maridos.

La diferencia es que no se considera que por tener sexo se desvirtúe su persona.

Incluso aquí tiene todo el sentido del mundo la explicación que da Amelia Tiganus en La revuelta de las putas (2021): «Las mujeres nos hemos convertido en privadas vs. públicas, las que sirven a un hombre vs. las que sirven a todos los hombres, la buena vs. la mala, la que goza de reconocimiento social vs. la que sufre el estigma».

Puede que las que tienen una sexualidad más variada no se prostituyan, pero ante los ojos de quienes discriminan, no hay diferencia alguna.

Entre el odio y el deseo

Hablando desde la experiencia, nunca me han llovido tantas peticiones de quedar como cuando mi fama de ‘la guarra de la clase‘ me acompañaba. Tanto desprecio tampoco cuando luego, a lo mejor, no quería continuar más allá de un beso.

Aquello que sucedía en el microcosmos de un colegio religioso de Madrid, era un reflejo de la sociedad (y sigue siéndolo a día de hoy).

En ella se critica y juzga a las mujeres que son sexualmente activas, una concepción histórica y cultural que nos cosifica clasificándonos en función de esa arcaica idea de la pureza.

Pero, y ahí está el pero, la paradoja, el giro de tuerca, es que los hombres quieren tener sexo con esas mujeres.

Las desean precisamente por ser activas y vivir su sexualidad desde el libre disfrute, lo que se ajusta a las fantasías o expectativas masculinas de tener todos los intercambios que puedan.

Para que puedan tener a la esposa perfecta, necesitan también a la mujer fatal. Cuerpo para dar vida o para dar placer.

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Sobre todo porque son con las que pueden dar rienda suelta a sus deseos, ya que con mujeres conservadoras, como esas a las que tanto apelan en sus vídeos de Tiktok, no van a poder tener sexo hasta después de pasar por el altar.

Es comparable a que todos ven porno, o al menos lo consumen de forma extendida, pero no querrían que su pareja se dedicara a la industria.

¿Se puede cambiar? Me lo pregunto en ocasiones, especialmente cuando veo que las cosas no han cambiado nada en todos los años que han pasado de la doble moral que viví yo misma.

A lo mejor el cambio comienza por dejar de ver el sexo como una conquista, solo para un 50% de la población, y empezar a considerarlo como una experiencia íntima, valiosa en sí misma y placentera en igualdad de condiciones y de derecho para ambos.

Porque mientras ellos sigan siendo aplaudidos por sus conquistas, a nosotras nos seguirán cayendo piedras aunque sean metafóricas en forma de fotos nuestras editadas con IAs para desnudarnos, vídeos sexuales filtrados o los, desgraciadamente habituales, comentarios de «Puta».

Mara Mariño

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El sujetador con pezones de Kim Kardashian, ¿un hito feminista o mera sexualización?

Si pensabas que las velas con olor a vagina de Gwyneth Paltrow iban a ser lo más extremo en materia de productos que verías sacar a una famosa, vengo a sorprenderte: Kim Kardashian ha sacado un sujetador con pezones.

Kim Kardashian sujetador con pezones

@kimkardashian

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Las publicaciones con la prenda de lencería se han vuelto virales acumulando varios miles de comentarios y con legiones tanto de defensores como de detractores.

Y, después de tomarme mi tiempo viendo el producto, cómo se ha anunciado en redes y cómo se ha representado, es el momento de aclarar que tiene poco o nada de elemento revolucionario para el feminismo.

Kim ha tirado de la opresión de siempre: la de convertirnos en objetos sexuales y, de paso, lucrarse de ello.

Por lo pronto, la simple idea de poner a la venta un sujetador con pezones ya habla por sí sola, ya que se está haciendo negocio de algo que muchas llevamos años haciendo, ir sin sujetador por comodidad o rebelión política.

Bien porque no nos apetece ir con el pecho apretado, y preferimos llevarlo suelto, o bien porque no consideramos que tenga que tener una forma y altura impuestas.

El sujetador de la celebrity ‘vende’ un tipo de pecho muy concreto: el que tienen casi todas las mujeres de la familia Kardashian, es decir, la apariencia de haber pasado por quirófano.

«Tendrás el lift de una operación de pecho», dicen en su página de Instagram.

Esto no solo resulta bastante hipócrita teniendo en cuenta que utilizan la palabra «natural» en todo lo relacionado con su nuevo lanzamiento -y poca naturalidad hay en un pecho modificado a golpe de bisturí-, sino porque también aumenta la presión estética que ya sentimos sobre nuestro cuerpo y cómo debe ser su aspecto para encajar en los ideales de belleza.

Elimina todos los tipos y formas de pezones que existen ofreciendo una única fisonomía de teta sobre la mesa.

Y, por supuesto, niega una vez más que las tetas no estén bien altas y simétricas. Esta zona del cuerpo suele caer por la gravedad, si nuestro peso varía, le salen estrías y, por lo general, una de ellas siempre es algo más grande que la otra. Esa es la verdadera naturalidad.

 

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El pezón falso del sujetador tampoco se escapa del look cliché, más propio de las mujeres que vemos en videojuegos, que de las que nos rodean en nuestro día a día: la areola no existe y el pezón se asemeja a una naricita de gnomo, pareciendo que siempre está erecto.

Una visión muy estereotipada que además intentan convertir en divertido diciendo que «aunque las temperaturas del planeta están aumentando, tus pezones tendrán el aspecto de que siempre tienes frío».

Con mensajes de este estilo, no es de extrañar que mujeres como Laura Escanes, por ejemplo, hablen de que han pasado por cirugías por ver sus pezones como «demasiado grandes».

Pero, una vez más, se invisibiliza que las tetas caen, los pezones se agrandan por el calor, y no tienen que estar siempre como si no hubiéramos puesto la calefacción en casa.

Y eso sin olvidar que la marca de Kim Kardashian ofrece donar el 10% de las ventas a la asociación 1% for the Planet para ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono, algo bastante irónico teniendo en cuenta que viene de una persona que se mueve con su familia en jet privado y una sola hora de vuelo ya genera toneladas de CO₂.

Es como para pensarlo.

No es el único intento de lavado de cara del producto. Hay quienes han saltado a mediar por la empresaria diciendo que estos sujetadores son ideales para mujeres mastectomizadas.

Que no te cuelen el pinkwashing, el objetivo de esta prenda no ha sido el de pensar en aquellas que han tenido cáncer de mama (que además en España son un 0,04% quienes han pasado por esta intervención), sino en el público en general.

Solo hay que fijarse en los mensajes que aparecen junto a las fotos o incluso en las propias fotos, las modelos posan de manera sugerente, con camisetas mojadas, junto a copys como «haz que te miren», «prepárate para girar cabezas» o «algunos días son duros, pero estos pezones lo son más».

Cero unidades de referencias a las mujeres que están pasando por esa enfermedad o incluso mujeres comentando que se han sometido a esta cirugía afirmando que les va a cambiar la vida.

Lo que sí trasciende, en cambio, es una sexualización descarada de los pezones, que Kim Kardashian pretende hacer pasar por embellecimiento, como cuando ha vendido su maquillaje.

De la misma manera que ya lo ha hecho con pintalabios o sombras de ojos, el mensaje que repite es el de «Vas a verte más guapa con esto».

Mercantilizar el acoso sexual

Sin embargo, lo cierto es que no necesitamos emular lo que ya está en nuestro cuerpo, hombres y mujeres traemos pezones de serie.

De hecho, desde que empezó el #Freethenipple en el año 2012, la lucha que mantenemos las feministas es que, precisamente, a nosotras se nos sexualiza por ir sin sujetador, ya recibimos comentarios obscenos, miradas insistentes o se nos hace abandonar ciertos espacios públicos en el caso de estar amamantando.

El sujetador de Kim no hace más que animar a que esta cosificación continúe, viendo como algo erótico un pezón cuando es simple y llanamente nuestro cuerpo, el cual deberíamos poder vestir como quisiéramos sin que sea sinónimo de que nadie nos tenga que hacer sentir incómodas.

Está mercantilizando algo que nos hace víctimas del acoso diario tanto en persona como en el ámbito digital.

Curiosamente los pezones reales de mujeres desaparecen de la red social a la velocidad del rayo, los pezones falsos de Kim Kardashian campan a sus anchas sin miedo a la censura.

Cabe preguntarse cómo es posible que los pezones masculinos y los pezones de mentira no resulten un problema para el algoritmo, mientras los pezones femeninos sí.

Y mi duda es también por qué siempre somos las mujeres el target de mercado, ya que nadie se plantea hacer un calzoncillo con relleno falso para que parezca que los hombres tienen una erección.

Quizás porque socialmente ellos tienen el privilegio de que no son percibidos como objeto de consumo.

Mara Mariño

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Cómo ‘milf’ y ‘dad bod’ reflejan desigualdades de género en la sexualización a los 40

El otro día subía un vídeo hablando del dad bod, un concepto que se utiliza para definir los cuerpos de hombres de mediana edad que no están en forma.

Literalmente es la traducción al inglés de ‘cuerpo de padre’, un término que se ha popularizado en los últimos años en un sinfín de artículos poniendo como ejemplos de esta constitución a actores como Leonardo Di Caprio, Adam Sandler, Pierce Brosnan o Javier Bardem.

O, como se les llama también en español, «fofisanos».

hombre bata dad bod

PEXELS

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Según la revista GQ en uno de sus artículos, en concreto el de Por qué el cuerpo de padre es sexy, el dad bod es «un cuerpo de tío sanote. Nada demasiado excesivo, pero un poco de tripa asomando bajo la tela de la camiseta».

Claro que en una sociedad que mide el éxito en términos de atractivo, a la vez que estipula los arquetipos de belleza, que una de las revistas masculinas más leídas se refiera en esos términos a la falta de tono físico en los hombres, no es casualidad.

Por otro lado, las revistas femeninas se sitúan en el otro extremo de la balanza. Ante la permisividad de esos famosos que posan en sus yates con una lata de cerveza, encontramos fotos de actrices o cantantes con brazos tonificados dignos de tenistas profesionales o abdominales de acero.

Nos hablan de la lista de famosas con cuerpazos a los 50 o se utilizan como ejemplos en artículos de Cómo estar mejor a los 50 que a los 30.

Es curioso el doble rasero de la prensa. El mensaje es que ellos pueden ganar peso y además seguir siendo considerados sexys, ya que el concepto de lo que es atractivo sexualmente se adapta para que entren en el espectro.

Nosotras, en cambio, no solo tenemos que estar delgadas, sino combatir al tiempo y estar más jóvenes que hace 20 años. Si no estás mejor a los 50 que a los 30, has fracasado. Si ellos están mejor a los 50 que a los 30, han triunfado.

El efecto ‘Homer y Marge’

La película de American Pie fue la primera en ponerle nombre a otro concepto que completa esta paradoja de la sexualización a partir de cierta edad en la sociedad.

Fue con el boom de la saga de comedias de instituto cuando se popularizó el término milf, que es la abreviatura de Mother I would like to fuck o, como se dobló en castellano, la «mqmf», «madre que me follaría».

Que le pusieran nombre fue la única novedad, las milfs en la pantalla llevaban mucho tiempo entre nosotras sin que nos hubiéramos percatado.

El premio se lo lleva Marge Simpson por la cantidad de años que estuvo la familia amarilla saliendo en nuestras pantallas.

Durante los más de 20 años que los personajes de Springfield nos han acompañado, la fórmula de Homer, gordo, amante de la cerveza y las rosquillas, y Marge, la devota madre de familia numerosa siempre delgada (nunca supimos sus comidas favoritas), son el ejemplo perfecto.

A ellos les siguieron Peter y Lois Griffin, Bob y Helen Parr (Los increíbles), pero también Diego y Lucía (Los Serrano).

El común denominador es el mismo: hombres fofisanos con mujeres que, después de la maternidad, mantienen una forma física estupenda. Y además son guapísimas.

En el momento en el que las representaciones que encontramos en las películas o series están reforzando estas ideas, nos encontramos con una cultura que perpetúa estos estereotipos de género en la sexualidad y construye no solo nuestra identidad sexual como individuos, sino en pareja.

Tener hijos cambia. Pero la sorpresa es que cambia hasta el punto de que si eres mujer se convierte en algo con lo que se te puede sexualizar.

La milf no se quedó en American Pie, es un término que se encuentra la pornografía y ha llegado a convertirse en una de las categorías más visitadas. Dad bod, por otro lado, no aparece en ninguna web de contenido para adultos.

¡Si encuentras hasta ilustraciones realizadas por fans de Marge Simpson, con un físico aún más sexualizado, ya que cambian las dimensiones de su cuerpo, en ropa interior, con posturas de sumisión o luciendo accesorios de BDSM!

De Homer no encontrarás este tipo de contenidos, lo que lleva a pensar que a las madres se las quieren follar, a los padres no.

Eso sí, no a cualquier madre, las mujeres que componen el imaginario erótico no tienen un cuerpo de haber pasado tres partos. No verás milfs con estrías en las tetas, la cicatriz de la cesárea ni tripas bamboleantes.

«Qué buena está la madre de mi amigo José», cantaba Dani Martín, no sabemos más de ella en el resto de la canción, lo importante quedó en esa estrofa.

En cambio, los hombres gozan con el privilegio de la aceptación. Su sexualización a partir de los 40 no cambia por mucho que sus cuerpos experimenten variaciones.

Siguen siendo percibidos como sujetos eróticos aún cuando su figura está menos esculpida.

Es más, volviendo al artículo de GQ, el dad bod se admira porque «no está obsesionado con el gimnasio», algo que se relata en el mejor de los sentidos. Los atributos que encuentras en el texto es que es un tío «auténtico» que está «cómodo» en su propia piel.

Pero, claro, es fácil estar cómodo en tu propia piel cuando al cumplir 40 años tu autoimagen no se ve atacada por los mensajes o referentes que nos rodean a nosotras.

Reimaginando la sexualidad a los 40

Cómo nos vemos físicamente no solo se construye con la opinión personal que nos formamos. El juicio externo nos valida o invalida porque mide cuán atractivos resultamos al otro.

Algo que además repercute de manera directa en nuestra vida sexual y relaciones de pareja, ya que es uno de los pilares de la autoestima sexual.

Sentir que a partir de una edad, tu cuerpo es menos aceptable, no solo es una desigualdad social porque nos afecta más a las mujeres que a los hombres.

También significa que habrá más probabilidades de vivir ciertas situaciones con incomodidad, vergüenza con nuestro propio cuerpo e incluso llegar al punto de sentir que la sexualidad es lo único que podemos ofrecer, tanto ante una pareja esporádica como en una relación.

Para terminar con una nota de esperanza, lo más revolucionario parte de la estimación de una misma, es decir desafiar y cambiar estas normas de género en la percepción de la sexualidad a los 40 pasa por autoaceptarse.

Que suena fácil, y no lo es, soy consciente. Pero puedes empezar por recordar que el cuerpo que tienes no solo es el tuyo (y por eso ya se merece mucho amor), sino que va a seguir cambiando y además va a seguir siendo capaz de experimentar un montón de placer que te va a hacer sentir genial.

Y, una vez reivindicado tu cuerpo, toca señalar también las narrativas de esos programas o películas en los que las representaciones corporales siguen este sesgo según los personajes sean hombres o mujeres.

Las relaciones de pareja sanas deben estar basadas en la igualdad, así que debe empezar en casa. Y es difícil que haya igualdad de condiciones si uno de los miembros puede aceptar sus cambios de la edad y el otro vive con la angustia, la presión y la inseguridad que le generan los mismos.

Así que, no solo es tarea nuestra sentirnos a gusto con nosotras, dar con parejas en las que la tónica habitual es el respeto mutuo es clave.

Hay una diferencia abismal entre tener a tu lado a alguien que te acepta con todo (edad, cambios corporales, de trayectoria, etc) y, una persona que fomenta esa presión (algo que puede pasarte a los 40, pero también a los 20). En cuyo caso lo mejor que puedes hacer es ponerle fin a esa relación.

En definitiva, la importancia de la sexualidad a los 40, a los 50 o a los 60, no debería estar ligada al aspecto físico. Necesitamos valores íntimos que se centren en la inclusividad, en la aceptación, en la igualdad, en el cuestionamiento de esas normas de género.

La única preocupación de nuestra vida íntima, según cumplimos años, no debería ser otra que centrarnos en ser flexibles y adaptar nuestra sexualidad a lo que nos va pidiendo el cuerpo y la mente en cada momento.

Mara Mariño

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