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‘La mayoría de mujeres de occidente tenemos un suelo pélvico estresado y muy tenso’

La primera vez que oí hablar del suelo pélvico fue cuando me interesé por unas bolas chinas en una tienda erótica.

Por lo que me contaron, o empezabas a ejercitarlo a partir de cierta edad, o se terminaría descolgando flácido, como cuando sacas un bizcocho antes de tiempo del horno.

suelo pélvico

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Aquello me generó bastante agobio. ¿Por qué nadie me había hablado antes de la existencia de esta zona de mi cuerpo?

Y lo segundo, ¿cómo podía evitar llegar a ese punto, cuyas consecuencias no conocía, pero me imaginaba que serían terribles?

La neura se me fue pasando porque otras cosas más urgentes llegaron a mi vida (hola, volverme autónoma), pero el desconocimiento seguía ahí.

Así que hablar con Juncal Alzugaray del tema, que es fisioterapeuta especializada en suelo pélvico (es la fundadora de PelviClub.com), ha sido clave para conocer el mío un poco más.

Y, ya de paso relajarme al respecto de que me voy a levantar un día arrastrándolo por el suelo de lo mucho que ha descendido como si fuera un globo medio desinflado.

Lo primero que me comenta la experta es que no solo es el canal de parto. El suelo pélvico «trabaja en equipo con la faja abdominal para sujetar nuestras vísceras abdominopélvicas. Es quien se encarga de sacar para afuera nuestra sangre menstrual, nuestra orina y nuestras heces. Pero tampoco podemos olvidar su función sexual».

Ah, ¿que mi vida sexual está sujeta a algo de lo que apenas sabía nada? Como Juncal afirma «El estado del suelo pélvico repercute directamente sobre la sensibilidad, sobre la lubricación, la elasticidad… Y eso es crucial para todo lo demás.»

«Imagínate que una siente que no lubrica, que le duele el coito o que tiene tal hipersensibilidad en el clítoris que le produce dolor. Esa persona no va a querer comenzar cualquier relación sexual, ni siquiera una mirada, no vaya a ser que se desencadene todo ese infierno. Cualquier disconfort en nuestro suelo pélvico va a tener incidencia directa sobre nuestra salud sexual», dice.

Pero, ¿hasta qué punto es real ese mito de que tenemos que trabajarlo como quien entrena pectorales en el gimnasio para contrarrestar la espalda de la silla del ordenador?

A diferencia de lo que se cree, que lo tenemos débil, Juncal me confirma que en nuestro caso, es todo lo contrario.

«La gran mayoría de las mujeres de occidente tenemos un suelo pélvico estresado y muy tenso».

La copa menstrual, ¿amiga o enemiga?

Y aquí es donde entra la copa menstrual. Es un poco como la pescadilla que se muerde la cola. Sin un suelo pélvico sano, la copa se nos escurriría de la vagina.

Pero, al mismo tiempo, llevarla puesta demasiado tiempo, puede pasarle factura.

«Es importante darle un respiro a nuestro canal vaginal y no utilizar la copa 24 horas al día durante los días que sangramos. La vagina no está preparada para tener todo el rato algo insertado, se cansa, se congestiona y a la larga, puede que se contracture».

Además, la copa menstrual debe adaptarse a nosotras y no al revés. Por eso Juncal recomienda «elegir una copa menstrual adecuada a nuestra anatomía y al estado de nuestra musculatura».

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«Mi recomendación general es que no busquemos ni la más dura, ni la más blanda. Y, a poder ser, una que no sea muy larga. Pero eso es algo muy personal también… Sobre todo, una con la que nos sintamos cómodas».

Sí, aquí es donde las bragas menstruales, otro método que recomiendo, puede apañarte en los días de sangrado.

El mito por excelencia sobre el suelo pélvico es que solo debemos ponernos a trabajarlo tras el embarazo, pero la experta aconseja familiarizarnos con él mucho antes.

«Tenemos que conocer y reconocer esa parte de nuestro cuerpo, porque vivimos muy desconectadas. Tanto tiempo privándonos de nuestro placer ha hecho que desenchufemos esa parte de nuestra anatomía casi a nivel cerebral. Luego ya vendrá el trabajo, si es que hay que hacerlo. Pero integremos el suelo pélvico desde peques, por favor».

Solo de esa forma que propone, volviéndolo algo más de nuestra vida desde el comienzo de ella, conseguiremos que sea algo tan normal como es hablar de la próstata, por ejemplo.

Una razón que, según Juncal, se debe a la gran desigualdad que todavía existe entre hombres y mujeres: «Nuestros cuerpos solo importan como meros objetos bajo la mirada del ‘otro’. Nadie nos ha hablado de pequeñas, de adolescentes de que podemos ser dueñas de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, de nuestro disfrute. Nadie nos ha dicho que podemos llevar el timón. Nos han llevado a pensar que nuestro cuerpo no nos pertenece».

«Por eso no se nombra, por eso no lo nombran. ¿Te imaginas qué pasaría si fuéramos las amas y señoras de nuestro disfrute? Buah, sueño con un mundo así. Hablemos más de nuestros suelos pélvicos y hablemos más de nuestra sexualidad… Cambiemos el mundo», propone.

¿Te sumas a su revolucionaria invitación?

Mara Mariño

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