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Los juguetes sexuales ya no son lo que eran (por suerte)

Cada pocos meses, los padres de mi novio paran con nosotros en casa y les dejamos la habitación.

En otro momento de mi vida, esa ocasión se habría visto precedida de una limpieza exhaustiva de juguetes sexuales, poniéndonos en algún escondrijo fuera del alcance.

Ahora estoy tranquila, si dan con el que tengo más a mano, difícilmente van a saber de qué se trata.

Iroha

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O eso me digo, aunque quizás no es tanto la preocupación por si dan o no con mi colección, que doy por hecho de que no andan buscando.

Más bien que no siento que deba esconderlos. Mis juguetes me encantan, son coloridos y multiformes. Casi parecen pequeñas esculturas recubiertas de silicona.

Poco o nada tienen que ver con los juguetes de hace 20 años, donde solo había o réplicas de penes -que imitaban hasta el detalle de las venas-, o varitas vibradoras comparables en tamaño (y en ruido) a una aspiradora de mano.

Pero, ¿son el minimalismo y el nuevo diseño los responsables de que nuestros compañeros de dormitorio ya no sean genitales de plástico, sino bonitos ornamentos inspirados en la cultura japonesa, como es el Iroha de la foto cuyo nombre «Ukidama» es literalmente «bola flotante» en japonés?

Sí y no. El cambio de estética, pero sobre todo los avances en funcionalidad, han hecho que los juguetes ya no sean algo de broma que se regala en una despedida, sino el paquete más esperado de una celebración navideña o un cumpleaños con tus amigas.

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Ya no son lo que eran, tan mal llamados «consoladores» que hasta hay una marca que está intentando hacer entrar en razón a la RAE para que cambie el apelativo.

Los juguetes no son sustitutivo de nada, ni una forma de recibir consuelo cuando las cosas van mal (de eso se encarga nuestra red de apoyo), son disfrute en privado o en compañía.

También son conocimiento, ya que han conseguido que muchas entiendan «ah, así que eso que me gusta tanto estaba ahí».

Y tranquilidad para la que no conseguía conectar consigo misma y al final se perdía tanto en sus pensamientos, que perdía el orgasmo por el camino.

Quizás por eso ahora no me agobia que los encuentren, porque hacen tanto por mi bienestar como guardar café molido de antemano en la despensa, para tener la mitad del trabajo hecho cuando me preparo el café de las mañanas.

Ya no son lo que eran, son mucho más. Han salido a la luz transformados, como una oruga que rompe la crisálida y se ha convertido en mariposa.

Solo que, quienes vuelan, somos nosotras.

Mara Mariño

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El fenómeno de los ‘dormitorios muertos’ o cómo se relacionan deseo y vida laboral

La rutina es esa especie de chivo expiatorio al que siempre podemos recurrir cuando, al hacer memoria, recordamos lejana la última vez que tuvimos sexo con nuestra pareja.

Es casi liberador pensar que no es nuestra culpa, sino el ritmo frenético del día a día del siglo XXI que nos hace ir a toda prisa, sin casi darnos la opción de dejarnos un minuto libre para el disfrute del tipo que sea.

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PEXELS

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Lo llamamos «rutina» porque resulta menos acusador que llamarlo de la otra manera que se aproximaría más a lo que es: jornada laboral.

En el momento en el que terminamos de trabajar, el poco tiempo disponible es para algunas cosas básicas, como son poner una lavadora, llenar la nevera o esa cita médica con el especialista que llevas meses esperando, y otras igual de necesarias como es ponerte al día con tu amiga.

Pero vamos, que después de pegarte el madrugón y estar 8 horas con la concentración al máximo, dedicarle atención a tu deseo se encuentra en los últimos puestos de la lista de prioridades.

Y, sin embargo, es la pescadilla que se muerde la cola, esa insatisfacción de no llegar, de no tener tiempo para la intimidad, se traslada también a la oficina, haciendo que aparezca (o aumente) el estrés.

Esto es algo que explica Kate Moyle, una de las expertas de LELO, la marca de bienestar sexual: «al abordar el sexo desde un enfoque mente-cuerpo, sabemos que nuestra vida sexual puede verse influida por lo que nos ocurre como individuos en nuestros contextos vitales y relaciones, ya que puede intervenir en cómo nos vemos y nos sentimos con respecto a nosotros mismos».

«Todos estos factores afectan a nuestras experiencias, perspectivas, preocupaciones y creencias, por lo que la mejora del bienestar sexual influye directamente en cómo pensamos, sentimos y nos comportamos en otros contextos» explica.

En otras palabras, una manera de dejar de sentir que nos arrolla la semana es precisamente priorizar la calidad de la vida íntima.

Según un estudio de la empresa, el 91% de los españoles encuestados se siente relajado y menos estresado tras tener un orgasmo y un 20% de estos sigue disfrutando de los beneficios del orgasmo hasta 24 horas después.

Un 4% de afortunados lo disfruta incluso hasta dos días más tarde.

Y esto es algo que no mira de compañía, es decir, que sea o no en pareja es lo menos relevante. Otros datos de la investigación afirman que más de la mitad de los españoles se siente más relajado tras un orgasmo con su pareja, uno de cada ocho se siente más relajado cuando lo hace a solas y casi una tercera parte de ambas formas.

El estrés, el mayor enemigo

Cuando se habla de los «dormitorios muertos», lo que se conoce como la inexistencia de una vida íntima en pareja, se señala al estrés como principal culpable.

Y es que las consecuencias de esta respuesta pasan más factura a la sexualidad de lo que podemos imaginar.

Cuando sentimos estrés, el cuerpo libera cortisol, una sustancia que rompe el equilibrio de otras hormonas del cuerpo, lo que puede llevar a que los niveles de testosterona disminuyan, que es crucial en el papel del deseo sexual en hombres y mujeres.

Si además nos fijamos en los datos de la investigación realizada por ADP Research Institute en 2022, averiguaron que el 66% de los trabajadores españoles experimenta estrés en algún momento de la semana.

Combatir el estrés no es tan sencillo como esa persona que te dice «Ay, pues no te estreses tanto». No es algo voluntario que podamos controlar.

De hecho, algunas técnicas que pueden ser de ayuda son encontrar estrategias para manejarlo como pueden ser el ejercicio, la comunicación en pareja, la alimentación, el descanso o pasar tiempo al aire libre por poner unos ejemplos.

Lo que merece la pena recordar es que si estamos en la época de reconocer la importancia de la salud mental, la satisfacción sexual es parte de ese bienestar humano.

Mara Mariño

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Cómo hablar de sexo con los hijos: así debería ser ‘la conversación’ según una sexóloga

En la educación sexual que recibí en casa por parte de mi madre, la palabra «consentimiento» no estaba en la conversación.

Pero tampoco hizo falta, porque se me grabó que, como ella decía, cada vez que tuviera sexo debía ser con quien yo quisiera y deseara.

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De esa manera tan sencilla aprendí no solo que tenía libertad absoluta, sino que tenía que quererlo.

Y aunque el sistema de mi madre no tiene por qué ser el que te convenza, Rosa Navarro, psicóloga y sexóloga que colabora con Diversual.com da algunos consejos a la hora de abordar el tema en casa con los más pequeños.

¿Cómo acompañar a un hijo/a si no quiere tener relaciones sexuales, pero su pareja sí?
Para empezar, deberíamos dejarle claro que mantener relaciones sexuales no es lo mismo que tener penetración y que las experiencias sexuales pueden incluir o no coito. En el caso de que detectemos que nuestro hijo o hija se encuentra en una situación en la que su pareja desea tener relaciones sexuales y él o ella no, hay que generar un espacio de escucha. No quitarle importancia a la situación y tampoco limitarnos a frases hechas. No es aconsejable optar por un enfoque en el que pongamos el foco en criminalizar a su pareja, ya que podemos generar lo contrario a lo que estamos buscando.

Podemos hacer algunas preguntas, pero dejando que se exprese y que explique lo que realmente le apetece o lo que quiere hacer. Hay que escuchar con calma, intentando animarle a contar cómo se siente, reforzando de forma positiva el hecho de que esté confiando en nosotros. Para esto podemos usar pequeños mensajes y frases intercalándolos en la conversación: “Gracias por compartir esto conmigo”, “Entiendo lo que me cuentas y valoro mucho que nos lo estés contando”. Pero, sobre todo, recordarle que haga lo que haga, siempre va a poder acudir a nosotros para resolver dudas o simplemente hablar.

¿Cómo podemos explicarle la importancia de que quiera ese encuentro?
Hemos de hablar sobre deseo y consentimiento. También ver cuáles son sus expectativas acerca de lo que se espera de una relación de pareja, dejándole claro que tener una relación sexual es algo opcional, y que no debe convertirse en una obligación. Si hemos hecho un trabajo previo en cuanto a educación sexual en casa, ya tendremos una base sobre la importancia de los límites y del respeto de las decisiones dentro de una relación. Hay que recordarle sus derechos y que sepa que puede decidir con quién y cómo estar tanto en el plano sentimental como sexual. Y que decidir no tener relaciones sexuales y decir a una pareja lo que se quiere de forma asertiva no significa que no se quiera a esa pareja.

También podemos darle ejemplos de formas de gestionar momentos en los que no se cumpla lo pactado o en los que no se sienta cómodo con la situación. Explicarle que la comunicación y, ante todo, la comunicación asertiva es la mejor vía para conseguir relaciones afectivo-sexuales plenas y satisfactorias. Y como a hacer se aprende practicando y también observando a los demás; incluso podemos aventurarnos a hacer un pequeño role playing en el que pueda practicar o ver como nosotros mismos rechazamos propuestas con las que no nos sentimos cómodos.

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¿Cómo sé si está preparado para tener relaciones sexuales? ¿Puedo ayudarle de alguna manera?
Si está o no preparado para las primeras relaciones sexuales es algo que debe averiguar él mismo. Está claro que vamos a intentar protegerlo al máximo y evitarles cualquier mal trago o daño. Y para esto, nuestra mayor herramienta es la educación y que aprenda a tomar decisiones de forma responsable y con la mejor y mayor información.

Si creemos que se está adelantando y que no está preparado está en nuestra mano hacerle reflexionar sobre lo que implican las relaciones sexuales, lo que le hace sentir ese momento y sus expectativas. Atender también a sus necesidades de información y aunque no estemos de acuerdo, acompañarle proporcionándole acceso a métodos de protección. Existen muchísimos recursos a los que podemos redirigirlos, y algo muy efectivo es acercarnos a ellos a través de su mismo lenguaje: usando cuentas de
Instagram, podcasts, series conocidas e incluso TikTok. Hay muchas plataformas que se dedican a mostrar otras realidades sexuales de diversidad sexual, incluso existen marcas como Diversual que cuenta con una Academia Erótica con gran variedad de información sexual.

¿Cómo influye en la sexualidad la presión de grupo?
En la adolescencia, la presión de grupo puede influir de forma que se sientan obligados a realizar conductas sexuales para las que no se pueden sentir preparados o con las que no se sienten cómodos. La seguridad de muchos adolescentes se basa en la aceptación de su círculo de iguales. La opinión y lo que digan de ellos les suele afectar mucho y puede forzarles a tener comportamientos con la única intención de reafirmarse ante los demás. Esas ganas de ser aceptados por el grupo pueden propiciar que los adolescentes reproduzcan modelos sexuales inadecuados.

¿Cómo hablarlo con tu hijo/a?
De forma natural, haciéndole ver que es normal que sienta esa necesidad de parecerse a sus amigos. Pero también recordándole la importancia de ser sincero o sincera con lo que siente y de cuidarse a uno mismo y de desear y consentir de verdad lo que se hace, sea en el plano sexual o en cualquier otro. De nuevo, es fundamental validar sus emociones y acompañarle sin reproches, pero sí reforzando aquellas habilidades sociales que le sirvan para empoderarse. Como es complicado que nos vea a nosotros como referentes, podemos darle buenos ejemplos de jóvenes más cercanos a su edad que le hagan cuestionar las situaciones a las que va a enfrentarse.

¿Cuál es el papel como padres respecto a la primera vez de un hijo/a?
Lo principal es no mirar a otro lado. Aunque nos cueste un poco, hemos de asumir que nuestros hijos e hijas son personas que en algún momento van a iniciarse sexualmente y van a practicar sexo con otras personas. Nuestro papel pasa por influir de forma positiva sobre su educación sexual y para ello hay que hablar con ellos de todos los temas, dejando de lado nuestra vergüenza. Dar ejemplo es también parte de educar en sexualidad, y si perciben que evitamos tener conversaciones con ellos sobre temas de sexualidad que les preocupan, al final estamos alimentando la idea de que la sexualidad es algo que debe mantenerse en secreto o por la que hay que sentir culpa o miedo. A veces, presuponemos lo que nuestros hijos e hijas tienen ‘x’ información y no sabemos realmente qué necesidades reales en cuanto a educación tienen. Preguntar sobre qué saben sobre un tema concreto nos puede ayudar a saber de qué punto partir.

Más allá de métodos anticonceptivos, hemos de tratar temas como la autoestima, la importancia de las caricias y besos, el respeto, el consentimiento y las relaciones sanas. Toda esta información, siempre ajustada a su edad y a su nivel de comprensión.

Mara Mariño

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Juguetes sexuales de oro: ¿excentricidad o un nuevo nivel de placer?

Fue en 2018 cuando Gwyneth Paltrow puso a la venta sus cristales de cuarzo ‘sexuales’.

Unos huevos que, según ella, tenían increíbles propiedades si te los metías por la vagina (cosa que muchas expertas dijeron que era una bomba de relojería).

juguetes oro

LELO

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Además, costaban casi 61,50 euros, lo que hizo que muchas nos planteáramos un par de cositas.

La primera la de materiales curiosos éramos capaces de introducirnos por el cuerpo solo porque una celebridad lo sugiriera, sin preocuparnos por recomendaciones médicas.

Y lo segundo: ¿hacía falta esa extravagancia cuando se trataba de algo para la intimidad?

Especialmente cuando existen productos que cumplen la misma función, de ejercitar el suelo pélvico, mucho más asequibles.

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En el caso del huevo de Gwyneth quedó claro que no, sobre todo con la demanda que tuvo que pagar por publicidad engañosa sobre las propiedades mágicas de sus piedras vaginales.

Es una pregunta que yo también me hice cuando leí que hace unos días, se habían robado juguetes sexuales hechos de oro.

Una colección que estaría valorada en miles de euros. ¿Estamos locos?

Pues sí y no, porque por lo visto el oro sería mucho más higiénico que el cuarzo (si tan solo la actriz lo hubiera sabido…).

Mientras que el primero es una piedra porosa que puede llevar bacterias en los poros, lo de ir andando con ese peso puede provocar más problemas que ventajas según ginecólogas que en su día opinaron sobre el invento de la fundadora de Goop.

El tema de la higiene no sería un problema para el oro, ya que –como la silicona médica-, «es totalmente seguro», confirman desde LELO.

Portavoces de la firma de juguetes sueca también destacan que, además tiene propiedades antiinflamatorias (razón por la que fue usado por romanos, egipcios o japoneses).

Pero no son los únicos atractivos, sus propiedades en la cama lo convierten en un elemento muy interesante.

Y es que al transmitir sensación de calor o de frío -no olvidemos que el oro es un excelente conductor– permite llevar el juego a otro nivel de exploración.

Aunque, personalmente, esto de las cosas bañadas en metales preciosos (con precios entre 3.000, 4.000 o hasta 15.000 euros) me recuerda al chuletón cubierto de oro de Sergio Ramos y Pilar Rubio o al champán con pepitas dentro.

Lo que tengo claro es que, independientemente de la excentricidad que se compren las personas más ricas del planeta, hay una verdad universal.

Da igual que esos juguetes no sean para todos, el placer sí lo es.

Y a la vista está que nuestro primer juguete sexual se encuentra en la mano, por lo que no necesitamos que lleve oro para pasarlo bien.

Mara Mariño

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De los cinco sentidos, este es el que más nos excita a las mujeres

Dicen que la unión de los cinco sentidos en el ámbito sexual hace la fuerza. O, más que la fuerza, tratándose de la intimidad, el placer.

Sí, vivir(nos) con todas las percepciones que nos llegan desde los órganos que nos permiten conocer el entorno -permitidme que me ponga técnica- potencia la experiencia, aunque muchas veces no pensemos en involucrarlos de manera activa.

pareja cama

PEXELS

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Hay quienes prefieren el poder se una mirada y quienes se decantan, en cambio, por degustar ese buffet libre de sabores y texturas que es el cuerpo del otro.

En teoría, se dice que mujeres y hombres preferimos uno u otro sobre los otros cuatro. Y, una encuesta en mi Instagram entre mis seguidoras confirma el que dicen que es el sentido que más nos excita a nosotras.

El oído es el que sirve de calentamiento, sí, pero también gatillo para disparar un orgasmo. Y es el sentido que más veces se repite en las respuestas de diferentes maneras.

Aquí van algunas ideas:

«Susurros al oido», «que hable sexy», «dirty talk», «que me diga lo que les gustaría hacerme al oído», «escucharlo a él gemir», «que me llame por mi nombre»…

Se llevan la segunda posición las miradas, representantes de la vista, como punto de encuentro entre los participantes, pero también para darle suelta al voyeurismo que llevamos dentro viendo de primera mano el placer que siente la otra persona.

«Miradas intensas», «que haya contacto visual», «que me mire fijamente a los ojos», «mirar a los ojos y ver cómo está disfrutando locamente»…

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En tercer lugar son los mordiscos, una mezcla entre gusto y tacto, que representan esa línea entre placer y dolor que muchas recorremos con gusto e incluso pedimos con más fuerza (y para prueba las respuestas).

«Mordiscos», «que me muerdan y morder», «que me muerdan en el cuello en plan heavy», «morder partes erógenas»…

Fuera del top 3 de la clasificación quedan las caricias, ligadas con el sentido del tacto puro y duro, pero más sutil, para llevarnos a un estado de mindfulness siendo capaces de conectar hasta con el roce más delicado en la piel.

«Soft touches», «recorrer con los sentidos toda la superficie de la piel», «que me acaricie»…

Pero también resulta muy votado la estimulación de los pezones con la boca de la manera que sea: «Que me coman los pezones», «que me lama los pezones»…

Mis seguidoras resaltaron también la conexión, del sexo oral, los besos en el cuello (y otras partes erógenas), la masturbación y la comunicación como factores que les pierden en la cama.

Así que ahora que lo sabes… ¿A qué esperas para calentar la voz?

Mara Mariño

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Por qué a tu próxima cita deberías llevar una novela erótica

Mi primera paja literaria fue con Memorias de Idhún de Laura Gallego García. Jack y Victoria, los protagonistas, se daban un apasionado beso entre rocas.

Daba igual que fuera una novela juvenil, mi calenturienta imaginación adolescente hacía -o imaginaba- el resto.

Muchos años después, me animan a hacer algo revolucionario: compartir esos fragmentos que uso en la intimidad con alguien más.

cena romántica cita

PEXELS

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Son las 11 de la mañana, varias periodistas nos reunimos gracias a Lelo, la marca de juguetes sexuales, en el Museo Chicote.

Es ese local de Gran Vía, por el que has pasado 500 veces por delante y, si eres millennial, como yo, seguramente no hayas entrado.

El lugar por dentro huele a ligoteo, a madera por sus bancos enfrentados (para hablar con el de al lado rompiendo el hielo), a ganas de sexo y a baños que cuentan historias de no poder aguantarlas.

Y si no, ya me las imagino yo mientras Valérie Tasso nos lee un fragmento de Diario de una ninfómana, su best seller.

El objetivo del encuentro es ‘convencernos’ (así entrecomillado, porque más que un convencimiento es una sugerencia para inspirarnos) de que deberíamos compartir la literatura erótica, como si fuera un masajeador para él y para ella.

La escritora y sexóloga tiene tablas no solo en esto de leer para excitarse, sino en escribir para que sus lectores lleguen a ello.

«¿Cómo se describe un orgasmo si el orgasmo no tiene palabras? Es inefable», señala como uno de los retos de escribir este tipo de novelas.

No le ha hecho falta, en el metro volviendo a casa, mi amiga y yo recordamos una de las escenas de su libro, en la que la protagonista tiene sexo con un desconocido que se cruza por la calle.

«El reto de normalizar» es otro desafío que destaca Patty McMahou, otra escritora invitada.

Aunque el objetivo de sus libros lo tiene claro, y no es solo que nos vuele la imaginación cuando narra una escena en la que una pareja se lo monta sobre una silla.

«Quiero que la gente se divierta con el sexo», afirma.

En mi opinión, la diversión estaba garantizada cuando me imaginaba las caderas de su protagonista revolviéndose en el asiento mientras le practicaban sexo oral.

Ya no sé si es por la subida de las temperaturas en Madrid o la lectura de la escritora, pero de repente ponen al máximo el aire acondicionado de Museo Chicote. No vaya a ser que nos calentemos de más.

Aunque a lo mejor el mayor reto, es el de dejar de considerar la novela erótica un género de segunda.

Quizás porque, como comenta uno de los asistentes, puede ser debido a que es de los pocos en los que la mujer ha tomado las riendas: ya no es solo musa, sino artista (y ya sabemos que no es que nos pongan precisamente las cosas fáciles cuando queremos el rol que toma la iniciativa en vez del pasivo).

Ambas escritoras defienden la literatura erótica como un complemento más que podemos usar para nuestro propio placer.

Valérie siempre prescribe orgasmos -cuanto más nos masturbemos mejor, según la sexóloga-. Aunque bien sabe que «si te das placer, estás más predispuesta a ofrecerlo«.

Pero también recomienda leernos un fragmento de literatura erótica en pareja, porque, como ella misma afirma «es la promesa de lo que va a llegar«.

Y aunque he visitado mi pasaje de Memorias de Idhún más veces de las que me atrevo a confesar, sé que tendría un giro nuevo que me lo leyera en alto alguien más.

Despacio, al oído, mientras me baja un tirante o me retira el pelo del cuello.

Las palabras tienen el poder de construir una realidad, por eso cuando escuchamos un texto erótico nos excitamos. De una manera estamos recreando esa vivencia en nuestro cerebro.

Y es una ‘película’ mucho más interesante que la que nunca se podría ver en la pornografía. Porque es tan rica de detalles como parca en imágenes, las mismas que tienes que dibujar tú.

Salgo con ganas de contar, para mi próxima cena, con unas velas y un plato de pasta -por ejemplo-, pero también con un libro en la esquina de la mesa. Uno que me despierte, desmelene, asalvaje, provoque y avive.

«Es una gran herramienta para recuperar el deseo en la pareja. Hay que romper el cliché de que es para una misma», afirma la escritora.

Ella misma nos recuerda que la sexualidad no está escrita en piedra. Es algo plástico que va cambiando de la misma manera que lo hacemos nosotros.

Por eso mismo, lo que antes podía horrorizarnos, puede generarnos ahora curiosidad y ganas.

Lo que hay que tener claro es que en nuestra mano está disfrutar por partida doble (o triple o cuádruple) esta literatura subversiva, que quiere dinamitar la moral en la que aún nos vemos envueltas.

Además que sean mujeres que lo hagan -y que animen a hacerlo-, que somos las que vivimos más encorsetadas todavía por los valores de la sociedad en la que todavía es tabú hablar del deseo femenino, es tan inspirador de ver como estimulante.

«Las mujeres hemos empezado a hablar sin pelos en la lengua de nuestra vida sexual», dice Valérie. Y ya lo hagamos nosotras o lo hagan otras en forma de libro, nos excita.

Mara Mariño

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Y la razón por la que los juguetes mejoran tu vida sexual en pareja es…

Puedes pensar que lo tengo súper fácil con el tema de los juguetes sexuales por escribir un blog de sexo. O que mi vida íntima siempre es tan variada como un surtido de croquetas.

Pero lo cierto es que ni mi trabajo, ni lo que implica a la hora de poder abrirme a nuevas experiencias, me garantizan que, la persona que tengo al lado, piense o le apetezca lo mismo que a mí.

PEXELS

Es más, personas que preferían relaciones más convencionales o rutinarias no han faltado en mi vida.

Y esto demuestra una verdad universal: que por mucho que te gusten los juguetes, probar, variar, atar, pegar, frotar, vestir o dominar, si no te dan juego, no sirve de nada tu curiosidad.

Mentiría si dijera que para mí, la felicidad absoluta entre las sábanas, implica solo a las dos personas de siempre. Sin ningún cambio o añadido.

Porque el sexo es más, mucho más…

Y si, como en mi caso, no eres de abrir esa intimidad a terceras personas, la (maravillosa) alternativa que te queda son los juguetes sexuales.

En el momento en el que lo más importante del sexo es la penetración, tendemos -sin darnos cuenta- a que toda nuestra dinámica siga la misma estructura.

Empezamos siempre haciendo sexo oral o masturbamos y lo llamamos malamente ‘preliminares’. Como si fuera un sexo de segunda.

Los usamos a modo de preparación para el plato principal, ese en el que el pene y la vagina se ponen en contacto y se marcan unos tantos (cuando también unos dedos te pueden follar).

Por eso no hay nada como, en plena acción, sacarse un juguete de debajo de la cama y convertirlo en el tercer protagonista.

Es lo que hace que mantengamos la ilusión por divertirnos, saber que puede aparecer algo nuevo aunque los actores principales sean los de siempre.

Que podemos sentir más y mejor. O simplemente distinto. Que se puede cambiar.

Pero bueno, que no solo lo digo yo. El 82% de los 700 españoles participantes en un estudio de LELO contestaron que su relación había mejorado a raíz de usar los juguetes en pareja.

Es esa novedad la que nos mantiene enganchados, por eso no se puede dejar de lado en ningún momento de la vida.

La creatividad es como tus plantas, la puedes cuidar ‘desde casa’ buscando escenas que exciten y replicándolas, hablando con amigas, sacando ideas de la última novela o serie de Netflix…

Y a la vez complementarla introduciendo estos artículos.

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Solo así se consigue vencer a la temida rutina y conseguir que no se pierda el interés en el sexo.

Y vale, no todo en una relación es follar, pero que tiene un peso gigantesco es un hecho. El estudio también revela que 1 de cada 4 personas habían dejado a su pareja por no estar satisfechas sexualmente.

¿El punto medio de todo esto? La comunicación. Si la añadimos a la ecuación de pasión y creatividad, el cóctel es explosivo y la combinación, perfecta.

Así que igual es el momento de preocuparnos menos por si el tamaño del pene o las tetas será suficiente y centrarnos más en hacer de la experiencia algo estimulante y variado (tanto con lo que traemos de serie como con lo que tenemos a mano en el cajón de la mesilla).

Mara Mariño.

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Vamos a normalizar que los hombres giman durante el sexo

Miércoles 5 de enero. 10 de la mañana. Pongo una película porno conectando los cascos al ordenador para inspirarme.

(Cada una empieza el día como quiere)

Una pareja está teniendo sexo en el sofá al estilo perrito. Ella gime a tal volumen que me asusto de que alguien de mi familia haya podido oír el sonido.

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Me quito un auricular y compruebo que todo sigue en orden.

Cuando devuelvo la vista a la pantalla han cambiado de postura. Pero hay algo que sigue igual.

Ella continúa expresando el placer a voces mientras él solo suelta algún que otro resoplido. Nada más.

La escena es habitual -la de ellos callados mientras practican sexo- y es algo que se ha repetido durante años en mi vida sexual.

Raras han sido las veces que me he encontrado con alguien capaz de soltarse y gemir.

Cuando papá porno enseña que soltar esos sonidos agudos y con deje casi lastimero es algo femenino, ¿qué hombre se atrevería a replicarlos?

Sorprendentemente, estamos rodeadas de gemidos masculinos en nuestro día a día.

Son los que suelta Nadal cuando juega al tenis, dándole un raquetazo a la pelota con todas sus fuerzas.

Son también los que oyes a los musculosos del gimnasio cuando cogen las mancuernas y hacen press de pecho.

A más peso, más esfuerzo y más alto es el quejido. En ese contexto liberar el sonido no les avergüenza.

Está bien visto gemir si es para probar que estás llevando al límite tu cuerpo, con una demostración de fuerza digna de competición de culturismo.

Pero no para estimular o gozar más con tu pareja. Según la ciencia, ese grito irrefrenable facilita la ventilación pulmonar lo que ayuda a la relajación.

También la comunicación no verbal durante el sexo significa disfrutar más del momento y por tanto, una mayor satisfacción íntima.

Así que dejar salir los gemidos tienen tantísimas ventajas, que es demasiado bueno como para no hacerlo.

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Como una guía sonora, a nosotras nos sirven de indicativo. Sabemos que él lo está disfrutando y eso nos motiva a seguir adelante.

A chupar más hondo, morder más fuerte, lamer más seguido o movernos más rápido.

Como buenas voyeurs, nos gusta verle rendido a lo que está sintiendo. Y no hay nada como el chute de autoestima por ese placer que entregamos -y a la vez nos pertenece por generarlo-.

Que nos pone cachondas, vamos.

Duquesa Doslabios.
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Las mujeres no nos masturbamos como crees (y el porno tiene la culpa)

Nos guste o no, el porno es el primer contacto que tenemos con una dinámica sexual en pareja.

Lo que significa que estamos consumiendo un producto que, en su mayoría, está pensado para uso y disfrute de hombres heterosexuales.

Así que, mientras los espectadores masculinos se ven reflejados en el protagonista y reciben ese contenido para excitarse, nosotras nos inmiscuimos en el mundo de los vídeos eróticos tomando notas de lo que se espera.

UNSPLASH

Quizás no lo sabemos de forma consciente, pero tendemos a repetir los patrones que vemos en las películas pornográficas.

Lo que no significa que representen nuestra vida sexual. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El caso de la masurbación femenina es el más evidente.

Basta con teclear «chicas masturbándose» o «masturbación femenina» para encontrar todo un repertorio de mini clips en los que aparecen mujeres tumbadas o sentadas y siempre con la vagina rebosante.

Dildos, dedos, objetos aleatorios de la casa como botellas, frutas o verduras no faltan en estas películas.

¿Simboliza eso cómo nos masturbamos en realidad? Para nada.

Nuestros momentos de intimidad poco tienen que ver con esa chica desnuda cabalgando un juguete sexual que imita a la perfección a un pene y que se mantiene erguido en el suelo gracias a una ventosa.

Es más, lo tenemos tan sencillo que muchas veces no necesitas quitarte la ropa.

Basta con meter la mano en las bragas, buscar el clítoris y activar el modo turbo de los dedos. La vagina ni se toca.

De hecho, si lo ves desde fuera, esa imagen de vídeo erótico en el que el juguete entra y sale -al compás de los gemidos- no tiene mucha similitud a la mano estática sobre el pubis, donde solo se mueve un dedo en círculos o de un lado a otro.

Que nosotras terminemos en este tipo de vídeos es raro, pero tienen un público masculino importante.

De ahí que, cuando en la cama un «Tócate» te llega al oído, sabes de sobra que no es el mismo que se imagina en su cabeza.

Si se espera un espectáculo de dedos penetrantes, va a encontrar una imagen superficial mucho menos movida (a sus ojos) pero más intensa para nosotras a nivel de sensaciones.

Y en cuanto a los juguetes con los que parece imprescindible tocarse, están a mundos aparte de los que solemos utilizar -o hemos utilizado- para descubrir nuestra sexualidad.

Cojines, el peluche, el borde de la mesa… Todo lo que nos apañara para presionar la zona estrujándolos entre las piernas o estando bocabajo sobre ellos era lo que realmente conseguía hacer que nos corriéramos.

Así que más nos vale ir rompiendo con la imagen de cómo se masturba una chica en el porno y empezar a preguntarle a tu pareja cómo le gusta tocarse.

Pero de verdad, no como ha aprendido que te excita. Para excitarse ella.

Duquesa Doslabios.

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La ventaja de practicar (tanto) la masturbación durante el confinamiento

Ha tenido que venir una pandemia para que cambiáramos nuestra manera de masturbarnos, de disfrutar en privado.

Nos ha podido la sensación de intimidad al estar en casa llegando incluso a practicarlo en plena jornada de teletrabajo.

hombre en la cama

UNSPLASH

Con la imposibilidad de juntarse, hacerse cargo del placer propio nunca había sido tan urgente ni necesario.

Y no ya tanto por el hecho en sí de dar rienda suelta al deseo, también a modo de ibuprofeno antipandemia.

Que masturbarse nos ayudó a combatir el estrés y a sobrellevar el confinamiento es algo que ha confirmado el Barómetro de Auto-placer de Tenga, compañía especializada en juguetes sexuales.

Según sus resultados, masturbarse con más frecuencia durante la cuarentena no solo sirvió a que experimentáramos a solas o nos escapáramos -aunque fuera mental y físicamente- de una situación que no sabíamos cómo gestionar.

Eso ha llevado a que, en varias ocasiones, la masturbación se haya convertido en protagonista gracias a las redes sociales.  De la mano, por supuesto, con el uso de juguetes sexuales.

Se me ocurren pocas amigas que no tenían un succionador de clítoris que no se hayan hecho con él en 2020.

Volviendo al barómetro, este dato se confirma. Un 73% de los encuestados compraron juguetes nuevos y el 45% declaró que fue un autorregalo.

Hablar sobre lo que guardamos en la mesilla de noche ha dejado de ser un tabú después de un año en el que varios meses de nuestra vida social transcurrían sin salir de casa.

Nuestra vida sexual pospandemia no solo incluye juguetes, este cambio de que se abriera la conversación sobre la masturbación y convirtiéndola en un tema tan normal como cualquier otro ha animado a que reivindicar el placer personal y practicarlo nunca estuviera mejor visto.

«Muchas personas ni siquiera habían probado a masturbarse por mala educación sexual o desinformación», comenta Nayara Malnero, sexóloga y embajadora de Tenga. Lo que nos ayuda a hacernos una idea

Pero, ¿significa eso que nos hemos vuelto más egoístas en la pandemia y nos espera una vida sexual en la que cada uno se masturbaría en un extremo de la habitación? Para nada.

El estudio revela que 5 de cada 10 personas usan los juguetes con su pareja sexual. Experimentando nuevas formas de placer es donde entran todos los juegos.

El momento de alejarse de lo rutinario y apostar por la variedad.

Aprender a masturbarnos, hacerlo de manera más frecuente o buscar formas alternativas de disfrutar se extiende a cuando estamos en compañía.

Mejora el entendimiento con la pareja sexual, fluye la conversación y se multiplica el placer en ambos sentidos. En definitiva, podemos disfrutar de una vida íntima de mayor calidad.

Duquesa Doslabios.

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