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¿Por qué cada vez hay más agresiones sexuales de menores?

Ayer, después de un episodio de acoso callejero por parte de un hombre que terminó siguiéndome hasta mi portal, me planteaba cómo era posible que vivamos en un mundo en el que coexisten progresos futuristas como la inteligencia artificial o los coches autónomos, pero el acoso callejero siga igual que siempre.

Miro, esperanzada a mis ‘sobrinas’, las hijas de amigos y amigas que, espero, lo tengan menos complicado que yo. Pero cada vez me cuesta más creer que su experiencia va a ser algo diferente a la mía.

La fe que albergar en el comportamiento de quienes nos suceden se va difuminando conforme no paro de leer noticias que hablan de violaciones a edades más tempranas, protagonizadas por víctimas y agresores menores.

Agresiones menores

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Chavales que sin poder votar ni sacarse el carnet de conducir van agrediendo a sus coetáneas. Adiós a ese futuro ideal donde las nuevas generaciones iban a tratarse con respeto e igualdad.

Ya no es solo que la víctima más común de las violaciones es una chica de 15 años de edad, sino que el pico de agresores se da entre hombres jóvenes.

Un 46% de los violadores tienen menos de 25 años, el 17% menos de 18 y un 15% menos 15. Sí, me toca hablar en masculino porque si bien #notallmen son violadores, #yesallvioladores son hombres.

Es algo que confirma Louise Perry en su libro Contra la revolución sexual: el 98 99% de delincuentes sexuales convictos del mundo son hombres.

Despejada la (no) incógnita del sexo de los agresores, cabe preguntarse a qué se debe ese repentino descenso de edad. ¿Qué puede estar pasando?

«De los 8 a los 12 años se da la construcción del deseo», apunta la educadora social Marina Marroquí, «que es la edad a la que les llega el porno. Antes de que den la mano o un beso ya han visto violaciones, bukkakes…»

Y el quid de la cuestión: «Las relaciones con la sexualidad en ese momento es lo que te va a excitar el resto de tu vida«.

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Las consecuencias directas de esa construcción del imaginario las sufrimos nosotras. Cuando resulta más estimulante una agresión que una relación deseada, estamos ante un problema.

«El objetivo del porno es generar una generación entera de chicos que no les importe ver dolor. No es solo que ver a una mujer rota no te tiene que doler, te tiene que excitar«.

Estamos en plena erotización de la violencia

Y, sin embargo, las páginas continuan su prolífica actividad pese a estar mostrando imágenes que, como dice la educadora «si simulas delitos del código penal, incitas el odio hacia las mujeres«.

La validación del grupo

Esto fue algo que Marina comentó hace unos días en el I Congreso de Violencias Sexuales, donde también apuntaba Carmen Ruiz, socióloga especializada en violencia de género en adolescentes y jóvenes, lo clave que es la socialización como factor que explica esta temprana edad de los agresores.

«En los chicos, el valor que deben demostrar es ser sexualmente activos ante la fratría, que debe reconocer eso, que son un hombre de verdad, lo que explica que haya agresiones grabadas y compartidas«.

Ya no es solo presumir de vida sexual, es probarla ante el resto como manera de validación, de reconocimiento en el grupo.

¿La solución? Es la pregunta que todos nos hacemos. La respuesta es educación, pero no es tan sencillo como hacer una hora de talleres en toda la etapa escolar.

María Gijón, del perfil de instagram @educarsinestereotipos, comentaba que «el problema es que no todas las familias tienen recursos para educar antes de que lleguen los impactos del porno».

Así que un buen consejo que propone es mantener alejados los dispositivos: «La tecnología se debe retrasar en la medida que se pueda, ya que los inputs llegan por smartphones, pero también videojuegos, chats… Y debe ir acompañada de educación emocional, educación sexual…»

Mara Mariño

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Nos incomoda que nuestros novios vean porno (pero lo dejamos correr)

Por muy discretos que sean nuestros novios, hay algo que no nos genera ningún tipo de duda al respecto: consumen porno con regularidad.

hombre porno móvil

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Digo que es una certeza porque, a no ser que hayan hecho una búsqueda activa de las condiciones que hay detrás de esos vídeos y hayan analizado los mensajes que ven en la pantalla, con la voluntad de desligarse de ello, lo habitual es que forme parte de su vida.

La diferencia, respecto a nosotras, es que el porno llegó a su vida hace décadas. Las nuevas generaciones más todavía, ya que se ha adelantado a los 8 años la primera ‘toma de contacto’, generalizándose su consumo a los 14.

Y, según el informe realizado por Save the Children en 2022, el 81,6% de estos espectadores son chicos.

El porno es complicado, es como cuando te regalan un cuadro feo que no quieres poner en ningún lado, pero ha sido regalado. No te ha costado nada, ¿cómo no utilizarlo?

Es complicado porque se entremezcla con los discursos neoliberales y el avance feminista de reivindicar que cada uno haga lo que quiera con su vida, incluso si implica explotarse sexualmente.

Aunque cuesta pensar que alguna vagina sea capaz de aguantar penetraciones constantes durante varios días de rodaje.

Lo que cuesta aceptar, y que repito por activa y pasiva, es que el porno es por y para hombres. Esa es la raíz del conflicto.

Y si mencionaba esa vagina explotada es porque el 100% de los actores realizan la penetración, el pene flácido no existe y los encuentros duran hasta 30 minutos (uso de sustancias de por medio).

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Otros datos que se recogieron en la II Conferencia Internacional sobre género y comunicación son que de 100 estrellas del porno, 96 son hombres o que los adolescentes son los mayores consumidores, quienes además utilizan estas plataformas como educación sexual.

Ahí está otro de los problemas. No es ya solo que hablemos de una industria que fomenta estereotipos de cómo deben ser los cuerpos según la mirada masculina.

Es que es la herramienta que garantiza que la desigualdad entre las sábanas se normalice y la violencia hacia las mujeres se vea no solo como algo normal sino deseable.

Lo comentaban Silvia Príncipe y Laura Torruella en el podcast Patriahorcado sobre la pornografía: el 97% videos de PornHub y X Videos donde aparece violencia, la mujer es la víctima.

En el 93% de estos vídeos, su respuesta está relacionada con el placer y son en el 76% de ellos donde los hombres ejercen esa violencia.

Así que sí, es perfectamente normal que te sientas incómoda si tu novio ve porno. Tienes razones de sobra.

Lo que igual tenemos que empezar a preguntarnos o preguntarles es por qué a ellos no les desagrada o, en el caso de que lo haga, por qué lo siguen viendo.

Pero sobre todo si queremos estar con alguien cuya ética ve con buenos ojos alimentar esta industria.

Mara Mariño

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Lo que el documental de PornHub no cuenta

Yo no sé tú, pero desde que estrenaron el documental Hasta el fondo: la historia de Pornhub en Netflix, tenía pendiente ponérmelo para ver qué había de nuevo bajo el sol (o bajo el paraguas de la pornografía).

PornHub ordenador

20MINUTOS.ES

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Si nunca en tu vida has oído hablar de Pornhub, y para que entiendas el resto del artículo, basta con que sepas que es una web donde se cuelgan vídeos eróticos y es especialmente conocido por las analíticas que saca a final de año extrayendo cuáles son los gustos de su público en función del país en el que se encuentran.

Sí, así fue como descubrí que la categoría milf está en el top 3 de búsquedas más populares.

Peor vamos al documental, una perfecta narrativa de cómo el porno es esa cosa empoderante que permite que una mujer pueda vivir como Georgina Rodríguez trabajando solo unas horas al día delante de la cámara o cómo los intérpretes son ahora sus propios jefes sin depender de una productora.

El documental sabe dónde tocar: los palos de libertad sexual, de hacer con el cuerpo lo que se quiere, no faltan como hilo conductor del discurso.

Tampoco su manera de eximirse de las polémicas de vídeos de menores colgados en contra de la voluntad de estos con la premisa de que no pueden controlar lo que suben porque es una plataforma de libre acceso.

Aunque sea la plataforma quien lo monetice

Hay momentos en los que es todo tan de color de rosa que es como si Disney hubiera estado a cargo de la producción del documental.

Y además por la cantidad de mujeres que vemos defendiendo a capa y espada todas las bondades de su manera de ganarse la vida.

Pero, como cualquier otra película, no es real.

Y ni PornHub es feminista ni la pornografía la máxima expresión del empoderamiento femenino.

Ni todo el romanticismo de la historia edulcorada de la embajadora de PornHub que se pudo comprar una casa, nos desvía de otra gran realidad que no aparece en el documental: la mayoría de los casos no son así.

Porque, si así fueran, las grandes fortunas del mundo serían todos los trabajadores y trabajadoras que vienen del sector de la pornografía.

Pero ese es un porcentaje muy pequeño que es el que puede permitirse una vida de lujo, el que escoge sus horas de trabajo, el que recibe premios por sus vídeos y pagos aparte por sus apariciones en eventos.

¿Dónde están los pisos con varias habitaciones donde chavales de 20 años se pasan metidos 6 días a la semana delante de una cámara, el pan de cada día en Colombia con el boom de las webcams?

¿Los mismos pisos donde salen sintiéndose asqueados, avergonzados, pero con dinero para comer una semana más porque es el único trabajo que les da una fuente de ingresos rápida para una supervivencia de urgencia?

No se habla de que ese contacto tan temprano con unas imágenes demasiado erotizadas son las que hacen que prácticas con violencia de por medio sean las que nos veamos replicando a día de hoy sin saber si nos gustan o no.

Ni de que son caldo de cultivo de ‘Manadas’, como explican Mabel Lozano y Pablo J. Conellie en su libro PornoXplotación.

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Solo porque es más probable que veamos antes un vídeo porno que recibamos una clase de educación sexual que siembre las bases de que el deseo es algo que debemos construir y no reproducir de lo que vemos en la pantalla (y no hemos elegido).

Tampoco se habla de que la gran mayoría de consumidores de la pornografía son hombres, los mismos que luego cumplen sus fantasías que ven en las películas pagando por un servicio sexual.

Son ellos los que tienen la idea de que una mujer está siempre disponible. Bien a través de una cámara web o en vivo y en directo.

El problema es que hablar de esto sería revelar la incómoda verdad de que si esta página sigue con vida no es, como mantienen durante el documental, para darle ‘su espacio’ a la mujer y facilitarle esa independencia.

Es para darle a los hombres lo que desean. Bien una milf, asiática, dominatrix, mujer trans o niña menor de edad.

Mara Mariño

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Se nos ha colado la violencia en la cama

Conocí a un chico en Tinder con el que tenía muchas cosas en común y una atracción de otro planeta.

Terminamos en su casa y al poco, estaba inmersa en una práctica sexual súper violenta.

Además de sentirme en peligro todo el tiempo (era la primera vez que teníamos sexo y no entendía que hubiera derivado en algo que, para mí, hace falta más confianza) volví a mi casa con la idea de no volver a verle.

agarrar mano

PEXELS

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Él me escribió al día siguiente, que lo había pasado genial y repetíamos cuando yo quisiera. Aquello fue la prueba de que habíamos vivido dos experiencias completamente diferentes.

Para él, la violencia estaba tan integrada con su forma de sentir placer que ni se planteaba que para mí pudiera haber sido distinto, hasta el punto de encontrarme incómoda por percibirlo como una situación de riesgo.

Y no, él ni es raro ni está enfermo, simplemente su sexualidad está condicionada por ejercer la violencia contra su pareja.

Porque en este caso no hablo del BDSM, cuando este tipo de experiencias de dominación y sumisión forman parte de la experiencia y llevan un consentimiento que se habla (y acepta) previamente por ambas partes.

Hablo de tener un encuentro convencional y rutinario en el que este trato brusco donde los golpes, bofetones, inmovilizaciones y un lenguaje humillante aparecen por sorpresa.

Aquello me ha llevado a preguntarme por qué las tenemos normalizadas en la cama, fuera de las prácticas eróticas relacionadas con la violencia física (infligida) del sadismo y (recibida) del masoquismo.

Agarrar del cuello hasta provocar cierta asfixia, golpear o tirar del pelo son algunos comportamientos normales del sexo para muchas personas.

De hecho, está tan extendido incluir un poco de dureza que, si no aparece, incluso definimos al encuentro como ‘vainilla’, como que no es lo bastante satisfactorio, que se queda flojo

No es raro que esta sea la conducta que se reproduce en la cama si tenemos en cuenta que es la misma que se ve en las películas pornográficas, donde cualquier extremo se convierte en lo normal para los espectadores de tanto verlo.

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No es ya solo que se reproduzca lo mismo que se ve en la pantalla, porque siendo el primer contacto que tenemos con el sexo y el más frecuente a edades tempranas, pensamos que es así como debe ser.

Si no que se construye la estimulación alrededor de eso. Y, cuando cada vez que te masturbas, hay una mujer sufriendo una agonía, es raro que consigas que te guste tanto si la ves disfrutando en vez de pasándolo mal.

Cuanto más duro, más placentero.

En el caso de las mujeres, es habitual que conectemos sexo con violencia si hemos estado en una relación abusiva.

Cuando la intimidad con la otra persona se ha construido alrededor de prácticas en las que había violencia, pasa lo mismo que crecer viendo porno: sin ellas en la cama, no concibes el sexo.

La parte positiva es que es posible romper con todo esto (lo que llamamos ‘deconstrucción’) e intentar, una vez descubierta la razón de por qué nos gusta, probar a que el disfrute no venga de ahí.

Todos merecemos tener un encuentro sexual divertido y placentero, pero sobre todo, seguro. Y, ante la duda, mejor plantearse si podemos hacerlo mejor sin necesidad de herir a nadie (a no ser que lo hayamos consensuado primero)

Mara Mariño

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Amor libre sí, pero solo en el porno

En el momento en el que el porno se convierte en nuestro referente a la hora de empezar a construir la idea de sexualidad ¿cómo no vamos a darle importancia?

amor libre

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Y especialmente en España, que ocupa el número 11 del top 20 de países que más visitan la web de PornHub según el estudio anual que publicaron este miércoles.

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Incluso llegamos a superar a Rusia, que nos triplica la cantidad de habitantes. Así que imagínate si nos metemos…

Aunque eso no significa que pasemos mucho tiempo, son tan solo 9 minutos y 9 segundos lo que los visitantes españoles ‘necesitan’ de media en la web.

Porque esa cantidad de tiempo es suficiente para un estímulo inmediato, una paja como la comida del McDonald’s, rápida.

Y lo que se busca para esos 9 minutos y 9 segundos, es muy significativo.

A nivel mundial, el término ‘lesbiana’ es el segundo más visto, mientras que en España también ocupa los primeros puestos.

‘Trans’ también se cuela en la lista de las categorías populares. Y en el caso de España, ‘transexual’ es una de las cinco búsquedas más frecuentes.

Entonces, cualquiera que desde fuera viera esto, podría decir que somos un país progresivo y abierto, en el que la orientación sexual ni pincha ni corta.

Que está tan integrada, que ya no solo forma parte del tejido social, sino del sexual.

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Pero lo cierto es que, teniendo en cuenta el público de PornHub, los resultados son la prueba de la última fetichización de turno.

A veces son las milfs, otras las japonesas y, en esta ocasión, le ha tocado a las lesbianas y personas trans convertirse en el objeto de deseo por excelencia.

Porque, una vez más, estamos hablando de un espectador (hombre) el que se encuentra detrás de la pantalla.

El hecho de que el 81,6% de los hombres vean porno con regularidad (versus las mujeres, que suponen el 40%), revela la historia de siempre.

Sobre todo si tenemos en cuenta las agresiones que, a día de hoy, siguen sin faltar en las calles de las ciudades españolas o la homofobia imperante -no olvidemos que Ayuso se refirió al Orgullo como algo que se debe «aguantar»-.

Si juntamos nuestras costumbres como ciudadanos y nuestros hábitos como consumidores de pornografía, la conclusión es clara.

Tu orientación sexual o tu identidad de género (especialmente si eres mujer trans, las que más abundan en los vídeos de la web) son más que bienvenidas siempre y cuando cumplan una función: excitar al público mayoritariamente masculino.

Mientras no salgan del porno, seguirán siendo criticadas por la calle, amenazadas, perseguidas y acosadas.

Continuarán siendo relegadas a la condición de objeto sexual.

Mara Mariño

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De adicto al porno a ‘coach’ sexual que ayuda a los hombres, la historia de Gonzalo

A lo mejor no te conozco, pero hay una cosa segura que sé sobre ti: has visto porno. Y puede que tú no me conozcas, pero hay una cosa segura que sabes sobre mí: yo también.

Es difícil no dar, en algún momento de tu vida, con la industria de la pornografía. Ya sea por amigos, curiosidad o porque te la encuentras de forma casual como publicidad, darás con ella.

O ella contigo, más bien.

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El porno viene siendo la forma más fácil de darte un rato placentero contigo. Pulsas play y miras. El único esfuerzo que pones de tu parte es mover la mano.

El vídeo te lo da todo hecho: una mujer escultural, un punto de vista de las escenas que te hacen sentir como si tú mismo estuvieras teniendo sexo con ella y una dinámica tan excitante que consigue hacer que te corras en pocos minutos.

Visto así, ¿cuál es el problema?

Gonzalo Salinas, el autor del libro Venciendo la Adicción al Porno: 7 Pasos para tener una vida Sexual Sana (que por cierto tenéis en Amazon por si os pica la curiosidad), sabe que lo que hay detrás del cine porno no es tan bonito ni tan inocente como parece.

Como exadicto a consumir este tipo de películas, el escritor me comenta que, lo que resulta más sorprendente, es la falta de aceptación de que existe un problema.

En la actualidad, Gonzalo trabaja como coach sexual trabajando con hombres que, como él, han tenido esta relación de enganche a la pornografía impidiéndoles disfrutar de una vida sexual placentera en pareja.

«Es frecuente escuchar a muchos hombres decir ‘Yo consumo de vez en cuando pero no soy adicto’, pero cuando invitas a dichos hombres a intentar dejar el porno, allí se dan cuenta que les es casi imposible», afirma.

«Esta adicción comienza como un divertimento, pero poco a poco va afectando el sistema de recompensa cerebral (que regula la dopamina, la hormona de la recompensa y de la motivación), y cada vez el cerebro va a pedir más y más. El porno hace que la persona genere una adicción química a la dopamina«.

¿Cuál es el primer síntoma que debería alertarnos?
La perdida de la voluntad ante el porno y, como factores secundarios, todos los síntomas negativos en lo, físico, lo psicológico y lo emocional. Ocurre de manera tan lenta que, cuando el hombre se da cuenta, ya lleva 10 o 15 años consumiendo porno, los cableados cerebrales sinápticos son bastante sólidos y sanar cuesta mucho mas.

¿Cómo afecta en la pareja consumir porno?
La dopamina es un neurotransmisor que participa en los procesos sexuales humanos, especialmente en la estimulación sexual. Cuando la adiccion al porno atrofia el sistema de recompensa cerebral atrofia muchos procesos en donde la dopamina esta implicada, como por ejemplo la erección o el limite corporal del placer que determina el tiempo de eyaculación. Si en la pareja el hombre no puede tener o sostener una erección, o presenta un cuadro de eyaculación precoz, le va a afectar su vida sexual.

Por otro lado, la adicción al porno genera consecuencias como imposibilidad de conectar emocionalmente con la pareja, ansiedad crónica, cuadros depresivos, distorsión de la imagen masculina y femenina en el sexo, falsas expectativas sexuales, entre muchas otras cosas.

El que tiene sexo como lo ve en el porno, termina por convertirse en el peor amante del mundo

¿Cuándo se dio cuenta del problema?
Desarrolle un síntoma que ya esta tipificado en la literatura científica que se llama Porn Induced Erectile Dysfunction (PIED por sus siglas en ingles), es decir disfunción eréctil causada por el porno. Era capaz de tener una erección viendo porno, pero no con una mujer de carne y hueso. Fue una experiencia devastadora. Para sanar tuve que trabajar durante más de dos meses con una maestra de Tantra que me hacia Lingam Massage, apelando a mi neuroplasticidad cerebral, y volver a despertar la sensibilidad en mi pene. Recuperé mi erección después de noventa y tres días de trabajo arduo.

¿Cómo tratarlo?
Existen varios pasos para salir de esta adicción y diferentes metodologías. Pero lo más importante es tener una estrategia donde contemples varios factores: reconocer que hay un problema y comprometerse a solucionarlo, transformar el medio ambiente, transformar el cuerpo con actividades que muevan la energía, implementar un proceso de creación consciente, redirigir la energía sexual, tener un protocolo para evitar la recaída, tener una comunidad de soporte, atender las necesidades emocionales profundas y aprender a vivir la vida intencionalmente.

¿Cuál es el apoyo que puede prestar la pareja en esta situación?
Sacar el tema suele ser difícil. Cuando la mujer les dice que no les gusta que consuman porno (he visto muchos de estos casos), los hombres llegan hasta a molestarse con su pareja aduciendo que «es normal», «que todo el mundo lo hace», sin conocer las verdaderas consecuencias del consumo de porno. Además, es tema del porno esta socialmente tan cubierto de vergüenza y de culpa que muy rara vez se habla del tema y cuando se habla suele ser cuando la adicción esta avanzada. Cuando alguien está pasando por una adicción al porno, el apoyo de su pareja es fundamental y de hecho acelera el proceso de recuperación.

¿Qué hace del porno algo tan adictivo?
La adicción bioquímica a la dopamina. El hombre adicto ha creado una nueva forma de masturbarse viendo porno: abre 10 pantallas al mismo tiempo, busca sus actrices y categorías favoritas, avanza las escena hasta la parte más hardcore y crea una secuencia en donde el ‘crear el ambiente buscando la escena perfecta’, es tan importante como masturbarse con el porno. Cada actriz nueva teniendo sexo es un nuevo rush de dopamina y el hombre queda en estado de euforia por largos períodos de tiempo. Además, suelen estirar el tiempo sin eyacular (edging) para alcanzar a ver todas sus escenas. De nuevo, hay muchísimo otros factores que juegan un papel aquí.

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¿Se puede consumir de manera ‘sana’?
El cerebro por su maleabilidad responde a cualquier programación que tú le hagas. Si quieres programar tu cerebro a estimularte con el porno, entonces consume porno. Pero si quieres programar tu cerebro a tener prácticas sanas en el sexo, entonces implementa esas prácticas en tu vida sexual. El porno está constantemente llevando tu conciencia fuera de tu cuerpo y hacia el pasado. No es posible experimentar placer sexual fuera de tu estado total de presencia, aquí y ahora. Y además, desde la dimensión espiritual, tu atención consciente perpetúa la industria del porno. Aquello a lo que le damos atención crece, es una transferencia de fuerza vital creadora.

¿Qué le dirías a una persona que está empezando a ver porno?
Que aprenda cuáles son las consecuencias del consumo. Esto no es una recriminación moral. Respeto la soberanía de cada individuo para que haga lo que le de la gana con su energía sexual, siempre y cuando respete al otro. Sin embargo, el que comienza a consumir porno, no sabe dónde le puede llevar, ya que es una practica altamente adictiva. Y, por supuesto, le recomendaría que utilice esa energía en mejorar su vida sexual: el sexo te da la posibilidad de entrar a un espacio elevado de amor y disfrute, en donde los amantes entrenados, presentes y conscientes de su práctica, pueden desvanecer momentáneamente su identidad individual, fundiéndose en una sola conciencia, disfrutando del éxtasis total. El porno representa un secuestro a esa hermosa posibilidad.

Para despedir la entrevista, Gonzalo me recuerda que, cuando ves porno, solo buscas una cosa: masturbarte. Cuando ves porno, la industria que está detrás busca hacer dinero.

«Saben todos los problemas que causa pero lo que mueve al mercado es el dinero. Ellos saben que siempre vendrá una ‘nueva starlet‘ que cumpla 18 años y que todas son piezas reemplazables en la industria», dice el escritor y coach.

Mara Mariño.

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Amiga, por estas razones deberías pasarte al porno ético

Hace unos días vi, por primera vez en mi vida, porno ético. Y no se parecía en nada al que había visto hasta ese momento.

ERIKA LUST FILMS

Sí, me refiero a esos vídeos que circulan por internet de «La suegra enseñándome a follar», «Compartiendo mi novia caliente» o «Adolescente tetona se folla a sus compañeros».

Las historias del porno ético, un mundo aparte, bien podrían parecer de verdad, esas en las que una pareja empieza a darse un baño y termina practicando sexo oral.

Y si hay un nombre que se relacione con este género es el de Erika Lust.

La directora, que crea un porno completamente disruptivo en Erika Lust Films, ha conseguido crecer ampliando su equipo gracias a una clave fundamental.

Para nosotras es más fácil sentirnos identificadas con esas tramas antes que con las del porno más mainstream.

Estéticamente, también le da varias vueltas. Tiene un cuidado detrás, una dirección de arte…

Y no solo una visión creativa estudiada, las condiciones de quienes trabajan detrás son dignas, de ahí que sea un producto de pago para que su consumo resulte sostenible.

Se paga a los intérpretes, al equipo, se buscan localizaciones a la altura de la historia… Cada detalle está tan cuidado que es fácil entender lo que las propias productoras afirman sobre sus obras.

«Hacemos cine con escenas eróticas», afirmaba Jahel Guerra, Senior Producer y Talent Manager de Erika Lust Films hace unos días en Barcelona.

Marina Rull, otra de las productoras que acudió al evento en Casa Bonay, explicaba también por qué su pornografía es tan necesaria: “Lo que lo hace ético es la igualdad y el buen gusto que le ponemos a esa película. Queremos impulsar algo más igualitario”.

Y es que salirse de las etiquetas que sexualizan a las personas -o directamente darle espacio a quienes no se ven representados-, así como impulsar sus carreras, es otra de sus características: crear un producto inclusivo.

¿Su principal objetivo? El que consiguieron cuando, tras ver la película, solo pudiera pensar en meterme en una ducha con mi pareja a que me enjabonara el pelo y terminara el baño con un buen cunnilingus.

Que todo el mundo se vea reflejado en la ficción.

«Queremos hacer cine erótico que le guste a la gente», algo que, bajo su punto de vista, pasa por sacar menos genitales -aunque también tienen su parte de protagonismo- y más el disfrute de los performers, explicaba Marina Rull sobre Else Cinema, la versión más naíf de Erika Lust Films.

Y aunque el porno mainstream sigue siendo el todopoderoso de la industria, está en nuestras manos salir de ahí y buscar más calidad.

Lo que equivaldría a dejar de comer comida basura y pagarnos una buena cena en ese restaurante al que siempre hemos querido ir.

Porque este cambio, pedir calidad, no solo consigue que promovamos una visión más variada y tengan también su voz mujeres en un sector pensado por y para hombres.

Implica plantarle cara directamente al porno mainstream saliendo de ese erotismo que poco o nada se parece a nuestra sexualidad -pero que construye desde nuestros primeros años de vida-.

Y esto no ya solo nos beneficia como consumidoras, sino también como mujeres en general en la sociedad.

Porque se proyecta una imagen de que somos iguales en la cama, de que podemos ser tratadas con respeto y disfrutar de ello. Y eso construiría una idea de la sexualidad donde dejamos de estar cosificadas y humilladas.

Duquesa Doslabios.

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Por culpa del porno estamos haciendo mal estas posturas en la cama

Hay un pensamiento que recorre la mente de todas las mujeres cuando se ve en la situación de bajar a la entrepierna de su acompañante y dedicarse a practicar un sexo oral digno de competición artística.

No es ni cómo colocar la mano, ese fiel apoyo que además evita que te la metas hasta la tráquea, ni la técnica de succión -que sabiendo beber con pajita, tenemos más que cubierta-.

UNSPLASH

«Por favor, que no se me vea la cara fea«. Esa es la preocupación que nos pasa por la cabeza.

Somos más que conscientes de que por muy estupendas que salgamos en la historia de Instagram (filter-free o con el Baby Face de turno), cuando tienes que estar con algo metido en la boca y meneando la cabeza como en un concierto, la belleza y gracia natural, se van por la puerta.

Puesta a señalar, considero que la responsabilidad de ese agobio debería recaer en el porno.

Es en las películas eróticas donde la máxima importancia está en tener el gesto siempre a punto.

La mirada pícara, la boca perfectamente voluptuosa y la cara relajada…

En el momento en el que nos centramos en que nuestro aspecto tiene que seguir siendo sensual, ejecutarla en condiciones pasa a un segundo plano.

Aunque no solo nos pasa a nosotras, el cunnilingus puede formar parte de la lista ya que ellos aprenden que tienen que tener la cara a varios centímetros de distancia de la vulva.

Como la cámara necesita que se aprecie la lengua en movimiento, no refleja la realidad de la situación: que nos gusta que la boca esté bien pegada para hacer fuerza y notar que nos están comiendo en condiciones.

Déjate de tanta virguería con la lengua y pon el ‘modo turbo’, amigo.

Un misionero mucho más abierto que en la vida real, es otro ejemplo que se me viene a la mente si me pongo a recapitular lo distinta que resulta mi vida sexual de lo que veo en la pantalla.

Mientras que en las escenas los cuerpos aparecen más despegados (para que se aprecie con todo lujo de detalles el pene saliendo y entrando), el verdadero misionero es un nudo de piernas y brazos, piel con piel, vientre con vientre, pecho con pecho y respiración caliente en tu -y su- cuello.

Cuestión de ángulo resulta también el perrito, sobre todo cuando vemos que en las imágenes, él se encuentra girado y parece que quiere meterla más hacia un lado.

Lo que en vivo y en directo se siente como una incómoda percusión sobre una de las paredes vaginales.

Y ya no me pongo a hablar de la torsión de columna vertebral de las actrices.

Aunque no soy una gran fanática del porno, por mensajes que transmite y estereotipos que fomenta, a la hora de añadir variaciones en nuestra vida sexual, sí nos sirve como fuente de inspiración.

Pero una cosa es lo que vemos en las escenas, pensadas para excitar visualmente, y otra lo que sucede en la vida real donde la estimulación es física.

¿Mi consejo? Sacar ideas y siempre con cabeza. Escuchando qué variaciones del cuerpo parecen pedirnos las posturas, en vez de imitar por completo a los intérpretes.

Duquesa Doslabios.

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OnlyFans: el truco de la prostitución para captar a las nuevas generaciones

2020 se suponía que iba a ser el año del cambio. El cambio de década, la excusa perfecta para dejar salir nuestra mejor versión.

Para avanzar como sociedad, para reciclar, para comer más vegano, para votar por mejorar. Y OnlyFans ha conseguido que volvamos a retroceder 70 años el tiempo.

PIXABAY

Si ya conoces de qué va (y eres hombre) lo que voy a escribir no te va a gustar. Si no te suena, te diré que es la prostitución que se ha puesto de moda este año.

¿Cómo? ¿Prostitución? Pero si según Google es algo más parecido a una red social que al típico prostíbulo del polígono industrial.

Ahí está su primer triunfo: maquillarlo hasta el punto de que parezca que forma parte de la misma categoría que Instagram o Facebook.

OnlyFans es una plataforma de contenido bajo subscripción. Lo que podría equivaler a una privatización de Instagram para aquellos creadores de contenido que quieran cobrar por su trabajo.

Entonces, ¿cómo ha terminado derivando en un caldo de cultivo para la explotación sexual?

Porque por muy buena que fuera la teoría, esa de ensalzar la obra de pequeños artistas -los creadores-, para el consumo de sus fans, lo cierto es que termina usándose para vender fotos eróticas, ya que el contenido no tiene ningún tipo de censura y son las que más fidelización consiguen.

No solo se queda en las imágenes o vídeos que están a la venta por la cuota mensual que implica la suscripción, conversaciones privadas desembocan en peticiones a cambio de más dinero.

Una investigación de la BBC para el documental Nudes4Sale descubrió que hay incluso menores de edad que venden contenido. Y que los mayores consumidores en OnlyFans son hombres.

Si sumamos ambos descubrimientos, es fácil adivinar qué es lo que más triunfa.

¿De qué me quejo? De que haya un encubrimiento con esto. De que se blanquee lo que viene siendo la versión social de la pornografía, que puede llegar a prostitución con la utópica idea de que es una alternativa real a formarse para conseguir dinero de manera ‘fácil’.

Solo se une en la misma frase empoderamiento y sexo cuando se refiere a la satisfacción sexual de los hombres, el único público que parece ser tenido en cuenta.

Pero, ¿es realmente una libre elección de lo que se hace con el cuerpo cuando solo se toma esa salida para recibir una remuneración económica? Algo que, de poseerla por otros medios, ¿ni se plantearían hacer?

La plataforma quería dar visibilidad a jóvenes talentos, sí, pero a la hora de la verdad, la materia prima más solicitada son los cuerpos, el auténtico objeto de consumo y no una novela, ilustración o canción de la creadora.

Lo que se venden no son proyectos, ideas o ilusiones, son personas y se consumen personas.

Y por mucho que OnlyFans se jacte de su seguridad, ya hay contenidos que se han colgado en otras webs, lo que significa que las memorias de internet se encargarán de que no puedan desaparecer fácilmente.

¿Qué va a pasar con las menores de edad -o incluso chicas de más de 18 que todavía son jóvenes-, que vean cómo una serie de imágenes o vídeos sexuales les frenan a la hora de conseguir un trabajo porque basta poner su nombre en un buscador para que aparezca su foto desnuda?

Te lo digo yo, que serán estigmatizadas y rechazadas para puestos que les interesen, pero recibirán atractivas ofertas de la industria pornográfica o la prostitución. Están reclutando a las nuevas generaciones delante de nuestras narices.

Duquesa Doslabios.

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¿Entonces solo depende de los padres explicarles a sus hijos que el porno no es real?

Hace unos días, una lectora me preguntaba cómo podía conseguir que le gustaran los azotes y tirones de pelo que le daba su novio cada vez que tenían sexo. Ella tiene 21 años y él 19.

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Lo que me alarmó del asunto es que ella me comentaba que ni siquiera sabía que le gustaba o si le asustaba. Pese a ello, prefería aprender a aceptarlo en vez de preguntarse por qué recibía ese trato o incluso hablarlo con él.

Con 19 años, aquel chico estaba reproduciendo lo que, seguramente, llevaba viendo desde la adolescencia. Un sexo en el que no se habla, se tiene la mano muy suelta y el daño se confunde a veces con el placer.

Eso no significa que no haya quien disfrute de este tipo de interacciones donde la dominación juegan un papel fundamental. Pero con 19 años no has experimentado lo suficiente como para saber si eso es realmente lo que te va.

Sobre todo cuando llega a preocupar a la persona con la que se está acostando, que participa con una mezcla entre deseo y miedo, haciendo que se le enreden también esos conceptos.

Nos falta concienciación en ese aspecto, y por eso hoy quiero hablaros de la idea de Nueva Zelanda para advertir a sus habitantes de que lo que ven en el porno no es la representación de lo que sucede en la vida sexual habitual (os la dejo debajo de estas líneas para que sepáis de lo que hablo).

En su campaña, dos actores porno llaman al timbre de una casa. Una señora les abre la puerta y ellos le comentan que vienen a buscar a su hijo, Matt, a quien conocen porque les suele ver online.

«Nos mira en el ordenador, en el iPad, PlayStation, el teléfono, su teléfono (el de la madre), SmartTv, proyector…», empiezan a decirle. «Solemos actuar para un público adulto, pero tu hijo es solo un niño. Puede que no sepa cómo funcionan las relaciones en realidad. Ni siquiera hablamos sobre consentimiento. Simplemente vamos directos al grano», dice la actriz.

«Sí, yo ni siquiera actúo de esa manera en la vida real», le responde su compañero de profesión.

Cuando el niño aparece (ordenador en mano), deja caer la taza de la sorpresa. La madre respira hondo. «Muy bien, Matty, creo que es el momento de tener una charla sobre las diferencias entre lo que ves online y las relaciones de verdad. No te voy a juzgar», le dice.

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Y es que por mucho que se dispongan de sistemas de control parental, es difícil limitar el acceso a una industria dirigida a un público mayor de edad que se mueve por Internet. Como el propio vídeo demuestra, la solución la tienen los padres.

Pero, ¿es justo que sean los propios progenitores los únicos responsables? ¿No vienen a menudo las películas del cine con advertencias de «Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»?

Por supuesto que, en cada casa, hay que tener la famosa charla, esa de explicar los cambios por los que pasa el cuerpo y lo fundamental que es protegerse. Una conversación en la que fácilmente se puede incluir el asunto de la pornografía.

Sin embargo no puede ser solo trabajo de los padres. Hay que ser conscientes del poder de influencia que tiene el porno, de ahí que Nueva Zelanda sea todo un ejemplo al considerar que, como país, es su deber sensibilizar de la ficción que ven sus espectadores más jóvenes.

Los padres que vean ese anuncio, y no hayan tenido esta conversación, seguramente se planteen sacar el tema. Pero también entre los propios niños será un tema del que se hablará al poder sentirse retratados con el jovencísimo Matt.

¿La conclusión? Que esto es trabajo y responsabilidad de todos y no solo de unos pocos. Las campañas potencian la educación y ya que el porno es una industria tan extensa, al alcance de cualquiera, no debería limitarse a la educación familiar, si hacemos eso, nos arriesgamos a que el tema nunca llegue a salir. De ahí que sea fundamental que se ponga el problema ‘sobre la mesa’ en televisión o redes sociales.

Aunque sea limitándose a explicar, como en la campaña neozelandesa (que lo hacen de una forma muy divertida y concisa), que no es todo tan real y que las relaciones son muy distintas.

Duquesa Doslabios.

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