No sé cómo empezar este artículo. Aparentemente, uno más sobre el porno, solo que para nada parecido a los demás.
Está siendo uno de los temas candentes de 2024 por la Cartera Digital Beta, el sistema de acreditar la mayoría de edad que pretende mantener a los menores de las páginas de adultos.
Y por muy bien que me parece salvaguardar la sensibilidad a edades tempranas, ¿quién protege a quienes están dentro de la industria?
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Cuando ves documentales -pagados por empresas del sector productoras de vídeos, por supuesto- acerca de las bambalinas del cine para adultos, parece el trabajo ideal.
Recibir dinero por recibir placer, una jornada flexible, fuera de las aburridas oficinas que además te permite rodearte de gente guapísima.
«La mayoría del tiempo estoy en mi habitación haciendo vídeos cortitos», comentaba entre risas una de las jovencísimas actrices. «Si no fuera por el porno, no estaría viva, dice otra».
Dinero, disfrute, vida y muerte. Un añadido a la combinación que, circunstancialmente, no aparece en esas docuseries que emiten las grandes plataformas de streaming.
El desenlace de las estrellas de la industria parece suscitar menos interés que los vídeos de pocos minutos que protagonizan. Quizás fue eso lo que me motivó a investigar al respecto.
¿Cómo es ese punto final?
En internet encontré un recopilatorio de las estrellas del cine adulto que habían fallecido entre los años 2016 y 2024, una franja de 8 años donde el número de decesos se eleva a 32.
Las cifras empiezan a hablar por sí solas cuando, de esas 32 muertes, 3 son de actores porno, las 29 restantes de mujeres.
Quizás aquí, las personas más escépticas, pueden alegar que se trata de una casualidad y punto. Pero si voy a las causas del fallecimiento, hay una gran diferencia según el sexo de los pornstars.
De los 3 actores, uno murió en un accidente, otro por una neumonía y el más mayor, por cáncer.
De las actrices, el 41,4% murió por sobredosis y un 17,2% por suicidio. ¿Seguimos pensando que es casualidad y no incidencia directa de la pornografía?
La evolución de la pornografía hacia la violencia
Poco o nada tiene que ver el porno de los años 70 u 80 con el actual. Internet ha propiciado una industria que cada vez necesita renovar sus contenidos a la velocidad del clic, no como antes, que una cinta VHS tenía varias vidas y pasaba por varias manos en el videoclub hasta quedar desfasada.
Ahora son imprescindibles las caras nuevas para jugar con la originalidad y seguir estimulando un centro de recompensas cerebral que se acostumbra rápidamente a lo que ve en la pantalla.
Y además de nuevas, jóvenes, ya que «adolescente» es la palabra más mencionada en los títulos de los vídeos -según datos del Internet Adult Film Database en 2021-, aunque «hija», «hermana» y «colegiala», también están en el top 15.
Por eso no es de extrañar que la edad a la que una mujer entra al porno sean 22 años, que es tan solo cinco años menos que la media de edad de las actrices porno que optaron por quitarse la vida entre 2016 y 2024.
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En cambio, la media de edad de las que fallecen por sobredosis es de 29 años y medio y que los nuevos requisitos de la industria pasen por encajar violencia física en el set.
«Los chicos te están dando puñetazos en la cara. Te destrozan. Tus entrañas pueden salir de ti. Es interminable. Te ven como un objeto, no como un ser humano con espíritu. La gente consume drogas porque no pueden soportar la forma en que los tratan», afirmaba la exactriz Tanya Burlerson.
Una serie de agresiones a las que se suma la extenuación física de los rodajes intensivos durante varias horas y días seguidos para abaratar costes de producción, para los que se recurriría a estas sustancias que ayudan a evadirse del dolor, y que tienen estas consecuencias poco conocidas.
A esto hay que sumarle que de esas 29 mujeres, una fue asesinada, 3 murieron en un accidente cuyas circunstancias son un misterio y de otras 3 de ellas, el motivo de la muerte se desconoce.
Creo que tampoco es casualidad que cada vez que hablen actrices porno sobre su pasado, hablen de problemas de salud mental, de lesiones que nunca se han llegado a curar, de esas adicciones, de bullying en redes sociales, de estrés postraumático…
Así que para la próxima vez que alguien vaya a decir que ver porno no hace daño a nadie, espero que piense en este artículo y en que con su visita, sus clics a cualquier web de pornografía, está apoyando una industria responsable del fin de muchas vidas.
Yo ya me quité el porno hace tiempo, lo que no consigo quitarme es el mal cuerpo de seguir leyendo estos datos.