Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía
Hace poco, uno de mis lectores me recordó una frase con la que estaba más que familiarizada. «Quien come bien en casa no se va de restaurante» me escribió comentándome que, seguramente, me estaban siendo infiel.
Es curioso como a lo largo de mi vida he oído esa frase en varias ocasiones y estoy segura de que o bien esa o diferentes variantes, la han escuchado otras mujeres.
¿No te suena? Igual no la has oído todavía, pero hay una que seguramente sí.
Recuerdo que una de mis mejores amigas, estando con su novio, este la presionaba para tener sexo por primera vez. «Yo te quiero, ¿y qué es hacer el amor si no la prueba de que tú también me quieres?». Chantaje emocional con la típica herramienta para controlar a las mujeres que se lleva usando desde el final de la Segunda Guerra Mundial: el amor romántico.

GTRES
Como mi amiga seguía sin querer, él empleó una táctica más sibilina: «Pues como no lo hagamos igual termina aquí la relación, porque yo tengo unas necesidades». Utilizaba la palabra «necesidad» como si el sexo fuera para él algo como el oxígeno o el agua en el cuerpo, algo imprescindible biológicamente hablando.
Esa ya empieza a sonarte, ¿verdad? Ya estaba la amenaza flotando en el aire. Si mi amiga no se acostaba con él, que como su novia y enamorada, era su ‘deber’, él recurriría a otra persona.
Cuando empecé en la universidad, también escuché a algún compañero decir que era normal poner los cuernos si la novia «no te tocaba ni con un palo». Y la verdad es que ambos razonamientos tienen un ligero tufillo a machismo falocéntrico, a que ellos deben conseguir sus deseos (porque no es una necesidad, es un deseo) sin importar cómo se sientan sus parejas. ¿Lo notáis? Agudizad el olfato y quitaos la venda de la nariz.
Anteriormente, no sé si mis abuelas, pero seguramente sus coetáneas, vivían con el miedo de que si en casa sus maridos no estaban satisfechos, irían al club más cercano donde tendrían compañías que no les molestarían con las historias del mercado o con lo cansadas que estaban después de arar la huerta y cuidar a los niños.
Ya lo decía El manual de la buena esposa, libro que se utilizaba para ‘educar’ a las mujeres a partir de los años cuarenta: «Luce hermosa. Sé dulce. Hazlo sentir en el paraíso».
Por tanto pensarían que, entre eso y aguantar un rato, imagino que preferirían pasar el trago, por si al marido se le ocurría buscar sexo fuera de casa. Y aun así, en el caso de que lo hiciera, que tampoco se le ocurriera a su mujer decir nada, ya que él estaba «en su derecho».
El problema es, como explica Leticia Dolera en Morder la manzana, que «históricamente se ha establecido y aceptado que en la pareja heterosexual (considerada como la forma de organización social y amorosa correcta), por naturaleza y fuerza mayor, el hombre necesita saciar sus necesidades sexuales fuera de ese pacto».
Pero que se haya aceptado, que lo viéramos como una cosa normal, no significa que ahora tengamos que estar de acuerdo o que debamos seguir perpetuando esas ideas tan anticuadas. Por mi parte, hasta aquí.
Los cotidianos refranes o frases hechas machistas para tenernos a las mujeres sometidas como, por ejemplo, «Más puta que las gallinas», «La suerte de la fea, la guapa la desea» o «Calladita estás más guapa» están concebidos para fomentar la rivalidad entre las mujeres y el control sobre nosotras. Son un arma de doble filo ya que construyen el tejido del imaginario colectivo y forman, por tanto, nuestra identidad, de ahí que debamos empezar a replanteárnoslos.
Porque ‘lamento’ comunicar que las mujeres no somos una barra libre. Estar en una relación tampoco significa que tengamos que estar abierta las 24 horas del día. La frase, utilizada como amenaza, juega con la culpabilidad, el reproche y de fondo, el miedo al abandono y a la soledad.
Si un hombre quiere ‘comer en casa’ y tú no estás con ‘hambre’, él puede ‘comer’ solo y no pasa absolutamente nada, que para algo tiene una mano y mucha imaginación. Y si por no querer ‘comer solo’ se va ‘de restaurante’, se está retratando completamente.
De un hombre así, puedo garantizar que es mejor estar lejos, ya que nosotras no somos solamente un agujero y no merecemos a una persona que solamente nos valore como tal.
Una relación sexual es un intercambio, un lenguaje, uno de los pilares que puede tener diferente importancia ya que cada pareja es un mundo.
La sexualidad es algo personal, no es como un mueble de Ikea que viene con instrucciones para que todos tengamos el mismo diseño en casa. Cada persona la vive y desarrolla de diferente manera.
Si por lo que sea no quieres tener sexo, háblalo, piensa a qué se debe, si crees que necesitas ayuda, búscala, y si estás bien así, no te preocupes. Hay gente que le gusta el helado de pistacho y gente a la que no le gusta en absoluto.
Recuerda que sea como sea, la comunicación es básica. Hazlo si quieres, si no quieres no lo hagas, y si tu pareja no lo entiende, y quiere ‘buscar la comida’ fuera de casa, cito textualmente al dúo Aitana War: «Pa fuera lo malo».
Duquesa Doslabios
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