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¿Por qué se juzga diferente a hombres y mujeres infieles?

Hace unos días me terminé Llámame Nia, el libro de Cris Vatra que además es compañera, ya que ambas hemos sido publicadas por sellos de Penguin Random House (¿no te ha llegado el spam de que he sacado libro? Aquí está de nuevo).

Al acabar su novela me sentí un poco liberada porque, cuidado spoilers, su planteamiento de la infidelidad femenina no se quedaba en que la protagonista se iba con su amante a costa de perder a su marido y su familia.

Su marido le perdonaba y juntos encontraban la manera de trabajar en su relación para que esta continuara, dejando la deslealtad atrás.

infidelidad femenina

PEXELS

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Lo refrescante es que esta mentalidad de «pasado pisado» para con las mujeres infieles no es habitual.

En cambio, las historias con hombres que son infieles, se arrepienten y vuelven para ser perdonados es bastante clásica. Casi parece que suele estar reservado a ellos el privilegio de ser perdonados del todo y recuperar su vida tal y como era antes.

Yendo a un ejemplo que encontré hace poco, en la serie de Guía astrológica para corazones rotos el exnovio de la protagonista engañaba a su prometida (embarazada) en varias ocasiones, pero al final quedaba redimido de sus affaires.

Vale que no es la realidad, sino ficción, pero como parte de la cultura popular mainstream (al final hablamos de una serie que está en una plataforma que llega a todas partes del mundo) eso crea un «efecto halo» en la sociedad de normalizar que ellos pongan los cuernos.

Se construye una mentalidad que se traduce en un discurso y unas acciones respecto a las deslealtades más o menos permisiva en función de quien cometa la traición.

Así que hablando claro y rápido: la percepción de la infidelidad es muy diferente si la hace un hombre o una mujer, ya que está influenciada por los estereotipos machistas.

La infidelidad femenina está mucho más estigmatizada porque, para empezar hay un doble estándar de género a la hora de juzgar a hombres y mujeres.

Mientras que la infidelidad masculina a menudo se ve como un signo de virilidad, la infidelidad femenina puede estigmatizarse como un signo de inmoralidad perpetuando la idea de que los hombres tienen más libertad sexual que las mujeres.

Y eso sin hablar de «la carga de culpa enorme que hay sobre una mujer atendiendo a su deseo, cuando no hay una maldad de decir quiero estar con cinco hombres, sino simplemente como dejarte ir», explica Cris Vatra.

La culpa y el perdón parecen las dos caras de la misma moneda que siempre nos afecta en mayor medida a nosotras.

Como la escritora comenta, también existe cierto «adoctrinamiento cultural para que las mujeres lo perdonen y aguanten todo y los hombres crean que hay que aguantarles y perdonarles todo».

«Un hombre que perdona a su mujer parece algo imperdonable, como algo que no es de hombre. Poner el amor a tu mujer por delante del orgullo se ve como una traición, como un pecado», afirma.

Lo que es curioso, porque como la escritora recuerda, esa «comprensión, ganas de arreglarlo y obtener la felicidad con tu pareja, es algo que las mujeres llevan haciendo toda la vida» en cuanto a enfrentarse a una infidelidad se refiere.

El peso de la traición que comete una mujer infiel es mucho mayor en parte también por el prisma de la cosificación a través del que se nos observa.

Socialmente las mujeres se ven como objetos de deseo para los hombres, por lo que la infidelidad masculina se puede justificar en términos de «naturaleza masculina».

En cambio la infidelidad femenina se ve como una traición porque aún persiste en ciertas personas esa idea arcaica de que pertenece al hombre, como si fuera su cartera o un par de zapatos.

Además, históricamente, el machismo ha intentado controlar la sexualidad de las mujeres, así que no extraña que la infidelidad femenina a menudo se vea como una amenaza para el control masculino.

¿No te lo crees? Deja que te recuerde la popularidad del concepto body count, o que aún se relacione la idea de que la dignidad de las mujeres va de la mano con una vida íntima lo más breve posible.

Te puede interesar leer: Al chico que te mira el ‘bodycount’

Aunque en mi opinión, también tiene mucho que ver el hecho de que el poder tanto político como social y de los discursos se le haya dado en mayor medida a los hombres.

En el momento en el que tienes a tu disposición más control sobre las relaciones y las normas sociales puedes hacer más tolerable que tú o tus semejantes cometáis una infidelidad (y por tanto se vea como algo menos negativo).

Especialmente si se combina con la proclama lastimera de «él no estaba satisfecho», «su mujer no le hacía caso, lo fue a buscar fuera», lo que pone la carga de la responsabilidad en la persona traicionada en lugar de en el infractor, reflejando una vez más, la mentalidad sexista.

Esta desproporción también es algo sobre lo que reflexiona la escritora: «Aparte de la culpabilidad que sientes por hacer daño a alguien que quieres, sin saber muy bien por qué, tienes que soportar toda la carga enorme y desproporcionada».

«Lo de los hombres está normalizado», afirma, «pero una mujer que ha sido infiel tiene el estigma social de no se merece nada, es lo peor. Antes te lapidaban, ahora es el divorcio, que te quiten los hijos… Algo muy desproporcionado».

Vale que ya no estamos en la Antigua Mesopotamia donde «adulterio» era solo que una mujer se acostara con un hombre que no fuera su marido (en cambio el esposo podía acostarse con cuanta mujer soltera se le antojara), y el castigo a pagar era ser arrojada al agua bien atada.

Pero la asimetría de los cuernos continúa a día de hoy, aunque sea en menor medida.

Quién nos iba a decir que también habría que reivindicar la igualdad a la hora de ser infieles.

Mara Mariño

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Cuidado con la romantización de los Beckham

Mentiría si no admitiera que me he ventilado el documental de Netflix sobre la trayectoria de David Beckham en menos de 24 horas.

Y no he sido la única. Aquella fiebre que viví de pequeña ha vuelto a desatarse.

Hilos de Twitter con los mejores momentos de la pareja, fotos de ambos de fondo de pantalla por todas partes, reposteos de sus looks de los 2000 en Instagram…

David y Victoria Beckham

@DAVIDBECKHAM

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Pero sobre todo me preocupa la urgencia femenina de tener que categorizar cualquier pareja de celebridades bajo el paraguas de #relationshipgoals, relaciones ideales, a las que aspirar.

La estrategia de David y Victoria es la misma que sigue Leonardo DiCaprio con su vida personal: darnos a entender que estamos al tanto de todo, que nos colamos hasta en los detalles más casuales como que se vuelva viral la ‘pillada’ de que Posh spice no es de clase obrera por el tipo de coche que conducía su padre.

Pero lo cierto es que a lo largo de los episodios vemos una imagen muy cuidada, pensada y, sobre todo, controlada.

Los largos silencios, las miradas huidizas del jugador de fútbol cuando se habla de su etapa en Madrid y sus amoríos, de los que se hizo eco la prensa del momento, son el mejor ejemplo.

Me escribía mi hermano por WhatsApp poco después de ver el documental: «Hay una cosa que no me ha quedado clara, ¿le fue infiel a Victoria? No lo dicen muy claro ni le dedican mucho».

Dio justo en el clavo.

El escándalo a voces que fueron los affaires del deportista aparecen en el documental de manera muy velada. No se habla de cuernos, escarceos o aventuras extramatrimoniales, sino de «historias de la prensa».

La ilusión de la ‘pareja perfecta’

«Keep calm and carry on», el lema inglés de mantener la calma que se creó para la Segunda Guerra Mundial y se volvió filosofía nacional, es el que predomina en este tema tan candente sobre el que se pasa de puntillas, sin confirmar ni desmentir.

Que es también una forma muy hábil de aumentar el misticismo de la pareja: «No sé cómo superamos eso, sinceramente no lo sé», dice un apesadumbrado David a la cámara.

El misterio de la magia de su relación cobra fuerza y da alas al mito romántico de «el amor todo lo puede». Casi 25 años después de su boda, los Beckham lo vuelven a conseguir: son la relación más admirada.

Y yo no entro en cómo David y Victoria gestionaron en su momento sus problemas de pareja, ni en cómo lo han querido contar en un documental cuyo objetivo es engrandecer la leyenda del jugador.

A lo que voy es a apelar el pensamiento crítico de quienes lo hemos visto, especialmente a nosotras, que somos las más predispuestas a romantizar relaciones de pareja que vemos en redes sociales, revistas o programas.

No tengo dudas de que David y Victoria habrán pasado por momentos muy duros, que se habrán planteado ponerle fin a su historia en algún momento y que la maquinaria de control de daños y trabajo en resolución de conflictos, que habrán tenido que poner en marcha para estar donde se encuentran ahora, habrá sido gigantesca.

Nada de eso lo veremos ni sabremos, pero debemos creer que existe y que incluso las parejas que más brillantes nos parecen, tienen sus momentos oscuros.

Porque solo de esa forma conseguiremos entender, cuando estemos en una de esas etapas, que es normal que las relaciones tengan altibajos, que la clave está en involucrarse juntos, en escuchar las necesidades de la otra persona.

Y que, si viene un conflicto, no es sinónimo de que es un amor menos perfecto que el de los Beckham.

Mara Mariño

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Adiós al mito: las parejas con vida sexual pobre no son las que más engañan

Hay una norma no escrita que forma parte del imaginario colectivo: una vida íntima activa en pareja es la clave para evitar infidelidades.

Es algo que nos hemos creído con expresiones como «si no lo tiene en casa, tendrá que buscarlo fuera», «Mujer cascarrabias, marido en otra cama» o «Mujer, huerta y molino, piden uso de continuo», siempre con ese carácter punitivo o la amenaza velada de que el secreto de la lealtad se escondía en la práctica sexual constante.

pareja infidelidad

PEXELS

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Por lo pronto, estos refranes se nutren de la extendida idea -y acuerdo tácito-, de que la fidelidad es sinónimo de exclusividad sexual, que quizás es otra creencia que tendríamos que plantearnos.

Según nuestra concepción de las relaciones en torno a esa teoría, lo único que podría evitar una aventura del otro miembro de la relación es que haya relaciones sexuales. Y muchas, a ser posible.

Pero hay dos aspectos a analizar de esta representación de la fidelidad: por lo pronto que la frecuencia no es sinónimo de calidad.

Podemos ir a la cama muy asiduamente sin tener encuentros en los que logramos sentir el placer que deseamos o no conseguimos conectar con nuestro cuerpo o la otra persona, por poner unos ejemplos.

Y el segundo aspecto es que el sexo no es el pilar sobre el que sostiene una pareja, es una parte de la relación como muchas otras (comunicación, confianza, afinidad, respeto, cariño…).

Esto es algo que ha demostrado un estudio reciente que ha puesto en el punto de mira cómo era la vida sexual de matrimonios heterosexuales que llevaban juntos tres años analizando su reacción ante personas atractivas, con las que engañarían a sus parejas según el experimento.

El estudio que ha derribado el mito

La Universidad de Florida ha dado un golpe sobre la mesa con los resultados de su curioso análisis (para la fortuna de quienes aún ven en su intimidad la panacea).

Contrariamente a lo que creemos, no son aquellas personas que pasan una mala racha íntima las que pueden tener interés en un escarceo.

Publicado en el diario Journal of Personality and Social Psychology, el estudio ha demostrado que eran las personas con un alto índice de relaciones y satisfacción en su relación de pareja las que tenían más probabilidades de ser infieles.

Su hipótesis es que a mayor satisfacción sexual, más deseo por nutrirla, lo que lleva a mantener una vida íntima muy activa e incluso buscar opciones que aumenten el placer.

¿Significa esto que ahora debemos tener esta información presente y medir la cantidad de sexo con cuentagotas, no vaya a ser que desencadenemos a la ‘bestia’ erótica que habita en nuestra pareja?

Para nada. Más bien eximirnos, de una vez por todas, de la responsabilidad que podamos tener si somos víctimas de una infidelidad.

Y, sobre todo, recordar que engañar es una cuestión de voluntad, una decisión tomada de manera consciente. Por mucho que quien la elija esté en la relación más sana y satisfactoria del mundo, si quiere ser infiel, lo será.

Lo que sí cabe recordar es que, antes de vivir con el miedo de que pueda darse o no esa situación, centrarnos más en tener la conciencia tranquila de que hemos dado lo mejor como miembros de la relación en cada momento.

Es lo único que podemos controlar y merecemos a quien sepa valorarlo.

Mara Mariño

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El abogado viral de TikTok que da consejos para evitar divorcios

Es de Boston y, en tan solo unos días, Tyler Summers ha conseguido lo que muchos ansían en la red social de los vídeos cortos: volverse viral.

El abogado está especializado en divorcios y ha llegado al millón de visualizaciones con vídeos donde asegura qué profesiones se deberían evitar en una pareja (si el objetivo es que el matrimonio dure).

mujer anillo casada

PEXELS

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Una serie de consejos que, tras sus 10 años de experiencia, han conseguido que decenas de miles de seguidores quieran saber más sobre las relaciones fallidas que ha visto de cerca.

La causa más popular de ruptura de los matrimonios son las infidelidades y, en su trayectoria, las ha visto de manera más frecuente ligadas a ciertos trabajos.

Para el abogado, la mayor red flag en un hombre es que tenga una profesión en la que deba viajar. Por lo que en la sección de comentarios hay quien ha puesto como ejemplos a pilotos, deportistas, políticos

«Los hombres que están en hoteles múltiples veces al año. Están lejos, el mundo es suyo, piensan que pueden hacer lo que quieran y que no cuenta», explica el abogado en su vídeo.

@bostonfamilylawyer Beware of men who travel frequently for work and stay at hotels multiple times a year! 🧳✈️ From industry conferences to company retreats, the allure of the road can be tempting for some. I’ve seen it time and time again. A man starts traveling for work and suddenly he’s not as available as he used to be. He’s always on his phone and he’s always going out with «the guys.» And then, one day, you find out he’s been cheating on you. So if you’re dating a man who travels for work, be on guard. Don’t settle for anything less than loyalty and respect! 💔💪 #attorney #cheating #divorce #divorcesupport #divorcetips #divorcetok #familycourt #exhusband #exwife #familylaw #husband #infidelity #lawyer #lawyersoftiktok #marriage #wife ♬ original sound – Boston Prenup & Divorce Lawyer

En el caso de las mujeres, apunta como mayor riesgo de divorcio a aquellas que trabajan en gimnasios.

«Quizá hay hombres en buena forma, quizá en mejor forma que tú, quizá están teniendo un affair, lo he visto», sostiene.

Sin embargo, la comunidad de seguidores del norteamericano ha querido puntualizar: «No es por la profesión, es la persona«.

La edad perfecta para casarse

Si bien comparto que cada caso es un mundo -y que es más una cuestión de valores y voluntad que de tu carrera laboral-, hay otros vídeos del letrado que merecen una visita.

Por ejemplo, en otro de sus contenidos comenta que la queja que tienen la mayoría de clientas respecto a sus parejas es que sus maridos «no ayudan en casa».

La falta de equilibrio en el reparto de tareas domésticas es un problema en la relación del que me había hablado hace unos meses el psicólogo David Gómez.

O que muchas de las parejas que reclaman sus servicios para ponerle fin al matrimonio, son las que se han casado en la veintena.

Sí, según el abogado, la mejor edad para casarse es a partir de los 30.

Aunque personalmente el vídeo que más llamativo me ha resultado es en el que habla del destino de los anillos de compromiso.

Según el letrado, si no hay boda, el anillo de pedida se tiene que devolver a quien lo haya regalado, ya que es una promesa de que va a haber casamiento.

Y de no hacerlo, se pueden tomar medidas legales al respecto.

Mara Mariño

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Besos, abrazos, cogerse de la mano… ¿qué cuenta (y qué no) como infidelidad?

Llevamos solo 23 días de 2020 y dos parejas de mi círculo cercano han puesto fin a su relación después de varios años juntos. Aunque había muchos factores que les ha llevado a tomar la decisión, en ambas, una infidelidad, había sido la explosión.

FACEBOOK CALVIN KLEIN

En ninguna de las dos situaciones el sexo había hecho acto de presencia. Se habían limitado a besarse, pese a que en el caso de uno solo sirvió para darse cuenta de que quería a su actual pareja, y, en el de la otra, había sido una noche de fiesta un poco borrosa.

Si bien mis cuatro amigos rompieron, tengo también ejemplos de parejas que lo han superado y otras que siguen juntas cuando uno de los miembros tuvo sexo con un tercero.

Así que más bien lo que cabe preguntarse, más que sobre los límites de la infidelidad una vez ha sucedido, qué bases de fidelidad sentamos previamente con nuestra pareja.

Los besos son una forma de intimidad emocional y sexual (según a quién preguntes), pero también puede serlo dormir en compañía, hacer la cucharita en la cama, cogerse de la mano o acercarse emocionalmente. Otras formas de conectar que se consideran un engaño.

La verdad es que no hay una respuesta universal con la que todos estemos de acuerdo.

Es algo que depende por completo de los límites de cada pareja -que deben ser respetados-. Puede que lo que algunos consideren un engaño, otros estén dispuestos a pasarlo por alto.

Lo que sí es imprescindible es que se dé una comunicación abierta al respecto.

Una serie de preguntas que van desde el «¿Estamos solo los dos porque se trata de una relación exclusiva?» al «¿Qué acciones son las que consideramos como ‘poner los cuernos’?»

A fin de cuentas, hablarlo es una manera de marcar los límites. Unas bases que, tratándolas a tiempo, pueden evitar ‘malentendidos’ en la pareja si uno de los miembros piensa de manera diferente.

Si después alguien cruza la raya a sabiendas de lo acordado, ya sabe a qué se expone.

Duquesa Doslabios.

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Infidelidad monetaria, cuando te pone los cuernos… con el dinero

He discutido por celos, por familia, por trabajo, por amistades, pero no he discutido tanto por ninguna de esas cosas como he discutido por el dinero.

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Al principio no sospechaba nada, mi relación era como otra cualquiera. Felicidad, cariño, amor, respeto y sinceridad. O al menos al comienzo.

Las señales de alarma de mi cerebro llegaron de forma inconsciente, ese sexto sentido que se empeña en activar la campana de notificación de «¿Segura que está todo bien? Haz una actualización es estado».

A veces indagando, y otras de manera accidental, llegué al punto de averiguar que no estaba bien, estaba del revés.

Primero fueron cosas pequeñas, cantidades sin importancia, de apenas 20 euros. Luego llegaron los dos ceros, y ahora los tres.

Pero lo peor no eran las cifras, era la mentira que las ocultaba, la forma de no mencionarlas como si no existieran cuando compartíamos, noche tras noche, la misma almohada.

No fue hasta que llegué a Google que pude ponerle nombre a lo que estaba pasando. Estaba siendo engañada económicamente, aquello tenía nombre, «infidelidad», y apellido, «monetaria».

Y eso que parecía que todo estaba hablado desde un principio, de manera adulta y sana, clara y concisa, como otros temas que poníamos sobre la mesa desde el principio de la relación.

Independientemente de su destino u origen, año tras año, las cantidades se seguían escondiendo delante de mis narices. Y, cada vez que descubría el nuevo engaño, era más devastadora que la anterior.

Lo que él no llegaba a entender es que por mucho que no hubiera una tercera persona con la que engañarme, el fraude seguía estando presente.

Las mentiras y ocultamientos que quedan al descubierto hacen que una confianza, ya de por sí resquebrajada, se rompa por completo.

Y mira que intentaba hacerle entender que, como si de una relación a tres se tratara, la doble vida del infiel monetario siempre terminaba por salir a la luz.

Aquella experiencia me hizo reflexionar sobre la fidelidad monetaria, algo que no puede existir sin la transparencia absoluta.

No solo en su obtención sino también en su administración, desde que entra hasta que se va de la cuenta o si está en otros depósitos escondidos.

Algo que, por mucho que vaya de billetes y monedas o cifras en el extracto, no viene a ser nada más que mantener la sinceridad de la relación, el auténtico pilar.

De no hacerlo -y como si de otra infidelidad se tratara-, el daño provocado es inmenso. Un dolor que, no solo afecta a la relación sino que viene acompañado de la pérdida total de la confianza.

Duquesa Doslabios.

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Flirtear por mensajes, ¿la nueva infidelidad?

Cada pareja tiene una dinámica diferente, eso para empezar, pero al mismo tiempo la mayoría funcionamos con una línea parecida de división entre lo correcto y lo incorrecto.

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Por mucho que haya evolucionado desde los tiempos de nuestros abuelos la manera de relacionarnos -no faltan la mensajería instantánea o las redes sociales en nuestros noviazgos- algunas cosas se mantienen idénticas.

Un ejemplo sería escribirse con tono de flirteo vía mensajes privados de cualquier red social o mensaje instantáneo, algo que quizás no conocían ellos hace sesenta años, pero que ahora puede llegar a ser considerado infidelidad.

Esa es la conclusión a la que han llegado las sexólogas de Plátanomelón.com tras ver los resultados de una encuesta realizada entre sus usuarios, con el objetivo de conocer cómo funcionan los modelos de relación.

Si bien la monogamia en la que los miembros se guardan fidelidad continúa siendo el modelo más común, ante los mensajes, las personas encuestadas se mostraron tajantes. Más de la mayoría, un 57%, consideró infidelidad el flirteo virtual aunque no existiera un contacto físico.

Claro está que cada pareja puede interpretar esa manera de contactar de manera diferente. Para María Hernando, una de las sexólogas, «hay que diferenciar la infidelidad sexual de la emocional«.

Mientras que la sexual se refiere a toda actividad íntima física fuera de la pareja estable, la emocional ocurre cuando uno de los miembros de la pareja centra su tiempo y atención en alguien más.

Una vez en ese punto, cabría preguntarse hasta qué punto es una práctica honesta. En primer lugar, por mucho que haya quien piense que es inocente ligar vía WhatsApp, ya que no se busca culminar el flirteo, se están alentando las esperanzas de otra persona.

También se mantiene una relación a nivel íntimo, aunque sea vía móvil, con alguien que no forma parte del núcleo de la pareja. Y si todavía hay quien sigue sin ver maldad, solo queda reflexionar sobre por qué se hace a las espaldas cuando no tendría que haber ningún tipo de secreto en la relación.

Quizás hasta ahora era algo que muchos ni nos habíamos planteado, pero el trasfondo de crear algo con alguien a expensas del conocimiento de con quien tienes un compromiso, no puede ser ignorado.

Hablarlo es el primer paso según la sexóloga: «No podemos dar por sentado que nuestro compañero o compañera va a sentirse traicionado por lo mismo que nosotros. Por eso es importante la comunicación con la pareja para determinar qué prácticas o conductas concretas nos harán desconfiar o sentirnos engañados».

Hablando rápido y claro, dejar decidido de antemano si es una práctica aprobada o si por el contrario, se considera engañar.

También creo que habría que hacer un poco de autocrítica y pensar por qué se mantiene esa relación vía WhatAapp. Quizás es porque algo no funciona en la pareja, lo que podría indicar que igual es el momento de tener una conversación.

Pero si lo que más pesa es la relación, cuidarla con honestidad y sin terceras personas (aunque sean vía digital) debe ser la prioridad.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas: «Quien come bien en casa no se va de restaurante»

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Hace poco, uno de mis lectores me recordó una frase con la que estaba más que familiarizada. «Quien come bien en casa no se va de restaurante» me escribió comentándome que, seguramente, me estaban siendo infiel.

Es curioso como a lo largo de mi vida he oído esa frase en varias ocasiones y estoy segura de que o bien esa o diferentes variantes, la han escuchado otras mujeres.

¿No te suena? Igual no la has oído todavía, pero hay una que seguramente sí.

Recuerdo que una de mis mejores amigas, estando con su novio, este la presionaba para tener sexo por primera vez. «Yo te quiero, ¿y qué es hacer el amor si no la prueba de que tú también me quieres?». Chantaje emocional con la típica herramienta para controlar a las mujeres que se lleva usando desde el final de la Segunda Guerra Mundial: el amor romántico.

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Como mi amiga seguía sin querer, él empleó una táctica más sibilina: «Pues como no lo hagamos igual termina aquí la relación, porque yo tengo unas necesidades». Utilizaba la palabra «necesidad» como si el sexo fuera para él algo como el oxígeno o el agua en el cuerpo, algo imprescindible biológicamente hablando.

Esa ya empieza a sonarte, ¿verdad? Ya estaba la amenaza flotando en el aire. Si mi amiga no se acostaba con él, que como su novia y enamorada, era su ‘deber’, él recurriría a otra persona.

Cuando empecé en la universidad, también escuché a algún compañero decir que era normal poner los cuernos si la novia «no te tocaba ni con un palo». Y la verdad es que ambos razonamientos tienen un ligero tufillo a machismo falocéntrico, a que ellos deben conseguir sus deseos (porque no es una necesidad, es un deseo) sin importar cómo se sientan sus parejas. ¿Lo notáis? Agudizad el olfato y quitaos la venda de la nariz.

Anteriormente, no sé si mis abuelas, pero seguramente sus coetáneas, vivían con el miedo de que si en casa sus maridos no estaban satisfechos, irían al club más cercano donde tendrían compañías que no les molestarían con las historias del mercado o con lo cansadas que estaban después de arar la huerta y cuidar a los niños.

Ya lo decía El manual de la buena esposa, libro que se utilizaba para ‘educar’ a las mujeres a partir de los años cuarenta: «Luce hermosa. Sé dulce. Hazlo sentir en el paraíso».

Por tanto pensarían que, entre eso y aguantar un rato, imagino que preferirían pasar el trago, por si al marido se le ocurría buscar sexo fuera de casa. Y aun así, en el caso de que lo hiciera, que tampoco se le ocurriera a su mujer decir nada, ya que él estaba «en su derecho».

El problema es, como explica Leticia Dolera en Morder la manzana, que «históricamente se ha establecido y aceptado que en la pareja heterosexual (considerada como la forma de organización social y amorosa correcta), por naturaleza y fuerza mayor, el hombre necesita saciar sus necesidades sexuales fuera de ese pacto».

Pero que se haya aceptado, que lo viéramos como una cosa normal, no significa que ahora tengamos que estar de acuerdo o que debamos seguir perpetuando esas ideas tan anticuadas. Por mi parte, hasta aquí.

Los cotidianos refranes o frases hechas machistas para tenernos a las mujeres sometidas como, por ejemplo, «Más puta que las gallinas», «La suerte de la fea, la guapa la desea» o «Calladita estás más guapa» están concebidos para fomentar la rivalidad entre las mujeres y el control sobre nosotras. Son un arma de doble filo ya que construyen el tejido del imaginario colectivo y forman, por tanto, nuestra identidad, de ahí que debamos empezar a replanteárnoslos.

Porque ‘lamento’ comunicar que las mujeres no somos una barra libre. Estar en una relación tampoco significa que tengamos que estar abierta las 24 horas del día. La frase, utilizada como amenaza, juega con la culpabilidad, el reproche y de fondo, el miedo al abandono y a la soledad.

Si un hombre quiere ‘comer en casa’ y tú no estás con ‘hambre’, él puede ‘comer’ solo y no pasa absolutamente nada, que para algo tiene una mano y mucha imaginación. Y si por no querer ‘comer solo’ se va ‘de restaurante’, se está retratando completamente.

De un hombre así, puedo garantizar que es mejor estar lejos, ya que nosotras no somos solamente un agujero y no merecemos a una persona que solamente nos valore como tal.

Una relación sexual es un intercambio, un lenguaje, uno de los pilares que puede tener diferente importancia ya que cada pareja es un mundo.

La sexualidad es algo personal, no es como un mueble de Ikea que viene con instrucciones para que todos tengamos el mismo diseño en casa. Cada persona la vive y desarrolla de diferente manera.

Si por lo que sea no quieres tener sexo, háblalo, piensa a qué se debe, si crees que necesitas ayuda, búscala, y si estás bien así, no te preocupes. Hay gente que le gusta el helado de pistacho y gente a la que no le gusta en absoluto.

Recuerda que sea como sea, la comunicación es básica. Hazlo si quieres, si no quieres no lo hagas, y si tu pareja no lo entiende, y quiere ‘buscar la comida’ fuera de casa, cito textualmente al dúo Aitana War: «Pa fuera lo malo».

Duquesa Doslabios

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Pornografía, ¿diversión «inocente» o infidelidad?

Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente. Pero ¿y si los ojos ven y lo que miran es pornografía?

YOUTUBE/Padre de Familia

Tengo 26 años y llevo viendo porno desde los 17, que fue cuando tuve un portátil para mí sola (y cuando aprendí a borrar el historial).

En este tiempo nada ha hecho que dejara de verlo. He tenido épocas de mi vida en las que lo veía con más frecuencia, otras menos y otras, prácticamente, nada.

Es algo un poco aleatorio y no depende de si tengo o no pareja, a veces me apetece, a veces no, a veces tiro de archivo o me meto a leer relatos eróticos… Lo que tiene el porno es que es un recurso fácil que, como dice una amiga mía, nos apaña porque lo tenemos «a mano», y literalmente.

No hace falta pensar, basta mirar y atender a la respuesta física. Como animales que somos, los estímulos visuales de la pornografía nos producen excitación. Como cuando alguien bosteza y seguidamente te entran ganas de repetir la acción aunque no tengas sueño.

Así como también nos lo puede producir además de la película, un recuerdo o una fantasía salida de nuestra imaginación.

Sin embargo, son vivencias que forman parte de nuestra vida sexual individual, no por hacerlo solos, sino por que hablo de aquella propia de cada individuo.

La cabeza es libre, no hay intimidad real con otra persona, y, como dice otro amigo (pregunté a muchos al respecto) «pensar en robar un banco no significa que lo vayas a robar».

Otra cosa es que la pornografía se convierta en una obsesión y reste tiempo de estar con nuestra pareja, altere nuestros hábitos o produzca ansiedad por no vivir en carnes esa «realidad sexual» que termina al grito de «Corten» (aunque eso no lo veamos).

El porno es un show, un espectáculo, un producto para pasar un buen rato y debe ser tratado como tal, no como un reflejo fiel de la realidad.

Además de usarlo a solas o en compañía, podemos «tomar nota» y usarlo como fuente de ideas para ponerlas luego con alguien a prueba. Si se atreve…

Duquesa Doslabios.

¿Estás micro-engañando a tu pareja?

Antes que nada: ¿micro-engañar? ¿Pero eso existe? Yo también pensaba que lo de engañar era o blanco o negro, o lo haces o no. No que existía un nivel de engaño tan pequeño que se conocía como ‘micro-engaño’.

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El micro-engaño es tan relativo que comprende todo aquello que para algunos puede ser considerado infidelidad mientras que para otros no.

El hecho de dar «me gusta» a alguien en una fotografía, poner un comentario en una red social o compartir chistes privados son, para ciertas parejas, digno de considerar como una falta de concentración en la relación.

Pero, teniendo en cuenta que el mundo virtual es el nuevo espacio de las relaciones sociales, ¿es cualquier interacción con una persona del género contrario (o del mismo si hablamos de alguien homosexual) una traición?

Yo creo que todo reside en el propósito que se tenga con esa persona. Amigos virtuales no tienen por qué ser un problema siempre que ambos tengan claro la relación de amistad. Para mí, si no hay una intención escondida tras los intercambios, no hay engaño.

Otro caso muy diferente es el de quienes cambian sus horarios para coincidir con dicho tercer elemento o ponen un pseudónimo para poder seguir comunicándose a espaldas de su pareja, ya que eso sí que se podría considerar que se está centrando en tener una conexión más cercana y recíproca con alguien fuera de la relación.

Si leer un comentario de nuestra pareja en una cuenta o si le felicita a su ex pareja el cumpleaños ya hace que salten todas nuestras alarmas, (además de que todos habríamos micro-engañado miles de veces) lo que debemos hacer es una introspección de si realmente tenemos confianza en nuestro compañero (algo que, como todos sabemos, es la base de cualquier relación).

A lo largo de nuestra vida, si estamos en una relación, seguiremos conociendo gente, alguna interesante, otra nada, alguna atractiva, otra no… Pero será en ese momento en el que debemos confiar en que la relación es lo bastante fuerte como para no querer perder a la persona que tenemos al lado por mucho que aparezcan otros elementos por el camino.

Duquesa Doslabios.

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