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Las probabilidades de casarte no dependen de tu (ajetreada) vida sexual según la ciencia, pero…

Por las redes siguen circulando vídeos de hombres afirmando que nunca tendrían algo serio con una mujer que haya tenido parejas sexuales por encima de lo que ellos consideran aceptable.

Fue algo que me pareció tan absurdo que os hablé en este artículo compartiendo mi punto de vista.

pareja encontrar el amor

PEXELS

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Pero ahora la ciencia me respalda porque un nuevo estudio demuestra que, por muchas experiencias íntimas que hayas tenido, no te van a afectar a la hora de dar con una persona con la que tener una relación estable y duradera o incluso casarte (si es lo que quieres).

Que hagas lo que hagas en la cama -cuándo, dónde, con quién o con cuántos-, no tiene ningún tipo de impacto en lo que pueda pasar más adelante.

Para el estudio siguieron a casi 10.000 personas durante 18 años para ver cómo evolucionaban sus vidas sentimentales.

La conclusión fue que el número de parejas sexuales solo afectaba en las probabilidades de casarse a lo largo del tiempo: se podían retrasar un año respecto a los que tenían menos parejas.

Las cifras de matrimonios eran las mismas en los diferentes segmentos de parejas sexuales.

Así que a la hora de la verdad, o a la hora de comprometerse a largo plazo, tu bodycount no cambia las probabilidades de que des con el amor de tu vida.

Este descubrimiento, aunque pueda parecer lógico, va en contra de la extendida idea de que, si tienes una vida sexual activa, con distintas parejas sexuales, eres incapaz de tener algo serio.

Especialmente las mujeres, que somos las que sufrimos mayor estigma con esto por aquello de perseguir el ideal de la ‘buena mujer’, santa y pura hasta el matrimonio.

Sobre todo con las figuras de estos instagramers machistas, que insisten en dividir a las mujeres en categorías y poner en el cajón de ‘desechar’ a las que consideran que no son material para tener una relación larga por su historial sexual.

El estudio afirma que ya seas virgen o hayas estado con el equipo de fútbol al completo, las probabilidades de terminar casada son las mismas con la única diferencia de que puede ser algo más tarde.

Y, yo, que estoy en esa etapa en la que cada vez más amigas dan el paso, mientras considero que no ha llegado aún mi momento, creo que hay muchas razones detrás de no querer dar el ‘Sí, quiero’.

Desde querer conseguir estabilidad económica hasta probar con diferentes parejas, a ver si la compatibilidad mejora -porque, no nos engañemos, la cosa no está para tirar cohetes-.

Mucho se habla de que la fluidez con la que nos relacionamos, la urgencia y la inmediatez de que saltamos de una pareja a otra, hace que se nos quiten las ganas de comprometernos, como se podía pensar.

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Como que teniendo sexo de manera tan sencilla, para los millennials, no tenía sentido casarse.

Tener varias parejas, ya sean sexuales o emocionales, te ayuda a conocer lo que sí y lo que no y a conocerte a ti también de paso.

Te permite disfrutar de algo tan sano como es el placer sin tener que depender de una relación romántica, sino entender que un compromiso de ese estilo es como el postre de una buena comida.

Puedes ponerle la guinda al pastel, pero también puedes pasar sin él perfectamente porque hay más alternativas (o esperarte a tomarlo a la hora de la merienda).

Así que estamos ante la prueba avalada por la ciencia de que comprometerse no es una cuestión de accesibilidad al sexo. Que aún teniéndolo, queremos dar ese paso.

Eso sí, a nuestro tiempo.

Mara Mariño

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Tú vales todo (aunque haya quien no lo sepa ver)

Hoy te escribo a ti. Directamente a ti, quién seas, en dónde estés.

Te escribo porque hay algo que debes leer en la pantalla para que cale el mensaje en tu cabeza.

Lo vales todo.

UNSPLASH

Y aunque necesitas recordártelo a diario, quiero que sea tu pensamiento de hoy.

Hoy, que quizás vas a trompicones con un corazón dolorido y las ilusiones hechas añicos.

«Ahí estás otra vez, si es que pareces tonta», parece gritarte el cerebro.

«Mira que te dije que esto podía pasar si dejabas a ese descerebrado de corazón al mando, que terminarían por hacerte daño».

Porque llega una altura de la vida, en la que la opresión en el pecho con forma de persona es ya un mal conocido.

Han sido pocas las veces este año que no la has sentido.

Así que aquí estás de nuevo, rota y entera al mismo tiempo.

Con el camino por delante, listo para recorrerlo en solitario tras tomar la más difícil de las decisiones.

Ponerte a ti por delante.

Algo que haces como mecanismo de autodefensa, pero también como reivindicación de tu persona.

Porque tú eres la primera que debe cuidarse y salir de algo que hace daño.

Pero también porque sabes lo que vales.

Y si digo que lo vales todo es porque contigo todo es precisamente lo que van a tener.

Todo, con sus cuatro letras, sus dos sílabas y esas oes tan abiertas como la que lleva amor (y dolor, irónicamente). No sabes darte a medias.

En concordancia de fase, te juraste hacerte responsable de lo que te implicara y no quedarte con menos, no ir donde no se te busca, no seguir a quien no quiere compañía.

Tus necesidades afectivas básicas siempre superarán a cualquier persona emocionalmente inaccesible.

Porque es el momento de dejar ir a quien no tiene problema en que te vayas.

Porque hay quien no está listo para tu amor (ni para ningún otro).

Porque tú no estás para perder el tiempo.

Porque no crees en las señales confusas.

Porque puede que seas la persona apropiada para alguien, pero no es esa.

Pero sobre todo porque debes tratarte como alguien que te quiere de verdad.

Mereces todo. Mereces ir sin frenos, sin marchas puestas, pisando el acelerador, disfrutando cada momento y siendo quien eres.

Dejando que las cosas sucedan de manera espontánea, natural, riéndote a carcajadas sin el miedo de si el chiste será malinterpretado, escribiendo un mensaje romántico de 500 palabras si te pones, muriéndote de ganas de ver a la otra persona que tampoco puede esperar a comerte.

Alguien que vuele contigo a la velocidad de la luz.

Alimentando a besos, soñando con los ojos abiertos con que eso va a ser algo más que otra historia que contar a las amigas cuando llegue al final.

Y si no puede ser así, que no sea. Porque no sabes (ni quieres) hacerlo de otra manera.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué a los ‘millennials’ nos da tanto miedo hablar de si somos o no pareja?

Vamos juntos al cine, a la bolera, a la playa, nos cogemos de la mano, nos besamos en público, escapamos a cualquier ciudad cerca de la nuestra, pasamos horas al teléfono y tantas otras sin salir de la cama -y no necesariamente sin ropa-.

A cualquiera que le expliquemos el punto en el que estamos, nos contestaría que es obvio que somos pareja.

Que es algo más que pasarlo bien.

UNSPLASH

Me baso en el indicativo del momento en que se supera la barrera de la piel. Cuando la otra persona consigue colarse por debajo y trepa por todo el cuerpo.

De pronto la encuentras instalada en tu cabeza, rondando por ella -activa y sin descanso- las 24 horas del día.

Esperando paciente el momento de que pueda salir en todas tus conversaciones.

Quieres contar todo, cómo fue veros por primera vez, las palabras que cruzasteis, aquel gesto que te conmovió especialmente y todo lo que implique que lo vivas de nuevo a través de los recuerdos.

Y aun cuando sabes lo que significa volver a sentir eso por dentro y ajustar en la cantidad del «1» el contador de la monogamia (para quienes optamos por la exclusividad), nos sigue echando para atrás decir o llamar a las cosas por su nombre.

Ponerle un «novia» o «novio» como etiqueta es casi un acto de rebeldía si pienso en que, para mi generación, es lo más habitual usar personas a la velocidad de las camisetas.

Hoy una y mañana otra.

Nos cansamos tan rápido que el único amor con el que nos sentimos cómodos es el líquido.

Que en unos días puede más la novedad de lo que podríamos estar perdiéndonos que la emoción de seguir conociendo más a fondo a quien realmente puede marcar un cambio.

Lo preocupante de este punto, en el que hemos complicado al máximo lo que debería ser de las cosas más sencillas del mundo -el decir alto y claro que se quiere estar junto a alguien– ha venido acompañado del miedo al compromiso.

Mientras no consigamos cambiar la forma de relacionarnos, marcada ya por evasivas, desapariciones inexplicables bautizadas como ghosting y todo tipo de comportamientos dignos retruco de escapismo, poner una etiqueta será una cuestión de valor.

Porque hay que ser valiente para decir, con el corazón en la mano que sí, que quieres que os llaméis novios.

Duquesa Doslabios.

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2021 no será un año para románticos

Definitivamente lo de volver a ligar, después de tantos años ‘fuera del mercado’, no es como montar en bicicleta.

Claro que puede que esté un poco oxidada y los nervios me la jueguen en algún momento -sobre todo cuando me viene la incontinencia verbal y me encuentro lanzando preguntas sin ton ni son-, pero me planteo hasta qué punto soy yo y cuánta dificultad tiene conocer a alguien en estos tiempos.

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Porque al final, volviendo a la bicicleta, tanto el medio de transporte como el código de circulación son iguales por mucho tiempo que pase.

Yo me siento como si alguien hubiera decidido (¡por su cuenta!) cambiar las normas, los códigos, lo que es válido y lo que no, el orden o incluso las palabras que antes te permitían desbloquear las capas de una persona.

Y así voy, no sé si del derecho o del revés, buscando el sentido en el fondo de un plato de pasta preguntándome en qué momento cantidad superó a calidad y el romance pasó a ser solo una categoría de Netflix.

En la generación de smartphone no puedes dar un paso en falso. Y si lo das, eres consciente de que el número de sustitutas nunca será un problema, algo que funciona en las dos direcciones.

Sí, también he aprendido que en esta era del fast dating no necesitas participar en un evento de citas rápidas para tener nuevos matches constantemente.

Pero incluso si no tienes una aplicación de ligar, me preocupa que sea el estímulo de gustar -la adicción por el like instantáneo-, el que le haya ganado la carrera al estímulo de despedirse y girarse para ver a la otra persona marcharse, sabiendo que una pequeñita parte de ti querría acompañar sus pasos.

Quizás me toca subirme al carro de la comunicación 2.0, la que se basa en mandar memes y fotos y hablar hasta las tantas de la madrugada a través de una pantalla.

Pero -y llámame clásica-, me gustaba más cuando eso lo hacía en el parque de debajo de casa, por mucho que fuera invierno y terminara con las manos como témpanos de hielo (ya se me ocurriría alguna forma de hacerlas entrar en calor).

Lo que más me duele es que, por primera vez en la historia, mostrar interés es sinónimo de debilidad. Da igual que diga Delafé «cuando hace ‘bum bum’ es que no hay queja» si la única desconexión que nos permitimos es precisamente la sentimental.

¿En qué lugar nos deja a los soñadores todo esto? Porque lo de ir con pies de plomo, cuando el corazón me pide andar ligero, no lo controlo demasiado.

2021 tampoco será un año para románticos. Pero seguiremos ahí, esperando el momento en el que podamos decir sin miedo a un ghosting ese «Me gustas», el mismo que viene acompañado con un «Pero me gustas de verdad».

Esperando el momento de enamorarnos de nuevo.

Duquesa Doslabios.

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¿Tras la cuarentena has decidido dar el paso y comprometerte? Puede ser una mala idea…

Creo que estaremos de acuerdo en que, desde que la crisis sanitaria dio comienzo, es como si la gente hubiera enloquecido por comprometerse y tener hijos.

En el segundo caso, la respuesta parece más obvia siempre y cuando hablemos de modelos, cantantes o influencers, ya que con el parón en sus agendas, han pensado que era un buen momento.

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A la mayoría del resto de mortales (grupo en el que estamos tú y yo), si no hemos sido despedidos o estamos en ERTE y tenemos la suerte de teletrabajar, ni se nos pasa por la cabeza ampliar la familia en este momento tal y como están las cosas.

Pero, curiosamente, hay parejas que durante la pandemia han tenido una especie de revelación vital, llegando a la conclusión de que ya era hora de comprometerse con la persona con la que han pasado el confinamiento.

Porque por mucho que haya sido una experiencia que ha llevado a algunos a romper, muchas relaciones han llegado al siguiente nivel.

Aunque, ¿realmente ha sido por una evolución de la pareja o, más bien, consecuencia de lo que estamos viviendo?

No digo que muchos no hayan descubierto en ese tiempo bondades de la otra persona que no conocían todavía. Pero me parece un poco preocupante que haya sido este hecho el definitivo que ha empujado a tomar la decisión.

En mi caso, mi pareja (que estaba en ERTE), se encargaba de la mayoría de tareas domésticas mientras yo trabajaba. Una vez se ha reincorporado, el trabajo que ha tenido que asumir ha sido el doble.

No solo el reparto de tareas se ha invertido, teniendo yo que hacerme cargo en algunos momentos de un peso mayor, también el aspecto romántico, que, por falta de tiempo, ha terminado desapareciendo.

Fuimos de esos que, estando en casa tanto tiempo juntos, acabamos viviendo una peculiar ‘luna de miel’ que desapareció con el posconfinamiento y nuestras respectivas rutinas por separado.

Es decir, de haber tomado cualquier decisión vital en aquellos meses, solo por lo que estábamos sintiendo, habríamos obviado la que es verdaderamente la vida normal en pareja.

Y sí, claro que confirmé que le quería en aquel tiempo, pero sinceramente, no me hacía falta encerrarme tres meses a su lado para darme cuenta, era algo que ya sabía.

Tampoco podemos olvidar que el estrés de la pandemia y el miedo a volver a ser confinados, nos llevan a buscar control y seguridad, así que comprometernos con una persona por el resto de nuestra vida -lo admitamos o no- es un patrón que responde también a la crisis.

Así que antes de dar el paso, hay que intentar distinguir si es una decisión como consecuencia de la situación (que pueden ser tanto por euforia como por miedo) o consecuencia de sentimientos auténticos que, pasado el aislamiento, siguen estando ahí. Nada de tirarse a la piscina.

Duquesa Doslabios.

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