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¿Qué es la erotización de la lubricación?

Cuando recibimos la educación sexual en el colegio (si tenemos suerte de recibirla) estaría bien que entre el ciclo menstrual y cómo colocar un preservativo, nos hablaran de la lubricación.

Eso que a veces brilla por su ausencia por mucho que estés deseando comerte hasta los calcetines de la persona que tienes enfrente y que otras, aparece por sorpresa en las bragas después de un sonoro bostezo.

Creo que hablo por muchas si digo que me habría encantado saber cómo funcionaría eso que iba a acompañarme a diario, pero variando continuamente.

mujer granada

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Y eso sin contar que cada una es un mundo: «A mí me pasa que puedo estar muy cachonda, pero no estar mojada. Al principio me sentía mal por cómo se pudiera sentir la otra persona, porque yo tenía claro mi interés sexual aunque no fuera una catarata».

Las palabras de esa seguidora resuenan y mucho, porque entre en el coloquialismo de nuestras conversaciones se han colado expresiones como que estábamos tan excitadas, que podríamos dejar las bragas pegadas al techo.

Bien es cierto que lubricación es sinónimo de salud, como explica Sara Matesanz (@salud.hormonal), fisioterapeuta especializada en salud hormonal, pélvica y sexual femenina.

«La vagina, el cérvix y la vulva han de lubricar, porque eso es señal de salud en la etapa fértil por los estrógenos. Cuando no hay una lubricación es que algo pasa. No podemos normalizar una vagina y una vulva secas, porque eso genera problemas.»

Otro punto a tener en cuenta, según la experta, es «el enfoque que se le pone a los lubricantes en el mundo de las relaciones sexuales. Si una vulva o una vagina no lubrican en una relación sexual, y no hay problema físico, no hay excitación. No se puede forzar algo que no quiere ser penetrado. Esto genera muchos problemas que después vemos en consulta. Lubricación no es igual a penetración».

Las palabras de Sara habrían resultado de gran utilidad al cuerpo de defensa de Dani Alves, cuando, hace poco menos de un año, llegaron a esgrimir el argumento de la lubricación de la víctima como ‘prueba’ de que el encuentro fue consentido.

«El mensaje se enfoca en lo de siempre, lo poco que se visibiliza a nivel masculino la lubricación. El pene también debería lubricar y lubricarse», reflexiona la fisioterapeuta.

Poco (o casi nada) se habla de que el glande del pene expulsa el líquido preseminal, cuya función es facilitar la penetración.

Sin embargo, por lo general, la expectativa del ‘engrase’ en un encuentro sexual -tanto la de quien nos acompaña como la propia-, recae en nosotras.

¿Cómo no vamos a sentirlo como una exigencia con doble rasero, porque, a fin de cuentas, la lubricación del pene es mucho menor y no parece ser tanto motivo de preocupación?

Esto es algo que podría bautizarse como ‘erotización de la lubricación’, ya que de la misma manera que el squirt, se ha convertido un proceso fisiológico en parte de una performatividad sensual.

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Responsable de esto es, para sorpresa de nadie, la pornografía, gran sustitutiva de la educación sexual y culpable también de estas inseguridades, fruto de las presiones y estereotipos de género.

La narrativa de la lubricación en este tipo de películas pasa por la actriz haciendo hincapié en lo húmeda que está y mostrarlo, como con la eyaculación femenina, con todo tipo de líquidos (artificiales, por supuesto).

Cada una vive esa influencia de una manera diversa, y, entre mis seguidoras, las opiniones son muy variadas.

Porque, como una reflexiona, parece que si no hay un chorro, no demostramos lo que estamos disfrutando: «se sienten atacados o frustrados porque piensan que hay algo que no están haciendo bien y no te gusta».

Quizás por la mezcla entre la falta de conocimientos y la respuesta de nuestra pareja, vivimos la coacción silenciosa de que los lubricantes se presenten como un producto que sí o sí, tenemos que tener nosotras.

«La forma en la que nos lo hacen llegar es un poco incriminatoria, como si la sequedad fuese un problema y como culpables de ello lo tenemos que solventar», dice una.

Como si fuera «nuestra responsabilidad solucionar la sequedad de la vagina», «Ten lubricante, así ni me esfuerzo en ponerte cachonda porque la cosa es que entre bien», me escriben otras seguidoras.

Lubricante vs hidratante

Las que estamos en la etapa fértil podemos sentir especialmente cómo la lubricación va cambiando también según el momento del ciclo menstrual en el que nos encontremos.

Es una de las razones por las que la cantidad no siempre es la misma, pero también, como reflexiona otra de mis seguidoras, «Hay que normalizar que no somos máquinas. Ellos tampoco están igual siempre».

En lo que podemos coincidir es en que no necesitamos más imposiciones añadidas: «Después de sentir con todos los síntomas de menopausia, encima me cargo con más juicios externos», «Siento que de alguna manera ‘fallo’ si necesito usar lubricante», comentan dos seguidoras.

Así que propongo, como alternativa, que dejemos de ver el lubricante como pareja de baile solo de la vagina y empecemos a utilizarlo como facilitador en general.

Mientras que, si hay problemas de salud relacionados con la sequedad vaginal, lo que se deben utilizar son los geles hidratantes.

«Mi recomendación es usar lubricante para mejorar la experiencia sexual conjunta del tipo que sea. Los lubricantes no son para la sequedad vaginal, para la sequedad vaginal se utilizan los hidratantes vulvares o vaginales», comenta Mar Puig, fisioterapeuta de suelo pélvico.

«Estos últimos se suelen recomendar en momentos especiales de la vida de la mujer, como el posparto, lactancia, menopausia, durante un proceso oncológico, etc. Y cuando hay sequedad por algún problema de salud en concreto, se trata con hidratación o medicación en casos especiales, todo eso fuera de la relación sexual».

Como ella misma aclara: «No tenemos que chorrear como las cataratas del Niágara, incluso chorreando, utilizar un lubricante es interesante, para facilitar el juego erótico y la sensación de ‘desliz’ mutua por todo el cuerpo».

Mara Mariño

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‘A mi novio no se le levanta’

Confieso, veo La isla de las tentaciones y disfruto del intercambio de gestos como miradas cómplices o poner los ojos en blanco, con mi madre cuando vemos las ocurrencias de los concursantes.

Ayer nuestras reacciones volvieron a coincidir en cuanto Marieta, una de las participantes, alegó que su novio no iba a caer en la tentación, o al menos no iba a tener relaciones sexuales, porque «no se le levanta».

¿Estamos ante el comentario más desafortunado de la edición? A mí sí me lo parece.

Marieta isla tentaciones

@islatentaciones

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Porque esa afirmación esconde una visión de la sexualidad coja y nociva al mismo tiempo.

Coja porque es simplificar una persona a su pene (y por extensión, al funcionamiento de este) y nociva porque reduce la vida sexual, que es un conjunto de prácticas íntimas, a una sola: la penetración.

Dan igual las circunstancias, hablar de la vida íntima compartida siempre es delicado, pero hacerlo de una disfunción, del tipo que sea, en una plataforma con un alcance como es la televisión, está peor.

Pero el «A mi novio no se le levanta», es casi una institución. Una frase que, nos guste reconocerlo o no, muchas hemos empleado entre amigas, con sorpresa, preocupación o sorna según el contexto.

En un mundo en el que solo cuenta como primera vez si se introduce un pene en una vagina, para ellos no mantener una erección se trata de la peor pesadilla y, si se filtra el suceso, la mayor humillación.

También porque una gran mayoría registra como educación sexual la pornografía, donde solo aparecen secuencias eternas de coitos ininterrumpidos en una secuencia de posturas, solo comparable una clase de yoga.

Aunque ser hombre no es tenerla dura como la piedra durante horas y empotrar por cada centímetro cuadrado de superficie, en este mito se sostiene la frase de Marieta.

Y, aunque no podemos cambiarla, tenemos la capacidad de reflexionar sobre cómo este tipo de confesiones públicas, aunque llenan la hoguera de entretenimiento, también son una bomba si nos las diseccionamos.

Pueden contribuir a perpetuar estigmas y presiones asociadas al rendimiento sexual, lo que impacta en la salud mental y emocional de quienes están viendo el programa. En otras palabras, esto le puede estar pasando factura a tu crush.

En muchos casos, los problemas de erección se deben a agobios, tensión, ansiedad… Así que si una persona los experimenta o ha experimentado, y se entera de que su pareja o en un reality televisivo se ha dicho eso, solo va a aumentarle la inseguridad de que su pene le va a ‘fallar’ (lo que seguramente acabe sucediendo).

La batalla contra el coitocentrismo

Como decía al principio, la preocupación porque se levante o no, es también prueba de que nuestra vida íntima se construye como coitocentrista y es el coito la ‘unidad de medida’ de la satisfacción sexual.

Pero como bien sabemos las que tenemos un succionador de clítoris en casa, la penetración no es el ombligo del mundo (sexual).

Por lo pronto, hay que partir de que cada persona tiene sus preferencias y habrá a quién le guste un polvo bajo las estrellas o un cunnilingus en un tractor -por hacerle un guiño a Sergio-.

Y también cada encuentro es una experiencia nueva que tiene valor en sí misma por el momento que se comparte, y no por el ‘rendimiento’.

Así que a modo resumen, a diferencia de lo que pueda parecer en el reality show, que una pareja sea buena en la cama no va de erecciones: va de química, interés en tus gustos, complicidad, seguridad, caricias, masajes, juegos…

Y, personalmente hablando, de que te ofrezca un poco de postre al terminar.

Mara Mariño

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Hay ‘youtubers’ que enseñan a tu hijo cómo montar su agencia de modelos de OnlyFans

Muchas nos hemos encontrado en Instagram con reels en los que una supuesta desconocida era entrevistada en medio de la calle y confirmaba que su cuenta bancaria tenía más de 5 cifras.

«¿Y a qué te dedicas?». «Hago OnlyFans», afirmaba.

Curiosamente, ningún chico de mi entorno se había tropezado con estos vídeos en sus redes sociales.

chico móvil adolescente

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Pero hace poco, un seguidor me comentó que, al igual que les llegan un montón de contenidos relacionados con inversiones, de supuestos gurús de las finanzas, un nuevo vídeo empezaba a repetirse en su feed de Instagram: el de los cursos para hacer una agencia de modelos de OnlyFans.

«Te salen de anuncio en Instagram, como quien anuncia un curso de cerámica», escribió.

A mí el algoritmo no me enseña ese tipo de vídeos, no soy el target, claro, pero solo tengo que teclear «OnlyFans management» en YouTube para aterrizar en ese mundo.

Un universo en el que youtubers imberbes -sin meterme con la falta de barba, solo para recalcar su juventud- imparten lecciones o cursos enteros sobre cómo empezar en este negocio desde cero y llegar a ganar «hasta 10.000 euros mensuales con solo una modelo».

En cuanto empiezo a verlos, me llama la atención la forma en la que se expresan estos «expertos».

«Contrata a tu primera modelo en persona, puede ser alguna amiga o conocida que se dedique a esto o chicas por Tinder que veas con potencial de crear un Only Fans, simplemente ves lo guarra que es», afirma uno de estos youtubers.

«Si en Tinder o Instagram está publicando fotos guarras, le da igual enseñar su cuerpo. Quedas con esa chica y en vez de follártela, le cuentas tu modelo de negocio. Le puedes decorar un poco las cosas y decirle que tienes a varias modelos trabajando, aunque no tengas».

Así que a la lista de preocupaciones que las mujeres podemos tener al quedar con un desconocido con quien hemos hecho match en una app -que eche algo en la bebida, que no respete un «no», que te suelte una bofetada-, hay que añadir que te capte para OnlyFans y se lucre a tu costa.

Otra opción, menos asequible para estos maestros que prometen grandes fortunas sin desembolsar ni un euro, son las «páginas web de prostitución, le pagas a una puta lo que cuesta y en vez de follártela le explicas el modelo de negocio. O pagas una modelo, hay personas que venden modelos por internet», explica.

Aprovecharse de «los pajeros»

Una vez se tiene a la modelo o la ‘cartera’ de modelos, el siguiente paso es el de atraer a los hombres a la plataforma para convertirse en subscriptores (e idealmente sacar de cada subscriptor unos 100 euros).

Para ello, recomiendan tácticas como abrir perfiles usando las fotos de las modelos en redes sociales o en apps de ligar y, una vez se haya hecho match lo borren para que, el que se ha interesado, las busque en redes, donde está oculto en un Linktree el enlace a su OnlyFans.

«En las páginas de citas registras a tu modelo y vas trayendo pajeros directo a tu OnlyFans, cuando ve que no le escribes te va a escribir él, es un pajero», dice uno de los ‘gurús’.

Otro truco infalible que recomienda otro: «Si tu modelo se pone una camiseta de fútbol del Barça, del Madrid, del PSG, justo cuando van a jugar, el vídeo va a pillar visitas. Es lo que le gusta a un hombre, el fútbol y las chicas, es muy sencillo, somos unos monos, unga unga, y es de lo que nos vamos a aprovechar, del dinero de ellos».

Y bien que se aprovechan, ya que pese a que en las agencias de talentos el porcentaje que reciben representantes que llevan a influencers es del 20% o 30%, el que manejan los managers de OnlyFans es del 50% de los beneficios, cuando no están exponiéndose de la misma manera que las creadoras de contenido.

De lo que sí se encargan es de convencer a chicas mediante engaños de que son expertos en escalar sus beneficios, algo que también recomiendan decir, y de mentir a los usuarios que se suscriben, ya que son los managers los que en muchas ocasiones están detrás de los perfiles de OnlyFans alimentando las fantasías del sexting o automatizando la parte de chat para conseguir mayores desembolsos.

En definitiva, estamos ante un nuevo (pero viejo) modelo de negocio que abandera el machismo por su visión explotar a las mujeres y de considerar a los hombres como criaturas que no tienen ningún tipo de raciocinio y se mueven solo por el deseo sexual.

Esto les resulta muy rentable, por supuesto, ya que estas ideas de que «no hace falta que sigas estudiando algo que no te gusta porque puedes hacer mucho dinero en muy poco tiempo», es el «mejor negocio para empezar siendo principiante» o puedes convertirte en un «adolescente millonario», que son algunos de los títulos en los que aparecen estas clases y les llevan a su vez a conseguir otra fuente de ingresos.

Porque aunque afirman que sus cursos son gratuitos, estos youtubers también venden recursos, cobrando por información o por los guiones de conversación sexual que tienen que mandar a los subscriptores.

«Tengo 15 años y sueño ser como tu a los 18, me he visto todos los videos y me parece genial! ya tengo mi agencia y mi primera modelo, gracias por el contenido», comenta uno de sus seguidores.

¿Nos podemos empezar a preocupar ya de que haya una escuela en abierto de proxenetas para menores de edad?

Mara Mariño

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¿Por qué el sexo y el amor romántico están relacionados?

Es ver cualquier serie en la que una pareja decide abrir su relación y que salgan quienes afirman que la monogamia está de capa caída.

Otros opinan lo contrario, que por ‘culpa’ del poliamor, esta forma de relacionarse ha cogido más fuerza.

Y yo, que soy monógama no tanto por convicción, sino más por vaguería, me pregunto en qué momento se juntaron amor y sexo como para que ahora nos planteemos estas nuevas formas de vincularnos.

Hombres besándose

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Habrá a quien esto le parezca antinatural y piense que el ser humano lleva, desde el comienzo de los tiempos, relacionándose así.

Lo cual no es del todo cierto, arrastramos este modelo desde hace siglos, sí. El amor que ‘practicamos’ actualmente (en Occidente, quiero decir) es el amor romántico.

Pero ni lleva aquí desde siempre ni es la alternativa infalible.

Voy a empezar el repaso histórico por el tatarabuelo del amor romántico: el amor cortés del siglo XIII.

Nace de boca de los trovadores franceses, que pregonan el culto a la mujer y el sufrimiento por la distancia de ella, idealizándola en principio, y adquiriendo progresivamente una tendencia más sexual.

Con el tiempo se transformaría en lo que acabamos llamando amor romántico, aunque inicialmente su origen era más espiritual o idealista al servicio de la castidad y la proeza.

Todavía en el siglo XVIII, las relaciones de pareja se caracterizaban por separar el amor romántico de la sexualidad y el matrimonio.

Por un lado estaba el matrimonio amistoso o por conveniencia, como institución social y religiosa (para obtener descendencia legítima).

Por otro los devaneos, la forma aceptada socialmente a través de lo que obtener las satisfacciones amorosas románticas, y que eran casi siempre exclusivamente masculinos (prostitución incluida).

Es en la Edad Contemporánea cuando por primera vez comienza a coger fuerza la idea de juntar amor y matrimonio.

La reivindicación de los sentimientos

En el siglo XIX, el Romanticismo, comienza la exaltación de la pasión romántica y trágica, ese amor que relata Jane Austen en Orgullo y Prejuicio.

Puede que el puritanismo reprimiera cualquier tipo de manifestación erótica pública, pero comenzaba a surgir tímidamente un tipo de noviazgo que se desvincula de las imposiciones paternas.

Elizabeth Bennet puede casarse con Darcy por los sentimientos que se profesan.

Aunque el broche final se da durante el siglo XX con los grandes cambios sociales que repercuten fuertemente en las relaciones amorosas y sexuales: la emancipación de la mujer, el acceso a los anticonceptivos y el temor al contagio del SIDA.

Con esta segunda gran revolución del comportamiento amoroso se fusionan el amor romántico, el matrimonio y la sexualidad.

Es decir, aparece el matrimonio por elección libre, basado en el enamoramiento, y el amor romántico deja de ser un fenómeno minoritario.

En el caso de España, también influye la herencia religiosa, ya que los valores católicos promueven la conexión entre el amor romántico y el matrimonio contribuyendo a la idea de que el sexo debería estar vinculado a una relación de compromiso y afecto duradero.

Así que a día de hoy, la creencia que predomina en nuestra sociedad es la de que la base del matrimonio debe ser el amor romántico, con la expectativa de mantener la pasión erótica y romántica con una misma pareja durante toda la vida.

¿Dónde aprendemos el amor?

Las creencias y características del amor romántico son las que nos ‘tocan’, pero no nos vienen de serie. Aprenderlas y, por tanto, desarrollar nuestro comportamiento amoroso, es algo que replicamos gracias a la influencia de la familia.

Es la primera estructura que repite el comportamiento, pero también a través de la cultura popular, incluyendo películas, libros y música, que retratan el amor romántico como un componente esencial de las relaciones sexuales.

Estas representaciones refuerzan la idea de que el sexo debe ser parte de una conexión emocional profunda (y que se lo digan a Crepúsculo, 3MSC, El diario de Bridget Jones, La última…).

Y la idealización del amor romántico, como la forma más elevada de relación, ha contribuido a la creencia de que el sexo dentro de una relación romántica es más valioso o significativo que el sexo casual.

A eso hay que sumarle las normas o presiones sociales, que condicionan el comportamiento sexual y establecen expectativas sobre cuándo y cómo debería ocurrir el sexo.

Una serie de determinantes que llevan a entender por qué cuesta desprenderse tanto de la idea de que el sexo debe estar vinculado a una relación afectiva y a un compromiso a largo plazo.

Así que si te preguntabas por qué de cierta manera estaba mal visto que tuvieras relaciones sexuales sin sentimientos de por medio (sobre todo si eres mujer), o por qué puede ser que te cueste conectar en el sexo si no hay emociones, no eres tú.

Te han socializado para sentirte así en cualquiera de los dos espectros.

Mara Mariño

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‘Negging’, el tóxico ‘truco’ para seducir que parece obra de Barney Stinson

Uno de mis amores imposibles fue un compañero de carrera que, por muchas afinidades que teníamos, «solo salgo con rubias», me decía.

Repetía lo bien que se lo pasaba conmigo y lo divertida y guapa que le parecía, pero que se conocía y que siendo yo morena, no iba a funcionar.

hombre ligando con una mujer

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Aquello, en vez de desanimarme, me incitaba todavía más a prepararle planes sorpresa para convencerle de que, pese a no tener el color del pelo, tenía todo lo demás.

Por supuesto aquello no funcionó. Y no solo eso, sino que mientras yo dediqué mi tiempo y energía, él no hizo nada en absoluto más que ‘dejarse querer’.

No sería la primera vez que este tipo de interacciones marcarían mi vida.

También recuerdo otro chico, con el que salí una vez, que me dijo que yo no encajaba en su prototipo porque le solían gustar mujeres más delgadas como sus exnovias, que era o modelos o misses.

Cuando volví a casa después de la hamburguesa me escribió para preguntarme si íbamos a su piso a tener sexo.

Por suerte, y aunque no sabía explicar bien por qué, yo sí le había descartado a él en cuanto soltó el comentario.

Como con el chico de las rubias, y quiero pensar que de una manera inconsciente, los dos habían tirado por una estrategia de ligue que tenía en común no hacerme sentir suficiente para ellos.

Además de atacar directamente a mi autoestima, como que tenía que estar agradecida de que, de alguna manera, rebajaran sus estándares por mí.

No solo me hacía querer estar a la altura de ese supuesto sacrificio por su parte, sino que despertaba el afán de competir con las otras mujeres, rubias y modelos, que aunque ni las conocía, era como si estuvieran ahí.

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Tuvo que llegar el trabajo en mi amor propio junto a una psicóloga para que aprendiera a que mi validez no se medía en función de la respuesta de los chicos que podían gustarme.

Podía elegir que los chicos que me gustaran fueran aquellos a los que les gustara yo también, para empezar, y descartar los que llegaban a mi vida con lista de requisitos, basados solo en la apariencia física.

En aquel momento no le puse nombre, pero por lo visto, esto de soltar piropos envenenados a la persona que te gusta se conoce como negging.

Es una estrategia de manipulación que aparece en el libro El método de Neil Strauss, un ensayo que busca convertirse en el famoso manual de Barney Stinson para conquistar mujeres, pero en la vida real.

Pero claro, el manual de Barney era divertido en el marco de una serie cómica donde sus descabellados planes basados en mentir y engañar, formaban parte de la trama.

En la vida real, utilizar esas artimañas no es ético, y es lo que pasa con el negging cuando, de manera deliberada, se crea una inseguridad en el ‘objetivo’.

Y además tengo algunos ejemplos de negging reales que me han escrito algunas seguidoras: «No soy de tatuajes, pero tendría que ver los tuyos para ver si son finos, soy muy exigente», «Si me importara el físico, no estaría contigo», «Qué guapa eres de cara, tienes que mejorar el cuerpo, pero podemos quedar igual», «No eres como las otras chicas, eres como un tío con tetas» o «Eres más atractiva que guapa».

La consecuencia si no tienes la autoestima trabajada, es la que os relataba de querer demostrar que no eres como te encasilla, sino mejor para conseguir su aprobación (porque recordemos que especialmente a las mujeres se nos socializa en ser deseables y nos sentimos valoradas cuando conseguimos propósito de ser deseadas).

Así que en vez de eso, en vez de dejarnos llevar por el automatismo de querer gustar, hacernos la siguiente pregunta.

¿Por qué quiero seguir dedicando mi tiempo a una persona que en esta primera conversación o primera cita ya me está haciendo sentir mal conmigo misma?

Mara Mariño

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Escribir a tu ex para felicitarle la Navidad puede no ser tan buena idea como crees

Los villancicos, las luces que decoran las calles, las películas románticas navideñas donde la solitaria protagonista termina cambiándose de ciudad y encontrando el amor verdadero…

Sí, la Navidad es una época romántica porque invita a quedarse en sitios calentitos tomando algo y hablando o en casa compartiendo una manta.

El caldo de cultivo perfecto para que la nostalgia de cuando estabas en pareja te coja con la guardia baja.

Cuando te quieres dar cuenta, estás con el móvil en la mano dándole vueltas a un mensaje para tu ex. Por eso quiero convencerte de que no lo mandes.

chica móvil navidad

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Tu ex no necesita saber de ti, porque de necesitar estar al día de lo que pasa en tu vida (y tú de la suya), no sería tu ex, sería tu amigo.

Así que si ya tiene esa etiqueta, es porque está formando parte de tu pasado y ahí debería quedarse.

Cuando se habla de responsabilidad afectiva es también entender que, recibir un mensaje así, por mucho que creas que solo tiene buenos deseos, tiene un impacto en la otra persona que no conoces.

Por lo pronto, un inocente «Que pases unas felices fiestas», puede afectar a su bienestar emocional y al tuyo (si no sabes cómo se lo va a tomar).

Lo que te deja en una situación de ansiedad anticipatoria que podrías haberte ahorrado.

Y es que este tipo de tomas de contacto, pueden reabrir emociones no resueltas o heridas sin sanar (¿a quién no se le ha acelerado el pulso viendo el nombre de esa persona del pasado en la pantalla?).

Es algo que reinterfiere en el proceso de superación si una de las dos personas no ha pasado página, aunque también puede suceder incluso habiendo cerrado el capítulo.

Aunque solo pongas «Feliz Navidad, espero que todo bien», escribir es, en sí mismo, un acto que puede provocar confusión, ya que tú puedes tener claro que solo querías felicitar las fiestas, pero puede dar pie a que se piense que intentas reconciliarte y estás utilizando el periodo navideño como excusa.

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O incluso que pueda interpretarse como falsa amabilidad, ya que el mensaje estaría motivado solo por la navidad y no por razones genuinas.

Si tu ex ha dejado claro (verbal o por acciones como dejarte de contestar en cierto punto) que no quiere saber de ti, mandar un mensaje es una manera de violar los límites establecidos.

Porque por mucho que te crees expectativas más o menos realistas, de que te va a contestar y todo va a estar bien, pueden no suceder.

Así que, con todo esto, ¿aún quieres exponerte a ello?

Me gustó mucho un consejo que dio María Esclapez en su podcast sobre superar el duelo que también se puede aplicar a este caso.

Si tienes muchas ganas de contactar o echas en falta a la otra persona, piensa en él o ella y mándale cariño mentalmente.

Deséale que esté bien, dedica unos segundos a llenarte de esa buena energía, de ese aprecio que sientes, y déjalo correr imaginando que se lo envías por el aire.

Deberías centrarte en disfrutar con las personas del presente, son tiempos para estar pendiente de la familia y amigos cercanos, todo lo que te distraiga de cenar con tu abuela -por poner un ejemplo-, es ruido.

Y la tranquilidad de no darle vueltas a momentos o personas que no van a volver, es el mejor autorregalo que puedes hacerte.

Mara Mariño

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‘Para casarse’ y ‘para un buen rato’, la doble moral respecto a la sexualidad femenina

Me preguntaba hace unos días una seguidora de si podía hablar del doble rasero sobre la sexualidad femenina.

Ese que tienen los hombres y nos deja ante una disyuntiva: se critica a las mujeres sexualmente activas, pero al mismo tiempo se las desea.

mujer sexualidad hombre

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Una mentalidad que bien podrías pensar que se había quedado en la Edad Media, cuando ser virgen te garantizaba que tu padre pudiera entregarte a tu futuro marido.

Solo mantenerte inmaculada permitía que la patria potestad pasara a otro hombre. Y, si el esposo quería tener sexo antes, siempre podía recurrir a las prostitutas.

Han pasado muchos siglos. Pero esta diferenciación ha llegado hasta nuestros días.

Chavales que acaban de empezar la universidad se vuelven virales afirmando que las mujeres seguimos formando parte de dos categorías «las de casarse» y las de «pasar un buen rato».

Una doble moral que no se ve a la inversa, ya que nadie considera que haya etiquetas para los hombres y que en los grupos diferenciados están los de tener sexo y los que pueden ser buenos maridos.

La diferencia es que no se considera que por tener sexo se desvirtúe su persona.

Incluso aquí tiene todo el sentido del mundo la explicación que da Amelia Tiganus en La revuelta de las putas (2021): «Las mujeres nos hemos convertido en privadas vs. públicas, las que sirven a un hombre vs. las que sirven a todos los hombres, la buena vs. la mala, la que goza de reconocimiento social vs. la que sufre el estigma».

Puede que las que tienen una sexualidad más variada no se prostituyan, pero ante los ojos de quienes discriminan, no hay diferencia alguna.

Entre el odio y el deseo

Hablando desde la experiencia, nunca me han llovido tantas peticiones de quedar como cuando mi fama de ‘la guarra de la clase‘ me acompañaba. Tanto desprecio tampoco cuando luego, a lo mejor, no quería continuar más allá de un beso.

Aquello que sucedía en el microcosmos de un colegio religioso de Madrid, era un reflejo de la sociedad (y sigue siéndolo a día de hoy).

En ella se critica y juzga a las mujeres que son sexualmente activas, una concepción histórica y cultural que nos cosifica clasificándonos en función de esa arcaica idea de la pureza.

Pero, y ahí está el pero, la paradoja, el giro de tuerca, es que los hombres quieren tener sexo con esas mujeres.

Las desean precisamente por ser activas y vivir su sexualidad desde el libre disfrute, lo que se ajusta a las fantasías o expectativas masculinas de tener todos los intercambios que puedan.

Para que puedan tener a la esposa perfecta, necesitan también a la mujer fatal. Cuerpo para dar vida o para dar placer.

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Sobre todo porque son con las que pueden dar rienda suelta a sus deseos, ya que con mujeres conservadoras, como esas a las que tanto apelan en sus vídeos de Tiktok, no van a poder tener sexo hasta después de pasar por el altar.

Es comparable a que todos ven porno, o al menos lo consumen de forma extendida, pero no querrían que su pareja se dedicara a la industria.

¿Se puede cambiar? Me lo pregunto en ocasiones, especialmente cuando veo que las cosas no han cambiado nada en todos los años que han pasado de la doble moral que viví yo misma.

A lo mejor el cambio comienza por dejar de ver el sexo como una conquista, solo para un 50% de la población, y empezar a considerarlo como una experiencia íntima, valiosa en sí misma y placentera en igualdad de condiciones y de derecho para ambos.

Porque mientras ellos sigan siendo aplaudidos por sus conquistas, a nosotras nos seguirán cayendo piedras aunque sean metafóricas en forma de fotos nuestras editadas con IAs para desnudarnos, vídeos sexuales filtrados o los, desgraciadamente habituales, comentarios de «Puta».

Mara Mariño

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Relaciones a prueba de pantallas: ¿las redes sociales y la ficción afectan al romance?

El otro día, al terminar de ver una película sobre un amorío en Sicilia durante un campamento de verano, me notaba especialmente melancólica.

Aquella historia ficticia me había despertado el antojo de romanticismo, algo que no sucede en el día a día de mi relación de pareja.

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Ni en el mío ni en el de la mayoría, quiero decir.

La fase de enamoramiento que nos revoluciona las hormonas y nos lleva a desplegar las mejores tácticas de cortejo, va desapareciendo conforme el vínculo va formándose y la intimidad fortaleciéndose.

El estado normal de una relación de pareja sana es la calma, una calma que a veces -si las condiciones lo permiten- se ve interrumpida por planes fuera de la rutina o escapadas, pero son episodios que se siguen por nuevos episodios de tranquilidad.

Aprender esto es algo que tenemos pendiente interiorizar. Sobre todo cuando vivimos en un mundo en el que los estímulos nos rodean.

Como la película romántica, los vídeos de Tiktok de desconocidos, los reality shows en islas paradisíacas, las canciones que escuchamos sobre hoteles de cinco estrellas y botellas de champán o incluso las fotos de Instagram de amigos, nos pueden llevar a pensar que todos viven en una burbuja de amor y adrenalina y nuestra relación es la excepción.

A eso se le añade el consumismo feroz que parece ser la alternativa siempre que tienes dudas de si estáis demasiado acomodados.

Un taller de cerámica para dos, un concierto a la luz de las velas (eléctricas), entradas para la terraza más exclusiva de la ciudad, el museo de photocalls donde haceros fotos, los calzoncillos con la cara de la otra persona estampada, flores a domicilio…

Todo tipo de cosas que te llegan bien por newsletter, contenido promocionado en redes sociales o incluso un descuento para un parque temático que te ‘regalan’ con tu compra.

Vamos, que podrías pensar ante tanta opción que si tu relación se muere de aburrimiento, es porque tú lo has querido.

Amor también es aburrirse juntos

Y claro que hay parejas que se desenamoran y dejan de querer hacer cosas en compañía de la otra persona y terminan con la relación tarde o temprano.

Pero, por lo general, el aburrimiento es una parte más de estar en una pareja estable.

Como lo es, cuando convives, organizarte con las tareas, agendar cumpleaños y celebraciones familiares y una larga lista de logística que es menos emocionante.

Las noches en el sofá viendo algo en la tele, con el sueño pegado a la pestaña, son mucho más comunes que aquellas en las que exprimes la vida nocturna de la ciudad.

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Para mí el problema es cuando crees que esos primeros tedios son la prueba de que no funcionáis y se pone punto y final para empezar otra historia con otra persona (la prueba de que las expectativas irreales que vienen impuestas se han salido con la suya).

Porque la energía de la nueva relación que arranca, acelera y emociona la maquinaria emocional, se agotará y, como la película del romance siciliano, servirá solo para un rato de suspiros.

En cambio, una vez aceptado que puede haber aburrimiento, se puede desromantizar el romanticismo y alejarse del que solo parece digno de película.

Una nota divertida en la nevera, que te lleve el café a la cama o que vuelva a casa con tu snack favorito también son formas igual de válidas de decir «te quiero».

Mara Mariño

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El sujetador con pezones de Kim Kardashian, ¿un hito feminista o mera sexualización?

Si pensabas que las velas con olor a vagina de Gwyneth Paltrow iban a ser lo más extremo en materia de productos que verías sacar a una famosa, vengo a sorprenderte: Kim Kardashian ha sacado un sujetador con pezones.

Kim Kardashian sujetador con pezones

@kimkardashian

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Las publicaciones con la prenda de lencería se han vuelto virales acumulando varios miles de comentarios y con legiones tanto de defensores como de detractores.

Y, después de tomarme mi tiempo viendo el producto, cómo se ha anunciado en redes y cómo se ha representado, es el momento de aclarar que tiene poco o nada de elemento revolucionario para el feminismo.

Kim ha tirado de la opresión de siempre: la de convertirnos en objetos sexuales y, de paso, lucrarse de ello.

Por lo pronto, la simple idea de poner a la venta un sujetador con pezones ya habla por sí sola, ya que se está haciendo negocio de algo que muchas llevamos años haciendo, ir sin sujetador por comodidad o rebelión política.

Bien porque no nos apetece ir con el pecho apretado, y preferimos llevarlo suelto, o bien porque no consideramos que tenga que tener una forma y altura impuestas.

El sujetador de la celebrity ‘vende’ un tipo de pecho muy concreto: el que tienen casi todas las mujeres de la familia Kardashian, es decir, la apariencia de haber pasado por quirófano.

«Tendrás el lift de una operación de pecho», dicen en su página de Instagram.

Esto no solo resulta bastante hipócrita teniendo en cuenta que utilizan la palabra «natural» en todo lo relacionado con su nuevo lanzamiento -y poca naturalidad hay en un pecho modificado a golpe de bisturí-, sino porque también aumenta la presión estética que ya sentimos sobre nuestro cuerpo y cómo debe ser su aspecto para encajar en los ideales de belleza.

Elimina todos los tipos y formas de pezones que existen ofreciendo una única fisonomía de teta sobre la mesa.

Y, por supuesto, niega una vez más que las tetas no estén bien altas y simétricas. Esta zona del cuerpo suele caer por la gravedad, si nuestro peso varía, le salen estrías y, por lo general, una de ellas siempre es algo más grande que la otra. Esa es la verdadera naturalidad.

 

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El pezón falso del sujetador tampoco se escapa del look cliché, más propio de las mujeres que vemos en videojuegos, que de las que nos rodean en nuestro día a día: la areola no existe y el pezón se asemeja a una naricita de gnomo, pareciendo que siempre está erecto.

Una visión muy estereotipada que además intentan convertir en divertido diciendo que «aunque las temperaturas del planeta están aumentando, tus pezones tendrán el aspecto de que siempre tienes frío».

Con mensajes de este estilo, no es de extrañar que mujeres como Laura Escanes, por ejemplo, hablen de que han pasado por cirugías por ver sus pezones como «demasiado grandes».

Pero, una vez más, se invisibiliza que las tetas caen, los pezones se agrandan por el calor, y no tienen que estar siempre como si no hubiéramos puesto la calefacción en casa.

Y eso sin olvidar que la marca de Kim Kardashian ofrece donar el 10% de las ventas a la asociación 1% for the Planet para ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono, algo bastante irónico teniendo en cuenta que viene de una persona que se mueve con su familia en jet privado y una sola hora de vuelo ya genera toneladas de CO₂.

Es como para pensarlo.

No es el único intento de lavado de cara del producto. Hay quienes han saltado a mediar por la empresaria diciendo que estos sujetadores son ideales para mujeres mastectomizadas.

Que no te cuelen el pinkwashing, el objetivo de esta prenda no ha sido el de pensar en aquellas que han tenido cáncer de mama (que además en España son un 0,04% quienes han pasado por esta intervención), sino en el público en general.

Solo hay que fijarse en los mensajes que aparecen junto a las fotos o incluso en las propias fotos, las modelos posan de manera sugerente, con camisetas mojadas, junto a copys como «haz que te miren», «prepárate para girar cabezas» o «algunos días son duros, pero estos pezones lo son más».

Cero unidades de referencias a las mujeres que están pasando por esa enfermedad o incluso mujeres comentando que se han sometido a esta cirugía afirmando que les va a cambiar la vida.

Lo que sí trasciende, en cambio, es una sexualización descarada de los pezones, que Kim Kardashian pretende hacer pasar por embellecimiento, como cuando ha vendido su maquillaje.

De la misma manera que ya lo ha hecho con pintalabios o sombras de ojos, el mensaje que repite es el de «Vas a verte más guapa con esto».

Mercantilizar el acoso sexual

Sin embargo, lo cierto es que no necesitamos emular lo que ya está en nuestro cuerpo, hombres y mujeres traemos pezones de serie.

De hecho, desde que empezó el #Freethenipple en el año 2012, la lucha que mantenemos las feministas es que, precisamente, a nosotras se nos sexualiza por ir sin sujetador, ya recibimos comentarios obscenos, miradas insistentes o se nos hace abandonar ciertos espacios públicos en el caso de estar amamantando.

El sujetador de Kim no hace más que animar a que esta cosificación continúe, viendo como algo erótico un pezón cuando es simple y llanamente nuestro cuerpo, el cual deberíamos poder vestir como quisiéramos sin que sea sinónimo de que nadie nos tenga que hacer sentir incómodas.

Está mercantilizando algo que nos hace víctimas del acoso diario tanto en persona como en el ámbito digital.

Curiosamente los pezones reales de mujeres desaparecen de la red social a la velocidad del rayo, los pezones falsos de Kim Kardashian campan a sus anchas sin miedo a la censura.

Cabe preguntarse cómo es posible que los pezones masculinos y los pezones de mentira no resulten un problema para el algoritmo, mientras los pezones femeninos sí.

Y mi duda es también por qué siempre somos las mujeres el target de mercado, ya que nadie se plantea hacer un calzoncillo con relleno falso para que parezca que los hombres tienen una erección.

Quizás porque socialmente ellos tienen el privilegio de que no son percibidos como objeto de consumo.

Mara Mariño

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Cuidado con la romantización de los Beckham

Mentiría si no admitiera que me he ventilado el documental de Netflix sobre la trayectoria de David Beckham en menos de 24 horas.

Y no he sido la única. Aquella fiebre que viví de pequeña ha vuelto a desatarse.

Hilos de Twitter con los mejores momentos de la pareja, fotos de ambos de fondo de pantalla por todas partes, reposteos de sus looks de los 2000 en Instagram…

David y Victoria Beckham

@DAVIDBECKHAM

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Pero sobre todo me preocupa la urgencia femenina de tener que categorizar cualquier pareja de celebridades bajo el paraguas de #relationshipgoals, relaciones ideales, a las que aspirar.

La estrategia de David y Victoria es la misma que sigue Leonardo DiCaprio con su vida personal: darnos a entender que estamos al tanto de todo, que nos colamos hasta en los detalles más casuales como que se vuelva viral la ‘pillada’ de que Posh spice no es de clase obrera por el tipo de coche que conducía su padre.

Pero lo cierto es que a lo largo de los episodios vemos una imagen muy cuidada, pensada y, sobre todo, controlada.

Los largos silencios, las miradas huidizas del jugador de fútbol cuando se habla de su etapa en Madrid y sus amoríos, de los que se hizo eco la prensa del momento, son el mejor ejemplo.

Me escribía mi hermano por WhatsApp poco después de ver el documental: «Hay una cosa que no me ha quedado clara, ¿le fue infiel a Victoria? No lo dicen muy claro ni le dedican mucho».

Dio justo en el clavo.

El escándalo a voces que fueron los affaires del deportista aparecen en el documental de manera muy velada. No se habla de cuernos, escarceos o aventuras extramatrimoniales, sino de «historias de la prensa».

La ilusión de la ‘pareja perfecta’

«Keep calm and carry on», el lema inglés de mantener la calma que se creó para la Segunda Guerra Mundial y se volvió filosofía nacional, es el que predomina en este tema tan candente sobre el que se pasa de puntillas, sin confirmar ni desmentir.

Que es también una forma muy hábil de aumentar el misticismo de la pareja: «No sé cómo superamos eso, sinceramente no lo sé», dice un apesadumbrado David a la cámara.

El misterio de la magia de su relación cobra fuerza y da alas al mito romántico de «el amor todo lo puede». Casi 25 años después de su boda, los Beckham lo vuelven a conseguir: son la relación más admirada.

Y yo no entro en cómo David y Victoria gestionaron en su momento sus problemas de pareja, ni en cómo lo han querido contar en un documental cuyo objetivo es engrandecer la leyenda del jugador.

A lo que voy es a apelar el pensamiento crítico de quienes lo hemos visto, especialmente a nosotras, que somos las más predispuestas a romantizar relaciones de pareja que vemos en redes sociales, revistas o programas.

No tengo dudas de que David y Victoria habrán pasado por momentos muy duros, que se habrán planteado ponerle fin a su historia en algún momento y que la maquinaria de control de daños y trabajo en resolución de conflictos, que habrán tenido que poner en marcha para estar donde se encuentran ahora, habrá sido gigantesca.

Nada de eso lo veremos ni sabremos, pero debemos creer que existe y que incluso las parejas que más brillantes nos parecen, tienen sus momentos oscuros.

Porque solo de esa forma conseguiremos entender, cuando estemos en una de esas etapas, que es normal que las relaciones tengan altibajos, que la clave está en involucrarse juntos, en escuchar las necesidades de la otra persona.

Y que, si viene un conflicto, no es sinónimo de que es un amor menos perfecto que el de los Beckham.

Mara Mariño

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