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Escribir a tu ex para felicitarle la Navidad puede no ser tan buena idea como crees

Los villancicos, las luces que decoran las calles, las películas románticas navideñas donde la solitaria protagonista termina cambiándose de ciudad y encontrando el amor verdadero…

Sí, la Navidad es una época romántica porque invita a quedarse en sitios calentitos tomando algo y hablando o en casa compartiendo una manta.

El caldo de cultivo perfecto para que la nostalgia de cuando estabas en pareja te coja con la guardia baja.

Cuando te quieres dar cuenta, estás con el móvil en la mano dándole vueltas a un mensaje para tu ex. Por eso quiero convencerte de que no lo mandes.

chica móvil navidad

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Tu ex no necesita saber de ti, porque de necesitar estar al día de lo que pasa en tu vida (y tú de la suya), no sería tu ex, sería tu amigo.

Así que si ya tiene esa etiqueta, es porque está formando parte de tu pasado y ahí debería quedarse.

Cuando se habla de responsabilidad afectiva es también entender que, recibir un mensaje así, por mucho que creas que solo tiene buenos deseos, tiene un impacto en la otra persona que no conoces.

Por lo pronto, un inocente «Que pases unas felices fiestas», puede afectar a su bienestar emocional y al tuyo (si no sabes cómo se lo va a tomar).

Lo que te deja en una situación de ansiedad anticipatoria que podrías haberte ahorrado.

Y es que este tipo de tomas de contacto, pueden reabrir emociones no resueltas o heridas sin sanar (¿a quién no se le ha acelerado el pulso viendo el nombre de esa persona del pasado en la pantalla?).

Es algo que reinterfiere en el proceso de superación si una de las dos personas no ha pasado página, aunque también puede suceder incluso habiendo cerrado el capítulo.

Aunque solo pongas «Feliz Navidad, espero que todo bien», escribir es, en sí mismo, un acto que puede provocar confusión, ya que tú puedes tener claro que solo querías felicitar las fiestas, pero puede dar pie a que se piense que intentas reconciliarte y estás utilizando el periodo navideño como excusa.

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O incluso que pueda interpretarse como falsa amabilidad, ya que el mensaje estaría motivado solo por la navidad y no por razones genuinas.

Si tu ex ha dejado claro (verbal o por acciones como dejarte de contestar en cierto punto) que no quiere saber de ti, mandar un mensaje es una manera de violar los límites establecidos.

Porque por mucho que te crees expectativas más o menos realistas, de que te va a contestar y todo va a estar bien, pueden no suceder.

Así que, con todo esto, ¿aún quieres exponerte a ello?

Me gustó mucho un consejo que dio María Esclapez en su podcast sobre superar el duelo que también se puede aplicar a este caso.

Si tienes muchas ganas de contactar o echas en falta a la otra persona, piensa en él o ella y mándale cariño mentalmente.

Deséale que esté bien, dedica unos segundos a llenarte de esa buena energía, de ese aprecio que sientes, y déjalo correr imaginando que se lo envías por el aire.

Deberías centrarte en disfrutar con las personas del presente, son tiempos para estar pendiente de la familia y amigos cercanos, todo lo que te distraiga de cenar con tu abuela -por poner un ejemplo-, es ruido.

Y la tranquilidad de no darle vueltas a momentos o personas que no van a volver, es el mejor autorregalo que puedes hacerte.

Mara Mariño

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Puede que te estén haciendo «Summer shading» sin darte cuenta

El verano es la estación de tener aventuras románticas inesperadas o de dejar todo en pausa, hasta el regreso después de las vacaciones, si habías empezado a verte con alguien.

Y hay ocasiones en las que estas situaciones son las dos caras de la misma moneda, lo que se conoce como summer shading.

Chico teléfono móvil

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El summer shading vendría a ser un tipo de ghosting más específico de esta época del año, porque comparte la falta de responsabilidad hacia la otra persona así como dejar de estar disponible para hablar o verse hasta el fin de las vacaciones.

Aunque una buena manera de resumirlo sería que es poner los matches potenciales en espera durante los meses de verano.

Un comportamiento que viene a ser lo contrario de lo que pasa en Navidad, cuando la gente quiere quedarse en casa con pareja aprovechando la temporada de edredón y manta.

Puedes identificar el summer shading cuando una de las dos personas se empieza a distanciar.

De repente tiene compromisos, eventos, viajes y todo tipo de planes típicos de la agenda vacacional a los que no puede faltar, porque ya ha prometido asistir.

Resulta una forma sutil de dejar en buenos términos a la otra persona en el banquillo sin terminar de esclarecer la situación.

El motivo, claro, es la probabilidad de conocer a otras personas y que surjan posibles amores de verano durante esos meses, pudiendo hacer lo que da la gana sin ningún tipo de remordimiento al respecto.

Además, al empatizar con el lío que supone organizar los viajes, maletas etc, la víctima del summer shading tiende a no pedir explicaciones para no agobiar todavía más.

De ahí que se justifique y normalice que haya menos comunicación (“es que no llevo el móvil a la playa”), si cancela un plan (“me caigo de sueño por el jet lag, lo dejamos para otra?”) y que haya más distancia física y emocional.

Estando sin la motivación inicial de haberos conocido y estar viéndoos con frecuencia, ¿cómo sacar la conversación del “qué somos”?

Pero, por otro lado, para compensar la desaparición, de una forma o de otra te ha hecho entender que cuando pasen estos meses, volveréis a veros y hablar como antes.

No es que no quiera, es que ahora no puede.

¿Qué puedo hacer si lo estoy viviendo?

Así como hay quien puede sentir agobio por no querer esperar, también habrá a quien le dé más igual y aproveche los meses de verano para lo mismo: disfrutar.

Lo importante es valorar si estáis en la misma página. ¿El verano es carta blanca? Genial.

¿Sientes que el summer shading te está haciendo daño? Quizás hay que terminar.

En la conversación no pueden faltar las expectativas que tenéis: qué os encaja ahora mismo y qué no.

Y si la otra persona no quiere mayor compromiso en este momento, lo cual está en todo su derecho, al menos que seas consciente y puedas tomar la decisión de si esperas a la vuelta del verano o no.

Pero no que pases unos meses de agonía preguntándote qué has hecho mal o por qué han cambiado las cosas, cuando lo que ha pasado es que te han dejado en pausa con la excusa de las vacaciones de verano.

Mara Mariño

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No, el poliamor no va a terminar con la monogamia: nos lo confirma una socióloga

A día de hoy, casi todos tenemos a alguien en nuestro entorno que está en una relación no monógama (del tipo que sea).

Es más, quienes nos decantamos por estar solo con una persona, podemos incluso llegar a sentirnos ‘raros’ por nuestra elección.

poliamor

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Pero no es que la monogamia esté destinada a desaparecer, simplemente que cada vez hay menos prejuicios en la manera en la que construimos nuestros vínculos.

Para profundizar en ello, una charlita con la socióloga Cecilia Bizzotto, me ayuda a entender muchas cosas (y puede que a ti también).

Y es que la experta es portavoz de JOYclub España, una plataforma que busca crear una comunidad online liberal y también organiza eventos para que sus miembros se conozcan.

Según Cecilia «gracias a las luchas feministas y el activismo no-monógamo, cada vez más orientaciones relacionales son válidas».

«En la actualidad, las relaciones poliamorosas o sexualmente abiertas están mejor consideradas que antes, hay más recursos disponibles y es más fácil aprender a vincularse de manera distinta a la monogamia».

«Esto no significa que ahora todo el mundo se vaya a volver poliamoroso y que la monogamia se vaya a extinguir de la noche a la mañana, sino que podemos elegir más cómo queremos vivir nuestros vínculos sexoafectivos, de manera consciente e informada y sin ser (tan) juzgadas».

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Pero claro, para quienes no están muy puestos en el tema poliamoroso, parece que la palabra solo tiene un sinónimo: promiscuidad.

Uno de los mitos que Cecilia desmiente: «poliamar no implica (solo) acostarse con más gente, sino abrir la puerta a experimentar más vínculos afectivos. Eso implica más cuidados, más responsabilidad afectiva, mejor gestión de los tiempos, trabajo emocional… No solo follar».

«De hecho, una broma que corre por estos ambientes es que cuando eres poliamorosa no follas mucho, hablas mucho».

«A esas personas les diría que se informen de las diferencias entre los términos antes de juzgarlos. Y que se replanteen por qué les causa incomodidad la (presunta) promiscuidad ajena».

Divulgación del poliamor

A esta apertura han contribuido también las obras de ficción. Las series -uno de los últimos ejemplos es Machos Alfa– son algunas de las que sacan las nuevas formas de relacionarse en sus tramas.

«Hay algunas propuestas buenas, aunque la verdad es que lo poco que he visto en el cine, es bastante desacertado y lleno de topicazos».

«Muchas veces se confunden términos, se hipersexualiza esta orientación, se redunda en mitos absurdos, se reflejan estereotipos sobre las relaciones abiertas e incluso los clásicos típicos de género…», afirma la socióloga.

No es la única forma de ‘normalizar’ el poliamor. «Divulgación, estudios científicos de lo social, la naturalización de la sexualidad, la creciente crítica contra el patriarcado y el amor romántico, el fácil acceso a la información veraz y de calidad, el crecimiento de grupos de poliamor en diversas localidades de España…», son otras maneras a través de las que, según Cecilia, estamos alcanzando una mayor libertad afectiva y sexual.

Especialmente en España, país donde, según la experta, somos «más críticas con el sistema monógamo, por lo que diría que la visibilidad de las relaciones no-monógamas (no solo el poliamor) están cogiendo fuerza».

Si lo que ha comentado Cecilia Bizzotto te produce curiosidad, también ha dejado una lista de libros con los que puedes profundizar sobre el tema, además de la revista de JOYclub donde hacen entrevistas con terapeutas y expertas en la materia:

Ética Promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy.
Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo, de Sandra Bravo.
Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, de Brigitte Vasallo.

Y en cuanto a podcast:
Esas cosas del follar, de Beatriz Cerezo y Lionel Delgado.
Dónde estás corazón, de Alba Centauri.

Mara Mariño

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Acostarte con el ex de tu amiga: ¿de verdad es una falta de respeto?

Hace una semana, una seguidora me preguntaba por Instagram (que si no me sigues aún, deberías hacerlo) que si había escrito algo sobre tener sexo con el ex de una amiga.

Supongo que no tenía muy claro hasta qué punto era correcto hacerlo y pregunté al resto de seguidores cómo veían la situación.

La gran mayoría se oponía por completo diciendo que era una falta de respeto hacia los amigos.

pareja sexo

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«Uf, mucho lío», «Mi amiga vale más que un polvo», «No sería capaz», «Es raro», «Hay algo que se rompe», «Está feo»…

Pero, ¿en serio es tan tremendo?

En mi opinión -y desde ahora hasta que acabe el artículo, te animo a que me lleves la contraria- las personas no somos posesiones.

Es decir, tener una relación de pareja no nos convierte en una propiedad ni significa que ‘adquiramos’ a alguien.

Lo que sí podemos es compartir una serie de afectos e intimidad durante una etapa de nuestra vida, sentimientos que se deben trabajar también cuando esa historia llega a su fin pasando a otro plano.

Concebir a las personas que están pasando o han pasado por nuestra vida como ‘nuestras’ es una ilusión porque somos libres.

El sexo es un acto compartido más de disfrute que no tiene por qué ir acompañado de todo ese despliegue sentimental a la hora de tener un encuentro físico.

Que puede ser un polvo y ya está.

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Lo que sí me parece imprescindible es saber en qué punto está la persona con la que mantenemos amistad.

¿Ha pasado página del todo o todavía siente algo? Si es algo que le va a generar dolor, se debe sopesar si es el mejor momento de hacerlo o se puede esperar.

Para llegar a toda esta información, nada como sentarse a hablar con esa persona y conocer si para ella su ex es un límite.

Y la razón del límite, en el caso de que sea afirmativa la respuesta.

Entiendo que aquí pueden entrar los celos o inseguridades, pero sigue siendo un trabajo que debe hacer la amiga o el amigo.

Porque si el malestar que le puede causar se debe a que considera que su ex pareja es intocable, no estaría de más hacerle entender que somos independientes y podemos tomar las decisiones que queramos.

Le he dado muchas vueltas al tema desde que me lanzó la pregunta.

Pensando en mi última pareja (con quien estuve casi 6 años), es guapo, simpático y cariñoso, podría entender que le resultara atractivo a una amiga y saltara la chispa entre ellos.

Si conmigo la cosa no funcionó, y ya hemos rehecho nuestras vidas, él puede hacer lo que quiera. Al igual que mi amiga.

Serían dos adultos sintiendo deseo el uno por el otro. Y yo no sería nadie para inmiscuirme entre ellos en el nombre de un amor que ya se apagó.

Me gustaría saberlo de la misma manera que me gusta saber otras aventuras de mi amiga. Pero en ningún caso sentiría que debo darle ‘permiso’ para hacerlo.

Creo firmemente que se pueden compartir momentos muy placenteros con quien menos lo esperas.

Y cerrarle la puerta porque tiene el título de ‘ex de’ es una pena.

Mara Mariño

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Por qué te enganchas tanto a quien pasa de ti (según la psicología)

Que levante la mano quien nunca ha estado detrás de una persona que parecía dar señales intermitentes.

Hoy le interesas, mañana te ignora por WhatsApp, pasado vuelve a la carga, al día siguiente hace como si no existieras y, de repente, te propone quedar y veros.

chico móvil

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Estas idas y venidas son lo que se podría considerar por los expertos en psicología un refuerzo intermitente.

Aunque en el mundo de las citas le hemos puesto un sinfín de nombres en inglés porque siempre queda más guay (o eso pensamos).

Es lo que explica los fenómenos de benching (estar en el banquillo), breadscrumbing (dar pequeñas muestras de afecto o atención que, a modo de miguitas de pan, animan a ‘seguir sus pasos’) y, por supuesto, el famoso ghosting.

El rey de los desplantes consiste en que la otra persona desaparece de tu vida de un día para otro, sin dar ninguna explicación, y después vuelve como si nada.

En definitiva, son todos los comportamientos que reproduce alguien que no se va del todo, pero tampoco se quiere quedar a intentar tener algo más.

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Y, aunque nos cueste admitirlo -porque cada vez tenemos más herramientas para afrontar estas situaciones-, tendemos a engancharnos a quien nos trata así.

No es que seamos masoquistas cuando a la quinta vez que nos hacen lo mismo, sigamos ahí, a la espera de una sexta.

Es que biológicamente esa intermitencia nos genera adicción.

Todo viene al experimento que hizo Skinner (el psicólogo, no el director de los Simpson) con unas ratas.

Estas tenían que pulsar una palanca y, en ocasiones recibían comida y en otras no, pero era de manera aleatoria.

Así que los roedores se veían pegados a la palanca pulsándolo una y otra vez a ver si había suerte, por lo que el nuevo elemento condicionó su comportamiento.

¿Te suena familiar?

La golosina, en nuestro caso, sería que te va a prestar atención, dar conversación, dedicarte un rato para quedar…

Por eso, en cuanto el trato cambia y entramos en una fase más fría o distante por su parte, quedamos a la espera y estamos con una predisposición positiva si vuelve a tratarnos de esa forma, sin perder la esperanza.

Siempre confiando en que, en alguna de las ocasiones que respondemos su historia y nos quedamos en ‘Visto’, contestará. Porque hemos aprendido que ya ha sucedido en el pasado, solo que no sabemos cuándo.

La promesa de que ya hemos tenido ese interés en algún momento -y puede volver cuando menos lo esperemos- es el mejor incentivo.

Pero, a diferencia de las ratas, tenemos algo que nos distingue.

Los pobres animalitos de Skinner estaban en una jaula. Destinados a participar cada día en sus experimentos psicológicos.

Su única opción era la de pulsar la palanca bajo la atenta mirada del experto, sin ninguna otra alternativa que la de esperar su premio.

Tú no.

Lo que te mereces es una persona que se quede porque se quiere quedar, que te muestre un interés constante, que te respete, que valide tus emociones, que te dé estabilidad mental, cariño constante y no ande descolocándote con idas y venidas.

Tienes la libertad de, ahora que te sabes la teoría y puedes identificar cuando te están haciendo caso a momentos, decidir que te vas, que ‘sales’ del experimento y te quedas donde (o con quien) el buen trato no cambie a la velocidad de un parpadeo.

Puede que hayas caído en el ‘condicionamiento’ de tu crush, pero ponerle fin es tu elección.

Mara Mariño

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A ti, que te hicieron pensar que era malo ser ‘intensa’

Si lees esto es porque te ha pasado como a mí, que te has planteado si te pasas de intensa.

No necesitas que nadie te lo diga a la cara, basta conque hagas un poco de reflexión sobre el fin de muchas historias que te han sucedido para que llegues a la conclusión de que puedes resultar abrumadora.

Especialmente a quien te gustaba mucho. Pero déjame decirte algo, no eres tú el problema.

mujer confianza intensa

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En el mundo de la apatía, de desaparecer de la vida de otra persona dejando de contestar, en el que no puedes pedir explicaciones ni llamar a las cosas por su nombre -aunque lo sean-, enfrentarse a las emociones reales asusta.

Y es la gente como tú la que se sale de esa norma extendida de indiferencia hacia todo.

Por eso ser intensa no solo se ve como algo malo, sino para algunos, una razón más que de peso para dejar de relacionarse contigo.

«¿Qué pasó? Se os veía muy bien juntos». «Es que ella era demasiado intensa». Como si lo raro fuera tener emociones en vez de desvincularse siempre de ellas.

Y es porque expresar el cariño, el afecto, querer que las cosas avancen, comprometerse, da miedo a quien no está preparado para esas cosas.

Así que en vez de dar un paso al frente y comentar esa inseguridad que se tiene de no estar a la altura de las necesidades afectivas, es probable que coja la puerta de atrás viendo que tú tienes las cosas claras y las vives con vehemencia, con fuerza, con intensidad.

Pero déjame que te diga también que no deberías cambiar.

Que tienes todo el derecho a sentir y compartirlo, no a que se queden solo en tu cabeza con la esperanza de que, callada y siendo discreta, complaciente y viviendo con el corazón a medias, vais a funcionar.

No deberías flaquear ni dudar de ti porque te diga que eres demasiado intensa, que te llegan los sentimientos demasiado deprisa, porque así eres tú.

No eres demasiado por tener respuestas emocionales normales de reír, llorar o enfadarte si te dan razones. No hay nada erróneo en que le digas que contigo no se puede comportar como un capullo si es lo que está haciendo.

Y mucho menos controlarte para evitar que se ‘asuste’, que le entren los sudores fríos, el miedo al compromiso, las excusas malas, la falta de responsabilidad afectiva…

Porque no es que tú seas intensa, es que la otra persona se te queda corta.

Mara Mariño

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Tu ex no tiene por qué tener responsabilidad afectiva

Estuve con mi última expareja varios años. Los suficientes como para conocerle de todas las formas y maneras.

Para saber su plato favorito, la lista de Spotify que más se ponía en la ducha o la travesura de su infancia que más le avergonzaba.

Y él también me tenía aprendida, por supuesto.

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Quizás por eso, cuando la relación se acabó, no me entraba en la cabeza que, sabiendo tan bien cómo soy, actuara de la forma que lo hizo.

Que no moviera ficha, buscara soluciones o intentara que la situación no llegara al punto que lo hizo.

Tampoco entendí que, después, no quisiera mantener una amistad cuando era algo que él había pedido en un principio.

O que, por primera vez, empezara a dejarme en visto, con mensajes sin contestar, hasta el punto de comportarse como si no existiera.

Aquello me hacía daño de una forma de la que él era consciente. Quizás por todo lo que habíamos pasado.

A lo mejor porque las personas que nos han hecho palpitar siempre van a tener la capacidad de tocarnos más la fibra sensible.

Qué más da.

Lo que no me cabía en la cabeza era que lo permitiera. Que pudiera desembarazarse así de mí como cuando dejas de hablarle al match de Tinder que se pone demasiado intenso.

Fue algo que entendí hace poco, cuando me crucé con la clásica foto de Instagram de una cuenta de psicología.

Mi ex ya no tenía un vínculo emocional conmigo y por tanto no tenía por qué tener responsabilidad afectiva.

Escucharme, tener en cuenta mis sentimientos o acompañarme en el proceso eran una serie de privilegios emocionales que, en el momento que había puesto fin a la relación, no tenía por qué recibir.

Yo esperaba por su parte una reacción hacia mí como si siguiera siendo mi pareja, pensando en aquello que habíamos vivido previamente y el cariño que podíamos seguir teniéndonos.

Lo cierto es que la situación actual, el cambio en la relación hasta el punto de disolverla, invalidaba cualquier tipo de exigencia.

Es difícil y sufrido encajarlo, sobre todo cuando viene por parte de alguien que ha sido tanto.

Pero no quita en que hay que hacer ese esfuerzo titánico en comprender que si se ha acabado, se ha acabado. Todo.

Duquesa Doslabios.

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