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Lactancia erótica y el dilema sobre el consumo de fluidos

No fue hasta el año 2013 cuando sadismo y masoquismo dejaron de ser consideradas trastornos mentales.

Siguiendo su estela, otras tantas preferencias sexuales entraban en esa categoría en vez de ser reconocidas como variantes de la sexualidad humana.

Gracias a ello, el amplio abanico de deseos ha visto la luz y se han popularizado fetichismos que estaban al margen de lo normativo.

madre bebé biberón

PEXELS

A partir de ese cambio en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, todo lo que se dé en un contexto consensuado y seguro es aceptable.

La línea queda trazada en aquello que pueda causar malestar a la persona o a otros (de ahí que la pedofilia, por poner un ejemplo, no pueda incluirse en esta categoría).

Pero que algo suceda porque está aceptado y su experiencia no se estigmatice, no significa que sea ético, que es lo que veo que sucede con la lactancia erótica.

Esta consiste desde el simple contacto con los pechos hasta la ingesta de la leche materna, y puede tener connotaciones de sumisión, dominación o intimidad entre los participantes.

Y, como denunciaba Barbijaputa en uno de los últimos episodios de su podcast, el problema de esta práctica es que ha encontrado un campo del que apoderarse: las webs de venta o donación de leche materna.

Esas reservas de leche, que estaban destinadas para madres que no pueden dar el pecho, se convierten en objeto de deseo de fetichistas que quieren practicar la lactancia erótica.

Y aunque no tengo nada en contra de fantasear, o incluso realizar el deseo de tomar leche materna, creo que hay una diferencia masiva en la manera de llevarlo a cabo.

Porque una cosa es hacerlo desde el deseo de ambas partes o con tu pareja, algo que ya mencionó Henar Álvarez en su cómic La mala leche.

Y otra desde ponerlo en práctica a escondidas, desde el engaño, violando la confianza e integridad de quienes la ofrecen con la intención de que otras personas puedan alimentar a sus hijos.

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Lo suyo sería que buscaran formas éticas y consensuadas de explorar sus fantasías, respetando los límites y derechos de los demás.

Por otro lado, no puedo quitarme de la cabeza hasta qué punto llega el consumo del cuerpo de las mujeres gracias al capitalismo.

Da igual que tu pareja no esté en periodo de lactancia o que no tengas pareja, siempre tendrás a tu disposición una bolsa de leche para tu uso y disfrute.

A la inversa, este negocio ni existe, ni se le espera. No hay mujeres registradas en webs donde hombres venden fluidos como sudor, pis o heces.

Es más, la entrevistada en el podcast de Barbijaputa sobre este tipo de comercio, comentaba que también le habían llegado a pedir uñas de los pies.

Lo único que parece claro es que para ‘venderte’, ya sea a través de fotos, vídeos, leche materna o restos humanos, si eres mujer, siempre vas a tener mercado.

Mara Mariño

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WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

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Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

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¿Por qué no hay mujeres exhibicionistas?

Hace unos días me encontraba un vídeo del monólogo de la cómica Silvia Sparks -a la que por cierto, deberíais ver en directo haciendo su show-, en el que preguntaba si alguna vez habíamos caído en que no hay mujeres exhibicionistas.

mujer gabardina exhibicionista

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De verdad que fue escuchar esa frase y aquello me desbloqueó varios recuerdos.

Como que, cuando sale el tema con amigas, de alguien siguiéndonos a casa, acercándose en su coche, encontrándose de frente en una calle, y enseñando los genitales o incluso masturbándose delante, siempre había sido un hombre.

Y nosotras, tanto menores como mayores de edad, pero con el común denominador de estar solas o acompañadas de una amiga.

Aunque el exhibicionismo, se califica como parafilia, creo que es una nomenclatura a la que tendríamos que dar una vuelta, ya que se trata de una práctica sexual no consentida, que en su mayoría ejercen los hombres.

Haciendo la comparativa es como si empezamos a tratar las violaciones de fetichismos en vez de agresiones sexuales.

Pero volviendo al monólogo humorístico, cabe darle una vuelta a los motivos detrás de esa diferencia entre el género de los exhibicionistas.

Es inevitable analizar la sociedad en la que nos encontramos en la figura del exhibicionista. Porque, por un lado, la exhibición nunca es de las nalgas o los pectorales, sino del pene.

Que sea del pene es porque, quien lo ejerce, exhibe lo que culturalmente es la muestra de la sexualidad masculina, un símbolo que históricamente se ha relacionado con el poder y la virilidad.

Esto está intrínsecamente relacionado con el rol del hombre en la sociedad, quien se siente en la posición de ejercer su poder y solo a través de ello logra la excitación.

La satisfacción es la de haber hecho eso sin el consentimiento de la otra persona, solo con su voluntad de por medio.

El exhibicionista es exhibicionista cuando la otra persona no quiere verlo. Si hay deseo de ver desnudo a la otra apersona, estamos ante un acto sexual libre, consentido y deseado.

¿Sirve de algo denunciar el exhibicionismo?

Cualquier mujer que haya sido víctima del exhibicionismo podrá concordar en que, aunque no haya habido contacto físico, sigue habiéndolo sentido como una agresión porque, a fin de cuentas, es participar en un acto sexual no consentido.

Sin embargo, el Código Penal no refleja este tipo de agresiones, a no ser que se haya realizado ante menores de edad o personas con discapacidad.

El problema es que esta sigue siendo un acto que además de seguir realizándose (durante la pandemia incluso se volvió más difícil de perseguir por el uso de mascarillas) ha saltado a Internet.

En nuestra cabeza rápidamente dibujamos a ese hombre sin cara con una gabardina larga cuando hablamos del exhibicionista, independientemente de que sean personas que trabajan en la tienda del barrio, vayan vestidas con un anorak corto o alguien que lleva un chándal.

Lo cierto es que estamos mucho más familiarizadas con el exhibicionista 2.0, que es el que te manda una foto de sus partes en cualquier momento.

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Y, como el exhibicionista analógico, comparte que logra excitarse con el hecho de tener el poder de enfadar, asustar o molestar.

De hecho ahí radica que se considere una agresión, porque, si nos ponemos a analizar un poco cómo nos excitamos las mujeres, ver unos genitales no suele entrar en el top de la lista.

Y no solo eso, sino que la desigualdad en la sexualidad entre hombres y mujeres queda aún más evidente cuando, contando este problema, hay quien te dice que le encantaría recibir fotos de tetas.

Con la diferencia de que para ellos, protagonistas en un mundo donde no son cosificados ni expuestos ni corren el riesgo de recibir acoso o ser despedidos por la filtración de sus imágenes íntimas o lleguen al punto de plantearse el suicidio, recibir esas fotos es algo deseable.

Para nosotras, algo asqueroso y hasta amenazante.

Lo más sorprendente es que, si el exhibicionismo continúa dándose (y más de uno sigue mandando sin parar la foto de su dedo gordo sin uña) es por la falta de consecuencias.

Y no hablo solo de que quizás muchas de nosotras ni supiéramos que es algo que podíamos denunciar -yo personalmente me he enterado haciendo este artículo-, sino también porque no se tome en serio ni entre en el Código Penal.

Pero mientras añadimos esto a la lista de reivindicaciones que harían de la sociedad un lugar más seguro para las mujeres, es el momento de concienciar de la importancia de tomar cartas en el asunto.

Por eso es tan importante que recuerdes que tanto vivirlo en persona como recibir una imagen no solicitada es una infracción de exhibicionismo del artículo 37.5 de la Ley de Seguridad Ciudadana, por lo que puedes denunciarlo y se puede multar con 600 euros.

Que igual, si le llegan unas cuantas, se le pasan las ganas de seguir difundiendo su entrepierna (y si sigue haciéndolo, ya es ciberacoso que sí está penado con prisión).

Mara Mariño

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Que tu fetichismo sea motivo de placer y no de vergüenza

Hace unos días me llegaba un mensaje a Instagram. Un seguidor me contaba que había descubierto que algo poco común le excitaba.

Me preguntaba si era normal.

fetichismo

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Aunque no voy a entrar en lo que trataba su nuevo gusto por respeto a su intimidad, él me lo escribía diciéndome que sentía vergüenza de contárselo a alguien.

Que no sabía si era algo de lo que tenía que preocuparse.

Puede que fuera porque era algo que no había visto en Cincuenta sombras de Grey, que nos ha hecho pensar en el BDSM como un fetichismo mainstream y bien visto.

Casi parece que todo lo que se salga de cuero negro, esposas o lencería fina es demasiado atípico.

Pero sobre cosas que nos excitan, no hay nada escrito. Es algo que llega hasta donde nos pongamos a investigar, ya que viene de la curiosidad de explorar otros terrenos siguiendo la línea del placer.

Además, si algo positivo tienen los fetichismos -los de película popular y los menos conocidos-, es el poder de aumentar nuestro repertorio sexual.

Y, si se tratan de algo tan beneficioso, ¿por qué, como mi seguidor, hay quienes lo viven con bochorno?

Otra explicación, además de la de que parece que nos movamos entre modas sexuales, es que somos muy rápidos en juzgar lo que no entendemos ni experimentamos.

Si criticamos al primo vegetariano en cada comida familiar, ¿cómo vamos a aceptar algo tan íntimo y que nos suena tan raro como es que a alguien le guste quedar colgado en el aire mediante cuerdas de yute, por poner un ejemplo?

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Nos falta ser más tolerantes cuando se trata de las apetencias de los demás. Lo que no significa que tengan que gustarnos obligatoriamente.

Ya lo decía Valérie Tasso en una entrevista hace unos meses, «El fetichismo no tiene por qué gustar a todo el mundo. Si no me gusta el arroz, no voy a pensar que toda la gente que come arroz es ‘rarita’, ¿verdad?».

A eso le podemos sumar que, históricamente, tener gustos diferentes se había asociado con problemas mentales, todos o casi la mayoría de ellos.

Además, cosas que antes podían estar socialmente aceptadas como el hecho de que se dieran matrimonios en una misma familia (y por tanto relaciones sexuales), se ha convertido ahora en una de las categorías eróticas de las páginas web de pornografía peor vistas.

Son otros tiempos y los gustos íntimos van evolucionando junto a ellos. Así que no parece extraño pensar porqué aún hay vergüenza alrededor de los fetichismos.

Por suerte, estamos en un contexto histórico y social más abierto de miras que cualquier otro anteriormente.

Creo que más que pensar en si lo que nos gusta es o no normal, deberíamos centrar el foco en cómo integrarlo con nuestra pareja, por eso mi consejo fue que se animara a probarlo más adelante en compañía.

Comentándolo primero, claro. Mientras haya consentimiento y respeto entre las dos personas (o las que sean), da igual lo que hagamos entre las sábanas.

Así que, como a mi seguidor, te animo a que expreses tu sexualidad de la manera que tú quieras, sin caer en estereotipos o buscar qué es lo más ‘normal’.

Y te recomiendo que lo hagas ya, es el trabajo de toda una vida y nunca es tarde para empezar.

Mara Mariño

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5 podcast de sexo para este verano (o cuando quieras)

Ahí va un dato que no sabías de mí: lo paso fatal en los aviones. Es entrar a la cabina y agobiarme. Del momento del despegue ya ni hablamos. Entre el zarandeo, la velocidad, el miedo a volar y el ruido, solo pienso en escapar.

chica placer

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Así que una amiga me recomendó para el miedo a volar ponerme música durante el vuelo. Hice el cambio por los podcast y las cosas entre los aviones y yo van mucho mejor, tengo que admitirlo.

No sé si es el hecho de escuchar voces conocidas o que siempre tiro por temas que me interesan, pero consigo alejarme de todo.

¿Y por qué tipo de podcast tiro? Pues, como imaginarás, los de sexo están entre mis favoritos.

Así que tengas o no miedo a volar, o simplemente estés en busca y captura de podcast que te acompañen a todo, he querido compartir algunos de mis últimos descubrimientos.

Estos son cinco de los que he escuchado recientemente y, cada uno por unas cosas y otras, merecen que les des una oportunidad este verano:

  1. Macho Alfalfa: ¿quieres zambullirte en lo que es ser un hombre español heterosexual? Este podcast es para las que no sabíamos que nuestros compañeros del colegio se masturbaban juntos de pequeños, pero poniendo los cojines en el sofá a modo de biombos. Esta puerta a la mente masculina que abren Raúl (@masculinidadsbersiva) y Guillermo (@damepistachos) es un poco escatológica, pero si disfrutas de ese tipo de humor -como es mi caso-, te va a encantar.
  2. Los relatos de Bantia: una noche con sorpresa en un hotel es a donde te llevarán los audiorelatos eróticos de Bantia. Si tienes entre 20 minutos y media hora, cierra los ojos y piérdete en las historias de los clientes que pasan por el establecimiento de una protagonista que se encarga de que la experiencia de sus visitantes sea más que satisfactoria. El único spoiler que te voy a hacer es que te costará mantener las manos alejadas de tu cuerpo mientras lo escuchas.
  3. Spank U, next: el lugar donde descubrirás todo (pero todo) sobre el BDSM. Es perfecto si quieres entrar en el mundillo -y no sabes ni por dónde empezar- o convertirte en la persona más experta. Tienes historias, entrevistas y un sinfín de información que harán que Anna y Gregor se conviertan en tus maestros del fetiche. Además te va a venir de maravilla para repasar el inglés y mantenerlo en forma durante el verano (nunca sabes cuándo vas a necesitar decirle a alguien «Get on your knees»).
  4. X preguntas: quien ha salido de fiesta con Daniela Requena (@danielasirena3), sabe que tiene anécdotas picantes para rato. Pero, a falta de poder quedar con ella en vivo y en directo, su podcast hace el apaño. Es una de las novedades de Spotify y precisamente busca lo que su propio título indica, darle visibilidad a esas historias algo más peculiares (o incluso incómodas) que nos han podido pasar estando en compañía. ¿Lo mejor? La naturalidad con la que nos anima a enfrentarnos a la vergüenza que pueda aparecer en momentos íntimos.
  5. La revolución del placer: el punto más formativo sobre sexualidad femenina corre a cargo de Irasema y Fabiola. Hablan del romanticismo, la masturbación, el aborto, la maternidad o el gaslighting desde una perspectiva feminista. Especialmente recomendable si todavía estás un poco verde en cuanto a conocerte a ti misma, quieres empezar a ver las cosas con las gafas de color violeta o, sencillamente, empoderarte (más).

Mara Mariño

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¿Sabías que todos, en mayor o menor medida, somos fetichistas?

Fui a un colegio de monjas, así que el pudor por el sexo era algo normal en mi vida.

Piensa que venía de un entorno en el que, si un chico te tocaba el pecho, ya eras bautizada como ‘la guarra’ del grupo.

esposas mano

UNSPLASH

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Así que, ¿cómo no llevarme esa mochila emocional conmigo cuando empecé a tener sexo?

Ya ni hablamos de lo que se saliera de las relaciones más convencionales. La vida más allá del misionero era un misterio.

Por suerte, me puse las pilas rápido en cuanto dejé atrás esa etapa de mi vida. No había tiempo que perder, quería experimentar a ver qué era lo que iba conmigo.

Y había tanto por probar…

Quizás por esa razón fue tan sencillo animarme a descubrir lo que, hasta ese momento, había estado prohibido.

También Valérie Tasso, que es sexóloga, escritora y Embajadora de LELO en España (podéis seguir sus pasos virtuales en Instagram @valerietasso69) me explica otra buena razón por la que cogí el cambio con tantas ganas: «Nos han vendido durante siglos un modelo de sexualidad que sólo implicaba los genitales y cuya práctica estrella era el coito».

«Todo lo que se salía de este modelo se consideraba como una perversión, una desviación, porque estaba en manos de la Psiquiatría y esta se encargó de hacer un decálogo de todo lo que se salía de la norma (el sexo como algo reproductivo)», declara la sexóloga.

«Y si bien ahora se visibilizan más tipos de fetichismos, todavía a día de hoy, se sigue viendo como algo ‘rarito’. Basta ver cómo define la RAE al fetichismo que lo considera socialmente ‘negativo o inmoral’«, destaca Valérie.

Sin embargo, es una erótica más: «Es la atracción erótica por una o varias partes del cuerpo como por ejemplo los pies o el ombligo, e incluso hacia objetos o imágenes (zapatos de tacón, globos, medias, tatuajes, por dar sólo algunos ejemplos)».

Como ella misma afirma, «todos, en mayor o menor medida, somos fetichistas. Y algunos también tenemos relaciones eróticas ‘convencionales’. El fetichismo pone un poco de pimienta a nuestras interacciones y es necesario verlo como tal. Como un aderezo a un plato culinario».

El problema de ver esta atracción erótica como algo raro, genera malestar y supone un impedimento a la hora de vivir nuestra sexualidad de manera libre.

(Aunque eso sí, si te pone que te llamen «pervertido» o «pervertida», puede que estés ante tu fetiche).

¿Significa eso que absolutamente cada persona tiene que encontrar la particularidad sexual que le ponga especialmente? Para nada.

«El fetichismo en general no tiene por qué gustar a todo el mundo. Pero no por eso tiene que ser demonizado ni rechazado como algo inmoral. Si no me gusta el arroz, no voy a pensar que toda la gente que come arroz es ‘rarita’, ¿verdad?», reflexiona la sexóloga.

«El desconocimiento hace estragos y genera tópicos. Una erótica ‘peculiar’ es una gran fuente de riqueza para nosotros, los seres sexuados. Es un valor«, resume.

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Además, Valérie recuerda que hay una serie de beneficios entre aquellas personas que viven sus fetichismos con total naturalidad: «Suelen entender mejor que todo nuestro cuerpo es sexuado (en el caso de fetichismos hacia otras partes que no sean zonas erógenas primarias)».

«Suelen tener un imaginario erótico más rico y sano (la mente también es sexuada), y no suelen tener dificultades eróticas comunes que solemos tratar a diario los sexólogos», declara la experta.

Si además, tenemos en cuenta todas estas ventajas que la sexóloga comenta, es como para darle una oportunidad, ¿no?

Mara Mariño

Así es un taller de iniciación al BDSM desde dentro

Mi relación con el BDSM se remonta al principio de mi vida sexual sin saberlo.

No, no tenía ni idea que había objetos que se relacionaban con esa práctica o que, adoptar un rol u otro, me estaba identificando con una sumisa o una dominante (o, en mi caso, pudiendo hacer ambas cosas, una switch).

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Ha sido algo que he aprendido hace unos días tras el taller sobre Iniciación al BDSM que impartió la formadora de Sex Academy Irene Negri (@sexeducando en Instagram), en una de las tiendas de Amantis (@amantisoficial).

Como la psicóloga y sexóloga, llegué al BDSM por casualidad. Y, al descubrir que me gustaba, pensé que no eran normal y algo raro podía estar pasándome.

¿Cómo era posible que pudiera disfrutar del dolor físico en el que se supone que es el momento más placentero para el cuerpo? Se me había cruzado un cable.

Peor no, la propia Irene comentó que las dos caras del BDSM tienen mucho sentido desde un punto de vista biológico. «Todas las personas sentimos placer en dañar, solo que a este juego, se juega con reglas», comentó en el taller.

En cuanto a mi placer por este tipo de ‘torturas’, la experta explicó que tanto el dolor como el placer se producen desde el sistema límbico. Las neuronas liberan dopamina cuando se da cualquiera de esos momentos, por lo que juntar ambos, eleva el placer.

Quizás la principal diferencia entre lo que yo hacía y una manera más ‘profesional’ de ejecutarlo, es la asignación de roles, que es algo tan sencillo como imaginar que te gustaría hacer o que te hicieran.

En esta distribución de poder -siempre pautada- se da una desigualdad, que es lo que produce el morbo de la dinámica en primer lugar.

Lo que Irene nos asegura es que «el BDSM no tiene por qué corresponder con el mundo real. No le vamos a dar con la fusta a la gente por la calle».

Es igual de importante dar con una persona con deseos o necesidades parecidas, confiar en esa persona y también conocer los propios límites. Hasta dónde nos vemos capaces de llegar.

Lo principal es la seguridad, hacer las cosas con sensatez y dentro del ambiente de la sesión.

El consenso del acuerdo no tiene por qué ser un folio con cada práctica perfectamente descrita y detallada (aunque si lo prefieres, puedes hacerlo así, sobre todo si es tu primera vez con alguien).

Ya sea en un papel o mediante una conversación, ambas partes se comprometen a cumplir lo acordado.

Y hablando de acuerdos, la palabra de seguridad es de las primeras cosas que relacionamos con el BDSM, pero, como Irene explica, igual es mejor plantearnos las indicaciones como un semáforo.

Verde si vamos bien, amarillo si hay que ir con cuidado o rojo si queremos detener la práctica de forma inmediata.

Aunque después del taller nos enseñó una colección de juguetes que iban desde una mordaza a un collar con una anilla para inmovilizar, pasando por una vela o látigos (floggers), no es imprescindible tenerlos en casa.

«El BDSM implica utilizar la creatividad. Se puede tener un arsenal de juguetes o no», reflexionó Irene.

Un cinturón cualquiera, el antifaz de dormir o la cuchara de madera de la cocina pueden ser, con un poco de imaginación, grandes aliados.

Mas allá del dolor, el placer, los juguetes o los roles, la conclusión con la que me quedo del taller es que el BDSM no solo va de «que te entregues sabiendo que alguien te va a sostener«.

También «implica autocuidarse y cuidar a la persona con la que estás«, resumió Irene.

Mara Mariño.

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¿Eres fetichista? Este psicólogo te resuelve la gran duda

Siempre hay algo. Algo que te da reparo compartir incluso con tu amiga con la que tienes más confianza. Algo que tú disfrutas -porque vaya si lo haces- pero sabes que no está bien visto por tratarse de un fetichismo.

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Y puede ser desde una pasión desmesurada por oler la ropa interior de otra persona, conseguir alcanzar el clímax solo si participan los pies en el juego o pasear toda una tarde con un juguete metido en cualquiera de tus orificios, porque es la orden que has recibido.

Lo que tienen en común es precisamente lo que las hace peculiares. Se escapan de lo convencional, del sexo que sí parece moralmente aceptable simplemente por estar más extendido.

Pero, ¿te digo algo? No somos bichos raros.

Y me he encargado de tener un punto de vista profesional antes de escribirlo. José Alberto Medina Martín, (@sex_esteem en Instagram) psicólogo y sexólogo, me ha tranquilizado al respecto.

Porque, para empezar, creemos que el hecho de que nos excite algo en concreto del cuerpo, como puede ser (aquí hablo en mi caso) una barba o vello corporal, ya significa que es un fetichismo, lo que es una confusión muy frecuente.

“Si solo obtienes placer en prácticas sexuales que involucran esa parte, objeto o material, sí se considera fetichismo, que estaría englobado dentro de las parafilias. Son prácticas sexuales no convencionales que se salen del modelo de una sexualidad normal, normal de norma”, afirma el psicólogo.

Es más, para él, que necesites una práctica distinta (se me ocurre como ser escupido o insultado) para llegar al orgasmo, solo tiene una dificultad y es que des con alguien a quien también pueda gustarle eso.

“Cuando solo obtienes placer del fetichismo, ya sea cuero, tacones, fusta o una parte del cuerpo, hay un problema de cara al público que se pueda encontrar. Es más complicado encontrar parejas sexuales con tus preferencias, se cierra el abanico de las posibilidades”, reflexiona.

“El caso es que interiorices que tienes la capacidad de tener gustos por otras cosas, la capacidad está ahí. Pero si no quieres explorarla por cualquier motivo -y quieres seguir ciñéndote a tu parafilia porque te encuentras cómoda así-, no hay ningún problema contigo”, afirma el experto.

En sus palabras: “Es una práctica más. Tiene una serie de dificultades a la hora de encontrar pareja/público con la que disfrutar de ella, pero todo el mundo tiene su espacio y su público, aunque sea más difícil de encontrarlo”.

Solo es un problema si te supone un problema, no porque venga en un libro”, resume.

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Y ¿qué pasa si me encuentro a una persona fetichista pero mi vida sexual es más convencional? José Alberto resuelve la duda.

“Si no te gustan esas prácticas -o no al mismo nivel que a tu pareja-, estás en todo tu derecho de decir no. Es cuestión de encontrar un punto de encuentro. Si no lo hay, no pasa nada. Hay mucha gente en el mundo”, declara.

En lo que coincidimos ambos es que la carga social de tener este tipo de preferencias sigue siendo muy grande. Quitarle peso no empieza en la intimidad de la habitación.

“Ambas partes tienen que tener en cuenta que es una práctica más y no hay ninguna alteración neurológica ni ningún tipo de enfermedad o patología. Por mucho que quieran hablar los manuales de trastornos parafílicos simplemente son gustos.”

Duquesa Doslabios.
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Introducción al fetichismo de la ‘lluvia dorada’: cómo hacerle pis sin que sea escatológico

Defiendo a capa y espada que, en el sexo, no hay nada incorrecto ni sucio siempre y cuando cuente con el consentimiento de los participantes.

Por eso creo que tenemos que avergonzarnos menos cuando, al compartir una fantasía, empezamos con «me da vergüenza que esto te parezca demasiado pervertido«.

Y las que se llevan la palma de esta categoría son las relativas a las excreciones.

LELO

Pero si hay gente que se pide helado de higo confitado, ¿cómo no va a haber a quien le guste que le hagan pis encima?

De hecho, la lluvia dorada, el nombre que recibe esta práctica (golden shower en inglés), es más común de lo que podemos pensar.

Además, tiene un punto a favor: puedes probarla en una versión mucho más higiénica si te da reparo al principio.

Lo más importante para ponerla en práctica es, para empezar, que haya consentimiento entre ambas partes. O que las dos personas queráis practicarla por igual.

Si alguien tiene dudas, es mejor dejarlo pasar.

Escoger el sitio donde poder hacer pis es clave. Lo más cómodo a la hora de limpiar es optar por la ducha o la bañera.

Pero suelos que se puedan fregar -de baldosa por ejemplo-, son también una buena alternativa. Incluso poner una toalla o sábana vieja, que luego eches directamente a la lavadora, es otra solución.

Ya que las características del pis son el olor y el color, recomiendo una ingesta de agua muy abundante a lo largo del día (y que te mantengas lejos de los espárragos).

Así te aseguras de que, en el momento, el líquido salga casi transparente, lo que hace que la experiencia sea más agradable para principiantes.

Por último, hay que ser pacientes. La primera vez puede dar algo de reparo y quizás eres incapaz, por muy llena que tengas la vejiga, de hacerle pis encima a alguien.

Imagina que tienes muchas ganas de probar la golden shower, has bebido dos litros de agua y has encontrado una piscina hinchable para que la experiencia con tu pareja sea de cinco estrellas.

Pero justo llega el momento y te ves incapaz. No sale ni una gota.

Los nervios, la presión, la falta de práctica o incluso la vergüenza pueden jugar en nuestra contra en el último momento.

¿Mi consejo? Intentar no pensar, relajar el esfínter o ponerte ruido de agua de fondo (abrir un grifo o que la otra persona te haga «pspspsssss» son remedios infalibles).

Y, una vez empieces a mear, a disfrutar.

Duquesa Doslabios.

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Alimentar el mapa erótico: la forma de actualizar tus fantasías sexuales

Tus fantasías sexuales no son eternas. Al igual que tus metas, tienes que ir actualizándolas a lo largo de tu vida.

Lo que te encantaba a los 20 años no suele ser lo mismo que te seduce a los 30.

SKYN

En eso consiste el mapa erótico, en aquellas historias que nutren nuestro imaginario sexual.

El ir cumpliéndolas o ir descubriendo cosas nuevas consiguen que las etapas íntimas vayan cambiando.

Pero configurar este mapa no es algo que caiga del cielo. Se debe trabajar.

Y no hay nadie más que tú que pueda decidir qué aparece y qué no.

He dicho varias veces que disfrutar de la sexualidad es tarea de la propia persona, y el mapa erótico es el ejemplo perfecto.

Incluso si consideras que la imaginación no es algo que te sobre precisamente, vengo a darte algunas ideas que a mí me han funcionado.

Tu mapa erótico puede empezar por la fantasía de cumplir con un desconocido ese polvazo que te ha contado tu amiga que echó con su novio.

Puede ser la escena de una película que siempre te haya excitado y quieras poner en práctica.

También probar todo tipo de fetiches a ver si hay alguno con el que hasta ahora no te habías atrevido (y resulta que te encanta).

Fuentes de fantasías eróticas son también los libros, hacerse con juguetes nuevos…

Y si lo que se te da bien es tirar de imaginación, montarte historias en la cabeza será tu primer campo de experimentación.

Fantasear con que sucede algo con la compañera de trabajo, ir en el ascensor y pensar qué pasaría si entrara ese vecino que te gusta…

De la misma manera, es posible hacer el ejercicio con gente desconocida.

¿De esas personas que compartes espacio en el vagón, ¿cuántas tendrán sexo esta noche? ¿Cuántas lo tuvieron ayer?

Todo sirve para estimular tu mayor órgano sexual: tu cerebro.

Duquesa Doslabios.

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