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Los hombres no hablan de estas cosas

Cómo cambia todo con el tiempo. En el colegio eras los chicos quienes tenían carta blanca para hablar de sexo. Las pajas, los dedos, si esa o aquella era una guarra

Todas esas cosas parecían reservadas a ellos. A nosotras ni se nos ocurría mencionarlo, ¿qué iban a pensar nuestras compañeras?

hombres hablando

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De adultas, el giro ha sido de 180 grados. Raro es que en una conversación con tus amigas no salga el tema del sexo, que qué tal os va a nivel erótico, si habéis tenido algún incidente, la salud íntima…

Además de conectarnos entre nosotras, hablando de situaciones algo vulnerables, lo que siempre fortalece cualquier vínculo, también es la manera de tranquilizarnos: lo que sea que nos pasa no es tan raro.

Preguntar a otras mujeres nos puede dar la solución, ya que pueden haber pasado por lo mismo, o, si no, siempre conocen a una prima de una amiga que puede servirnos de referencia.

En caso de que la primera línea de apoyo no pueda ayudarnos, no dudamos en buscar un libro que pueda darnos la respuesta o incluso investigar a golpe de buscador un retiro o curso que nos permita reconectar o, simplemente, conocernos mejor.

Considerando ese bagaje de autoformación, siento que nosotras hemos llegado al punto de educarnos que podría ser considerado de posgrado si hubiera una equivalencia oficial.

Pero los hombres con los que nos emparejamos no.

La asimetría en las relaciones heterosexuales es más que evidente y solo crece pese a la facilidad de encontrar información al alcance de un click.

Nosotras nos formamos, aprendemos, nos preocupamos por saber, practicamos lo leído, apostamos por alternativas si lo anterior no funciona, buscamos soluciones…

En cambio, lo habitual es terminar con una pareja que no solo no ha tenido el mismo camino de autoconocimiento, sino que parece resistirse al más mínimo cuestionamiento.

La principal dificultad está en que ellos si hablan de sexo, debe ser -según la masculinidad hegemónica-, en un tono de conquista, presumiendo de hazañas y números como si fuera un debate político donde gana el que lleve las barras más altas.

Se da por hecho que los hombres deben ser sexualmente seguros, con experiencia y además dominantes en sus relaciones, lo que ejerce mucha presión para que oculten cualquier falta de conocimiento o inseguridades en torno a la educación afectivo sexual.

Todo lo que no sea una autoestima sexual digna de espartano se puede percibir como una amenaza a su masculinidad.

Otro ejemplo es que si se interesan por descubrir su cuerpo, no son lo bastante hombres por el estereotipo de que tienes que venir de serie con la virilidad por las nubes y un pene funcional 24/7 como único órgano importante de la anatomía.

Sí, muchos temen ser percibidos como «poco masculinos» si demuestran interés en aprender sobre el placer y las relaciones sexuales de una manera abierta y respetuosa.

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Pero si parten con la premisa de que como hombre ya lo saben todo de lo que has visto en el porno y la extensa práctica de estos años, ¿cómo vas a necesitar ir a un taller, leer un libro o hablar con una experta que les enseñe a nada?

A eso hay que añadirle que, en muchas sociedades, el tema de la educación afectivo sexual sigue siendo tabú. La incomodidad y desinformación está a la orden del día y hay quien todavía se atraganta con la aceituna del aperitivo si le preguntas qué opina de una buena comida de culo.

Esa carencia de no haber tenido la oportunidad de recibir una educación adecuada sobre las relaciones afectivas y sexuales en su juventud, puede llevar a una falta de interés o conocimiento en la adultez. Y somos nosotras quienes sufrimos las consecuencias (y a este vídeo me remito).

 

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Por último, la masculinidad hegemónica también promueve esta idea tan casposa de que los hombres no deben expresar emociones o mostrar su vulnerabilidad.

Ya que la educación afectivo sexual a menudo implica discutir emociones, intimidad y comunicación en las relaciones, nuestros compañeros lo encuentran desafiante debido a estas presiones sociales.

Sin embargo, hoy vengo a recordar que no esperamos dar con parejas que hayan nacido sabiendo todo, y que mucho menos vamos a juzgar quienes tengan interés en mejorar su esfera íntima. Al contrario.

Aprender sobre relaciones afectivas y sexuales es un acto de responsabilidad, respeto y cuidado tanto para uno mismo como para las parejas.

Y dar con un novio que se interesa por ello es una suerte.

Mara Mariño

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Del novio heterobásico al que cuestiona su masculinidad

Hace unos días fui a ver un espectáculo de monólogos en el que dos cómicos diseccionaban algunas de las actitudes -aprendidas- que tenían con las mujeres.

Y entre el público, parejas, en su mayoría, nos debatíamos entre la risa y la reflexión. Porque Heterobásicos daba qué pensar.

hombre masculino

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Quizá porque tanto yo como mi acompañante habíamos encontrado similitudes, por un lado o por otro, entre nuestras experiencias y los chistes.

Por supuesto, fue la ocasión ideal para hablar abiertamente sobre algunos de los palos que se tocaron. Aquel show de comedia había servido para dar pie a una conversación.

Algo parecido sucedió hace unos meses con la serie de Machos Alfa, que reflejaba el machismo -tan enraizado en la sociedad- de una manera en la que, entre broma y broma, la verdad asomaba.

La conclusión de que estos productos tengan ahora un hueco con el tinte de humor incorporado, es que por primera vez nos atrevemos a poner en tela de juicio la masculinidad.

Así como la trama de la serie incluye a los coaches en ‘nuevas masculinidades’ o los cómicos del espectáculo se posicionaban lejos de la masculinidad antigua, parece un buen momento para que los hombres se pregunten, ¿qué somos?

El vocabulario actual nos da todo tipo de términos: Joseantonios, simps, incels, pagafantas, planchabragas, mangina, calzonazos, heterobásicos, machirulos…

Unas palabras que van de un extremo a otro, desde el que presume de hipermasculinidad al que se le humilla por no mostrarla lo suficiente.

Raúl Macías, divulgador de masculinidades y educación sexual (@masculinidadsubersiva), y codirector de Macho Alfalfa, el podcast, es el primero que anima a cuestionarse ese ‘enganche’ con la masculinidad.

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«Rara vez para empoderar a las mujeres se habla de la feminidad, ¿por qué los hombres tenemos reticencias de enunciarnos como hombres sin acudir a la masculinidad?», reflexiona.

En su opinión, el cambio pasaría por hablar de otras formas de ser que se alejen de la idea de masculinidad más extendida.

«¿Qué es ser masculino? Ocultar tus sentimientos, mostrar tu fuerza física, validarte y reafirmarte como hombre a través de la ira o agresividad, ejercer el control de los relatos, ocupar el espacio público… ¿Cómo vamos a enunciar la masculinidad de otra manera si estas cosas queremos resignificarlas?»

Como señala, el problema pasa porque si no cumples esas normas aprendidas, que se leen no solo desde la masculinidad, sino desde la heterosexualidad, se sufren agresiones, violencia, rechazo, etc.

Ni alfas, ni betas, hombres libres

«Las nuevas generaciones deberían acercarse a la masculinidad desde la curiosidad», explica. Que es algo que persiguen tanto su podcast como la serie de Netflix o los espectáculos de comedia en vivo.

«Que no lo vean como un ataque, porque es una oportunidad de explorar otras formas de ser y habitar identidades sin la rigidez de los mandatos de la masculinidad».

Para Raúl, este cambio de dogma «no es una imposición, es cuestionarse la manera en la que nos mostramos al mundo y nos han dicho que debemos ser. Porque si no somos así, nos devalúan o sentimos que estamos fracasando».

«Los hombres solo tenemos miedo de otros hombres. ¿No nos debería hacer cuestionar de qué manera estamos construyendo al sujeto ‘hombre’? Hablar de otras formas de ser hombres es tener la libertad para elegir cómo ser y ninguna manera te va a llevar a sufrir violencia», explica.

«Eso nos permitiría ser más libres y ver a las demás personas como iguales. Si nos lo permitimos, vamos a respetar a cualquier sujeto.»

Sin embargo, divulgadores como Raúl son aún muy criticados en redes sociales, un acoso del que ha hablado abiertamente.

«Hay más hombres concienciados que les cuesta visibilizarse por el grupo de iguales, ya que está visto como una traición a la masculinidad. Somos menos los que alzamos la voz por la penalización que puede tener», afirma.

«Somos consecuencia de este movimiento por parte personas que han estado oprimidas, lo que nos ha llevado a que nos cuestionemos. Nos hemos adaptado a los nuevos tiempos al sentir que estábamos alineados con muchas cosas».

Y como él mismo explica, gracias a alzar la voz se han generado movimientos sociales que han agitado la forma de entender la sociedad y la propia forma de los hombres de estar en el mundo: «Se han puesto en duda comportamientos y conductas».

Las mismas que ahora sirven para nutrir las tramas de series, películas o shows de comedia desde una perspectiva que, hasta ahora, nunca habíamos visto.

Mara Mariño

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Tu próximo novio será más bajo que tú o no será

Voy de deconstruida, porque creo que en muchos sentidos me he desprendido de lo que he ido absorbiendo a lo largo de mi vida.

Que si no necesitar una pareja, entender que en la cama tengo que disfrutar y no solo ‘hacer bonito’ para el placer del otro…

Pero no fue hasta hace pocos años que me quité de encima un prejuicio muy grande: el de salir con hombres bajos.

novio bajito

@FEDEZ

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En mi cabeza, la mínima altura indispensable era que igualara la mía. Ya ves tú que tontería.

Me había autoimpuesto el requisito de que yo tenía que ser siempre más bajita.

Y lo más sorprendente es que no me había preguntado a qué se debía esa condición que debía cumplir a rajatabla.

Me había limitado a imitar a las parejas que veía en las películas o series (donde él siempre era más alto) sin cuestionarme nada al respecto.

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Si me pongo a analizarlo entiendo que es un prejuicio inconsciente que tenía de que no cumplían las expectativas de lo que ‘debía ser un hombre’.

Me había dejado llevar por el mensaje social (y bastante retrógrado, dicho sea de paso) de que los bajos no son lo bastante ‘hombres’ porque, desgraciadamente, aún relacionamos la apariencia física con la masculinidad.

Al igual que otros estereotipos como la voz grave, que tenga facciones afiladas en vez de redondeadas o que no les guste cantar a grito pelado Olivia Rodrigo -que se supone que es algo que solo podemos hacer nosotras-.

Así nos ha sucedido a muchas, que rehenes de la presión social hemos dejado pasar a tíos estupendos.

Además es algo que, a la inversa, vemos enseguida. Porque nos parece muy injusto y superficial tropezarnos con un vídeo del fuckboy de turno en redes diciendo que «no se mata 6 días en el gimnasio para terminar saliendo con una gorda».

¿De verdad somos distintas a él si no queremos quedar con un hombre más bajo que nosotras?

Que nos estamos despertando de este ‘sueño’ (o pesadilla) de cómo debe ser la masculinidad queda demostrado con las nuevas tendencias a la hora de ligar.

Un buen ejemplo es Bumble, ya que en la app es tendencia Short King Spring o El rey de Primavera bajito.

Y, de hecho, el 37% de solteras de la Generación Z en la aplicación admiten que ahora están más abiertas a salir con alguien que tiene una estatura menor.

Así que, que tu próximo novio no sea más alto que tú, es algo que dependerá de muchos factores, pero uno de ellos ya no será porque no le ves a tu altura.

Mara Mariño

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‘Machos Alfa’, la nueva serie que se cuestiona la masculinidad (más o menos)

Durante las fiestas he sido de las que se ha enganchado a una de las novedades de Netflix (y se la ha ventilado en un pestañeo, no me escondo).

Pero la combinación de serie que reflexiona sobre la masculinidad, junto al puntito de comedia y el casting, era demasiado tentadora.

machos alfa serie Netflix

@NETFLIXES

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Machos Alfa hace muchas cosas bien. La primera y más evidente es poner sobre la mesa que los hombres ya no son los mismos.

O quizás sí son los mismos, pero es la sociedad la que ha cambiado y eso les obliga a cambiar.

Y eso, en un país como España, donde las cifras de violencia de género nos siguen poniendo la piel de gallina a diario, es hablar del elefante que estaba (y aún está) en la habitación.

Los cambios en los roles, cómo avanzan las relaciones y mutan con el paso del tiempo y, por supuesto, el feminismo, son algunos de los hilos conductores de la vida de los cuatro protagonistas.

Tengo también que decir que Machos Alfa dista mucho de ser perfecta.

Que los retratos de ciertas mujeres, como desquiciadas y amenazando con conductas tan tóxicas, como es poner la integridad física de alguien en peligro o amenazar, me han rechinado.

 

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Porque, si bien pueden existir casos así, no son lo que reflejan las estadísticas en cuanto al género de los culpables de violencias se refiere.

Yo he ido de copiloto con mi exnovio mientras él se cambiaba al carril contrario en plena Castellana y aceleraba, después de decirle que quería terminar la relación.

Y sé de amigas que han tenido experiencias parecidas.

Verlo en la pequeña pantalla, casi como un gag de comedia, con los papeles invertidos, fue como si la persona que te empieza a gustar mucho te hace gaslighting.

Como si la serie me dijera que bueno, que quien oye algo del estilo tiene todo el derecho a ponerse así y que al final, no es tan terrible, hasta hace un poco de gracia.

Solo que cuando eres tú quien no puede salir del coche, no la hace para nada.

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En Machos Alfa el mundo es un poco al revés, ellas son las exitosas, las que quieren relaciones abiertas, las que solo usan Tinder para follar, las que manipulan y las que se aprovechan del sexo para conseguir sus objetivos.

Y ellos los que sufren, quienes se ven injustamente expulsados de su casa, de su vida anterior o los que se ven inmersos en una espiral de citas en la que, aparentemente, no tienen ningún interés, pero luego sus exigencias van aumentando en cuanto al aspecto físico de sus ‘pretendientas’.

Con todo, me quedo con lo positivo de Macho Alfa y es que haya una serie que toque estos temas (y haya coronado el top 10 de lo más popular de la plataforma de streaming durante más de una semana).

Porque nos recuerda la importancia de hablar de las cosas, y si algo hace la ficción es darle visibilidad al machismo de una masculinidad que pedía a gritos una actualización.

Ya que de todo lo que no se habla, es como si no existiera, la apuesta de Netflix pone el foco en que sí, hay muchas cosas que cambiar, en que no se puede cosificar, seguir haciendo piropos a diestro y siniestro, llamando «chochetes», «golfa»…

Pero también que las emociones se deben poder expresar y, para mí, la conclusión final, que los hombres también necesitan esa red de apoyo donde sentirse seguros y ellos mismos.

¿Me ha faltado el realismo quizás de lo que son los personajes femeninos de cara a sentirme más identificada con ellos? Sin duda.

Lo justifico como que es una serie de ficción, pero me quedo a la espera de ver qué pasará en una segunda temporada -que tengo pocas dudas de que la habrá, visto el éxito de la serie-, donde confío en que la representación sea menos fantástica.

Y, por favor, que no termine con una señora escupiendo a nadie en la cara, otra cosa que me ha sucedido -cuando le regalé una peineta a una persona que me iba gritando piropos desde una bicicleta- y que, curiosamente, como el que iba a 120km/h en la Castellana, también era un hombre.

¿Es un pequeño paso para Netflix, pero un gran paso para las nuevas masculinidades? Espero verlo pronto.

Mara Mariño

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Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Uno de los comentarios que más recibo en Instagram por parte de hombres (que si aún no me sigues, este es mi perfil), es que se sienten perseguidos.

Casi como que no pueden ser ellos mismos y sienten que están siendo juzgados todo el tiempo incluso por cosas que no han hecho.

masculinidad hombres

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Y es que la masculinidad está en el punto de mira, más que nada porque al ir en línea con la sociedad machista en la que vivimos, parece que ser un ‘machote’ ahora está mal visto.

Todo está en continuo cambio: los iPhones, las series de la tierra media, el feminismo y, por supuesto, la masculinidad. De ahí que se anime a revisarse la propia.

Ahora Jason Momoa puede aparecer con un bolso rosa en la alfombra roja y Billy Porter se puso un vestido para los Oscar, pero  no son las únicas pruebas de que lo que antes era ‘ser un hombre’ es un concepto que ha empezado a desvanecerse.

Es más, de lo que se habla últimamente es de las nuevas masculinidades y, sobre este tema, José Alberto Medina Martín, psicólogo -al que entrevisté hace unos meses aquí-, explica por qué se han puesto tan de moda últimamente.

«Las nuevas masculinidades son constructos sociales que se oponen a la masculinidad hegemónica», afirma.

La pirámide de esta masculinidad la corona quien «más poder tiene y demuestra, más fuerza posee y ejerce, y más conquistas sexuales cosecha», ya que los pilares son el poder, la posesión, el capital erótico, la autoridad, la fuerza y el dominio tanto del género opuesto como del espacio público.

En cambio, las nuevas masculinidades apuestan por «la apertura emocional, la cooperación, una comunicación asertiva, la escucha activa y otra serie de valores».

Y si tiene tanta importancia es, como recuerda José Alberto, porque «yo soy lo que mi masculinidad dice de mí. Lo uso como etiqueta para transitar mi espacio, mi vida».

Si la ‘antigua’ masculinidad es algo a lo que le estamos cogiendo manía es por cómo se ha construido «como antítesis de lo femenino», explica el psicólogo.

Se basa «en la violentación, en cualquiera de sus formas (humillación, mofa, agresión, discriminación, vacío, etc) de otras identidades masculinas que cuestionan dicho modelo o que están lejos de él. Ser hombre es no ser mujer y sus derivados (marica, travelo, etc)».

Que a día de hoy sea algo que nos sigue pesando es porque «nuestros padres y abuelos no han tenido un contexto amable que les diese la libertad para cuestionar estas cosas. Por poner unos ejemplos, la paternidad se ejerce desde la demostración y no desde el cariño, la intimidad o la ternura, no hay una conexión emocional con los amigos, las relaciones de pareja son desiguales donde ambas partes siguen perdiendo de formas muy específicas (tanto heterosexuales como homosexuales), etc», explica José Alberto.

Entonces, puesta a imaginarme cómo sería el mundo si los hombres se plantearan su masculinidad, y se alejaran de esa identidad tan violenta, queda claro que la sociedad sería más inclusiva y respetuosa, «libre de sesgos machistas«, añade José Alberto.

«No tendríamos expectativas impuestas y autoimpuestas, dispondríamos de libertad para escoger trabajos sin que se cuestione que sean o no más femeninos (limpiador) o masculinos (directora de una empresa)».

Además los hombres contarían con «repertorio para resolver conflictos y un mayor desarrollo de la inteligencia emocional. Supongo que vamos encaminados a conseguirlo, tiempo al tiempo», apunta, positivo, el experto.

¿Cómo cambiar la propia masculinidad?

«Propongo trabajar la identidad del hombre, que antes de hombre, es humano. La identidad masculina aún predominante sigue basándose en esos estándares que son tóxicos: comunicación violenta, dificultad para resolver conflictos interpersonales, vivir la intimidad con pánico, complacencia con otros hombres que consideran más poderosos por miedo a ser cuestionados…», afirma el psicólogo.

Sus consejos para trabajar en ello pasan por «mejorar la asertividad, el cuestionamiento sin juzgarnos, la compasión, la capacidad de pensar a largo plazo viendo los beneficios de modificar su forma de ver el mundo (terapia), todo lo que tiene que ver con las emociones (regulación, identificación, discriminación, etc) y sobre todo ganar autonomía».

Como matiza José Alberto, autonomía no es lo mismo que aislamiento: «Hace falta tener la autonomía bien trabajada, y más en el caso de los hombres. Masculinidad y soledad van muy dadas de la mano y se necesita coraje, y que se valide dicho coraje, porque si encima que nos cuesta horrores mostrarnos vulnerables en este cambio, si no se nos apoya o incluso se hace mofa, pues vamos listos».

hombre abrazo

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En el sexo también la masculinidad clásica está haciendo de las suyas. Ya que «se comprende la intimidad únicamente como mantener prácticas sexuales», reflexiona.

«El único placer que cuenta es el suyo, porque se valora al hombre en la sociedad, y dentro de las mismas relaciones sentimentales, en función del placer que puede dar a una mujer. Esto lo hace para sentirse bien él realmente, es un vehículo, no un propósito nacido del querer a la persona», explica Jose Alberto.

La penetración es la práctica que resume esto, o, en palabras del experto: «Aquellas donde el pene esté en primera línea de batalla».

«Y no, esto no es una metáfora. Muchos hombres viven las relaciones sexuales con ansiedad porque una parte muy grande de su identidad gira en torno a su rendimiento sexual, como si fuera un examen y no una oportunidad de descubrimiento, placer y exploración. La penetración es la práctica por excelencia, y más allá de ello, no hay sexo. Es una concepción muy mecánica».

Estereotipos de género y orientación sexual

Sobre si la ‘vieja’ masculinidad afecta a los hombres homosexuales y bisexuales cuando se relacionan con otros hombres y tienen un interés sexual o romántico, José Alberto analiza que tendemos a dicotomizar y dividir entre dos lados.

«Lo de verdad, que exista y se reproduzca. Lo de mentira, que deje de existir. Y si no, que al menos no se note. De ahí toda la homofobia interiorizada, que también la vivimos los hombres bisexuales», explica.

«Hay estereotipos de género aún siendo los sujetos del mismo sexo. En prácticas sexuales nos encontramos con algo muy habitual: el activo, el que penetra, el que hace, y el pasivo el penetrado, el que se deja hacer», explica.

«Seguimos jugando con la dominación y sumisión como sinónimos de lo masculino y femenino. Con buena dosis de coitocentrismo. Porque no hay más sexo, no lo concebimos. Y que nos gusten ambas cosas no, siempre hay algo que te gusta más».

A la hora de tener acercamientos interpersonales el problema es el mismo. Según el psicólogo, el estereotipo es «Que no sabemos, porque ‘no somos hombres de verdad’, pero queremos. Y, en el caso de hombres homosexuales, que no les gustan las mujeres, ¿cómo procedo? ¿Le doy una rosa? ¿Le digo que está muy guapo? ¿O mejor le demuestro que soy un tiaco y le suelto ‘bro me molan tus zapas’?».

«Hombres bisexuales y homosexuales hemos sido socializados como heterosexuales y como hombres, sin más. Arrastramos el machismo, lo interiorizamos y lidiamos con la homofobia. Siempre en ese intento impuesto de acercarnos a lo que debemos ser. Es muy doloroso».

Nadal y el club de las ‘nuevas’ masculinidades

En vías de la deconstrucción, cabe preguntarse qué hacer si los hombres del entorno siguen estancados en esa masculinidad del ‘macho’. Para José Alberto la respuesta está clara: «No respondas con sobresalto».

«Estás en un proceso donde muy posiblemente te señalen como blandito o que haces tonterías. Pero da una respuesta desde toda la calma que puedas en ese momento. Si reaccionas a voz de pronto le estás dando la atención de la cual siempre se han estado alimentando», sugiere.

«Tampoco está en tu deber recriminar y convertir estos comportamientos machistas. Estás en tu derecho de alejarte. Señala lo que puedas, rodéate de un círculo que te apoye y te escuche», recomienda el experto.

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Entre los diálogos de las masculinidades, se habla de un tiempo a esta parte de masculinidad híbrida, «que tiene que ver con nuevos modelos de masculinidad sin perder los privilegios. Porque la sociedad no sigue leyendo como hombres, más allá de nuestros comportamientos», explica José Alberto.

«Como dice Foucoult tenemos impresos unos mandatos de género, pues qué mínimo que empleemos esta ventaja para una labor prosocial, sin invadir los espacios de lucha feminista. A ver si ahora vamos a dejar de usurpar el espacio público y decirle a las mujeres que se queden en casa a cuidar y ser buena madre y vamos a usurpar los espacios de reflexión y actuación feministas», reflexiona.

«Lo típico de ‘¿un hombre me dice cómo ser buena feminista?’ Pues en eso se puede convertir la nueva masculinidad. Así que mucha perspectiva de género y mucho trabajo personal para que esto de lo nuevo no sea ‘pero ahora lloro en público’. Un abrazo, Nadal», dice el psicólogo.

Mara Mariño

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Los ‘gurús del amor’ en Instagram se equivocan sobre ligar

Si quieres que la chica que te gusta no deje de pensar en ti, «sé el primero en abandonar una conversación», «sube fotos con mujeres atractivas», «métete con ella»

Estos son algunos de los consejos que ciertos ‘expertos’ en el amor comparten en sus redes sociales para que sus seguidores, hombres en su mayoría, aprendan lo que consideran nociones básicas del ligoteo.

chico ligar

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No se queda ahí, por supuesto.

Lo que publican estos gurús digitales, que van de aliados de Cupido, son solo pequeñas píldoras que sirven de gancho para el verdadero objetivo, que sus followers terminen comprando sus cursos o participando en sus campamentos.

Y podrías pensar que, viendo que sus consejos están a medio camino entre una comedia romántica de los 2000 y lo que hoy en día consideramos masculinidad tóxica, no tienen mucho alcance.

Pero lo cierto es que su popularidad está por las nubes y, lo que es peor, realmente quienes les siguen creen sus dos máximas principales: la primera que todas las mujeres somos iguales, una masa uniforme lista para ser cazada por ellos con su manual de tácticas.

La segunda, que esas tácticas funcionan.

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A lo que verdaderamente animan es a adquirir una serie de comportamientos que son incompatibles con una relación sana.

En definitiva, quien termina apostando por hacerme sentir que ‘tengo competencia’, que me dejan en leído o que no me tratan de buena manera es la clase de persona que no quiero en mi vida.

Porque esas teorías rancias de que cuando más te gusta una persona, más tienes que ignorarla para que te haga caso, que solo tienes que pensar en ti o que tienes que ser siempre inalcanzable e indomable -sin escribirle todos los días ni mostrar interés-, es algo que se ha quedado en cuando teníamos 15 años.

Es más, son cosas que nos resultan tan familiares porque son las mismas que hacía Mario Casas interpretando a Hache en Tres metros sobre el cielo.

Los 12 años transcurridos desde el estreno de la película no han pasado en balde. Los protagonistas han crecido, como nosotras. Y ya no queremos ese trato de parte de nadie.

Que te llame «fea» ya no es buena señal. Es algo que interpretas como red flag.

Lo mismo pasa cuando sigue a rajatabla esas actitudes hipermasculinas que tanto aplauden en los cursos. Con muestras de violencia o de desapego, siendo incapaz de hablar de sus propios sentimientos.

Se mantiene esa idea de que el hombre debe ser algo inalcanzable emocionalmente y debe huir de todo tipo de compromiso.

No es que busquemos convertirnos en el centro del universo teniendo a nuestro crush atado a la pata de la mesa para no perderle nunca de vista.

Queremos libertad para ambos miembros. Y lo que no vamos a pasar -ni aceptar como método de ligue- es ser tratadas con desprecio o indiferencia.

Por eso, me encantaría decirle a esos expertos de pacotilla que la mejor manera de llegarle a alguien es mediante el respeto, el cuidado, la dedicación de tiempo, de ganas, la comunicación sincera, la ternura…

Porque donde nos hacen sentir bien, ahí es.

Mara Mariño

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‘Hay muchos mitos sobre el deseo sexual masculino, como que los hombres siempre tienen ganas’

Cuando alguno de mis amigos suelta lo de que no es fácil ser hombre hoy en día, me dan ganas de llevarme las manos a la cabeza.

Pero que no le falta razón a esa afirmación es algo que he comprobado después de ventilarme (sí, ventilarme) el libro de la psicóloga y sexóloga Ana Lombardía, Hablando con ellos. La sexualidad de los hombres hetero.

Y es que consigue analizar, desde el punto de vista de sus pacientes, qué implica ser un hombre hoy en día.

Pasando por el modelo de ‘máquina sexual’ -ya os he hablado del empotrador en otras ocasiones- o reflexionando sobre los mitos más extendidos acerca del deseo sexual, como lo de que siempre tienen ganas y están dispuestos a tener sexo.

pareja beso deseo sexual

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El libro de Ana ha sido como colarme en la cabeza de cualquiera de los hombres de mi entorno y saber qué les preocupa.

Conocer a mis amigos pero, especialmente, a las parejas que he tenido. Y no, no es fácil. Porque hay un sinfín de expectativas que hace que terminen en su consulta teniendo problemas para relacionarse con sus parejas.

Comentas que uno de los principales problemas es la presión por las expectativas, ¿cómo evitarla?
Lo importante es conocer esas expectativas, explicitarlas y ser conscientes de cómo nos afectan. A partir de ahí nos será más fácil construir una sexualidad que sea únicamente nuestra, en la que esas presiones y expectativas nos influyan lo menos posible. Ayuda mucho hacerse una lista de todas esas cosas que hacemos por cumplir esas expectativas y empezar a dejar de hacerlas una tras otra (por ejemplo, intentar aguantarse las ganas de llegar al orgasmo).

Además de que los hombres siempre tienen ganas, ¿qué otros mitos deberíamos dejarnos de creer sobre el deseo masculino?
Hay muchos mitos acerca del deseo sexual masculino, los más extendidos son que los hombres siempre tienen ganas, que una mujer les va a excitar solo por el hecho de ser atractiva, que nunca necesitan tener un vínculo afectivo para tener un encuentro sexual… Cada hombre es un mundo y su deseo funciona de una forma distinta y está influido por múltiples factores.

¿Cómo evitar los pensamientos y conductas obsesivas cuando un hombre tiene más deseo sexual que su pareja?
En algunas ocasiones, cuando él tiene más deseo sexual que ella, se siente muy frustrado en el terreno sexual. Esta frustración suele estar alimentada por el hecho de creerse con derecho a tener relaciones sexuales con su pareja y por la creencia de que es mejor tener más deseo sexual que menos.

Esto lleva a algunos hombres a obsesionarse con el tema y a dedicar mucho tiempo, energía y atención a pensar en ello e intentar resolverlo (consultan libros, vídeos, acuden a terapias, buscan mil formas de seducir a su pareja, discuten e intentan convencerla con argumentos de que tenga relaciones…)

Lo primero es cambiar esas creencias de las que hablaba antes, después, es importante trabajar la aceptación de que su pareja tiene menos deseo sexual (no para que se conforme, sino para que deje de intentar cambiar una situación que no va a cambiar, con la consecuente frustración que eso genera). Después suele ser muy útil darles herramientas para manejar los pensamientos obsesivos y elaborar con ellos un plan de actividades o tareas que les puedan resultar estimulantes, para que su foco de atención no esté todo el tiempo en este tipo de pensamientos y tengan otras formas de sentirse realizados y satisfechos.

¿Por qué crees que se ha desnormalizado que las erecciones pueden ir y venir en el encuentro sexual sin que eso signifique que se tiene un problema?
El hecho de que el centro de los encuentros sexuales sea la penetración y que el objetivo sea el orgamo hace que se vea como un ‘fracaso’ el que se pierda la erección en un momento dado. Si el foco estuviese puesto en el placer y en la conexión con la pareja, las erecciones no serían tan relevantes. En el momento en el que comprendes que el pene no tiene por qué ser el centro de todo – ni de tu placer ni el de tu pareja- se abre un abanico enorme de posibilidades para el disfrute. Además, desaparece la presión por durar mucho o por tener una erección, pues sabes que no son cuestiones fundamentales para el éxito de un encuentro sexual.

Del ‘ellos’ al ‘nosotros’

El libro de Ana me ha servido también para plantearme cosas de mi propia vida íntima, como que siempre tendemos a seguir el mismo tipo de esquema en nuestros encuentros sexuales o la lucha contra la (temida) rutina.

¿Cómo alejarnos de la cotidianeidad en nuestros encuentros sexuales?
Es fundamental que podamos hacer consciente qué es lo que realmente queremos hacer en la cama… y por qué no lo estamos haciendo. Normalmente nunca nos hemos cuestionado por qué hacemos lo que hacemos en nuestras relaciones sexuales – y cuando lo hacemos muchas veces que nos damos cuenta de que es porque creemos que es lo que debemos hacer, porque nuestra pareja lo desea, porque es lo que se espera de nosotros.

¿Cómo podemos trabajar la seducción a diario?
Cada persona y pareja debe encontrar el modo en el que trabajar la seducción en su relación. Cuidar el aspecto físico, seguir haciendo planes de pareja, tener intimidad en la relación… Son algunas de las cuestiones a tener en cuenta. Además, es fundamental que cada uno de los miembros de la pareja siga creciendo de forma independiente, para «renovarse», tener cosas nuevas que contar y aportar a la relación y capacidad de sorprender.

Desmontas el mito de la espontaneidad diciendo que esperar a que surjan las ganas de tener sexo, es como esperar ir al gimnasio cuando tengamos tiempo. ¿Cómo nos recomiendas prepararnos u organizar esa planificación?
Lo fundamental aquí es coordinarse con la pareja para agendar un momento para estar a solas, tener intimidad y un espacio en el que disfrutar el uno del otro. No hay que agendar el encuentro sexual en sí mismo, sino el momento para la pareja. Puede ayudar crear algo especial, asegurarse de que no nos van a molestar… Además de intentar que se den la condiciones necesarias para que, si surge, poder tener relaciones sexuales.

Mara Mariño

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‘Bridgerton’: el desfile de hombres emocionalmente inaccesibles

Ya no sé cuántos días lleva Bridgerton en lo más visto de Netflix España. Y yo, como buena fan de la serie, he vuelto a caer en su trama romántica.

Solo le saco una pega, una vez más el protagonista masculino, es un hombre emocionalmente inaccesible.

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Algo tienen en común el duque, cuya trama se desarrolla en la primera temporada y el vizconde, protagonista en la segunda, son hombres tan centrados en sus objetivos y en sus deberes, que poco o nada de tiempo pueden dedicarle a los sentimientos.

Y, también en común en ambas temporadas, es la protagonista femenina -Daphne y Kate, en estos casos-, quien ‘salva’ al hombre del que se enamora con la fuerza de sus sentimientos. Quien le cambia con y por amor.

Si ese mensaje se me atragantó en la primera temporada, en la última que han estrenado, me ha empezado a preocupar.

¿Cómo vamos a tener relaciones sanas y buscar posibles parejas comunicativas y cariñosas si lo que más nos gusta de la serie de Netflix es precisamente ver todo lo contrario?

Puede que pienses que no es para tanto. Que tan solo es una ficción. Que tratándose de una serie que nos traslada al siglo XIX, no podemos tomar nota de sus lecciones.

Sin embargo Bridgerton sí que se ha encargado de actualizarse. La diversidad étnica de su casting es el mejor ejemplo de ello.

Entonces, ¿por qué las relaciones principales parecen seguir siempre la misma fórmula?

De hecho, hay tantas frases que podemos aplicarnos («El amor no son ojos que se miran, son almas que bailan»), y trasladar al día de hoy, que lo mismo nos sucede con las historias que vemos en la pantalla.

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Es imposible ver al duque o al vizconde y no pensar en ese crush que ha pasado por nuestra vida que cumplía las mismas características de los héroes.

Un hombre algo más mayor, con una carrera brillante, tan absorbido por su trabajo que no tiene tiempo de empezar una relación de pareja.

Un argumento que utiliza desde el principio para dejarte claro que no puede comprometerse con nadie.

Tiene un puesto de mucha responsabilidad, una jornada agotadora y, cuando se queda solo, necesita disfrutar de sus amigos o su familia, como bien te explica.

Solo le da la agenda para tener relaciones esporádicas –para follar sin apegarse siempre está disponible, curiosamente-.

Y nosotras, sintiéndonos la lady Bridgerton o lady Sharma de turno, no nos cansamos de esperar, de confiar en que los sentimientos harán todo el trabajo y él se verá, tarde o temprano, preparado para estar a nuestro lado.

Lo cierto es que, a diferencia de Bridgerton, lo que ocurre en la vida real es que, el emocionalmente inaccesible, solo puede dejar de serlo o bien trabajándolo por su cuenta o con ayuda profesional, si ni con esas es capaz de abrirse.

En ningún caso es ‘el poder del amor’ lo que, por arte de magia, va a conseguir que cambie en ese aspecto.

Pero como esa parte no sale en Bridgerton, solo la de las protagonistas enamoradas hasta las trancas de hombres que no las corresponden (y el final feliz correspondiente, por su puesto), preferimos quedarnos con eso.

El resultado no puede ser otro más que la historia de la era del ghosting. Quedarnos en el banquillo hasta que vuelve a acordarse de que estamos ahí.

Y cuando llama, una vez más, contestar corriendo complacientes y haciendo un derroche de afecto.

Puede que Netflix no tenga toda la culpa de que las relaciones que vivimos sean un desastre. Pero definitivamente no ayuda a que salgamos de ellas e intentemos estar con personas que sienten de manera libre.

Mara Mariño

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