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Si crees que tu pareja besa mal, así puedes sacar el tema sin que resulte ofensivo

Hace unos días una seguidora me pedía consejo sobre la manera en que su pareja besaba. «Besa mal y no sé cómo decírselo», me escribió.

Entendía su agobio, cuando te gusta una persona sobre el papel, quieres que pase lo mismo en la práctica. De no hacerlo, es cuando te preguntas si realmente sois compatibles físicamente.

beso mujeres

PEXELS

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Por desgracia, tenemos una imagen preconcebida de lo que deben ser estos encuentros, de los besos o polvos «de película».

Si no lo sentimos como un espectáculo de fuegos artificiales, ya no nos vale.

Lo que le expliqué a mi seguidora era que aquello de bien o mal eran términos muy relativos. No creía que su pareja no besara en condiciones.

Más bien la reflexión que le hice fue que la forma en la que él acostumbra a besar no es una manera que entre en los gustos de ella.

Siguiendo este razonamiento, no hay un ranking en el que podamos calificar todos los besos porque no nos hemos puesto de acuerdo en unos parámetros universales que nos gusten a todos.

Habrá quien disfrute de besos cortos, quien los quiera largos y con mucha saliva porque los encuentra realmente excitantes y quien prefiere que las lenguas se hagan el torbellino.

Sobre besos hay mucho escrito, pero es subjetivo.

Te puede interesar leer: La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hacemos lo que podemos literalmente, porque aprendemos basándonos en la práctica y, por mucho que haya artículos donde supuestamente te enseñan a mejorar tu forma de hacerlo, lo que pueda preferir quien tenemos delante, es un misterio.

Se puede comparar a cuando invitas a alguien a cenar a casa, puede que le encante la comida italiana que has preparado, pero a lo mejor no le gusta nada la pasta porque es más de arroces y no significa que no te haya quedado rico o que debas cuestionarte tus habilidades culinarias, pero sí que para otra, mejor preguntarle qué plato le gustaría encontrar la próxima vez.

Una vez aclarado esto a mi seguidora, pero entendiendo también que la forma en la que se besaban no fuera de su agrado, le sugerí que le comentara de que forma le gustaría a ella ser besada.

Siempre desde el enfoque de «a mí me gustaría más un beso así» y no el de «no me gusta cuando me besas así».

La manera en la que decimos las cosas es importante, y más si el objetivo es conseguir un cambio tras la conversación.

Haciéndolo asertivamente, le estaría comunicando a la otra persona su gusto personal sin hacerla sentir mal o poco habilidosa (lo que además puede tener como resultado un golpe importante a la autoestima).

En caso de recibir un comentario de este estilo, recordar que no es tanto cómo besamos, algo que podemos cambiar, es cómo le gusta a la persona que tenemos delante ser besada.

Lo que se puede aplicar a cómo le gusta ser tocada, cortejada, de qué manera te gusta que te hablen, que te escriban, si eres de motes cariñosos o si la legua la quieres en la boca o en otro sitio.

Mara Mariño

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La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hace unos veranos, saliendo de festival con amigos de la universidad, uno de ellos encontraba especialmente divertido besarnos en la boca a las chicas del grupo.

Incluso diciéndole que no queríamos que se repitiera, él seguía con una actitud desenfadada sin entender por qué nos enfadábamos al respecto cuando no lo hacía con mala intención, sino «de broma».

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Lo que era incapaz de entender es que, por mucho que para él fuera algo con lo que divertirse sin mayor importancia, el hecho de que lo hiciera de repente y no lo viéramos venir, ni pudiéramos zafarnos de ello porque se aprovechaba de la distracción de la música y el baile, era que a nosotras nos producía incomodidad su presencia.

Y sobre todo nos hacía preguntarnos dónde quedaba nuestro deseo en todo esto.

Mi examigo había crecido con una infancia llena de películas donde los protagonistas masculinos besaban sin consentimiento a las princesas (Blancanieves, La bella durmiente…) y, en su adolescencia, con esas frases de Tuenti de «Los besos no se piden, se roban».

Su ‘juego’, su ‘broma’, nos tuvo a varias en alerta durante toda la noche, así como cargarnos con la frustración que supuso tener la conversación con él y que no le diera validez a cómo nos habíamos sentido.

No entendía que besar es algo que tiene que ser recíproco, porque si no va en dos direcciones, puede ser molesto y hasta embarazoso si encima cuenta con espectadores.

Así que, desde que vi el beso que le dio Luis Rubiales le dio a Jenni Hermoso (y la polémica derivada de él), no dejo de pensar en las similitudes entre ambos casos.

El denominador común es que son hombres que, en plena situación de celebración pública, han dado rienda suelta a su emoción con un contacto físico íntimo sin tener en cuenta que la otra persona no quería recibirlo.

Hombres que, una vez se les ha criticado ese comportamiento, se han exculpado diciendo que era algo de poca importancia, quitándole peso a una situación que ha provocado un malestar, empañando un momento de disfrute.

Te puede interesar leer: El problema son los hombres que agreden (y los que les cubren las espaldas)

De nada nos sirve que se nos eduque en expresar nuestros intereses, en apropiarnos de nuestra sexualidad y vivirla libremente si, de la mano, no se educa en el consentimiento y en el deseo.

Quiero recordar que eximir de su responsabilidad a quien ha cometido una agresión sexual (ya sea un beso, tocamiento, etc) forma parte de la cultura de la violación, la aceptación o normalización de abusos hacia las mujeres como algo inevitable en la sociedad.

Sumarse a la conversación mostrando tolerancia cero o implicarse en que no haya impunidad a quienes la ejercen son fundamentales para combatirla, de ahí que sean vitales las consecuencias: quienes cometen estas agresiones deben pagar por ello.

Porque mientras no se enseñe que los besos deben ser algo que solo se puede dar a quien quiera recibirlos, muchos seguirán pensando que las mujeres estamos ahí para ser besadas cuando quieran.

Mara Mariño

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Trucos para quitarte un chupetón rápido (ahora que no puedes taparlo)

Las vacaciones, la quedada en una terraza con las amigas, esa barbacoa con los de siempre… Es difícil sacarle el lado malo al verano más allá de las altas temperaturas.

Aunque es justamente el calor lo que me trae hoy por aquí, ya que, con los arrebatos pasionales de estos meses, resulta más complicado tapar un chupetón.

Pareja beso

UNSPLASH

Pero, ¿eso es algo que se sigue haciendo después de la adolescencia cuando llevábamos el cuello tan amoratado que parecía que habíamos sobrevivido a una juerga en casa de Edward Cullen?

Por supuesto. Como cualquier otra práctica, el chupetón es universal: para todas las edades.

Claro que en esta época del año ya no podemos recurrir a la discreción cómplice del cuello alto, la bufanda o el pañuelo.

Esos que camuflan la marca dándonos margen para que desaparezca por sí solo sin que nadie se entere.

En verano necesitamos apaños rápidos.

El más sencillo es el de recurrir al maquillaje: un buen corrector -el mismo que se utiliza para ‘borrar’ las ojeras- o un primer conseguirán hacer desaparecer el rastro.

Pero si no quieres gastar el cosmético o directamente no tienes esto en casa, corre al congelador y echa un par de hielos dentro de un paño de tela.

Sí, una bolsa de guisantes también puede servirte e incluso una cuchara que dejes previamente enfriándose.

Déjalo sobre la zona unos minutos y vete haciendo pausas y repite la aplicación. Verás cómo va desapareciendo ya que el frío facilita que la circulación mejore y se absorba antes.

Alterna esto con suaves masajes circulares, ya que su resultado es el mismo.

Otro remedio, este te hará desplazarte a la farmacia, es el gel o crema de árnica, una planta medicinal que ayuda a que los hematomas o dolores por golpes desaparezcan.

Aplícala sobre el chupetón hasta que se absorba y deja que sus propiedades antiinflamatorios se encarguen del resto.

Y, ya fijándonos en remedios de la naturaleza, el aloe vera también es un buen aliado para utilizar antes de que llegue esa comida familiar.

Vale que ninguno de estos trucos es milagroso -para ahorrarte la decepción si ves que no desaparece al instante-, pero harán que tu cuello recupere su color en menos tiempo.

Duquesa Doslabios.

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Del morbo al miedo y otros problemas de besarse en público hoy en día

Echo de menos muchas cosas de 2019 y una de ellas es la facilidad con la que nos podíamos dar los besos.

Con la única preocupación de poder contagiarnos la calentura del labio, unirnos por las bocas era algo tan fácil que no nos importaba ponerlo en práctica cualquier noche de fiesta y con (casi) cualquiera.

Y ahora soy la primera que se extraña cuando ve una pareja haciéndolo. Estoy ya tan acostumbrada a que nos falte la mitad de la cara y guardemos las distancias, que ver ese gesto de cariño me choca.

@FEDEZ

Desde la crisis sanitaria -con la correspondiente imposición de la mascarilla-, besarse en público se ha convertido en algo que está casi hasta mal visto.

Casi comparable a quienes se dejan la nariz por fuera de la mascarilla o los que se la bajan para toser o estornudar.

¿Pero hasta qué punto tiene sentido la paranoia con los besos por la calle, en el transporte, en la playa o en un parque?

Antes de escandalizarnos, deberíamos diferenciar que no es igual la pareja de enfrente, al otro lado del paso de cebra, besándose antes de cruzar, que quienes se ponen a hacerlo a tu lado en el cine.

Deberíamos ser prácticos y al menos respetar los espacios cerrados, tanto por los virus que podamos transmitir como por lo que podamos coger bajándonos la mascarilla.

Al aire libre la concentración de aerosoles ya no nos preocupa, pero toca doblar la atención a la hora de desinfectarnos después la mano con la que nos la hemos quitado.

El beso es un casting improvisado. Los labios son una zona con tanta sensibilidad que producen una reacción química en el cerebro liberando oxitocina.

La hormona que reduce el estrés y la ansiedad nos pone, automáticamente, de mejor humor.

Entre otros beneficios, también despierta sentimientos de apego, lo que significa que fortalece los vínculos emocionales.

Poner nerviosas a las personas que lo están viendo es la contrapartida.

Siempre podemos aguantarnos las ganas hasta llegar a casa, si existe la posibilidad.

Aunque, si no la tenemos, ¿merece la pena desterrarlos hasta estar todos vacunados?

Duquesa Doslabios.

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Culpo a la Covid-19 del fin del primer beso en las citas

Aunque lo ideal sería llegar a casa después de una primera cita con el pulso acelerado o la cabeza repasando detalles como la forma de sus ojos, no en todas las primeras citas hay química.

Pero cuando la hay, el momento que rodea acercarse por primera vez -casi hasta el punto en el que los labios están a punto de tocarse-, es uno de los más memorables.

Para bien o para mal, claro. El primer beso no es solo una interacción física, es un paso decisivo antes del momento de la despedida.

SPRINGFIELD MAN & WOMAN

Un broche que definitivamente puede hacer que se cambie de opinión confirmando que queremos seguir viendo a la otra persona o que, por el contrario, no ha habido suficiente compatibilidad.

Dejarse rodear por un beso no es solo buscar el roce de una lengua en la boca invitada. Es prestarle atención a los detalles que acompañan el momento.

Una mano que trepa por la nuca y acerca más la cabeza, otra que rodea la cintura… Y sobre todo, ponerle voz a esas zonas de contacto tratando de averiguar si es verdad que parece que existe electricidad en los roces.

La facilidad -relativa- con la que antes podías atreverte a iniciar la maniobra de acercamiento, parece ahora impensable. Incluso si sientes que es el momento y el lugar.

Esa señal inequívoca cuando, ya sea en pleno Paseo de la Castellana o bien frente al mar, perdida en la sonrisa visual de la otra persona (esa que solo puedes intuir por las características arrugas de los ojos), empieza a aletear algo en el pecho anticipando lo que, en otras circunstancias, terminaría con un beso inolvidable.

El coronavirus ha robado un sinfín de primeros besos (también de segundos y de terceros).

Y aunque es lo más prudente en estas circunstancias, la falta de conexión física nos deja con la duda de hasta qué punto nos podemos fiar de nuestro criterio cuando llega el momento de decirse adiós.

Y así como nos ha arrebatado la oportunidad de dejarnos llevar como nos gustaría, tenemos la suerte de que no se ha llevado el romance por el camino.

Porque si algo consiguen las citas Covid Free es que te fuerzan a hablar (aunque sea más alejados de lo que nos gustaría) y a buscar formas alternativas de acortar las distancias físicas.

Ahí está el verdadero reto. En besarse sin tocar.

Duquesa Doslabios.

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¿Conoces el beso de Singapur, el único que se da sin los labios?

Inmersa en mi última lectura, que coincide que pertenece a uno de mis compañeros blogueros del diario, Ya está el listo que todo lo sabe de SEXO (autor del que muy pronto os traeré entrevista) encontré de pasada “El beso de Singapur” o también llamado «pompoir».

GTRES

Así como conocía (y bien) todos los que habían aparecido hasta el momento como el beso francés o el beso griego, el de connotaciones asiáticas me pilló por sorpresa.

Como describe Alfred López, es una práctica que se realiza utilizando los músculos de la vagina sobre el glande ejecutando unas contracciones que dan placer y llevan al orgasmo (si se realiza bien, claro).

Pero ¿cómo podemos practicar para hacerlo? Exactamente igual que cuando nos ponemos un tutorial de hacer ejercicio en casa 20 minutos.

Por lo visto la rutina es la misma que la de mantener el suelo pélvico en forma. Los ejercicios de Kegel (contracciones controladas) y el posterior uso de bolas chinas para controlar la contracción son todo lo que debemos dominar para convertirnos en expertas.

Es decir, la contracción y relajación de los músculos circunvaginales con la idea de crear un efecto de succión como el que realizamos al hacer sexo oral.

A la hora de aplicar la teoría a la práctica, lo más recomendable es que la mujer esté colocada encima y que mantenga la cadera quieta en una postura en la que se encuentre cómoda y pueda concentrarse en el movimiento.

Perfecto no ya solo para sorprender a nuestra pareja sino para añadir algo nuevo a la cama y, ya de paso, mantener nuestros músculos de la zona siempre en forma (algo que agradecemos sobre todo después de los partos).

¿Le damos al pompoir?

Duquesa Doslabios