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¿Por qué el sexo y el amor romántico están relacionados?

Es ver cualquier serie en la que una pareja decide abrir su relación y que salgan quienes afirman que la monogamia está de capa caída.

Otros opinan lo contrario, que por ‘culpa’ del poliamor, esta forma de relacionarse ha cogido más fuerza.

Y yo, que soy monógama no tanto por convicción, sino más por vaguería, me pregunto en qué momento se juntaron amor y sexo como para que ahora nos planteemos estas nuevas formas de vincularnos.

Hombres besándose

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Habrá a quien esto le parezca antinatural y piense que el ser humano lleva, desde el comienzo de los tiempos, relacionándose así.

Lo cual no es del todo cierto, arrastramos este modelo desde hace siglos, sí. El amor que ‘practicamos’ actualmente (en Occidente, quiero decir) es el amor romántico.

Pero ni lleva aquí desde siempre ni es la alternativa infalible.

Voy a empezar el repaso histórico por el tatarabuelo del amor romántico: el amor cortés del siglo XIII.

Nace de boca de los trovadores franceses, que pregonan el culto a la mujer y el sufrimiento por la distancia de ella, idealizándola en principio, y adquiriendo progresivamente una tendencia más sexual.

Con el tiempo se transformaría en lo que acabamos llamando amor romántico, aunque inicialmente su origen era más espiritual o idealista al servicio de la castidad y la proeza.

Todavía en el siglo XVIII, las relaciones de pareja se caracterizaban por separar el amor romántico de la sexualidad y el matrimonio.

Por un lado estaba el matrimonio amistoso o por conveniencia, como institución social y religiosa (para obtener descendencia legítima).

Por otro los devaneos, la forma aceptada socialmente a través de lo que obtener las satisfacciones amorosas románticas, y que eran casi siempre exclusivamente masculinos (prostitución incluida).

Es en la Edad Contemporánea cuando por primera vez comienza a coger fuerza la idea de juntar amor y matrimonio.

La reivindicación de los sentimientos

En el siglo XIX, el Romanticismo, comienza la exaltación de la pasión romántica y trágica, ese amor que relata Jane Austen en Orgullo y Prejuicio.

Puede que el puritanismo reprimiera cualquier tipo de manifestación erótica pública, pero comenzaba a surgir tímidamente un tipo de noviazgo que se desvincula de las imposiciones paternas.

Elizabeth Bennet puede casarse con Darcy por los sentimientos que se profesan.

Aunque el broche final se da durante el siglo XX con los grandes cambios sociales que repercuten fuertemente en las relaciones amorosas y sexuales: la emancipación de la mujer, el acceso a los anticonceptivos y el temor al contagio del SIDA.

Con esta segunda gran revolución del comportamiento amoroso se fusionan el amor romántico, el matrimonio y la sexualidad.

Es decir, aparece el matrimonio por elección libre, basado en el enamoramiento, y el amor romántico deja de ser un fenómeno minoritario.

En el caso de España, también influye la herencia religiosa, ya que los valores católicos promueven la conexión entre el amor romántico y el matrimonio contribuyendo a la idea de que el sexo debería estar vinculado a una relación de compromiso y afecto duradero.

Así que a día de hoy, la creencia que predomina en nuestra sociedad es la de que la base del matrimonio debe ser el amor romántico, con la expectativa de mantener la pasión erótica y romántica con una misma pareja durante toda la vida.

¿Dónde aprendemos el amor?

Las creencias y características del amor romántico son las que nos ‘tocan’, pero no nos vienen de serie. Aprenderlas y, por tanto, desarrollar nuestro comportamiento amoroso, es algo que replicamos gracias a la influencia de la familia.

Es la primera estructura que repite el comportamiento, pero también a través de la cultura popular, incluyendo películas, libros y música, que retratan el amor romántico como un componente esencial de las relaciones sexuales.

Estas representaciones refuerzan la idea de que el sexo debe ser parte de una conexión emocional profunda (y que se lo digan a Crepúsculo, 3MSC, El diario de Bridget Jones, La última…).

Y la idealización del amor romántico, como la forma más elevada de relación, ha contribuido a la creencia de que el sexo dentro de una relación romántica es más valioso o significativo que el sexo casual.

A eso hay que sumarle las normas o presiones sociales, que condicionan el comportamiento sexual y establecen expectativas sobre cuándo y cómo debería ocurrir el sexo.

Una serie de determinantes que llevan a entender por qué cuesta desprenderse tanto de la idea de que el sexo debe estar vinculado a una relación afectiva y a un compromiso a largo plazo.

Así que si te preguntabas por qué de cierta manera estaba mal visto que tuvieras relaciones sexuales sin sentimientos de por medio (sobre todo si eres mujer), o por qué puede ser que te cueste conectar en el sexo si no hay emociones, no eres tú.

Te han socializado para sentirte así en cualquiera de los dos espectros.

Mara Mariño

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Menos sexo en la pantalla y más amistad: los gustos de la Generación Z en series y películas

Una de las cosas que más me sorprendió (y celebré) de Vaiana fue que la princesa de Motu Nui no tenía una sola historia romántica en su trama.

Han pasado siete años desde su estreno y, los niños que disfrutaron de la película de Disney, son ahora adolescentes.

Un grupo generacional que, según una investigación reciente ya no están tan interesados en ver interacciones relativas al sexo en series o películas como podríamos estarlo millennials.

chicas adolescentes

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¿Casualidad? No lo creo.

Especialmente nosotras, que vivimos una infancia cargada de romances -que si La Bella y la bestia, que si Mario y la princesa Peach, que si Harry Potter y Ginny Weasley-. Esto hizo que llegáramos a la adolescencia sedientas.

Sedientas de las comedias románticas y de tramas ardientes, con escenas de sexo en un taxi como fue aquel magreo de Chuck Bass Y Blair Waldorf en Gossip Girl.

Para muchas fue, no ya la confirmación del despertar sexual, eso había llegado tiempo antes, sino uno de los momentos cumbre del imaginario erótico que creamos con ayuda de la pantalla.

Claro que queríamos saber qué pasaba después del «felices para siempre» que habíamos visto de pequeñas.

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Sin embargo, el giro de guión de una infancia cuyas historias no se han centrado en esa idea tan dañina y abstracta como es el amor verdadero, es ahora el carril por el que transcurre la ficción que desean los adolescentes de la Generación Z.

Y es que según el estudio de la Universidad de California, los más jóvenes tienen poco o nulo interés en ver sexo y/o romances, algo que brillaba en nuestra época y parecía de obligado cumplimiento.

Su preferencia es la de argumentos ricos en amistades y relaciones platónicas, incluso prefiriendo personajes asexuales por delante de los románticos empedernidos o los conquistadores con manual de juego al estilo Barney Stinson.

A quien esto pueda parecerle preocupante, tranquilidad: no es que el amor esté en peligro de extinción, es que hemos abusado de él demasiado.

Nos hemos encasillado tanto en materia de ficción hasta el punto de que siempre era la historia de chico y chica que se enamoran con final feliz.

Esto va a significar, que a diferencia de muchas de nosotras, que crecimos acunadas por estereotipos de color de rosa y campanas de boda, tendrán aspiraciones a crear vínculos significativos más allá de las relaciones de pareja.

Que aprenderán a cuidar sus amistades (como nosotras no conseguimos, porque lo importante era conquistarle a él, no hacer una amiga) y a darle prioridad a otros aspectos de su vida que excedan el plano meramente sentimental.

El amor, si tiene que llegar, llegará, pero no se verá con este velo idealizado de que va a cambiarnos la vida porque los mitos románticos, con un poco de suerte, ya serán cosa del pasado.

Mara Mariño

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La mayor ficción de las películas románticas navideñas es la historia de amor

Admito que soy la primera que, en cuanto llega la Navidad, disfruta de tener la oportunidad de hacer maratones navideñas de películas.

Desde las clásicas como The Holiday o Love Actually, hasta las más actuales como Un castillo por Navidad.

comedia romántica cliché

NETFLIX

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Y, con contadas excepciones, la trama suele girar en torno a lo mismo: una mujer de la gran ciudad -la que sea- que está muy centrada en su trabajo y, por cualquier razón, tiene una crisis en esta época del año.

O bien rompe con su anterior pareja o descubre que tiene que ir a pasar las fiestas a un pequeño pueblo por trabajo o bien sufre un accidente.

Tras ese momento de choque, que podríamos decir, conoce a personas completamente contrarias a las que estaba acostumbrada en su anterior vida y, entre ellas, un hombre del que enamorarse.

Porque siempre son una mujer y un hombre.

Tras enamorarse, algo sucede entre ellos como para que se plantee volver a su casa pero, en el último momento, vía gesto romántico, revelación, etc, cambia de idea y se va a buscar lo que realmente le hace feliz: él.

Así que el cierre de todas las películas también es común.

Un reencuentro en forma de beso, la canción de amor de ese año y, por último, un flash forward que meses o años donde se ve lo felices que son en el entorno rural cuando por fin ha conseguido librarse de la pesada carga de su anterior vida.

En otras palabras, estamos ante la adaptación de los cuentos clásicos donde el caballero era el salvador que, en ese caso, rompía la maldición o la ayudaba a escapar de una torre ofreciéndole una vida nueva y feliz en su compañía.

El tema de cambiar el castillo por una bucólica casa rural -ahora creo que casi todas preferimos un lugar donde poder desconectar que una vivienda con 17 habitaciones, 2 salones de ceremonias y caballerizas- es de las pocas diferencias que hay.

Como decía al principio, me gusta la calidez de las películas navideñas, la decoración que aparece, la trama fácil de seguir que te permite seguir hablando con la película puesta de fondo y no perder el hilo así como las historias donde veo que la gente es feliz y tiene personas que le quieren alrededor.

Pero al mismo tiempo me chirría que se repita casi siempre un mismo patrón donde, la conclusión a la que nos hace llegar es que solo con un hombre al lado encontraremos la felicidad, nos sentiremos completas.

El ideal del amor romántico al que aspirar como única solución a nuestros problemas y llave a la felicidad.

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Por contra de lo que pintan las películas románticas, el esfuerzo de encontrar la felicidad fuera nos hace olvidar que es algo que hay que trabajar por cuenta propia.

Me encantaría empezar a ver películas navideñas de amor donde la protagonista empieza a ir a terapia, practica un nuevo hobby que descubre, hace una escapada con sus amigas o se reconcilia con esa persona de su familia con la que siempre había querido retomar el contacto.

Es decir, historias donde aprenda de nuevo a quererse, pero a sí misma.

Que seguro que esa trama también la puede protagonizar Lindsay Lohan.

Mara Mariño

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‘La última’ de Aitana y Miguel: otra serie con mitos del amor romántico y relaciones tóxicas

Hay cosas que no cambian, fue lo primero que pensé cuando vi el tipo de personaje que encarnaba Miguel Bernardeau en la serie de Disney+.

Hache, perdón, Diego, tiene demasiado en común con Hugo, de Tres metros sobre el cielo.

Candela Diego La última

LA ÚLTIMA

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Seguimos viendo a chicos violentos que no saben hacer gestión emocional y se amparan en los puñetazos para dejar salir su rabia contenida.

El que siempre lo arregla (o complica) todo a base de ostias.

Y tienen, por supuesto, una devota pareja que lo aguanta y le sirve de apoyo, Candela, interpretada por Aitana Ocaña.

A quien, si fuera tu amiga -y empezara a tener éxito en la industria de la música-, solo le dirías: «Aléjate de ese chico, que lleva la palabra problemas tatuada en la frente».

Puede que hayamos avanzado, que seamos más conscientes que nunca de lo que es un gaslighting, una relación tóxica, el maltrato psicológico…

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Pero mientras se sigan romantizando películas o series donde nosotras nos sacrificamos, en el nombre del amor, por una persona violenta, seguiremos viendo con buenos ojos los golpes -seamos o no receptoras de ellos-.

Seguiremos haciendo de tirita emocional, siempre sobreempáticas y poniéndonos en su lugar justificando todos sus arranques (claro, es que no tiene dinero, es que no tiene madre, es que no tiene buena relación con los amigos, es que se ha metido en un lío…).

Seguiremos pensando que con nuestra ternura y dedicación, él va a cambiar.

Porque mientras tanto, recibiremos el mensaje de que todo ese sacrificio merece la pena porque lo que conseguimos a cambio es algo mucho más valioso que la fama, el dinero, los conciertos… El amor verdadero.

Él, en cambio, nunca hace el mismo sacrificio, o, si lo hace, vuelve al poco a las andadas.

Si Tres metros sobre el cielo y La última demuestran algo es que seguimos estancadas en la etapa del héroe violento y atormentado que necesita una psicóloga y la encuentra en su novia, la verdadera heroína romántica de ambas tramas.

Yo, que ya me comí una relación de maltrato en parte por haber minimizado cualquier comportamiento de celos o rabia gracias a películas como la de Mario Casas y María Valverde, veo esta desde un punto de vista de melancolía -por todas las similitudes- pero también de preocupación.

Porque sé a lo que lleva suspirar por un novio que va en moto, te miente, sigue y persigue. El mismo al que luego ves tan desvalido y solo que piensas que, sin ti, no va a salir adelante.

A mí, la historia de La última me pilla con la lección aprendida. Pero me preocupan todas esas niñas y adolescentes que la estén viendo ahora y piensen que eso es lo que quieren en su vida.

Porque cuando compartes tu vida con una persona así, la realidad de esa relación no viene con una canción de Aitana de fondo, sino que es una auténtica pesadilla.

Mara Mariño

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Ni el amor ‘de la vida’ de Iñigo, ni el ‘amor perfecto’ de Risto

Dos de las parejas más mediáticas del país estallan el mismo día, y aunque los motivos no pueden ser más distintos, hay algo que comparten Iñigo Onieva y Risto Mejide.

Los mitos del amor romántico se cuelan en sus mensajes públicos.

amor pareja

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El de Iñigo, más fantasioso, viene en la confesión que hizo a través de su historia de Instagram en forma de carta.

«Tamara es la mujer de mi vida», afirmaba el empresario. Una manera de buscar un ramalazo de cariño entre sus seguidores, como ensalzando los sentimientos hacia la marquesa.

Ese amor que, por lo que hemos aprendido, es superior a todos los demás, diferenciándose de cualquier relación pasada.

Y no voy a entrar en si se pueden compatibilizar el amor con otros vínculos paralelos, porque eso entra en el pacto de fidelidad de cada pareja (aunque sabiendo lo católica que es Tamara, me sorprendería que no fuera una relación monógama).

Pero sí en señalar la intención de dar lástima y reafirmar sus sentimientos en el nombre de ese amor, único e incomparable.

El amor, sea el que sea -de pareja, entre familiares o amigos-, merece ante todo respeto y empatía.

El respeto de ir con la sinceridad por delante y no vender una moto de unas fechas que no cuadran, a la cara de la persona que quieres y a la de la prensa.

Y la empatía de, una vez reconocido el error, y buscando la otra persona espacio, acatar la separación porque se entiende que necesita poner distancia de por medio.

Si Tamara fuera mi amiga le diría que el amor de la vida es el que se va a tener, en todo caso, a sí misma.

Porque los demás amores que experimente hacia sus parejas, le irán acompañando en diferentes etapas, ni será solo uno ni serán para siempre.

No existe la necesidad de ponerle una categoría vitalicia cuando los sentimientos volverán a nacerle en un futuro y (espero) por alguien mejor que el empresario.

Lo que comienza, siempre tiene un final. Ya sea a lo largo de la vida o cuando acaba esta, que es una lección que Risto sí tiene aprendida.

Aunque de él me rechina que se refiera a los años compartidos con Laura como que «no han sido perfectos y aún así, o igual por eso, seguramente hayan sido los mejores de mi vida».

La perfección en el amor no existe porque, quienes protagonizamos las relaciones románticas, los seres humanos, estamos lejos de ser inmaculados.

De hecho, es en cuanto empiezan a darse discusiones que saltan las señales de alarma. El «esto no debería ser así», «si es amor ¿por qué no es como en las películas?»

Las cosas buenas y las malas en la relación de pareja no es que sumen, como él mismo dice, es que son lo normal.

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No podemos seguir arrancando relaciones con esta expectativa de perfección, la de que, por estar enamorados, todo va a encajar y fluir como por arte de magia.

En su lugar, deberíamos formar una pareja con mentalidad de equipo.

Con el objetivo de hacer piña, incluso siendo diferentes y pensando distinto, ante los problemas que surjan y celebrar los triunfos compartidos.

Porque de esa manera, el tiempo que estemos con cada persona, que podrá ser unos meses o años, será un tiempo sano, realista y más feliz.

Sin el agobio de no estar a la altura del amor eterno e impoluto que vemos en la ficción, porque eso sí que es una ilusión #toelrrato.

Mara Mariño

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Estas películas de Disney te han enseñado una idea del amor equivocada

Soy la primera que responde «Disney» cuando le preguntan qué clase de cosas me han ido metiendo el machismo en la cabeza.

Y mira que me han encantado esas películas. Me sé los diálogos de memoria. De las canciones ya ni hablamos.

Hay dos tipos de personas, las que piden Camela en el karaoke y las que piden «Un mundo ideal». Yo soy del segundo grupo.

La bella y la bestia

DISNEY

Pero no quiero irme por las ramas. Esta vez voy a ir directa al grano con un análisis en el que me ha tocado remover algunos de los éxitos que han marcado mi infancia.

De hecho, la han condicionado hasta tal punto, que son las principales responsables de que a día de hoy me siga creyendo mitos del amor romántico.

Todo esto sin que yo me diera cuenta, por supuesto. He normalizado tanto los tipos de relaciones que veía en la pantalla, que repetía esos patrones, porque creía que era como debían suceder las cosas.

La tarea de deconstruirme de ellos tiene mucho que ver con empezar a identificarlos y encontrarles el fallo, de ahí que haya decidido haceros un pequeño resumen de las que más he visto (y por tanto más tocada me han dejado).

  • La bella y la bestia: el amor tiene el poder de cambiar a la persona amada. Incluso cuando te trata mal. Si resistes como Bella, merecerá la pena porque tendrás un príncipe azul con el que vivirás feliz por siempre jamás. O eso dicen. Lo más probable es que estés aguantando los malos tratos de una pareja insegura que no te sabe valorar y lo único rojo de vuestra relación no es la rosa, sino la red flag.
  • Blancanieves: por amor vale todo. Hasta que te bese sin tu consentimiento un tipo que no conoces prácticamente de nada. Él está enamorado, así que como eso es lo que predomina, tú a callar. En La Bella Durmiente es igual. Solo se habían visto una vez en el bosque, ¿quién le da derecho a plantarle un morreo? ¿Te imaginas el susto después de estar un tiempo dormida? Yo infartaría.
  • La Cenicienta: el príncipe azul es la solución a tus problemas. Pues no amiga, si Ceni se hubiera sacado un módulo de diseño, habría arrancado su propio taller de costura en el pueblo y sus vestidos habrían sido un exitazo. No necesita un novio rico, necesita un salario decente para no ser dependiente toda su vida. También en esta película aprendemos que las mujeres somos enemigas y nos despellejamos y solo puedes confiar en tu amor, que es el que te va a sacar de la situación de precariedad.
  • La Sirenita: otra que lo deja todo por amor, como Disney manda. La diferencia es que Ariel renuncia a toda su familia -que sí que la quiere- y amigos por irse con Eric, con el que no ha mantenido ni media conversación. ¿Cómo vas a casarte, para empezar con 16 años, con un señor del que no sabes qué clase de género musical le gusta? Eso va a condicionar toda vuestra relación, a lo mejor nunca podéis ir juntos de concierto. Y come pescado, ¿verle cenar a sus amigos en salsa verde no le parece una señal de alarma? Al menos, que sea vegetariano…
  • Aladín y La Dama y el Vagabundo fomentan también esta mágica idea de que, en el amor, los polos opuestos se atraen y completan, aunque no tengas nada en común. El amor es una especie de sustancia con poderes que sobrevuela el ambiente y te pilla desprevenida enganchándote por el resto de tu vida a tu contrario. Y vale que hay flechazos a primera vista, nadie lo pone en duda, pero el amor necesita algo más que una atracción de un ratito. Es conocer a la otra persona a fondo, descubrir sus defectos y, aún con ellos, quererla porque entiendes que es un pack de cosas buenas y menos buenas.
@meetingmara No mi siela, no eres tú. Es Walt Disney y su idea del amor romántico 💁🏻‍♀️❤️ #love #amor #disney #disneymovie #pareja #enamorarse #enamoramiento #lovegoals #couple #relationshipgoals #beautyandthebeast #sleepingbeauty #cenicienta #labellaylabestia #peliculasdisney #lasirenita #ariel #amorromantico #amortoxico #relacionestoxicas ♬ An Unusual Prince / Once Upon A Dream – Soundtrack – Mary Costa & Bill Shirley & Chorus – Sleeping Beauty

Para terminar, el culmen de todas las relaciones monógamas y heterosexuales (no existen otras en la franquicia) es el matrimonio, único fin que transmite la peligrosa idea de que solo pasando por el altar llegaremos a conseguir el ‘felices para siempre’.

Pero no todo una a ser malo. Por suerte, en las películas más recientes de Disney, cada vez son menos los desenlaces de este estilo.

Incluso Elsa de Frozen, Mérida de Brave o Mirabel de Encanto terminaban las películas sin necesidad de un compañero sentimental, siendo las únicas heroínas de una trama en la que la familia o la amistad eran más importantes.

Siempre y cuando los finales que nos ofrezcan sean esos, dejaremos de poner al amor romántico como único protagonista, pasando incluso por encima de nosotras mismas.

O al menos, ahora que nos hemos dado cuenta, es cuando deberíamos dejar de seguir replicando las historias.

Sí, por mucho que nos gustara verlas de pequeñas, porque solo son eso… Ficción.

Mara Mariño

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Que siempre te guste la persona incorrecta tiene nombre: ‘fleabagging’

Si en más de una ocasión has oído a tus padres o a tus amigos decir que no sabes escoger parejas, que parece que tienes un imán para atraer a la gente incorrecta, igual es que te estás haciendo fleabagging.

FACEBOOK PULL & BEAR

A diferencia del ghosting, que no se puede controlar al tratarse de una falta de comunicación por solo una de las partes, la nueva tendencia del universo de las citas depende al 100% de ti.

Y es que para saber si eres fleabagger, tienes que hacer un poco de autocrítica y echarle un vistazo a tus últimas historias de amor.

¿Cómo son tus comportamientos a la hora de buscar pareja y tener un noviazgo si lo que ves, una vez pasado el tiempo, es tu colección de catastróficas relaciones?

Hacer malas elecciones continuamente es una de las bases de la tendencia, que, por desgracia y como el ghosting, también tiene su parte tóxica.

Puede que no esté en tus manos que él o ella te conteste al mensaje o que te dé plantón en el último minuto, pero sí puedes llegar a la conclusión de que mereces a alguien a tu lado que no haga eso.

El culpable y la víctima del fleabagging no es otro que uno mismo. Aunque, para tu tranquilidad, no es algo que decidas libremente.

Es un hábito negativo que terminas desarrollando por una idea del amor romántico que aprendemos a lo largo de nuestra vida, que consiguen que aceptemos ciertos tipos de comportamientos (¿qué son sino las parejas de Chuck y Blair de ‘Gossip Girl’, Noah y Allie de ‘El diario de Noah’, Rachel y Ross de ‘Friends’ o Carrie y Aidan de ‘Sexo en Nueva York’?).

Lo bueno es que tiene solución: tienes el poder de decidir. Empieza por poner algún tipo de límite y respetarlo una vez identificas las señales de alarma, intentando no aceptar la misma conducta en tu siguiente relación.

Al final, dar con una persona buena no significa salir solo con quien haga voluntariado todas las semanas y que en su tiempo libre se dedique a salvar gatitos atrapados en los árboles.

Encuentra a quien te dedique tiempo, te aporte, te apoye, te priorice y te quiera tal y como eres. No mereces nada menos que eso.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas: «Quien bien te quiere te hará llorar»

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Relacionar amor con sufrimiento es como encontrar relación entre Navidad e infelicidad, términos que resulta complicado casar. Sin embargo, la frase de turno se encuentra suelta y sin orden de busca y captura (o al menos que yo sepa). Y cuidado, es una frase que muerde.

PIXABAY

Pero no muerde en la mano o en el tobillo, que son los sitios que pueden tener mejor alcance, muerde psicológicamente. 

«Quien te quiere te hará llorar» nos cala desde que somos pequeños. Sobre todo porque es un concepto que escuchas siendo menor de edad y, como tantas cosas que experimentas en ese momento, no sabes cómo gestionar.

Las películas, las series y hasta las canciones que nos acompañan durante esa época nos lo demuestran con grandes historias de amor y sufrimiento a partes iguales, haciendo que en nuestras cabezas entre esa nociva idea de que, como los referentes que vemos en la gran pantalla, tendremos que luchar, sufrir y sacrificarnos en el nombre de ese amor con mayúsculas que todos ansiamos.

Si alguien realmente cree en esto a pies juntillas, le recomiendo que hable con su madre para saber si realmente amor es sufrimiento. Yo lo hice con la mía.

Lo que recibí como respuesta cuando quise saber cómo se imaginaba a mi pareja ideal fue un : «No lo sé hija, como sea. Pero que sea buena persona«.

Ni alto, ni bajo, ni fuerte, ni con barba cerrada, ni ojos profundos, ni voz de participante de Operación Triunfo, ni abdominales de anuncio de ropa interior de Calvin Klein. Lo que mi madre me deseaba (y aún me desea), es que me traten bien.

El amor no es que te hagan llorar, por mucho que Alex Ubago se haya empeñado en relacionar ambas cosas a lo largo de prácticamente toda su carrera discográfica.

Quien bien te quiere te tratará con respeto, con paciencia, con cariño. Al igual que, si tú quieres a alguien, le dispensarás el mismo trato. Y no es que vayas a comportarte así de manera forzada, es que, y créeme, te va a salir solo.

Ligar el amor al sufrimiento es uno de los síntomas que sufre una relación enferma, tóxica.  Los insultos, desprecios, violencia o gritos no tienen cabida en el amor. No deberían tenerla en ningún lado.

El desenlace que tiene aguantar ‘en el nombre del amor’ esas situaciones está más cerca de un final bajo tierra que del final de los cuentos de «Felices para siempre». Y, desgraciadamente, somos nosotras las que perdemos antes la partida.

Duquesa Doslabios.

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Desmontando mitos machistas VI: «Las mujeres matan tanto como los hombres»

Desmontando mitos machistas: «El amor puede con todo»

Mito:
-Conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
-Invención, fantasía

Beatles, que flaco favor nos hicisteis con All you need is love, que al final nos lo hemos tomado en serio.

En el Romanticismo, el amor romántico se convirtió en una verdad inalterable. Presentaba dificultades constantemente, un precio alto, fruto de sacrificios, y una lucha infinita que se justificaba por lo que nos podía proporcionar en nuestras simples y llanas vidas, unas sensaciones imposibles de vivir con cualquier otra cualquier experiencia.

PIXABAY

Pero no es algo que se quedó en los cuentos de los hermanos Grimm, sino que el mito ha ido perpetuándose a lo largo de los años hasta llegar a nuestro tiempo.

Te lo suelto rápido antes de que pienses un argumento en contra de lo que te estoy diciendo: Titanic. Una película que trata de cómo la pareja está todo el rato enfrentándose al mar, a la sociedad e incluso a la muerte en el nombre del amor.

Un amor tan fuerte, poderoso y definitivo que aún años después del hundimiento, con un feliz matrimonio de por medio, Rose solo es feliz volviendo a encontrarse con Jack.

No solo de cine vive el mito, pensemos en los primeros discos de Taylor Swift, en la canción Love Story que no paraba de sonar en Los 40 principales diciéndonos en 2009: «Romeo llévame a algún lugar en el que podamos estar solos, te estaré esperando y todo lo que tenemos que hacer es huir«.

Una tórrida melodía en la que el padre no deja a los amantes estar juntos, pero que da igual, porque, según la cantante «es un amor difícil pero es real».

«Romeo, sálvame. Me he sentido tan sola. Te he estado esperando pero nunca venías» era una de mis estrofas favoritas con 17 años, cuando ya me estaban diciendo que tenía que estar esperando a mi amor y me lo creía a pies juntillas.

Los mitos son tan sutiles a través de todo lo que nos rodea que forman roles en las relaciones de pareja y se asumen de manera diferente. Nosotras crecemos con la idea del príncipe azul por el que hay que aguardar mientras que ellos tienen que ser quienes den el primer paso y que reconozcan la belleza y el amor que les profesa una mujer. Somos los príncipes y princesas del patriarcado.

De hecho nos lo creemos de tal manera que si falla la relación se nos dice enseguida que «No era amor», que «No era tu media naranja» (un mito del que hablaré algún día), que «No se luchó lo suficiente»… Sencillamente tenemos el amor romántico en un pedestal tan grande que no nos importa echarnos la culpa antes que pensar que podemos estar aferrándonos a un concepto demasiado idealizado por nuestra parte.

Fotograma del vídeo ‘Love Story’ de Taylor Swift. YOUTUBE

En mi caso, La Bella y la Bestia era una de mis películas preferidas. Tanto que cuando llegó mi «bestia» yo ya sabía que pasara lo que pasase, al final, la película iba a acabar bien. Eso me habían prometido toda mi vida.

Mi príncipe embrujado no tenía biblioteca llena de libros ni una rosa encantada, pero de mal genio iba sobrado. Por eso cada vez que recibía gritos aguantaba estoicamente, como Bella, porque es lo que se hace por amor.

Esto es simplemente un ejemplo de cómo es precisamente en los momentos en los que estamos viviendo una relación cuando reproducimos esos mitos que tenemos interiormente aprendidos.

Por amor sabía que no podía tirar la toalla en aquella lucha diaria que era nuestra relación, hasta que descubrí que las películas están muy bien pero que la mía no iba encaminada hacia el «y vivieron felices para siempre» por mucho que yo pusiera de mi parte. Y poner de mi parte había sido tolerar los celos, el control e incluso a la violencia.

Hace dos días me escribió mi amiga. Su novio le había montado una escena en un centro comercial y le había agarrado del brazo impidiéndola que se fuera. Le había dejado marca.

Ella le dijo que no quería verle más y él le respondió que estaba reaccionando de una manera exagerada. Que nunca más iba a volver a pasar, que la quería.

Pero querer ya no basta, porque, como vemos en las estadísticas, el amor «no puede con todo» pero puede con nosotras que somos las que tenemos las de perder, ya que en lo que va de año son 25 las mujeres asesinadas por violencia machista, y, la mayor parte de ellas, por sus parejas.

Porque esa idea del amor romántico, mata.

Y ya basta de soportar atrocidades en el nombre del amor. El amor, el de verdad, tiene que empezar por nosotras mismas.

Duquesa Doslabios.

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