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¿Y si lo deseable en una pareja es que tenga ‘beige flags’?

Hace poco me decía una amiga que le gustaba quedar conmigo porque no hacíamos cosas ‘locas’ como con el resto de sus amigos, sino que hacía cosas de ‘adulta’. No me llamó aburrida, pero por la descripción sonaba justo a eso.

Yo soy lo que en el panorama de citas actual se consideraría una beige flag andante.

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Permite que te introduzca este nuevo concepto, porque la diferencia entre red flag y green flag ya te la sabes, ¿no?

Mientras que las green flags son cualidades positivas que apreciamos en alguien, las red flags son todo lo contrario, señales de alarma o indicativos de que mejor salir de ahí cuanto antes.

La beige flag es la neutralidad y, por lo que se ve en el caso de quienes cuentan las beige flags que se han encontrado en otras personas, cosas como que conduzcas muy despacio, que prefieras una agenda en papel antes que la del móvil, que te lleves una silla y una sombrilla a la playa o que te encanten los Crocs.

En definitiva, es algo que no molesta, pero que está ahí. Y tampoco es lo más emocionante del mundo.

Y yo, como buena defensora de este tipo de banderas, he de decir que las considero las nuevas green flags porque son la prueba de que estamos ante una persona normal.

Me explico. Socialmente relacionamos el enamoramiento con idas y venidas, subidas y bajadas por el chute hormonal.

Además, según las series y películas, relacionamos amor con aventura y expectación, con una persona que nos tiene la cabeza descolocada y no sabemos por dónde va a salir hoy: si vendrá a casa con un ramo de flores o ignorará los mensajes mientras sufrimos por esa frialdad.

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Pero eso al final es una muestra de que se está teniendo un amor sin ningún tipo de estabilidad ni evolución, que nos mantiene en un estado ansioso e inseguro.

En cambio una persona estable, rutinaria, se mueve en la tranquilidad y es eso lo que busca y transmite en su vida, por lo que la relación no va a ser una montaña rusa, sino un apacible paseo.

Es más, cuando vivimos con alguien de serenidad tendemos a pensar que se ha apagado la llama o que la relación no da más, cuando es en esa calma que se puede construir la confianza en quien sabemos que no nos va a fallar y por tanto el vínculo se fortalece.

Mi conclusión es que mientras sigamos viendo que las personas normales son las que se deben evitar, caeremos de cabeza en quienes llevan las red flags, que son el auténtico peligro.

Y encima nos creeremos que eso es amor de verdad.

Mara Mariño

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¿De verdad va todo tan bien o es la ‘Energía de la Nueva Relación’?

Hace unas semanas quedaba con un amigo con el que llevaba tiempo sin coincidir. En el último momento invitó a la chica con la que se estaba viendo.

Estaba embobado, no podía parar de hablar de ella: le encajaba absolutamente todo.

Era como si, después de su etapa de soltería, hubiera dado con una persona perfecta para él.

energía nueva relación

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El giro dramático de los acontecimientos es que al tiempo, dejaron de verse.

«Me entiendes seguro», me dijo hace unos días, cuando le recordaba que me había convertido en una sujetavelas improvisada.

¿Que si lo entiendo? La ENR estaba haciendo de las suyas, y sé bien lo que es eso.

Lo que no le ponía era nombre, pero la ENR (o Energía de la Nueva Relación) es un término que popularizó en los 80 la activista Zhahai Stewart y que define lo que le estaba pasando a mi amigo.

En esa etapa, los neurotransmisores se producen a niveles altísimos, lo que se traduce en adrenalina y fascinación.

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Es el fenómeno biológico que explica por qué todo es maravilloso y no puedes dejar de pensar en esa persona, de hablar de sus cualidades, de querer pasar más tiempo a su lado aunque hayáis estado viéndoos durante 72 horas.

Ese chorreo de sustancias se da en las etapas iniciales del cortejo y viene acompañado de una mayor conectividad emocional, receptividad sexual y un mayor nivel de excitación (¿entiendes ahora por qué no podéis quitaros las manos de encima?).

Lo que sucede es que es algo que termina antes o después y, hay quien interpreta esa diferencia de sensaciones que había al principio como que la relación no puede seguir funcionando.

Que no digo que le pasara a mi amigo porque fueron otros factores los que entraron en escena, pero no está de más recordar que es habitual que esa ‘calma’ llegue tarde o temprano.

El problema es cuando los miembros de esa relación no entienden que es una evolución normal a la siguiente fase de la relación y saltan a otra pareja cuando la ENR se acaba.

Lo que sucederá será que volverá a enfrentarse al mismo problema de ver que la rutina llega a la relación, porque la ENR no dura para siempre.

Cuando esta energía llega a su fin, tiene que quedar un vínculo que se ha ido construyendo durante ese tiempo, uno basado en sentimientos, compatibilidad, proyecto de futuro… En definitiva, en una serie de factores que le dan estabilidad.

Esa estabilidad que proporciona la seguridad emocional es justo todo lo opuesto a la sensación de novedad y adrenalina del principio, pero tenemos que entender que es lo normal, es la señal de que eso va por el buen camino, que tiene posibilidades de funcionar.

Y puede que no sea tan emocionante como al principio, pero esa conexión y compromiso que se va fortaleciendo, es la base de una relación sana.

Así que antes de plantearte que igual tu relación ya está acabada, hazte la pregunta de si de verdad va todo tan bien con esa persona que acabas de conocer, y merece la pena dejarlo todo, o es tan solo el enganche del principio.

Mara Mariño

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Por qué te enganchas tanto a quien pasa de ti (según la psicología)

Que levante la mano quien nunca ha estado detrás de una persona que parecía dar señales intermitentes.

Hoy le interesas, mañana te ignora por WhatsApp, pasado vuelve a la carga, al día siguiente hace como si no existieras y, de repente, te propone quedar y veros.

chico móvil

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Estas idas y venidas son lo que se podría considerar por los expertos en psicología un refuerzo intermitente.

Aunque en el mundo de las citas le hemos puesto un sinfín de nombres en inglés porque siempre queda más guay (o eso pensamos).

Es lo que explica los fenómenos de benching (estar en el banquillo), breadscrumbing (dar pequeñas muestras de afecto o atención que, a modo de miguitas de pan, animan a ‘seguir sus pasos’) y, por supuesto, el famoso ghosting.

El rey de los desplantes consiste en que la otra persona desaparece de tu vida de un día para otro, sin dar ninguna explicación, y después vuelve como si nada.

En definitiva, son todos los comportamientos que reproduce alguien que no se va del todo, pero tampoco se quiere quedar a intentar tener algo más.

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Y, aunque nos cueste admitirlo -porque cada vez tenemos más herramientas para afrontar estas situaciones-, tendemos a engancharnos a quien nos trata así.

No es que seamos masoquistas cuando a la quinta vez que nos hacen lo mismo, sigamos ahí, a la espera de una sexta.

Es que biológicamente esa intermitencia nos genera adicción.

Todo viene al experimento que hizo Skinner (el psicólogo, no el director de los Simpson) con unas ratas.

Estas tenían que pulsar una palanca y, en ocasiones recibían comida y en otras no, pero era de manera aleatoria.

Así que los roedores se veían pegados a la palanca pulsándolo una y otra vez a ver si había suerte, por lo que el nuevo elemento condicionó su comportamiento.

¿Te suena familiar?

La golosina, en nuestro caso, sería que te va a prestar atención, dar conversación, dedicarte un rato para quedar…

Por eso, en cuanto el trato cambia y entramos en una fase más fría o distante por su parte, quedamos a la espera y estamos con una predisposición positiva si vuelve a tratarnos de esa forma, sin perder la esperanza.

Siempre confiando en que, en alguna de las ocasiones que respondemos su historia y nos quedamos en ‘Visto’, contestará. Porque hemos aprendido que ya ha sucedido en el pasado, solo que no sabemos cuándo.

La promesa de que ya hemos tenido ese interés en algún momento -y puede volver cuando menos lo esperemos- es el mejor incentivo.

Pero, a diferencia de las ratas, tenemos algo que nos distingue.

Los pobres animalitos de Skinner estaban en una jaula. Destinados a participar cada día en sus experimentos psicológicos.

Su única opción era la de pulsar la palanca bajo la atenta mirada del experto, sin ninguna otra alternativa que la de esperar su premio.

Tú no.

Lo que te mereces es una persona que se quede porque se quiere quedar, que te muestre un interés constante, que te respete, que valide tus emociones, que te dé estabilidad mental, cariño constante y no ande descolocándote con idas y venidas.

Tienes la libertad de, ahora que te sabes la teoría y puedes identificar cuando te están haciendo caso a momentos, decidir que te vas, que ‘sales’ del experimento y te quedas donde (o con quien) el buen trato no cambie a la velocidad de un parpadeo.

Puede que hayas caído en el ‘condicionamiento’ de tu crush, pero ponerle fin es tu elección.

Mara Mariño

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‘Yo es que no creo en las relaciones’

Hay dos red flags que puedes percibir al poco de conocer a una persona. La primera es que te diga que «No soy machista, pero…«. Porque da igual como termine la frase, es machista.

La segunda, que te salga con que no cree en las relaciones de pareja.

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El 100% de nosotros estamos aquí por una relación, sexual, vale. Pero la inmensa mayoría también porque a esa relación sexual le acompañó una sentimental.

Las relaciones no son los Reyes Magos, no es cuestión de creer o no en ellas porque en el momento que has visto a tus padres seguir juntos, después de tropecientos años de casados, no puedes no ser creyente ni plantearte su existencia.

Entonces, ¿por qué se repite hasta la saciedad y hay quien incluso la suelta con orgullo (como tú alguna vez, por ejemplo)? El trasfondo no es que no se crean en las relaciones, sino que no crees que las relaciones sean para ti.

Y está genial haber llegado a esa conclusión. No tiene nada de malo querer estar a tu aire, sin nadie al lado, ni contemplar la idea de casarte.

Si estás feliz con tu vida así, es perfecto.

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El problema es que la frase produce un efecto curioso en quien la escucha. De reto, desafío, ganas por ser -sobre todo si eres mujer- quien le haga cambiar de idea y le demuestre las ventajas de estar en pareja.

Desde aquí le doy las gracias a los mitos románticos por meternos en la cabeza que tenemos que ser centros andantes de rehabilitación del corazón, las salvadoras del amor.

Soy la primera que afirma que sí, que es culpa nuestra cuando nos enganchamos a una persona que, al poco tiempo, ya ha salido con la frasecita.

Es evidente que no busca compromiso, sino una diversión sin fin. Y, por muy en todo su derecho que esté, nos toca el ego.

Como seres sociales, necesitamos sentir que gustamos y que nos quieren.

Así que, cuando eso pasa, es raro que no te venga el pensamiento de qué problema tienes para que te diga eso sin apenas conocerte.

Así que si te ha pasado como a mí, y te toca una persona así, pero sobre todo, tú sí crees en las relaciones, déjala que siga circulando.

Porque está claro que contigo no es.

Porque tú lo vales todo.

Si eres quien se considera ateo del amor, cerrarse en banda, mantenerte siempre emocionalmente inaccesible y no permitirte al menos sopesar conocer a una persona más allá de un ratito, seguirás en tu línea de quedar libre de todo compromiso.

Y seguirás solo también.

Mara Mariño

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Si que te ‘busquen’ te despierta las ganas, eres del club del deseo reactivo

Eres o de mañanas o de noches, una persona madrugadora o trasnochadora, dejas el gimnasio, la mayor carga de trabajo o estudiar para nada más levantarte o prefieres hacerlo en las últimas horas del día, y lo mismo pasa con tu vida sexual.

pareja deseo sexual

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Y tener un momento del día favorito para quitarte las ganas -hace un tiempo os conté que por logística, para mí era después de la siesta-, no supone un problema si no coincide con el de tu pareja.

Porque esa falta de acuerdo se convierte en que una vez se tendrá sexo por la mañana y otro por las tardes.

Pero de lo que quiero hablarte hoy es de cuando no dependes tanto del día o la noche y te apetece cuando te buscan, te desean, cuando se cuela la mano entre tus dos piernas o los besos pasan de la boca al cuello y continúan su camino más abajo.

Si es en esos casos cuando te apetece, tienes un deseo sexual reactivo.

Cuando eres del club del ‘se me despiertan las ganas según lo que me rodea’, todo tu contexto es susceptible de convertirse en detonador.

Desde ese libro en el que la descripción de una escena de sexo oral entre los dos protagonistas te hace volver al principio de la página al capítulo de la serie mexicana donde se montan un trío en el que no te importaría participar.

Y claro que recibir esos estímulos por parte de la otra persona, ya sea porque ha optado por no cerrar la puerta cuando se ha metido en la ducha o porque, como decía antes, ve más interesante empezar a besar otras partes del cuello mientras contestas un mail, se convierten en el despertador sexual.

Una alarma que dice ‘aquí y ahora’.

Cuando tu pareja es activa

Pero, ¿qué pasa si llega un punto en el que te acomodas a esa situación porque es tu manera de sentir el deseo?

En el momento en el que te has acostumbrado a darle rienda suelta a tus ganas, siempre después de que te lo hayan activado, puedes recibir algún tipo de comentario de «es que siempre me toca a mí empezar«.

Ahí tienes que coger a tu pareja y quitarle esas inseguridades de golpe (porque seguramente piensa que o no tienes interés o que ya no le tienes ganas) y explicarle cómo funcionas.

Tenemos que recordar que, al igual que nuestros gustos con la comida o la música son diferentes, nuestra sexualidad también.

Y que no importa tanto quién empiece, sino cogerse con ganas cuando eso pasa.

Mara Mariño

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No eres mala pareja por fijarte en otras personas

En el momento en el que entendí que mi pareja podía fijarse en otras personas sin que cambiara nada, me empecé a tomar nuestra relación de una forma mucho más relajada.

Supongo que los libros y películas que habían llegado a mi vida hasta la fecha, se oponían totalmente a esa idea.

No, si mi novio no tenía ojos solo para mí, es que no era amor verdadero.

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Algo parecido vimos en La Isla de las Tentaciones. Un ofendidísimo Alejandro le recriminaba a Tania que si se sentía atraída por algún otro hombre, es que no estaban hechos para estar juntos.

Como digo, hace unos años podía compartir ese punto de vista. Pero fue un factor el que me hizo cambiar de idea: la seguridad en mí misma.

Si alguien -quien sea- quiere estar conmigo, es porque realmente quiere estar conmigo. Más que nada porque, si se da el caso contrario, tiene toda la libertad del mundo de dejar la relación (lo mismo que yo).

La elección de estar juntos es libre y entenderlo me quitó muchos agobios innecesarios.

Una vez teniendo claro esto y confiando en la otra persona, que aparezcan terceros –respetando el acuerdo entre los dos-, es lo de menos.

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Mis novios me parecen guapos no, guapísimos. Y de la misma manera que también me fijo en ellos por su aspecto, puedo entender que les suceda lo mismo a otras chicas.

Sé que si salen a un bar con amigos, van a un festival o planean un viaje de trabajo, recibirán atención en algún momento.

Decidiendo que la relación va por delante, lo que pueda suceder en esos casos no pasa de un flirteo.

Y me parece hasta sano tener esa pequeña vía de escape. La inyección de autoestima de que gustas a otra gente te pone la confianza por las nubes.

Puede suceder también que la atracción sea muy grande, es ahí donde debe entrar el razonamiento personal de identificar lo que está sucediendo.

Cualquier conversación o tonteo con una persona nueva va a despertar una serie de emociones que, por la evolución normal de las relaciones, ya no tenemos en la actual pareja.

Se está en otra etapa y esa fase de nervios, emoción, incertidumbre y juego, ha quedado atrás.

Hay que saber distinguir entre que nos haga gracia alguien o si realmente hay algo que nos falte en nuestra relación de pareja (en cuyo caso, lo primero sería solucionarlo). Pero por lo general, esto son solo distracciones momentáneas.

Si te planteas dejar la relación por eso, es probable que, en cuanto vuelvas a ‘acomodarte’, una nueva persona llame tu atención y te plantees lo mismo.

Pero no es señal de alarma que se dé un deseo sexual por alguien más. No cambia la decisión de estar en una relación con alguien.

Al final, todos tenemos ojos en la cara. Que nos resulten llamativas otras personas y que sigamos un poco el juego, no tiene nada de malo.

Mara Mariño

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Cómo quiero que me quieran

Mal, me han querido mal. Me han querido de la peor manera. De la más egoísta, controladora y violenta.

Me han querido de forma que dolía cada segundo de ese -erróneamente llamado- amor.

Me han querido como nunca quiero que vuelvan a quererme.

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Lo he pensado, le he dado vueltas. Y claro que quiero cariño de vuelta.

Pero distinto, del que no haya ningún parecido con la realidad pasada.

Quiero que me quieran a lo grande, a lo fuerte y alocada. Cada vez que esté con ropa de fiesta y en chándal.

Quiero un amor tranquilo como una taza de caldo de mi madre, de ese al que puedo volver a refugiarme cuando la cosa se pone fea ahí fuera. Del que calienta por dentro, como si te abrigaran el corazón.

Quiero un amor libre, libre de escribir cuando quiera, de quedar cuando me apetezca, de salir a bailar a la discoteca, perrear hasta el suelo y decirle que he llegado bien a casa, que me lo he pasado genial, que he pensado en él y que tengo ganas de verle al día siguiente.

Un amor estable, sin idas y venidas ni subidas ni bajadas, que para eso está la montaña rusa del día a día, la ansiedad de la pandemia o la cita médica que llevo postergando.

Un amor fácil, sin dramas, historias, reproches, búsquedas de defectos constantes, prejuicios, traiciones o engaños. Uno transparente como el agua, donde tenga tanta importancia perfeccionar la sinceridad que la manera de follarnos.

Lo quiero a medida, con paseos largos porque la jornada de teletrabajo se hace pesada. Con un táper de pasta en la nevera que me has cocinado porque sabes que voy hasta el cuello.

Un amor de cuidadoen el que te doy un beso en la frente para comprobar si tienes fiebre y me acercas el ibuprofeno porque, del dolor de la regla, no puedo moverme.

Puesta a pedir, quiero un amor de estar durante media hora eligiendo la serie de Netflix para quedarnos dormidos a los cinco minutos. Un amor simple de cada día, del lunes por la mañana al domingo por la noche, lleno de momentos pequeños como prepararte un café porque sé que así te cuesta menos salir de la cama.

Quiero un amor sin frenos por el miedo al compromiso, que avance a su ritmo. Un amor en el que mando saludos para tus padres y tú te quedas durante la sobremesa con los míos.

Ese por el que nos seguiríamos a cualquier parte del mundo. Y donde no me sueltas la mano cuando despega el avión, porque sabes que me da miedo.

En el que hablamos de todo lo que nos hace sentir mal pero de lo que nos hace sentir genial. Donde nos consolamos y nos celebramos cada derrota o victoria como si fuera propia, en el que me llenas de orgullo, te acerco un pañuelo porque necesitabas desahogarte de un momento duro de tu vida o te acompaño al médico porque para ti es más fácil que vaya contigo.

Quiero el amor que me hace sentir que regreso a casa conforme recorto la distancia y me acerco a ti por la calle. En el que te plantas con una galleta en mi portal y me dices que lo sientes, que estabas equivocado.

En el que ganamos mucho más por disculparnos, que estando enfadados. Un amor que sigue porque, creemos que son discusiones, cuando en realidad hablamos.

Un amor que es conexión. Conversaciones por WhatsApp hasta las dos de la mañana. Abrazos infinitos porque ninguno de los dos se quiere marchar. Escupir la pasta de dientes por todas partes porque te pones a bailar. Oler tu ropa a escondidas. Hacerte eso una vez más. Espontaneidad y magia. Amistad.

Mara Mariño.

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‘Green flags’ que tienes que buscar en tu pareja este 2022 (y siempre)

¿Te imaginas que has empezado 2022 con una persona emocionalmente accesible que encima no huye del compromiso y quiere tener una relación contigo?

Si no te ha pasado, este artículo te interesa igual para lo que venga -que más vale prevenir que curar-.

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A estas alturas de mi vida te sé decir de corrido cuáles son las señales de alarma o red flags que me echan para atrás de alguien.

Pero, ¿sabemos identificar las alertas positivas, las que demuestran que estamos ante un buen material de pareja?

En mis años de (des)engaños amorosos, he llegado a la conclusión de que lo que me conquista de una persona es lo siguiente:

  1. Que valide mis emociones. Aunque no las entienda. Aunque se quede pillado porque me ha entrado la llorera por la regla. Que me diga que no pasa nada porque esté triste y que está ahí para apoyarme, secarme el moco gigante que me cae de la nariz o simplemente estar ahí conmigo.
  2. Que se interese por mí de una manera lineal, no que un día me dé conversación y desaparezca los tres siguientes. Que quiera saber sobre mi trabajo, mis gustos, mis sueños o la razón de por qué tengo una cicatriz en el lado derecho de la barbilla.
  3. Que hable bien de su ex. Ojo, no que siga enamorado, pero que sea capaz de ver lo bueno en él (o ella). Que sea capaz de resaltar lo que le aportó como persona y lo que ha aprendido de la ruptura. Si habla mal de todas sus exparejas, corre lejos.
  4. Que tenga tarifa plana de respeto. Que me respete a mí, por supuesto, pero también al resto de personas, ya sean conocidas o desconocidas. Que respete los animales y al medio ambiente.
  5. Que pueda ser yo misma a su lado, sin filtros ni maquillajes. Que me ría tanto que escupa el agua y le haga gracia en vez de montar un escándalo. Que acepte que no comparto postre o que me cambio siempre de ropa tres veces antes de salir de casa.
  6. Que sea capaz de hacer autocrítica. Que reflexione sobre sus comportamientos menos buenos y sea capaz de ponerles remedio. Que no se quede en el «Yo es que soy así» sino en el «Lo tendré en cuenta e intentaré hacerlo de forma diferente la próxima vez».
  7.  Que se abra con sinceridad. Que podamos hablar de cualquier cosa, de nuestros miedos, nuestras inseguridades, las experiencias sexuales pasadas, las relaciones superadas o los traumas que aún gestionamos como adultos de nuestra infancia.
  8. Que tenga una vida fuera de la relación de pareja. Que salga con sus amigos, tenga pasiones en las que yo no tenga cabida y otras que pueda compartir (si quiere) conmigo. Pero que haga sus planes, disfrute de sus momentos sin mí y tenga un espacio propio.
  9. Que trate a sus padres con cariño. Que les hable de buena manera, que les cuide, que se preocupe por ellos.
  10. Que tenga confianza en mí. Total y absoluta. Como la que va a recibir por mi parte. Que si le digo que me voy de fiesta con unos amigos me desee que lo pase estupendamente. Porque sabe que si le digo que quiero estar con él, lo pienso (y siento) de verdad.

Duquesa Doslabios.
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Esta escala del sabotaje romántico te ayuda a entender por qué te cargas tus relaciones

No es hasta la enésima vez que algo falla en tu nueva relación que te planteas que, igual esta vez, no ha sido culpa de la otra persona.

Es más, tienes incluso amigas -esas amantes del psicoanálisis- que están convencidas de que si no encuentras el amor es porque tú te encargas de ponerle piedras en el camino.

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Puedes hacerlo de tres maneras: cambiando de relación cada poco tiempo porque no te parece ninguna lo bastante buena, estar en una relación larga pero sin abrirte emocionalmente o decidir que buscar el amor no es lo tuyo y no establecer vínculos.

Conocerte más en ese sentido es algo que puedes averiguar gracias a la doctora Raquel Peel. Esta psicóloga ha desarrollado la ‘Escala del Sabotaje de Relaciones’ para medir de forma concreta cómo torpedeamos nuestros lazos románticos.

Son 12 comportamientos sobre las formas más típicas de protegerse ante el miedo: estar a la defensiva, problemas de confianza, falta de herramientas a la hora de trabajar en la relación.

La puntuación en la escala puede ayudar a identificar cuáles son los problemas que hay (se mide cada cuestión del 1 al 7: 1 completamente en desacuerdo y 7 completamente de acuerdo).

De esta manera, aquellas que saquen la puntuación más alta son las que revelan cuáles son nuestros asuntos pendientes en la relación y en qué debemos trabajar.

Y es que, por desgracia, tener miedo cuando comienza una historia de amor es algo bastante habitual.

Como explicó la psicóloga al presentar su escala «si estamos enamorados, somos vulnerables. Puede que las cosas no salgan bien y terminemos sufriendo».

Asumir que pueden rompernos el corazón es la cara B del amor.

Lo bueno de esta escala es que es un buen punto de partida para identificar por dónde empezar a sentarse a hablar con la otra persona.

¿Te apuntas a hacerla con tu pareja?

1. Me culpan injustamente de los problemas en mi relación.
2. Muy a menudo me siento incomprendido/a por mi pareja.
3. Siento que mi pareja me critica constantemente.
4. Mi pareja me hace sentir inferior.
5. Me molesta la cantidad de tiempo que mi pareja pasa con sus amistades.
6. Creo que para que mi pareja esté a salvo, tengo que saber dónde está.
7. Siento celos de mi pareja.
8. A veces compruebo los perfiles de redes sociales de mi pareja.
9. Cuando me doy cuenta de que mi pareja está molesta, no intento ponerme en su situación para entender su punto de vista.
10. No suelo encontrar soluciones y trabajar en los problemas de la relación.
11. Si estoy equivocada/o sobre algo no se lo admito a mi pareja.
12. No me gusta que mi pareja me diga las cosas que tengo que hacer para mejorar la relación de pareja.

Duquesa Doslabios.

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Ideas que puedes probar en la cama desde ya para salir de la rutina sexual

Novedad, qué bonito nombre tienes. Sobre todo cuando se relaciona con la cama.

Por mucho que intentemos evitarlo, somos animales de costumbres. Las dinámicas y la rutina se cuelan en nuestra vida sexual estancándola.

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Pero evitar que, por tercera vez en esta semana, terminemos en el ‘misionero’ de siempre, podemos variar un poco la experiencia.

Tener una vida íntima divertida en la que no falten las sorpresas es algo que nos une a la mayoría.

Según los datos del Barómetro de Control, 8 de cada 10 jóvenes españoles participantes en la encuesta respondieron que le gustaría probar cosas nuevas en la cama.

Podríamos echarle la culpa a la pandemia y a que el 63,2% de los encuestados dijeron que tenían menos sexo que antes.

Pero lo cierto es que la monotonía ya era algo que existía antes del Covid-19. Y, para combatirla, te dejo algunas ideas:

  1. Cambia de lugar: tanto físico como geográfico. Atrévete a salir del clásico camino y recorre otras zonas que ni sabías que podían resultar eróticas. Fuérzate a salir de la cama y echa ese polvo encima de la lavadora que tanto has visto en la nueva temporada de Valeria. Vete de viaje y déjate llevar en la playa (cuidado con los mirones). Y, si no tienes vacaciones, espera a que esté bien entrada la madrugada y cuélate en el ascensor para echar uno de esos rápidos -entre el miedo de ser pillados y la gracia por la incomodidad de tener sexo en un metro cuadrado.
  2. Las fantasías están para cumplirlas: la ola de calor parece la excusa perfecta para tener la casa bien aireada y aprovechar el aire que corre en sitios como la terraza y, de paso, arriesgarte a que te pillen los vecinos. Di lo que te gusta, una sesión de BDSM, sexo en la piscina o juegos de rol, y planea cómo ponerlas en práctica. Solo con pensarlo irás calentando el terreno para cuando llegue el momento.
  3. Coge toalla, crema, mucha agua y vete a una playa nudista: no hay nada como liberarte de la imposición de la ropa para sentirte más libre que nunca. Ver a tu pareja en la misma situación, y rodeados de personas en pelota picada, se convierte en una experiencia muy excitante. Aprovecha la intimidad que dan esas rocas delante de la cala salvaje para tocarle. Sin bañador ni bikini de por medio, todo está mucho más a mano.
  4. Y si el nudismo no va contigo, hazlo con ropa. Pero no con cualquiera. Más allá de echar ese polvo urgente en el que parece que no hay tiempo de esperar a bajarse los pantalones ni a sacarse las bragas por las piernas, puedes convertirlo en un fetiche. Un vestido de largo intermedio que tengas que remangar o abrir su camisa y utilizar los extremos para empujarle hacia ti son dos buenas alternativas si quieres añadir variedad.
  5. Sal de las posturas de siempre, esas que tiendes a repetir porque siempre funcionan. Improvisa. Sube una pierna, baja la cabeza, ponte bocaabajo en el 69 vertical o busca en Google la lista de posiciones del kamasutra y vete a una por día. Puede ser una buena forma de descubrir penetraciones más profundas o de ver a tu pareja desde otra perspectiva.
  6. Echa uno rapidísimo. En tiempo récord. Sin pensarlo ni darle vueltas. Prepara el preservativo y ponte a ello. El sexo produce más ganas de sexo, así que es una forma de asegurar repetir más adelante (y quizás incluso con más tiempo).
  7. Pasa una noche fuera. Por mucho que innoves entre las sábanas, hay algo que no cambia: tu cama sigue siendo tu cama. Misma forma, mismo cabecero, mismas patas, misma orientación… Una escapada a un hotel, a un apartamento o incluso de acampada es perfecta para salir del entorno conocido.
  8. Vídeos eróticos para subir la temperatura: que cada uno escoja una película que le guste. Podéis verla en compañía y, como diría Rigoberta Bandini, «a ver qué pasa». Es la ocasión perfecta para que busques un vídeo que se ajuste a tus gustos sexuales o para dejarle caer un fetichismo. Además de excitaros viendo el vídeo juntos, ¿por qué no intentar ponerlo en práctica mientras tanto? Puede daros un sinfín de ideas.
  9. Mastúrbate mientras le miras hacer lo mismo. Se me ocurren pocas cosas tan íntimas como entrelazarte con la mirada de otra persona en el momento que estás a punto de explotar de placer (o incluso dejarte llevar por el orgasmo sin despegarse las pupilas). El reto es el de convertirte en voyeur y excitarte con su imagen a la vez que hacen lo mismo contigo. Requiere mucha confianza y quitarse muchas presiones de encima -como la forma en que te masturbas que no se ajusta demasiado a lo que ha visto en el porno-. Una vez lo consigues, además de clímax asegurado, notarás que estáis más en conexión que nunca.
  10. Cambia la franja horaria: todos tenemos un momento del día que, por unas razones o por otras, se convierte en nuestro favorito. Puede ser nada más despertarse de una siesta de varias horas o justo antes de ir a dormir. Lo importante es que le des un giro al reloj sexual y busques la ocasión cuando menos parezca encajar. Que se despierte en plena madrugada por una ejecución de premio de sexo oral o pon la alarma un poco antes para empezar el día con un buen chute de serotonina. No falla.

Duquesa Doslabios.

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