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8 formas de conocer a gente cuando no quieres usar aplicaciones de ligar

Hay una historia de amor que me encanta. Una amiga salió de una relación larga y se bajó Tinder, aunque no le sirvió de mucho porque no le interesaba nadie o le daban plantón, directamente.

Un día se apuntó a un partido de vóley-playa y terminó siendo pareja de uno de los miembros de su equipo (y desinstalándose la app).

La amiga soy yo.

hombre mujer cita taller cocina

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(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Mi caso de azar fortuito offline fue casi como una señal del cielo. Deja de buscar conectar con gente a través de una pantalla y hazlo en vivo y en directo.

Y no soy la única que parece haberse dado cuenta de las ventajas del estilo que solo conocían nuestros abuelos: el analógico.

Hace poco una seguidora me confesaba que estaba harta de las clásicas aplicaciones de ligar, que quería conocer a gente en persona, pero que estando en un pueblecito no tenía las cosas fáciles.

Si ya añadimos los gustos a la ecuación, parece que se complica, ¿no?

Y aunque es verdad que cada vez hay aplicaciones más especializadas que te permite dar con personas con quien compartes aficiones (ahora tienes el Tinder para frikis, para veganos, para amantes del fitness…), la conclusión a la que llego tras mi experiencia y la historia de mi seguidora es que es como si después del Covid quisiéramos volver a estar de cuerpo presente.

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Sin la frialdad que supone tener una pantalla de por medio ni la opción de que te hagan ghosting, dicho sea de paso.

Pero, sin el factor digital, ¿sigue habiendo opciones fuera del teléfono móvil? ¿Dónde se puede conocer a gente? Y, sobre todo, ¿qué hacer si se vive en una ciudad pequeña o un pueblo?

Aquí va mi lista de ideas (y eres libre de ampliarla en comentarios).

8 ideas para conocer gente fuera de las apps de ligar

  1. Eventos de citas: desde encuentros en grupo, fiestas temáticas para solteros, speed dating… 
  2. Viajes organizados, compartir momentos emocionantes y descubrir lugares nuevos ayuda al enamoramiento (que se lo digan a los participantes de La Isla de las Tentaciones).
  3. Actividades deportivas: mi partido de vóley con desenlace sorpresa te garantiza que sí, puedes encontrar el amor en un evento de este estilo. Además de poner en práctica tu compañerismo, es siempre algo divertido.
  4. Clases y talleres de algo que siempre habías querido hacer… ¡O algo nuevo! Aprender juntos sobre lo mismo te da la excusa perfecta para entablar conversación.
  5. Clubes o grupos de interés de lo que sea, así sabes que la casilla de gustos similares queda marcada.
  6. Eventos sociales y comunitarios: sin moverte mucho de casa, puedes ir a festivales, ferias mercados, conciertos, exposiciones o cualquier actividad que te interese.
  7. Voluntariado: haz el bien (y mira con quién). La opción perfecta para dar con gente que comparte tus valores. Tanto en pueblos como barrios tienes asociaciones de ayuda que atraen a los vecinos de la zona.
  8. Eventos de amigos y familiares: aunque nunca lo he comprobado, si «de una boda sale otra boda» es un refrán, será por algo, ¿no?

Y pase lo que pase, si apuestas por alguna de estas opciones, recuerda que lo importante es disfrutar del proceso de conocer gente y dejar que las conexiones se desarrollen de manera natural.

Mara Mariño

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6 maneras de proteger tu salud mental cuando usas aplicaciones de citas

De tener citas y conocer a diferentes personas nos encanta la misma parte: la de la ilusión, la expectación por quedar, la felicidad después de que haya terminado y quedéis con ganas de más…

Pero poco (o nada) se habla de la cara B, de las decepciones, las abuelas que te dicen que bajes el listón o de la saturación que es que, con una rutina tan complicada, solo puedes encontrarte con gente a través de la pantalla.

parejas citas salud mental

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Sí, estar en el momento de experimentar e ir teniendo conversaciones también es un estrés que nos afecta a la salud mental.

En mi caso, tuve el clásico pronto de desinstalar la aplicación en cuanto vi que tenía varios frentes abiertos con personas que ni siquiera me interesaban realmente.

Lo mío no era un interés real, fue una distracción que me terminó agobiando por la cantidad de tiempo que me absorbía y por no terminar de ver claro que quisiera materializar esas charlas en un encuentro fuera del chat.

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La suerte es que, cada vez más concienciados con el bienestar emocional, no es una excepción ponerlo en práctica a la hora de usar estas apps.

De hecho, hay seis consejos de la Dra. Caroline West, experta en psicología de Bumble, que podemos aplicarnos para que no nos abrume un proceso que debería producirnos más mariposas de emoción que de ansiedad:

  1. Limita el tiempo de uso: que tu vida no transcurra en torno a buscar huecos para desbloquear la app y ver si te han contestado. Reserva un momento del día y céntrate en quienes llamen tu atención porque si sigues saltando de perfil en perfil por la emoción del match corres el riesgo de caer en la ‘paradoja de la elección’. Esto es sentir que tus opciones son infinitas, lo que hace que nunca tomes la decisión de quedar porque te parece que puede salir alguien más compatible con tu forma de ser.
  2. Ten claro lo que quieres: nada de poner algo pasivo-agresivo en tu perfil, como «Haz swipe left si buscas algo esporádico».  Si ya sabes que estás buscando una conexión más allá de un encuentro puntual, dilo o céntrate en quien veas potencial como para que pueda convertirse en eso que quieres en tu vida.
  3. Sal del chat cuando no tengas mucha inspiración, porque no todos tenemos facilidad al teclado (y a veces es difícil mantener una conversación por ahí si no conocemos demasiado a nuestro interlocutor). Puedes probar a mandar notas de voz o a hacer una llamada, ambas opciones son una interesante manera de ver si salta la chispa. Además, estamos todo el día viendo pantallas, es normal que queramos alejarnos de ellas y no seguir tecleando en nuestro tiempo libre.
  4. Marca tus límites: sí, incluso si no tenéis nada más que un chat en una aplicación móvil. Pueden ser explicando tu situación actual («Voy a tener lío y hoy no me voy a conectar») o acerca de tu vida personal («Prefiero no hablar de momento de mis relaciones pasadas»). La clave es proteger tu bienestar emocional y tratar las cosas cuando sientas que es la ocasión de hacerlo porque te nace.
  5. Descansa: el síndrome de burnout también afecta a quienes usamos las aplicaciones de ligar. Como el caso que he comentado al principio del artículo, a veces necesitamos salir y estar un tiempo en el mundo real antes de volver. Tómate tu tiempo. Lo mismo pasa si con quien estábamos hablando se ha tomado un ‘descanso’. No conocemos sus circunstancias, pero podemos empatizar con su necesidad de alejarse y retomar el trato una vez que ha regresado.
  6. Tu círculo es clave, porque son quienes te van a escuchar y acompañar en este momento. No solo puedes descargarte acerca de tu proceso de conocer a personas, sino que te dan una perspectiva que te puede resultar muy útil. Al no tener sus emociones involucradas, tienen una visión más objetiva de nuestros vaivenes sentimentales.

Si encontrarás pareja o no, es algo que no puedo decirte, pero sí asegurarte que de esta manera tu bienestar psicológico será tu prioridad.

Lo que significa que podrás disfrutar del proceso de conocer a alguien -e ir a más si surge-, sintiéndote siempre a gusto porque estás respetando tus emociones en todo momento.

Mara Mariño

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Si te cansan las aplicaciones para conocer gente, puede que tengas ‘burnout’ de ligar online

La primera vez que me abrí Tinder pensaba que iba a ser la última. Que encontraría a alguien al poco tiempo y hasta ahí mi relación con la aplicación.

Llegó una segunda, unos años más tarde, y la tercera vez que la instalé. La definitiva.

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Y no me salí de allí por no dar con personas a quien me interesara conocer, sino por la cantidad de gente y la despersonalización, que me hacían sentir agobiada.

Yo no sé tú, pero mi trabajo es estar delante de una pantalla.

Lo último que me apetecía en esa ocasión era pasar más tiempo pendiente de crear una relación con un dispositivo de por medio.

Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba hasta las narices, completamente quemada del sistema de conocer a gente online mediante una app.

Estaba experimentando el dating burnout.

Es una sensación que va desde el hartazgo de los eternos swipes, el aburrimiento de las conversaciones que no van a ningún lado hasta la mala educación que puedes recibir a través de la aplicación (que casi parece que se ha normalizado hablar mal).

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O incluso que termines sufriendo un ghosting después de algunas citas porque, quien te guarda en la agenda como «Elena Tinder» es como que te pone en una categoría de segunda, la de alguien que no merece responsabilidad afectiva por ningún lado.

En fin, que las razones por las que terminas hasta el gorro son muchas y muy variadas.

Que fue también mi caso, por cierto. A la tercera fue la vencida de verdad.

No la cerré porque recuperara la esperanza en dar con personas afines a mí en el mundo offline, sino por no aguantar más.

Es curioso que, al poco, conocí a alguien en vivo en directo y dio comienzo una bonita historia.

Casi podría parecer que el karma que había ido acumulando de malas experiencias me guardaba una sorpresa positiva.

Del mundo online a conocerse de forma orgánica

Fue algo que comentaba también hace poco con una chica que conocí haciendo senderismo. Estaba harta de conversaciones que nunca terminaban en cita, pero se encontraba tan liada que no veía otra forma de conocer gente.

«¿Y haciendo esto?» le contesté. A fin de cuentas, yo había conocido a la persona con la que estaba quedando en un evento social/deportivo del estilo.

Así que al final, la solución es tan sencilla como buscar cosas que te gustan fuera de la pantalla.

Porque es donde tienes más posibilidades de encontrar a quien le gusten también esas aficiones y ya sea un punto de partida.

Menos en mi caso, que fui una patata jugando al voleibol, pero cuando me vio cayéndome por todas partes y riéndome de mí misma, descubrió que tenía el sentido del humor como el suyo.

Otra de las formas ‘orgánicas’ que cada vez es más frecuente es empezar a hablar con un amigo de amigo o conocido que encuentras a través de una red social.

Un encuentro que está a medio camino entre una app de ligar y conocer de manera natural, porque recuerda a cuando te presentaban a alguien (con la diferencia de que lo tienes al alcance de un follow cuando ves que tu amiga sube una foto a su historia con esa persona que te interesa).

De cualquier forma, apuntarte a un evento de speed dating o cosas que no tienen que ver con tu vida sentimental -como un deporte, asociación, clases de baile, planes con desconocidos, networkings, viajes para personas solas, etc-, son muy buenas alternativas si has llegado a tu límite con las aplicaciones y quieres seguir relacionándote.

Y, si no está ahí la persona de tu vida, las amistades que vas a hacer por el camino, son también un amor que bien merece la pena encontrar.

Mara Mariño

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‘Intentional dating’: cuando quieres conocer a alguien (de verdad)

Puede que empieces 2023 disfrutando de tu soltería, pero con las cosas claras: te apetece volverte a enamorar, conocer a alguien en serio, más allá de encuentros nocturnos fugaces, y ver qué es lo que puede pasar.

Lo que quieres es pasarte al Intentional dating o, como dirían mis abuelas, menos amigas de anglicismos, «sentar la cabeza».

pareja feliz

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El término se inició en una app de ligar francesa que solo permitía un match al día.

Esto, que puede parecer un sinsentido si tenemos en cuenta que una de las señales de que tienes Tinder es que sientes quemado el pulgar de hacer swipe left y swipe right, resultó clave a la hora de cambiar la interacción de los usuarios.

Y es que esa única oportunidad, contar con una bala en el ‘cargador’ y nada más, era la manera de que, por fin, quienes utilizaban la aplicación le dedicaran más atención a sus posibles matches.

El intentional dating se empezó a relacionar con bucear más a fondo en el perfil que te salta en la pantalla y sopesar, sin la prisa de que si ese se ‘pierde’ hay infinitas posibilidades más, si realmente quieres entablar una vía de contacto con esa persona.

Y, sinceramente, este cambio es masivo, ya que consigue disminuir el acelerado ritmo de este sistema, plantándole cara a una cultura del fast dating donde vamos saltando de una cita a otra y consumiendo a las personas a la velocidad de una serie de Netflix.

No significa que con la persona a la que lances tu ‘me gusta’ vaya a convertirse en tu compañera de vida desde ese momento (esa app todavía no ha llegado al mercado).

Pero sí que puedes tener una conversación solo con ella, no teniendo veinte más abiertas hasta que confundes un nombre con otro, terminas llamando «Juan» a «Jorge» y le haces una broma que en realidad fue con otro.

¿Cómo saber si estás en ese momento?

Como decía antes, para las abuelas esta sería la señal de que estamos no solo listas, sino con ganas de que la cosa vaya a mayores.

Con la certeza de que es un momento de nuestra vida en el que podemos dedicarnos a crear un vínculo emocional más allá del físico.

Porque lanzarte al mundo de las citas con la intención de construir y no de consumir implica reflexionar sobre cómo y con quién pasamos nuestro tiempo.

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Nos hace seleccionar con mayor cuidado y sobre todo hacer que los encuentros vayan en la dirección de continuar, más a fondo, esa primera incursión en el perfil virtual ajeno (cambiándolo por el vivo y el directo).

Para hacerlo es necesario saber qué se quiere, por lo pronto, ya que no me vale como motivo escapar de la soledad, ya que estar con una o uno mismo es un grado que nos debemos sacar en la vida adulta.

Mi recomendación es tirar de seguridad y dejar salir nuestra forma de ser con todo, sin ocultar lo que nos genera inseguridad porque un antiguo ligue consideró «demasiado intenso», «demasiado sensible», «demasiado complejo», «demasiado», así en general.

Pero tener citas de manera intencional es también saber, si no fluye o funciona, cuándo ponerle fin a quedar.

Mara Mariño

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Cuidado con el ‘coach’ del amor que dice que es mala señal no tener sexo en la primera cita

Hace unos días, me topé con el vídeo viral de un coach del amor para hombres.

En él comentaba que recomendaba a sus clientes que, si una chica se negaba a tener sexo en la primera cita, lo consideraran una mala señal.

primera cita sexo

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«Si te hace esperar para tener sexo, puede ser una red flag», empezaba contando. «Hay chicas que dicen no duermo con tíos en la primera cita, lo cual es una mentira de mierda porque sí que lo han hecho alguna vez».

«Quieren probar que no son ‘ese tipo de chica’. Pero si haces esperar a un chico y descubre que te has acostado con otros a la primera, se va a comparar no se va a sentir lo bastante bueno», reflexionaba.

Con miles de visitas y más de cientos de miles de seguidores -entiendo que la mayoría hombres, por eso de ser coach masculino- Mathew Hyman demuestra por qué es tan complicado esto de que nos entendamos cuando nos conocemos (y por qué nunca deberíamos fiarnos de alguien que dice ser coach del amor, ya de paso).

Porque, por lo pronto, el ritmo que lleva una persona cuando decide acostarse o no con alguien, no le define en absoluto. Es una decisión que no engloba lo que somos.

Algo que sí hace lo que nos gusta, lo que hacemos, cómo nos comportamos, cómo tratamos a quiénes nos rodean… En definitiva, la serie de cosas que deberíamos averiguar en una cita más allá de si va a pasar algo físico o no.

Porque por lo que comenta, parece que el único objetivo de tener una primera cita es saber si va a acostarse o no con nosotros, ya que, en caso de que no lo haga, todo mal.

Todo mal porque, según el coach, eso puede llevar a que te compares con otros.

A tener una actitud de «Ah, es que no se quiere acostar la primera vez que nos vemos, pero sí con otros, ¿cómo se atreve? A mí me hace esperar y me hace seguir teniendo citas cuando ya se ha acostado con otros. Menuda zorra, está jugando conmigo».

Además pone una presión y unas expectativas en la cita que no son justas para nadie. De ellos depende su autoestima, de nosotras ser tomadas en serio o de que le estamos «vacilando» si no nos nace.

Pero ¿quién eres tú para juzgar los tiempos de nadie?

Puede que haya tenido una cita estupenda con alguien, con mucha química o que estuviera con las hormonas por las nubes o que pasaran mil cosas. Puede que otro día se sintiera con menos ganas y punto.

Pero eso no significa que deba tener una repercusión directa en tu autoestima porque no tiene por qué ser solo una cuestión de atracción.

Hay que ver más allá, si no nos arriesgamos a -como anima este coach-, pensar que la persona con la que hemos quedado no es otra cosa más que un objeto sexual y el sexo es el único objetivo y motivación, que además se usa como doble vara de medir para juzgarla.

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Si seguimos este camino, será imposible tener relaciones sanas sin salir de la superficialidad del físico. Cuando, lo que deberíamos buscar en una cita, es averiguar si podemos crear un vínculo emocional saludable.

Conocer a una posible pareja significa buscar a una amiga, alguien con quien formar un equipo fuerte que te apoye en los momentos más difíciles de la vida, porque a su lado son más fáciles. Con quien reír.

Pero nunca vas a encontrar ese tipo de amor si solo ves en la persona que está al otro lado de la mesa, un objeto sexual que debe complacerte.

Tener sexo o no en una primera cita depende de un sinfín de factores. No depende ni del carácter ni de la forma de ser.

Habría que normalizar que los ritmos van y vienen.  Que puedes sentirlo o no. Pero que no significa nada más allá de cómo se dan las cosas. Simplemente que tenemos diferentes experiencias con diferentes personas.

Mara Mariño

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En una cita, ¿es feminista dividir la cuenta a la mitad?

Desde pequeña mis padres me han educado en que persiguiera la independencia. Que si acudía a una cita, pagara mi parte de la cena, mis copas en el bar, mi entrada del cine…

Que no necesitara que un hombre (o mujer) me invitara porque tenía mi propio dinero para hacerlo.

pareja dividir cuenta

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Esto me lo llevé a mi terreno y, lo más igualitario, me parecía dividir los gastos al 50%. Asumir la mitad cada uno me parecía un plan más que justo. Estaba cómoda con ello.

Las diferencias que pudiera haber si él se pedía una copa de más, se podían solucionar si tenía en cuenta que yo siempre tomaba más postre.

Y, una rápida encuesta en Instagram, me reveló que mis seguidoras opinaban de la misma manera.

Por lo general, nos sentimos a gusto haciendo las cuentas a la romana: dividiendo la cantidad entre los comensales o asistente.

Pero no puedo dejar de preguntarme si, sintiendo que así estamos enarbolando la bandera del feminismo, no nos estaremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado.

Me explico: en España, la brecha salarial de 2021 fue del 18,7%. Esto significa que las mujeres ganamos -de media- 5.175 euros anuales menos que los hombres.

Y no es una cantidad que podamos olvidar cuando quedamos. Porque lo personal es lo político. Y también lo monetario si vives en una sociedad donde la desventaja toca a la mitad de la población.

De la misma manera, hay otro hecho, que se nos impone biológicamente, a tener en cuenta

Todos los meses tenemos la regla, lo que implica que las más afortunadas, solo necesitan invertir en productos de higiene femenina: compresas, tampones, renovar su copa menstrual o comprar una braga absorbente.

Las que tenemos dolores intensos, tenemos que sumarle a eso las dosis de paracetamol e ibuprofeno que nunca faltan en casa.

Mi opinión es que, por mucho que defienda el feminismo -la igualdad de condiciones y derechos entre el hombre y la mujer-, me planteo hasta qué punto nuestras citas son feministas con lo del 50-50.

Más que nada porque, si ya de por sí nosotras tenemos ese gasto, que influye directamente sobre nuestra renta, y ellos tienen esa superioridad salarial, ¿no tendría mucho más sentido dividirse la cuenta de manera proporcional?

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No hace falta sacar la calculadora para que uno de los dos pague un poco más, se puede traducir en la mitad de las entradas del cine y las palomitas, o la cena a la mitad y que se encargue de las copas de después.

Hay maneras nada complicadas y lógicas de ponerlas en práctica.

De esta manera, estamos introduciendo el concepto ‘equidad’ en el plano sentimental, que no es otra cosa que distribuir el gasto de manera proporcional a las condiciones de cada persona.

Como cuando invitas a tu amiga a los cafés porque sabes que ahora está en el paro, buscando otro trabajo, y no le va bien tener gastos añadidos.

Y a quien no le convenza porque quiere reivindicar su autonomía y busca una igualdad matemática, siempre tiene la opción del 50%.

Pero que sea consciente de que, si es la mujer de la relación, es algo que le está empobreciendo, mientras que a él le favorece que la división sea de esa manera.

Me encanta que hayamos avanzado y tengamos la libertad de decidir, de trabajar, de pagar… Pero que no implique que ponerla en práctica nos empodere psicológicamente y nos empobrezca económicamente si, socialmente, seguimos en desventaja.

Mara Mariño

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Rompamos con la (mala) costumbre de las citas a la hora de cenar

Hace poco hablaba con un amigo de lo mucho que nos viene mal que la cita romántica por excelencia sea la de cenar con la coletilla del “y lo que surja”.

Pareja cama sexo

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Pero parece que no nos queda otra… La mayoría tenemos un horario de mañana, nos quedamos libres a media tarde y es el momento de ir al gimnasio, ponernos al día con una amiga o hacer esos recados inamovibles (la nevera no se llena sola) aprovechando que las tiendas siguen abiertas.

De ahí que la cena, a última hora del día, se posicione como el plan perfecto. Solo hay un problema, ¿a quién le apetece tener algo después de comer?

Cuando sales a cenar en una cita, lo último que te apetece es pedirte algo ligero por si pasa algo después.

Si comes fuera, quieres comer bien (la ensalada para cenar en casa si eso) y eso suele significar compartir algún entrante, plato principal para cada persona y, en mi caso, que no falte el postre.

Después de eso, la tripa pesa lo suficiente como para que te dé pereza toda actividad física que no sea subir las escaleras que te llevan del portal al ascensor.

Y ya no hablamos de quitarse la ropa. El estómago se hincha durante la digestión -hay quienes parecemos tener un embarazo por un rato-, así que es el momento menos apetecible. En mi caso entra comida, sale confianza.

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A eso hay que sumarle las horas: va a ser tan tarde que, solo de pensar que al día siguiente te espera el madrugón de turno, lo que realmente quieres es ponerte el pijama, darle a tu acompañante las buenas noches y dormir.

Entonces mi propuesta es la siguiente: pongámonos de acuerdo para cambiar esto. No, lo digo en serio.

Se acabó lo de dejarte la camiseta porque no quieres que se note que la fabada te ha dado gases.

Pongámosle fin a esos bostezos de puro sueño cuando te está contando cómo quiere ponerte mirando para cierta ciudad manchega. Empecemos a negarnos cuando el plan se fija a partir de las 21h de la noche.

Mi propuesta para evitar todos esos polvos, que se han perdido en el limbo de la pereza y el sueño, es que quedemos antes (ya te encargarás mañana de devolver el pedido de ropa a Correos), que vayamos a tomar un smoothie, dar un paseo, una bebida con teína, algo que espabile pero con el bastante margen de digerirlo y que por la noche cojamos la almohada con ganas.

Lo que sea para evitar caer en ese estado de pereza del que, por muchas ganas que le tuviéramos, no podemos escapar.

Mara Mariño

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10 errores que cometes en una cita rápida (o de cualquier tipo)

Ya os comenté hace unos cuantos posts, que había acudido a un evento de citas rápidas.

Y comprobé que independientemente de conocer o no con quien tener una segunda cita, era mejor ese sistema -en vivo y en directo-, que navegar entre perfiles de una aplicación, deslizando a un lado u otro de la pantalla.

pareja cita

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(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Además, al hablar con los mismos 10 chicos en menos de una hora y media, mis amigas y yo pudimos hacer un resumen de cuáles eran los comportamientos que menos nos habían gustado de ellos cuando pasaban por nuestra mesa:

1.Hablar mal de la anterior cita: que nada más sentarte digas lo aburrida que te ha parecido la charla anterior con otra persona, es algo que deberías evitar. Me va a dar pie a pensar que puedes hacer el mismo comentario sobre mí.

2.No mostrar interés: la idea es conocerse, así que no devolver las preguntas, estar consultando el móvil cada dos por tres -ese mensaje de tu amigo puede esperar- o querer que la otra persona haga todo el trabajo, es una red flag clara. Pasa lo mismo si te quedas en silencio o más serio (o seria) que un ajo. Vale, no te gusta, pero ¿por qué no hacer una nueva amistad?

3.Irte en medio del turno a por una consumición: hay momentos antes y después de que empiecen las citas rápidas para hacerlo. Si justo eliges los 7 minutos de estar con alguien para ello, te vas a perder una de las personas (y le va a sentar regulín).

4.Tener contacto físico: con Covid o sin él, de primeras puede resultar violento. Una cosa es chocar el puño o el codo a modo de saludo y otra que cojas la mano y plantes un beso en su mano de primeras. Es mejor esperar a que haya más confianza entre los dos antes de hacer eso.

5.No decir la verdad: sinceridad ante todo. Sí, aunque sean solo 5 minutos. No te montes la película de que te llevas genial con tu madre si no es así. O de que te encanta el deporte si cuando solo corres cuando se va a poner el semáforo en rojo.

6.No levantarte cuando suena la campana: puede pasar que, cuando se han agotado los minutos, la conversación (o la persona) sea tan interesante que no te quieras ir. Para eso está la segunda parte del evento, donde puedes tomar algo sin la presión de los tiempos, o el intercambio de matches y teléfonos del día siguiente. Si te paras, retrasas al resto y tu siguiente cita queda descolgada.

7.Gritar: en este tipo de eventos, las mesas están lo bastante juntas como para que no se pierda mucho tiempo pasando de una a otra, así que en cuanto alguien empieza a alzar la voz, o aquello se vuelve un gallinero, o no te enteras de tu propia conversación si le tienes cerca.

8.Comportarte como si estuvieras en una entrevista de trabajo: no tienes que saber de todas tus citas sus dos apellidos, fecha de nacimiento, el trabajo actual o cuántas veces va a ver a su familia al mes.

9.O repetir las mismas preguntas: te aburres tú y se aburre la otra persona. Relájate, sé natural. Pregunta si se lo está pasando bien, permite que la conversación fluya. Déjate llevar. Tira algo sin querer y ríete, eso siempre da puntos de espontaneidad y la torpeza es tierna (o eso me dice mi madre).

10. Sí, hay temas tabú que es mejor evitar: en esta primera toma de contacto, procura dejar fuera exparejas o ideologías políticas (a no ser que quieras que toda la cita vaya sobre eso). Parece de cajón no decir cosas ofensivas, pero cuando lo primero que hace tu cita es decir que intenta no odiar a las mujeres, aunque le cuesta, me toca hacer el recordatorio. Si la frase de misógino o el que se puso a votar físicamente diciendo que aunque él era un ‘8’, y podía conseguir todos los ‘7’ que quisiera, solo iba a por los ‘9’ y ’10’.

Mara Mariño

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10 citas en una hora, me cuelo en un evento de ‘speed dating’

Una semana. Ese fue el tiempo que duré en Tinder.

Y justo cuando pensaba que el swipe right, swipe left era el sistema más efectivo para conocer gente, me apunté a un evento de speed dating o citas rápidas.

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Sí, las citas rápidas siguen existiendo hoy en día y te aseguro que son mucho más provechosas que todo el tiempo que pasas en la pantalla deslizando el dedo en una u otra dirección.

Siete minutos es la cantidad de la que dispones para hablar con esa persona que se sienta en tu mesa. Ni uno más ni uno menos.

Con el sonido de una campana, los chicos tienen que levantarse y avanzar a la posición siguiente mientras nosotras esperamos.

Y siete minutos se viven tan distintos… Hay personas que, nada más sentarse, te hacen sentir un buen rollo instantáneo, especialmente si ves que lleva una camiseta de El Señor de los Anillos, en mi caso.

Ese tiempo te da para poco cuando la conversación es divertida y se te hace un mundo si, por un casual, él se sienta ahí esperando a que seas tú quien hace el trabajo (y además no puedes pedir cambio de pareja).

Como dice una amiga mía, también puedes saber cómo va a ser una persona en la cama analizando su comportamiento fuera de ella.

En el caso de alguno que va casi resistiéndose al cambio de mesa y no tiene mayor interés en descubrirte y solo habla de sí mismo, ya te da a entender que la intimidad que puedes encontrar en su compañía, no tiene por qué ser muy buena.

Es más probable que, haciendo la extensión a su comportamiento entre las sábanas, busque su propio placer y fuera.

Salir de la zona de confort, huir del frío de la pantalla de las apps de conocer gente, hacer un plan distinto con amigos, buscar personas fuera de tu círculo habitual o, simple y llanamente, pasar un buen rato son las razones que nos llevan a probar suerte en esa ruleta rusa de mesas y tarjetas donde tomar nota del código de tu acompañante.

Porque esa es otra, el sistema, al menos con Bedazzling, funciona de la siguiente manera. Cada evento de cita rápidas se divide por tramos de edad, así que lo primero es apuntarte a tu franja (tienes opciones de 24 a 60 años).

Al llegar -chicas y chicos por separado-, nosotras recibimos un número, que es el de la mesa.

En ese sitio vas a estar todo el evento mientras son ellos los que van rotando en el sentido de las agujas del reloj.

Ellos reciben otro código, que es el que necesitarás para la segunda parte del speed dating.

Aunque puedes dar el nombre también, tienes que asegurarte de haber apuntado bien su número para luego decir si te ha gustado esa persona o no.

Por eso es habitual que, en cuanto se sienta enfrente, le preguntes por su código y ambos lo apuntéis en la tarjeta que os dan, así como las observaciones que puedan interesarte: si es del Barça, su signo del zodiaco, la relación con su madre

Una vez terminan los 70 minutos de ronda de conocerse, es el momento de despedirse y volver a casa -o seguir tomando algo con el grupo o los amigos que se puedan hacer ahí, si se presta a ello la ocasión-.

Es al día siguiente cuando llega la segunda parte: la votación. La organización manda un mail en el que te pide que votes con un «Sí» o un «No» a aquellos que te han interesado.

En el caso de que la otra persona haya votado sí también, Bedazzling intercambia los contactos. Si solo uno de los dos recibe voto afirmativo, se considera un unmatch y no se hace nada.

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Y hay quien puede que diga que el tiempo se queda corto, que en tan pocos minutos no puedes conocer a una persona. Es cierto.

Pero es más que suficiente para saber si, para empezar te atrae físicamente, si notas química, conexión, llámalo X.

En segundo lugar, si te quedas con más ganas de hablar y conocerle, es el mejor de los indicativos.

Y, si por un casual no sucede, el buen rato, las risas, lo divertido del momento y las anécdotas para contarle luego a las amigas, también merecen la pena.

Además, este sistema te fuerza a prestar atención a todos y cada uno de tus ‘pretendientes’ durante los minutos que duran las ‘citas’.

Que es algo a lo que, con la facilidad de responder más tarde o hacer mutis por el foro si ves que no cuaja, ya no estamos acostumbrados.

En cualquier caso, es refrescante conocerse en persona, aunque sea por un ratito, sin plantones, ghostings, ni mensajes en leído. Especialmente en época Covid, en la que tanto echamos de menos el contacto humano.

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

¿Cómo sabes si es el momento de volver a tener citas?

Después de quedarme soltera, lo tuve fácil para saber cuándo quería volver a tener citas.

Necesitaba quedar con gente que no me preguntara por mi ex por el simple hecho de que no supieran de su existencia y la conversación no girara en torno a él.

Aquello me llevó a tener una serie de citas desiguales. Yo conseguía ‘huir’ del nombre de mi anterior pareja, pero no buscaba conectar emocionalmente con nadie.

En ese momento, por mucho que la otra persona me resultara estupenda (que algunos lo fueron), me veía incapaz de poder llegar a algo más.

Tenía citas, sí, pero para mí no era más que una vía de escape y no un interés real de conocer y bucear en el chico que tenía enfrente.

El clavo que saca a otro clavo no funcionaba en este caso por mucho que siguiera la recomendación de seguir quedando.

No dependía de cuántos pudieran completar la agenda, sino de que mi capacidad emocional llevaba el ‘modo avión’.

El miedo al dolor o a que volviera a pasar lo mismo eran claros: no estaba preparada para volver a la carga.

Cualquier profesional habría visto claramente mi problema: al bloquear mi habilidad de estar presente de manera emocional con alguien, no podía dejar que las cosas prosperaran.

No se tiene la energía para tener citas si todavía el pasado está estancado en el momento actual. Lo mismo pasa si no entendemos en qué punto nos encontramos.

Por mucho que quisiera salir y distraerme, el hecho de bordear el problema de raíz -que no estaba lista para abrirme– no concordaba con las relaciones que podía tener.

Solo dejándome seguir un proceso en el que poder llorar, perdonar, soltar lastre, aprender y volver a empezar.

Que si somos conscientes de que no estamos en ese punto, no enredemos a personas que pueden estar interesadas y dedicándonos esa energía que no somos capaces de darles de vuelta.

Duquesa Doslabios.

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