Archivo de la categoría ‘relaciones abiertas’

No lo llames ‘poliamor’, llámalo cuernos o lo que no es tener una relación abierta

Hace unos días me contaba un amigo que los chavales de hoy en día ‘estaban fatal’ después de oír a dos hablando sobre sus relaciones abiertas.

Básicamente lo que hacían era estar en una relación de pareja con sus novias mientras tenían sexo con más mujeres sin que ellas se enteraran.

trío relación abierta

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Algo que se conoce como ‘no monogamia no consensuada’ o, como lo conocemos la mayoría, ‘poner los cuernos’.

Es interesante que, hasta la banda Veintiuno describe algo similar con una estrofa de la canción La vida moderna.

Le llamáis poliamor a los cuernos de siempre

La conclusión parece clara, parte de la población (y ya ni te digo si preguntas a los que nacieron antes de los años 70) relaciona automáticamente ‘poliamor’ o ‘relación abierta’ con adulterio.

Yo entiendo que, pasando de la monogamia, la reina por excelencia de las relaciones de pareja, a una etapa donde se nos han abierto nuevos modelos de estar con otra persona, los comienzos pueden ser confusos.

Además, es difícil que no se dé esa conexión -errónea, por cierto-, entre los términos si hay personas que llaman a lo que hacen algo que no es para nada.

Pero por eso es importante, por básico que resulte, repasar qué es y qué no es una relación abierta (y por qué los chicos que hablaban de sus ‘relaciones abiertas’ al principio del artículo, no pueden estar más equivocados).

Una relación es un acuerdo entre dos, tres o las personas que sean. Ese acuerdo tiene que ser tomado de manera libre y con el compromiso de respetarlo por todas las partes.

Así que ‘monogamia’ es el acuerdo de que la intimidad sexual y emocional se vive con una única persona.

Te puede interesar leer: Así es la ‘monogamish’ o monogamia con excepciones

Todo lo que salga de ahí -trieja, poliamor no jerárquico, swingers, polifidelidad, anarquía relacional…- es lo que se engloba dentro de las ‘no monogamias’.

Los acuerdos aquí son más complejos por la simple razón de que, a más personas, más gestión emocional y por tanto más comunicación y logística de cara a organizarse.

(Que de hecho, ya os confesé que yo en parte era monógama por vaga).

Pero una vez establecidos y respetados, el funcionamiento es igual de bueno y satisfactorio que en la monogamia.

Aquí entra que, en todas las formas de relacionarse que he enumerado, los miembros que pertenecen a ellas están al tanto y consienten a que esa sea la relación.

En cambio, cuando no todos los miembros están conformes y se oculta deliberadamente otros vínculos, es lo que podría definirse como infidelidad o ruptura del contrato.

Independientemente del acuerdo que escojamos, la honestidad y la ética tiene que ser una parte fundamental de este.

Y si bien la monogamia es tan válida como las demás, hay que ser honrados y no eximirnos de la responsabilidad de las (malas) acciones, sacándonos de la manga un término cuya definición no se cumple en absoluto.

Porque, si la monogamia no te encaja, existen un sinfín de alternativas.

Pero mentir, fallar a la otra persona y, por el camino, alimentar una fama negativa inmerecida a las relaciones no monógamas, no debería ser una de ellas.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

‘Machos Alfa’, la nueva serie que se cuestiona la masculinidad (más o menos)

Durante las fiestas he sido de las que se ha enganchado a una de las novedades de Netflix (y se la ha ventilado en un pestañeo, no me escondo).

Pero la combinación de serie que reflexiona sobre la masculinidad, junto al puntito de comedia y el casting, era demasiado tentadora.

machos alfa serie Netflix

@NETFLIXES

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Machos Alfa hace muchas cosas bien. La primera y más evidente es poner sobre la mesa que los hombres ya no son los mismos.

O quizás sí son los mismos, pero es la sociedad la que ha cambiado y eso les obliga a cambiar.

Y eso, en un país como España, donde las cifras de violencia de género nos siguen poniendo la piel de gallina a diario, es hablar del elefante que estaba (y aún está) en la habitación.

Los cambios en los roles, cómo avanzan las relaciones y mutan con el paso del tiempo y, por supuesto, el feminismo, son algunos de los hilos conductores de la vida de los cuatro protagonistas.

Tengo también que decir que Machos Alfa dista mucho de ser perfecta.

Que los retratos de ciertas mujeres, como desquiciadas y amenazando con conductas tan tóxicas, como es poner la integridad física de alguien en peligro o amenazar, me han rechinado.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmara)

Porque, si bien pueden existir casos así, no son lo que reflejan las estadísticas en cuanto al género de los culpables de violencias se refiere.

Yo he ido de copiloto con mi exnovio mientras él se cambiaba al carril contrario en plena Castellana y aceleraba, después de decirle que quería terminar la relación.

Y sé de amigas que han tenido experiencias parecidas.

Verlo en la pequeña pantalla, casi como un gag de comedia, con los papeles invertidos, fue como si la persona que te empieza a gustar mucho te hace gaslighting.

Como si la serie me dijera que bueno, que quien oye algo del estilo tiene todo el derecho a ponerse así y que al final, no es tan terrible, hasta hace un poco de gracia.

Solo que cuando eres tú quien no puede salir del coche, no la hace para nada.

Te puede interesar leer: Netflix o cómo triunfa la violencia machista convertida en espectáculo

En Machos Alfa el mundo es un poco al revés, ellas son las exitosas, las que quieren relaciones abiertas, las que solo usan Tinder para follar, las que manipulan y las que se aprovechan del sexo para conseguir sus objetivos.

Y ellos los que sufren, quienes se ven injustamente expulsados de su casa, de su vida anterior o los que se ven inmersos en una espiral de citas en la que, aparentemente, no tienen ningún interés, pero luego sus exigencias van aumentando en cuanto al aspecto físico de sus ‘pretendientas’.

Con todo, me quedo con lo positivo de Macho Alfa y es que haya una serie que toque estos temas (y haya coronado el top 10 de lo más popular de la plataforma de streaming durante más de una semana).

Porque nos recuerda la importancia de hablar de las cosas, y si algo hace la ficción es darle visibilidad al machismo de una masculinidad que pedía a gritos una actualización.

Ya que de todo lo que no se habla, es como si no existiera, la apuesta de Netflix pone el foco en que sí, hay muchas cosas que cambiar, en que no se puede cosificar, seguir haciendo piropos a diestro y siniestro, llamando «chochetes», «golfa»…

Pero también que las emociones se deben poder expresar y, para mí, la conclusión final, que los hombres también necesitan esa red de apoyo donde sentirse seguros y ellos mismos.

¿Me ha faltado el realismo quizás de lo que son los personajes femeninos de cara a sentirme más identificada con ellos? Sin duda.

Lo justifico como que es una serie de ficción, pero me quedo a la espera de ver qué pasará en una segunda temporada -que tengo pocas dudas de que la habrá, visto el éxito de la serie-, donde confío en que la representación sea menos fantástica.

Y, por favor, que no termine con una señora escupiendo a nadie en la cara, otra cosa que me ha sucedido -cuando le regalé una peineta a una persona que me iba gritando piropos desde una bicicleta- y que, curiosamente, como el que iba a 120km/h en la Castellana, también era un hombre.

¿Es un pequeño paso para Netflix, pero un gran paso para las nuevas masculinidades? Espero verlo pronto.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Qué esperar de un local ‘swinger’ cuando todo lo que te han contado da miedo

¿Sabes cuando te prometes que este año empezarás con la dieta, que vas a dejar de fumar o que llamarás más a tus padres? Yo me propuse que, si volvía a quedarme soltera, iría a un local de intercambio de parejas.

LELO

Y no se me ocurrió mejor compañía que uno de mis mejores amigos, que tenía la misma fantasía.

Ambos teníamos claro que ir fingiendo que éramos pareja, iba a salirnos más a cuenta que por separado solo por el precio de la entrada (en serio, cuando veáis sus tarifas, descubriréis que el mundo swinger no es nada barato).

Así que nos emperifollamos -uno de mis entrevistados me había comentado que la imagen es importante de cara a atraer a los demás- y nos plantamos en esa puerta, donde tan solo un pequeño letrero con el nombre escrito revelaba que estábamos en el sitio correcto.

Te puede interesar: “Necesitamos que a las parejas liberales no nos miren mal”

Mi primera idea que habría carteles luminosos del tipo «Sexo aquí», «Tríos, cuartetos y orgías de todo tipo» o «Welcome to intercambio de parejas». Pero no aparecían por ningún lado. Un mito menos.

No os penséis que mi amigo y yo lo tuvimos claro desde el primer momento. Pasé esa semana pensando que me iba a rajar justo antes de ir.

En mi cabeza, un local swinger era un sitio donde podía pasarte cualquier cosa. No sé por qué tenía el miedo de que alguien me encerrara en un baño, de camino a hacer pis, pensándose que buscaba tema.

Pero la chica de la entrada, que nos hizo un tour por el local al ser nuestra primera vez, nos aclaró desde el primer minuto que aquello iba sobre el consentimiento.

Que nadie podía tocarte de ninguna forma sin antes preguntarte o hacerte alguna señal (y de la misma forma, se podía responder si sí o no).

«Eso sí, los sentimientos se quedan en la puerta, esto es solo sexo«, nos recordó

Al poco, estábamos con una copa en la mano analizando el territorio. Otra idea preconcebida que me había montado es que este tipo de sitios están frecuentados por señores mayores con pinta extraña.

Solo encontramos uno, el resto eran parejas de todas las edades (en su mayoría jóvenes), algún grupito de tres amigos y una pandilla de cincuentañeros que, nada más entrar, se estaban montando una orgía.

Y, por cómo hablaban entre ellos un rato después, eran habituales del local.

Además de la macrosala donde estaban teniendo sexo, había una pista de baile con barra de pole dance, un jacuzzi, cuartos con una mirilla en la puerta, cuartos sin puerta, cuartos con puertas semitransparentes y una zona solo de parejas.

En esa parte del local estaba mi sala favorita: el cuarto oscuro. Un sitio en el que jugabas a una especie de ‘tinieblas’ sexual donde el objetivo también era pillar, solo que no del brazo, sino más bien de la entrepierna.

Mi amigo y yo empezamos por la pista de baile, tomándonos nuestras bebidas, para luego hacer incursiones por el resto de sitios y curiosear.

Quizás lo que más choca, en un primer momento, es que la gente está teniendo sexo a la vista como si nada (lo de unirse ya es decisión tuya).

Como un par de mirones, íbamos cambiando de show cada rato, viendo todo tipo de cuerpos y prácticas.

Aunque en la zona del jacuzzi la gente iba desnuda o con toalla, lo cierto es que en el resto del local lo habitual es ir con ropa.

La sensación que me dio, pasados los primeros 20 minutos de shock (por eso para mí es recomendable ir con alguien de confianza) es que teníamos el sexo demasiado sobrevalorado, en el sentido de que aquello de ver a parejas y grupitos disfrutando, nos parecía ya lo más normal del mundo.

Y respecto a la seguridad, hubo una parte de la noche en la que mi amigo se retiró con una chica que había conocido tras nuestro paso por el cuarto oscuro.

En aquel rato que deambulé sola, iba con la tranquilidad de que no iba a pasarme nada -que yo no quisiera que pasara-. Sí, pude hacer pis y además los baños estaban limpísimos.

Me hizo sentir con confianza saber que había ido acompañada de alguien con quien, si salía mal la cosa, lo recordaría entre risas y como una anécdota en nuestra amistad.

Pero lo cierto es que lo disfrutamos y nos quedamos con ganas de más, en todos los sentidos.

Una vez roto el hielo, me dieron ganas de probarlo en pareja solo por el hecho de vivir esa excitación de ver a menos de un metro de ti gente que está follando en vivo y en directo.

Al final, que te animes o no a hacer algo con la persona con la que vas o a quien conozcas ahí, es cosa tuya.

Pero, lo importante: ¿hice algo en el cuarto oscuro? Bueno, eso es material para otro artículo…

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

¿Y si Netflix quiere que nos cuestionemos la monogamia con ‘Emily en París’?

No sé si te pasa, pero cuando reflexiono sobre la monogamia, no siento que sea algo que haya elegido realmente. Más bien, me he limitado a aceptarla en mi vida sin darme cuenta, con toda la normalidad del mundo.

@EMILYINPARIS

Tampoco existían muchas alternativas a ella.

Cuando, de más adulta, he podido reflexionar largo y tendido sobre ella, he caído en que -por mucho que no me pareciera sostenible una unión cerrada de por vida con una sola persona-, está tan integrada en la sociedad, que es muy difícil vivir de otra manera.

Todos los libros que he leído en mi adolescencia, las películas que he visto o incluso las canciones que he escuchado me hacían llegar a la misma conclusión: el amor verdadero son dos y para siempre.

Cualquier otra cosa que se saliera de ahí, no se podía llamar amor.

Está tan enrevesado este concepto con la exclusividad sexual que, poner sobre la mesa otros modelos de relación, es inaceptable para la mayoría de nosotros (y ya ni os hablo de la opinión que suscitaría en nuestro entorno más cercano).

Quizás por eso lo más subversivo de Emily en París, una de las novedades de Netflix, me parezca cómo plantean el ‘amor a la francesa’: relaciones abiertas.

Por supuesto que la serie es un cliché andante (no faltan las boinas, planos de la Torre Eiffel y cruasanes en todos los capítulos) y los franceses no escapan de él: la seducción es su estilo de vida y son incapaces de ser fieles.

El choque de la protagonista (de origen estadounidense) respecto a sus compañeros de trabajo y amigos en cuanto a las relaciones, es algo que aparece en el primer capítulo y le acompaña hasta el último de ellos.

En la ficción, lo habitual entre los parisinos es tener un matrimonio en el que los amantes están más que aceptados ¡e incluso tienen relación de amistad con ambos miembros de la pareja!

Amor y sexo a varias bandas que se puede resumir en una de las frases de la jefa de Emily: «No quiero el 100% de nadie ni que nadie tenga el 100% de mí«.

Y no puedo evitar pensar que, quizás si estos fueran los referentes de la cultura popular con los que crecemos, tendríamos una idea diferente de lo que son las parejas.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).