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¿Cómo puedo aprender de sexualidad en la edad adulta?

Puede que tu educación sexual se limitara a una clase de dos horas en toda tu vida escolar o que no recibieras formación en absoluto.

Da igual, inexistente o insuficiente, en la edad adulta las lagunas en el terreno de la sexualidad, son imposibles de ignorar.

educación sexual

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Las identificas enseguida, cuando no sabes cómo reaccionar -si algo no va como crees que debería-, o con cosas tan necesarias como aprender a identificar los síntomas de tu cuerpo si te has contagiado de una ITS.

Es curioso, ¿no? En la era de internet podría parecer que educarnos es más fácil que nunca.

Tenemos miles y miles de páginas de contenido gratuito donde llegar a ese aprendizaje que no hemos recibido.

Casi parecería de esperar que hubiéramos hecho la labor educativa por nuestra cuenta y viviéramos una vida íntima consciente y saludable. Sin embargo, la realidad es que seguimos sin hacer ‘los deberes’.

Así que el artículo de hoy es un pequeño recopilatorio de algunas herramientas para aprender de sexualidad en la edad adulta, aunque siéntete libre de contactarme en la sección de comentarios o a través de mis redes sociales para añadir más contenidos a la lista.

Empezaré con mi último descubrimiento: como resistencia a la (mala) educación de la pornografía está el Sex Education Film Festival.

Es, como imaginarás, un festival de cine que, aunque se celebra anualmente en Terrassa, bien merece la pena buscar los cortometrajes cuyo objetivo es el de terminar con esos mitos del cine X -mención especial al de No me dejes así-.

Siguiendo la línea cinematográfica, aunque en el extremo más humorístico está Peepoodo, una serie que se encuentra gratuita en internet y que vendría a ser Los Simpson de la educación sexual.

Ya te anticipo que no es lo que parece, empiezas viendo el episodio de las verduras y terminas aprendiendo cómo estimular la próstata.

Libros y podcast para disfrutar(se)

Aunque los episodios, películas o cortos nos transmiten la información de una manera más visual, soy partidaria de tenerla más a mano en los libros.

Los índices te permiten dar, en apenas unos segundos, con la duda que te está asaltando. En esa línea, son una buena fuente de información (y una reciente incorporación a mi biblioteca) la colección Saber es Placer publicada por la Editorial Cinco Tintas junto a Platanomelón.

Sus cuatro títulos –Clímax, Deseo, Clítoris y Diversidades-, recogen desde los conocimientos de sexólogas expertas en materia, a los últimos estudios científicos publicados para abordar la sexualidad desde la rigurosidad absoluta.

Pero también están escritos con un toque cercano que sea comprensible a cualquier edad y en cualquier momento de la vida.

Si se busca algo más gráfico todavía, los cómics Sex-¡oh!, de Lyona o El fruto prohibido de Liv Strömquist son ideales para quienes quieren informarse, pero prefieren hacerlo sin perderse en demasiado texto.

Y, otra de mis últimas lecturas, Yo menstrúo: Un manifiesto, de Erika Irusta es justo lo que necesitaba para entender mejor lo que me sucede una vez al mes y poder hablar de ello por aquí o en mi Instagram.

Sí, las divulgadoras que compartimos conocimientos a través de nuestras redes sociales estamos en constante formación. Por eso nuestras cuentas son también una manera de aprender mientras haces scroll con el móvil en el baño.

 

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Algunas incluso hemos ido un paso más allá haciendo programas de podcast, como es el caso de Zorras y Lagartas, un formato que copresento con la sexóloga Sara Izquierdo (con el apoyo de la plataforma JOYClub) y donde, cada 15 días, hablamos de sexualidad sin cortarnos un pelo.

En ese sentido, Spotify es una gran fuente de información con otros programas como Nepe, de Álvaro Cobarro, El podcast de la sexualidad femenina, de Miriam Gómez Galocha o Nos tienen Contentas de Roenlared y Paula Álvarez.

Aunque seguro que hay muchísimos más que no conozco.

Por último, ya que hablamos de sexólogas, las hay que organizan talleres sobre educación sexual para adultos. Es el caso de Autocoñocimiento de Pitu Aparicio, uno de los más entretenidos que he hecho últimamente.

Pero si no te coincide por fechas o ciudades, recuerda que gracias a que muchas hacemos las sesiones online, siempre te queda la opción de coger una cita de asesoría.

Puedes pedirla a modo de clase intensiva sobre algún tema sobre el que quieras aprender o para resolver todas tus dudas al respecto de la mano de una experta.

Mara Mariño

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En tu etapa de sexo sin compromiso, practica el sexo responsable

Estoy en un momento de la vida en el que tengo dos tipos de amigas: las que ya son madres y otras con las que todavía puedo ir de fiesta.

Así que vivo entre conversaciones de las ganas que tienen unas de descansar, porque sus hijos apenas pegan ojo, y las ganas que tienen otras de echar un buen polvo sin complicaciones.

pareja cama abrazados

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Sobre lo primero no puedo aportar mucho, ya que estoy en ese punto en el que la maternidad sigue siendo un misterio, pero sí que lo segundo es algo que he podido experimentar y, sobre todo, aprender al respecto.

Pero primero de todo, quiero hacer un pequeño paréntesis porque es de celebrar que vivamos en unos tiempos de libertad sexual.

Especialmente en los que una mujer pueda decir que solo quiere sexo y seamos capaces de disfrutar de nuestra sexualidad sin ser criminalizadas por ello.

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Dicho esto, quiero recordar que el deseo y el placer son parte de nuestra vida y buscarlo sin que venga acompañado de una relación, no tiene nada de malo.

Me parece la prueba definitiva de que nos hemos librado de ideas un poco arcaicas de que el sexo solo puede darse bajo el prisma del amor.

Pero, desde mi propia vivencia, eso no significa que se haga de cualquier manera. Es fácil que en algo que incluye afectos y sensaciones de disfrute (además de un porrón de hormonas) haya quien pueda entender que es algo más.

Por eso lo que quiero abordar es la importancia de la responsabilidad afectiva en el sexo cuando solo es eso: sexo.

Creo que la mayoría conocemos un caso de algo que empezó como un lío y terminó con dolor y despecho porque los sentimientos, de un lado o de otro, hicieron acto de presencia.

Así que es un primer paso muy saludable el preguntarse, ahora que ya sé que solo quiero un buen rato de placer en compañía, ¿cómo hago para evitar que acabe mal? ¿Se puede prevenir de alguna forma?

Diría que me repito más que el ajo, pero es la única respuesta, transparencia en la comunicación.

Y es que el principal problema se da cuando para una persona solo era algo físico y la otra creía que esos encuentros eran también señal de que el vínculo emocional estaba desarrollándose.

Es importante sincerarse desde el principio, sin medias tintas ni vaselina, aquí no hay ambigüedad posible, así que evita dejar cosas en el aire o utilizar términos que no quieren decir nada («fluir» o «Ya vamos viendo», cuando no quieres ver nada).

Que tus expectativas estén sobre la mesa, porque sincerarse sobre los deseos y límites hace que se esté en la misma página y, por tanto, tomar decisiones informadas sobre si participar o no. Y en qué condiciones.

En caso de que se acepte, toca también poder hablar abiertamente de la frecuencia de los encuentros, del uso de métodos de protección o cualquier otro asunto que sea de relevancia para los participantes.

Transparencia emocional antes, durante y después

Puede que esto de hablar tanto le quite gracia a la idea que tienes de la espontaneidad del sexo sin compromiso (sobre todo a quienes les cuesta abordar estos temas).

Pero que no haya una intención de que eso derive en una relación, no significa que no se deba tener consideración hacia la otra persona.

Ahora que podemos disfrutar de un sexo sin ataduras, hagámoslo bien. Y eso equivale a recordar que todos merecemos un trato digno, sea cual sea nuestra relación sexual.

Algo que también implica escuchar necesidades y preocupaciones propias y ajenas y, por supuesto, respetar los límites en todo momento.

Sin embargo, ¿significa que después de esta charla ya podemos olvidarnos de tener que volver a hablar del tema?

No, dejar la puerta abierta a la comunicación es importantísimo, porque esos deseos del principio pueden cambiar en cualquier momento.

Aquí entra en escena si podéis adaptaros a las fluctuaciones o al menos, mostrar empatía si no se quiere continuar con la relación sexual.

Después de ponerme técnica, me queda confirmarte que esto no le quita ninguna magia al sexo sin compromiso (de eso ya os encargáis por vuestra cuenta), pero es un recordatorio de que tiene que ser abordado desde la responsabilidad y el respeto.

Vaya, que se puede disfrutar sin ataduras emocionales de ningún tipo, pero no sin dignidad y consideración hacia la otra persona.

Y así como es importante sentir comodidad y seguridad, es nuestra tarea que los demás también se sientan así.

Mara Mariño

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No vas a tener buen sexo con una persona narcisista (y este estudio lo reconfirma)

A la mayoría se nos viene un nombre a la mente cuando leemos rasgos de la personalidad como son la exageración de logros, superioridad respecto a los demás o necesidad de admiración por parte del resto.

Y es porque, durante más o menos tiempo, casi todos hemos tenido una expareja narcisista.

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Lo que quizás no sabíamos en ese momento es hasta qué punto esa forma de ser del compañero o compañera podía estar afectando nuestra vida sexual conjunta, de una manera muy negativa.

El narcisismo no se queda en esa necesidad de ser el centro de atención de la mesa cada vez que hay un evento social o incluso en ponerte a ti por el suelo, si hace falta, para engrandecer su figura.

También en el plano íntimo tiene una serie de consecuencias, ya que este tipo de personas ven la sexualidad desde el mismo egoísmo que el resto de factores de su vida. No como un encuentro mutuo y recíproco, sino como un derecho.

Que los aires de grandeza se trasladen al terreno de las sábanas, parece un mal menor de la personalidad narcisista en comparación con la falta de empatía hacia la persona con la que está compartiendo ese momento.

Puede que ya hubieras identificado esto o no, en mi caso no vi esa relación para nada, pero hay otro componente de este tipo de personalidad que igual te resulta familiar.

Y es que las personas narcisistas son grandes expertas en manipular y salirse siempre con la suya, en hacer lo que sea necesario para poner sus necesidades y deseos por delante de los del resto y lo aplican también al sexo.

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Como comentaba, esa firme creencia de que el sexo es un derecho que tienen, junto a las tácticas que emplea para salirse siempre con la suya, les convierte en malos compañeros de intimidad.

Las parejas narcisistas no dudan en el empleo de una persuasión persistente, manipulación («He tenido un día durísimo, un polvo me haría sentir mejor») o avances continuos de besos y caricias aunque ya hayan recibido una negativa.

En otras palabras, las probabilidades de tener sexo por coerción y no por tu propio deseo se multiplican si tienes al lado a un narcisista.

Factor de riesgo en las agresiones sexuales

Quienes hemos caído en este tipo de trampas, conocemos la sensación de vacío y desencanto de después. Porque entiendes que por mucho que respondas o finalmente accedas a ello, no era algo que quisieras hacer.

El sexo no debería ser algo a lo que se accede mediante el uso de trucos, sino algo que apetece sin reservas a todos los participantes. Aunque no se quedan solo ahí los métodos para tener sexo.

Un estudio en la Universidad de Basilea, en Suiza, ha querido investigar los factores de riesgo que predicen la violencia sexual en los campus universitarios.

Como habrás podido imaginar, según ibas leyendo, el narcisismo sexual era uno de ellos.

Además de todo lo anterior, de la manipulación o la insistencia, es más probable que, en su afán por llegar al encuentro sexual, estas personas empleen tácticas como llevarse a la persona a la que tienen ‘fichada’ lejos de los demás o negarse a devolverla a su casa a menos que tengan relaciones.

Pero también realizar prácticas sin escuchar las oposiciones que se puedan tener al respecto o incluso aprovecharse de un estado de menor consciencia de la otra persona.

Tras poder afirmar que el narcisismo estaba ahí como factor de riesgo, el equipo de psicólogas quiere seguir investigando si es posible reducir los niveles de narcisismo para prevenir las agresiones.

Así que si todavía no veíamos el narcisismo como una bandera roja a la hora de conocer a alguien, es la señal de que nos alejemos definitivamente.

Mara Mariño

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‘¿Cuándo toca?’ El desafío sexual en las parejas que conviven

Hay un cambio que he identificado en mi vida sexual de cuando paso de estar saliendo con alguien, a cuando se sube el siguiente escalón: el de la convivencia.

El sexo fluye distinto, antes de compartir piso solía surgir en cualquier momento que coincidiéramos -bastaba una puerta de por medio, que nos diera algo de intimidad-.

Pero cuando comparto el espacio, empiezo a preocuparme por los tiempos. A ver si me explico…

pareja cocina

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Cuando la relación no se da bajo el mismo techo, esas ganas de estar a solas con la otra persona se cultivan.

Crece la expectación de cuándo será el próximo encuentro y te regodeas con lo que harás en el momento que os encontréis de nuevo.

Con esa anticipación construida, se entiende que lo primero que hagáis, nada más veros, sea desnudaros.

Pero cuando el espacio es común, una de las primeras cosas que notas es la dificultad de que vuestros deseos coincidan. La intimidad cambia y nadie te avisa de ello.

O bien una persona tiene prisa porque tiene que salir de casa, o está liada haciendo algo -trabajo, carga doméstica, llamada a sus padres…- o simplemente no le apetece a la vez que a ti.

Que es algo normal y todo lo que tú quieras (de hecho te hablé más en profundidad sobre el tema en este artículo). Sin embargo es lo que hace que tan pronto como sucede que las libidos se ponen de acuerdo y echamos un polvo, me pregunte «¿cuándo será la próxima vez?».

Mi agobio viene de todos esos artículos de «Cuál es la media de los españoles en la cama», «Esta es la frecuencia ideal de las parejas duraderas», «La adecuada cantidad de veces que las parejas deben tener sexo»

¡Si hasta Broncano pregunta a sus invitados cuánto sexo han tenido en el último mes!

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Hay una presión social de que la frecuencia importa, o eso pienso yo cuando empiezo a hacer el cálculo mental de si tuve sexo el martes, ¿puedo proponerlo el jueves o va a ser muy temprano?

Lo que antes de convivir sucedía de manera orgánica ahora se siente como intentar resolver una ecuación de segundo grado: ni quieres sentir que agobias a tu pareja yendo demasiado detrás, ni que tampoco piense que no tienes interés.

Le comentaba esta preocupación a una amiga sexóloga y me tranquilizó (un poco) saber que a ella también le pasaba.

Así que ahora me pregunto si es una rayada que también sofoca a nuestros novios o es solo cosa nuestra. Prometo informar de mis pesquisas cuando haya avances.

De cualquier manera, ahora que he identificado que esto se ha convertido en un interrogante inherente a mi vida en pareja, estoy trabajando en darle una vuelta.

Intento olvidarme del tema de la periodicidad sexual porque, como sexóloga en ciernes, sé de sobra que no existe una media universal que debamos cumplir para que sea una vida íntima satisfactoria.

He reflexionado en cómo quiero que sea mi vida íntima conviviendo con mi pareja, y puede que ya no me regodee en el factor sorpresa del tiempo, pero sí en el de lo que quiero hacer (que va desde fantasías a prácticas o probar juguetes nuevos).

Ya no construyo expectación de que en cuanto le vea voy a arrancarle la ropa aprisa y corriendo, pero sí la de imaginarme qué vamos a hacer la próxima vez que estemos, sea cuando sea.

El estándar no debería ser de frecuencia, sino de calidad, y de ahí que sea con el deseo correspondido para que nos pille encendidos y con las ganas de que suceda.

Mara Mariño

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¿Soy yo o el sexo de ‘La isla de las tentaciones’ es aburridísimo?

Ayer, por primera vez desde que estrenaron La isla de las tentaciones, apagué la tele cuando solo tan llevaba 15 minutos de programa.

Estaba saturada, la enésima escena de cama de una de las parejas de concursantes, con los correspondientes planos regodeándose en el sufrimiento de su (todavía) novio, me pudieron.

No es ya solo que el reality show haya perdido el factor sorpresa, es que encima el sexo es siempre igual.

pareja celos

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Si bien los comienzos del espacio televisivo resultaban intrigantes por la lucha entre la atracción sexual y el amor, en esta última edición la trama es una competición de revanchismo: a ver quién lo hace más veces son su tentación.

Hablaba hace unos días con Alberto Caballero uno de los dos creadores de Aquí no hay quien viva, La que se avecina y Machos Alfa, de la representación del sexo en la pantalla.

En su opinión, la ficción tiene el deber de contrarrestar la pornografía, que es donde cojea el formato de Telecinco.

Por mucho que haya sábana de por medio, la única práctica sexual que se reproduce, edición tras edición, es el coito. Penetración y explosivos gemidos femeninos ante la discreción de ellos, que guardan silencio absoluto.

Dos características más en común con el cine de adultos.

Pero cuando perpetúa las ideas erróneas de que el sexo equivale a polvo, que un polvo es lo único que conlleva una infidelidad, y se ha convertido en otro formato cultural pornificado, es interesante reflexionar de qué sexualidad consumimos en la pantalla.

Hace unos años, era distinto, según me cuenta Alberto Caballero. «En Aquí no hay quien viva, era una época de la televisión en la que salía mucha gente desnuda en las series, se inventaban cosas como los vestuarios mixtos».

Aunque también comenta que era habitual que en una escena apareciera de fondo una chica pasando en topless. Esta tendencia llegó, como no podía ser de otra manera, a la ficción del vecindario que creó con su hermana Laura.

«Un directivo de Antena 3 nos dijo está muy bien la serie, pero nos gustaría ver un poco más de carne», explica. Sin embargo, en vez de entrar al trapo de las mujeres aleatorias en cueros, fue algo que solventaron introduciendo en el guión el desnudo trasero de Eduardo Gómez.

El giro travieso, inesperado por otro lado, fue un éxito. Y es algo que, aunque sucedió hace 20 años, bien puede servir de inspiración para salir de lo que es el nuevo clásico: para dejar de sexualizar siempre lo mismo, para no seguir promoviendo una intimidad de mete-saca.

«Hay mucho polvo gratuito en la ficción», resume el productor. «Para mí una escena de sexo tiene sentido si durante la escena de sexo sucede algo que hace evolucionar la trama».

Otra de las cosas que brillan por su ausencia en el programa, que precisamente hace ver, tanto a concursantes como espectadores, la recopilación de escenas de cama en blanco y negro, aunque sean del repiqueteo del cabecero contra la pared por el movimiento.

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«Poniéndome un poco radical, es como el porno y a mí, como espectador, me aburre», expresaba Alberto.

Y, personalmente, el show grabado en República Dominicana es más de lo mismo, empieza a ser soporífero.

Que la estructura sea siempre idéntica, no ayuda, pero para variar, se podría meter una sexóloga en el programa, cambiar el casting para promover otro tipo de físicos más allá de los que han pasado por operaciones estéticas o contemplar personas con orientaciones e identidades sexuales más allá de la cisheterosexualidad.

Pero esos sesgos dan para otro artículo.

Mara Mariño

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¿De verdad hace falta una copa menstrual específica para tener sexo?

La relación con nuestra propia regla es complicada. En mi colegio, cuando nos bajaba, íbamos al baño con la compresa bien escondida en la manga del jersey del uniforme.

El miedo de que miraran en la mochila, descubrieran tampones y se burlaran de ti al decir que te gustaba ‘meterte algo por ahí’ también estaba presente.

Esos primeros años menstruando, los peores si me preguntas, tenemos por un lado la enseñanza teórica -porque lo hemos dado en Biología- de que es algo natural, pero en la práctica, es un motivo de burla.

pareja sexo

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Llegamos a la edad adulta con un máster en esconder la regla.

Cargamentos de productos de higiene sanitaria siempre encima, ropa oscura por si hay fugas y dosis de antiinflamatorios para que podamos seguir trabajando como si nada.

Lo escondemos hasta a nuestras parejas sexuales, ante la duda de si ha bajado ya, muchas preferimos decir que mejor otro día no vaya a ser que se manche ligeramente un dedo u otro apéndice de sangre.

Podría parecer que la solución a esto es la vuelta de tuerca que le han dado a la copa menstrual.

Hay marcas que han sustituido la rígida parte de abajo, por una fina lámina flexible de silicona médica que en teoría permite que se pueda colocar más arriba y dejar el canal de la vagina libre para la acción, libre de sangre.

Por lo pronto, la idea de base ya me parece bastante coitocentrista, porque el órgano del placer, el clítoris, se estimula desde el glande y es una zona que está fuera de la vagina.

Así que la prioridad no parece el disfrute femenino, sino que estemos todos los días del año con la disponibilidad de echar un polvo con penetración (sin manchar a nuestra pareja sexual).

¿Y no es a la vez un refuerzo de esa idea de la adolescencia de mantener la sangre oculta del resto de personas?

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Entre que la regla hace su aparición, con esos primeros manchurrones intermitentes de color indefinido, y finalmente se va, puede prolongarse hasta 6 días.

La idea de que pasemos 72 días del año intentando encubrir un proceso natural de nuestro cuerpo me apena y enfada al mismo tiempo.

Sobre todo porque muchas de nosotras hemos podido sentir asco o preferir usar tampones -que llevan unos blanqueadores que son equivalentes a rociarte la vagina de productos muy nocivos- con tal de no ver o tocar la sangre propia.

Esa idea no ha llegado a nuestra cabeza de repente, son una repugnancia y una vergüenza aprendidas.

Por eso es importante reconciliarnos y naturalizar lo que nos pasa por dentro del cuerpo.

No creo que necesitemos más productos a la venta que nos ayuden en la tarea de tapar cuándo menstruamos, sino que, por el contrario, debería estar más que presente, presencial.

Porque solo se nos han enseñado medidas de contención de la sangre, pero no que esta supone un excelente lubricante para mantener relaciones sexuales; que ante el miedo de manchar la ropa de cama, se puede poner una toalla oscura o que el orgasmo es un analgésico natural para las que sufrimos dolores por la regla.

Y esto de aceptar y vivir con normalidad nuestra regla, incluye mandar a paseo a quien siente repelús de la sangre, pero propone meterla por el culo.

Mara Mariño

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Hay gente teniendo sexo con ChatGPT (pero no como imaginas)

Podemos estar de acuerdo en la cantidad de partido que se le puede sacar a las inteligencias artificiales como ChatGPT.

En mi caso, hace unos meses, le preguntaba incluso consejos para mejorar la vida íntima.

Sin embargo, esa finalidad de resolver las dudas que tiene la inteligencia artificial, organizando la información de forma coherente, no es la única que ciertos usuarios han encontrado.

Hay personas que están usando ChatGPT para hacer sexting o crear historias de alto contenido erótico.

hombre ordenador portátil

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«¿Cómo pongo a la IA de humor?», pregunta alguien en uno de los foros de Reddit.

No parece tan descabellado si tenemos en cuenta que las interacciones íntimas entre robots y humanos no son ajenas a nadie desde que existen las muñecas sexuales.

Aunque salió en 2013, la película Her -en la que Joaquin Phoenix termina teniendo sexo con la voz de la asistente virtual-, ya adelantaba lo que está pasando 10 años más tarde.

Cualquiera podría pensar que es normal que se terminara explorando esa faceta más ‘picante’ de ChatGPT, que, por mucho censor integrado que tenga, en el hilo de respuestas que leo a la pregunta, no es difícil sortearlo.

Pero, más allá del uso y disfrute personal, hay una cara B de este fenómeno, que es la que me ha puesto los pelos de punta.

Y es que el estímulo no está solo en conseguir una respuesta erótica por parte de una inteligencia artificial, sino que se están compartiendo las historias y con una búsqueda rápida es posible leer esos relatos.

Si nos parecía que los fanfics, el género literario donde los fans cambian a su gusto sus historias preferidas, eran un loco universo alternativo donde Harry Potter podía tener sexo con Draco Malfoy, las historias de ChatGPT son para preocuparse.

No faltan historias sobre violaciones a mujeres («Por favor, detente», susurró de nuevo, su voz temblaba por la inutilidad de sus palabras ante su captor) ni dirty talk en el que la IA adopta un tono sumiso: «Oh sí, soy una zorra, soy la mayor zorra que has conocido».

Dos ‘tramas’ que recuerdan demasiado a lo que ya se ve en cualquier película pornográfica y a la vez explica que los usuarios que están creando las historias son hombres heterosexuales, ya que el enfoque de la mirada masculina sobre el sexo es el mismo.

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Pero más allá de eso, se han vuelto muy populares en los foros las historias que son explícitamente violentas.

Una de las más impactantes habla de una auténtica salvajada como es que ChatGPT describa lo que es que le corten un brazo.

Asimismo, en las respuestas a esa historia, hay usuarios que preguntan cómo llegar a ese punto para que la IA responda de esa manera tan real hasta el punto de suplicar por el fin de ese dolor virtual.

También quienes comentan que eso no es nada y que han conseguido crear detalladas narraciones sobre disparar a mujeres en la cabeza (y a su vez quienes preguntan si pueden pasar el enlace para leerlas).

Y me da igual que la brutalidad se quede en el plano digital. Quienes están detrás de esas historias son personas reales que están fantaseando con la idea de agredir físicamente.

Que están dándole un prisma erótico a crímenes donde, por muy virtual que sea todo, el género de sus víctimas digitales siguen siendo mujeres.

No es ya solo que ChatGPT se convierta en otro espacio en el que darle rienda suelta a la erotización de la violencia, es que si se simulan delitos del código penal, se incita el odio hacia las mujeres.

¿El posible control sobre esto? Ni está ni se le espera…

Mara Mariño

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El otro lado de la ‘friendzone’: no era amistad, solo estaba ahí para acostarse contigo

El término de friendzone me acompaña desde la universidad, cuando algunos de mis compañeros -después de mantener varios años de amistad con la que les gustaba-, se quejaban de finalmente ella no quería tener nada más allá de esa relación de amigos.

En ese momento venían con el drama: habían sido rechazados por hipotéticos hombres que seguro las iban a tratar mucho peor que ellos.

La historia eternamente confirmada por el cine, ella no quiere al buen tío y siempre es el malote, el macho alfa, quien termina triunfando por encima de todos los demás.

amigos discutiendo friendzone

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Con el orgullo herido y una buena dosis de resentimiento, mis compañeros de clase ponían fin a esa amistad.

Porque claro, les resultaba demasiado doloroso seguir llevándose como amigos. Yo, por supuesto, empatizaba con su situación.

No me preguntaba cómo se sentirían ellas.

Ahora que he perdido recientemente la relación con una amiga (y sé que es un lugar que no puede ser reemplazado así como así), no dejo de darle vueltas a la otra cara de la friendzone.

La de la persona que cae en que su amigo no era tan amigo como se pensaba.

Cuando desaparece de su vida, después de no querer tener nada más, y descubre que solo estaba ahí para ver si en algún momento podían acostarse juntos.

Además del dolor que supone esa ausencia, cuyo duelo es también un proceso que se debe atravesar, poco se habla del desprestigio a la amistad por parte de la palabra friendzone.

Casi como que es una relación de segunda, un sustitutivo y no lo que supone en realidad: un vínculo que nace y se desarrolla con la atracción personal que se nutre de la comunicación íntima mutua, las aficiones comunes, la reciprocidad, la ayuda

¿Friendzone o fuckzone?

Mientras hablemos de friendzone seguiremos sin darle valor a la amistad per se y considerándola un ‘castigo’ en vez de una suerte.

Por tanto, las relaciones con las personas seguirán teniendo el único mérito de si acaban en un sexo.

Sobre esto, me gusta especialmente una publicación que hizo hace unos meses Raúl Macías (@masculinidadsubersiva a quien entrevisté aquí).

En su Instagram reflexionaba acerca del término en cuanto a que se utiliza como algo «devaluador cuando simplemente la otra persona sí da valor a la amistad y el que no la das eres tú».

«Nadie te mete en la friendzone, en la friendzone te metes tú cuando ves que no puedes follar con quien tú querías hacerlo».

Quizás es el momento de ponerle un nuevo nombre a este fenómeno y de ahí que, en vez de la friendzone, tengamos que empezar a hablar, como propone Raúl, de la fuckzone.

La ausencia de sexo en la amistad no es un fenómeno pasivo donde te ves relegado, sin poder hacer nada al respecto, a la categoría de amigo.

La verdadera categorización es la que hacen quienes te colocan, de manera activa, una etiqueta que te clasifica solo como un agujero donde meterla.

Mara Mariño

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Desencanto sexual: ¿por qué nos desilusiona el sexo esporádico?

«Me he vuelto exquisita, ya solo me apetecen abrazos largos, conversaciones reales y miradas sinceras. Me he cansado de todo lo demás», escribía Ona, una escultora especializada en arte genital, en sus redes sociales.

Su mensaje me caló, de alguna manera, por una reflexión a la que llevo tiempo dándole vueltas: ¿y si lo del sexo casual es mentira?

pareja cama desencanto sexual

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O, más en concreto, la idea que nos han vendido de que es una fuente de felicidad perseguir el placer a través del sexo, el hedonismo sexual.

Habrá a quien esta opinión le suene impensable, ¿cómo voy a poner en tela de juicio uno de los productos estrella del neoliberalismo: el sexo completamente vacío de sentimientos visto como una actividad mecánica para lograr un rato de disfrute?

A nadie le hace mal pasarlo bien. Y esto viene siendo como masturbarse, pero con una persona de carne y hueso, en vez de la mano, para que nos entendamos.

No, yo tampoco me esperaba que, en un blog en el que defiendo la liberación de la sexualidad, hablaría en contra de la revolución sexual.

Pero ejercicio profesional aparte, desde mi experiencia, el sexo esporádico ha sido decepcionante.

No por lo que pudiera pasar entre las sábanas (eso queda entre nosotros), sino por el pacto no escrito del «solo es sexo», que impera cuando aceptas acostarte con el tío al que, un rato antes, le hiciste swipe right.

Y digo que no hace falta decir que solo es sexo porque ha quedado claro de antemano, bien por una biografía donde la palabra «fluir» vaticina que no se puede esperar nada posterior al encuentro, o por algún indicativo de «sin etiquetas», que suele ser sinónimo de «sin sentimientos».

«Solo es sexo», pensamos cuando estamos vistiéndonos de nuevo. Como si el sexo fuera una especie de trámite rápido que se hace en la ventanilla de una oficina y luego pasas a otra cosa.

Creo que en esa mentalidad está la raíz de mi desilusión, en esa separación de lo afectivo respecto a lo sexual en la que se ofrece una barra libre de prácticas con cero responsabilidad afectiva.

Fueron esos líos de una noche (o de una tarde, me da igual), lo que me hizo llegar a lo que la escritora Louise Perry define como «desencanto sexual».

Sexo banal, desencanto sexual

Lo explica de maravilla en su libro Contra la revolución sexual, donde comenta que el sexo en la sociedad occidental ha mutado hasta convertirse en un nuevo tipo de ocio, que solo tiene significado si sus componentes deciden dárselo.

Pero claro, cuando la mayoría de matches dan a entender que por su parte no va a haber ese trato especial -esa distinción emocional-, sabes que de añadirle tú el sentido sentimental, no puedes reprocharles nada, estabas avisada.

Defienden a capa y espada esta idea los neoliberales, quienes afirman que el sexo no tiene carácter especial intrínseco, ni es distinto a otro tipo de interrelaciones sociales (de ahí también que se pueda mercantilizar, aunque eso da para otro artículo).

Pero ¿es algo que podemos hacer? ¿Nos beneficia vivir así la sexualidad? Y, sobre todo, ¿es esta la sexualidad que queremos?

El sexo es una forma de intimidad, palabra que viene de íntimo, lo que, según la filosofía, se aplica a las cosas profundas del alma humana.

Extirparle al sexo su lado humano, nos lleva a muchas personas a sentir que sí, tenemos encuentros sexuales consentidos y deseados, pero nos dejan igualmente con una sensación amarga en la boca, en la piel, en las manos…

La de vernos en situación de haber tratado como algo banal, algo que en realidad es serio.

Es difícil verlo como una interacción más cuando es en el sexo que el nivel de vulnerabilidad, de desnudarte físicamente, pero también de compartir todo el cuerpo (corazón y cerebro incluidos) es algo que solo sucede ahí.

No creo en equiparar el sexo con tomarte un café, con echar una partida de cartas en la cafetería de la facultad o tener una reunión de trabajo.

Tampoco en ninguna otra interacción social tienes riesgo de contraer ITS, de tener un embarazo no deseado o de arrastrar las consecuencias de un mal encuentro (que incluso afecten a tu salud mental).

No, definitivamente el sexo no es solo sexo.

Y mientras siga viéndose así, nos pasará como a la artista que abogaba por los abrazos, las miradas o las conversaciones.

Que cada vez nos apetecerá menos follarnos y querremos todo lo demás.

Mara Mariño

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Los hombres se sienten capaces de aterrizar un avión, pero no de entender el consentimiento

Ayer una amiga me habló de esa tendencia en TikTok que consistía en preguntarle a tu pareja si, en una situación de emergencia en pleno vuelo comercial, se vería capaz de aterrizar el avión.

La gracia es que todos los interpelados de la red social afirmaban rotundamente que sí, que lo harían. Dispuesta a ponerlo en práctica, solté la pregunta al llegar a casa esa noche.

Mi pareja no titubeó, él también se imaginaba aterrizando un avión de una pieza.

piloto de avión

PEXELS

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Por un lado, su respuesta no me sorprende. Llevan desde pequeños viendo películas de acción donde el héroe debe tomar los mandos y llevar la nave a tierra sana y salva (y siempre lo consigue).

Quizás si hubiéramos sido nosotras las que en vez de fijarnos en princesas Disney hubiéramos admirado a Tom Cruise, tampoco titubearíamos al responder que podemos lograr eso y más.

Según mi novio, el hecho de que lleven jugando a videojuegos de naves también les hace sentir cierta seguridad a la hora de contestar de manera positiva a la tendencia viral.

Choca esa seguridad, teniendo en cuenta que las consolas no convalidan cuando se trata de prácticas de conducción, pero aún más cuando averiguo gracias a Google que la carrera de piloto dura entre 5 o 6 años.

Lo impactante es el consenso universal masculino de confiar en sus habilidades para pilotar.

No voy a hacer el chiste -ya convertido en cliché-, de que sabrían aterrizar un avión, pero no encontrar el clítoris porque a estas alturas de la película, ya hemos pasado ese nivel (y gracias al Satisfyer ya no hay dudas de dónde está).

Pero sí quiero reflexionar sobre la diferencia de capacidades ligadas a la masculinidad. Contrasta la ficticia gran habilidad aeronáutica respecto a la falta de competencias de comprensión.

Me refiero a conocer la voluntad de otra persona cuando se trata de acceder de manera deseosa y consentida a la intimidad.

Según los resultados del informe de FAD Juventud de mayo, el consentimiento solo se ve como ‘vía de escape’ de un posible proceso judicial.

En ningún caso como una forma de mantener relaciones sexuales sanas. No nos olvidemos de quienes siguen pensando que hay que llevar un contrato encima que se debe firmar previo polvo.

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No extraña que haya quienes se identifiquen como esos sujetos activos que lo mismo pilotan una aeronave, que inician una aproximación sexual: hablando, ligando y viéndonos a nosotras como el avión que solo está ahí para ser seducida y, a posteriori pilotada.

Llama la atención que la complejidad de la maniobra aeronáutica debería parecer mucho mayor y complicada que la de leer a tu acompañante. Y sin embargo, es de esto último de lo que se sienten incapaces.

Con una educación detrás mucho menor que para llevar naves que surcan el cielo, entender de manera activa si se quiere tener sexo va más allá de los claros «sí» o «no» y no, no es tan complicado.

¿Cómo creerse capaz de leer una máquina que tiene más de 350 perillas, interruptores y controles y no de saber interpretar la comunicación verbal que habla por sí sola?

Hablo de cuando hay rigidez, una falta de entusiasmo o participación, esa expresión de desconexión con la mirada perdida, la incomodidad o nerviosismo, el silencio tenso, la evitación del contacto visual…

No necesitamos que aterricen aviones, la competencia nos importa, el verdadero desafío de los hombres, es que sepan si deseamos ese encuentro.

Que además van a tener muchas más ocasiones de ponerlo en práctica que de manejar un avión con sus propias manos.

Mara Mariño

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