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Por culpa del porno estamos haciendo mal estas posturas en la cama

Hay un pensamiento que recorre la mente de todas las mujeres cuando se ve en la situación de bajar a la entrepierna de su acompañante y dedicarse a practicar un sexo oral digno de competición artística.

No es ni cómo colocar la mano, ese fiel apoyo que además evita que te la metas hasta la tráquea, ni la técnica de succión -que sabiendo beber con pajita, tenemos más que cubierta-.

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«Por favor, que no se me vea la cara fea«. Esa es la preocupación que nos pasa por la cabeza.

Somos más que conscientes de que por muy estupendas que salgamos en la historia de Instagram (filter-free o con el Baby Face de turno), cuando tienes que estar con algo metido en la boca y meneando la cabeza como en un concierto, la belleza y gracia natural, se van por la puerta.

Puesta a señalar, considero que la responsabilidad de ese agobio debería recaer en el porno.

Es en las películas eróticas donde la máxima importancia está en tener el gesto siempre a punto.

La mirada pícara, la boca perfectamente voluptuosa y la cara relajada…

En el momento en el que nos centramos en que nuestro aspecto tiene que seguir siendo sensual, ejecutarla en condiciones pasa a un segundo plano.

Aunque no solo nos pasa a nosotras, el cunnilingus puede formar parte de la lista ya que ellos aprenden que tienen que tener la cara a varios centímetros de distancia de la vulva.

Como la cámara necesita que se aprecie la lengua en movimiento, no refleja la realidad de la situación: que nos gusta que la boca esté bien pegada para hacer fuerza y notar que nos están comiendo en condiciones.

Déjate de tanta virguería con la lengua y pon el ‘modo turbo’, amigo.

Un misionero mucho más abierto que en la vida real, es otro ejemplo que se me viene a la mente si me pongo a recapitular lo distinta que resulta mi vida sexual de lo que veo en la pantalla.

Mientras que en las escenas los cuerpos aparecen más despegados (para que se aprecie con todo lujo de detalles el pene saliendo y entrando), el verdadero misionero es un nudo de piernas y brazos, piel con piel, vientre con vientre, pecho con pecho y respiración caliente en tu -y su- cuello.

Cuestión de ángulo resulta también el perrito, sobre todo cuando vemos que en las imágenes, él se encuentra girado y parece que quiere meterla más hacia un lado.

Lo que en vivo y en directo se siente como una incómoda percusión sobre una de las paredes vaginales.

Y ya no me pongo a hablar de la torsión de columna vertebral de las actrices.

Aunque no soy una gran fanática del porno, por mensajes que transmite y estereotipos que fomenta, a la hora de añadir variaciones en nuestra vida sexual, sí nos sirve como fuente de inspiración.

Pero una cosa es lo que vemos en las escenas, pensadas para excitar visualmente, y otra lo que sucede en la vida real donde la estimulación es física.

¿Mi consejo? Sacar ideas y siempre con cabeza. Escuchando qué variaciones del cuerpo parecen pedirnos las posturas, en vez de imitar por completo a los intérpretes.

Duquesa Doslabios.

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¿Es el 69 la postura más sobrevalorada?

Antes de que en el colegio aprendamos el número π (3,14) hay uno que todos conocemos, el 69. Bien porque te lo ha dicho el espabilado de turno de la clase o porque, investigando con el ordenador de casa, diste con un fondo de pantalla en el que salía acompañado del logo del conejito de Playboy.

Igual no sabías cómo funcionaba la mecánica, pero tenías algo claro: 69 es igual a sexo. Lo mejor es que han pasado unos 20 años y muchos (me incluyo en este grupo) seguimos sin entender todos sus secretos.

«Es que no puede ser tan complicado«, pensabas en un primer momento. «Su cabeza en la entrepierna, la mía en la suya y a comernos».

Pareja en ropa interior

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Ya te toque arriba o abajo, llega un punto en el que piensas «¿Estoy cómoda? ¿Qué hago con esta pierna? Se me está durmiendo el brazo…».

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Porque el 69 tendrá muchas cosas, pero cómoda no es. Ni a la hora de acoplarse por el tema posiciones ni aguantando mucho tiempo en la postura (y menos aún en verano, me recuerda una amiga puntualizando esa fricción que se da entre barrigas).

Es infinitamente más fácil llegar al orgasmo en otras posturas que teniendo que estar concentrándote en hacer una felación mientras intentas que tu culo no le aplaste la nariz.

La falta de concentración es lo que, tras una rápida encuesta en Instagram, mis seguidores seleccionan como principal inconveniente.

«Quien mucho abarca poco aprieta», «Vamos a centrarnos en una sola cosa para hacerla bien», «De uno en uno se disfruta más», «Ya estoy mayor como para tener que hacer todo a la vez», son algunas de las opiniones que salen de la pregunta.

Sin embargo la tenemos erotizada hasta el punto de que hemos tenido que ponerla en práctica para descubrir que es de todo menos eso.

Aunque no todo son desventajas. No ocupará los primeros puestos de la lista de las posiciones más prácticas, pero es innegable el poder que tiene a la hora de conectar.

Por esa razón, no creo que debamos descartarla del repertorio. El hecho de tumbarte sobre alguien dejando -y teniendo- sus genitales a escasos centímetros de la cara, es tan visual que sirve para intimar.

Vale que no es para relajarse y disfrutar. Más bien se trata de una postura activa que, por muchas variantes que le metas (el 69 vertical, el lateral, el medio sentados…) solo gana puntos como complemento de otras posiciones, no como plato principal.

Pero sí que me quedo con su carga erótica al acercar la sexualidad dos personas y quitarnos la vergüenza de que nos vean así: en bolas y primer plano. Con el cuerpo expuesto y el objetivo claro de pasarlo bien y hacer disfrutar.

Duquesa Doslabios.

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Si te cuesta llegar al orgasmo con el clásico 69, es hora de que pruebes el 68 o ’69 hawaiano’

No, yo tampoco sé quién bautiza las posturas sexuales, pero lo de ponerles gentilicios como coletilla es algo que no entiendo.

Como que en España llamemos ‘paja cubana’ a masturbar con las tetas pero en Italia eso se conozca como ‘una española’.

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Nacionalidades aparte, es el momento de conocer esta variedad del 69, que también encuentras como ‘el 68’ (y, de paso, nunca más dejar de practicarla de hoy en adelante).

Personalmente, he pasado por mis fases con la postura original. Al principio no congeniábamos porque me costaba pillar el multitasking de recibir placer y concentrarme en recibirlo al mismo tiempo.

Con el tiempo, ha terminado por ser una de mis favoritas para esos momentos en los que necesitas bajar un poco el ritmo pero seguir disfrutando.

Y aunque la más típica es aquella en la que una persona se tumba boca arriba y la otra se coloca a cuatro patas y en sentido inverso, también me atreví a experimentar con la versión vertical (y averiguar que eso de tener sexo oral mientras me baja la sangre a la cabeza, no es lo mío).

El 68 no tiene ese problema, es más, tiene una ventaja respecto a las otras y es que es perfecta para aquellas que, como yo, tienen problemas a la hora de concentrarse cuando hacen este tipo de posturas en las que tienes que estar pendiente de varias cosas.

La principal diferencia es que se centra solo en uno de los dos miembros (adiós a esos pensamientos que te recuerdan que debes mantener el ritmo).

Pero vamos por partes. Antes que nada, la colocación. La persona que vaya a practicarla, debe tumbarse mirando hacia arriba con las rodillas flexionadas.

La pareja utiliza las piernas como respaldo apoyando el resto del cuerpo sobre el torso y dejando justo sus genitales a la altura de la boca.

Es importante que el peso caiga también sobre los brazos y las piernas para no aplastar mucho a quien hace de apoyo y que aguante lo más cómodamente posible.

Con esta postura, chupar y lamer es facilísimo, sí, pero también utilizar las manos.

Y no solo en los genitales, teniendo el ano tan cerca, es la excusa perfecta para hacerle una visita al vecino de abajo.

Duquesa Doslabios.

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‘Tip’ sexual: prueba a deletrear esta palabra ¡con la cadera!

Decimos que en la variedad está el gusto porque, por mucho que algo nos encante, puede llegar a convertirse en repetitivo si siempre es de la misma manera.

Y el sexo no se escapa, lo que nos da la oportunidad perfecta de experimentar con juguetes, cambiar de sitio de la casa (sí, hasta delante de la lavadora) o ir pasando de una postura a otra.

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Mientras que hay ocasiones que el cambio se da de manera fluida -esas veces que solo con una mirada pareces entender que la otra persona necesita seguir pero a cuatro patas-, es igual de válido pedir un relevo cuando sientes que fallan las piernas o el aliento comienza a faltar por la exigencia física de la postura.

Incluso dentro de la misma pose, por cómoda que sea la cama, la conexión y la música de fondo, el misionero puede aburrir. Así que hoy es el turno de hablar de pequeñas modificaciones que vuelven la postura más interesante.

Y es que hay una tendencia sexual que, gracias a Twitter, nos anima a experimentar con la pose de la vaquera. Sí, esa en la que nosotras estamos encima y él tumbado debajo (tú eliges si cara a cara o dando la espalda).

Aunque todas sabemos cuál es la mecánica de esa posición en particular, hay vida más allá del rebote. En eso consiste el «coconut», la palabra trending topic de la red social que se ha trasladado a la cama.

Toma nota: según los tuiteros, deletrear la palabra con la cadera suma puntos de intensidad a la penetración.

Pero, ¿es para tanto? Pues sí y no. Se me ocurren otras ventajas de poner en práctica el «coconut».

Para empezar, hace que te concentres plenamente en la ejecución y no en otras cosas. Muchas veces, al estar encima , es típico que se te puede ir la cabeza.

«¿Se me verán bien las tetas desde este ángulo?», «¿Me dejo el pelo por delante o hacia atrás?» o «Madre mía, las rodillas…» son algunos de los pensamientos más clásicos que vienen a la cabeza.

Si tu única preocupación es dibujar la palabra, no le dedicas tiempo a pensamientos secundarios.

Eso sí, no hace falta hacer un patrón entre letra y letra, se trata de hacerlo fluido, como si quisieras escribirlo sin levantar la mano del papel y tu cadera sostuviera el bolígrafo.

El movimiento de la cadera es muy placentero para ambos y viene genial para alternar entre el mete-saca que tan fácil nos pone esta posición.

Otras ventajas de incluirlo en nuestra performance es que nos hace el apaño cuando no sabemos cómo seguir moviendo la cadera porque es muy fácil de recordar (no sería lo mismo deletrear «esternocleidomastoideo»).

Aunque el plus definitivo es que, una vez le cojas la práctica, descubrirás cómo los giros y cambios de sentido estimulan el clítoris.

La palabra ya la sabes, tú eliges velocidad e intensidad.

Duquesa Doslabios.

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‘Sexjercicio’: cómo deberías hacerlo para quemar calorías en la cama

Confieso que soy un poco adicta al contador de pasos del teléfono. Sobre todo porque me permitía competir contra mi rival favorita, yo misma, cada día. Además, mi marca de 30.000 pasos en Roma hace un par de años es algo de lo que me siento bastante orgullosa.

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El juego de averiguar si he llegado al trabajo por una vía algo más rápida, se me ha acabado. Al máximo que llego es a 500 y eso si tengo la suerte de ser a quien le toca hacer la compra.

Al nivel de mi padre, que dedica una hora concreta de la jornada a atender llamadas dando vueltas por la casa, no he llegado (todavía).

Y como la OMS estaría bastante avergonzada de mi cuentakilómetros estos días, he pensado que podría compensarlo de otra manera.

El ejercicio está descartado, pensad que estos pasos de los que hablo forman parte del neat, un concepto que se refiere al gasto energético diario que se emplea en cualquier actividad que no sea la práctica de deporte.

En otras palabras, lo que gasto en energía de bajar las escaleras, hacer la compra, volver cargada y subirlas. Aunque hay algo más que puede subirnos el neat en nuestro día a día: ¡el sexo!

Depende de cómo se haga, puede convertirse en la mejor manera de quemar esos caprichos de tanta serie en el sofá (¿el último en mi caso? Una tarta de queso).

A los fans del perrito, les sugiero que le den un descanso si su idea es subir el neat. La clave es buscar posturas en las que moverse, esas de sudar que terminas jadeando como si acabaras de participar en una carrera.

¿Mi sugerencia? Las que imitan la sentadilla, o, más en general, todas aquellas que necesitan la fuerza de las piernas para hacer el movimiento ascendente y descendente.

En el caso de ellos, una buena opción sería la de hacerlo de pie sujetando a la otra persona alrededor de la cintura, es decir, trabajando brazos y piernas.

También podría valer el misionero, aunque al final son posturas que implican que, quien no trabaja, no hace prácticamente gasto calórico.

La clave es ir turnándose. Que primero se canse uno y luego otro para hacer una especie de juego de relevos sexual en el que solo se cambia de pose cuando se empieza a agotar el aliento.

Vale, no es la visión más romántica del acto. Pero después de tantos días encerrados juntos, ¿qué tiene de malo probar algo un poco distinto y que solo sea físico? Las endorfinas lo agradecerán.

Duquesa Doslabios.

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¿Es el yoga la nueva versión del Kamasutra?

Lo confieso, desde hace unos meses he empezado a hacer yoga. De manera amateur, claro, tirando de vídeos de internet y con el material mínimo imprescindible, la colchoneta.

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Puede que todavía no me note mucho más flexible, en comparación con mis comienzos, he encontrado posturas muy cómodas a las que, rápidamente extrapolé a otro momento también placentero.

¿Por qué no hacer la prueba de si mi nueva actividad podría tener un hueco en mi vida sexual? Voy a ahorrarme la charla de que, en general, esta disciplina es beneficiosa para la intimidad.

Aunque los beneficios físicos como la flexibilidad o el bienestar general ya me parecen dos alicientes que van a mejorar la experiencia.

A lo que voy es a lo práctico, a trasladar esos asanas (el nombre que reciben las posturas en el yoga) al momento de follar.

Vale, he sido bastante selectiva. No digo que todas sirvan para aderezar los momentos de pasión. ¿Alguien se imagina intimando de cualquier manera en un ‘guerrero’? Para mí, quedan descartadas las posturas de equilibrio.

No pasa lo mismo con aquellas más cómodas y estables, que son las que realmente recomiendo. De hecho, el asana del perro es uno que comparten por igual el sexo y la práctica (¡y pensabas que no habías hecho yoga en tu vida!).

Puesta a quedarme con una favorita, esa sería sin duda la del ‘bebé feliz’. Que consiste en estar tumbada con la espalda apoyada y elevar las piernas flexionales hasta coger los pies con las manos (que las rodillas apunten a las axilas).

En esta pose las sensaciones son muy parecidas a las del ‘pretzel’ al permitir una penetración muy profunda. Y además es comodísima para la espalda.

Otra con la que también estoy experimentando es el ‘puente’. Para entrar en este asana, se deja la espalda apoyada, las piernas flexionales con los talones cerca de las nalgas y por último se eleva la cadera con ambos brazos bien apoyados a lo largo del suelo.

Ya que la cuarentena es larga, os animo a probarlo y seguir investigando.

Duquesa Doslabios.

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Las grandes ventajas de cambiar de postura en la cama durante el sexo

En la cama me he encontrado con gente muy fiel a sus posturas predilectas y otra con el culo inquieto, de esa que parece que cambian de posición cada dos por tres como si quisieran sellar una tarjeta con todas las poses del Kamasutra.

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Soy una gran partidaria de darle un giro a las cosas de vez en cuando, pero ¿en serio era necesario que justo cuando estaba a punto de correrme le diera por girar de nuevo?

Pequeñas anécdotas aparte, ir cambiando no solo es una cuestión de hacer más variada la experiencia. Es también una necesidad por cuestiones físicas (aguantar 20 minutos con la pierna posando como Victoria Beckham solo está al alcance de la ex Spice Girl).

El dato también lo confirma el último estudio de JOYclub -una comunidad basada en la sexualidad liberal-, que ha preguntado a más 5.000 miembros acerca de sus comportamientos en la cama.

La mayoría, un 62% cambia de postura dos o tres veces en cada acto sexual. El motivo más repetido es que, «sin cambios regulares, el sexo sería aburrido».

Una afirmación que secunda el 87% de los encuestados. Solo un 13% está a favor de empezar y acabar de la misma forma.

Más allá de la variedad en la vida sexual, el cambio de posición permite compensar posibles incompatibilidades como la altura, así como estimular diferentes zonas.

En mi caso, tengo muy presente cuáles son las que me permiten alcanzar más fácilmente el orgasmo, por lo que suelen aparecer en mi repertorio.

Además de las diferentes sensaciones, experimentar nuevos puntos de vista es otra de las ventajas de ir transformando las posiciones (y si queréis saber de lo que hablo, cambiar el orden más común del 69 te descubre partes de tu pareja sorprendentes).

Así que, ¿a qué esperas para cambiar?

Duquesa Doslabios.

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¿Hola comilonas, adiós intimidad? Tener sexo en Navidad cuando has comido mucho

En estos momentos del año, en lo único que pienso al quitarme la ropa es en ponerme rápidamente el pijama de franela.

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Y no ya porque sea invierno, que también. Sino porque las comidas y cenas navideñas terminan por dejarme para el arrastre.

Bandejas y bandejas de canapés, langostinos y por supuesto los platos de turrón y polvorones te hinchan tanto que te da la sensación de que, lo único que vas a poder hacer al levantarte de la mesa, es pedirle a tus primos, los fuertes de la familia, que te empujen en dirección a tu cuarto para ir rodando hacia la cama.

Sentir el cuerpo pesado -culpo a la dichosa mayonesa, que equivale a digerir cemento armado- se interpone a la hora de tener algo de intimidad, celebrando el ambiente cariñoso que tanto me gusta de las fiestas.

El sexo es un reto. Pero la pasión no tiene por qué desaparecer del todo (de eso se encarga el pijama anteriormente mencionado).

Déjate de malabarismos o posturas alternativas, eso mejor para el resto del año, e intenta buscar posiciones en las que tu tripa no sufra las consecuencias de la cena.

Nada de poses invertidas que hagan subir la sangre a la cabeza y el marisco a la boca del estómago.

En estos casos, hacerlo recostados sobre la cama, a modo de cucharita, permite libertad de movimientos y que no te siente mal la comida. Además, al estar tumbados, la sensación es de descanso.

Otra alternativa es que puedes aprovechar que estás recogiendo la mesa para darle rienda suelta a tu pasión sobre ella -una vez se vaya la familia, claro- apartando los entrantes, que las salsas salen fatal de la ropa.

En ese caso, una persona de pie y otra tumbada, también permite disfrutar sin que agobie la sensación de pesadez.

Aunque mi alternativa favorita para estos días confieso que es, y será siempre, el sexo oral. Cómodo para los dos e igual de placentero que follar (para muchas mujeres incluso más).

Permite poder disfrutar a un ritmo tranquilo sin tener que estar ejecutando la coreografía de la penetración, que entre el cansancio, la comida y el alcohol es otra de las cosas que termina dando pereza del sexo en Navidad.

Duquesa Doslabios.

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El misionero puede ser la postura sexual más divertida (si sigues estos consejos)

Los puentes sobre el río Madison, un Cadillac, el Chanel 2.55, los álbumes de los Beatles, el sillón Egg de Arne Jacobsen, una fotografía de Helmut Newton o el misionero tienen algo en común, entran en la categoría de clásicos.

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Amada y denostada a partes iguales, la postura más conocida del sexo juega con la ventaja de lo placentera que resulta para los participantes, pero también con que, de lo fácil, tendemos a recurrir a ella más que a otras, lo que la convierte en un básico poco sorprendente de nuestro repertorio.

Y aunque siempre podemos poner música de fondo (cualquiera de los discos de los Beatles, ya que los he mencionado), hay más formas de añadirle picante.

Como todo en esta vida, el secreto no está tanto en la posición que escogemos sino en la actitud que ponemos al elegirla. De nada sirve repasar el kamasutra si las ganas que ponemos al hacerlo son las mismas con las que contestamos los mails de trabajo el lunes a primera hora de la mañana.

El misionero se adapta a todo: puede ser romántico con intercambio de miradas, puede ser salvaje con mordiscos, puede ser duro con arañazos o puede ser profundo y suave haciéndolo más tierno.

¿La clave? No centrarse tanto en la postura sino en la experiencia, en el momento. De hecho, ¿por qué no aprovechar la coyuntura, y con coyuntura me refiero a tener su oreja a la altura de tu boca, y decirle lo que te está gustando, lo mojada que estás o que quieres sentirle más lento, pero hasta el fondo?

Encuentra la postura que mejor te funcione. El misionero no es solo tirarte en la cama con las piernas abiertas y esperar a que hagan todo el trabajo. Arquea la espalda, estira los pies, apóyate sobre la punta de los dedos, ayuda con el movimiento… Puedes incluso añadir un cojín que te haga estar con la cadera más incorporada.

Las dos manos libres te permiten jugar. Puedes pasarlas por su cabeza, su espalda, puedes agarrar las nalgas, acompañar con las manos o incluso tocarte. Y es que no hay nada más placentero que poner en práctica las posturas con el clítoris a mano (literalmente).

Es quizás ese uno de los grandes inconvenientes del misionero, que la estimulación femenina en esa zona brilla por su ausencia. O bien te encargas tú de ella o le pides a la otra persona que realice un poco de TAC. No, no es que te haga un diagnóstico médico en pleno polvo.

El TAC es la Técnica de Alineación en el Coito (hablaré de ello más adelante), una variación del misionero que consiste en que el hombre se alce un poco para que su pubis alcance el clítoris y lo estimule con el movimiento.

¿Te parece una variante simplona? Pues más de la mitad de las mujeres que la integraron en su rutina, llegaron al orgasmo según un estudio publicado en el Journal of Sex and Marital Therapy.

Así que, llega el momento de hacer del misionero algo menos más religioso y más visceral, que suele ser lo más divertido del sexo.

Duquesa Doslabios.

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Motivos para hacer el ‘pretzel’ con tu pareja (y no me refiero a la receta)

Has alcanzado un nuevo nivel de curiosidad entre las sábanas cuando te metes a Internet en busca de posturas que consigan darte sensaciones nuevas.

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Ese fue mi caso cuando descubrí el ‘pretzel, y no, no es el famoso pan alemán al pretzel que me refiero, sino al que puedes hacer en compañía fuera de la cocina (o dentro, vaya, que eso ya es cosa tuya).

El pretzel forma parte de las posturas que parecen complicadas y dignas de una película erótica pero que luego en realidad puedes imitar en casa.

Por lo visto hay dos maneras de realizarlo. Por un lado está el pretzel para las personas que quieran respetar el kamasutra, el clásico que consiste en que la mujer se tumbe medio de lado y pase una pierna por encima de su pareja que está de rodillas enfrente.

Sin embargo si pones pretzel en el buscador de una página de pornografía, la postura que sale consiste en que la mujer se coloque boca arriba y se doble sobre sí misma echando las piernas hacia atrás y sujetándolas con los brazos. Como si quisieras hacer la posición fetal pero al revés. Y os hago saber que de las dos variantes, esta última es mi favorita.

Independientemente de cuál quieras probar, ambas comparten cinco razones por las que el pretzel se debería convertir en tu próximo movimiento estrella para sorprender a tu pareja:

  1. Porque la penetración es profunda: si lo tuyo es el contacto, con esta postura consigues llegar hasta el fondo.
  2. Porque produce sensaciones intensas por el rozamiento de la postura.
  3. Porque es cómoda para ambos: no requiere cargar peso ni estar colocado de manera extraña
  4. Porque no necesitas ser flexible como una yogui: tu pareja puede sujetarte las piernas
  5. Porque te miras a los ojos: que lo sexual no quite lo romántico en el caso de que quieras hacerlo con sentimiento.

No la meto en el ranking porque solo favorece a uno de los dos miembros, pero es también ideal para poder alcanzarte el clítoris (y todas sabemos en qué se traduce eso, en un billete directo a Villaorgasmo sin paradas).

Ahora solo te queda probarla. Y, por supuesto, contármelo en los comentarios.

Duquesa Doslabios.

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