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Hipergamia femenina: ¿a las mujeres solo nos mueve el interés para encontrar pareja?

Hace unos días subí un vídeo a Tiktok en el que comentaba lo excitante que me resultaba que mi pareja me apoyara en mi desarrollo profesional.

Aquel vídeo se viralizó no por lo que me habría gustado, ya que la mayoría de respuestas que recibí fueron que luego les dejábamos por otro con mejor posición o dinero.

Sobre todo había un término se repetía sin cesar: ‘hipergamia femenina’.

Marc Anthony y Nadia Ferreira

@nadiatferreira

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Una rápida búsqueda en Google me llevaba única y exclusivamente a vídeos de YouTube con la explicación del concepto (todos grabados por hombres, por cierto).

En ellos se comentaba que la hipergamia femenina es una práctica mediante la cual las mujeres solo nos emparejamos con alguien en función de su posición social o su capacidad económica, buscando siempre una comodidad (y sin atender a otros factores).

Dicho en pocas palabras: que nos movemos por el interés y no por el corazón.

Aquello me dejó un poco en shock, especialmente cuando en mi entorno, la mayoría tenemos salarios casi iguales, habiendo también parejas donde ella gana más y no ha ido a buscar otro compañero acorde a su nuevo nivel económico.

Pero no quería sacar conclusiones por mi círculo, así que fui a los datos oficiales, la fuente fiable de información.

En 2019, el Estudio de Condiciones de Vida del INE se hizo esta pregunta y quiso analizar la cantidad de solteros y solteras en función de su renta.

Lo que revelaron los números fue que la cantidad de mujeres sin pareja era la misma tanto si su capacidad adquisitiva era menor como mayor.

En cambio, los hombres con una renta elevada tenían menos posibilidades de estar solteros que los de rentas más bajas.

Así que, si la hipergamia femenina fuera una realidad, sí que se vería reflejada en el estudio mediante una diferencia entre las solteras más y menos pudientes.

Es decir, habría más solteras en el extremo de las que tienen rentas altas ya que no ‘necesitarían’ hombres con dinero, lo que según el razonamiento de la hipergamia, sí hacen las de rentas más bajas.

De la misma manera, en ese último grupo habría menos mujeres solteras.

Lo que sí sucede es la diferencia de solteros en el grupo de hombres, que es lo que podemos ver socialmente completamente normalizado en algunos ejemplos que todos conocemos.

Leonardo DiCaprio, Marc Anthony, Dennis Qaid o Sean Penn son algunas estrellas conocidas por estar con mujeres a las que doblan (o casi triplican) la edad.

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La prueba de que con su posición social, fama o desahogo económico no tienen parejas de su edad, sino que el denominador común de todas sus compañeras es la juventud y la belleza.

Entonces, a ver si no es la hipergamia femenina lo que realmente es preocupante a la hora de encontrar pareja, entre los hombres que tienen menos posibilidades económicas, sino el machismo de toda la vida, que anima a que, en cuanto tengas ocasión, te dejes mimar por un sugar daddy.

A mí, a día de hoy, me siguen llegando propuestas por Instagram, por cierto.

La diferencia es que prefiero a mi lado un compañero que me valore por quién soy, que esté en lo bueno, en lo malo, en lo peor y en lo mejor, independientemente de cuánto sea su nómina a final de mes, es decir, sin mirar quién es mi ‘mejor postor’.

Ya que esa persona solo me vería a cachos, como un cuerpo desechable por el de la siguiente cuando el mío empiece a cambiar por la edad (o la ‘Regla de los 25 de DiCaprio’).

Quizás quienes esgrimen la hipergamia femenina deberían recordar que ya no necesitamos quien nos mantenga, porque la mayoría de nosotras somos mujeres trabajadoras.

Eso a diferencia de nuestras abuelas, que no podían acceder al mercado laboral, por lo que les era imprescindible alguien que trajera el salario a casa.

Justo por eso, por primera vez ya no tenemos que escoger por nuestra seguridad económica. Podemos buscar un buen compañero, que tampoco es fácil.

Así que, a los datos me remito, quizás por esa razón, sea como sea nuestra situación económica, la cantidad de solteras se mantiene constante.

Mara Mariño

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No lo llames ‘poliamor’, llámalo cuernos o lo que no es tener una relación abierta

Hace unos días me contaba un amigo que los chavales de hoy en día ‘estaban fatal’ después de oír a dos hablando sobre sus relaciones abiertas.

Básicamente lo que hacían era estar en una relación de pareja con sus novias mientras tenían sexo con más mujeres sin que ellas se enteraran.

trío relación abierta

PEXELS

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Algo que se conoce como ‘no monogamia no consensuada’ o, como lo conocemos la mayoría, ‘poner los cuernos’.

Es interesante que, hasta la banda Veintiuno describe algo similar con una estrofa de la canción La vida moderna.

Le llamáis poliamor a los cuernos de siempre

La conclusión parece clara, parte de la población (y ya ni te digo si preguntas a los que nacieron antes de los años 70) relaciona automáticamente ‘poliamor’ o ‘relación abierta’ con adulterio.

Yo entiendo que, pasando de la monogamia, la reina por excelencia de las relaciones de pareja, a una etapa donde se nos han abierto nuevos modelos de estar con otra persona, los comienzos pueden ser confusos.

Además, es difícil que no se dé esa conexión -errónea, por cierto-, entre los términos si hay personas que llaman a lo que hacen algo que no es para nada.

Pero por eso es importante, por básico que resulte, repasar qué es y qué no es una relación abierta (y por qué los chicos que hablaban de sus ‘relaciones abiertas’ al principio del artículo, no pueden estar más equivocados).

Una relación es un acuerdo entre dos, tres o las personas que sean. Ese acuerdo tiene que ser tomado de manera libre y con el compromiso de respetarlo por todas las partes.

Así que ‘monogamia’ es el acuerdo de que la intimidad sexual y emocional se vive con una única persona.

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Todo lo que salga de ahí -trieja, poliamor no jerárquico, swingers, polifidelidad, anarquía relacional…- es lo que se engloba dentro de las ‘no monogamias’.

Los acuerdos aquí son más complejos por la simple razón de que, a más personas, más gestión emocional y por tanto más comunicación y logística de cara a organizarse.

(Que de hecho, ya os confesé que yo en parte era monógama por vaga).

Pero una vez establecidos y respetados, el funcionamiento es igual de bueno y satisfactorio que en la monogamia.

Aquí entra que, en todas las formas de relacionarse que he enumerado, los miembros que pertenecen a ellas están al tanto y consienten a que esa sea la relación.

En cambio, cuando no todos los miembros están conformes y se oculta deliberadamente otros vínculos, es lo que podría definirse como infidelidad o ruptura del contrato.

Independientemente del acuerdo que escojamos, la honestidad y la ética tiene que ser una parte fundamental de este.

Y si bien la monogamia es tan válida como las demás, hay que ser honrados y no eximirnos de la responsabilidad de las (malas) acciones, sacándonos de la manga un término cuya definición no se cumple en absoluto.

Porque, si la monogamia no te encaja, existen un sinfín de alternativas.

Pero mentir, fallar a la otra persona y, por el camino, alimentar una fama negativa inmerecida a las relaciones no monógamas, no debería ser una de ellas.

Mara Mariño

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¿Relaciones más flexibles? Reflexiones de parejas tras el confinamiento

Hasta hace poco, creía que la mayor prueba de fuego para una pareja era la de vivir juntos (descubrir las respectivas costumbres y que la relación siga, pese a ellas, es todo un reto).

Pero claro, hablo de la era precoronavirus.

BERSHKA FACEBOOK

He cambiado de idea y he decidido que el desafío más grande ha sido el de aquellas parejas que han convivido juntas durante confinamiento.

Si ya de por sí el roce hace que en ciertas ocasiones surjan discusiones, lo de estar las 24 horas juntos, sin poder ver a nadie más, ha llevado la paciencia -y las broncas- a otro nivel.

No todo iba a ser malo, por supuesto, soy de las que piensa que, todas aquellas relaciones que hayan sobrevivido, han subido otro escalón.

Los meses aislados en casa han dado para mucho. Redescubrirnos a nosotros mismos, conocer de nuevo al otro y crear una rutina en pareja, cuando la vida social era poco viable, ha sido como crear una nueva relación dentro de la nuestra.

Si la cuarentena nos ha hecho reflexionar sobre la vida, el capitalismo o la política, mirar al otro y analizar de nuevo la relación, también han pasado por ahí.

Y la conclusión, en ciertos casos, no ha sido precisamente la de seguir como antes. Según un estudio realizado por la plataforma Ashley Madison, donde se han encuestado a más de 1.800 usuarios, 1 de cada 5 mujeres (19%) tiene previsto pedir una relación abierta a su pareja.

Como miembros de una sociedad monógama, que esta opción se ponga sobre la mesa, puede ser un shock siempre que una de las dos personas no se encuentre en ese punto.

Pero lo cierto es que salirse de la exclusividad parece ser el siguiente paso que algunos quieren que dé su pareja. También, según el estudio, tener citas y aventuras era la segunda actividad más deseada y esperada.

Nos tocará descubrir si será la vida sentimental para quienes acepten esta nueva forma de amor, capaz de alcanzar en popularidad a las relaciones exclusivas.

Al final, como en cualquier otro tipo de pareja, la sinceridad, la confianza y el cariño seguirán siendo las bases (con el añadido del número extra de miembros).

Duquesa Doslabios.

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El futuro de las relaciones: sexo, citas y amor después del coronavirus

La sed y el hambre son dos de las cosas más difíciles de soportar. Y, estando aislados en casa, hemos llegado a la conclusión de que el contacto humano podría ir detrás de ellas.

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Se habla de la vuelta a la ‘normalidad’, de cómo será salir a la calle, movernos en transporte público, viajar…

Pero, ¿qué va a pasar con la desescalada a nivel emocional?

Esta experiencia nos dejará marcados y no sabemos hasta cuando. Por lo pronto, habrá que despedirse del roce en una cita.

Y eso que, como comunidad, tocarnos es casi fundamental para relacionarnos. Nos hace sentir confiados, conectados como parte de algo y nos ayuda a despedirnos del estrés.

Estar cómodos en la intimidad podría cambiar. Por mucho que en un futuro haya una vacuna, después de las imágenes que hemos visto, los síntomas que conocemos de primera mano y familiares que hemos perdido en estas circunstancias, ¿quién no se lo pensará dos veces antes de cogerse de las manos? ¿Quién no dudaría antes de acercarse a dar un primer beso?

El amor no desaparecerá, pero nos lo pensaremos dos veces.

Aguantando semana tras semana en casa, el sexo ha quedado fuera de carta. En su lugar, hay barra libre de aplicaciones para ligar.

Incluso en estas circunstancias, se ha encontrado una vía de seguir avanzando: hablar. Las videollamadas, chats interminables o citas virtuales lanzan un alentador mensaje: el punto fuerte es tener una buena conversación.

Y si antes no había pie a una segunda oportunidad -teníamos tantas opciones que, ¿quién querría esforzarse en conocer más a fondo si había la mínima duda?-, ahora no nos atrevemos a descartar con tanta facilidad.

O incluso a la hora de volver a retomar contacto con esa antigua pareja a la que, obra de la cuarentena, hay quien se arrepiente de haber dejado escapar.

Duquesa Doslabios.

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Sexo de reconciliación: ¿Por qué los polvos post bronca son los mejores?

Querid@s,

¿Acaso el sexo de reconciliación no es la bomba? ¿Por qué los polvos post bronca, junto con los últimos, son los mejores?

Seguro que os ha ocurrido en alguna ocasión: El ambiente huele a bronca total, inminente. Él está echando mano de su potente memoria fotográfica y se está dedicando con precisión de relojero a ventilar todos y cada uno de los trapos sucios de los 90 que ya no vienen ni a cuento. Ella, compungida y a puntito de perder los estribos, ya parece un caballo desbocado, se encuentra en el dilema de abofetear al churri o coger el montante y largarse. Hasta que de repente se produce un cortocircuito. ¿La Tierra ha dejado de girar por unos segundos y cambia de órbita. En la habitación de la discordia la tortilla da la vuelta, cambian las tornas y el melodrama se torna en una apasionada secuencia declarando el alto al fuego. Esos dos que hace nada jugaban a ser los Rose pasan de tirarse los trastos a la cabeza a comerse la boca locamente, chuparse enteros, lamerse los cuerpos, rasgarse las vestiduras y lanzarse al lecho conyugal (quien dice lecho dice sofá, alfombra o lavadora) para protagonizar, sino una porno, una escena no apta para menores de edad. Vamos, un polvo de padre y muy señor mío.

Cuenta la leyenda que lo mejor de las broncas es cuando se alcanza la tregua, se entierra el hacha de guerra y se procede al polvo de reconciliación. Durante estos episodios post bronca la adrenalina corre por las venas y el final de la historia termina escribiéndose irremediablemente entre sábanas que acaban más revueltas que nunca.

Biopsicología de la emoción

La respuesta está en la biopsicología de la emoción. Esta ciencia explica las razones por las que disfrutamos de forma especial de los encuentros sexuales tras una riña. Las emociones son un fenómeno dinámico y altamente contagioso que se propagan fácilmente entre individuos. En la pareja sucede de forma mucho más intensa. Por eso no es extraño que en el terreno sexual, tras una bronca (liviana o monumental), ese contagio responda además a lo que se conoce como el paradigma de la transferencia de excitación.

Dolf Zillman contaba en los años 70 que “La excitación residual de una excitación previa se une a la excitación generada por la nueva excitación y atribuimos por defecto su causa a los acontecimientos del presente cuando realmente están en el pasado”. ¿Mande? Lo que este buen hombre (y tremendamente sabio) intenta explicar con su enrevesado lenguaje es que la razón de que vuestros polvos post bonca sean tan tremendos está en la excitación causada por el enfado previo.

No siempre vale

A través del sexo se sublima la agresión. Ciertísimo. Pero si no existen besos y ternura, el pifostio, el problema base vamos, no se solventa y el sexo no termina arreglando nada. Esta creencia popular que sostiene que todos los problemas se solucionan en la cama provoca que no pocas parejas dejen para mañana la resolución de sus malos rollos. Con esta postergación infinita de los conflictos de la pareja para un porvenir que jamás llega, el sexo se convierte en una terapia contraproducente. Hay que hablar, la comunicación es básica y no me cansaré de decirlo. 

En las parejas más estables y exitosas, esas que rezuman bienestar conjunto, compenetración y un exultante buen rollo, el sexo implica además de atracción física y pasión, sentimientos. Muchos y muy buenos. Difícilmente se pueden tener relaciones sexuales satisfactorias si existen problemas por ahí bambando y rendijas sin resolver. Si la pelea es monda y lironda el sexo puede ser un buen aliado para aligerar la desavenencia, pero si las broncas son continuas y esa necesidad de acabar en la cama después de discutir es permanece en el tiempo, el erotismo naufragará titánicamente. Y con ella la relación de pareja.

Hombres vs mujeres

Después de un capítulo de sexo de reconciliación hombres y mujeres funcionamos de manera distinta  A la mujer la bronca no se le pasa, mientras que el hombre actúa como si no hubiera pasado nada, rollo aquí paz y después gloria. Para evitar que el erotismo post bronca termine fusilando a la pareja hay que entender que hombres y mujeres tenemos estructuras psíquicas diferentes. ¡Ataques bienvenidos! Como siempre.

Aviso a os lectores y lectoras: Para un mejor entendimiento de los sexos, el hombre tiene que aceptar que la mujer no posee la capacidad de poner los problemas a un lado y follar como si no hubiera pasado nada. Y la mujer tiene que saber que los hombres sí pueden discriminar y que para muchos de ellos el sexo no es más que un resorte para desestresarse, relajarse y aliviar las tensiones cotidianas.

No sé qué pensaréis vosotros de zanjar la riña con una sesión de sexo, pero desde luego follar es infinitamente mejor que acabar como los Rose. A ostia limpia.

 A follar a follar que el mundo se va a acabar.

¿Que por qué me gustas?

Querid@s,

Me gustas porque desde el primer instante en que te vi me robaste el pulso, el aliento, hasta la respiración.

Me gusta, me gusta tanto es lo que le decía a esas amigas que son mis socias aquella noche, la del 3 de junio de hace ya muchos años antes de meterme en la boca del lobo. No me aguantaba las ganas y te seguí. De repente  y sin avisar entraste en mi vida como un elefante en una cacharrería. A partir de esa noche en la que te metiste en mi cama, te colaste en mi cabeza y en mi corazón. Estaba tan ilusionada. Me alegrabas el día, las quedadas por la tarde en cualquier bar, los partidos de domingo de liga, las fiestas, las noches, los viajes que hacíamos todos juntos. Oír tu nombre significaba un vuelco en el corazón, pensar en ti me ponía cachonda.

Tenía tantas ganas de ti, de noches contigo, conversaciones contigo. Ganas de ese olor a ti y del sabor de los besos contigo. Acaparaste mis días y mis noches. Alerta y pendiente, buscando tu mirada, tu piel, tus besos, tu boca que me quemaba, tu compañía que me trastornaba. Quedarme contigo esa noche, meterme en tu cama y dormir pegadita a ti. Que no se nos hiciera de día. Rabiosa, tierna y completamente abandonada a ti. Te miraba y me mordía los labios de tanto que me gustabas y me sigues gustando.

Me gustas por dentro y por fuera. Me gustas porque eres guapo. Me gustas tanto que me sacas de quicio. Me gustas por ese amor tan grande que tienes y conservas por tu madre, porque eres un amigo leal, por todos los buenos y bonitos sentimientos que sé que tienes. Me gustas porque eres delicado, ingenuo a veces, porque me provocas ternura y unas enormes ganas de cuidarte, aunque no estés enfermo. Porque eres bueno, porque me excitas, porque renunciaría un poquito a mi libertad por estar cerca de ti, porque me gustaría saber cómo es despertarme a tu lado cada día. Porque a tu lado me siento en paz, porque me dormiría en tus brazos y te observaría toda la noche. Me gustas porque no te escondes, porque nunca pretendes ser lo que no eres. Me gustas porque me gustaría ser tu casa y que tú fueras la mía. Por eso y por muchas otras cosas. Me gustas.

Otras 6 cosas extrañas que hacemos las mujeres cuando nos gusta un hombre

Querid@s,

Hace unos meses comentamos algunos actos un tanto raritos que perpetramos las féminas cuando alguno nos hace tilín. A aquella lista vengo a sumar ahora unas cuantas locuras más.

1. Mandas tus conversaciones con él a tus amigas

Esto ya es pasarse de la raya, amiga. Los amigos son como tener un as bajo la manga, deja de torturar a tus amistades con tu pequeña telenovela. A ninguna de tus amigas le interesa tus conversaciones con ese chico, te lo aseguro. No insistas, gracias.

2. Te conviertes en una especie de espía a lo Matahari

Vas a los lugares que normalmente frecuenta, te paseas por su barrio y siempre tienes preparada esa frase resorte que te salvará el pellejo cuando por fin se cumpla la profecía y te lo encuentres de morros. “¿Pero qué casualidad no? ¡Yo pasaba por aquí!”. Jaja, tendrás valor.

3. Pasarte de la raya y acosarle.

4. Te pillas un cabreo monumental y sientes celos

Si tienes mala pata de presenciar al que te mola hablando con una que sabes que no es amiga, ni prima, ni conocida, te dices a ti misma o preguntas a quien te pille más cerca ¿Quién es esa chica? De repente te invade esa imagen de él comiéndose el morro con esa chica, y ese monstruo viene a verte. Ese monstruo de los celos se apodera de ti. Entonces sientes como si alguien te clavara en el pecho un arma blanca, cualquiera vale, y no contento con haber metido el dedo en la llaga, gira un par de veces para asegurarse de que se te desgarra tu corazoncito. No lloras porque tienes dignidad, orgullo y un par de ovarios que están precisamente para estos momentos, pero sientes unos enormes deseos de abofetearlo, cagarte en él y meterte en la cama, llorar y dormir hasta el próximo siglo.

5. Roces casuales

Buscamos la forma de estar lo más cerca de él, pero siempre creyendo que no se nos nota. Qué ingenuidad, ¡si se nos ve a la legua! Y así como que no quiere la cosa, le tocamos el brazo, ese con el que desearíamos que nos abrazara, o la mano, esa con la que nos gustaría que nos tocara, o el paquete, ese con el que desearíamos que nos empotrara.

6. Antes de dormir imaginas cómo sería ser su novia

Si este es el pensamiento con el que te vas a dormir cada noche, estás rematadamente perdida. Yo no perdería más tiempo con estas mil y una chorrada y pasaría a la acción. Amiga, el toro hay que cogerlo por los cuernos y con la cabeza muy alta. Dile lo que sientes, y si te da calabazas, a otra cosa mariposa. Pero por favor que no se te vaya la olla, por favor que no se te vaya. Recuerda que no ser amado es una simple desventura, la auténtica desgracia es no saber amar. Lo dijo Albert Camus, por si no lo sabíais.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

¿Qué son las cuddle parties? Nada de orgías sexuales, más bien fiestas del pijama con derecho a roce

Hola Querid@s,

¿Os imagináis abrazar a un completo desconocido, como esos entrañables personajes callejeros que sostienen un letrero que reza DOY ABRAZOS GRATIS. ¿Y quién en su sano juicio querría abrazos por la jeta de un desconocido, pensaréis los más insensibles? Pues precisamente con este panorama me encontré en Barcelona hace unos días, al aceptar una más que cordial invitación a una cuddle party, donde se suponía que tenía que hacer precisamente eso, abrazarme con perfectos extraños. Entre otras cosas.

¿Qué es una cuddle party?

Teniendo en cuenta que party es fiesta y cuddle significa abrazo, la cuddle party viene a ser una reunión en la que la gente se abraza, se toca, se achucha, así de fácil. Es un formato estructurado donde la gente aprende y disfruta comunicando sus intereses y límites, y explorando el tacto y afecto consensuados no sexuales. Estas fiestas son populares porque cuando a uno le tocan o le abrazan, libera oxitocina, la denominada la hormona del amor. A alguien que nunca ha catado un evento de esta índole puede suponerle una dosis importante de nervios, ya que no se sabe exactamente lo que esperar. Dicen que en las orgías, al menos, uno sabe a lo que va. A follar.

Cuddleando…

A estas jaranas se va en pijama, punto primero. Una vez estábamos todos los que éramos, los ahí presentes nos sentamos en el suelo y un facilitador del evento nos expuso las reglas del juego: Primero: Si ves a alguien que conociste en otra fiesta, no grites» Hola, te conocí en una cuddle party. Segundo: Si quieres abrazar a alguien, pregúntale primero. Tercero: Está permitido decir NO si no quieres acurrucarte con alguien». ¿Alguna pregunta?

-¿Y si me empalmo? -preguntó alguien.

-Espera hasta que se te pase – respondió el facilitador.

¿Y si nadie quiere abrazarme?

(Risas)

-Tranquilo, siempre hay un roto para un descosido.

(Risas y más risas)

Pagafantas

Ya metidos en faena, la primera media hora la pasamos como si aquello fuera un encuentro de citas rápidas. Eramos unos 20, un batiburrillo de todas las edades (entre 25 y 60 diría yo) y había un número bastante equilibrado de hombres y mujeres. Mi primera pareja era un hombre de aspecto desagradable al que le sudaba todo (manos, axilas y tetas incluidas). Nos presentamos, nos miramos y extendió sus manos mientras me decía ¿Puedo abrazarte? Me supo fatal, estuve a punto de decirle que sí, pero pensé en el objetivo de aquella fiesta y decidí ser fiel a mí misma y a mis deseos. Yo antes que él. Finalmente le dije que no.

» Cambio de pareja «

Hablé con una chica de unos 30 años. Estaba ahí por primera vez porque su novia, que al final no había podido venir, le había dicho que la fiesta molaba cantiduvi. Me cayó genial, nos miramos, nos cogimos de la mano y nos abrazamos como si fuéramos amigas de toda la vida. No hizo falta pedir permiso, a las dos nos apetecía aquel abrazo.

» Cambio de pareja «

Una mujer mayor me dijo Estoy necesitada de cariño, por eso vengo aquí. Le pregunté ¿Nos abrazamos? y ella me dijo ¡Claro que sí, ven aquí maja!

» Cambio de pareja «

Me tocó entonces con el buenorro del grupo. Era neozelandés y estaba de mochilero por Europa. Era asiduo en su país a las cuddle parties y siempre que viajaba se pasaba por la cuddle party de la ciudad en la que se encontraba, si es que se celebraba alguna. La verdad es que estaba tremendo, y aunque aquí habíamos venido a otra cosa, le dije que luz verde cuando me pregunto si podía acariciarme la cara. Nos miramos, luego lo hicimos con los ojos cerrados mientras me tocaba con suma delicadeza las mejillas, la nariz, los párpados, las orejas. Después yo le imité. Luego nos abrazamos, rozamos nuestras mejillas, nos acariciamos los brazos.

Los abrazos rotos

Madre mía, para qué negarlo, empecé a sentir mucho calor pegada a ese cuerpo, hasta que…

» Cambio de pareja «. Salvada por la campana.

La cosa siguió de pareja en pareja, pero el resto no fueron demasiado significativas para mí. Encuentros normales, abrazos normales con persones normales. Unos abrazos me gustaron más que otros. Unas conversaciones fueron mejores que otras. Aunque estuve a lo mío, muy centrada en la pareja de turno, de vez en cuando miraba de reojo y echaba un vistazo a mi alrededor. Algunos se daban masajes mientras otros se juntaban de tres en tres, se reían, y conversaban sobre algo que no alcanzaba a escuchar. Algunas parejas sólo se cogían de las manos, cerraban las ojos y se tocaban la cara, la cabeza. Cada uno a lo suyo. Otros, los más expertos y audaces, se tumbaban los unos sobre los otros y se intercambiaban masajes que hacían crujir los huesos, o hacían la cucharita en el suelo y parecían dormir plácidamente. Hubo un momento en que las risas aumentaron, las voces crecieron y todo aquel buen rollo iba in crescendo. Y es que, el roce hace el cariño. Aquello bien podía parecer una orgía, pero no lo era.

Fresa y Chocolate

La fiesta terminó con lo que se llama «puppy pile» y consiste en un todos a una como en Fuenteovejuna. Vamos, que nos tiramos al suelo y nos dimos un abrazo comunitario en plan Todos para uno y uno para todos. Me moló, esa es la verdad.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

¿Cómo saber si eres adicto al sexo?

Querid@s,

La adicción al sexo se conoce en el caso de las féminas vulgarmente como «ninfomanía» y «satiriasis» en el caso de ellos. Esta dependencia de los placeres carnales viene precedida, entre otros comportamientos, por una autoestimulación o masturbación compulsiva, múltiples parejas sexuales en una nochevarias parejas sexuales a la vez, consumo incesante de pornografía, cibersexo, prostitución, exhibicionismo, voyeurismo, incluso acoso sexual.

 

Ya hablamos hace unos cuantos posts de 13 famosos obsesionados con el sexo. Su sinónimo actual, hipersexualidad, puede generar confusión ya que no es lo mismo que una personas sea sexualmente activa que padecer el mal de la adicción al sexo. Para aliviar tales confusiones, ¿cuáles son los síntomas de esta enfermedad, señalada casi siempre como un mal vicio, más castigado entre las mujeres y normalizado (incluso aplaudido) entre el género masculino, y que tanto a ellos como a ellas cuesta admitir por el estigma social que implica?

En los casos de adicción, se concibe el sexo como una forma de solucionar todos los problemas, aliviarse del malestar, aunque se contradiga su propio deseo», afirma Ana Yáñez, psicóloga y sexóloga. La adicción aumenta con la falta de satisfacción sexual y va unida a la ansiedad y la depresión, donde se confunde el amor con el éxtasis sexual, sintiendo el sexo como la única vía para conseguir gratificación personal y afectiva. Otro aspecto característico de esta compulsividad sexual radica en una percepción mecánica del sexo, como una cadena de penetración-orgasmo, sin la existencia de preliminares, afecto o ternura. Considerando a las personas sólo en función de su sexo y viviendo la vida sexual en secreto y de manera culposa.

Yáñez define la adicción al sexo como un comportamiento sexual compulsivo que implica «una pérdida de control y dependencia de la conducta adictiva, junto con la aparición del síndrome de abstinencia cuando la persona deja de realizarla. Se manifiestan recurrentes fantasías sexuales a modo de pensamientos obsesivos y un irrefrenable deseo sexual que las conductas impulsivas intentan, sin éxito, saciar. La persona vive por y para su adicción, siendo el sexo un comportamiento autodestructivo», por lo que normalmente afecta a todas las áreas de la vida, laboral, familiar, pareja e incluso a la salud.

En definitiva, un fenómeno en el que los individuos son incapaces de controlar su comportamiento sexual.

Insatisfacción permanente

Esa insatisfacción permanente le encierra en un bucle de búsqueda insaciable por conseguirlo y librarse del malestar provocado por el objeto de deseo. Aunque el adicto al sexo consiga ese objeto de deseo (disfrutar sexualmente, un buen funcionamiento y rendimiento o alcanzar orgasmos), la persona no queda satisfecha. A los pocos minutos, vuelva a sentirse vacía.

Perfil de la persona adicta

El perfil de la persona adicta al sexo presenta un trastorno de tipo obsesivo que afecta sobretodo a hombres, por una cuestión educacional y cultural. Aunque los expertos no alcanzan un acuerdo sobre el origen de las adicciones sexuales, sí convienen en que pueden influir ciertas dimensiones de la personalidad, familias tóxicas o desestructuradas, y antecedentes infantiles como abusos o traumas sexuales, rechazos afectivo-eróticos en la adolescencia o ciertas situaciones personales como la soledad, vacíos existenciales o una relación de pareja insatisfactoria, o la ausencia de ella.

Lo que no es adicción al sexo es un alto deseo sexual. Que andes más salido que la media, tengas un apetito sexual más salvaje que el de tu pareja o te pases las horas en la cama materializando esa sexualidad y satisfaciendo tus pulsiones carnales, no implica una adicción. Que no te hagan creer lo contrario.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

Dirty talking: guía sobre cómo hablar sucio en la cama

Querid@s,

Oh sí sí, no pares sigue sigue, más rápido, mmm qué rico, ¿todo eso es para mí? qué grande la tienes… No es más que un breve muestrario del dirty talking, o lo que  es lo mismo, decir guarradas en la cama. Es maravilloso, estimulante, y una de las opciones alternativas (o complementarias) al omnipresente mete-saca. Unos susurros picantones al oído, que nos dediquen el mejor lenguaje obsceno en francés, en catalán o en un idioma desconocido, qué más da. El dirty talking nos pone malos, malísimos, malérrimos, y si viene acompañado de un chupetón o un mordisco con premeditación y alevosía en el lóbulo, mejor que mejor. Alguien sugirió alguna vez que “la mejor forma de llegar a los ovarios es por la trompa de Eustaquio”.

La mayoría de la gente no es consciente de que el cerebro es el órgano sexual más poderoso que la naturaleza nos ha brindado. Decir o escuchar palabras dotadas de una fuerte carga erótica estimula la transmisión de dopamina, que como sabéis juega un gran rol en la excitación sexual. Cuando hablamos, respiramos fuerte, jadeamos o gemimos, estamos acariciando el cerebro de nuestro amante y encendiendo el interruptor de su imaginación. El lenguaje soez y obsceno en la cama es uno de esos ingredientes afrodisíacos que aumenta el placer un potosí, así que decirle lo que te dejarías hacer por sus manos, por su boca, lo que tú le harías, con o sin su permiso, es una excelente manera de darle al ON.

Decid dirty things, sed un poco guarrillos. Sed insolentes y utilizad vuestra genialidad verbal para encender al otro.

Hombres vs mujeres

A los hombres les encanta la comunicación erótica y todos son unos guarros en la cama, al menos esto es lo que me confesó el otro día entre copas uno de ellos. Decirle gorrinadas y cositas calientes a vuestro hombre incrementará su ego, y eso es bueno para él, para los dos. Se sentirá deseado, pletórico, pleno y tú también. Confiésale lo muchísimo que te gusta como te toca, el sabor de su piel, el tacto de sus manos, que te enciendes con su cuerpo rozando el tuyo, su pene atravesándote, dile cuánto te enloquece su olor. Otro amigo me confiesa ahora mismo mientras hablamos por Facebook que esto del lenguaje obsceno a la hora de follar es una cuestión psicológica que denota perturbaciones mentales severas por parte de los que lo practican.  Al menos eso creo yo. A mí me pone mogollón.

Por el contrario, la mayoría de mujeres no se siente cómoda con el dirty talking. Os confieso que a mí me incomoda con un desconocido que de buenas a primeras me suelta la primera guarrada que se le pasa por la cabeza, pero cuando ando cachonda y hay confianza me pone de lo lindo que me dediquen palabras incendiarias. Cuando conoces un poquito más al otro, yo prefiero que el hombre me folle (unas veces duro, otras vainilla) y me hable sucio. Creo que a nosotras no nos pone tanto el lenguaje soez porque nos sentimos como putarrangueras en manos de clientes que ni nos aman ni nos desean, o quizá porque creemos erróneamente que al permitir y ser destinatarias de ese lenguaje sucio, ese hombre no nos respeta. Por eso las féminas preferimos hacer mutis por el foro durante el acto y gritar, gemir o jadear – que tampoco está mal, a ver si va a parecer que se están follando a una muerta-. Creo que deberíamos hacer oídos sordos a estos convencionalismos y dejarnos seducir por esas beldades indecentes que él (o ella) tenga a bien decirnos.

Hombres y mujeres, seducíos con la voz, ruborizaos a través de la fuerza de la palabra.

Arrancamos

Está claro que cada pareja tiene sus preferencias sexuales y es posible que el dirty talking no funcione para todas ellas. Puede que el arte de hablar sucio no sea lo vuestro, pero personalmente os animo a que lo probéis. Si no os gusta, pues a otra cosa mariposa, pero que no os lo tengan que contar. Si sois novatos en incursiones de este tipo, empezad con algo no demasiado subido de tono. Un precalentamiento del tipo “Llevo todo el día pensando en ti ” o «¿Qué quieres que te haga?» es una buena forma de dar vuestros primeros pasos en el dirty talking.

Eso sí, una advertencia. Todos podemos decir cosas en la cama, pero en la cama no se puede decir cualquier cosa. No way José. Si estamos follando, demasiado piropo cansa, demasiada palabra abruma y pasarse de la raya puede dejar el ambiente helado. Algunas palabras lanzadas desde la más ferviente pasión pueden ser recibidas como patanes insultos o intolerables faltas de respeto. Si la pareja no está en la misma onda, un ¿a que te gusta zorrra? es un ejemplo que me viene como anillo al dedo para explicar como una loca noche de sexo puede acabar en tragedia griega. Así que antes de hablar sucio, hablad.

 

Top ten guarradas

Esto del dirty talking es como todo; para gustos los colores. Cualquier opción puede ser válida y extremadamente excitante. Si este vocabulario indecoroso y no apto para delicados lo acompañamos con gemidos, jadeos o el sonido de nuestra agitada respiración, lograremos acelerar el frenesí de nuestra pareja. Aunque se llame dirty talking, no necesariamente han de ser todo palabras obscenas, ni mucho menos. Se trata de deshinibirse en la intimidad de esas cuatro paredes y de eliminar cualquier tabú que pueda haber entre los dos.

Frases como un encantador “quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos» o un codicioso “dame lo mío y lo de mi prima” son suficientes para entenderse y ponerse a andar juntos y revueltos hacia los placeres del dirty talking. Pero para conocer los top ten, tomad buena nota:

 Estoy (muy, súper, mega según el grado de acaloramiento que se lleve encima) cachond@/mojad@/caliente/perra/verrac@: Esta frase es estándar, tanto si se es novato como si sois el Marqués de Sade del dirty talking, y siempre, siempre, siempre funciona.

 Me encanta que me (beses, chupes, toques, acaricies, beses, comas) mi (lugar del cuerpo a la que se ha de prestar especial atención como genitales, pezones, piernas, culo, ombligo, pechito, etc.): Ideal para crear intimidad y que el ambiente vaya in crescendo.

• Insultos: Las palabras malsonantes del tipo perra, zorra, cerdito, cabrón, hijo de puta son bienvenidas, pero a la vez puede ser sumamente peligrosas, más que nada porque pueden cortar el buen rollito y joder el momento, en el peor de los casos para siempre. Permitidme por ello que os sugiera que negociéis estos términos previamente a la sesión. Como soltéis un perra cuando no toca podéis cagarla, pero bien. Dar por hecho ciertas cosas, también.

• El tono de voz y el cómo se dicen las cosas es altamente importante y la voz ha de modularse según la ocasión. No podemos ordenarle al otro “arráncame las bragas y cómeme entera” como quien llama a Movistar. Un poquito de actitud, por favor.

• Oh pon-aquí-su-nombre, oh, Cómo me pones pon-aquí-su-nombre, cómo me pones: Muy básico pero no falla.

• Que parte del dirty talking gire en torno a echarse unos jajas mola, pero no nos pasemos de graciosos que esto no es el festival del humor. Aquí hemos venido a follar.

 Me encanta tu pon-aquí-lo-que-te-encanta-del-otro: Hacer cumplidos acerca de su cuerpo o desempeño será excitante. Es de buena educación y saber estar reconocer las bondades y el buen hacer del otro.

Decir guarradas no es igual a narrar lo que va aconteciendo. Lo siento, pero tampoco es el momento para marcarse un monólogo sexual.

•Para calentarles a ellos: La tienes tan (dura, grande, colosal). Halagar su pene diciendo lo grande o lo duro que es (casi) siempre es un éxito garantizado.

 Y el básico hazmelo/fóllame (duro, fuerte, pero ya, ahora mismo) de toda la vida: Vale para todos los sexos y apenas salgan estas palabras por la boca, daos todos por follados.

En definitiva se trata de hablar sinceramente sobre lo que siente de verdad. Si nos inventamos y decimos guarradas por decir probablemente en lugar de caldear el ambiente lo que haremos es el ridículo. Eso sí, no os cortéis y expresad vuestros deseos con todo lujo de detalles. Si quieres que te ponga a cuatro patas, díselo. Si lo que te apetece es que te enseñe el culo, házselo saber. Si te vuelve loca que te lama los pezones o te coma las tetas, coméntale sin pudor. O que ella se quite las bragas, se toque y se corra para ti. Hablad por esa boquita.

Un poco de dirty talking y que se corra la voz.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.