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¿Soy yo o el sexo de ‘La isla de las tentaciones’ es aburridísimo?

Ayer, por primera vez desde que estrenaron La isla de las tentaciones, apagué la tele cuando solo tan llevaba 15 minutos de programa.

Estaba saturada, la enésima escena de cama de una de las parejas de concursantes, con los correspondientes planos regodeándose en el sufrimiento de su (todavía) novio, me pudieron.

No es ya solo que el reality show haya perdido el factor sorpresa, es que encima el sexo es siempre igual.

pareja celos

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Si bien los comienzos del espacio televisivo resultaban intrigantes por la lucha entre la atracción sexual y el amor, en esta última edición la trama es una competición de revanchismo: a ver quién lo hace más veces son su tentación.

Hablaba hace unos días con Alberto Caballero uno de los dos creadores de Aquí no hay quien viva, La que se avecina y Machos Alfa, de la representación del sexo en la pantalla.

En su opinión, la ficción tiene el deber de contrarrestar la pornografía, que es donde cojea el formato de Telecinco.

Por mucho que haya sábana de por medio, la única práctica sexual que se reproduce, edición tras edición, es el coito. Penetración y explosivos gemidos femeninos ante la discreción de ellos, que guardan silencio absoluto.

Dos características más en común con el cine de adultos.

Pero cuando perpetúa las ideas erróneas de que el sexo equivale a polvo, que un polvo es lo único que conlleva una infidelidad, y se ha convertido en otro formato cultural pornificado, es interesante reflexionar de qué sexualidad consumimos en la pantalla.

Hace unos años, era distinto, según me cuenta Alberto Caballero. «En Aquí no hay quien viva, era una época de la televisión en la que salía mucha gente desnuda en las series, se inventaban cosas como los vestuarios mixtos».

Aunque también comenta que era habitual que en una escena apareciera de fondo una chica pasando en topless. Esta tendencia llegó, como no podía ser de otra manera, a la ficción del vecindario que creó con su hermana Laura.

«Un directivo de Antena 3 nos dijo está muy bien la serie, pero nos gustaría ver un poco más de carne», explica. Sin embargo, en vez de entrar al trapo de las mujeres aleatorias en cueros, fue algo que solventaron introduciendo en el guión el desnudo trasero de Eduardo Gómez.

El giro travieso, inesperado por otro lado, fue un éxito. Y es algo que, aunque sucedió hace 20 años, bien puede servir de inspiración para salir de lo que es el nuevo clásico: para dejar de sexualizar siempre lo mismo, para no seguir promoviendo una intimidad de mete-saca.

«Hay mucho polvo gratuito en la ficción», resume el productor. «Para mí una escena de sexo tiene sentido si durante la escena de sexo sucede algo que hace evolucionar la trama».

Otra de las cosas que brillan por su ausencia en el programa, que precisamente hace ver, tanto a concursantes como espectadores, la recopilación de escenas de cama en blanco y negro, aunque sean del repiqueteo del cabecero contra la pared por el movimiento.

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«Poniéndome un poco radical, es como el porno y a mí, como espectador, me aburre», expresaba Alberto.

Y, personalmente, el show grabado en República Dominicana es más de lo mismo, empieza a ser soporífero.

Que la estructura sea siempre idéntica, no ayuda, pero para variar, se podría meter una sexóloga en el programa, cambiar el casting para promover otro tipo de físicos más allá de los que han pasado por operaciones estéticas o contemplar personas con orientaciones e identidades sexuales más allá de la cisheterosexualidad.

Pero esos sesgos dan para otro artículo.

Mara Mariño

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La vagina: ni se estira ni se ensancha con el ‘uso’

Hace unos días, haciendo alusión a mi vagina, un desconocido me escribió: «Lo tienes como un calcetín después de hacer el Camino de Santiago».

El comentario aparecía como respuesta a un vídeo en el que reflexionaba sobre la importancia de no darle oportunidad a quienes nos criticaban por ‘kilometraje’.

Es curioso, porque desde que tuve un ginecólogo, ningún hombre había hecho de una manera tan gratuita comentarios sobre mi entrepierna.

Pero sobre todo, ¿quién en su sano juicio se haría el Camino De Santiago con un solo par de calcetines?

mujer juguete sexual

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La opinión de R. no fue la única en esa línea. Otros respondieron en ese mismo reel que mi vagina estaría «como el bolsillo de un payaso» o «como la Puerta del Sol».

Aunque creo que este último no ha ido en su vida a Madrid y realmente se piensa que hay una puerta muy grande en vez de una plaza sin árboles.

Ninguno de los tres hombres había tenido la oportunidad de conocer mis genitales, pero tampoco tenían dudas del supuesto estado cedido de mis partes.

Así que, además de contestarles, he pensado que no estaba de más escribir un artículo al respecto, especialmente para quienes aún tienen dudas de si las vaginas van cediendo con la utilización, como una goma de pelo.

Quiero empezar diciendo que en la vida se me ocurriría poner algo semejante en el perfil de una persona, a la que no conozco de nada, acerca de si su pene está demasiado raído (sobre todo por la sensibilidad que tienen algunos con él).

Pero no deja de ser curioso que el mito de que la vagina cambia por su uso está a la orden del día en mis comentarios de Instagram, pero también en otras redes sociales.

Si pudiéramos disminuir nuestro tamaño y entrar a darnos un paseo por la vagina, además de oscura, comprobaríamos que su estado natural es el de estar toda contraída, cerrada.

Sí, la vagina es una cavidad muscular que se mantiene hermética, por eso cuando nos bañamos en la piscina no nos inflamos como un globo de agua.

Además, de cumplirse el mito, nos resultaría imposible utilizar tampones o copas menstruales, ya que son productos que entran y salen de la vagina en varias ocasiones a lo largo del mes y recogen la sangre sujetos por las paredes vaginales, ya que son flexibles y se adaptan.

Si la leyenda fuera cierto, teniendo en cuenta que la menstruación nos acompaña durante décadas, iríamos dejando un reguero de sangre y productos de higiene.

Pero ahora mismo si ves algo de esto en el suelo es o de alguna despistada, que no ha encontrado otro sitio o que es un poco guarra (amigas, se envuelve en lo que se pueda y se tira en una papelera).

Aunque utilizamos la vagina como zona de ocio la mayor parte del tiempo, su función principal es la de servir de pista de lanzamiento para bebés.

Así que es bastante ambicioso por parte de mis comentadores pensar que un pene, que no es ni una quinta parte de un ser humano recién nacido, tiene el mágico poder de modificar la fisionomía de nuestro cuerpo.

Además, si ese fuera el caso y la vagina se alterara con el uso (y disfrute) lo mismo sucedería con el pene, ya que también está hecho de tejido muscular.

Es más, me atrevo a decir que si fuera cierto que el pene disminuyera de tamaño por su uso, muchos optarían por mantenerse inmaculados antes que perder preciados centímetros.

Resuelta la duda en esta mini clase de educación sexual, solo me queda hipotetizar acerca de quiénes recibimos estos comentarios, las que intuyen que hemos tenido una vida sexual variada.

No les verás poniendo eso en el tablón de Instagram de quien lleva con su novio desde el instituto, se han casado y han tenido tres hijos.

No, pese a que haya tenido sexo todos los días durante varios años, la mujer que ha estado en una relación de pareja monógama no ‘sufre’ de esta condición.

El razonamiento es que si han pasado varios penes flojea, el mismo pene un millón de veces, no. La fisura en esta teoría es evidente.

Lo que se juzga no es la frecuencia de uso, sino que se te mida revisando el historial, una estrategia de control de la sexualidad brillante.

Nada mejor que el miedo a que te perciban como que tu vagina está demasiado usada para que las mujeres continuemos viviendo una vida sexual comedida, ¿verdad? Ahora se entiende que lo que haya trascendido es que la vagina se desgasta y no el pene.

Pero curiosamente, ¿sabes qué es lo que más recomiendan ginecólogas y fisioterapeutas del suelo pélvico para que tengas tu vagina a tono? Orgasmos.

Con quien sea, cuando sea y como sea: con pene, sin pene, con lengua, con manos, con juguetes, con el mango de la ducha, con otras mujeres. Orgasmos.

Mara Mariño

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¿Qué es el ‘síndrome del impostor queer’?

En un mundo regido por los estereotipos (donde incluso ser feminista se cuestiona en caso de que no se ajuste a una idea específica), las orientaciones sexuales no se escapan de los clichés.

Parece irónico porque nunca habíamos hablado tanto de nuestra sexualidad, es tema recurrente en podcast, películas e incluso la protagonista de series de televisión.

Y, sin embargo, sigue quedándose encasillada hasta el punto de que hay quienes encuentran difícil de asimilar su propia orientación, por las reacciones de terceras personas, cuando intentan relacionarse.

pareja queer

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Es lo que está pasando entre las personas bisexuales, un colectivo dentro de la comunidad LGTBIAQ+ que sufre lo que se conoce como ‘síndrome del impostor queer.

A los datos me remito: gracias a la aplicación Hinge ya hay cifras para ratificar lo que viene siendo un secreto a voces, ya que el 65% de sus usuarios bisexuales lo han experimentado.

Analizando los resultados de su estudio, los expertos de app de citas confirman que aún tenemos pendiente librarnos del estigma de la bisexualidad.

Otras actitudes señaladas por los usuarios serían aquellas que han vivido con sus matches digitales, que les ha hecho no sentirse plenamente aceptados en la comunidad.

O que la gente piense que solo están «experimentando» (algo que dicen haber sentido el 56% de los participantes), considerando que es una especie de etapa de transición y no una orientación más.

Esto sin olvidar el miedo al juicio una vez habiéndose sincerado sobre su sexualidad con una posible pareja heterosexual, lo que temen el 54% de los usuarios bisexuales de la app.

¿De dónde viene el estereotipo?

Esta idea de que las personas que nos identificamos como bisexuales estamos simplemente probando, porque al final tenemos que decantarnos por uno u otro ‘lado’, es un prejuicio dañino que desafía la autenticidad de quienes abrazamos esta orientación sexual.

La solución para superarlo, pasa por fomentar la educación, la comprensión y el respeto. Y es que la bisexualidad es una orientación sexual tan válida como cualquier otra.

Las personas bisexuales experimentamos atracción emocional, romántica y sexual hacia personas de más de un género, por lo que es importante destacar que nuestra orientación no es una fase temporal ni un mero acto de experimentación.

Cada individuo es único, y la bisexualidad es una parte fundamental de la identidad de muchas personas.

De ahí que, una vez más, toque reclamar la importancia de que haya una educación sexual a edades tempranas, un antídoto en cuanto a eliminar estereotipos se refiere.

Al proporcionar información precisa sobre la bisexualidad, se promueve una comprensión más completa de esta orientación sexual (entre muchas otras cosas).

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Más allá de la labor educativa, que las personas bisexuales nos sintamos apoyadas y validadas está muy a mano.

Implica escuchar nuestras experiencias, luchar contra la discriminación y el prejuicio, y promover la visibilidad bisexual en la sociedad.

Solo se puede terminar con los estigmas que rodean la bisexualidad haciendo un esfuerzo colectivo para educar, fomentar la empatía y celebrar la diversidad de orientaciones sexuales.

Al hacerlo, avanzamos hacia una sociedad más inclusiva y comprensiva, donde cada persona es respetada y aceptada por ser quien es.

Mara Mariño

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‘Un cuento perfecto’, lo nuevo de Netflix que rompe con las típicas escenas de sexo

Mis expectativas sobre la miniserie Un cuento perfecto no eran altas, eran las de cualquier otra romcom: algo que me entretuviera, pero sin mucho trasfondo que me dejara reflexionando al respecto.

Por eso ha sido tan refrescante que la apuesta de Netflix, basada en la novela de Elísabet Benavent, me sorprendiera en la representación de las escenas de sexo.

un cuento perfecto Margot y David

NETFLIX

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Sin hacer spoiler –porque ya te adelanto que te la recomiendo-, en varias ocasiones donde la pasión se dispara, se mencionan o enseñan los preservativos.

Puede que pienses que no tiene nada de especial, que son habituales en tu vida y no sales de casa sin mirar que lleves uno en la cartera, pero, si lo piensas, es un elemento que suele brillar por su ausencia en la mayoría de ficciones.

Recuerdo a un escritor novel de novela erótica diciendo que no era su responsabilidad dar educación sexual a sus lectores incluyendo métodos de barrera en sus tramas.

Pero la serie es el ejemplo perfecto de que no necesitas salirte de la historia para visibilizar algo que es clave en lo que a cuidar la salud sexual se refiere.

Otro de los momentos que no esperaba es una escena en la que a protagonista le baja la regla en pleno momento de acción, cuando ciclo menstrual y sexo salvaje no son dos cosas que en las series y películas suelan coexistir.

Por un lado es como si las mujeres en la ficción nunca tuvieran la regla y solo se hablara de ella en caso de que falte, lo que sabemos que significa que está embarazada.

Y por otro, el sexo menstrual ni está ni se le espera. Vale que en la miniserie tampoco, otra pequeña barrera a superar (aunque sus motivos hay detrás), pero la respuesta del acompañante es oro.

«A mí no me importa», reitera él dejando claro que quiere seguir. Ni caras de susto ni rechazo, es la tranquilidad que necesitamos independientemente de que según nos encontremos nos apetezca más o menos.

Personalmente, ese fue el momento en el que me ganó la serie.

Porque si bien que te baje la regla antes o en pleno momento de acción es algo con lo que todas nos podemos sentir identificadas, quizás si vemos que en uno de los hits de Netflix el actor dice que le da igual, nos creamos por fin que nuestra pareja también lo dice de verdad.

A eso le sumo que Un cuento perfecto se aleja del coitocentrismo y hay escenas de otras prácticas, en concreto de sexo oral.

En las que además ella quien lo recibe, por lo que la labor de darle protagonismo al placer femenino está conseguida.

Contar con una protagonista que vive su sexualidad de manera plena, pudiendo expresar libremente un «Estoy mojada» como un «Me gusta hablar en la cama» es otra característica muy rompedora de la historia.

Viéndonos reflejadas en heroínas de ficción, que no tienen pudor ni son inexpertas como Babi de Tres metros sobre el cielo o, más recientemente, Noah de Culpa mía, conseguimos alejarnos del estigma que rodea la sexualidad femenina y se refuerza de manera positiva que eso nos parezca normal.

 

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Las series y películas son un factor que alimenta el imaginario colectivo, así que la importancia de mostrar mujeres que conocen su cuerpo, su disfrute y lo expresan en las escenas es la manera de apoyar el cambio social que libera y empodera sexualmente.

Cambio en los roles de género

No voy a pararme mucho en la historia de amor, que puede ser más o menos parecida a otras que hemos visto antes.

Pero sí me parece interesante destacar otras peculiaridades que me han parecido un avance en la pequeña pantalla.

Como por ejemplo que los roles de género estén intercambiados y veamos a un chico dedicándose a una profesión que siempre relacionamos con las mujeres: el cuidado de niños.

Mientras que su sueño es tener una floristería, el de ella es modernizar la imagen de la compañía multinacional de su familia. La clásica historia donde el exitoso hombre de negocios impresionaba a base de su éxito laboral y su fortuna -y esa desigualdad de poder era utilizada-, ha terminado.

Nosotras queremos ser la CEO.

Y, sobre todo, que no vemos a una chica conquistada por un chico malo, más mayor y experimentado, que le da un trato paternalista, controlador y hasta despectivo en ocasiones.

Vemos a una chica conquistada por un tío divertido, algo más joven que ella, que le hace reír, que no es el ejemplo de tener la vida resuelta, pero da igual porque es con quien mejor se lo pasa.

La protagonista no necesita un hombre que le resuelva la vida, se la resuelve sola y, por el camino, tiene a su lado a una persona que le hace disfrutarla todavía más.

Y es que necesitamos que nos recuerden que no necesitamos ser salvadas, que la pretensión del amor debería ser solo encontrar con quien ser feliz y punto.

Mara Mariño

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Hay que llevar el 8M a la cama para tener una sexualidad más feminista

Hace unas horas, una chica me mandaba un mensaje por Instagram preguntándome que qué hacía después de que su pareja alcanzara al orgasmo. Que cómo podían seguir si él no tenía la erección.

Si eso era todo.

pareja beso

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Vi claro que la educación sexual que tanto necesitamos debe ser feminista. Porque solo desde esa igualdad de posiciones ponemos nuestro placer a la misma altura que el de ellos (hasta para nosotras mismas).

Es la manera de que la pregunta de «¿Eso es todo?» cuando él termina, sea convierta en «Él ya ha tenido su orgasmo, ¿cómo quiero alcanzar el mío ahora?».

Así se cambiaría la expectativa que recae en nosotras, la que continúa siendo la de mantener, a toda costa, una vida sexual en torno a la penetración que nos sigue dejando a dos velas.

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Un feminismo llevado al lado íntimo nos permite cambiar la imagen impuesta que tenemos de cómo debe ser nuestro físico.

Hasta el punto de que solo desprendiéndonos de esas ideas -que se basan en estereotipos que no hemos elegido-, lograremos dejar de ser cosificadas hasta por las inteligencias artificiales.

Porque es difícil vivir constantemente criminalizadas por el propio cuerpo, objeto de censura en redes sociales y de deseo al mismo tiempo, cuando te llegan fotos no solicitadas de quien decidió que debías ver el interior de sus calzoncillos para ‘seducirte’.

Es el mismo cuerpo femenino sobre el que gira todo el sistema anticonceptivo si tenemos en cuenta que la mayoría de métodos (pastilla anticonceptiva, píldora del día después, DIU, anillo hormonal, parche…), que solo somos fértiles 5 días al mes cuando ellos lo son todo el año.

El 8M es la ocasión perfecta para recordar que, tal y como somos, está bien. Perfectas para sentir placer independientemente de la forma de nuestra vulva, a la que hay quienes intentan armonizar cuando lo natural es su asimetría.

Poner el disfrute por delante es tener una vida íntima feminista, donde nos gozamos en libertad. Una en la que el deseo va de la mano con el consentimiento.

Porque hablar en términos de consentir nos distancia de la verdadera esencia del sexo, que no es algo a lo que se accede, sino algo que se desea.

Así que trasladar el feminismo a nuestra intimidad debería ir también por ahí, por lo que queremos.

Y, que si decimos que no lo queríamos, no se ponga en tela de juicio. Menos aún hasta el punto de tener que renunciar a una indemnización si se ha sido víctima de una agresión sexual, como fue el caso de la mujer que denunció a Dani Alves.

Caso, que nos recuerda cómo socialmente se nos hace sentir aún más estigmatizadas en el momento en el que los abogados del futbolista argumentaron que la víctima no presentaba lesiones, por lo que (según ellos) la lubricación invalidaría la violación.

Sí, este 2023 por increíble que parezca, tenemos que seguir protestando por la cultura de la violación que libera de responsabilidad a los agresores y pone de mentirosas a quienes sufrieron el ataque.

Es la misma que sostiene que es imposible que un hombre exitoso recurra a la fuerza para obtener sexo. Menos aún si es guapo o tiene una pareja modelo, como es el caso del brasileño.

Son protestas que parecen nuevas por la actualidad de todas ellas, pero son las de siempre.

Aunque no por ello tenemos que dejar de señalarlo y protestarlo para que la Justicia sea reflejo de las sábanas, feminista en vez de patriarcal.

Solo así tendremos la garantía de poder vivir nuestro placer verdaderamente libres.

Mara Mariño

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Algunos estereotipos que quiero romper sobre escribir un blog de sexualidad

Hace cinco años empecé a escribir este espacio y, al principio, no tenía muy claro que fuera para mí.

Tenía sexo, sí, como todo el mundo, pero no sentía que en aquel momento tuviera mucho que aportar al respecto.

juguete sexual

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Pero el blog hizo su magia. La de ponerme en contacto con gente que sabía muchísimo de esto. Y ahí empezó la marcha.

La magia de atreverme a frecuentar sitios, con la excusa de que eran para artículo, que de otra manera no me habría atrevido a pisar.

Mi experiencia en un local swinger es el mejor ejemplo…

De llevarme a clases, a charlas, a presentaciones, a probar, a leer a escuchar eso de lo que todo el mundo estaba hablando y sobre lo que quería opinar.

Arrastro el típico tópico, para personas de la generación de mis padres, de que hablo de lo que no se debería hablar.

Acerca de algo que todavía se vive con vergüenza o malestar y que, incluso, puede influirme en ser rechazada, en un futuro, por una empresa donde quiera trabajar.

(Sinceramente, si hablar de este tema con naturalidad me convierte en menos valiosa, no es un entorno de trabajo en el que quiera estar)

Y, aunque ha sido una manera de abrirme sexualmente y abrir también la mentalidad de lectores sobre este tema -o eso quiero pensar-, está el gran estereotipo que, como divulgadora pero también otras profesionales que hablan de esto, nos encontramos, el de nuestra vida sexual.

Quizás uno de mis clichés favoritos es que se da por hecho que tenemos una vida sexual increíble.

Que nos pasamos el día de orgía en orgía y que follamos hasta llevar a nuestros amantes al éxtasis.

Y, por supuesto, que estamos disponibles para tener sexo, o hablar de ello, con cualquier persona.

 

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Un sinfín de mitos que muestran que esta profesión es un caldo de cultivo para el acoso sexual online, ya que hay quien la relaciona erróneamente con la ninfomanía.

Es habitual que completos desconocidos nos aborden preguntándonos, sin ningún tipo de filtro, qué hacemos en la cama, pidiendo detalles sobre nuestros gustos e incluso lanzando propuestas íntimas sin haber cruzado ni un «hola».

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Lo cierto es que hay quien se espera un día a día parecido a la Home de una web de pornografía: hoy trío, mañana lésbico, pasado cockzilla

Pero, como tú, me tomo el café en pijama, no con un conjunto de cuero y cadenas, hago cola en Correos y lo de correrme, bueno, depende con quién.

No niego que escribir tanto sobre el tema me haya vuelto más atrevida, sí, pero también más crítica y exigente.

Mi conclusión, después de cinco años con este trabajo, es que le damos al sexo mucha y muy poca importancia al mismo tiempo.

Mucha porque parece que, si hay oportunidad de echar un polvo de por medio, todo lo demás desaparece.

Poca porque encontrar con quien hacerlo se ha convertido en algo sencillo. Y suele ser una experiencia tan mediocre en la mayoría de casos -sobre todo para las mujeres- que la gracia se ha perdido.

Y es algo que le explicaba hace unos días a un amigo. Que precisamente por tener el tema ‘tan sobado’ empezaba a valorar otras cosas: las conexiones, desprenderme de los roles que me han tocado, la reciprocidad, el detalle

El descubrimiento más excitante que he hecho es el de que el sexo no empieza en la cama, sino en una conversación con la otra persona.

Mara Mariño

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Tres motivos muy normales por los que puedes sangrar después de tener sexo

Sabes que has echado un polvazo cuando, al día siguiente, te levantas con la sensación de que te ha arrollado un tren de la Renfe. Te cuesta hasta sentarte a hacer pis, el mismo momento en el que te bajas las bragas y descubres que hay sorpresa en la tela.

Haces tus cálculos y no, es imposible que se trate de la regla. Lo más seguro es que te encuentres ante un resto de la noche anterior.

Pero, ¿es normal que esto suceda?

UNSPLASH

Podemos sangrar por diferentes razones. La primera y más típica es porque, por lo que sea, recibes un arañazo desprevenido en algún lado y, como la zona es tan sensible, enseguida se hace herida. Por suerte, ese tipo de lesiones se solucionan en apenas unos minutos.

Algo más escandalosas son las heridas alrededor de la vulva, concretamente en la apertura de la vagina cuando, por penetración de cualquier tipo, se produce un mini desgarro.

Esas heridas las reconocerás porque la sangre es muy roja y te escuece la zona en cuanto haces pis (es probable que puedas verla de primera mano si te pones un espejo y abres las piernas).

Aunque también tienden a cicatrizarse solas es posible que, si sigues teniendo relaciones, aquello no termine nunca de cerrar, por lo que deberías darte un descanso (y decir que no tienes el chichi para farolillos).

Si por lo que sea continúa la herida abierta siempre puedes ir a que te receten alguna crema cicatrizante, que hace maravillas.

Y otra de las razones más comunes por las que podemos encontrar sangre -o bien al rato o al día siguiente-, se debe a los impactos que recibe la vagina.

Ya os comenté que, cuando nos baja la regla, no empezamos a expulsar sangre nueva. Parte de la que vemos el primer día –esa de color oscuro entre marrón y burdeos– es un resto de la menstruación del mes pasado.

En el momento que empieza a salir de color rojo sí estaríamos viendo la regla actual.

Esa sangre que no sale hasta que, de nuevo, las contracciones del útero la animan a descender, es la que podemos encontrar en la ropa interior después de tener sexo.

A fin de cuentas, los impactos que se dan ayudan también a movilizar esos fluidos y que bajen por la cérvix (de ahí que también sean oscuros).

De cualquier manera, si por lo que sea tienes otro tipo de sangrado o ves que por mucho que pasen los días no disminuyen las pérdidas, no lo dudes y pide cita médica, puede tratarse de un problema más serio.

Duquesa Doslabios.

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Que el fin del mundo nos pille cachondos

Esa fue la frase que me soltó una de mis amigas, cuando discutíamos sobre el ambiente que se respiraba en Madrid y Barcelona, ante un posible nuevo confinamiento.

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«O bueno, más que cachondos, servidos», especificó.

Ninguna de las dos tenía ninguna duda de que la atmósfera estaba cargada de tensión sexual. Y solo teníamos que meternos en nuestras redes para confirmarlo.

Una encuesta rápida entre mis seguidores nos dio la razón por partida doble. Las temperaturas habrán bajado en las calles, pero estamos muy calientes.

Y sí, tanto con pareja como sin ella. Puede que para la gente soltera, esto sea todavía más evidente. Quien se ha cambiado de ciudad, de trabajo, de piso, círculo de amigos y está en proceso de conocer gente, la distancia física resulta especialmente dura a la hora de tener citas de manera convencional.

Como si nunca se hubieran sentido tan solos como ahora, en realidad.

Aunque también a las relaciones de pareja -sobre todo si no conviven juntas- les afecta el fenómeno. Las fotos sugerentes, vídeos eróticos o conversaciones subidas de tono han aumentado.

Pero, ¿qué es lo que nos pasa? ¿Por qué esta revolución sexual, que pensábamos que se iría apagando en cuanto pudimos salir de casa, está en su punto más álgido?

Las restricciones, la ristra de medidas que siguen sin permitirnos movernos ni relacionarnos como antes, en definitiva, estar separados, nos lleva a tratar de buscar vías alternativas que nos acerquen.

Físicamente no es recomendable, pero podemos ‘tocarnos’ de forma digital. Conocernos, conquistarnos o incluso tener actividad sexual se da ahora a través de una pantalla.

De ahí que, ya que son los ojos los primeros receptores, nos dejemos de miramientos y vayamos a saco con contenidos explícitos.

Es decir, se ha dado un cambio. Hemos avanzado un paso en lo que era aceptable en cuanto a niveles de excitación (y en expresarlo). Estamos salidos y no tenemos problemas en demostrarlo.

Además, la facilidad que nos da internet de poder llegar a ese punto con cualquier persona, desconectarnos si perdemos interés o incluso bloquear si nos resulta demasiado, es imposible de lograr en la vida analógica con quedadas cara a cara.

Estamos más lanzados que antes porque tenemos todo el tiempo del mundo para darle vueltas a lo que nos estimula.

Hasta hace poco, nuestra vida era ir al trabajo, al gimnasio, esa escapada con las amigas, noche de discoteca o comida familiar multitudinaria los domingos.

Nuestros deseos latían bajo todas esas cosas, sí, pero en un segundo plano por el peso de la vida social. Y, ahora que no tenemos nada de eso, son los únicos protagonistas. Junto a mantener altas las reservas de papel higiénico, por supuesto.

Duquesa Doslabios.

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Cosas que hacer en verano: trabajar la autoestima sexual

Tetas. Es lo que no paro de ver en redes sociales. Cientos y cientos de fotos de tetas. Si ya el pecho era un tema recurrente a lo largo del año, en verano es como si fuera la época oficial de lucirlas con bikinis y bañadores.

Y por mucho que me parezca perfecto que cada cual se fotografíe su cuerpo como le dé la gana, no puedo evitar hacer comparaciones.

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Porque por mucho que me guste un buen escote, eso está lejos de mi alcance natural. Me doy cuenta de que esos trajes de baño o vestidos veraniegos quedarían mejor con una talla más o dos.

Ahora que la ropa es más ligera y me paso el día en crop top, a la hora de estar con mi pareja, el pensamiento de si mi pecho es suficiente, se cuela -como un zumbido de mosquito tigre-, de vez en cuando en mi cabeza.

Tengo claro que la solución, en mi caso, no está en el quirófano. Asumo mi falta de autoestima y el impacto que puede tener en mi vida sexual, y me toca ponerme a trabajar en ello.

Mientras que todos somos más o menos conscientes de la importancia que tiene la consideración con nosotros mismos, reconocer lo que somos y tenemos y apreciarlo, no nos damos tanta cuenta de hasta qué punto afecta a nuestra vida sexual.

He llegado a evitar algunas posturas, prefiriendo hacer otras en su lugar, solo para que la perspectiva jugara a mi favor y mi pecho tuviera el aspecto que, en mi cabeza, debe tener durante el sexo.

No he llegado sola a ese punto, me doy cuenta que la presión social por la construcción de lo que es ser sexy (o incluso el porno) ha jugado un papel fundamental a la hora de que busque los únicos ángulos con los que estoy cómoda en la intimidad.

Puede que a mí solo me afecte a esa zona del cuerpo, pero lo mismo podría haberme dado por las piernas, el culo o incluso mis genitales en vez de por el pecho.

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Averiguar si te pasa a ti es tan fácil como reconocer(te) si te has sentido identificado con mi relato o si sientes rechazo por probar cosas nuevas, sientes preocupación por cómo eres en la cama, incluso si tienes sexo por razones equivocadas (como sentir aceptación en vez de hacerlo por disfrute) o si tomas decisiones -como no usar condón-, por razones ajenas a ti.

Así que ahora que es verano, que hace calor y no queda otra que vernos el cuerpo a menudo, es el mejor momento para aprender a gustarnos. Y va desde mirarnos hasta dedicarnos pensamientos positivos, pasando por buscar nuestras partes favoritas para hacerlas resaltar y descubrir que ese todo no solo nos gusta, sino que nos encanta.

Ahí podemos incluir también las formas de darnos placer. De llegar a la conclusión de que sea cual sea nuestro aspecto, podemos disfrutar con todo nuestro cuerpo.

Y, por supuesto, una vez en la cama, dejar fuera tantos miedos e inseguridades. Ya que tenemos vacaciones, escapadas y, sobre todo, tiempo, relajarnos y aprender sabiendo que el único objetivo es el de pasarlo bien.

No hay que ser bueno o buena en la cama para otra persona, hay que serlo para uno mismo.

Duquesa Doslabios.

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¿Entonces solo depende de los padres explicarles a sus hijos que el porno no es real?

Hace unos días, una lectora me preguntaba cómo podía conseguir que le gustaran los azotes y tirones de pelo que le daba su novio cada vez que tenían sexo. Ella tiene 21 años y él 19.

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Lo que me alarmó del asunto es que ella me comentaba que ni siquiera sabía que le gustaba o si le asustaba. Pese a ello, prefería aprender a aceptarlo en vez de preguntarse por qué recibía ese trato o incluso hablarlo con él.

Con 19 años, aquel chico estaba reproduciendo lo que, seguramente, llevaba viendo desde la adolescencia. Un sexo en el que no se habla, se tiene la mano muy suelta y el daño se confunde a veces con el placer.

Eso no significa que no haya quien disfrute de este tipo de interacciones donde la dominación juegan un papel fundamental. Pero con 19 años no has experimentado lo suficiente como para saber si eso es realmente lo que te va.

Sobre todo cuando llega a preocupar a la persona con la que se está acostando, que participa con una mezcla entre deseo y miedo, haciendo que se le enreden también esos conceptos.

Nos falta concienciación en ese aspecto, y por eso hoy quiero hablaros de la idea de Nueva Zelanda para advertir a sus habitantes de que lo que ven en el porno no es la representación de lo que sucede en la vida sexual habitual (os la dejo debajo de estas líneas para que sepáis de lo que hablo).

En su campaña, dos actores porno llaman al timbre de una casa. Una señora les abre la puerta y ellos le comentan que vienen a buscar a su hijo, Matt, a quien conocen porque les suele ver online.

«Nos mira en el ordenador, en el iPad, PlayStation, el teléfono, su teléfono (el de la madre), SmartTv, proyector…», empiezan a decirle. «Solemos actuar para un público adulto, pero tu hijo es solo un niño. Puede que no sepa cómo funcionan las relaciones en realidad. Ni siquiera hablamos sobre consentimiento. Simplemente vamos directos al grano», dice la actriz.

«Sí, yo ni siquiera actúo de esa manera en la vida real», le responde su compañero de profesión.

Cuando el niño aparece (ordenador en mano), deja caer la taza de la sorpresa. La madre respira hondo. «Muy bien, Matty, creo que es el momento de tener una charla sobre las diferencias entre lo que ves online y las relaciones de verdad. No te voy a juzgar», le dice.

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Y es que por mucho que se dispongan de sistemas de control parental, es difícil limitar el acceso a una industria dirigida a un público mayor de edad que se mueve por Internet. Como el propio vídeo demuestra, la solución la tienen los padres.

Pero, ¿es justo que sean los propios progenitores los únicos responsables? ¿No vienen a menudo las películas del cine con advertencias de «Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»?

Por supuesto que, en cada casa, hay que tener la famosa charla, esa de explicar los cambios por los que pasa el cuerpo y lo fundamental que es protegerse. Una conversación en la que fácilmente se puede incluir el asunto de la pornografía.

Sin embargo no puede ser solo trabajo de los padres. Hay que ser conscientes del poder de influencia que tiene el porno, de ahí que Nueva Zelanda sea todo un ejemplo al considerar que, como país, es su deber sensibilizar de la ficción que ven sus espectadores más jóvenes.

Los padres que vean ese anuncio, y no hayan tenido esta conversación, seguramente se planteen sacar el tema. Pero también entre los propios niños será un tema del que se hablará al poder sentirse retratados con el jovencísimo Matt.

¿La conclusión? Que esto es trabajo y responsabilidad de todos y no solo de unos pocos. Las campañas potencian la educación y ya que el porno es una industria tan extensa, al alcance de cualquiera, no debería limitarse a la educación familiar, si hacemos eso, nos arriesgamos a que el tema nunca llegue a salir. De ahí que sea fundamental que se ponga el problema ‘sobre la mesa’ en televisión o redes sociales.

Aunque sea limitándose a explicar, como en la campaña neozelandesa (que lo hacen de una forma muy divertida y concisa), que no es todo tan real y que las relaciones son muy distintas.

Duquesa Doslabios.

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