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Hay que llevar el 8M a la cama para tener una sexualidad más feminista

Hace unas horas, una chica me mandaba un mensaje por Instagram preguntándome que qué hacía después de que su pareja alcanzara al orgasmo. Que cómo podían seguir si él no tenía la erección.

Si eso era todo.

pareja beso

PEXELS

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Vi claro que la educación sexual que tanto necesitamos debe ser feminista. Porque solo desde esa igualdad de posiciones ponemos nuestro placer a la misma altura que el de ellos (hasta para nosotras mismas).

Es la manera de que la pregunta de «¿Eso es todo?» cuando él termina, sea convierta en «Él ya ha tenido su orgasmo, ¿cómo quiero alcanzar el mío ahora?».

Así se cambiaría la expectativa que recae en nosotras, la que continúa siendo la de mantener, a toda costa, una vida sexual en torno a la penetración que nos sigue dejando a dos velas.

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Un feminismo llevado al lado íntimo nos permite cambiar la imagen impuesta que tenemos de cómo debe ser nuestro físico.

Hasta el punto de que solo desprendiéndonos de esas ideas -que se basan en estereotipos que no hemos elegido-, lograremos dejar de ser cosificadas hasta por las inteligencias artificiales.

Porque es difícil vivir constantemente criminalizadas por el propio cuerpo, objeto de censura en redes sociales y de deseo al mismo tiempo, cuando te llegan fotos no solicitadas de quien decidió que debías ver el interior de sus calzoncillos para ‘seducirte’.

Es el mismo cuerpo femenino sobre el que gira todo el sistema anticonceptivo si tenemos en cuenta que la mayoría de métodos (pastilla anticonceptiva, píldora del día después, DIU, anillo hormonal, parche…), que solo somos fértiles 5 días al mes cuando ellos lo son todo el año.

El 8M es la ocasión perfecta para recordar que, tal y como somos, está bien. Perfectas para sentir placer independientemente de la forma de nuestra vulva, a la que hay quienes intentan armonizar cuando lo natural es su asimetría.

Poner el disfrute por delante es tener una vida íntima feminista, donde nos gozamos en libertad. Una en la que el deseo va de la mano con el consentimiento.

Porque hablar en términos de consentir nos distancia de la verdadera esencia del sexo, que no es algo a lo que se accede, sino algo que se desea.

Así que trasladar el feminismo a nuestra intimidad debería ir también por ahí, por lo que queremos.

Y, que si decimos que no lo queríamos, no se ponga en tela de juicio. Menos aún hasta el punto de tener que renunciar a una indemnización si se ha sido víctima de una agresión sexual, como fue el caso de la mujer que denunció a Dani Alves.

Caso, que nos recuerda cómo socialmente se nos hace sentir aún más estigmatizadas en el momento en el que los abogados del futbolista argumentaron que la víctima no presentaba lesiones, por lo que (según ellos) la lubricación invalidaría la violación.

Sí, este 2023 por increíble que parezca, tenemos que seguir protestando por la cultura de la violación que libera de responsabilidad a los agresores y pone de mentirosas a quienes sufrieron el ataque.

Es la misma que sostiene que es imposible que un hombre exitoso recurra a la fuerza para obtener sexo. Menos aún si es guapo o tiene una pareja modelo, como es el caso del brasileño.

Son protestas que parecen nuevas por la actualidad de todas ellas, pero son las de siempre.

Aunque no por ello tenemos que dejar de señalarlo y protestarlo para que la Justicia sea reflejo de las sábanas, feminista en vez de patriarcal.

Solo así tendremos la garantía de poder vivir nuestro placer verdaderamente libres.

Mara Mariño

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Algunos estereotipos que quiero romper sobre escribir un blog de sexualidad

Hace cinco años empecé a escribir este espacio y, al principio, no tenía muy claro que fuera para mí.

Tenía sexo, sí, como todo el mundo, pero no sentía que en aquel momento tuviera mucho que aportar al respecto.

juguete sexual

PEXELS

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Pero el blog hizo su magia. La de ponerme en contacto con gente que sabía muchísimo de esto. Y ahí empezó la marcha.

La magia de atreverme a frecuentar sitios, con la excusa de que eran para artículo, que de otra manera no me habría atrevido a pisar.

Mi experiencia en un local swinger es el mejor ejemplo…

De llevarme a clases, a charlas, a presentaciones, a probar, a leer a escuchar eso de lo que todo el mundo estaba hablando y sobre lo que quería opinar.

Arrastro el típico tópico, para personas de la generación de mis padres, de que hablo de lo que no se debería hablar.

Acerca de algo que todavía se vive con vergüenza o malestar y que, incluso, puede influirme en ser rechazada, en un futuro, por una empresa donde quiera trabajar.

(Sinceramente, si hablar de este tema con naturalidad me convierte en menos valiosa, no es un entorno de trabajo en el que quiera estar)

Y, aunque ha sido una manera de abrirme sexualmente y abrir también la mentalidad de lectores sobre este tema -o eso quiero pensar-, está el gran estereotipo que, como divulgadora pero también otras profesionales que hablan de esto, nos encontramos, el de nuestra vida sexual.

Quizás uno de mis clichés favoritos es que se da por hecho que tenemos una vida sexual increíble.

Que nos pasamos el día de orgía en orgía y que follamos hasta llevar a nuestros amantes al éxtasis.

Y, por supuesto, que estamos disponibles para tener sexo, o hablar de ello, con cualquier persona.

 

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Un sinfín de mitos que muestran que esta profesión es un caldo de cultivo para el acoso sexual online, ya que hay quien la relaciona erróneamente con la ninfomanía.

Es habitual que completos desconocidos nos aborden preguntándonos, sin ningún tipo de filtro, qué hacemos en la cama, pidiendo detalles sobre nuestros gustos e incluso lanzando propuestas íntimas sin haber cruzado ni un «hola».

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Lo cierto es que hay quien se espera un día a día parecido a la Home de una web de pornografía: hoy trío, mañana lésbico, pasado cockzilla

Pero, como tú, me tomo el café en pijama, no con un conjunto de cuero y cadenas, hago cola en Correos y lo de correrme, bueno, depende con quién.

No niego que escribir tanto sobre el tema me haya vuelto más atrevida, sí, pero también más crítica y exigente.

Mi conclusión, después de cinco años con este trabajo, es que le damos al sexo mucha y muy poca importancia al mismo tiempo.

Mucha porque parece que, si hay oportunidad de echar un polvo de por medio, todo lo demás desaparece.

Poca porque encontrar con quien hacerlo se ha convertido en algo sencillo. Y suele ser una experiencia tan mediocre en la mayoría de casos -sobre todo para las mujeres- que la gracia se ha perdido.

Y es algo que le explicaba hace unos días a un amigo. Que precisamente por tener el tema ‘tan sobado’ empezaba a valorar otras cosas: las conexiones, desprenderme de los roles que me han tocado, la reciprocidad, el detalle

El descubrimiento más excitante que he hecho es el de que el sexo no empieza en la cama, sino en una conversación con la otra persona.

Mara Mariño

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Tres motivos muy normales por los que puedes sangrar después de tener sexo

Sabes que has echado un polvazo cuando, al día siguiente, te levantas con la sensación de que te ha arrollado un tren de la Renfe. Te cuesta hasta sentarte a hacer pis, el mismo momento en el que te bajas las bragas y descubres que hay sorpresa en la tela.

Haces tus cálculos y no, es imposible que se trate de la regla. Lo más seguro es que te encuentres ante un resto de la noche anterior.

Pero, ¿es normal que esto suceda?

UNSPLASH

Podemos sangrar por diferentes razones. La primera y más típica es porque, por lo que sea, recibes un arañazo desprevenido en algún lado y, como la zona es tan sensible, enseguida se hace herida. Por suerte, ese tipo de lesiones se solucionan en apenas unos minutos.

Algo más escandalosas son las heridas alrededor de la vulva, concretamente en la apertura de la vagina cuando, por penetración de cualquier tipo, se produce un mini desgarro.

Esas heridas las reconocerás porque la sangre es muy roja y te escuece la zona en cuanto haces pis (es probable que puedas verla de primera mano si te pones un espejo y abres las piernas).

Aunque también tienden a cicatrizarse solas es posible que, si sigues teniendo relaciones, aquello no termine nunca de cerrar, por lo que deberías darte un descanso (y decir que no tienes el chichi para farolillos).

Si por lo que sea continúa la herida abierta siempre puedes ir a que te receten alguna crema cicatrizante, que hace maravillas.

Y otra de las razones más comunes por las que podemos encontrar sangre -o bien al rato o al día siguiente-, se debe a los impactos que recibe la vagina.

Ya os comenté que, cuando nos baja la regla, no empezamos a expulsar sangre nueva. Parte de la que vemos el primer día –esa de color oscuro entre marrón y burdeos– es un resto de la menstruación del mes pasado.

En el momento que empieza a salir de color rojo sí estaríamos viendo la regla actual.

Esa sangre que no sale hasta que, de nuevo, las contracciones del útero la animan a descender, es la que podemos encontrar en la ropa interior después de tener sexo.

A fin de cuentas, los impactos que se dan ayudan también a movilizar esos fluidos y que bajen por la cérvix (de ahí que también sean oscuros).

De cualquier manera, si por lo que sea tienes otro tipo de sangrado o ves que por mucho que pasen los días no disminuyen las pérdidas, no lo dudes y pide cita médica, puede tratarse de un problema más serio.

Duquesa Doslabios.

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Que el fin del mundo nos pille cachondos

Esa fue la frase que me soltó una de mis amigas, cuando discutíamos sobre el ambiente que se respiraba en Madrid y Barcelona, ante un posible nuevo confinamiento.

SAVAGEXFENTY

«O bueno, más que cachondos, servidos», especificó.

Ninguna de las dos tenía ninguna duda de que la atmósfera estaba cargada de tensión sexual. Y solo teníamos que meternos en nuestras redes para confirmarlo.

Una encuesta rápida entre mis seguidores nos dio la razón por partida doble. Las temperaturas habrán bajado en las calles, pero estamos muy calientes.

Y sí, tanto con pareja como sin ella. Puede que para la gente soltera, esto sea todavía más evidente. Quien se ha cambiado de ciudad, de trabajo, de piso, círculo de amigos y está en proceso de conocer gente, la distancia física resulta especialmente dura a la hora de tener citas de manera convencional.

Como si nunca se hubieran sentido tan solos como ahora, en realidad.

Aunque también a las relaciones de pareja -sobre todo si no conviven juntas- les afecta el fenómeno. Las fotos sugerentes, vídeos eróticos o conversaciones subidas de tono han aumentado.

Pero, ¿qué es lo que nos pasa? ¿Por qué esta revolución sexual, que pensábamos que se iría apagando en cuanto pudimos salir de casa, está en su punto más álgido?

Las restricciones, la ristra de medidas que siguen sin permitirnos movernos ni relacionarnos como antes, en definitiva, estar separados, nos lleva a tratar de buscar vías alternativas que nos acerquen.

Físicamente no es recomendable, pero podemos ‘tocarnos’ de forma digital. Conocernos, conquistarnos o incluso tener actividad sexual se da ahora a través de una pantalla.

De ahí que, ya que son los ojos los primeros receptores, nos dejemos de miramientos y vayamos a saco con contenidos explícitos.

Es decir, se ha dado un cambio. Hemos avanzado un paso en lo que era aceptable en cuanto a niveles de excitación (y en expresarlo). Estamos salidos y no tenemos problemas en demostrarlo.

Además, la facilidad que nos da internet de poder llegar a ese punto con cualquier persona, desconectarnos si perdemos interés o incluso bloquear si nos resulta demasiado, es imposible de lograr en la vida analógica con quedadas cara a cara.

Estamos más lanzados que antes porque tenemos todo el tiempo del mundo para darle vueltas a lo que nos estimula.

Hasta hace poco, nuestra vida era ir al trabajo, al gimnasio, esa escapada con las amigas, noche de discoteca o comida familiar multitudinaria los domingos.

Nuestros deseos latían bajo todas esas cosas, sí, pero en un segundo plano por el peso de la vida social. Y, ahora que no tenemos nada de eso, son los únicos protagonistas. Junto a mantener altas las reservas de papel higiénico, por supuesto.

Duquesa Doslabios.

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Cosas que hacer en verano: trabajar la autoestima sexual

Tetas. Es lo que no paro de ver en redes sociales. Cientos y cientos de fotos de tetas. Si ya el pecho era un tema recurrente a lo largo del año, en verano es como si fuera la época oficial de lucirlas con bikinis y bañadores.

Y por mucho que me parezca perfecto que cada cual se fotografíe su cuerpo como le dé la gana, no puedo evitar hacer comparaciones.

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Porque por mucho que me guste un buen escote, eso está lejos de mi alcance natural. Me doy cuenta de que esos trajes de baño o vestidos veraniegos quedarían mejor con una talla más o dos.

Ahora que la ropa es más ligera y me paso el día en crop top, a la hora de estar con mi pareja, el pensamiento de si mi pecho es suficiente, se cuela -como un zumbido de mosquito tigre-, de vez en cuando en mi cabeza.

Tengo claro que la solución, en mi caso, no está en el quirófano. Asumo mi falta de autoestima y el impacto que puede tener en mi vida sexual, y me toca ponerme a trabajar en ello.

Mientras que todos somos más o menos conscientes de la importancia que tiene la consideración con nosotros mismos, reconocer lo que somos y tenemos y apreciarlo, no nos damos tanta cuenta de hasta qué punto afecta a nuestra vida sexual.

He llegado a evitar algunas posturas, prefiriendo hacer otras en su lugar, solo para que la perspectiva jugara a mi favor y mi pecho tuviera el aspecto que, en mi cabeza, debe tener durante el sexo.

No he llegado sola a ese punto, me doy cuenta que la presión social por la construcción de lo que es ser sexy (o incluso el porno) ha jugado un papel fundamental a la hora de que busque los únicos ángulos con los que estoy cómoda en la intimidad.

Puede que a mí solo me afecte a esa zona del cuerpo, pero lo mismo podría haberme dado por las piernas, el culo o incluso mis genitales en vez de por el pecho.

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Averiguar si te pasa a ti es tan fácil como reconocer(te) si te has sentido identificado con mi relato o si sientes rechazo por probar cosas nuevas, sientes preocupación por cómo eres en la cama, incluso si tienes sexo por razones equivocadas (como sentir aceptación en vez de hacerlo por disfrute) o si tomas decisiones -como no usar condón-, por razones ajenas a ti.

Así que ahora que es verano, que hace calor y no queda otra que vernos el cuerpo a menudo, es el mejor momento para aprender a gustarnos. Y va desde mirarnos hasta dedicarnos pensamientos positivos, pasando por buscar nuestras partes favoritas para hacerlas resaltar y descubrir que ese todo no solo nos gusta, sino que nos encanta.

Ahí podemos incluir también las formas de darnos placer. De llegar a la conclusión de que sea cual sea nuestro aspecto, podemos disfrutar con todo nuestro cuerpo.

Y, por supuesto, una vez en la cama, dejar fuera tantos miedos e inseguridades. Ya que tenemos vacaciones, escapadas y, sobre todo, tiempo, relajarnos y aprender sabiendo que el único objetivo es el de pasarlo bien.

No hay que ser bueno o buena en la cama para otra persona, hay que serlo para uno mismo.

Duquesa Doslabios.

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¿Entonces solo depende de los padres explicarles a sus hijos que el porno no es real?

Hace unos días, una lectora me preguntaba cómo podía conseguir que le gustaran los azotes y tirones de pelo que le daba su novio cada vez que tenían sexo. Ella tiene 21 años y él 19.

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Lo que me alarmó del asunto es que ella me comentaba que ni siquiera sabía que le gustaba o si le asustaba. Pese a ello, prefería aprender a aceptarlo en vez de preguntarse por qué recibía ese trato o incluso hablarlo con él.

Con 19 años, aquel chico estaba reproduciendo lo que, seguramente, llevaba viendo desde la adolescencia. Un sexo en el que no se habla, se tiene la mano muy suelta y el daño se confunde a veces con el placer.

Eso no significa que no haya quien disfrute de este tipo de interacciones donde la dominación juegan un papel fundamental. Pero con 19 años no has experimentado lo suficiente como para saber si eso es realmente lo que te va.

Sobre todo cuando llega a preocupar a la persona con la que se está acostando, que participa con una mezcla entre deseo y miedo, haciendo que se le enreden también esos conceptos.

Nos falta concienciación en ese aspecto, y por eso hoy quiero hablaros de la idea de Nueva Zelanda para advertir a sus habitantes de que lo que ven en el porno no es la representación de lo que sucede en la vida sexual habitual (os la dejo debajo de estas líneas para que sepáis de lo que hablo).

En su campaña, dos actores porno llaman al timbre de una casa. Una señora les abre la puerta y ellos le comentan que vienen a buscar a su hijo, Matt, a quien conocen porque les suele ver online.

«Nos mira en el ordenador, en el iPad, PlayStation, el teléfono, su teléfono (el de la madre), SmartTv, proyector…», empiezan a decirle. «Solemos actuar para un público adulto, pero tu hijo es solo un niño. Puede que no sepa cómo funcionan las relaciones en realidad. Ni siquiera hablamos sobre consentimiento. Simplemente vamos directos al grano», dice la actriz.

«Sí, yo ni siquiera actúo de esa manera en la vida real», le responde su compañero de profesión.

Cuando el niño aparece (ordenador en mano), deja caer la taza de la sorpresa. La madre respira hondo. «Muy bien, Matty, creo que es el momento de tener una charla sobre las diferencias entre lo que ves online y las relaciones de verdad. No te voy a juzgar», le dice.

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Y es que por mucho que se dispongan de sistemas de control parental, es difícil limitar el acceso a una industria dirigida a un público mayor de edad que se mueve por Internet. Como el propio vídeo demuestra, la solución la tienen los padres.

Pero, ¿es justo que sean los propios progenitores los únicos responsables? ¿No vienen a menudo las películas del cine con advertencias de «Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»?

Por supuesto que, en cada casa, hay que tener la famosa charla, esa de explicar los cambios por los que pasa el cuerpo y lo fundamental que es protegerse. Una conversación en la que fácilmente se puede incluir el asunto de la pornografía.

Sin embargo no puede ser solo trabajo de los padres. Hay que ser conscientes del poder de influencia que tiene el porno, de ahí que Nueva Zelanda sea todo un ejemplo al considerar que, como país, es su deber sensibilizar de la ficción que ven sus espectadores más jóvenes.

Los padres que vean ese anuncio, y no hayan tenido esta conversación, seguramente se planteen sacar el tema. Pero también entre los propios niños será un tema del que se hablará al poder sentirse retratados con el jovencísimo Matt.

¿La conclusión? Que esto es trabajo y responsabilidad de todos y no solo de unos pocos. Las campañas potencian la educación y ya que el porno es una industria tan extensa, al alcance de cualquiera, no debería limitarse a la educación familiar, si hacemos eso, nos arriesgamos a que el tema nunca llegue a salir. De ahí que sea fundamental que se ponga el problema ‘sobre la mesa’ en televisión o redes sociales.

Aunque sea limitándose a explicar, como en la campaña neozelandesa (que lo hacen de una forma muy divertida y concisa), que no es todo tan real y que las relaciones son muy distintas.

Duquesa Doslabios.

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‘Aunque está muy bien el aquí te pillo aquí te mato, no creemos que el sexo merezca ser devaluado’

Consumimos, más que de forma acelerada, casi compulsiva. El catálogo de Netflix, la comida a domicilio, ropa que añadimos al cesto con el acompañamiento de estresantes cuentas hacia atrás para que no pierda validez el código de descuento…

Y es algo que, siendo ya parte de nuestra rutina, incluimos también en la intimidad. Contra ese polvo rápido y mal echado -para ponernos a hacer otras cosas-, o ese beso a medias, para no perder de vista ni un detalle de las historias de Instagram, está el slow sex.

CALVIN KLEIN

Es un estilo de vida sexual que no consiste únicamente en tener sexo más despacio. Pero, en vez de ser yo quien os lo cuente, ha sido Elsa Viegas, cofundadora de Bijoux Indiscrets, quien me ha convencido para hacer autocrítica sobre la calidad de mis intercambios.

No solo me explica lo necesario que es disfrutar de una vida sexual sin prisas, sino de centrarla también (y darle importancia por igual) a cada uno de los momentos, alejándonos del mito de que solo la penetración cuenta como sexo.

¿En qué consiste la filosofía slow sex?
Básicamente trata de poner en el presente el placer y el deseo sin ir a buscar directamente el orgasmo. Disfrutar con cada práctica, sin presiones. Trata de ponerle voz a cada práctica mientras las sitúa a todas al mismo nivel, sin prejuicios y sin prisas. Por eso hemos lanzado una colección con el nombre de esta filosofía, diseñada para algo tan serio como disfrutar.

¿Por qué ha surgido ahora?
Por varios motivos. Primero porque aunque pensemos que está muy bien el sexo de ‘aquí te pillo, aquí te mato’, express, sin ataduras, no creemos que el sexo merezca ser devaluado. Se puede tener muy buen sexo con alguien que no conoces si ambos (o ambas) escucháis vuestros verdaderos deseos. Segundo porque queremos aportar un granito de arena a la eliminación de prejuicios y clichés. ¡La penetración no lo es todo!

¿Por qué vuelve a tener importancia vivir un sexo con todos los sentidos y sin prisa?
Creo que el sexo es un lugar donde refugiarse a solas o en compañía de quien decidas, un oasis a donde huir y disfrutar. Algo muy opuesto al estrés diario, al ritmo frenético de estos tiempos. La gente se está empezando a dar cuenta lo valioso que es estar presente y dedicarle tiempo de calidad a las cosas en las que aún puedes decidir a qué ritmo consumirlas.

¿Diría que es algo que va a mejorar nuestra vida íntima?
Sin duda. Slow Sex te obliga de un modo muy tentador a cuestionar todo lo que sabes sobre el sexo. Por ejemplo, tenemos un roll-on frío para pezones que te invita a pensar «¿qué hago con esto?». Bueno, si no sabes qué hacer con unos pezones, tal vez debas redescubrir el sexo. Cuestionarse es bueno, es desarmarse para volver a montarse, pero esta vez como a ti te gusta.

¿Qué diferencias existen entre nuestras experiencias sexuales convencionales y aquellas que nos tomamos de manera slow?
Que buscamos desesperadamente el orgasmo. Y sí, el orgasmo está bien, es intenso, pero dura poco. ¿Qué hacemos con los minutos previos al orgasmo? Disfrutarlos, sin duda. Lo máximo posible. Tratar el sexo de manera slow no implica necesariamente ser más tiernos en la cama, implica dedicarle tiempo al placer en todas sus formas. Es no tener tapujos para decir qué te gusta, cuánto quieres de eso o de lo otro.

¿Cuál sería el decálogo de este tipo de sexo?
Consensúa, dedica, siente, experimenta, fluye, cuida, desea, sé consciente, derriba tabúes y disfruta.

¿Hay algún reflejo de esta filosofía en las tiendas eróticas?
Creo que todos los juguetes, o al menos los que he tenido el placer de ver y probar, se enfocan en dar placer instantáneo pasando de 0 a 100 y llamando al orgasmo constantemente. Dildos, dildos vibradores con conejito, punto G, geles orgásmicos. Si no se alcanza la meta es porque no se quiere o, te lo dicen de manera indirecta, te pasa algo. Pretendemos revolucionar y cambiar el mensaje, para que se empiece a decir: Con esto vas a disfrutar a tu manera. Y conseguirlo; realmente conseguir que quien esté interesado en un producto erótico disfrute como quiera.

¿Qué productos nos ayudan a introducirnos en el slow sex?
Finger Play sería otro de los favoritos. ¡Hay que tocarse más! O el Skin and Hair Shimmer Dry Oil, que desgenitaliza por completo el sexo, hidrata y deja una estela brillante en tu cuerpo. Un must si quieres empezar a cuidarte y empoderarte en el sexo.

¿A qué generación diría que le va a costar más practicarlo?
A los baby boomers y a los X. De los millennials en adelante el discurso en los medios ha cambiado, por no hablar de internet, que ha abierto miras y ha derribado muros que se pensaban infranqueables. Pero aún existe el pensamiento, sobre todo en estas dos generaciones pasadas, del pecado, del sexo por concebir, de la culpa, del sacrificio… Es muy difícil cambiar ese pensamiento religioso y de tabú con una filosofía o un producto erótico.

¿De qué manera podemos introducir el slow sex? ¿Como experiencia puntual o volviéndolo nuestro estilo de vida sexual?
Primero desde una decisión propia. Tomar consciencia de nuestros deseos y de nuestro placer se puede lograr desde la experimentación: tocarse como si fuese la primera vez, visualizar nuestras fantasías, revisar por qué nos gusta lo que nos gusta o si existe alguna práctica que realicemos por cumplir o por vergüenza a decir que no. Después de tenerlo definido lo comunicaremos con nuestra pareja (o pareja puntual), consensuando o directamente aplicando lo que queremos en nuestras relaciones. Si se puede volver un estilo de vida, o no, solo puede determinarlo la persona interesada en disfrutar decidiendo cómo quiere hacerlo.

Duquesa Doslabios.

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De ‘te va a ceder la vagina’ a ‘pierdes sensibilidad’, desmontamos mitos de los juguetes sexuales

De pequeña iba a un colegio de monjas y la masturbación estaba prohibida con una ristra de padrenuestros y avemarías. Que si te puedes quedar ciega, te van a salir granos…

BIJOUX INDISCRETS/GTRES

Cualquier historia de terror relacionada con el autoplacer era suficiente para hacer que mi mano se lo pensara dos veces antes de bajar a las profundidades de mis bragas.

Por suerte, la curiosidad y un despertar sexual adolescente le ganaron la batalla a los discursos fantasiosos.

Años después encuentro que tocarse, descubrirse y dedicarse a la buena labor de la búsqueda del placer femenino sigue estando rodeada de mitos, como si la vagina fuera una reliquia egipcia recién descubierta.

Afortunadamente, cuento con la ayuda de Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga (podéis encontrarla en la web Sexo en la piel) para desmentir las historias que circulan.

En su opinión, el placer femenino siempre ha sido un tabú. «Hasta hace relativamente poco tiempo, el placer de la mujer ni siquiera existía», dice Ana.

«El hecho de que ahora no solo tengamos placer, sino que además usemos juguetes para estimularnos y que seamos dueñas de nuestra excitación y de nuestros orgasmos, resulta revolucionario e, incluso, amenazador para algunos sectores de la población», afirma la psicóloga.

¿Nuestras armas para luchar contra la desinformación? «La educación. Informar a la población, educar sobre el placer y naturalizar la sexualidad son las mejores herramientas con las que contamos para que, de una vez por todas, la sexualidad de la mujer deje de ser un tabú«, declara antes de desmentir algunas de las leyendas más extendidas.

Si usas vibradores te va a ceder la vagina y no vas a sentir a tu pareja
«El usar juguetes eróticos, aunque sean dildos (juguetes con forma cilíndrica/fálica para introducir en la vagina), no significa, ni mucho menos, que la vagina te vaya a dar de si. La vagina es elástica y se adapta al tamaño del objeto que le introduzcamos; al sacarlo, la vagina vuelve a su tamaño original», declara Ana.

La vibración puede hacer que la vagina pierda sensibilidad
«Uno de los riesgos que tiene el uso de los vibradores es que, si te acostumbras a usarlos de manera frecuente para masturbarte, puedes habituarte a su uso. Los vibradores ofrecen una estimulación muy potente de los genitales; tanto, que ni tus manos, las de tu pareja o una boca pueden alcanzar», afirma la psicóloga y sexóloga. «Si te acostumbras a la potencia de la vibración, en algunos casos, la estimulación sin ellos se te puede quedar corta y, por tanto, tener dificultades para excitarte y/o llegar al orgasmo». ¿La solución? Al alcance de la mano literalmente. «Es importante intercalar el uso de los vibradores con la estimulación manual. Masturbarse usando los dedos y las manos, ya sean los propios o los de la pareja, al menos con la misma regularidad con la que lo hacemos con los vibradores. De ese modo, combatimos la habituación y no nos olvidamos de disfrutar del contacto de la piel», dice Ana.

Usar juguetes sexuales en privado hará que pierdas el deseo sexual con tu pareja
«No tiene por qué hacer que se pierda el deseo sexual hacia la pareja. Mantener una vida sexual activa y satisfactoria de forma individual es muy saludable y puede, incluso, hacer que nuestro deseo sexual aumente. Este aumento del deseo sexual puede ser tanto de forma general, como el deseo hacia nuestra pareja», afirma Ana. «Las únicas veces en las que el deseo sexual hacia la pareja puede disminuir por el uso de juguetes eróticos es si nos habituamos a su uso, y luego tenemos dificultades para excitarnos o llegar al orgasmo sin ellos. Esto puede hacer que los encuentros sexuales en pareja no sean tan satisfactorios y, por tanto, no sintamos tanto deseo no tanto hacia nuestra pareja, sino hacia el sexo sin vibradores».

Los juguetes sexuales son para pervertidas que no tienen una vida sexual plena
«Usarlos no significa que tengamos alguna carencia en nuestra vida sexual ¡ni mucho menos! Está extendido el mito que los juguetes se usan si ‘te falta algo’ en tu vida sexual de pareja. Nada más alejado de la realidad. El uso de juguetes eróticos no es más que un complemento a la vida sexual, ya sea a solas o en pareja. Es más, el hecho de usar juguetería erótica puede contribuir a que tengamos una vida sexual más plena y rica», declara la psicóloga y sexóloga.

Un vibrador no tiene cabida en un coito
«Los vibradores y el resto de juguetes eróticos tienen cabida en todas las prácticas sexuales. En el caso concreto del coito, podemos usar un vibrador para estimular el clítoris mientras el pene está dentro de la vagina», confirma Ana. Sin embargo, no es el único complemento que resalta. «También existe un tipo de juguete erótico que está pensado exclusivamente para usar durante la penetración: este juguete estimula el clítoris y, además, tiene un extremo que se introduce en la vagina a la vez que el pene, aumentando la presión que ejerce la vagina sobre este».

Duquesa Doslabios.

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Audios sexuales, la tendencia que tienes que probar antes de que acabe 2019

Si algo he empezado a notar en 2019 es que la crisis del porno ha dado comienzo.

GTRES

Entre que representa una sexualidad muy limitada, la estructura y estimulación es la misma, los protagonistas siguen los mismos cánones estéticos -entre ellos depilaciones extremas e implantes en todas partes- y que es un producto dirigido para un sector muy concreto de la población (sí, hombres, hablo de vosotros), las alternativas a la que era la reina del erotismo por excelencia crecen como la espuma.

Hace unos meses ya os hablé de Quinn, un proyecto erótico alternativo que buscaba alejarse de las películas X o incluso de los cómics sexuales, aunque al final siguieran la línea marcada por el porno.

Así que como la sexualidad nos está invitando a alejarnos un poco del concepto ojo-mano, antes de que termine el año, quiero lanzar una nueva sugerencia y convencerte de que pruebes algo diferente.

Puede que te suenen familiares los mensajes de texto subidos de tono -que se lo digan al emoticono del melocotón o de la llama de fuego-, o incluso las videollamadas que terminaban con ropa por el suelo (Skype, gracias por tantos buenos momentos).

Mi reto es convencerte de que pruebes el que quiere ser el nuevo canal aliado del erotismo, el mensaje auditivo. Si hasta ahora los usabas simplemente para contarle a tu amiga de turno lo que pasó después de que se fuera a casa o para responderle a tu padre el mensaje de cómo reiniciar el router, te recomiendo que pruebes esta utilidad.

Y es que los audios eróticos consiguen alejarse del estímulo visual. Y, como bien dicen los expertos en materia, nuestro mayor órgano sexual es el cerebro. También lo bueno de tirar de imaginación es que no hay comparación con otros cuerpos. Se trata de pornografía personalizada y hecha a medida.

Pero, ¿cómo llevarla a cabo? Busca el momento y el lugar, el baño de la oficina o el Paseo de la Castellana a las cinco de la tarde no son las mejores situaciones para hacerlo. Relájate, respira, pon tu voz más insinuante y habla.

Sin prisa, con un ritmo agitado, con descripciones o con sonidos entrecortados.

Puedes narrar lo que te gustaría que te hicieran, una historia inventada de otras personas, una descripción exhaustiva de lo que llevas puesto (o no) e incluso empezar a tocarte, grabando solo tu respiración acelerada y tu orgasmo.

No solo consigues que la otra persona disfrute del factor sorpresa, preparas el terreno y varías en tu rutina sexual. Te garantizo que, desde ese momento, esperarás los audios con mucha más expectación.

Eso sí, asegúrate de que se lo estás mandando a la persona correcta. Tu tía no tiene por qué oírte describir esa fantasía sexual que merece una calificación por edades de ‘+18’ cuando solo te preguntó si ibas a su fiesta de cumpleaños del fin de semana.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué durante el sexo ‘más intenso’ se traduce en ‘más violento’?

Que nuestra sexualidad está condicionada por los referentes que nos rodean, es algo que -teniendo en cuenta el furor por el BDSM tras ‘Cincuenta sombras de Grey’ entre otras cosas- nunca me atrevería a negar.

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Las películas, las series de televisión o incluso los sucesos de actualidad (las violaciones grupales han disparado las búsquedas de estas prácticas en páginas web de pornografía) nos pasan factura mental y sexual.

Un ejemplo que os voy a comentar os va a resultar más que conocido.

En más de una ocasión, en pleno arranque pasional cuando estás queriendo subir todavía más la temperatura del polvo, he pedido aumentar la intensidad.

Seguidamente me han dado un cachete a mano abierta (ojo, que me encantan), me han cogido las muñecas con fuerza, me han tirado del pelo o me han sujetado del cuello.

Y es que actualmente, el resultado de la traducción de más intenso entre las sábanas no es otra que un sexo más violento.

A estas alturas de la película, la de mi vida, y conociendo un poco a las personas que han pasado por ella, entiendo que no son otra cosa más que fruto de una educación sexual basada en repetir lo que han visto en la pantalla del ordenador o del teléfono.

Sin embargo, llegado el momento de reflexionar sobre el camino que nuestra sexualidad ha tomado, hay que pararse y echarle un vistazo a los pasos, porque están algo torcidos y aún se pueden enderezar.

Intensidad, según el diccionario de sinónimos, es potencia, vehemencia, entusiasmo, magnitud… En ningún caso encuentro palabras que recuerden a la rudeza.

Así que la próxima vez que os pidan intensidad, o que queráis ponerla en práctica, apostad por sacar los pies del tiesto en el que llevamos metidos hasta ahora y aumentar el ritmo, mirar fijamente a la otra persona, acariciarla en esa zona que le pierde o salir a la terraza a seguir haciéndolo.

La pasión se puede conseguir de muchas maneras. Aunque las agresiones puedan formar parte del juego, no son la única alternativa.

Duquesa Doslabios.

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