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¿De verdad hace falta una copa menstrual específica para tener sexo?

La relación con nuestra propia regla es complicada. En mi colegio, cuando nos bajaba, íbamos al baño con la compresa bien escondida en la manga del jersey del uniforme.

El miedo de que miraran en la mochila, descubrieran tampones y se burlaran de ti al decir que te gustaba ‘meterte algo por ahí’ también estaba presente.

Esos primeros años menstruando, los peores si me preguntas, tenemos por un lado la enseñanza teórica -porque lo hemos dado en Biología- de que es algo natural, pero en la práctica, es un motivo de burla.

pareja sexo

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Llegamos a la edad adulta con un máster en esconder la regla.

Cargamentos de productos de higiene sanitaria siempre encima, ropa oscura por si hay fugas y dosis de antiinflamatorios para que podamos seguir trabajando como si nada.

Lo escondemos hasta a nuestras parejas sexuales, ante la duda de si ha bajado ya, muchas preferimos decir que mejor otro día no vaya a ser que se manche ligeramente un dedo u otro apéndice de sangre.

Podría parecer que la solución a esto es la vuelta de tuerca que le han dado a la copa menstrual.

Hay marcas que han sustituido la rígida parte de abajo, por una fina lámina flexible de silicona médica que en teoría permite que se pueda colocar más arriba y dejar el canal de la vagina libre para la acción, libre de sangre.

Por lo pronto, la idea de base ya me parece bastante coitocentrista, porque el órgano del placer, el clítoris, se estimula desde el glande y es una zona que está fuera de la vagina.

Así que la prioridad no parece el disfrute femenino, sino que estemos todos los días del año con la disponibilidad de echar un polvo con penetración (sin manchar a nuestra pareja sexual).

¿Y no es a la vez un refuerzo de esa idea de la adolescencia de mantener la sangre oculta del resto de personas?

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Entre que la regla hace su aparición, con esos primeros manchurrones intermitentes de color indefinido, y finalmente se va, puede prolongarse hasta 6 días.

La idea de que pasemos 72 días del año intentando encubrir un proceso natural de nuestro cuerpo me apena y enfada al mismo tiempo.

Sobre todo porque muchas de nosotras hemos podido sentir asco o preferir usar tampones -que llevan unos blanqueadores que son equivalentes a rociarte la vagina de productos muy nocivos- con tal de no ver o tocar la sangre propia.

Esa idea no ha llegado a nuestra cabeza de repente, son una repugnancia y una vergüenza aprendidas.

Por eso es importante reconciliarnos y naturalizar lo que nos pasa por dentro del cuerpo.

No creo que necesitemos más productos a la venta que nos ayuden en la tarea de tapar cuándo menstruamos, sino que, por el contrario, debería estar más que presente, presencial.

Porque solo se nos han enseñado medidas de contención de la sangre, pero no que esta supone un excelente lubricante para mantener relaciones sexuales; que ante el miedo de manchar la ropa de cama, se puede poner una toalla oscura o que el orgasmo es un analgésico natural para las que sufrimos dolores por la regla.

Y esto de aceptar y vivir con normalidad nuestra regla, incluye mandar a paseo a quien siente repelús de la sangre, pero propone meterla por el culo.

Mara Mariño

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Ni tampones ni la copa mentrual, así es la regla con el sangrado libre

No sé si he probado todos los sistemas de contención de sangre en mis días de regla, pero casi: compresas, tampones, más adelante la copa -para ser más ecológica-, las compresas de tela y, mi último descubrimiento, las braguitas menstruales.

tampones

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Aunque siempre mi método favorito era o bien el de los tampones o el de la copa, me parece menos engorroso cuando va todo por dentro -aun con los riesgos que conlleva a la hora de vaciarlo-.

Pero hace poco, me habló una amiga del sangrado libre y me hizo reflexionar sobre mi manera de vivir mi propia menstruación.

Suelo sentirme como una barca que hace aguas y a la que hay que ir achicando el líquido, pero al final, son inventos muy recientes.

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Yo quería experimentar la regla al estilo natural, de nuestras primeras ancestras, así que seguí el consejo de mi amiga de dejar que el día del sangrado libre me pillara trabajando en casa.

El sangrado libre no tiene trampa ni cartón, como su nombre indica es dejar que la sangre fluya de manera natural fuera de la vagina sin ponerle obstáculos en el camino.

Y aunque yo al principio era un poco contraria a ello, bien que me engañaba a mí misma diciéndome que la regla se me había pasado en el tercer día y me cargaba toda mi ropa interior en los días siguientes.

Aunque claro, una compresa o braga menstrual sí que necesitas si no quieres terminar con la habitación como el día de la matanza del pueblo.

Que la sostenibilidad está genial, pero si implica que tienes que poner una lavadora de las cinco veces que te tienes que cambiar el pantalón, ya no es tan ecológico.

 

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El truco está en el suelo pélvico. Si lo tienes ejercitado -que es para lo que viene genial hacer ejercicios de Kegel-, puedes ‘apretarlo’ cuando sientes que la sangre empieza a bajar.

Lo reconocerás porque es la misma sensación de cuando te cae el moco en forma de agüilla por la nariz -perdona que me ponga escatológica-, solo que en tu vagina.

Ahí aprietas los músculos y buscas el baño más cercano.

Una vez sentada en el váter, relajas la musculatura y aprietas hacia afuera tus músculos de la vagina, como cuando haces fuerza para ayudar a que salga la compresa o el tampón.

Luego te limpias bien y repites el proceso cuando notes que vuelve a haber sangre.

Para las más puristas en el tema del sangrado libre, usar bragas menstruales es un poco trampa.

Aunque yo, personalmente, vivo con la seguridad de que si aguantándome los músculos hay alguna fuga, no voy a tener que cambiar toda la ropa de cama.

En teoría, por lo que me ha contado mi amiga, hacerlo en casa es parte del entrenamiento inicial.

Pero en teoría, una vez lo tienes controlado puedes salir a la calle y hacer tu vida con absoluta normalidad -y sin ninguna barrera de por medio-. Usando ropa negra, eso sí.

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A la vista está que fuimos juntas a bailar bachata y de vez en cuando me decía: «Me voy al baño, que me toca menstruar».

Para mí era casi mágico que tuviera ese control y no fuera dejando un hilillo de sangre por el camino (algo que me pasó un verano que mi compresa excedió el límite y no sabía que podía manejármelas para ‘cerrar’ la vía de salida).

Otros beneficios, aparte de poder prescindir de productos desechables, es que te conecta mucho con la menstruación. Al final, es una parte natural que nos acompaña, pero entre tanto suministro de higiene, vivimos muy distantes de lo que nos sucede a nivel interno.

Con el sangrado libre realmente convives con ella, conoces tu cuerpo y, sobre todo, asumes que pringarte es parte de la menstruación y no pasa nada no vivirla escondida o con vergüenza, como a lo mejor nos pasa en los primeros años de regla.

También te permite tener una conversación sobre ello con las personas que vives («¿De qué es esa mancha? Ups, no llegué a tiempo») y, en definitiva, vivir lo que es un proceso biológico como es tu ciclo, con normalidad absoluta.

Mara Mariño

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Placer con la regla si lo haces con tu pareja: lo que sí y lo que no

Cada mujer es un mundo y quería empezar recordando que eso de que con la regla estamos que nos subimos por las paredes más calientes que el asfalto de Madrid en agosto, no siempre es del todo cierto.

Hay días que te apetece un buen meneo y otros que tienes todo tan inflamado que lo más cerca que quieres un pene es a cinco metros. Nuestra libido es una montaña rusa esos días del mes.

pareja besándose

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Y por esa razón, saber qué puede ayudarnos durante esos días para que el placer entre en la ecuación es fundamental.

Los orgasmos son analgésicos naturales que disminuyen el dolor por la liberación de hormonas y neurotransmisores, así que más vale que les des una oportunidad.

Como creo que sola te las apañas (no tengo ninguna duda de ello), he decidido centrarme en cómo puedes hacer si estás en pareja.

Porque no siempre funciona, o bien porque la otra persona no tiene ni idea de cómo nos sentimos en ese momento concreto, o por desconocimiento de qué puede poner de su parte.

Y aunque, como dije al principio, cada una de nosotras es diferente, prueba con prestarle atención a esto para empezar.

Lo que sí:

Comunica en qué momento estás, si te duele o no o de qué manera te puede resultar más cómodo. Y esto va de que exteriorices que por tu bajón hormonal te apetece un polvo de esos cariñosos a que digas que te dé cinco minutos para ponerte la copa y así pueda practicarte sexo oral.

Busca tu comodidad: no es el momento de ponerte a hacer contorsionismo o liarte con juegos extremadamente complicados. Tumbada boca arriba se cortará el flujo de sangre y estarás más a gusto. Las almohadas son las grandes aliadas. Ponlas debajo de la cadera o encima de tu tripa si necesitas una fuente de calor extra.

Esponja menstrual: ya os hablé hace unos días de que es muy socorrida para que solo te preocupes por disfrutar, en vez de si tienes que poner la lavadora nada más acabar el polvo. Y, si por lo que sea te da cosa que la otra persona pueda estar en contacto con tu sangre (que no debería, aun así), también te permite olvidar ese agobio.

Lubricante: si el flujo es abundante, vas a disfrutar de un polvo fantástico donde todo fluye como la seda. Pero ¿y si es de esos días en los que manchas de manera intermitente? Si bien la penetración es opcional (será que no hay opciones a la hora de tener sexo), en caso de que quieras ponerla en práctica, un lubricante te ahorrará la sensación de tirantez.

Posturas period-friendly como el misionero, la vaquera o la cucharita son algunas que recomiendan desde Lelo e Intimina, que han analizado en qué posiciones nos encontramos más cómodas (y podemos alcanzarnos mejor el clítoris para que el orgasmo esté asegurado). Si tienes dudas de cómo ejecutarlas, ficha las fotos.

posturas sexuales regla

LELO/INTIMINA

Lo que no:

Estar bocabajo: poner el peso de tu cuerpo sobre tu tripa no es la mejor de las ideas, ya que puede empeorar el dolor. Colócate siempre prestándole atención a tus sensaciones y cambia de posición en cuanto notes la más mínima punzada (porque suele ir a más si aguantas sin moverte).

Penetración profunda: eso que es tan placentero cuando todavía no has ovulado y el cuello de tu útero está alto, se convierte en un auténtico infierno. El repiqueteo en el cérvix hace que disfrutar sea casi imposible, así que mejor apuesta por posturas en las que el ángulo no te resulte molesto.

Quedarte fría: parece impensable teniendo en cuenta las temperaturas del verano, pero los aires pueden ser muy traicioneros si estás sudando y de repente te enfrías. Una camiseta a mano o simplemente taparte la tripa con la sábana pueden salvarte la vida, créeme.

Olvidarte de la protección: vale que el riesgo de embarazo es menor, pero el que sigue siendo el mismo es el de contraer una infección de transmisión sexual. Es más, al haber sangre de por medio, el riesgo de transmitir el VIH es todavía mayor, así que sé responsable y no os la juguéis.

Mara Mariño

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La copa menstrual que se vacía está muy bien, pero…

Llega un día en el que tu copa menstrual pide la jubilación y es el momento de darle el descanso que se merece después de ser tu fiel compañera en todas y cada una de las batallas (menstruales) a las que os habéis enfrentado juntas.

En mi caso tenía muy claro que su sustituta iba a ser la copa vaciable. Mis ganas de probarla desde que se la compró una de mis amigas eran infinitas.

copa menstrual vaciable

EUREKA CUP

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La principal diferencia, como su nombre indica, es que por mucho que se llene de sangre, puedes verter su contenido sin sacarla.

Gracias al pitorro puedes vaciarla casi en cualquier parte sin tener que preocuparte por llevar siempre contigo una botella de agua y pañuelos de papel en el caso de que no haya lavabo disponible a mano.

A la hora de introducirla es bastante fácil. Solo hay que doblarla y meterla. Ni siquiera hace falta que quede muy lejos del orificio de entrada a la vagina.

Y es que la silicona de las copas nuevas es más blanda que las de primera generación, así que incluso si quedan más cerca de la entrada, no notas ninguna molestia.

¿Cómo vaciar la copa?

El tema fue aprender vaciarla, algo que puse en práctica en una situación bastante extrema: el baño de un tren con el movimiento que eso conlleva, en la postura universal de hacer pis en un baño público medio acuclillada sin tocar la taza.

Consejo: no hagas como yo y dejes la mano debajo de la abertura o te verás jugando al reto de no mancharte la ropa como si salieras de una clase de preescolar de acuarelas.

Es decir, no sueltes el pitorro. Sácalo enfocándolo hacia abajo, mientras aprietas el conducto, y una vez está fuera y bien colocada, relajas la presión de los dedos.

La gravedad hace su trabajo y en unos segundos la tienes completamente vacía (sí, los coágulos de sangre también pasan).

Tal cual terminó de vaciarse -te darás cuenta del momento porque ya no gotea nada-, volví a meter el pitorro, limpié el desaguisado y aquí no ha pasado nada.

Aunque si eres un poco patosa, como yo, o tienes predisposición a mancharte, unas bragas menstruales junto a la copa te sacarán del paso.

Mi opinión es que es un buen sistema para cuando no quieres ponerte a vaciar la copa porque estás fuera de casa y sospechas que tu acceso al agua va a ser limitado (a los festivales les gusta esto).

Aunque también llegué a la conclusión de que la mejor forma de vaciarla era sentada en el váter, ya que ahí la saques hacia donde la saques, no va a manchar el suelo ni la ropa.

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Eso sí, nada de sobrepasar las 8 horas de uso (recuerda que el Síndrome del Shock Tóxico está ahí). Por todo lo demás, no vas a sentir ni padecer.

Respecto al pitorro, una vez le coges el truco, te das cuenta de que es igual de sencillo dejarlo pegado a la copa cuando la llevas puesta, que sacarlo con cuidado.

Intenta no ir con prisas y, en serio, si todavía no lo has hecho, dale una oportunidad a las copas. A la que quieras.

Recuerda que el plástico de tu primer tampón o compresa todavía sigue por ahí, rondando.

Mara Mariño

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Sexo con la regla sin manchar: la esponja menstrual que va a cambiarlo todo

¿Te imaginas que te baja la regla y no tienes que preocuparte de dejar las sábanas como el interior del bote de Ketchup? Esa sí que es mi fantasía sexual.

Pero lo más fuerte es que han inventado un sistema para que eso no suceda: meterte una esponja por la vagina. Literalmente, en eso consiste el ‘tampón’ Comfort 365.

Pareja cama sexo

Y yo, que en eso de meterme cosas aleatorias por ahí, tengo algo de experiencia, me lancé en picado ante la idea de no tener que frotar con agua fría toda la ropa de cama como cada vez que hay una fuga en esos casos.

Así que, valor y al chocho, que se podría decir cuando se trata de poner en práctica lo de la esponja de Be.

La teoría parece facilísima: una esponja con forma de gota que se introduce a modo de tampón con la parte curva hacia dentro y la puntiaguda hacia abajo.

Por experiencia, la copa a veces puede ser un poco juguetona en ese aspecto, sobre todo cuando insiste en abrirse a mitad de camino y te da la sensación de que tienes un tupper atravesado.

En cambio, este invento pasa rápido e indoloro. Como el donuts hinchable en el parque acuático. Eso sí, te tienes que asegurar de que queda colocado bien arriba.

¿Sabes cuando preguntas en cualquier bar que dónde está el baño y te dicen que al fondo? Pues esto igual. Hasta que no des con el tope, tú sigue empujando con el dedo.

Tranquila, que no se te va a perder, piensa que la vagina es como un vaso de tubo. No tiene a dónde escaparse lo que vayas a meterle. La vía de entrada y de salida es la misma.

Una vez tienes la esponja haciendo de Hodor -conteniendo tu chorreo-, es el momento de entrar en materia y, voy a decirlo, pasarlo bien.

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Porque lo bueno de esto es que no te enteras de si está o no ahí contigo. Quizás con la excepción de algunas posiciones en las que, algo más profundas, sí notas que están pasando cosas en tus entrañas.

No me mal interpretes, no es una mala sensación para nada. De hecho, es casi igual a cuando te entra algo de aire y te siguen dando sin que te dé tiempo a expulsarlo (venga, amiga, sabes perfectamente a qué me refiero).

Y sí, puedes tener un orgasmo igual de maravillosamente bien con un extra de tranquilidad, no necesitas que tu cuerpo esté siempre dentro de las cuatro esquinas de la toalla o cerca de papel higiénico.

El único momento crítico fue al intentar sacarla. Como buena novata literalmente corrí al baño a hacer el pis de rigor (siempre pasad por boxes después del revolcón para evitaros infecciones de orina).

Y ahí empezó mi drama. Confiada en que la esponja saldría sola me puse en modo busca y captura y nada.

Lo único que conseguí fue liarme. Todo me parecía esponjoso y empecé a pellizcar aquí y allá. En serio, ¿alguna vez os habéis fijado en lo esponjosas que somos por dentro?

Superamos en esponjosidad al bizcocho de yogur casero. Total, que de ir tirando de sitios blanditos que no eran otra cosa más que mis paredes internas, no fui a ningún lado más que a hacerme daño.

Estaba tan confusa que me hería a mí misma.

Ya asumiendo que lo siguiente que tendría mi noche iba a ser una visita a urgencias (verás que risa cuando les cuente que llevo una esponja metida ‘ahí’, pensaba yo), me volví a releer el prospecto.

«Se recomienda después de mantener relaciones sexuales, esperar un tiempo antes de su retirada, para que la vagina vuelva a su estado natural«, decía el folleto.

Una hora después de terminar, volví a la carga. Y sí, cuando estaba en su ‘estado natural’ me mostró la luz al final del túnel, que no era otra cosa más que la esponja al final de mi vagina.

Sacarla no fue tan sencillo como el prospecto, que según afirma basta con enganchar el dedo y tirar hacia abajo.

Lo mío fue algo más parecido a cuando Mulán tiene que pescar resbaladizos peces del río a manos desnudas.

Primero tiro de este lado, ahora empujo hacia abajo, ahora lo engancho entre las uñas del índice y del dedo corazón…

No sé muy bien cómo, pero aquello salió. Mi parto esponjil terminó de la mejor manera y fui consciente del tamaño del asunto y de lo bien que lo había llevado.

Y sí, soy consciente de que uno de los puntos a favor de usar este tampón es para aquellas que prefieren no verse mucho la sangre.

Mi lectura es que es perfecto para los días en los que el flujo te monta un Aquapark en la entrepierna. Más que nada porque te soluciona el estropicio pero tienes la ventaja de que, al ser esponja y ser apretada entre embestida y embestida, no pierdes ese lubricante tan fantástico que es la sangre.

Solo que sin terminar como si hubieras cometido un asesinato, claro.

Mara Mariño

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Dejemos de fingir orgasmos o que la regla es maravillosa

Mis padres nunca me enseñaron a fingir, pero aprendí igualmente a hacerlo.

He fingido que no tenía miedo cuando me seguían por la calle yendo sola, incluso cuando los pasos han llegado a mi altura y me han dicho algo.

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He fingido que no me afectaban los comentarios de mis amigos cuando hablaban de sus antiguas parejas. Que si ella era «intensa», «demasiado emocional», una «loca»… He fingido no oír nada, un ataque de sordera instantánea.

He fingido estar muy ocupada, mirando el suelo o la pared, para que el chico del gimnasio -que no deja de mirar-, no pensara que estaba interesada por establecer contacto visual.

He fingido que la menstruación no era para tanto y que ese pinchazo, por el cual quería hacerme una bola en el suelo, no existía. He seguido trabajando.

Y, por supuesto he fingido orgasmos.

Porque ser mujer, para mí, ha sido también eso. Crear una realidad alternativa en la que fuera diferente lo que se veía por fuera, de cómo me sentía por dentro.

Doy las gracias a los avances en educación sexual que nos han liberado. Por ellos, me he permitido dejar de agobiarme por el reloj, que corre sin que yo me corra.

Por pensar que tardo demasiado y salir del paso fingiendo un orgasmo, para llegar a esas expectativas del porno de que solo con meterla es suficiente.

Se me acabó la etapa de refugiarme en un clímax fingido, digno de Oscar, por el hecho de querer terminar o pasar a otra cosa si no sabía cómo darme placer.

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Y dejar de fingir es tan liberador, que ya no quiero dejar de hacerlo.

Tanto como lo es disfrutar de los orgasmos reales, aunque tarden, aunque no sucedan siempre, aunque no sean tan escandalosos como los inventados.

Tanto como que exista una ley que permita que, a aquellas que no puedan trabajar por dolor de menstruación, no tengan que hacerlo.

A la mayoría esta medida no va a cambiarnos la vida. Muchas, como yo, tenemos dismenorrea y eso, aunque duela, no nos da una baja médica.

Pero ya podemos dejar de fingir que estamos delante del ordenador como si nada. Que la sensación de que tus entrañas se están estrujando no tiene que estar acompañada con una buena cara.

Por fin se reconoce lo que, para nosotras, era el día a día con la regla: un problema real que nos afectaba el rendimiento por estar sintiendo un dolor inaguantable.

Y dejar de fingir es dejar de mentir. Aunque signifique hacer ver, por primera vez, que las cosas no son como muchos de mi alrededor quieren.

Los mismos que quieren creer que la puerta del orgasmo se abre solo con su pene. Pero también quienes me han puesto mala cara trabajando, por no poder disimular el gesto de dolor cuando esperaba a que hiciera efecto el ibuprofeno.

Porque en el momento que nuestras diferencias no supongan un impedimento, conseguiremos, por fin, (más que igualdad) equidad de condiciones.

Mara Mariño

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De mi yo treintañera a mi yo de 20 años: tranquila, el sexo mejorará

Hoy, que he cruzado el umbral del tercer dígito, no podría parecerme mejor momento para analizar como han sido estos últimos diez años.

De ahí que, a ti -mi yo que se estrenaba en la veintena-, haya decidido escribirte esto.

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El sexo mejorará. Tu repertorio de fantasías, también. No le des tanta importancia a que haya un sentimiento detrás cada vez que te bajas las bragas. Es culpa de tu educación católica. Permítete disfrutar sin apegarte a nadie.

Deja de pensar que algo no va bien porque no llegas al orgasmo en la penetración. Estás perfectamente. Sabes cómo pasártelo bien con tu clítoris. Úsalo.

No te preocupes tanto por el tamaño de su pene. Te da igual por el punto anterior. Preocúpate por cómo mueve la lengua.

Sé sincera. No digas que le llamarás si no vas a hacerlo. Admite que no sientes química entre vosotros y que no habrá una segunda cita, así no pierde el tiempo escribiéndote y tú no te sientes tan agobiada cada vez que lo hace.

No le saques defectos a tu cuerpo porque la publicidad te diga que debes hacerlo. Vas a querer a tus celulitis y estrías porque son parte de ti.

Que no, no tienes las tetas pequeñas, así están perfectas.

Masturbarte cuando te duele la regla va a ayudarte a que se te pasen antes los dolores. Ponlo en práctica cuanto antes.

No te hagas la cera en el pubis. Van a dejar de salirte pelos en algunas zonas para siempre.

De hecho, no te obsesiones tanto con la depilación. A mi edad deja de preocuparte cortarte los pelos y te preocupa más cortarte la uña del índice para no arañarte el clítoris.

¿Y esa postura que tanta vergüenza te daba? Ahora es tu favorita.

Mara Mariño

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¿Es normal que con la regla cueste más llegar al orgasmo?

Te afecta al humor, a la talla de pantalón, a las horas de sueño, a las ganas de comer… ¿Cómo no iba a afectarte la regla a la hora de tener orgasmos?

Lo bueno de conocerme al dedillo mi ciclo menstrual es que sé en qué etapa del mes llegar al orgasmo me va a resultar más complicado.

La que coincide con la semana previa a que baje la regla.

PEXELS

La ovulación es el momento estrella del ciclo cuando hablamos de la facilidad a la hora de correrse.

Con los estrógenos por las nubes, el flujo vaginal aumenta. Esa lubricación natural hace que el sexo sea estupendo.

Pero después de haber ovulado, el nivel de estrógenos baja y sube la progesterona.

La vagina no produce flujo, por lo que está más ‘seca’ y puede ser difícil disfrutar de la penetración.

Al sentir molestias o incomodidad, es complicado llegar al clímax. Lo que no sucede si en vez de coito se opta por otro tipo de práctica.

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En cuanto a la menstruación, pueden pasar dos cosas si se decide tener relaciones en esos días del mes.

O bien un sexo maravilloso en pleno día de sangrado abundante, ya que la sangre hace las veces de lubricante.

O un polvo menos espectacular y algo desagradable. Esto se debe a que justo coincide en el momento en el que no hay apenas sangrado.

En ese momento los estrógenos no son lo bastante abundantes como para que hay un flujo normal.

Además de que el lubricante puede ser una buena solución para tener a mano siempre, queda prohibido estresarse.

Y, por mucho que el ciclo pueda afectar, hay muchos factores que nos ayudan o nos frenan en el camino al orgasmo.

Así que mi sugerencia es dejar de darle vueltas si hay veces que no nos sale y pensar en disfrutar más de la travesía que del final.

Duquesa Doslabios.
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Sí, hay bragas menstruales bonitas que además van a cambiar tu forma de vivir la regla

Vamos a abrir el melón de las bragas de la regla. Y ya sabes a cuáles me refiero, esas anchas que llevas usando desde hace años.

Las mismas que tienen la goma cedida, el color desteñido y el forro interior entre gris oscuro y marrón de todas las manchas que han ido cayéndole desde que las relegaste a la categoría de la menstruación.

CHANTELLE

¿Pero y lo cómoda que te sientes cada vez que te las pones?

No solo son las que puedes manchar alegremente sino que evitan que te cargues las que tienes en el cajón y que reservas para ocasiones especiales (noches con tu crush y visitas a la ginecóloga, las dos veces en las que más te interesa llevar ropa interior bonita).

Sin embargo el universo de la ropa interior habilitada para los días en los que sangras y te sientes hinchada no termina ahí, es más, cada vez son más populares las bragas menstruales, pero las menstruales de verdad.

La diferencia respecto a las que tenemos en casa desde hace siglos es que llevan un tejido absorbente que nos permite sustituir los tampones, compresas o copa menstrual y usarlas solas.

Además, no tienes que preocuparte porque manchen la tela, esa es precisamente la idea.

Y tranquila que luego las lavas en la lavadora y sale toda la sangre, así que no solo te despides de la angustia de que tu nuevo tanga se pueda manchar, sino que encima no tienes que dejarte tanto dinero ya que si las cuidas bien te duran años (y con lo que te ahorras te vas de cena con tu amiga).

Tania Correa es Directora de Comunicación de Chantelle, una firma de lencería que ha sacado su primera línea para el ciclo menstrual.

Ella va a resolver todas las dudas que te puedan surgir sobre si es el momento de que te hagas con unas y empieces a familiarizarte con tu menstruación de una forma nueva.

«Es un producto sostenible de calidad, libre de sustancias químicas, de olores y transpirable. Además, las bragas menstruales pueden representar una inversión inicial pero un ahorro económico a la larga», señala la directora como ventajas de las bragas respecto a otros productos.

¿Son más cómodas que llevar una compresa?
Es un producto discreto, diseñado sin costuras, fabricadas con tejidos ultrasuaves, elásticos y ecológicos, todos los productos tienen la certificación STANDARD 100 de OEKO-TEX®. Están diseñadas para absorber 12 horas de flujo cualquier día del ciclo menstrual.

¿Cuántas bragas de este tipo es recomendable tener?
Cada mujer tiene un ciclo menstrual diferente, pero en general se necesitan 2 bragas por día (1 de día y 1 de noche) Para cubrir un ciclo completo, se necesitan 5 bragas menstruales en promedio.

¿Se deben complementar con el uso de otros productos como copa menstrual o tampones o se pueden utilizar solas por su gran capacidad?
La bragas menstruales de Chantelle están diseñadas para usarse solas pero, cada mujer es diferente, por eso recomendamos testar el producto gradualmente, en casa, por ejemplo.

¿Cómo se limpian?
Antes de usar se deben lavar en la lavadora a 30º máximo antes del primer uso. Después de usarlas por primera vez hay que enjuagar la braguita con agua fría (a menos de 30 °) hasta que el agua se limpie. Después se lavan en la lavadora (a 30º como máximo) sin usar suavizante porque reduce las propiedades del tejido. Por último se tiende la braguita para secar (no utilizar secadora) y se guarda sin planchar.

¿Cuántos años duran?
Están confeccionadas con tejidos de muy buena calidad, testados y aprobados por los estándares de Chantelle. El número de veces que puedes usarlas dependerá de cuántas veces las uses por ciclo, cómo las cuides (siguiendo las instrucciones de cuidado). Están diseñadas para durar al menos 7/8 años si se usan una vez por ciclo.

¿Corremos el riesgo de padecer Síndrome de Shock Tóxico con las bragas menstruales?
La mayoría de las protecciones higiénicas contienen sustancias tóxicas nocivas. Esta es la razón principal por la que han aparecido en el mercado las bragas menstruales. En cuanto a los componentes de nuestras braguitas menstruales, apostamos por productos cuya composición es libre de riesgos y libres de químicos: materiales naturales y ecológicos (algodón orgánico certificado GOTS / viscosa de bambú / 75% microfibra reciclada + certificación OEKO- Tex).

Si a una amiga le baja la regla, ¿podemos dejarle nuestras bragas menstruales?
Recomendamos mejor no compartir este tipo de producto.

¿Por qué en Chantelle han decidido sacar ahora este producto?
El objetivo de Chantelle es estar presente en cada momento de la vida de una mujer apostando por la comodidad dentro y fuera de casa. Por eso nació Chantelle Life, la categoría que proporciona una amplia gama de productos para el cuidado diario e higiene femenina de forma sostenible y responsable con el medio ambiente.

¿Está cambiando la percepción que tenemos las mujeres de la regla o es que nos preocupamos más por el medio ambiente?
Según los datos a lo largo de su vida, una mujer utiliza entre 10.000 y 17.000 protecciones higiénicas desechables (compresas o tampones) y además estas protecciones higiénicas están hechas con sustancias nocivas. En Chantelle nos caracterizamos por escuchar a las mujeres y estar pendientes de que demandan. Observamos que las consumidoras buscaban una forma más respetuosa y un cambio hacia un producto reutilizable, lavable y eco-friendly. Un producto de larga duración y que a su vez tuvieran un diseño fino y elegante.

Sus dos modelos Graphic y Lace están disponibles de la talla 36 a la 54 para que todas podamos usarlas.

Duquesa Doslabios.

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Flexibilización menstrual: ¿la solución si nos baja la regla en el trabajo?

Llevo dos días doblada literalmente. Desde mis 15 años hay días que la regla me tumba hasta el punto de que estar sentada en una silla es inaguantable por los dolores que siento en la parte baja del abdomen.

Y delante de la pantalla del ordenador, tratando de disimular mientras el resto de la oficina seguía ajena a que mi útero era el equivalente a la erupción del Etna versión menstrual, pensaba en lo duro que era tener que trabajar estando así.

UNPLASH

Conozco amigas que pasan sus reglas como quien pasa una tarde en El Retiro, a gusto y relajadas. Otras solo necesitan una pastilla para sentirse bien y continuar con su vida. Las hay que, como yo, por mucho ibuprofeno que tomen, tienen que pasar momentos aguantando las ganas de hacerse una bolita acurrucadas sobre sí mismas y otras que incluso no pueden ni levantarse de la cama.

Cada una es un mundo.

Le digo por chat a mi compañera que cómo agradecería poder hacer teletrabajo estos días, que en pijama, sin tener que hacerme un paseo de media hora a pie, cualquier regla es más llevadera. Al poco empezamos a hablar de Girona y su flexibilización menstrual.

El ayuntamiento de la ciudad ha aprobado una propuesta que te permite cortar el día si te encuentras mal. Algo que en un primer momento me parecía buena idea hasta que, una vez dejé de leer en diagonal, llegué a la parte que me dejó helada. Esas horas había que recuperarlas.

Por un lado puedo entender que si te coges unas horas porque tienes que acompañar a tu madre al médico, tienes un curso o un trámite, recuperes ese momento. Pero, ¿es lícito tener que recuperar horas cuando te encuentras físicamente mal? ¿Es justo que si contraes un gripazo o una gastrointeritis, te hagan luego trabajar esas horas una vez te has recuperado?

Como dice mi amiga, nos explotan por partida doble. Y razón no le falta. Porque no es ya que seamos igual de productivas que un hombre en condiciones normales, es que si tenemos la regla nos toca serlo más empleándonos el doble.

Esforzarnos, aguantarnos y medicarnos para que no afecte en ningún caso. Y nosotras no solo nos hemos acostumbrado a este esfuerzo titánico, a trabajar con dolor. Sino que vemos normal hacerlo y que no se reconozca que una vez al mes pasamos por un periodo de malestar físico.

Claro que a las empresas no les interesa que esto se reconozca. Somos una fuerza laboral que debe ser siempre productiva. Si nos encontramos mal igual de difícil es tener que trabajar como si nada nos pasara que tener que, como en el caso de Girona, devolver esas horas.

Un tiempo que no hemos usado para nuestro disfrute, sino para lidiar con dolor.

Es poco probable que en algún momento se reconozca la dismenorrea como un problema que merece una solución (que no un atajo) de cara a compaginarla con la jornada en la oficina. Hasta entonces, y como yo, aguantar el tirón y si no nos vemos capaces de trabajar -porque la molestia se nos hace demasiado cuesta arriba-, excusarse con un dolor que laboralmente esté mejor aceptado.

Si nada de eso funciona, como propone mi compañera, servir la venganza en horas de Facebook sin moverse del puesto de trabajo.

Duquesa Doslabios.

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