Archivo de la categoría ‘amor propio’

‘El grosor si importa’, los estereotipos tras las intervenciones para aumentar el pene

Si algo me ha sorprendido aprender como sexóloga es que el sexo tiene más relación con el cerebro que con los genitales.

Un pensamiento incontrolado o las ideas que te rondan la cabeza por la educación que has recibido, pueden alejarte o acercarte al orgasmo.

platano pepino medidas

PEXELS

Por eso, a la hora de tratar las disfunciones sexuales, conocer la mentalidad de la persona al respecto da pistas de por qué puede estar sucediendo el problema.

Es una batalla difícil, la escuela sexual por excelencia es la pornografía y resulta complicado luchar ante la idea de que el sexo no es solo meterla y, por tanto, el pene no es el coprotagonista.

Si a eso le sumamos que por redes sociales están empezando a circular anuncios de intervenciones para el pene, el estereotipo ya tiene un producto accesible en el que sostenerse (y personas que se lucran de ello).

La promesa es que este procedimiento es capaz de aumentar entre dos y tres centímetros el diámetro.

Con mensajes como «No te conformes con lo que tienes», estos anuncios hacen mucho hincapié en el automático subidón de confianza.

Porque hay algo innegable, independientemente de sus medidas, todos los hombres se han sentido inseguros alguna vez acerca del tamaño de su pene.

Los engrosamientos de pene puede que no vayan a llegar al número de operaciones de pecho o nalgas que han logrado las hermanas Kardashian con su influencia.

Pero están lanzando el mensaje tan nocivo como equivocado de que tu pene no es suficiente y eso es caldo de cultivo de problemas sexuales.

La tiranía del tamaño

Al creer que realmente necesitan engrosarse el pene, se sigue perpetuando la presión falocentrista de que una sexualidad placentera depende del tamaño de los genitales.

Y, por ende, la continuación de la falsa creencia de que el coito es la práctica sexual por excelencia.

Con relleno de ácido hialurónico, grasa infiltrada o injertada, si a algo suenan estos procedimientos para aumentar el diámetro del pene es a dolor.

Y, en el caso de algunos de ellos -los menos invasivos-, los resultados no son permanentes y requieren que se vuelva a consulta con cierta periodicidad para mantener la medida deseada.

Te puede interesar leer: ‘A mi novio no se le levanta’

Sin embargo, esto de cambiar una parte del cuerpo para que tenga un aspecto que creemos que es el que debe tener, pero al mismo tiempo solo hay un único modelo de belleza (que es tenerlo más grueso), ¿no nos suena a tiranía estética?

Para acabar, quiero recordar que hay un sinfín de prácticas íntimas donde da igual el tamaño que tengas de pene, lengua, manos…

Porque por mucho que vendan este procedimiento como que «ha revolucionado la vida de cada hombre», no hay nada más revolucionario que entender que el sexo se disfruta con toda tu persona y no con solo unos centímetros de tu cuerpo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en InstagramTikTokTwitter y Facebook).

Cómo ‘milf’ y ‘dad bod’ reflejan desigualdades de género en la sexualización a los 40

El otro día subía un vídeo hablando del dad bod, un concepto que se utiliza para definir los cuerpos de hombres de mediana edad que no están en forma.

Literalmente es la traducción al inglés de ‘cuerpo de padre’, un término que se ha popularizado en los últimos años en un sinfín de artículos poniendo como ejemplos de esta constitución a actores como Leonardo Di Caprio, Adam Sandler, Pierce Brosnan o Javier Bardem.

O, como se les llama también en español, «fofisanos».

hombre bata dad bod

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Según la revista GQ en uno de sus artículos, en concreto el de Por qué el cuerpo de padre es sexy, el dad bod es «un cuerpo de tío sanote. Nada demasiado excesivo, pero un poco de tripa asomando bajo la tela de la camiseta».

Claro que en una sociedad que mide el éxito en términos de atractivo, a la vez que estipula los arquetipos de belleza, que una de las revistas masculinas más leídas se refiera en esos términos a la falta de tono físico en los hombres, no es casualidad.

Por otro lado, las revistas femeninas se sitúan en el otro extremo de la balanza. Ante la permisividad de esos famosos que posan en sus yates con una lata de cerveza, encontramos fotos de actrices o cantantes con brazos tonificados dignos de tenistas profesionales o abdominales de acero.

Nos hablan de la lista de famosas con cuerpazos a los 50 o se utilizan como ejemplos en artículos de Cómo estar mejor a los 50 que a los 30.

Es curioso el doble rasero de la prensa. El mensaje es que ellos pueden ganar peso y además seguir siendo considerados sexys, ya que el concepto de lo que es atractivo sexualmente se adapta para que entren en el espectro.

Nosotras, en cambio, no solo tenemos que estar delgadas, sino combatir al tiempo y estar más jóvenes que hace 20 años. Si no estás mejor a los 50 que a los 30, has fracasado. Si ellos están mejor a los 50 que a los 30, han triunfado.

El efecto ‘Homer y Marge’

La película de American Pie fue la primera en ponerle nombre a otro concepto que completa esta paradoja de la sexualización a partir de cierta edad en la sociedad.

Fue con el boom de la saga de comedias de instituto cuando se popularizó el término milf, que es la abreviatura de Mother I would like to fuck o, como se dobló en castellano, la «mqmf», «madre que me follaría».

Que le pusieran nombre fue la única novedad, las milfs en la pantalla llevaban mucho tiempo entre nosotras sin que nos hubiéramos percatado.

El premio se lo lleva Marge Simpson por la cantidad de años que estuvo la familia amarilla saliendo en nuestras pantallas.

Durante los más de 20 años que los personajes de Springfield nos han acompañado, la fórmula de Homer, gordo, amante de la cerveza y las rosquillas, y Marge, la devota madre de familia numerosa siempre delgada (nunca supimos sus comidas favoritas), son el ejemplo perfecto.

A ellos les siguieron Peter y Lois Griffin, Bob y Helen Parr (Los increíbles), pero también Diego y Lucía (Los Serrano).

El común denominador es el mismo: hombres fofisanos con mujeres que, después de la maternidad, mantienen una forma física estupenda. Y además son guapísimas.

En el momento en el que las representaciones que encontramos en las películas o series están reforzando estas ideas, nos encontramos con una cultura que perpetúa estos estereotipos de género en la sexualidad y construye no solo nuestra identidad sexual como individuos, sino en pareja.

Tener hijos cambia. Pero la sorpresa es que cambia hasta el punto de que si eres mujer se convierte en algo con lo que se te puede sexualizar.

La milf no se quedó en American Pie, es un término que se encuentra la pornografía y ha llegado a convertirse en una de las categorías más visitadas. Dad bod, por otro lado, no aparece en ninguna web de contenido para adultos.

¡Si encuentras hasta ilustraciones realizadas por fans de Marge Simpson, con un físico aún más sexualizado, ya que cambian las dimensiones de su cuerpo, en ropa interior, con posturas de sumisión o luciendo accesorios de BDSM!

De Homer no encontrarás este tipo de contenidos, lo que lleva a pensar que a las madres se las quieren follar, a los padres no.

Eso sí, no a cualquier madre, las mujeres que componen el imaginario erótico no tienen un cuerpo de haber pasado tres partos. No verás milfs con estrías en las tetas, la cicatriz de la cesárea ni tripas bamboleantes.

«Qué buena está la madre de mi amigo José», cantaba Dani Martín, no sabemos más de ella en el resto de la canción, lo importante quedó en esa estrofa.

En cambio, los hombres gozan con el privilegio de la aceptación. Su sexualización a partir de los 40 no cambia por mucho que sus cuerpos experimenten variaciones.

Siguen siendo percibidos como sujetos eróticos aún cuando su figura está menos esculpida.

Es más, volviendo al artículo de GQ, el dad bod se admira porque «no está obsesionado con el gimnasio», algo que se relata en el mejor de los sentidos. Los atributos que encuentras en el texto es que es un tío «auténtico» que está «cómodo» en su propia piel.

Pero, claro, es fácil estar cómodo en tu propia piel cuando al cumplir 40 años tu autoimagen no se ve atacada por los mensajes o referentes que nos rodean a nosotras.

Reimaginando la sexualidad a los 40

Cómo nos vemos físicamente no solo se construye con la opinión personal que nos formamos. El juicio externo nos valida o invalida porque mide cuán atractivos resultamos al otro.

Algo que además repercute de manera directa en nuestra vida sexual y relaciones de pareja, ya que es uno de los pilares de la autoestima sexual.

Sentir que a partir de una edad, tu cuerpo es menos aceptable, no solo es una desigualdad social porque nos afecta más a las mujeres que a los hombres.

También significa que habrá más probabilidades de vivir ciertas situaciones con incomodidad, vergüenza con nuestro propio cuerpo e incluso llegar al punto de sentir que la sexualidad es lo único que podemos ofrecer, tanto ante una pareja esporádica como en una relación.

Para terminar con una nota de esperanza, lo más revolucionario parte de la estimación de una misma, es decir desafiar y cambiar estas normas de género en la percepción de la sexualidad a los 40 pasa por autoaceptarse.

Que suena fácil, y no lo es, soy consciente. Pero puedes empezar por recordar que el cuerpo que tienes no solo es el tuyo (y por eso ya se merece mucho amor), sino que va a seguir cambiando y además va a seguir siendo capaz de experimentar un montón de placer que te va a hacer sentir genial.

Y, una vez reivindicado tu cuerpo, toca señalar también las narrativas de esos programas o películas en los que las representaciones corporales siguen este sesgo según los personajes sean hombres o mujeres.

Las relaciones de pareja sanas deben estar basadas en la igualdad, así que debe empezar en casa. Y es difícil que haya igualdad de condiciones si uno de los miembros puede aceptar sus cambios de la edad y el otro vive con la angustia, la presión y la inseguridad que le generan los mismos.

Así que, no solo es tarea nuestra sentirnos a gusto con nosotras, dar con parejas en las que la tónica habitual es el respeto mutuo es clave.

Hay una diferencia abismal entre tener a tu lado a alguien que te acepta con todo (edad, cambios corporales, de trayectoria, etc) y, una persona que fomenta esa presión (algo que puede pasarte a los 40, pero también a los 20). En cuyo caso lo mejor que puedes hacer es ponerle fin a esa relación.

En definitiva, la importancia de la sexualidad a los 40, a los 50 o a los 60, no debería estar ligada al aspecto físico. Necesitamos valores íntimos que se centren en la inclusividad, en la aceptación, en la igualdad, en el cuestionamiento de esas normas de género.

La única preocupación de nuestra vida íntima, según cumplimos años, no debería ser otra que centrarnos en ser flexibles y adaptar nuestra sexualidad a lo que nos va pidiendo el cuerpo y la mente en cada momento.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Pole dance, sexología, meditación… El retiro solo para mujeres con el que reconectas con tu sexualidad

Si pienso en mi madre o en mis abuelas, no se me ocurre otra cosa que el poder y sabiduría que me transmiten las tres mujeres.

Así que casi parece lógico que, reconectar con la sexualidad, sea algo que hagas guiada y rodeada de ellas.

mujeres

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

O, al menos, eso es lo primero que se me viene a la mente cuando empieza el Retiro La Loba, un fin de semana de tres días donde 13 mujeres nos conocemos en una casa rural cerca del Parque Natural Armañón, en pleno corazón de la montaña.

Y es que para Melanie Quintana Molero, sexóloga y una de las fundadoras, la conexión con la naturaleza tenía que estar ahí, ya que el cuerpo forma parte de ella.

El programa incluye desde una clase de sexología -con lo necesario para que aprendamos a conocernos por fuera y por dentro-, a una sesión de twerk para desbloquear la cadera (y la mente, ya de paso).

Hacernos dueñas de nuestro cuerpo es uno de los mayores desafíos para muchas.

Vivimos en él sin darnos mucha cuenta, bien porque el piloto automático de la rutina nos lleva sin pensar o bien porque nuestra relación con él es mejorable.

Janire López de Lacalle, la otra fundadora del retiro que es instructora de pole dance, se encarga de que nos expresemos moviendo brazos y piernas, el culo, la cabeza…

Todo con tal de ayudarnos a retomar la conexión física que podríamos haber perdido.

Aunque es en el momento de bailar alrededor de la barra metálica cuando la autoestima sube por las nubes.

Todas y cada una nos colgamos del pole con las otras como espectadoras, que nos vitorean como si fuéramos la mejor bailarina de la historia, aunque terminemos arrastradas por el suelo porque no hemos conseguido engancharnos.

La figura es lo de menos, lo importante era sacar esa ‘loba’, cuya imagen nos rodea en el retiro, a la luz.

Y vaya si sale.

Melanie Quintana Alooa

Melanie Quintana mostrando un modelo de anatómico de vulva y vagina de Alooa

La loba y la manada

Porque, cuando nos queremos dar cuenta, nos estamos tocando tiradas en el suelo con los ojos cerrados. Nos tocamos para nosotras y recordamos que la sexualidad empieza en una misma y no estando en pareja.

Los bloqueos, los traumas, los secretos… Todas las mochilas emocionales que llevábamos, junto al resto de equipaje, se comparte con el ‘clan’ bajo una premisa: no juzgar a ninguna.

Nos resulta tan fácil cumplirlo que, cuando nos queremos dar cuenta, estamos llorando por la de al lado.

Y levantándonos cada dos por tres a consolar a la que se ha abierto en canal y ha contado una historia, dura como la piedra que nos llevamos de recuerdo el día que hacemos senderismo por la montaña.

Al retiro llegamos 13 mujeres de sitios distintos de España. La mayoría, con nada en común. Y en 72 horas nos calamos hasta los huesos, nos empapamos unas de todas literalmente.

Cantamos juntas, comimos en silencio, meditamos para volver a nuestra infancia donde alguna encontró, o a su yo niña o el sueño perdido.

Nos rompimos de nuevo por historias de hace años. Nos dejamos reparar por nuestras compañeras cada vez que nos abrazamos y nos mecimos como si fuéramos las olas del mar.

Nos hablamos bonito. Nos reunimos alrededor del fuego y aullamos a la luna del cielo vasco estrellado. Gritamos de rabia, respiramos de alivio y golpeamos el suelo con fuerza para dejar salir eso que siempre recae sobre nuestros hombros: la presión de cómo debemos ser las mujeres hasta que se nos olvida qué es lo que queremos.

Nos besamos las manos, los brazos, el hombro, la frente, la cabeza, la parte que encontráramos a mano para consolarnos. Compartimos secretos que nadie o casi nadie conoce de nosotras mismas.

Repasamos lo que nunca nos habían enseñado de poner límites, de conectar con lo que queremos y cómo queremos hacerlo. Y lo bonito es que lo hicimos entre todas, aprendiendo hasta de las otras.

Aprendimos tanto, aprendimos a dibujarnos con boli y con las manos, a gozarnos, a intimar de verdad, yendo a la raíz del concepto en latín que es intimus, interior, que fue lo que hicimos.

Lo que llevábamos más oculto y que tanto nos pesaba, se quedó allí, de alguna manera, y, quien no lo dejó, sabe que ahora tiene a sus hermanas Ostara para compartir su carga.

Y de vuelta a mi vida, siento como el retiro me ha cambiado de una manera que no imaginaba. Yo, que escribo cada día de esto y siento que es difícil que me enseñen algo nuevo que me sorprenda.

Así que la conclusión es que fui atraída por la sexología, pero lo que más me llevé (además de una promesa hacia mí misma de quererme bien y priorizar mi bienestar), fue el amor.

El amor de todas las mujeres que, ya en la primera toma de contacto, empezó a fluir. Quizás por eso ha sido tan difícil decirlas adiós, pero por eso las noto tan cerca de mí.

Porque como nos abrimos el corazón, y nos hicimos un hueco, siempre estaremos ahí: dentro de las otras lobas y ellas en nosotras.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Por qué te enganchas tanto a quien pasa de ti (según la psicología)

Que levante la mano quien nunca ha estado detrás de una persona que parecía dar señales intermitentes.

Hoy le interesas, mañana te ignora por WhatsApp, pasado vuelve a la carga, al día siguiente hace como si no existieras y, de repente, te propone quedar y veros.

chico móvil

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Estas idas y venidas son lo que se podría considerar por los expertos en psicología un refuerzo intermitente.

Aunque en el mundo de las citas le hemos puesto un sinfín de nombres en inglés porque siempre queda más guay (o eso pensamos).

Es lo que explica los fenómenos de benching (estar en el banquillo), breadscrumbing (dar pequeñas muestras de afecto o atención que, a modo de miguitas de pan, animan a ‘seguir sus pasos’) y, por supuesto, el famoso ghosting.

El rey de los desplantes consiste en que la otra persona desaparece de tu vida de un día para otro, sin dar ninguna explicación, y después vuelve como si nada.

En definitiva, son todos los comportamientos que reproduce alguien que no se va del todo, pero tampoco se quiere quedar a intentar tener algo más.

Te puede interesar: Más allá del ‘ghosting’, maneras (malas) de ligar que deberían estar prohibidas

Y, aunque nos cueste admitirlo -porque cada vez tenemos más herramientas para afrontar estas situaciones-, tendemos a engancharnos a quien nos trata así.

No es que seamos masoquistas cuando a la quinta vez que nos hacen lo mismo, sigamos ahí, a la espera de una sexta.

Es que biológicamente esa intermitencia nos genera adicción.

Todo viene al experimento que hizo Skinner (el psicólogo, no el director de los Simpson) con unas ratas.

Estas tenían que pulsar una palanca y, en ocasiones recibían comida y en otras no, pero era de manera aleatoria.

Así que los roedores se veían pegados a la palanca pulsándolo una y otra vez a ver si había suerte, por lo que el nuevo elemento condicionó su comportamiento.

¿Te suena familiar?

La golosina, en nuestro caso, sería que te va a prestar atención, dar conversación, dedicarte un rato para quedar…

Por eso, en cuanto el trato cambia y entramos en una fase más fría o distante por su parte, quedamos a la espera y estamos con una predisposición positiva si vuelve a tratarnos de esa forma, sin perder la esperanza.

Siempre confiando en que, en alguna de las ocasiones que respondemos su historia y nos quedamos en ‘Visto’, contestará. Porque hemos aprendido que ya ha sucedido en el pasado, solo que no sabemos cuándo.

La promesa de que ya hemos tenido ese interés en algún momento -y puede volver cuando menos lo esperemos- es el mejor incentivo.

Pero, a diferencia de las ratas, tenemos algo que nos distingue.

Los pobres animalitos de Skinner estaban en una jaula. Destinados a participar cada día en sus experimentos psicológicos.

Su única opción era la de pulsar la palanca bajo la atenta mirada del experto, sin ninguna otra alternativa que la de esperar su premio.

Tú no.

Lo que te mereces es una persona que se quede porque se quiere quedar, que te muestre un interés constante, que te respete, que valide tus emociones, que te dé estabilidad mental, cariño constante y no ande descolocándote con idas y venidas.

Tienes la libertad de, ahora que te sabes la teoría y puedes identificar cuando te están haciendo caso a momentos, decidir que te vas, que ‘sales’ del experimento y te quedas donde (o con quien) el buen trato no cambie a la velocidad de un parpadeo.

Puede que hayas caído en el ‘condicionamiento’ de tu crush, pero ponerle fin es tu elección.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

A ti, que te hicieron pensar que era malo ser ‘intensa’

Si lees esto es porque te ha pasado como a mí, que te has planteado si te pasas de intensa.

No necesitas que nadie te lo diga a la cara, basta conque hagas un poco de reflexión sobre el fin de muchas historias que te han sucedido para que llegues a la conclusión de que puedes resultar abrumadora.

Especialmente a quien te gustaba mucho. Pero déjame decirte algo, no eres tú el problema.

mujer confianza intensa

PEXELS

(¿No me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

En el mundo de la apatía, de desaparecer de la vida de otra persona dejando de contestar, en el que no puedes pedir explicaciones ni llamar a las cosas por su nombre -aunque lo sean-, enfrentarse a las emociones reales asusta.

Y es la gente como tú la que se sale de esa norma extendida de indiferencia hacia todo.

Por eso ser intensa no solo se ve como algo malo, sino para algunos, una razón más que de peso para dejar de relacionarse contigo.

«¿Qué pasó? Se os veía muy bien juntos». «Es que ella era demasiado intensa». Como si lo raro fuera tener emociones en vez de desvincularse siempre de ellas.

Y es porque expresar el cariño, el afecto, querer que las cosas avancen, comprometerse, da miedo a quien no está preparado para esas cosas.

Así que en vez de dar un paso al frente y comentar esa inseguridad que se tiene de no estar a la altura de las necesidades afectivas, es probable que coja la puerta de atrás viendo que tú tienes las cosas claras y las vives con vehemencia, con fuerza, con intensidad.

Pero déjame que te diga también que no deberías cambiar.

Que tienes todo el derecho a sentir y compartirlo, no a que se queden solo en tu cabeza con la esperanza de que, callada y siendo discreta, complaciente y viviendo con el corazón a medias, vais a funcionar.

No deberías flaquear ni dudar de ti porque te diga que eres demasiado intensa, que te llegan los sentimientos demasiado deprisa, porque así eres tú.

No eres demasiado por tener respuestas emocionales normales de reír, llorar o enfadarte si te dan razones. No hay nada erróneo en que le digas que contigo no se puede comportar como un capullo si es lo que está haciendo.

Y mucho menos controlarte para evitar que se ‘asuste’, que le entren los sudores fríos, el miedo al compromiso, las excusas malas, la falta de responsabilidad afectiva…

Porque no es que tú seas intensa, es que la otra persona se te queda corta.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Más confianza en la cama: así puedes mejorar tu autoestima sexual

Puedes pensar que, por escribir este blog, en mi vida íntima no hay espacio para ningún tipo de vergüenza.

Y si puedo decir que es algo que ha ayudado a que mi manera de concebir el sexo sea más abierta, lo que viene siendo mi autoestima íntima, he tenido que trabajarla por cuenta propia.

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Tener confianza en la cama no es pasarte el día haciendo chistes de sexo o hablando del tema sin parar.

Es más, puede que hagas esas cosas para compensar lo mucho que te cuesta desenvolverte en esa atmósfera.

Lo que sí puedes hacer es dedicarte a ella. Y es algo que va desde aceptarte y entenderte, hasta saber expresarte.

La primera barrera a superar es la de la aceptación física. Que es normal que sea la asignatura pendiente de la mayoría cuando no tenemos los cuerpos que se ven representados no se parecen al nuestro.

Eso lleva a que no nos sintamos bien y busquemos la seguridad de la persiana bajada o la luz apagada para que no quede a la vista esa celulitis, se disimule la tripa.

Empieza por recordarte que todos los cuerpos son bonitos (y lo que es mejor, todos pueden disfrutar independientemente de su largo o ancho), nada de pensar mal de ti mirándote en el espejo.

Cuando estés en plena acción, no dejes que lleguen esos pensamientos intrusivos. Combátelos con lo bien que te está haciendo sentir la otra persona.

Otra estrategia que te puede venir bien es la de vestirte con una prenda especial o hacer algo que te inyecte esa autoestima. Todos tenemos una parte de nuestro cuerpo que nos encanta o que dispara el deseo de la otra persona (a veces incluso coinciden).

Puede ser que te dejes algo puesto y se transparente, el vello del pecho… Da igual siempre y cuando te haga sentir en contacto con tu lado más atractivo. Ponlo en práctica.

Caer en que merecemos el placer, cuando el tema de la exploración o el disfrute es tabú, tampoco ayuda a que tengamos confianza.

Te puede interesar: Sí, las mujeres nos masturbamos menos que los hombres (pero eso está cambiando)

Es más, cuesta sentirse con la seguridad de investigar por nuestros medios. Pero sin ello, no podemos conocernos y, por tanto, es imposible comunicar qué nos gusta.

Para evitarlo, familiarízate con el tema. Mira series que hablen sobre ello (Sex Education es un gran ejemplo), lee sobre ello… Normalízalo en tu vida como normalizas hablar del tiempo.

Cada persona tiene sus propias preferencias en la cama, así que tener confianza es poder contar las tuyas. Peor también, cuando te pilla en el otro lado, escucharlas de manera asertiva y mostrando interés.

Por último, puedes mejorar tu confianza, marcando los límites de lo que sí y lo que no quieres hacer en la cama. De la misma manera, aceptas los de los demás sin tomártelos como un rechazo personal.

Y a ti, ¿se te ocurre alguna otra forma de mejorar tu autoestima sexual?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

De perderle el miedo al sexo con la luz encendida

Yo era de esas, de las que buscan cualquier excusa para, apurando el minuto de antes, levantarme de la cama y bajar un poco las persianas.

Era de las que veía la luz como enemiga, nunca como aliada.

PEXELS

Como una chivata traicionera que señalaba mis hoyuelos de los muslos. Que se cebaba en las estrías de mi cadera.

Siempre la iluminación, bien natural o artificial, era quien decía a la otra persona que todavía quedaba algún pelo sin depilar, una pedicura pendiente de repasar, el pecho en un ángulo poco favorecedor, la tripa algo más hinchada por la cercanía de la menstruación…

Yo era de esas que buscaba la oscuridad solo para tener una cosa por segura, ya no sería posible ver que no era perfecta. Que mi cuerpo no era como el de las revistas.

Así que las persianas se bajaban, las cortinas se corrían (a diferencia de mí en ese momento de mi vida), la lámpara se apagaba y ya sentía que podía moverme en penumbras sin sentirme atenazada por el miedo de todas las inseguridades que la falta de ropa dejaba a la vista.

Y hablo en pasado porque aquella era, pero no soy.

Porque descubrí que el problema no estaba en la claridad en la habitación, que lo tenía mi punto de vista y que me estaba impidiendo algo tan bueno como disfrutar de un buen sexo.

Hice el ejercicio de aprender a mirarme diferente reflejada en el espejo antes de meterme en la ducha. De acariciarme el pecho, pequeño y desigual, pero mío y suave al tacto.

De apreciar las irregularidades de los pezones, de recorrer las pequeñas estrías blancas que lo recorren en algunas zonas.

También me reeduqué sobre la odiada piel de naranja dándole tregua, dejándole estar y viéndola de otra manera. Como mía y no algo ajeno de lo que deshacerse.

La vi como lo que es, un cambio de relieve que no cambia nada. Algo que no me impedía disfrutar cuando recibía un cachete certero.

La recorrí con la yema de los dedos, la estrujé clavándole las uñas, la solté, la manoseé y me gustaron todas las sensaciones. Disfruté de mí.

De repente, aquel físico en el que bajo la luz conseguía sacarle defectos constantes, me pareció precioso. Me sentí bien con aquel reflejo por primera vez.

Pero sobre todo, tenía la urgencia de exprimirlo a cualquier hora y momento. De echar un polvo a primera hora de la mañana sin pensar en los rayos que se colaran por la ventana. De no ponerle límites de tiempo o iluminación al sexo.

Y vaya si lo hice. Y lo sigo haciendo.

Duquesa Doslabios.
(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Emocionalmente accesible es el nuevo ‘y que tenga sentido del humor’

Conocí a un chico. Todo iba bien. Nos reíamos, hablábamos, pasábamos tiempo juntos, teníamos atracción física… Lo normal cuando alguien te atrae y tú de vuelta, vaya.

Pero empezó a estar ocupadísimo, podía ser el trabajo, que se encontraba en un mal momentoLos mensajes quedaban en leído.

Eso no significaba que no quisiera verme, lo contrario. Quería seguir conociéndome, yo le parecía muy interesante.

UNSPLASH

Las señales de alarma eran tan evidentes como mis ganas de ignorarlas en un principio. Cuando empezó con el «no te pilles por mí, ¿eh?» ya tenía que haberme olido que aquello iba a estar jodido.

Antes la masculinidad se demostraba en el control de las tierras, de la familia y de la mujer. Ahora la masculinidad, sin esos elementos, se demuestra con el control de los sentimientos.

Con el corazón en la independencia constante y sin tener ningún tipo de enlace romántico que la ponga en peligro. Con la puerta bloqueada a la accesibilidad emocional.

Y para eso, hay una serie de estrategias con las que estaba pendiente, a la espera de esa atención que tanto disfrutaba cuando estábamos los dos.

  • Siempre tenía lío, del trabajo, la familia, la pandemia… Su agenda estaba hasta arriba y no encontraba tiempo para nada, según él. Sorprendentemente, podía con todo menos con verme a mí.
  • Además es que le pillaba en un mal momento. Esa lesión de hace tiempo que le daba guerra, la historia de amor de su adolescencia que le hacía incapaz de enamorarse de nuevo…
  • No hacía ninguna promesa. Es más, recalcaba que íbamos con calma, que no había que pisar el acelerador sino vivir el presente.
  • Nos veríamos en el hipotético futuro, ya me diría a lo largo de la semana, cuando acabaran las fiestas o coincidiéramos en la misma ciudad. Pero que no me agobiara, lo iríamos viendo. Ya nos escribiríamos cuando se acercara la fecha.
  • Por supuesto, no entré en su vida más allá de los momentos en compañía.
  • Y, como no nos habíamos prometido nada, claro que había más gente con la que se escribía. Otras personas en su vida que yo tenía que fingir que no existían porque, a fin de cuentas, no es como si tuviéramos algo.

Aquello era tan obvio que yo decidí que no me merecía la pena estar detrás de una persona así. Me puse por delante sabiendo que no me valen tullidos sentimentales.

Lo contrario a las medias tintas es lo que debería compensarme.

Te puede interesar leer este tema: De los hombres que cuidan a las mujeres

Merezco (y mereces) a tu lado alguien que se abra, que exprese lo que siente con sinceridad incluso si es para decir que mejor ponerle punto y final.

Pero que no juegue con evasiones para que yo siga la idea de algo que no va a pasar. Todo para tenerme en el banquillo siempre a punto, lista para saltar al campo.

Y, si quiere continuar, que no le ponga vallas a lo nuestro. Que demuestre el interés, que me pregunte, me escuche, me diga que tiene ganas de verme y me haga un hueco para pasar tiempo conmigo.

Que me involucre, que le apetezca compartir una película, un postre o la historia de un mal día, que se centre en mí porque me valora.

Que sea capaz de comprometerse, de dar un paso al frente, de echarle valor y decir «apuesto por nosotros» y borrarse el Tinder.

Que tenga las cosas claras. Y lo claro sea yo.

Porque el sentido del humor está muy bien. Pero que viva sin límites las emociones, aún mejor.

Bastantes restricciones nos ponen hoy en día como para ponérselas a lo que sentimos.

Duquesa Doslabios.
(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Tú vales todo (aunque haya quien no lo sepa ver)

Hoy te escribo a ti. Directamente a ti, quién seas, en dónde estés.

Te escribo porque hay algo que debes leer en la pantalla para que cale el mensaje en tu cabeza.

Lo vales todo.

UNSPLASH

Y aunque necesitas recordártelo a diario, quiero que sea tu pensamiento de hoy.

Hoy, que quizás vas a trompicones con un corazón dolorido y las ilusiones hechas añicos.

«Ahí estás otra vez, si es que pareces tonta», parece gritarte el cerebro.

«Mira que te dije que esto podía pasar si dejabas a ese descerebrado de corazón al mando, que terminarían por hacerte daño».

Porque llega una altura de la vida, en la que la opresión en el pecho con forma de persona es ya un mal conocido.

Han sido pocas las veces este año que no la has sentido.

Así que aquí estás de nuevo, rota y entera al mismo tiempo.

Con el camino por delante, listo para recorrerlo en solitario tras tomar la más difícil de las decisiones.

Ponerte a ti por delante.

Algo que haces como mecanismo de autodefensa, pero también como reivindicación de tu persona.

Porque tú eres la primera que debe cuidarse y salir de algo que hace daño.

Pero también porque sabes lo que vales.

Y si digo que lo vales todo es porque contigo todo es precisamente lo que van a tener.

Todo, con sus cuatro letras, sus dos sílabas y esas oes tan abiertas como la que lleva amor (y dolor, irónicamente). No sabes darte a medias.

En concordancia de fase, te juraste hacerte responsable de lo que te implicara y no quedarte con menos, no ir donde no se te busca, no seguir a quien no quiere compañía.

Tus necesidades afectivas básicas siempre superarán a cualquier persona emocionalmente inaccesible.

Porque es el momento de dejar ir a quien no tiene problema en que te vayas.

Porque hay quien no está listo para tu amor (ni para ningún otro).

Porque tú no estás para perder el tiempo.

Porque no crees en las señales confusas.

Porque puede que seas la persona apropiada para alguien, pero no es esa.

Pero sobre todo porque debes tratarte como alguien que te quiere de verdad.

Mereces todo. Mereces ir sin frenos, sin marchas puestas, pisando el acelerador, disfrutando cada momento y siendo quien eres.

Dejando que las cosas sucedan de manera espontánea, natural, riéndote a carcajadas sin el miedo de si el chiste será malinterpretado, escribiendo un mensaje romántico de 500 palabras si te pones, muriéndote de ganas de ver a la otra persona que tampoco puede esperar a comerte.

Alguien que vuele contigo a la velocidad de la luz.

Alimentando a besos, soñando con los ojos abiertos con que eso va a ser algo más que otra historia que contar a las amigas cuando llegue al final.

Y si no puede ser así, que no sea. Porque no sabes (ni quieres) hacerlo de otra manera.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

En la era del pasotismo, mostrar interés es marcar la diferencia

No contestes rápido, no mires su historia al poco de que la haya subido, no le pongas un comentario… ¡Que no te vea en línea si está escribiendo!

Así de surrealista es conocer a alguien que me gusta hoy en día. Siguiendo unas normas no escritas que ni siquiera he podido decidir. Pisando el freno a fondo cuando el pie, y los sentimientos, me piden acelerador al máximo.

SKYN USA

Analizarlo desde el ojo crítico de quien ha pasado por una relación tóxica me da una ventaja: puedo identificar que, esta vez, soy yo misma quien se cohíbe y comporta de una forma diferente a como lo haría en realidad.

Me estoy cambiando.

Y la razón es el miedo. Ese de ser demasiado intensa, de hacerle tanto caso que se pueda sentir abrumado, de quedar como ‘fácil’ por estar, dicho claro y pronto, pillada hasta las trancas (aunque todavía no sepa muy bien exactamente qué parte del cuerpo es esa).

En definitiva, miedo de que ser yo misma y contestar cuando me apetece, escribirle cuando le pienso o soltarle lo que me hace sentir, me hagan perder todos los progresos y volver a la casilla de salida.

No he llegado sola a este punto de incongruencia a la hora de relacionarme.

Que la mayor parte de nuestras conversaciones se den a través de una pantalla, sumado a que parece que es malo admitir que alguien nos gusta más allá del ‘like’ de su publicación  o historia, ha conseguido que premiemos lo inexplicable: la indiferencia.

¡Ahora nos tira el desapego! Que nos esquiven, que no nos presten atención de ninguna manera, la lejanía de lo incosquistable…

Pero se nos olvida que somos nosotros quienes decidimos si vemos en esa falta de interés algo estimulante -donde entra en juego nuestro ego y se convierte en un desafío para revalidar la propia autoestima-, o si nos damos cuenta, viendo esas actitudes, de que es una persona que realmente no merece la pena.

Desarrollar una adicción emocional hacia personas que son emocionalmente inalcanzables por la razón que sea nos lleva impresionarnos por la ley del mínimo esfuerzo.

Aprendamos que querer algo no es sinónimo de que sea bueno. Especialmente si se trata de quien no te elige o quien lo hace cuando no tiene nada mejor que hacer un sábado pos-toque de queda que responder con un fuego tu historia.

Yo tomé la decisión de que no apostaría por personas que se comportaran como si no existiera por mucho que eso, en su particular idioma, significara que en realidad podrían estar interesadas en conocerme.

Escogí no valorar esos aspectos y, con el tiempo, dejaron de atraerme quienes cumplían esos patrones. Fue la prueba definitiva de que me faltaba (mucho) por madurar emocionalmente.

Llegué a la reveladora conclusión de que quería algo tan normal (pero raro de encontrar) como una persona que me diera un trato de atención, cariño y consideración.

Porque no nos hace ni débiles ni necesitados querer ser cuidados. Buscar quien se preocupe por nuestros sentimientos, que nos trate en condiciones, sea capaz de expresarse y comportarse de forma coherente, nos pregunte «¿Qué tal ha ido hoy el día?» y que no quiera perdernos, es también desearnos lo mejor a nuestro lado.

Y si yo deseo eso para mí, no es tan absurdo pensar que pueda quererlo alguien más (y yo pueda dárselo).

Vamos a perderle el miedo entregar el corazón y todo lo que implica no solo cuando se trata del botón de ‘me gusta’.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).