Entradas etiquetadas como ‘machismo’

Dani Alves o lo ‘barato’ que sale violar

Con la subida de precio que realizó Netflix hace unas semanas fueron 1,6 millones de clientes los que la compañía de streaming despidió de entre sus filas.

El mensaje era claro: «si el precio es tan alto, no vamos a pagarlo».

Dani Alves

@DANIALVES

La Justicia funciona de manera parecida. Condenar no solo es un acto de imponer una pena por lo sucedido, es un aviso.

Una manera de disuadir a quienes puedan plantearse hacer algo parecido.

En teoría, las leyes garantizan un funcionamiento social correcto porque son las fronteras de los comportamientos que no están permitidos, las líneas rojas que no se deben cruzar.

O eso pensamos.

Sentencias como la que ha salido hoy sobre el caso de Dani Alves hacen que nos cuestionemos si las directrices de la convivencia social no tienen cierto sesgo.

Hace unos meses, en Oleiros, se condenó a 10 años de cárcel un robo de un coche con la intención de atracar un Corte Inglés.

Repito, 10 años de cárcel.

Por la violación realizada en la discoteca de Barcelona, al futbolista solo le han caído 4 años de prisión.

¿Cómo es posible que la condena por una agresión sexual a una mujer, a una persona de carne y hueso, sea mucho menor que la de robar un coche, que es tan solo un objeto?

Hoy, muchas feministas volvemos a sentirnos decepcionadas, rabiosas, ignoradas y ninguneadas. Esto es lo que se siente como una bofetada en la cara y no que a Eurovisión se presente «Zorra».

Durante 2023 se denunciaron 3.693 violaciones con penetración, veremos qué pasa a lo largo de 2024 teniendo en cuenta que es un crimen menos penado que un robo.

De lo que ya no quedan dudas (porque esta es la enésima confirmación) es que cuando violar sale tan barato en España, la Justicia ya no es solo Justicia, es también patriarcal.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en InstagramTikTokTwitter y Facebook).

WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Hay ‘youtubers’ que enseñan a tu hijo cómo montar su agencia de modelos de OnlyFans

Muchas nos hemos encontrado en Instagram con reels en los que una supuesta desconocida era entrevistada en medio de la calle y confirmaba que su cuenta bancaria tenía más de 5 cifras.

«¿Y a qué te dedicas?». «Hago OnlyFans», afirmaba.

Curiosamente, ningún chico de mi entorno se había tropezado con estos vídeos en sus redes sociales.

chico móvil adolescente

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero hace poco, un seguidor me comentó que, al igual que les llegan un montón de contenidos relacionados con inversiones, de supuestos gurús de las finanzas, un nuevo vídeo empezaba a repetirse en su feed de Instagram: el de los cursos para hacer una agencia de modelos de OnlyFans.

«Te salen de anuncio en Instagram, como quien anuncia un curso de cerámica», escribió.

A mí el algoritmo no me enseña ese tipo de vídeos, no soy el target, claro, pero solo tengo que teclear «OnlyFans management» en YouTube para aterrizar en ese mundo.

Un universo en el que youtubers imberbes -sin meterme con la falta de barba, solo para recalcar su juventud- imparten lecciones o cursos enteros sobre cómo empezar en este negocio desde cero y llegar a ganar «hasta 10.000 euros mensuales con solo una modelo».

En cuanto empiezo a verlos, me llama la atención la forma en la que se expresan estos «expertos».

«Contrata a tu primera modelo en persona, puede ser alguna amiga o conocida que se dedique a esto o chicas por Tinder que veas con potencial de crear un Only Fans, simplemente ves lo guarra que es», afirma uno de estos youtubers.

«Si en Tinder o Instagram está publicando fotos guarras, le da igual enseñar su cuerpo. Quedas con esa chica y en vez de follártela, le cuentas tu modelo de negocio. Le puedes decorar un poco las cosas y decirle que tienes a varias modelos trabajando, aunque no tengas».

Así que a la lista de preocupaciones que las mujeres podemos tener al quedar con un desconocido con quien hemos hecho match en una app -que eche algo en la bebida, que no respete un «no», que te suelte una bofetada-, hay que añadir que te capte para OnlyFans y se lucre a tu costa.

Otra opción, menos asequible para estos maestros que prometen grandes fortunas sin desembolsar ni un euro, son las «páginas web de prostitución, le pagas a una puta lo que cuesta y en vez de follártela le explicas el modelo de negocio. O pagas una modelo, hay personas que venden modelos por internet», explica.

Aprovecharse de «los pajeros»

Una vez se tiene a la modelo o la ‘cartera’ de modelos, el siguiente paso es el de atraer a los hombres a la plataforma para convertirse en subscriptores (e idealmente sacar de cada subscriptor unos 100 euros).

Para ello, recomiendan tácticas como abrir perfiles usando las fotos de las modelos en redes sociales o en apps de ligar y, una vez se haya hecho match lo borren para que, el que se ha interesado, las busque en redes, donde está oculto en un Linktree el enlace a su OnlyFans.

«En las páginas de citas registras a tu modelo y vas trayendo pajeros directo a tu OnlyFans, cuando ve que no le escribes te va a escribir él, es un pajero», dice uno de los ‘gurús’.

Otro truco infalible que recomienda otro: «Si tu modelo se pone una camiseta de fútbol del Barça, del Madrid, del PSG, justo cuando van a jugar, el vídeo va a pillar visitas. Es lo que le gusta a un hombre, el fútbol y las chicas, es muy sencillo, somos unos monos, unga unga, y es de lo que nos vamos a aprovechar, del dinero de ellos».

Y bien que se aprovechan, ya que pese a que en las agencias de talentos el porcentaje que reciben representantes que llevan a influencers es del 20% o 30%, el que manejan los managers de OnlyFans es del 50% de los beneficios, cuando no están exponiéndose de la misma manera que las creadoras de contenido.

De lo que sí se encargan es de convencer a chicas mediante engaños de que son expertos en escalar sus beneficios, algo que también recomiendan decir, y de mentir a los usuarios que se suscriben, ya que son los managers los que en muchas ocasiones están detrás de los perfiles de OnlyFans alimentando las fantasías del sexting o automatizando la parte de chat para conseguir mayores desembolsos.

En definitiva, estamos ante un nuevo (pero viejo) modelo de negocio que abandera el machismo por su visión explotar a las mujeres y de considerar a los hombres como criaturas que no tienen ningún tipo de raciocinio y se mueven solo por el deseo sexual.

Esto les resulta muy rentable, por supuesto, ya que estas ideas de que «no hace falta que sigas estudiando algo que no te gusta porque puedes hacer mucho dinero en muy poco tiempo», es el «mejor negocio para empezar siendo principiante» o puedes convertirte en un «adolescente millonario», que son algunos de los títulos en los que aparecen estas clases y les llevan a su vez a conseguir otra fuente de ingresos.

Porque aunque afirman que sus cursos son gratuitos, estos youtubers también venden recursos, cobrando por información o por los guiones de conversación sexual que tienen que mandar a los subscriptores.

«Tengo 15 años y sueño ser como tu a los 18, me he visto todos los videos y me parece genial! ya tengo mi agencia y mi primera modelo, gracias por el contenido», comenta uno de sus seguidores.

¿Nos podemos empezar a preocupar ya de que haya una escuela en abierto de proxenetas para menores de edad?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

La preocupante obsesión por la virginidad de las cantantes

Voy a ponerte en situación. Estaba leyendo una noticia de Taylor Swift y su nueva pareja cuando, hacia el final, uno de los párrafos estaba dedicado a la virginidad de la cantante.

Narraba -con todo lujo de detalles-, cómo según las pesquisas de algunos de sus fans, era posible imaginar con quién la había ‘perdido’ y cuántos años tenía en aquel momento.

Ariana Grande

Youtube

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Para ello, habían buscado y repasado todas las letras de las canciones de la estadounidense, dándoles una interpretación que encajara con la historia de su primera experiencia.

Aquello me chocó. ¿Qué necesidad hay de revelar algo tan íntimo de una persona, por mucho que se trate de un personaje público?

Y sobre todo, ¿cómo es posible que, tantos años después, sea algo lo bastante noticiable como para que se siga incluyendo en artículos de la artista que no tienen nada que ver con ello?

Pienso en mi caso y en lo mucho que me molestaría que si ahora escribieran un artículo sobre mi libro, lo que se mencionara fuera un párrafo de con quién estuve o no en aquella ocasión, en vez de darle importancia a mi logro profesional.

Taylor no es la única, claro. Si pones en Google el nombre de cualquier cantante mujer seguido de la palabra «virginidad», te aparecen páginas y páginas de noticias con vivas descripciones de ese encuentro de las artistas, propiciadas por fans, fuentes anónimas o, de vez en cuando, ellas mismas.

Ariana Grande, Hilary Duff, Miley Cyrus son tan solo unos ejemplos. Aunque el caso más turbador es el de Britney Spears.

De la que es una de las reinas del pop, se utilizó la virginidad de manera descarada como herramienta de marketing hasta el punto de que presentadores y periodistas le preguntaban por su sexualidad como si se tratara de un interrogatorio.

Ella misma comentó en entrevistas lo incómoda que le hacía sentir haberse convertido en el mito de la «lolita» cuando cada vez aparecían hombres más mayores en sus actuaciones.

Si analizo las noticias que he leído sobre su primera vez, hay algo que comparten todas.

Lo primero es que solo se ha considerado como ‘pérdida oficial’ de virginidad el coito con un hombre (por esa regla de tres, ¿una lesbiana sigue siendo virgen?), dejando en un segundo plano el resto de prácticas sexuales.

Con esta narrativa, que además dada su fama llega a todas partes del mundo, se potencia la idea de que solo la penetración cuenta como relación sexual.

Pero también tiene una cara B, y es que juega a darla alas a las fantasías de los fans masculinos, volviéndolas más deseables al fetichizar la virginidad.

«Si no consumes su música, siempre puedes consumirla a ella», se sugiere de manera velada.

Lo segundo que tienen en común es que su sexualidad es de dominio público y tanto medios como fans se sienten con el derecho de indagar y hablar de ello en cualquier momento.

Curiosamente (o no), en el caso de los cantantes hombres, la virginidad no aparece como titular en noticias que hablan de ellos.

Sus experiencias siguen siendo suyas porque las fans no se organizan para salir de dudas, casi se podría afirmar que genera menos interés.

Y porque no existe un consumo exacerbado de su imagen al no tener tanto alcance como mito sexual como el que tienen sus compañeras de profesión.

Es más, quienes sacan el tema de sus primeras experiencias, bien lo hacen como broma («Si no me hubiera hecho famoso, aún sería virgen», decía Harry Styles) o dominan la narrativa decidiendo qué cuentan, cómo y cuando, como fue el caso de The Weeknd.

Abel Tesfaye fue de los pocos que ha compartido su historia, comentando, además, que estaba borracho y lo hizo con una mujer mucho más mayor que él, un discurso que genera preocupación más que despertar morbo, como son normalmente las historias de ellas.

Sexy, pero no demasiado

Caso excepcional es el de los hermanos Jonas, que, al llevar anillo de castidad, creaban esa expectación por ser la excepción a la norma del resto de artistas de la industria.

La diferencia de Joe, Nick y Kevin es que, como se ha sabido más adelante, lo del anillo era más teoría que práctica y no les ha supuesto un impacto negativo en su imagen haber perdido su ‘pureza’ antes de casarse.

Nada de esto es casual, es una ventaja de la cultura patriarcal aplicada al sector de la música: la virginidad de las mujeres es un valor importante, que se asocia con su moral, independientemente de que sean estrellas mundiales.

Este sesgo sexista no solo idealiza la imagen de la mujer ‘pura’ en la industria de la música, también se crean expectativas poco realistas de cómo deberían ser las mujeres y aumenta la presión por mantener la virginidad (recordemos que Britney, en cuanto la perdió y comenzó a tener una vida sexual propia, paso a ser tachada por la prensa de «promiscua» y «mala madre»).

Puede que nos pillen lejos, pero sus casos son ejemplarizantes, algo que también han vivido Miley Cyrus o Bella Thorne, tan deseadas por hombres como criticadas cuando han empezado a sacar explotar su lado sexual para sí mismas.

Si podemos hablar de la doble moral que hay respecto a la sexualidad femenina, en el caso de la industria del entretenimiento es aún más feroz.

Está la contradicción de que se espera que sean sexys y sugerentes en sus fotos, conciertos y videoclips; y a la vez se las juzga si tienen actividad sexual.

Con todo esto, se entiende el porqué de la obsesión por la virginidad de las mujeres -famosas o no-, es una forma de controlarnos.

Y puede ser usada como estrategia mediática o herramienta de ventas, ya que genera interés en torno a la vida privada de las cantantes y encumbrarlas a lo más alto, o destruirlas.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

La verdadera ‘fábrica’ de incels no es el rechazo de las mujeres a los hombres

De un tiempo a esta parte, mi Instagram se ha convertido en una batalla campal donde las palabras «feminazi» e «incel» vuelan en una y otra dirección.

Antes era «machirulo» o «señoro», pero incel ha robado el protagonismo. Además de usarla erróneamente (por suerte, no todos los hombres que hacen un comentario machista son unos incels) sí que cabe preguntarse qué es exactamente un incel.

Y, sobre todo, por qué parece que cada vez hay más.

hombre ordenador gritando

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Un incel es un hombre que se mantiene célibe involuntariamente, es decir, no tiene relaciones sexuales y culpa de ello a las mujeres, no solo a las que le rechazan, sino a todas en general.

De esta manera, y con un odio exacerbado al género femenino, la mentalidad del incel está compuesta por ideas misóginas como que todas las mujeres se mueven por el interés, y solo van a por hombres que ellos llaman «de alto valor».

Pero también viéndolas como objetos que están para su satisfacción (y por ello las culpan de no prestarles compañía), desprecio hacia las mujeres independientes, por considerarlas una amenaza a sus deseos, y en definitiva utilizan esas opiniones para llevar a cabo no solo comentarios misóginos, sino también acciones violentas.

Inciso, si quieres ampliar sobre este tema, te recomiendo mi libro Todo lo que mi novio debe saber sobre feminismo, donde analizo el término incel.

Cada vez se encuentren discursos más radicalizados dichos -y compartidos-, por generaciones jóvenes como los que se viralizan de ciertos tiktokers o youtubers.

Otra señal de alarma de que esto está sucediendo es el incremento de comportamientos de maltrato psicológico o físico hacia las chicas (los casos de violencia de género en adolescentes han aumentado un 87,2%, según el estudio de la Fundación ANAR).

Un efecto más de cómo no se está abordando ninguno de los factores que contribuyen al florecimiento de estas mentalidades y comportamientos.

La sociedad moderna es un caldo de cultivo de incels.

Cómo se ‘construye’ un incel

Personalmente, creo que no se quiere hablar de que los incels no aparecen así porque sí, porque supondría hacer crítica de lo que está mal en cuanto a educación, socialización y cultura (así como empezar a darle vueltas a las formas de solucionarlo).

Es más sencillo resumirlo en que «están rebotados con las mujeres» que llegar a la raíz del problema.

Por lo pronto, existe una presión acerca de cómo debe ser un hombre, es lo que se conoce como masculinidad hegemónica. Y, mientras que a ellos se les ofrece esta única idea de que un hombre debe ser exitoso, atractivo, seguro y capaz de dominar cualquier situación.

La masculinidad se practica como lo opuesto a la feminidad, así como el rechazo a todo lo femenino.

Ya aparece la primera idea de que lo femenino es peor o menos deseable de la misma manera que lo son comportamientos o roles que se nos han asociado a nosotras: la escucha activa, la empatía, los cuidados…

A eso hay que añadir que la expectativa social es la de que solo encuentras la felicidad en pareja, que además debe ser monógama, el modelo relacional más extendido, y siguiendo los mitos del amor romántico.

Lo que supone además mucha presión en cuanto a mantener relaciones de pareja, que son algo que deben trabajarse y no vienen por sentado.

Así como falta de confianza, experiencias negativas en el pasado relativas al rechazo, pocas habilidades sociales o ansiedad, que también hacen que tener pareja sea todo un desafío.

Cuando ese vínculo no aparece y la expectativa social no se cumple, la presión por no haberlo logrado se convierte en resentimiento.

Algo que, además, no se puede compartir con amigos porque no se prioriza socialmente la creación y cuidado de vínculos de amistad que sean red de apoyo (ni la masculinidad ve con buenos ojos que se hablen de sentimientos).

Esto genera una sensación de aislamiento en los hombres que, con la digitalización, les conduce a comunidades online donde conocen a otros que se encuentran en la misma situación que ellos.

Y es en estos espacios donde, gracias a la validación que encuentran con sus vivencias y sentimientos, se fragua la radicalización

Así que igual cabe preguntarse cómo se puede evitar que se llegue a eso: deconstruyendo la masculinidad, promoviendo relaciones sanas y satisfactorias con el entorno que supongan redes de apoyo, disminuyendo la presión por estar en pareja, siendo inclusivos y educándonos afectivamente, por poner unos ejemplos.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Nos incomoda que nuestros novios vean porno (pero lo dejamos correr)

Por muy discretos que sean nuestros novios, hay algo que no nos genera ningún tipo de duda al respecto: consumen porno con regularidad.

hombre porno móvil

ARCHIVO

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Digo que es una certeza porque, a no ser que hayan hecho una búsqueda activa de las condiciones que hay detrás de esos vídeos y hayan analizado los mensajes que ven en la pantalla, con la voluntad de desligarse de ello, lo habitual es que forme parte de su vida.

La diferencia, respecto a nosotras, es que el porno llegó a su vida hace décadas. Las nuevas generaciones más todavía, ya que se ha adelantado a los 8 años la primera ‘toma de contacto’, generalizándose su consumo a los 14.

Y, según el informe realizado por Save the Children en 2022, el 81,6% de estos espectadores son chicos.

El porno es complicado, es como cuando te regalan un cuadro feo que no quieres poner en ningún lado, pero ha sido regalado. No te ha costado nada, ¿cómo no utilizarlo?

Es complicado porque se entremezcla con los discursos neoliberales y el avance feminista de reivindicar que cada uno haga lo que quiera con su vida, incluso si implica explotarse sexualmente.

Aunque cuesta pensar que alguna vagina sea capaz de aguantar penetraciones constantes durante varios días de rodaje.

Lo que cuesta aceptar, y que repito por activa y pasiva, es que el porno es por y para hombres. Esa es la raíz del conflicto.

Y si mencionaba esa vagina explotada es porque el 100% de los actores realizan la penetración, el pene flácido no existe y los encuentros duran hasta 30 minutos (uso de sustancias de por medio).

Te puede interesar leer: Lo que el documental de PornHub no cuenta

Otros datos que se recogieron en la II Conferencia Internacional sobre género y comunicación son que de 100 estrellas del porno, 96 son hombres o que los adolescentes son los mayores consumidores, quienes además utilizan estas plataformas como educación sexual.

Ahí está otro de los problemas. No es ya solo que hablemos de una industria que fomenta estereotipos de cómo deben ser los cuerpos según la mirada masculina.

Es que es la herramienta que garantiza que la desigualdad entre las sábanas se normalice y la violencia hacia las mujeres se vea no solo como algo normal sino deseable.

Lo comentaban Silvia Príncipe y Laura Torruella en el podcast Patriahorcado sobre la pornografía: el 97% videos de PornHub y X Videos donde aparece violencia, la mujer es la víctima.

En el 93% de estos vídeos, su respuesta está relacionada con el placer y son en el 76% de ellos donde los hombres ejercen esa violencia.

Así que sí, es perfectamente normal que te sientas incómoda si tu novio ve porno. Tienes razones de sobra.

Lo que igual tenemos que empezar a preguntarnos o preguntarles es por qué a ellos no les desagrada o, en el caso de que lo haga, por qué lo siguen viendo.

Pero sobre todo si queremos estar con alguien cuya ética ve con buenos ojos alimentar esta industria.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

El acoso sexual a las de siempre (por parte de los de siempre)

«No os quejéis, que luego subís fotos que casi se os ve el coño», escribía uno de los alumnos del centro de Almendralejo en redes sociales sobre la difusión de imágenes de sus compañeras.

Con una ‘sutil’ diferencia, que no es lo mismo elegir voluntariamente qué foto subes a tus redes y que se descarguen esa foto tuya sin permiso, que la retoquen con un programa para que parezca que no tienes ropa y que la difundan.

uniforme colegio

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Ha pasado hace unos días, pero la historia no es nueva, es la misma de siempre: apropiarse del cuerpo femenino sin importar el deseo de la implicada.

Ahora lo hacen con inteligencias artificiales, pero hace nada era levantando la falda para comprobar qué bragas llevábamos.

La que era la práctica habitual en mi colegio, hasta el punto de que trasladamos a los profesores el problema, quedó impune cuando la recomendación que recibimos fuera que apostáramos por shorts o mallas cortas que quedaran cubiertas por la falda del uniforme.

Llama la atención que la respuesta de muchos sea la de poner la mira en quien señala el problema porque es víctima de él.

Cuando la pregunta no es qué hacíamos nosotras para que nos levantaran la falda (solo llevarla, como mandaban las normas del colegio).

Ahora la acusación se ha adaptado a los nuevos tiempos convirtiéndose en «No haber subido fotos a redes».

Un aviso que suena familiar, que me devuelve a aquel «Si no queréis que se os vea nada y hagan bromas, poneos pantalones debajo de la falda».

Te puede interesar leer: Así es cómo mi colegio permitía el abuso sexual hacia las alumnas

Siempre nosotras, desde niñas, las responsables de parar algo que no hemos elegido. Pero lo que parece que cuesta preguntarse es, en vez de qué podemos hacer nosotras para ‘remediarlo’, por qué siempre son ellos.

Por qué los chavales de ahora -y los de hace 10 o 20 años-, encuentran una fuente de diversión en la intimidad de sus compañeras de clase, desnudándolas física o digitalmente.

Y sobre todo haciendo de ello una mofa o un juicio, que hace que el colegio se convierta en un lugar peligroso por partida doble.

Por un lado por ser el sitio donde se comparte espacio a diario con quienes han realizado la agresión, que se regodean en sus malos actos con el acoso, y donde los adultos miran hacia otro lado.

A excepción de las madres de las afectadas. Sí, digo bien, madres, que son ellas quienes se han organizado y copan los titulares de estos días.

Aquí lo que toca cuestionarse de una vez por todas es por qué nosotras ni bajamos pantalones por los pasillos del colegio ni usamos herramientas digitales para quitarles la ropa a nuestros compañeros de clase.

Qué está pasando para que cambien las generaciones, sintamos que como sociedad estamos avanzando hacia un mundo más abierto de miras, cuando el problema es que el sistema apenas ha evolucionado con nosotros.

Porque las actitudes machistas no desaparecen, se adaptan a los nuevos tiempos.

Y seguimos estando expuestas porque existe esa mentalidad compartida de que la intimidad de las mujeres está al alcance de cualquiera, que la culpa la tiene ella por buscárselo o por cómo iba vestida o por lo que subía a su perfil.

Todo con tal de llamarlo como lo que verdaderamente es: violencia hacia las mujeres.

Porque el primer escalón es que difunda una foto tuya y quien la edita o lo comparte, no lo vea como algo serio; pero el siguiente es que te dé un beso sin que tú quieras recibirlo y el otro que, después de una violación, afirme que solo lo llamas así porque no has quedado satisfecha.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Sí, las mujeres aún arrastramos la culpa de tener una vida sexual activa

Hace poco reflexionaba sobre el término «ninfómana», que se suele usar para definir a una mujer con un alto deseo sexual.

En cambio, la palabra «ninfómano» apenas se utiliza.

Quizás porque se da por supuesto que, el estado natural de cualquier hombre es ese, con la libido por las nubes todo el día.

culpabilidad mujer

SAVAGE X FENTY

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero, ¿qué es esto sino la manera de seguir promoviendo una serie de estereotipos que poco o nada se corresponden con la realidad, a través de las palabras que utilizamos?

Por un lado, que no haya un «ninfómano», alimenta la falsa idea de que ellos siempre están dispuestos.

Con las ganas a punto y la erección preparada al roce de una caricia o un beso en los labios.

Y muestra al que no responde de manera inmediata a los estímulos, o simplemente quiere tomarse sus tiempos, como alguien raro.

Incluso aparece la duda de si es que no le gusto lo suficiente o si será asexual.

En cambio, cuando se trata de la «ninfómana» es habitual referirse a quien vive su deseo a secas, la que tiene la osadía de disfrutar del sexo.

La que es dueña de su placer y lo persigue.

Pero también la que habla de él sin tapujos, una razón por la que sexólogas, periodistas o escritoras de novelas eróticas recibimos el sustantivo (y el acoso).

No es quien tiene, según la definición exacta, un «deseo excesivo» (que habría que ver qué es excesivo y que no), sino quien lo tiene.

Nos han hecho creer que una ninfómana es una mujer cuya libido existe.

Y, además, que está mal visto que la tenga.

Cuando el peso de ser pura, casta y buena todavía nos pesa a las espaldas cuando ciertos coaches del amor proclaman que nuestro bodycount no debe ser mayor que los dedos de una mano.

Te puede interesar leer: Al chico que te mira el ‘bodycount’

Lo que significa que también es un privilegio masculino tener y darle rienda suelta a ese deseo sin que les suponga algo negativo, un prejuicio.

A nosotras, en cambio, a falta de privilegio, nos queda la culpabilidad.

Sentirnos culpables de tener deseo, culpables de querer satisfacerlo, culpables por tener sexo sin esperar una relación o emociones al terminar.

Culpables por disfrutarnos cuando la culpa es todo lo contrario al placer.

Porque es pensar en vez de sentir, es agobiarse en vez de relajarse y es cortarse las alas, quitarse la libertad de vivir, aun sabiendo que no es por decisión una misma, sino por lo que puedan pensar los demás.

Así que la próxima vez que sintamos culpa, debemos quitárnosla de encima recordando que no va a llevarnos al orgasmo. Y que debemos perder el miedo de hacer lo que nos sienta tan bien.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Ni sola ni con ropa de deporte: la desacertada campaña contra las agresiones sexuales de la Xunta de Galicia

«Se viste con mallas de deporte. Va a correr sola por la noche. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

Con ese argumento, la Xunta de Galicia saca su nueva campaña contra la violencia de género, utilizando imágenes que imitan el día a día de mujeres y acompañadas de reflexiones.

Xunta Galicia campaña violencia de género

XUNTA DE GALICIA

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Además de la foto de la chica haciendo running, encuentro también en la campaña otros mensajes: «Le envía una foto íntima. Él está con sus amigos. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

«Una discoteca, una copa desatendida. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa». «Una chica camina sola de noche. Lleva las llaves en la mano. ¿Qué sucede ahora? No debería pasar, pero pasa».

El foco de los mensajes es claro: prevenir violaciones. Lo que pasa es que, a la hora de escoger el destinatario, se han liado.

Así que la mejor manera de evitar sufrir una agresión sexual es que las mujeres cambiemos nuestra forma de vestir, nuestras zonas de paso o tu manera de vivir el ocio… O al menos, es la solución según la Xunta.

Lo que quizás deberían tener presente es que, según los datos de Amnistía Internacional, una de cada cinco mujeres será violada en algún momento de su vida. Y spoiler: la ropa no tiene nada que ver.

Repasando una de las muestras más impactantes de hace unos años, una exposición que mostraba qué ropa llevaban las víctimas de agresiones sexuales, las mallas de deporte no son el común denominador.

Chilabas, pijamas, el uniforme de policía, una camiseta de manga corta y pantalones vaqueros, una camisa blanca… Lo que ellas llevaban puesto aquel día es tan variado como lo que puedes encontrar en un armario.

Hacer de la ropa no solo la protagonista, sino la causante directa, es señalar a la víctima y mantener el estereotipo de que es la ropa la que va provocando.

En otras palabras, la responsabilidad de sufrir una agresión es de quien la sufre, no de quien decide ejercerla.

Una idea que refuerza la cultura de la violación, que normaliza la violencia minimizándola y la fomenta con las actitudes misóginas.

Entre ellas están, por ejemplo el ideal de la ‘buena mujer’, esa que la Xunta nos invita a ser: la misma que está en casa a las 5 de la tarde y no se maquilla ni hace nada que pueda provocar (como si no hubiera violaciones a plena luz del día o en lugares concurridos).

No falta en la misoginia de la cultura de la violación la cosificación: la mujer es un objeto sexual y por tanto vive expuesta a ser agredida por ello, por lo que no debe exponerse.

Y por supuesto, no se puede minimizar una agresión sexual sin exculpar al verdadero causante.

Por eso decir «No debería pasar, pero pasa» es invitarnos a asumir que las violaciones son inevitables.

Considerar que el hombre es violento por el hecho de ser hombre y que solo en nuestra mano está evitar que dé rienda suelta a sus deseos.

Unos deseos que «no deberían pasar, pero pasan» como si no pudiera controlarse, quitándole peso a sus actos.

Sin embargo, las feministas no nos cansamos de repetir que nosotras no tenemos la responsabilidad de ser acosadas, abusadas o agredidas.

«La culpa no era mía, ni donde estaba ni como vestía. El violador eres tú».

Tampoco la tenemos de sufrir revenge porn porque hemos mandado una foto a una persona con la que teníamos una atracción y esta decide filtrarlo hasta el punto de que es tan insostenible el acoso que ella decide terminar con todo y suicidarse.

O de ir solas por la calle cuando nos sucede algo. Todo esto es también achacárselo a la víctima.

Decir que es culpa suya dejar la bebida sola por lo que pudiera pasar. Está a la altura del Xocas alabando a su amigo (al que definió como un «crack») porque se mantenía sobrio para así aprovecharse de mujeres que habían bebido.

Te puede interesar leer: El problema son los hombres que agreden (y los que les cubren las espaldas)

¿Cómo vamos a atajar la violencia de género si seguimos obviando el origen real de la violencia, que es las personas que ejercen esa violencia?

¿Empezaremos también a prevenir el bullying en el colegio pidiéndole a los menores de edad que sean menos ‘insultables’ o ‘agredibles’ para sus compañeros?

¿Combatiremos la homofobia pidiéndole a las personas que, por favor, sean más heterosexuales, que con su orientación sexual van provocando?

Y ya de paso, ¿lucharemos contra el racismo pidiendo a todas las etnias que no sean tan poco caucásicas porque, aunque no debería pasar que las ataquen física o verbalmente por el color de su piel, pasa?

Las mujeres tenemos el mismo derecho a vivir seguras que los hombres y eso significa igualdad de poder andar, quedar, salir o hacer deporte como nos dé la gana, sin que eso suponga un riesgo.

No necesitamos que nos sigan machacando a nosotras, que somos las que lo padecemos en la propia piel, con el tipo de víctima que debemos ser, necesitamos que el prisma cambie de dirección y se les empiece a concienciar a ellos.

Lo que realmente no debería pasar, pero pasa, es esta campaña.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Sin educación sexual seguiremos pensando que todo es coito y miembros descomunales

Hace unos meses cogí a una de mis mejores amigas y nos plantamos delante del Elías Ahúja a reivindicar que el trato hacia las mujeres debía ser respetuoso.

Que las nuevas generaciones vinieran con la violencia machista debajo del brazo y disfrazada de bromita o pulla entre colegios mayores, me ponía la piel de gallina.

pareja sexo

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Apenas unas semanas después, los universitarios vuelven a las andadas. Solo que esta vez son los de Derecho de la Complutense que juegan en el equipo de rugby.

¿Su machistada? Ensalzar sus penes por encima de los de los miembros (el sinónimo perfecto) de otras facultades.

Que si en Medicina la tienen fina, en Arquitectura no se les pone dura… ¿Pero a los de Derecho? A los de Derecho les llega «hasta el pecho», gritaban con una especie de júbilo animal al terminar el partido.

Dios mío la generación de jueces y abogados que viene de camino.

Habrá quien diga que no pasa nada, que son cosas de chavales, como los gritos de «zorras» y «conejas» o como cuando en el colegio los chicos nos levantaban la falda y los profesores decían que era un juego inocente.

Te puede interesar leer: Así es cómo mi colegio permitía el abuso sexual hacia las alumnas

Pero el lenguaje tiene el poder de cincelar nuestro pensamiento.

Por eso escuchar una especie de himno a la hombría -que más que a las características propias del hombre, es al pene en solitario-, realmente promueve esta idea de que en la cama, solo penetración equivale a sexo.

Y no con cualquier miembro, sino con penes descomunales, bien gordos y duros como un desagüe industrial o la máquina tuneladora que abre paso al Metro.

Esto es lo que pasa cuando dedicas más tiempo jugando al rugby que recibiendo una educación sexual, que de verdad piensas que lo que vales en la cama se reduce a tu tamaño, forma y funcionamiento.

Porque solo metiéndola cuenta como follar.

Ojalá un canto deportivo que exaltara las virtudes del sexo con ternura, protección y respeto por los límites, donde todas las prácticas tienen cabida.

También ojalá un canto deportivo donde no se diera por sentada la sexualidad de los miembros del equipo (todos heterosexuales, por supuesto).

Pero sobre todo, ojalá encuentren un antídoto a esa machistada de cántico que les recuerde que no son solo un apéndice colgante, que su valía como personas y sus capacidades como amantes, van más allá.

Porque sin educación sexual, esto va a pasarles factura en algún momento de su vida íntima: ya sea en cuanto a inseguridad con sus medidas, preocupación por no dar la talla -con erecciones que se prolongan más en el tiempo que una inspección de Hacienda-, o incluso por el miedo de sentirse atraídos hacia otros hombres.

Y sin educación sexual, dentro de unos años, no serán capaces de entender que no solo coito es follar y que una agresión sexual va más allá de meterla o no.

Sin educación sexual, la Justicia seguirá siendo como su himno: machista.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).