Archivo de enero, 2024

Dejad a las vulvas en paz

Hace unos días, en una de esas menstruaciones de película de terror -con cólicos nocturnos y sensación de que el ibuprofeno se queda corto-, estaba mirando remedios que pudieran paliar el dolor: parches de calor, bolsas de agua caliente…

Y, en la sección de productos relacionados, apareció de pronto algo que ni sabía que existía: una mascarilla para la vulva.

vulva bragas mujer

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Con ingredientes como la vitamina C o el carbón activo, este pliego está pensado para que lo coloques sobre tus labios externos hasta que la piel de la zona absorba sus nutrientes y puedas disfrutar de los beneficios de esta nueva modalidad de skincare.

Que, por lo visto, son «desintoxicar, calmar, iluminar, hidratar»… ¿Por dónde empiezo?

Así como la piel de la cara es más fina que la del resto del cuerpo, la de los labios externos es rica en vasos sanguíneos y tejido adiposo, por lo que no necesita una hidratación específica.

Pero, aún menos, que su color se aclare. De un tiempo a esta parte nos rodean dos modas oxímoron: tenemos que estar morenas, pero a la vez lucir una entrepierna lo más pálida posible.

Los activos que aclaran la piel no solo son muy agresivos y pueden irritarla, sino que al estar en una zona tan próxima a la vagina, nos la jugamos a que terminen introduciéndose en esta.

El pH de la vagina es delicado, su función de defensa se basa en una ‘barrera’ natural de bacterias y hongos que protegen la zona de patógenos externos.

Ese equilibrio perfecto se puede alterar si nos ponemos una mascarilla entre las piernas cuyos ingredientes pueden desestabilizarlo, provocando candidiasis o cualquier otra infección.

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¿Merece la pena arriesgarse a los picores y escozores por un sutil blanqueamiento que solo va a ver la misma persona que no se da cuenta de que te has cortado el pelo?

Para mí la respuesta es no, especialmente porque este ‘tratamiento’ se suma a la lista de inventos que solo contribuyen a la presión estética a la que nos vemos sometidas las mujeres.

Es más, fíjate si la idea de hacer este producto a la inversa es absurda que cuando buscas mascarilla para testículos solo te sale esto.

mascarilla testículos

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Que vivamos en una insatisfacción constante con nuestro cuerpo es una oportunidad de negocio para un sinfín empresas de depilación, dietas, maquillaje o incluso cirugía plástica.

Pero para nosotras es una fuente de inseguridad que nos afecta cada vez que deseamos mostrarnos desnudas ante otra persona.

Es algo que, por poner otro ejemplo, ya pasa de manera sutil con las uñas.

Con el boom de los salones low cost donde te haces una semipermanente por menos de 20 euros, casi se ve como dejadez que luzcas tus uñas «sin hacer» en un centro profesional.

¿Cuánto nos queda para que esté mal visto que lleves tu vulva sin iluminar?

Otra obligación más, una distracción añadida que nos consume el tiempo de buscar el producto, comprarlo, aplicarlo y repetir el proceso, ya que la clave de todos estos tratamientos estéticos es que, sus resultados, nunca duran demasiado.

No necesitamos mascarillas para genitales de nadie, necesitamos que dejen a las vulvas en paz.

Y a nosotras por extensión. Porque si dejamos que nos preocupe el aspecto de nuestra vulva, no tenemos tiempo para preocuparnos de por qué las trabajadoras con sueldos más bajos aún duplican a los hombres o de por qué no se ponen medidas efectivas contra la violencia machista.

Mara Mariño

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¿Existe la ninfomanía? Una sexóloga desmonta los estereotipos más extendidos

«Ninfómana» es un término que me ha acompañado desde que empecé a escribir este espacio. Una palabra que se escurría en los comentarios, respuestas en Twitter (o como se llame), mensajes privados…

Y todas ellas tenían lo mismo en común: quien me lo llamaba no tenía ni idea de mi vida íntima. Sin embargo el apelativo, en su opinión, era correcto.

¿Quién podría escribir de sexo sin ser adicta a él?

mujer sujetador cama

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«Ninfómana» no es un piropo, no se usa a modo de halago ni como cumplido. «Ninfómana» es un arma arrojadiza que, entre líneas, deja caer que eso de que seas mujer y vivas una sexualidad a tu gusto y elección, es cuestionable.

Sobre el término he hablado largo y tendido con Lucía Jiménez, que es sexóloga y colaboradora de Diversual, y sabe lo mucho que nos queda por deconstruir más que a las ninfómanas, a quienes lo usan como agravio.

«La ninfomanía no existe como categoría diagnóstica», comienza explicándome. «No es más que la herencia cultural de un término que acuñó en el 1886 un psiquiatra alemán llamado Richard Von Krafft-Ebing en su obra Psychopathia Sexualis».

«En este libro describió la libido sexual como la fuerza del deseo, que en exceso podía denominarse ninfomanía (para ellas) y satiriasis (para ellos)».

Aunque lo curioso, como la misma sexóloga se pregunta es por qué sobrevive el adjetivo «ninfómana» mientras que casi ninguna persona sería capaz de reconocer o utilizar el término «sátiro».

Como en el caso de aquellos que me han colocado la etiqueta, «ninfómana» no se usa para hablar de la sexualidad: «Es una palabra empleada para ejercer violencia de género utilizando como pretexto la sexualidad, pues discrimina por género y sexo. Ninfómana no es la persona con adicción al sexo, ninfómana es una mujer».

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Algo que, coincido con Lucía, no hace más que acrecentar el estigma sobre la sexualidad femenina contribuyendo a una doble moral donde el placer parece solo reservado a un 50% de la población.

«Por un lado, se sigue creyendo que la mujer cis tiene menor deseo sexual que el hombre cis, pero cuando esta lo tiene, lo expresa y lo vive, se convierte en ninfómana. ¿Entonces, cómo me tengo que sentir? Poco deseo es malo porque no satisface a terceros, mucho deseo es peligroso porque desafía», resume la experta.

«Por supuesto que hay personas que viven su deseo de maneras que pueden ser perjudiciales para sí mismas, y que piden ayuda para aprender a gestionarlo. Pero, qué instrumento de control tan potente para inhibir la sexualidad, es educar a la mujer en el miedo a un deseo sexual incontrolable que pueda arruinar su vida y sus proyectos», reflexiona.

Entre el deseo sexual hipoactivo y la hipersexualidad

En términos profesionales, a la hora de hablar del deseo sexual «lo que existe es un deseo sexual hipoactivo (bajo) o
una hipersexualidad», explica la sexóloga.

Normal es un concepto muy relativo, ya que «estadísticamente, la normalidad habla de cómo se distribuyen las conductas en la población, es decir, es lo que más se repite. Eso no quiere decir que sea lo correcto, ni lo mejor. Es una descripción de las tendencias».

Aunque, como Lucía comenta, «cuando alguien pregunta si, en este caso, su deseo sexual es ‘normal’, probablemente quiere saber si su deseo sexual ‘está bien’, si hay algo de malo en sentir menos que no sé quién, o más que no sé cuántas».

Así que en vez de preguntarnos eso, la experta recomienda plantearnos otro tipo de cuestiones, como si la frecuencia sexual genera malestar persistente, si interfiere con el desarrollo de la vida, si empeora las relaciones personales, etc.

Una vez comprendida la relación que mantenemos con el deseo sexual, también toca desmontar algunas falsas creencias como que frecuencia es igual a adicción (cuando es algo que varía según la percepción de cada persona).

«Cuántas relaciones se tienen no es un buen indicador. Adicción son otros procesos, como la compulsión, mediante los que se produce un deterioro de la persona y de su vida», explica la colaboradora de Diversual.

Aunque también el mito de que una persona es adicta al sexo porque le encanta el sexo: «Puede utilizar mucho la relación sexual, pero también puede no disfrutarla en absoluto, ya que se ha convertido en un acto de consumo y de alivio de una ansiedad persistente».

«Puede estar todo el día pensando en ello, y que le resulte completamente incapacitante», resume Lucía.

¿Qué hacemos con «ninfómana»?

A día de hoy, internet ofrece un crisol de resultados cuando introduces el término. «Todavía hay blogs y webs de profesionales de salud mental que emplean este término para referirse a la hipersexualidad», dice Lucía.

«Si tienes la mala suerte de ser diagnosticada como tal, se te atribuirán toda una serie de características que muy probablemente no te corresponden».

Y es que como la sexóloga explica, «ser ninfómana, socialmente, te convierte en una mujer impredecible, manipuladora, peligrosa, seductora, que hará lo que sea para tener relaciones».

«A ver si va a resultar que la ninfómana es la que vive su sexualidad de una manera que no le va bien al hombre. La ninfómana es un arquetipo cultural que despoja al hombre de todo control y raciocinio, ‘obligándole a follar'», afirma.

Así que la manera de darle una vuelta de tuerca es, como la experta sostiene, recordar que «la ninfómana a la que se señala no es más que la mujer cis que desafía el statu quo, amenazando a otras mujeres cis porque les subraya lo que ellas no se permiten y retando al hombre cis porque se iguala a ellos en su vivencia sexual».

Mara Mariño

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Hay ‘youtubers’ que enseñan a tu hijo cómo montar su agencia de modelos de OnlyFans

Muchas nos hemos encontrado en Instagram con reels en los que una supuesta desconocida era entrevistada en medio de la calle y confirmaba que su cuenta bancaria tenía más de 5 cifras.

«¿Y a qué te dedicas?». «Hago OnlyFans», afirmaba.

Curiosamente, ningún chico de mi entorno se había tropezado con estos vídeos en sus redes sociales.

chico móvil adolescente

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Pero hace poco, un seguidor me comentó que, al igual que les llegan un montón de contenidos relacionados con inversiones, de supuestos gurús de las finanzas, un nuevo vídeo empezaba a repetirse en su feed de Instagram: el de los cursos para hacer una agencia de modelos de OnlyFans.

«Te salen de anuncio en Instagram, como quien anuncia un curso de cerámica», escribió.

A mí el algoritmo no me enseña ese tipo de vídeos, no soy el target, claro, pero solo tengo que teclear «OnlyFans management» en YouTube para aterrizar en ese mundo.

Un universo en el que youtubers imberbes -sin meterme con la falta de barba, solo para recalcar su juventud- imparten lecciones o cursos enteros sobre cómo empezar en este negocio desde cero y llegar a ganar «hasta 10.000 euros mensuales con solo una modelo».

En cuanto empiezo a verlos, me llama la atención la forma en la que se expresan estos «expertos».

«Contrata a tu primera modelo en persona, puede ser alguna amiga o conocida que se dedique a esto o chicas por Tinder que veas con potencial de crear un Only Fans, simplemente ves lo guarra que es», afirma uno de estos youtubers.

«Si en Tinder o Instagram está publicando fotos guarras, le da igual enseñar su cuerpo. Quedas con esa chica y en vez de follártela, le cuentas tu modelo de negocio. Le puedes decorar un poco las cosas y decirle que tienes a varias modelos trabajando, aunque no tengas».

Así que a la lista de preocupaciones que las mujeres podemos tener al quedar con un desconocido con quien hemos hecho match en una app -que eche algo en la bebida, que no respete un «no», que te suelte una bofetada-, hay que añadir que te capte para OnlyFans y se lucre a tu costa.

Otra opción, menos asequible para estos maestros que prometen grandes fortunas sin desembolsar ni un euro, son las «páginas web de prostitución, le pagas a una puta lo que cuesta y en vez de follártela le explicas el modelo de negocio. O pagas una modelo, hay personas que venden modelos por internet», explica.

Aprovecharse de «los pajeros»

Una vez se tiene a la modelo o la ‘cartera’ de modelos, el siguiente paso es el de atraer a los hombres a la plataforma para convertirse en subscriptores (e idealmente sacar de cada subscriptor unos 100 euros).

Para ello, recomiendan tácticas como abrir perfiles usando las fotos de las modelos en redes sociales o en apps de ligar y, una vez se haya hecho match lo borren para que, el que se ha interesado, las busque en redes, donde está oculto en un Linktree el enlace a su OnlyFans.

«En las páginas de citas registras a tu modelo y vas trayendo pajeros directo a tu OnlyFans, cuando ve que no le escribes te va a escribir él, es un pajero», dice uno de los ‘gurús’.

Otro truco infalible que recomienda otro: «Si tu modelo se pone una camiseta de fútbol del Barça, del Madrid, del PSG, justo cuando van a jugar, el vídeo va a pillar visitas. Es lo que le gusta a un hombre, el fútbol y las chicas, es muy sencillo, somos unos monos, unga unga, y es de lo que nos vamos a aprovechar, del dinero de ellos».

Y bien que se aprovechan, ya que pese a que en las agencias de talentos el porcentaje que reciben representantes que llevan a influencers es del 20% o 30%, el que manejan los managers de OnlyFans es del 50% de los beneficios, cuando no están exponiéndose de la misma manera que las creadoras de contenido.

De lo que sí se encargan es de convencer a chicas mediante engaños de que son expertos en escalar sus beneficios, algo que también recomiendan decir, y de mentir a los usuarios que se suscriben, ya que son los managers los que en muchas ocasiones están detrás de los perfiles de OnlyFans alimentando las fantasías del sexting o automatizando la parte de chat para conseguir mayores desembolsos.

En definitiva, estamos ante un nuevo (pero viejo) modelo de negocio que abandera el machismo por su visión explotar a las mujeres y de considerar a los hombres como criaturas que no tienen ningún tipo de raciocinio y se mueven solo por el deseo sexual.

Esto les resulta muy rentable, por supuesto, ya que estas ideas de que «no hace falta que sigas estudiando algo que no te gusta porque puedes hacer mucho dinero en muy poco tiempo», es el «mejor negocio para empezar siendo principiante» o puedes convertirte en un «adolescente millonario», que son algunos de los títulos en los que aparecen estas clases y les llevan a su vez a conseguir otra fuente de ingresos.

Porque aunque afirman que sus cursos son gratuitos, estos youtubers también venden recursos, cobrando por información o por los guiones de conversación sexual que tienen que mandar a los subscriptores.

«Tengo 15 años y sueño ser como tu a los 18, me he visto todos los videos y me parece genial! ya tengo mi agencia y mi primera modelo, gracias por el contenido», comenta uno de sus seguidores.

¿Nos podemos empezar a preocupar ya de que haya una escuela en abierto de proxenetas para menores de edad?

Mara Mariño

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El morbo (machista) de las agresiones sexuales

Hace poco, una seguidora me preguntaba si, como periodista, veía normal la cobertura que se había hecho de un asesinato por violencia machista en su ciudad.

En el artículo que me enviaba, no faltaban detalles acerca de qué partes del cuerpo de la víctima -y de qué manera- había forzado el agresor.

«No he podido terminar de leerlo», me escribió confesando que le daba náuseas. Respondiendo a su pregunta, sí, ese tratamiento mediático es lo normal.

mujer violencia machista

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De las primeras cosas que nos contaban en la carrera de periodismo es que cubrimos el servicio de informar a la ciudadanía de manera veraz, que nos debemos a la audiencia y a la objetividad.

Y, de la misma forma, el periodismo se moldea a la sociedad a la que comunica, convirtiéndose en un reflejo de sus valores e intereses.

Así que no se puede evitar: el periodismo es machista.

El periodismo es machista cuando hay un perfil concreto que es un factor añadido de interés, el de las víctimas femeninas.

Delitos a menores de edad y mujeres son los sucesos que más atraen a la ciudadanía. Y vemos ese alto impacto en casos como Diana Quer o Marta del Castillo.

La amplia cobertura responde al «síndrome de la mujer blanca desaparecida», que lo llama la periodista Paula Carroto, refiriéndose a la atención que se produce sobre un caso en el que una mujer joven, atractiva, de clase media o alta, procedente de una familia estructurada, está desaparecida o es asesinada.

Son las que se usan como gancho para que esa voracidad informativa se vea satisfecha. Y la razón responde al problema estructural del machismo, ya que el público percibe a las mujeres y los menores como sujetos débiles.

De esta concepción parte la conmoción ante los hechos que hayan podido experimentar y es cuando el sensacionalismo brilla en todo su esplendor.

Del sensacionalismo del crimen a la sensibilidad

Temáticas como la violencia, el escándalo, la polémica, una tragedia, el sexo u otras intimidades son empleadas para lograr una mayor efectividad a la hora de transmitir la noticia.

Por ello, esa excesiva narración de las agresiones es algo intencionado para aumentar el interés (y los clics) del público sobre el caso.

Pero aquí encontramos dos problemas: que o bien se potencia la brutalidad de los hechos delictivos o bien lo sucedido a las mujeres raya la pornificación, por la manera en la que se construye la narrativa.

«Lo que tienen que relatar son las lesiones resultantes, no las agresiones, a mi modo de ver», explica Cristina Fallarás, escritora y periodista española que además ganó el Premio Buenas Prácticas de Comunicación No Sexista.

«Es decir, no ‘penetración anal’ sino desgarro anal severo, alteración en las funciones del esfínter, trastornos varios… No cómo sucedió la agresión, sino qué lesiones de todo tipo provoca en la víctima y cuáles son sus consecuencias».

El sesgo de la cobertura mediática ‘normal’ -normal por frecuente, no porque sea su estado natural- se hace aún más evidente cuando nos resulta imposible imaginar esas descripciones que leemos diariamente a la inversa, es decir, si fueran sufridas por hombres.

O si imagináramos las acciones de un cura pederasta -que en nuestro país tenemos unos cuantos casos- en ese mismo estilo de crónica de sucesos.

Nos llevaríamos las manos a la cabeza y tacharíamos a ese medio de hacer apología de la pedofilia, así como de violar los derechos fundamentales de los menores.

Puede parecer sorprendente para un 44% de la población, pero las mujeres también tenemos derecho a nuestra intimidad y a ser tratadas dignamente.

Rehumanizar a las víctimas

No cebarse en la escabrosidad no es ocultar información ni negarle información a la ciudadanía, es respetar ese derecho humano de mantener una parcela privada, sin intromisiones de terceros, pero también dar ese trato mediático igualitario a las mujeres.

La apelación a la emoción de la audiencia, como afirma Cristina, no debería ir ligada a la lectura de hechos violentos y crueles, porque son caldo de cultivo de la revictimización.

Exponer a las víctimas a los detalles puede llevarles a recordar lo que sucedió, evocando su trauma.

Una cobertura más cuidadosa alejada de la ultraexposición promueve la recuperación, pero también evita que pueda afectar negativamente a su vida personal y profesional.

No necesitamos piezas informativas de alta calidad desde el punto de vista del morbo, sino de alta calidad humana, de concienciación, que fomenten la empatía y la comprensión del impacto de las agresiones sexuales.

Centrarse menos en la cosificación de las agresiones y más en la responsabilidad del agresor, es lo que conseguirá una nueva definición de periodismo de sucesos normal y un cambio más profundo como sociedad.

Esa sí es una manera efectiva de comprometerse con la erradicación de la violencia machista: dejar de hacer de ella un espectáculo.

Mara Mariño

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La razón por la que rompen más parejas después de las fiestas

No es casualidad que el día más triste del año coincida con una de las épocas en las que más relaciones de pareja ponen fin a su historia de amor.

Sí, pasado el ajetreo de las fiestas navideñas, hay quienes empiezan el año reestrenando soltería.

pareja ruptura

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Que poco antes de que dé comienzo el verano, las rupturas florezcan como los festivales, no nos sorprende.

Es la época del año de hacer un sinfín de planes, de apuntarse a viajes, de conocer a gente nueva

En definitiva, de disfrutar sin querer que nada o nadie te empañe esos meses que parecemos querer exprimir hasta el último minuto.

Pero, ¿qué explica que se dé una crisis relacional a estas alturas, en plena temporada de quedarse en casa acurrucándose bajo una manta?

Con el final de año, plantearse si realmente se es feliz con la persona que se tiene al lado, es una reflexión que se nos pasa por la cabeza, de la misma manera que nos cuestionamos el trabajo o si hemos ido, o no, lo suficientemente al gimnasio.

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En plena fiebre de propósitos, caer en que se puede estar mejor en soltería (que no en soledad) no es tan raro.

La explicación de que suceda justo cuando las fiestas han terminado responde, sobre todo en España, a que es un periodo en el que lo frecuente es reunirse con toda la familia cada pocos días.

Y, cualquier familia media española, aprovecha estas ocasiones para sacar la batería de preguntas del tipo «¿Os vais a casar?» o «¿Para cuándo los hijos?».

De ahí que se pueda preferir esperar a que la temporada de celebraciones llegue a su fin bien para evitar tener que dar explicaciones o indagar en los motivos de la ruptura, empañando la alegría de esos días.

Pero también porque, si es una relación larga, puede que entre esos compromisos familiares esté pasar tiempo con los parientes de la otra persona y no se quiera fallar a la palabra.

Aunque lo ideal no es poner tu vida en pausa por algo ajeno a ti, como las navidades, en este caso; creo que también es señal de asertividad esperar a una ocasión más propicia para poner el tema sobre la mesa cuando se tiene claro.

Esperar a que tu pareja termine los exámenes, haya acabado con ese proyecto del trabajo o incluso su familiar haya sido de alta por un ingreso inesperado significa que te preocupas porque esté en un estado emocional más tranquilo.

Lo que hay que evitar es ir con argumentos poco concisos («Es que no sé si alguna vez me he enamorado de ti») y comunicar tus sentimientos una vez estén confirmados, y hayas tomado la decisión de que lo que realmente quieres es ponerle fin.

No marear ni confundir es también responsabilidad afectiva.

Mara Mariño

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Este método anticonceptivo sigue doliendo como hace 10 años

Hace unos días fui a la revisión con la ginecóloga y, le comenté que me planteaba la opción del DIU, por lo menos para un año.

Enseguida me quitó la idea de la cabeza alegando que no merecía la pena «tan poco tiempo por el dolor. Te sale a cuenta si vas a amortizar todos sus años de uso».

Así que pensar que un anticonceptivo que garantizaba 365 días de sexo, sin miedo a un embarazo sorpresa, no compensaban ese rato, me intrigó.

¿Cómo puede ser que estemos en 2024, que los coches conduzcan solos y se puedan escuchar agujeros negros, pero se siga sufriendo tanto con la inserción de este método sin ponerle remedio?

mujer dolor

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El primer dispositivo intrauterino se inventó en el año 1959, y aunque ha ido evolucionando (ahora incluso tienes una alternativa con hormonas), lo que no ha cambiado es el suplicio que se padece al introducirlo.

Según un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin, el 78% de las mujeres que optan por el DIU sufren un dolor intenso durante el procedimiento (el 29% moderado y el 36% intenso), pero también durante las 24 horas posteriores.

Aquí entra en escena A., que es una amiga mía que trabajaba en un centro de planificación familiar, quien me confirma lo recurrente que es esta dolencia.

Ella misma experimentó un intenso daño, hasta el punto de perder el conocimiento, cuando se lo pusieron. Pero estando al otro lado, siendo quien lo coloca, me impacta aún más la impresión que se ha llevado como profesional.

«La cantidad de veces que he puesto DIUs con mujeres gritando de dolor ni te la imaginas», me dice, así a bote pronto.

«Cuando empecé a ser auxiliar en ginecología casi me desmayo varias veces solo por verlas a ellas así».

Llama la atención que, pese a que ya hay avances que remiten un poco la dolencia, no se haya priorizado su utilización porque ni siquiera se encuentran disponibles en todos los lugares donde hacen la inserción.

En concreto, esto de lo que hablo se trata de un gel anestésico con el que incluso se hacen histeroscopias (la prueba con la que se examina el interior del útero) sin necesidad de una anestesia general y que, como ella misma confirma, «da muy buenos resultados».

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Como A. me explica: «Hace poco le dije a una de las ginecólogas que me tenía que cambiar el DIU en un año y que cómo se llamaba el gel para decírselo a mi ginecóloga. Me dijo ‘A lo mejor lo tienen, ¿a dónde vas?’. Le dije que iba por la Seguridad Social y no tardó ni medio segundo en decirme ‘Olvídate, no lo tienen'».

¿Y lo más indignante? Que es un gel que cuesta unos 40 euros y evidentemente se puede utilizar para varias inserciones.

«No conozco vez que no se haya descubierto algo (técnica, anestesia, medicación o lo que sea) y no haya sido noticia y no se haya implantado en todos lados (empresas, consultas privadas y centros de la Seguridad Social)», sin embargo, como A. comenta, en el caso del DIU «no se ve como primera necesidad».

«Supongo que por la creencia de que las mujeres aguantamos más o mejor el dolor, simplemente nos han enseñado a no ser dramáticas», expone.

El golpe de realidad me llega tras hablar con ella, porque me recuerda demasiado a la falta de información que rodea los efectos psicológicos de la píldora del día después.

No es que no se hayan desarrollado sistemas para paliar el dolor, es que, por desgracia, la incomodidad de las mujeres, su sufrimiento, es el status quo.

De la misma manera que sucede con la polémica que ha venido con la baja menstrual (encabezada por quienes protestaban de que dejáramos de trabajar por mucho dolor que sintiéramos) o incluso las resistencias que hay cuando comentas que quieres dejar la lactancia por las molestia físicas y se te tilda de «mala madre».

Da igual que algo sea doloroso, se nos anima a tolerarlo bien a través de mensajes de nuestro entorno o por no ponernos al alcance métodos que nos harían la vida mucho más fácil.

Así que, amiga, si te planteas llevar el DIU en un futuro, igual es el momento de no tolerar más ningún dolor que podamos evitar (pero ni el de este dispositivo, ni ningún otro) y exigir la implementación de soluciones efectivas.

Mara Mariño

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Os comportáis como novios, viajáis como novios, pero no sois novios

Puede que la palabra de 2023 haya sido «polarización», pero en mi opinión, debería haber sido «fluir».

«Fluir» es lo que te dice la persona con la que empiezas a hablar, esa que no termina de especificar qué va buscando y se mueve en los márgenes de la imprecisión.

Pero «fluido» es también el mundo en el que nos movemos, las fronteras de la sexualidad, el trabajo y hasta de la ideología política se han vuelto más permeables que nunca.

pareja cita novios

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En esta sociedad fluida, donde la liquidez ya no se refiere al dinero, sino a las relaciones interpersonales, es difícil averiguar dónde empieza o termina algo, cuáles son los límites.

Porque hablarlo es sinónimo de que te puedes estar pillando, o peor, de que eres una persona intensa.

Y en ese espacio con los bordes difuminados, florecen las parejas no-parejas.

Son fáciles de identificar (y pondría la mano en el fuego de que has formado parte de una de ellas) porque se caracterizan por la exclusividad.

Las parejas no-parejas hablan de manera ininterrumpida a lo largo del día, comparten lo que hacen, tontean, quedan, se van de cine, museo, cena, beben unas copas, juegan con la ropa de la otra persona, la tiran al suelo, entremezclan las pieles, desayunan tostada con aguacate, entrenan juntos, quedan con una pareja de amigos, planean un viaje juntos e incluso conocen a miembros de sus respectivas familias.

Pero no son novios y la resistencia a la nomenclatura, a la etiqueta, suele venir de uno de los dos miembros. Spoiler, no sueles ser tú.

Cuando te das cuenta de que estás en una pareja no-pareja es porque cuando ha surgido el tema del futuro, te ha tocado escuchar que es que «no es el momento, quiero centrarme en el trabajo», «he sufrido en el pasado y no estoy en ese punto», «no creo en eso»…

Es el mismo momento en el que te preguntas que cómo puede ser que te diga eso si lleváis varios meses en los que se comporta como si fuerais novios hasta el punto de estar pendiente de recogerte del aeropuerto si llegas tarde o de cocinarte la cena.

Sí, en este tipo de vínculos la confusión es tan frecuente como los gestos de cariño o los cuidados que recibes, por eso es tan difícil ejecutar lo único que puedes hacer en estos casos: ponerle fin.

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Puede parecer que por las respuestas recibidas, la situación cambiará en un futuro. Una mañana se levantará y llegarán esas ganas de ir a más, seguiréis el curso natural de evolucionar, paso a paso, a una relación ‘oficial’.

No pasará.

Mantener la pareja no-pareja en pausa no es temporal, porque no es una cuestión de no poder cambiarlo, sino de no tener ninguna intención de hacerlo.

Es como intentar dar un paseo con alguien cuando tú quieres ir en bicicleta y la otra persona sentarse a tomar una cerveza.

Estar en pareja hace la vida más fácil, ya que mantienes las esferas sociales, afectivas y sexuales ‘cubiertas’, pero solo cuando estás a la misma altura de compromiso que la otra persona.

Y entre que tú te mereces todo -y que puedes hacer ese viaje con amigas, ir al cine con tus padres, beber unas copas con tus compañeros de trabajo y pedirte un taxi cuando llegues al aeropuerto-, recuerda que quien solo busca fluir es porque no quiere permanecer.

Mara Mariño

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Hay gente teniendo sexo con ChatGPT (pero no como imaginas)

Podemos estar de acuerdo en la cantidad de partido que se le puede sacar a las inteligencias artificiales como ChatGPT.

En mi caso, hace unos meses, le preguntaba incluso consejos para mejorar la vida íntima.

Sin embargo, esa finalidad de resolver las dudas que tiene la inteligencia artificial, organizando la información de forma coherente, no es la única que ciertos usuarios han encontrado.

Hay personas que están usando ChatGPT para hacer sexting o crear historias de alto contenido erótico.

hombre ordenador portátil

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«¿Cómo pongo a la IA de humor?», pregunta alguien en uno de los foros de Reddit.

No parece tan descabellado si tenemos en cuenta que las interacciones íntimas entre robots y humanos no son ajenas a nadie desde que existen las muñecas sexuales.

Aunque salió en 2013, la película Her -en la que Joaquin Phoenix termina teniendo sexo con la voz de la asistente virtual-, ya adelantaba lo que está pasando 10 años más tarde.

Cualquiera podría pensar que es normal que se terminara explorando esa faceta más ‘picante’ de ChatGPT, que, por mucho censor integrado que tenga, en el hilo de respuestas que leo a la pregunta, no es difícil sortearlo.

Pero, más allá del uso y disfrute personal, hay una cara B de este fenómeno, que es la que me ha puesto los pelos de punta.

Y es que el estímulo no está solo en conseguir una respuesta erótica por parte de una inteligencia artificial, sino que se están compartiendo las historias y con una búsqueda rápida es posible leer esos relatos.

Si nos parecía que los fanfics, el género literario donde los fans cambian a su gusto sus historias preferidas, eran un loco universo alternativo donde Harry Potter podía tener sexo con Draco Malfoy, las historias de ChatGPT son para preocuparse.

No faltan historias sobre violaciones a mujeres («Por favor, detente», susurró de nuevo, su voz temblaba por la inutilidad de sus palabras ante su captor) ni dirty talk en el que la IA adopta un tono sumiso: «Oh sí, soy una zorra, soy la mayor zorra que has conocido».

Dos ‘tramas’ que recuerdan demasiado a lo que ya se ve en cualquier película pornográfica y a la vez explica que los usuarios que están creando las historias son hombres heterosexuales, ya que el enfoque de la mirada masculina sobre el sexo es el mismo.

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Pero más allá de eso, se han vuelto muy populares en los foros las historias que son explícitamente violentas.

Una de las más impactantes habla de una auténtica salvajada como es que ChatGPT describa lo que es que le corten un brazo.

Asimismo, en las respuestas a esa historia, hay usuarios que preguntan cómo llegar a ese punto para que la IA responda de esa manera tan real hasta el punto de suplicar por el fin de ese dolor virtual.

También quienes comentan que eso no es nada y que han conseguido crear detalladas narraciones sobre disparar a mujeres en la cabeza (y a su vez quienes preguntan si pueden pasar el enlace para leerlas).

Y me da igual que la brutalidad se quede en el plano digital. Quienes están detrás de esas historias son personas reales que están fantaseando con la idea de agredir físicamente.

Que están dándole un prisma erótico a crímenes donde, por muy virtual que sea todo, el género de sus víctimas digitales siguen siendo mujeres.

No es ya solo que ChatGPT se convierta en otro espacio en el que darle rienda suelta a la erotización de la violencia, es que si se simulan delitos del código penal, se incita el odio hacia las mujeres.

¿El posible control sobre esto? Ni está ni se le espera…

Mara Mariño

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¿Por qué el sexo y el amor romántico están relacionados?

Es ver cualquier serie en la que una pareja decide abrir su relación y que salgan quienes afirman que la monogamia está de capa caída.

Otros opinan lo contrario, que por ‘culpa’ del poliamor, esta forma de relacionarse ha cogido más fuerza.

Y yo, que soy monógama no tanto por convicción, sino más por vaguería, me pregunto en qué momento se juntaron amor y sexo como para que ahora nos planteemos estas nuevas formas de vincularnos.

Hombres besándose

PEXELS

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Habrá a quien esto le parezca antinatural y piense que el ser humano lleva, desde el comienzo de los tiempos, relacionándose así.

Lo cual no es del todo cierto, arrastramos este modelo desde hace siglos, sí. El amor que ‘practicamos’ actualmente (en Occidente, quiero decir) es el amor romántico.

Pero ni lleva aquí desde siempre ni es la alternativa infalible.

Voy a empezar el repaso histórico por el tatarabuelo del amor romántico: el amor cortés del siglo XIII.

Nace de boca de los trovadores franceses, que pregonan el culto a la mujer y el sufrimiento por la distancia de ella, idealizándola en principio, y adquiriendo progresivamente una tendencia más sexual.

Con el tiempo se transformaría en lo que acabamos llamando amor romántico, aunque inicialmente su origen era más espiritual o idealista al servicio de la castidad y la proeza.

Todavía en el siglo XVIII, las relaciones de pareja se caracterizaban por separar el amor romántico de la sexualidad y el matrimonio.

Por un lado estaba el matrimonio amistoso o por conveniencia, como institución social y religiosa (para obtener descendencia legítima).

Por otro los devaneos, la forma aceptada socialmente a través de lo que obtener las satisfacciones amorosas románticas, y que eran casi siempre exclusivamente masculinos (prostitución incluida).

Es en la Edad Contemporánea cuando por primera vez comienza a coger fuerza la idea de juntar amor y matrimonio.

La reivindicación de los sentimientos

En el siglo XIX, el Romanticismo, comienza la exaltación de la pasión romántica y trágica, ese amor que relata Jane Austen en Orgullo y Prejuicio.

Puede que el puritanismo reprimiera cualquier tipo de manifestación erótica pública, pero comenzaba a surgir tímidamente un tipo de noviazgo que se desvincula de las imposiciones paternas.

Elizabeth Bennet puede casarse con Darcy por los sentimientos que se profesan.

Aunque el broche final se da durante el siglo XX con los grandes cambios sociales que repercuten fuertemente en las relaciones amorosas y sexuales: la emancipación de la mujer, el acceso a los anticonceptivos y el temor al contagio del SIDA.

Con esta segunda gran revolución del comportamiento amoroso se fusionan el amor romántico, el matrimonio y la sexualidad.

Es decir, aparece el matrimonio por elección libre, basado en el enamoramiento, y el amor romántico deja de ser un fenómeno minoritario.

En el caso de España, también influye la herencia religiosa, ya que los valores católicos promueven la conexión entre el amor romántico y el matrimonio contribuyendo a la idea de que el sexo debería estar vinculado a una relación de compromiso y afecto duradero.

Así que a día de hoy, la creencia que predomina en nuestra sociedad es la de que la base del matrimonio debe ser el amor romántico, con la expectativa de mantener la pasión erótica y romántica con una misma pareja durante toda la vida.

¿Dónde aprendemos el amor?

Las creencias y características del amor romántico son las que nos ‘tocan’, pero no nos vienen de serie. Aprenderlas y, por tanto, desarrollar nuestro comportamiento amoroso, es algo que replicamos gracias a la influencia de la familia.

Es la primera estructura que repite el comportamiento, pero también a través de la cultura popular, incluyendo películas, libros y música, que retratan el amor romántico como un componente esencial de las relaciones sexuales.

Estas representaciones refuerzan la idea de que el sexo debe ser parte de una conexión emocional profunda (y que se lo digan a Crepúsculo, 3MSC, El diario de Bridget Jones, La última…).

Y la idealización del amor romántico, como la forma más elevada de relación, ha contribuido a la creencia de que el sexo dentro de una relación romántica es más valioso o significativo que el sexo casual.

A eso hay que sumarle las normas o presiones sociales, que condicionan el comportamiento sexual y establecen expectativas sobre cuándo y cómo debería ocurrir el sexo.

Una serie de determinantes que llevan a entender por qué cuesta desprenderse tanto de la idea de que el sexo debe estar vinculado a una relación afectiva y a un compromiso a largo plazo.

Así que si te preguntabas por qué de cierta manera estaba mal visto que tuvieras relaciones sexuales sin sentimientos de por medio (sobre todo si eres mujer), o por qué puede ser que te cueste conectar en el sexo si no hay emociones, no eres tú.

Te han socializado para sentirte así en cualquiera de los dos espectros.

Mara Mariño

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‘Negging’, el tóxico ‘truco’ para seducir que parece obra de Barney Stinson

Uno de mis amores imposibles fue un compañero de carrera que, por muchas afinidades que teníamos, «solo salgo con rubias», me decía.

Repetía lo bien que se lo pasaba conmigo y lo divertida y guapa que le parecía, pero que se conocía y que siendo yo morena, no iba a funcionar.

hombre ligando con una mujer

PEXELS

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Aquello, en vez de desanimarme, me incitaba todavía más a prepararle planes sorpresa para convencerle de que, pese a no tener el color del pelo, tenía todo lo demás.

Por supuesto aquello no funcionó. Y no solo eso, sino que mientras yo dediqué mi tiempo y energía, él no hizo nada en absoluto más que ‘dejarse querer’.

No sería la primera vez que este tipo de interacciones marcarían mi vida.

También recuerdo otro chico, con el que salí una vez, que me dijo que yo no encajaba en su prototipo porque le solían gustar mujeres más delgadas como sus exnovias, que era o modelos o misses.

Cuando volví a casa después de la hamburguesa me escribió para preguntarme si íbamos a su piso a tener sexo.

Por suerte, y aunque no sabía explicar bien por qué, yo sí le había descartado a él en cuanto soltó el comentario.

Como con el chico de las rubias, y quiero pensar que de una manera inconsciente, los dos habían tirado por una estrategia de ligue que tenía en común no hacerme sentir suficiente para ellos.

Además de atacar directamente a mi autoestima, como que tenía que estar agradecida de que, de alguna manera, rebajaran sus estándares por mí.

No solo me hacía querer estar a la altura de ese supuesto sacrificio por su parte, sino que despertaba el afán de competir con las otras mujeres, rubias y modelos, que aunque ni las conocía, era como si estuvieran ahí.

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Tuvo que llegar el trabajo en mi amor propio junto a una psicóloga para que aprendiera a que mi validez no se medía en función de la respuesta de los chicos que podían gustarme.

Podía elegir que los chicos que me gustaran fueran aquellos a los que les gustara yo también, para empezar, y descartar los que llegaban a mi vida con lista de requisitos, basados solo en la apariencia física.

En aquel momento no le puse nombre, pero por lo visto, esto de soltar piropos envenenados a la persona que te gusta se conoce como negging.

Es una estrategia de manipulación que aparece en el libro El método de Neil Strauss, un ensayo que busca convertirse en el famoso manual de Barney Stinson para conquistar mujeres, pero en la vida real.

Pero claro, el manual de Barney era divertido en el marco de una serie cómica donde sus descabellados planes basados en mentir y engañar, formaban parte de la trama.

En la vida real, utilizar esas artimañas no es ético, y es lo que pasa con el negging cuando, de manera deliberada, se crea una inseguridad en el ‘objetivo’.

Y además tengo algunos ejemplos de negging reales que me han escrito algunas seguidoras: «No soy de tatuajes, pero tendría que ver los tuyos para ver si son finos, soy muy exigente», «Si me importara el físico, no estaría contigo», «Qué guapa eres de cara, tienes que mejorar el cuerpo, pero podemos quedar igual», «No eres como las otras chicas, eres como un tío con tetas» o «Eres más atractiva que guapa».

La consecuencia si no tienes la autoestima trabajada, es la que os relataba de querer demostrar que no eres como te encasilla, sino mejor para conseguir su aprobación (porque recordemos que especialmente a las mujeres se nos socializa en ser deseables y nos sentimos valoradas cuando conseguimos propósito de ser deseadas).

Así que en vez de eso, en vez de dejarnos llevar por el automatismo de querer gustar, hacernos la siguiente pregunta.

¿Por qué quiero seguir dedicando mi tiempo a una persona que en esta primera conversación o primera cita ya me está haciendo sentir mal conmigo misma?

Mara Mariño

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