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Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Uno de los comentarios que más recibo en Instagram por parte de hombres (que si aún no me sigues, este es mi perfil), es que se sienten perseguidos.

Casi como que no pueden ser ellos mismos y sienten que están siendo juzgados todo el tiempo incluso por cosas que no han hecho.

masculinidad hombres

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Y es que la masculinidad está en el punto de mira, más que nada porque al ir en línea con la sociedad machista en la que vivimos, parece que ser un ‘machote’ ahora está mal visto.

Todo está en continuo cambio: los iPhones, las series de la tierra media, el feminismo y, por supuesto, la masculinidad. De ahí que se anime a revisarse la propia.

Ahora Jason Momoa puede aparecer con un bolso rosa en la alfombra roja y Billy Porter se puso un vestido para los Oscar, pero  no son las únicas pruebas de que lo que antes era ‘ser un hombre’ es un concepto que ha empezado a desvanecerse.

Es más, de lo que se habla últimamente es de las nuevas masculinidades y, sobre este tema, José Alberto Medina Martín, psicólogo -al que entrevisté hace unos meses aquí-, explica por qué se han puesto tan de moda últimamente.

«Las nuevas masculinidades son constructos sociales que se oponen a la masculinidad hegemónica», afirma.

La pirámide de esta masculinidad la corona quien «más poder tiene y demuestra, más fuerza posee y ejerce, y más conquistas sexuales cosecha», ya que los pilares son el poder, la posesión, el capital erótico, la autoridad, la fuerza y el dominio tanto del género opuesto como del espacio público.

En cambio, las nuevas masculinidades apuestan por «la apertura emocional, la cooperación, una comunicación asertiva, la escucha activa y otra serie de valores».

Y si tiene tanta importancia es, como recuerda José Alberto, porque «yo soy lo que mi masculinidad dice de mí. Lo uso como etiqueta para transitar mi espacio, mi vida».

Si la ‘antigua’ masculinidad es algo a lo que le estamos cogiendo manía es por cómo se ha construido «como antítesis de lo femenino», explica el psicólogo.

Se basa «en la violentación, en cualquiera de sus formas (humillación, mofa, agresión, discriminación, vacío, etc) de otras identidades masculinas que cuestionan dicho modelo o que están lejos de él. Ser hombre es no ser mujer y sus derivados (marica, travelo, etc)».

Que a día de hoy sea algo que nos sigue pesando es porque «nuestros padres y abuelos no han tenido un contexto amable que les diese la libertad para cuestionar estas cosas. Por poner unos ejemplos, la paternidad se ejerce desde la demostración y no desde el cariño, la intimidad o la ternura, no hay una conexión emocional con los amigos, las relaciones de pareja son desiguales donde ambas partes siguen perdiendo de formas muy específicas (tanto heterosexuales como homosexuales), etc», explica José Alberto.

Entonces, puesta a imaginarme cómo sería el mundo si los hombres se plantearan su masculinidad, y se alejaran de esa identidad tan violenta, queda claro que la sociedad sería más inclusiva y respetuosa, «libre de sesgos machistas«, añade José Alberto.

«No tendríamos expectativas impuestas y autoimpuestas, dispondríamos de libertad para escoger trabajos sin que se cuestione que sean o no más femeninos (limpiador) o masculinos (directora de una empresa)».

Además los hombres contarían con «repertorio para resolver conflictos y un mayor desarrollo de la inteligencia emocional. Supongo que vamos encaminados a conseguirlo, tiempo al tiempo», apunta, positivo, el experto.

¿Cómo cambiar la propia masculinidad?

«Propongo trabajar la identidad del hombre, que antes de hombre, es humano. La identidad masculina aún predominante sigue basándose en esos estándares que son tóxicos: comunicación violenta, dificultad para resolver conflictos interpersonales, vivir la intimidad con pánico, complacencia con otros hombres que consideran más poderosos por miedo a ser cuestionados…», afirma el psicólogo.

Sus consejos para trabajar en ello pasan por «mejorar la asertividad, el cuestionamiento sin juzgarnos, la compasión, la capacidad de pensar a largo plazo viendo los beneficios de modificar su forma de ver el mundo (terapia), todo lo que tiene que ver con las emociones (regulación, identificación, discriminación, etc) y sobre todo ganar autonomía».

Como matiza José Alberto, autonomía no es lo mismo que aislamiento: «Hace falta tener la autonomía bien trabajada, y más en el caso de los hombres. Masculinidad y soledad van muy dadas de la mano y se necesita coraje, y que se valide dicho coraje, porque si encima que nos cuesta horrores mostrarnos vulnerables en este cambio, si no se nos apoya o incluso se hace mofa, pues vamos listos».

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En el sexo también la masculinidad clásica está haciendo de las suyas. Ya que «se comprende la intimidad únicamente como mantener prácticas sexuales», reflexiona.

«El único placer que cuenta es el suyo, porque se valora al hombre en la sociedad, y dentro de las mismas relaciones sentimentales, en función del placer que puede dar a una mujer. Esto lo hace para sentirse bien él realmente, es un vehículo, no un propósito nacido del querer a la persona», explica Jose Alberto.

La penetración es la práctica que resume esto, o, en palabras del experto: «Aquellas donde el pene esté en primera línea de batalla».

«Y no, esto no es una metáfora. Muchos hombres viven las relaciones sexuales con ansiedad porque una parte muy grande de su identidad gira en torno a su rendimiento sexual, como si fuera un examen y no una oportunidad de descubrimiento, placer y exploración. La penetración es la práctica por excelencia, y más allá de ello, no hay sexo. Es una concepción muy mecánica».

Estereotipos de género y orientación sexual

Sobre si la ‘vieja’ masculinidad afecta a los hombres homosexuales y bisexuales cuando se relacionan con otros hombres y tienen un interés sexual o romántico, José Alberto analiza que tendemos a dicotomizar y dividir entre dos lados.

«Lo de verdad, que exista y se reproduzca. Lo de mentira, que deje de existir. Y si no, que al menos no se note. De ahí toda la homofobia interiorizada, que también la vivimos los hombres bisexuales», explica.

«Hay estereotipos de género aún siendo los sujetos del mismo sexo. En prácticas sexuales nos encontramos con algo muy habitual: el activo, el que penetra, el que hace, y el pasivo el penetrado, el que se deja hacer», explica.

«Seguimos jugando con la dominación y sumisión como sinónimos de lo masculino y femenino. Con buena dosis de coitocentrismo. Porque no hay más sexo, no lo concebimos. Y que nos gusten ambas cosas no, siempre hay algo que te gusta más».

A la hora de tener acercamientos interpersonales el problema es el mismo. Según el psicólogo, el estereotipo es «Que no sabemos, porque ‘no somos hombres de verdad’, pero queremos. Y, en el caso de hombres homosexuales, que no les gustan las mujeres, ¿cómo procedo? ¿Le doy una rosa? ¿Le digo que está muy guapo? ¿O mejor le demuestro que soy un tiaco y le suelto ‘bro me molan tus zapas’?».

«Hombres bisexuales y homosexuales hemos sido socializados como heterosexuales y como hombres, sin más. Arrastramos el machismo, lo interiorizamos y lidiamos con la homofobia. Siempre en ese intento impuesto de acercarnos a lo que debemos ser. Es muy doloroso».

Nadal y el club de las ‘nuevas’ masculinidades

En vías de la deconstrucción, cabe preguntarse qué hacer si los hombres del entorno siguen estancados en esa masculinidad del ‘macho’. Para José Alberto la respuesta está clara: «No respondas con sobresalto».

«Estás en un proceso donde muy posiblemente te señalen como blandito o que haces tonterías. Pero da una respuesta desde toda la calma que puedas en ese momento. Si reaccionas a voz de pronto le estás dando la atención de la cual siempre se han estado alimentando», sugiere.

«Tampoco está en tu deber recriminar y convertir estos comportamientos machistas. Estás en tu derecho de alejarte. Señala lo que puedas, rodéate de un círculo que te apoye y te escuche», recomienda el experto.

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Entre los diálogos de las masculinidades, se habla de un tiempo a esta parte de masculinidad híbrida, «que tiene que ver con nuevos modelos de masculinidad sin perder los privilegios. Porque la sociedad no sigue leyendo como hombres, más allá de nuestros comportamientos», explica José Alberto.

«Como dice Foucoult tenemos impresos unos mandatos de género, pues qué mínimo que empleemos esta ventaja para una labor prosocial, sin invadir los espacios de lucha feminista. A ver si ahora vamos a dejar de usurpar el espacio público y decirle a las mujeres que se queden en casa a cuidar y ser buena madre y vamos a usurpar los espacios de reflexión y actuación feministas», reflexiona.

«Lo típico de ‘¿un hombre me dice cómo ser buena feminista?’ Pues en eso se puede convertir la nueva masculinidad. Así que mucha perspectiva de género y mucho trabajo personal para que esto de lo nuevo no sea ‘pero ahora lloro en público’. Un abrazo, Nadal», dice el psicólogo.

Mara Mariño

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