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¿Por qué se celebra hoy el día del orgasmo femenino?

Una respuesta podría ser la de que si existe el día internacional de hablar como un pirata o el día de los calcetines, el orgasmo femenino también se merecía un hueco en el calendario (el del 8 de agosto, más en concreto).

Pero lo cierto es que contemos con una fecha a día de hoy en la que sea el protagonista, es una reivindicación necesaria.

pareja orgasmo femenino

PEXELS

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El placer femenino ha sido no solo un misterio durante gran parte de la historia de la humanidad, sino algo que durante siglos se ha reprimido o incluso mirado con recelo.

A modo de resumen, el orgasmo de las mujeres ha pasado de ser una necesidad a la altura de dormir o comer, como pasaba en el Antiguo Egipto a ser considerado una forma de brujería durante la Edad Media.

En tratados médicos del siglo XIX se decía que las mujeres no disfrutábamos tanto como los hombres y que, además, el orgasmo femenino era innecesario para la reproducción.

Y si a eso le sumamos la gran presión que ejercía la Iglesia hasta hace nada en España acerca de sus deberes conyugales como ‘buenas esposas’ (sí, gran parte de nuestras abuelas tenían sexo cuando nuestros abuelos querían, no cuando ellas querían), puedes entender que, por el pasado que arrastra, haga falta un día para reflexionar y reivindicarlo.

Sobre todo porque, aún a día de hoy, el bagaje histórico nos pesa en la manera de buscarlo, experimentarlo o representarlo.

 

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Las cifras tras la brecha orgásmica

Que todavía exista una amplia diferencia de orgasmos entre hombres y mujeres, que es lo que se conoce como brecha orgásmica, es una de las asignaturas pendientes de la sexualidad femenina.

La base de esta desigualdad se debe a la manera en la que concebimos la vida sexual, una idea que construimos generalmente por series, películas o incluso la pornografía.

Sin ir más lejos, lo que vivimos en carne propia cuando tenemos un orgasmo y lo que vemos representado en la pequeña o la gran pantalla, es bastante diferente.

En la ficción el clímax se suele alcanzar a la vez y, siempre, en una práctica sexual que implique la penetración.

Añadiéndole una falta de educación sexual, la cama se convierte en un lugar de desequilibrio (pero se puede cambiar).

El mejor ejemplo de a qué tipo de disparidades nos enfrentamos son los resultados del XI Barómetro los Españoles y el Sexo que realiza Control, la marca especialista en bienestar sexual.

Según la encuesta 7 de cada 10 mujeres tiene dificultades para llegar al orgasmo y 1 de cada 4 no llega nunca o casi nunca, mientras que 7 de cada 10 hombres que afirman no tener nunca dificultades.

La explicación es que vivimos el placer desde la mirada masculina y nuestra referencia de práctica sexual completa es el coito, que es una postura en la que es difícil llegar porque muchas podemos necesitar una estimulación del clítoris más directa.

Esta predilección por la penetración o coitocentrismo explica también por qué nosotras tardamos más según el estudio (la mitad de las encuestadas afirmaron tardar entre 10 y 30 minutos en llegar al orgasmo).

Si a esto le sumamos que ponemos nuestro placer en segundo plano, se entiende por qué muchas llegamos a fingir los orgasmos (6 de cada 10 lo hemos hecho alguna vez).

El 42% de las mujeres encuestadas afirma que fingen para no hacer sentir mal a la otra persona o herir sus sentimientos; otro 42% aseguran hacerlo para intentar terminar la relación sexual cuanto antes.

En el momento que preferimos hacer creer que hemos alcanzado el clímax, en vez de tener una conversación, igual es como para plantearse cuál es el objetivo de la intimidad.

Más y mejores orgasmos

No hay mejor manera de combatir la brecha orgásmica que combatirla a base de orgasmos, que es algo que suena muy bien en la teoría, pero puede generar dudas a la hora de ponerlo en práctica.

Mi primer consejo es empezar a solas, sin prisas, buscar un momento del día tranquilo y un sitio en el que no se corra el riesgo de interrupciones.

La autoexploración hace maravillas cuando no nos planteamos el disfrute como una carrera con cronómetro de a ver cuánto tardamos en llegar al clímax.

Probar qué zonas del cuerpo nos aceleran más, qué ritmos o movimientos -incluso optar por algún aliado como un juguete– es el primer paso. También se puede fantasear o evocar un recuerdo.

Y, una vez identificado qué es lo que más nos estimula, comunicarlo en caso de estar acompañada y concentrarse en las sensaciones del cuerpo, no en lo que esté pasando por la cabeza.

Puede que no te corras a la primera, a la segunda o a la tercera, pero disfrutarás del trayecto mucho más que fingiendo.

Mara Mariño

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¿De dónde viene la brecha orgásmica? Así podemos reducirla entre todos

Creo que todas, o casi todas, hemos fingido un orgasmo alguna vez en nuestra vida.

Y el motivo es común: teniendo sexo, solo con penetración, a la mayoría nos resulta complicado alcanzar ese placer prometido por tantos libros y películas.

pareja cama sexo placer

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Porque en esas escenas en el cine o series, también según las canciones o los capítulos subidos de tono de cualquier novela, bastaba con meterla.

Así que, ante la duda de no saber qué estaba pasando exactamente con nuestro placer, tirábamos de dotes interpretativas.

Soltábamos algún quejido digno de Oscar para que pareciera que sí, que nos lo habíamos pasado igual de bien que él.

Y así es como la brecha orgásmica llegó a nuestras vidas. Una separación en el contador de clímax que dio lugar a toda esa serie de mitos que circulan alrededor de nosotras.

Como que nos cuesta más llegar o que, desde un punto de vista biológico, somos más complejas que los hombres cuando se trata de disfrutar.

Ni nos cuesta más ni nuestro sistema es más difícil, es que, durante todo este tiempo, la vara de medida siempre ha sido el coito.

Y claro, cuando el 100% de los hombres llegan al orgasmo con él, pero nosotras no, se considera que es la práctica que se puede usar como herramienta de cálculo infalible del placer.

Pero, ¿y si se hubiera usado el sexo oral como práctica para comparar la facilidad de llegar entre ambos?

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Lo más seguro es que esa distancia no existiría.

El problema es que, al partir del coito como unidad de medida, si las mujeres no llegan, enseguida se piensa que su sexualidad no está bien, algo raro pasa con ellas.

En ningún caso se cuestiona la práctica. Y lo peor es que hasta nosotras mismas nos lo creemos porque desde pequeñas tomamos de referencia la penetración.

Así que, ¿qué es lo que podemos hacer para contrarrestarlo?

Salvando las distancias

Lo primero es volverte dueña de tus sensaciones, lo que puedes conseguir si descubres de qué manera lo pasas bien, cómo acelerarte y la manera de ‘disparate’.

En segundo lugar, la penetración está muy bien -no me leerás decir lo contrario-, porque es placentera, sí, y también permite conectar a otros niveles, pero no la conviertas en el centro de tu vida sexual (coitocentrismo).

Que sea una parada más en el camino del disfrute, pero no de alcanzar el clímax si notas que te falta estimulación en otras zonas.

Por último, comunícate siempre con tu pareja.

No podemos hacer responsables al resto de nuestra falta de orgasmos si ni siquiera nos tomamos la molestia de decir lo que nos está pasando.

Si ves que no llegas, pide por esa boquita. Explícale cómo lo puedes hacer y, si no lo hace como te gustaría, enséñale.

La brecha orgásmica no se va a reparar sola como la capa de ozono. Tienes que reducirla tú a base de correrte (o hacer que se corran).

Mara Mariño

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El ‘squirt’ por encima de todo: la sobrevaloración del orgasmo con fluidos

«¿Haces squirt, me preguntaba una vez por mensaje de Instagram un chico.

Le dije que eso era algo personal (que además de serlo, no sé cómo se sintió con la confianza de lanzar esa pregunta de la nada) y me contesto: «Vale, entonces es que no».

Fin de la conversación.

mujer agua

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Me encantaría decir que fue la única vez que tuve un diálogo del estilo, pero no, la influencia del squirt llegó mucho más lejos y me vi en situaciones parecidas.

Mi sensación era que «¿Haces squirt?» era el nuevo «¿Vas al gimnasio?». Como que se había popularizado como forma de romper el hielo.

Pero también que se usaba como vara de medida. Casi haciendo sentir que, si no lo experimentas, formas parte de una categoría de amantes menos interesante.

O que eres rara.

Primero fue la desconfianza hacia el clítoris. Si no tenías un orgasmo solo con la penetración, algo pasaba contigo. Y no era precisamente bueno.

Ahora es si no eyaculas. Si no eres capaz de disparar chorros de agua como las fuentes de La Granja de Segovia, ¿cómo va a saber la otra persona si lo has disfrutado realmente?

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Conseguir el squirt no es sacarse un examen de conducir, no significa que seas un compañero sexual increíble.

Habrá mujeres que lo tengan y quienes no lo lleguen a experimentar en la vida.

Quienes eyaculen desde la adolescencia y quienes suelten su primer chorrito casi en la cuarentena. Es algo que puede depender de un sinfín de factores y no solo de quién nos está tocando.

Pero considerarlo algo universal y verificación inequívoca del disfrute, es solo la enésima prueba de que las fantasías de las películas eróticas no se han quedado en la pantalla del móvil y han empapado el imaginario erótico masculino.

Así que aprovecho para recordar que es una cuestión íntima (¿voy yo preguntándote qué tamaño de juguete te metes por detrás?) pero sobre todo que -por muy frecuente que resulte en la ficción de la pornografía-, es algo que le sucede entre al 15 y 55% de las mujeres, es decir, no es una mayoría absoluta.

Ah, y que si no lo experimentas, no quita que no tengas unos orgasmos increíbles, pero que mejor no tener presión encima con el hecho de que se espere de nosotras ser un aspersor entre las sábanas.

Así que más que especializarse en técnicas de squirt, propongo que se piense en disfrutar y punto.

Porque lo que todas tenemos en común, ya que está especializado en ello, es el clítoris.

Mara Mariño

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Lo frustrante no es tener que tocarnos nosotras para llegar al orgasmo, sino…

Tuve un momento en el que decidí que no iba a perderme un solo orgasmo más teniendo sexo.

Pero no me di cuenta de que decidí también, de manera indirecta, ser yo quien se encargara de conseguirlos en pareja tocándome el clítoris.

O al menos la mayoría de ellos.

tocarse clítoris

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La logística suele ser la misma, él concentrado en que esa acción que sucede en el piso de abajo, mantenga un ritmo constante y yo con la mano lista para poner el ‘modo turbulencias’ mientras tanto.

Es raro –y bastante complicado, dicho sea de paso- dar con alguien experto en el apaño de tocar a la vez.

Entre que las posiciones no son las más prácticas y el movimiento desvía la mano del clítoris, es muy difícil que eso llegue a buen puerto.

Por eso, la mayoría de las veces, preferimos ser nosotras mismas las que vamos al grano y nos llevamos la mano directamente a la entrepierna o pedimos cambio de postura con un «ponte así, que quiero tocarme».

Y la pregunta: ¿nos frustra de alguna manera que eso sea así casi siempre? Es decir, ¿tener que ser nosotras las que conseguimos nuestro orgasmo?

@meetingmara ¿Nos molesta a las mujeres ser siempre las encargadas de hacernos llegar al clímax? Toma nota de estos tips para sacarle el tema a tu pareja y que se involucre (de una vez) en tu placer 🔥 #placer #placerfemenino #pareja #relación #relaciondepareja #pasion #consejos #consejosdepareja #consejosdeamor ♬ She Share Story (for Vlog) – 山口夕依

En mi opinión, solo resulta frustrante si no veo en la otra parte la misma implicación. Lo desesperante es ver que comunicas cómo te gusta y no se involucran en tu placer.

Porque, como dice una amiga, si gestiona el multitasking de manejar un teclado para jugar a un videojuego, también puede ponerse a hacerme varias cosas a la vez.

Si el problema es la postura, es fácil modificarla. Y no solo eso, la variedad de prácticas nos permite recibir orgasmos en los que desconectamos por completo, como es el caso de la masturbación a cargo de otra persona o el sexo oral.

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El problema es cuando tu clítoris le da absolutamente igual.

Si las posturas son las adecuadas, pero la técnica no es la mejor, él puede participar igualmente proponiendo un juguete como alternativa (aunque la primera vez no sea la mejor).

Están diseñados para una sola cosa y la cumplen a la perfección. Si es tan sencillo, ¿por qué no aprovecharlo?

Quiero terminar diciendo que la responsabilidad de los orgasmos es compartida. Contar cómo nos gusta es lo primero, pasar a la acción lo segundo y buscar alternativas lo tercero.

Cada uno participa a su manera y claro que lo importante es disfrutar. Pero cuando hablo de participar, me refiero a hacerlo de verdad.

No a quedarse mirando cómo la otra persona lo hace todo (o casi) para llegar al orgasmo.

Mara Mariño

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Las mujeres no nos masturbamos como crees (y el porno tiene la culpa)

Nos guste o no, el porno es el primer contacto que tenemos con una dinámica sexual en pareja.

Lo que significa que estamos consumiendo un producto que, en su mayoría, está pensado para uso y disfrute de hombres heterosexuales.

Así que, mientras los espectadores masculinos se ven reflejados en el protagonista y reciben ese contenido para excitarse, nosotras nos inmiscuimos en el mundo de los vídeos eróticos tomando notas de lo que se espera.

UNSPLASH

Quizás no lo sabemos de forma consciente, pero tendemos a repetir los patrones que vemos en las películas pornográficas.

Lo que no significa que representen nuestra vida sexual. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El caso de la masurbación femenina es el más evidente.

Basta con teclear «chicas masturbándose» o «masturbación femenina» para encontrar todo un repertorio de mini clips en los que aparecen mujeres tumbadas o sentadas y siempre con la vagina rebosante.

Dildos, dedos, objetos aleatorios de la casa como botellas, frutas o verduras no faltan en estas películas.

¿Simboliza eso cómo nos masturbamos en realidad? Para nada.

Nuestros momentos de intimidad poco tienen que ver con esa chica desnuda cabalgando un juguete sexual que imita a la perfección a un pene y que se mantiene erguido en el suelo gracias a una ventosa.

Es más, lo tenemos tan sencillo que muchas veces no necesitas quitarte la ropa.

Basta con meter la mano en las bragas, buscar el clítoris y activar el modo turbo de los dedos. La vagina ni se toca.

De hecho, si lo ves desde fuera, esa imagen de vídeo erótico en el que el juguete entra y sale -al compás de los gemidos- no tiene mucha similitud a la mano estática sobre el pubis, donde solo se mueve un dedo en círculos o de un lado a otro.

Que nosotras terminemos en este tipo de vídeos es raro, pero tienen un público masculino importante.

De ahí que, cuando en la cama un «Tócate» te llega al oído, sabes de sobra que no es el mismo que se imagina en su cabeza.

Si se espera un espectáculo de dedos penetrantes, va a encontrar una imagen superficial mucho menos movida (a sus ojos) pero más intensa para nosotras a nivel de sensaciones.

Y en cuanto a los juguetes con los que parece imprescindible tocarse, están a mundos aparte de los que solemos utilizar -o hemos utilizado- para descubrir nuestra sexualidad.

Cojines, el peluche, el borde de la mesa… Todo lo que nos apañara para presionar la zona estrujándolos entre las piernas o estando bocabajo sobre ellos era lo que realmente conseguía hacer que nos corriéramos.

Así que más nos vale ir rompiendo con la imagen de cómo se masturba una chica en el porno y empezar a preguntarle a tu pareja cómo le gusta tocarse.

Pero de verdad, no como ha aprendido que te excita. Para excitarse ella.

Duquesa Doslabios.

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Esto es lo peor que puedes hacer si ella tarda en llegar al orgasmo

«Venga, córrete ya» es de las frases más chocantes que, como mujer, me han tocado escuchar.

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Sí, comparte las primeras posiciones de la lista junto al «¿No estarás en esos días del mes?» o «¿Cuándo tienes pensado casarte?», otras de las más clásicas que te toca aguantar a menudo a lo largo de la vida.

Aunque claro, estas dos últimas suelen decirse mientras llevas ropa puesta y no estás teniendo sexo, que es cuando puede surgir la primera.

De entre todas las cosas que pueden sacarme mentalmente del momento íntimo -entre las que incluyo el pitido del lavavajillas cuando ha terminado el programa, que suene el timbre o que mi madre me conteste un WhatsApp-, la urgencia de tu acompañante por tu orgasmo, es casi la peor.

No es ya solo que pierda la concentración sexual, es que, por lo general, esa frase viene acompañada de mucho más.

Cuando hace acto de presencia no es al principio (sería un poco absurdo -y aún menos habitual- esperar un orgasmo en los primeros minutos), más bien al rato de estar en plena acción.

Por un lado, entiendo a la perfección el deseo de la otra persona, que tiene interés en que los dos sientan placer llegando a alcanzar el clímax, aunque sea en momentos diferentes.

Pero para nosotras, ese tipo de prisas no son buenas. Más que nada porque no desencadenan una respuesta positiva potenciando la excitación, todo lo contrario.

Cuando te toca escuchar que a ver si te corres, que estás tardando mucho o que si todo va bien porque no has llegado todavía, en tu cabeza se filtra la idea de que estás fracasando como amante y aburriendo a tu acompañante.

Y lo cierto es que, para empezar, nuestro orgasmo es diferente del de los hombres (si quieres profundizar, te recomiendo este artículo).

Tampoco nos podemos olvidar que, a nivel excitación, en cuanto perdemos un poco el hilo, nos toca empezar de cero.

Que las películas porno muestren unos maxiorgasmos femeninos solo con la penetración, no es de gran ayuda. La mayoría de nosotras solo llegamos a alcanzarlo mediante la estimulación directa del clítoris.

Es decir, da igual que estés 45 minutos con una postura de ‘misionero’ digna del kamasutra si el clítoris no está siendo alcanzado.

¿Concusión? Paciencia y, en todo caso, preguntar más que imponer.

Si tienes dudas de si lo estás haciendo bien o si estás yendo por el buen camino, es tan sencillo como cerciorarse con un simple «¿te gusta así?» o un «¿cómo te gustaría que hiciera?».

Duquesa Doslabios.

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Toda una vida sin punto G

Cada poco tiempo salen nuevas noticias del punto G: «Qué es y dónde encontrarlo», «Las cosas que no sabías de él» o «¿Cómo afecta el tamaño a la hora de estimularlo?».

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Esa obsesión silenciosa por dar con botón del placer lleva dando vueltas desde los 80, cuando se afirmó que existía esa zona erógena. El problema es la expectación que se ha desarrollado a su alrededor.

Mi parte favorita del debate es que ahora los expertos se plantean si eso del orgasmo vaginal no será más bien un mito, ya que no se ha podido demostrar hasta el momento.

Más allá de las investigaciones, casi parece que, siendo mujer, si todavía no te lo has encontrado, has fracasado en la relación con tu vagina.

Lo mismo que si nunca has tenido un orgasmo acompañado de squirt o eyaculación femenina.

Sinceramente, dar con mi punto G no es algo que me haya producido curiosidad. Supongo que será porque, vía externa, tengo orgasmos tan buenos como para no echar nada en falta.

Quizás le estamos demasiada importancia cuando lo cierto es que no necesitamos emprender la odisea de dar con puntos secretos inalcanzables.

¿No es mejor entender qué es lo que sí nos funciona más que en pasarnos toda la vida agobiadas por encontrar algo que ni siquiera tenemos la certeza de que exista?

Que para tener mejor sexo igual nos saldría a cuenta olvidarnos del punto G y centrarnos en lo que sabemos que desencadena el clímax, como el clítoris, por ejemplo.

Duquesa Doslabios.

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Cinco consejos para las que no llegan al orgasmo durante el sexo oral

Si estás leyendo este artículo, permíteme decirte, de mujer a mujer, que yo he estado ahí, en pleno momento pasional pensando «Pero, ¿por qué no pasa? ¿Qué falla en mi cuerpo?».

GTRES

Así que, en primer lugar, tranquila. No pasa nada raro en tu entrepierna a no ser que te hayan salido tentáculos (en cuyo caso, sí que te recomiendo que veas a un ginecólogo con urgencia).

Pero para todo lo demás, calma. Que el sexo es un mundo, es algo que todas sabemos, pero nuestra cabeza, que también lo es, puede llegar a afectarle.

Antes que nada, para que la experiencia sea lo más placentera posible, préstale atención al ambiente. Intenta que no te pille pendiente del reloj porque sabes que tu hermana está a punto de llegar de la universidad y que tengas toda la calma del mundo para dedicarle tu atención a lo que tiene que ir, el momento.

Si te hace sentir más predispuesta, baja la persiana, o súbela al máximo si lo que realmente te gusta es ver la cara de quien practica la acción. Encuentra algo que funcione, que te haga sentir a gusto y dentro del momento que estás viviendo.

Otro punto clave, dentro de esa atmósfera que has creado, es la comodidad. No solo con la persona, que será un detalle fundamental a tener en cuenta a la hora de que te excites, sino también contigo misma.

Encuentra una postura en la que estés relajada y no sientas la necesidad de interrumpir con «¿Me puedes pasar este cojín?» o «Espera, que pongo esta pierna por encima». Colócate de manera que te olvides de todo tu cuerpo a excepción de la zona que se va a convertir en protagonista.

En pleno relajamiento físico, el mental tiene la misma importancia. No vas a llegar nunca al orgasmo si te encuentras pensando en que se te han acabado los yogures y tienes que ir al supermercado a comprar, que la lavadora ya ha terminado el ciclo corto de lavado, que aún no te has puesto con el trabajo de Sociología o que está llevándote mucho tiempo y que se va a dar cuenta.

Corta y desconecta la mente por lo sano. Bloquea tu cerebro y vive el aquí y el ahora (y tu «aquí y ahora» incluye a una persona entre tus piernas queriendo darte placer, ¿qué puede haber mejor que eso?).

Por supuesto que, si necesitas interrumpir para comentar algo que mejore la experiencia, puedes hacerlo. La comunicación es fundamental si sientes que hay cosas que podrían funcionar mejor (tú sabes mejor que nadie qué te gusta y qué no). Así que deja las vergüenzas fuera de la cama, o del mueble en el que estés apoyada, y habla.

Indica si necesitas más o menos intensidad, qué zona es la mejor para trabajar o si prefieres que, además de la lengua, participen uno o dos dedos. Si el placer es sinfonía, tú eres la directora, y, tu pareja, instrumentista.

Aunque quizás, el mejor consejo es que disfrutes de cada minuto, desde que pierdes las bragas hasta que deslizas la mano por su cabeza pensando «Qué suerte la mía». O incluso hacer más intensa la experiencia contrayendo tus músculos vaginales durante el cunnilingus. ¡Felices orgasmos!

Duquesa Doslabios.

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¿Qué demuestran los juguetes eróticos?

El aumento en la venta de juguetes sexuales ha dejado en evidencia varias cosas, como que la sexualidad cada vez es un tema que tratamos con mayor naturalidad. Las conversaciones de sexo han pasado de ser la excepción a uno de los temas más divertidos que sacar en conversaciones con personas de confianza.

PLÁTANOMELÓN

Hemos perdido la vergüenza sobre la cama y fuera de ella. ¿Cómo mantenerla en una época en la que el sexo es el pan de cada día y de cada hora, si queremos, gracias al teléfono? Pero no solo se quedan ahí las conclusiones de quienes trabajan en este mercado.

Basta de prejuicios, las mujeres jugamos solas. La masturbación femenina se aleja cada vez más del tabú según la encuesta que ha realizado Platanomelon.com cruzada con el análisis de los productos que se han vendido en 2018.

Buscar un juguete para uso personal fue la respuesta del 63% de las mujeres encuestadas. Aprender a disfrutar en la cama empieza por conocerse a una misma, por lo que recurrir a los sex toys es de gran ayuda.

La búsqueda del placer es el objetivo principal (nadie se compra un vibrador, por muy de diseño que sea, para decorar la casa). Esto es algo que demuestra el 72% de las participantes, que compraron un juguete para mejorar sus orgasmos. Los productos que estimulan el clítoris son la apuesta segura de este tipo de negocios.

Aunque no solo en nosotras queda la magia de los artículos de placer. Los hombres también la experimentan, aunque lo hacen más en compañía que por su cuenta. De hecho, el 62% busca algo que pueda utilizar con la otra persona para incrementar la experiencia de su pareja.

PLÁTANOMELÓN

Sin duda es una cifra esperanzadora que nos habla bien de la salud de nuestras relaciones sexuales. Recordemos que, hace décadas, ni se planteaba que las mujeres pudieran tener orgasmos.

Además el 43% de los hombres encuestados buscaban salir también de la zona de confort viviendo experiencias nuevas entre las sábanas. No solo las mujeres somos las curiosas por mucho que, como clientas, superemos en número a los usuarios masculinos. Trabajar en que el sexo no se convierta en algo monótono es responsabilidad de todos.

Dicen en Platanomelon.com que los juguetes de dominación y sumisión han pasado de ser una moda a convertirse en un básico del cajón de las perversiones (ese que tenéis en la cómoda cerca de la cama, ya sabéis cuál os digo). Es tal su éxito que, si se apilaran, rebasarían sobradamente la Torre Eiffel.

Y es que si de algo podemos estar agradecidos a Cincuenta sombras de Grey es que ha arrojado luz sobre lo que antes se veía como una afición sexual un poco oscura. Eso y que experimentar por encima de la línea entre el dolor y el placer, es un acierto seguro.

Como consumidores, podemos tener patrones similares, y si algo ha demostrado esta investigación sobre las verdades irrefutables de la compra de objetos eróticos es que nos sirve como aliciente para enfrentarnos a la semana. Es el domingo la jornada en la que más juguetes sexuales se compran desde el móvil.

Ya sea para contrarrestar el efecto lunes o para tener una ilusión a lo largo de los cinco dais de trabajo que nos esperan. Así que, si mañana no tienes planes, aquí tienes una idea de lo que puedes hacer para pasar el tiempo.

Duquesa Doslabios.

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Quien no llora, ni mama ni llega al orgasmo

Tenemos un problema. Y ya sé que es martes y que te da pereza abordar temas importantes antes del miércoles, pero, créeme es urgente. No estás teniendo orgasmos. Pero ni tú ni muchas otras mujeres.

ESCENA DE FARIÑA. YOUTUBE

Porque tenemos una brecha de orgasmos brutal. Piensa un momento, de diez veces que se corre tu pareja, ¿cuántas has terminado tú? ¿Dos? ¿Tres con un poco de suerte si cambiaste el preservativo y a él le duró un poco más la erección?

No me llames exagerada que Canadá me da la razón. El estudio publicado en The Canadian Journal of Human Sexuality mencionaba precisamente que nosotras estamos dispuestas a bajar el doble que nuestros compañeros varones.

El estudio deja claro en qué se traduce esto: muchas mujeres no están recibiendo sexo oral. Solo el 40% de las mujeres encuestadas disfrutaban de que sus parejas bajaran. Y (oh, sorpresa) el 53% de ellas, más de la mitad, habían llegado al orgasmo gracias a esta práctica.

Porque recordemos que la estimulación directa del clítoris es la vía para alcanzar el clímax y solo el 15% de nosotras es capaz de correrse a través de la penetración únicamente.

El estudio también averiguó que el 80% de las mujeres disfrutamos del sexo oral, y aunque no es que hiciera especial falta que indagaran sobre ese tema en concreto (¿a quién no le gusta una buena comida?), deja en evidencia el problema que hay detrás de esto.

Que menos de un tercio de nosotras se siente con la confianza suficiente como para decirle a su pareja qué desea en la cama. Volviendo a los resultados del estudio, es algo que tiene mucho sentido ya que el 59% de los hombres afirmaron no saber qué les gustaba a sus parejas a la hora de practicar sexo oral.

Así que la conclusión parece clara: no podemos echar la culpa de no estar teniendo una experiencia sexual satisfactoria si somos las primeras en callarnos qué es lo que deseamos. Traducción: sigue bajando cuando estés con tu pareja, pero habla más cuando a la otra persona le toque bajar.

El sexo, a no ser que te masturbes, es un juego de equipo y no hay ninguna actualización cerebral que consiga que, de la noche a la mañana, tu pareja sepa qué es exactamente lo que quieres que te hagan, por lo que no te queda otra que hablar y luego dejar que utilicen la lengua contigo. O en ti, vaya.

Duquesa Doslabios.

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