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Si fantaseas con otra persona, ¿significa que no quieres estar en tu relación?

Por nuestra mente, un desfile de fantasías circula de manera más o menos frecuente.

Las hay que nos acompañan desde hace años, otras que aparecen de manera inesperada (y te dejan preguntándote por qué fantaseas con aquello) o las que ‘adoptamos’ cuando se las oímos decir a alguien y pasan a formar parte del repertorio.

Pero en ningún caso significa que queramos llevarlas a cabo.

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Relacionar los términos fantasía y deseo es algo muy frecuente y erróneo, pero como explica la sexóloga Erea Devesa, sexóloga colaboradora de Durex, «no implica querer llevarlo a la realidad. De hecho, muchas personas viven con culpa el hecho de fantasear con situaciones o personas que son lejanas a sus valores o creencias».

Esto es algo que parece de mayor gravedad si tenemos en cuenta que la sociedad es mayormente monógama, pero «que una persona fantasee con estar con alguien que no es su pareja no tiene absolutamente nada de malo, ni tiene relación con su pareja» cuenta la experta.

En todo caso, hablaríamos de dificultades si el deseo estar con otra persona y la relación es monógama.

Pero como dice la sexóloga: «No somos lo que pensamos. Somos seres racionales que tomamos decisiones y valoramos, todo el tiempo, qué queremos hacer».

Que el hecho de pensar en otra persona aún nos lo tomemos como indicativo de que la relación está destinada a fracasar, es una de las tareas pendientes.

«Es normal que veamos a otras personas y que puedan parecernos atractivas y nos imaginemos cómo sería tener una relación, o incluso que fantaseemos o deseemos tenerlas, pero en última instancia decidimos no hacerlo. Eso es lo realmente importante, ser leal a los acuerdos o compromisos»

La raíz del problema, en palabras de la experta es que «hay todavía unos patrones sociales muy arraigados que marcan cómo debería desarrollarse una relación sentimental, lo que es ‘normal’ y lo que no, así que todavía sigue existiendo esa creencia».

Atracción vs decisión

Además de las relaciones monógamas, cada vez hay mayor hueco para otros modelos de relación, algo que la experta achaca a los cambios sociales y culturales (tendencias apps citas, pandemia, etc.).

«Las personas cada vez se cuestionan más la forma en la que han sido criadas y están dispuestas a desafiar las construcciones sociales de una manera general», explica.

Aunque puede ser también un reflejo de cómo nos planteamos la intimidad. Según un estudio de marzo de este año que ha compartido Ipsos con Durex, los españoles se muestran abiertos a probar cosas nuevas: al 47% de los encuestados le gustan las experiencias sexuales fuertes y estimulantes; al 40% le gusta experimentar cosas nuevas en el sexo; y al 18% le gusta intentar superar los propios límites sexuales.

Para mí, uno de los retrocesos en este aspecto viene cuando un formato televisivo, como es La Isla de las Tentaciones, promueve un mensaje tan perjudicial como es el hecho de relacionar la atracción por una nueva persona con la falta de amor por la pareja.

Cuando un programa con una audiencia tan amplia emite esas concepciones de las relaciones, fomenta una idea del amor muy poco realista.

«No es incompatible y es perfectamente normal, ya que somos animales sociales y podemos sentirnos atraídos por otras personas más allá de nuestras parejas», explica la sexóloga.

«También podemos generar vínculos relacionales con más de una persona y eso no condiciona el amor que podemos sentir por cada una de ellas. Te pongo un ejemplo que tal vez resulte más cotidiano: ¿Quieres menos a tu hermano/a/e mayor cuando nace un hermano/a/e nuevx?. No, ¿verdad? Simplemente generamos un vínculo nuevo, una relación nueva y diferente, ya que es una persona diferente».

En su opinión, parecería que el amor viene en cantidades finitas y cuantos más vínculos generáramos, más disminuyera el monto inicial teniendo que dividirlo cada vez más.

«La realidad está lejos de esto: el amor se multiplica, no se divide», afirma.

Muchas fantasías, buena salud sexual

Tener un abanico variado de fantasías no es sinónimo de crisis en la relación ni de tener insatisfacción a nivel íntimo.

Esas ficciones eróticas son la prueba de que «somos personas creativas y tenemos imaginación», explica Erea.

«La sexualidad es un ámbito más en el que desarrollar estas habilidades. El problema es que no está igual de bien visto ser creativa en la cocina o en el trabajo».

Pero en palabras de la experta, «fantasear es incluso un indicador de salud sexual, ya que una vida sexual activa da lugar a mayores posibilidades respecto a ese tema y al final a tener una relación positiva con el sexo».

Además, como comentábamos al principio, tener una fantasía no significa llevarla a cabo obligatoriamente.

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«Como adultos, sabemos distinguir perfectamente entre las fantasías y la realidad, y podemos controlar nuestros impulsos. Si sentimos que llevaríamos a cabo ese pensamiento si se nos planteara la situación, este sería un deseo y tendremos que valorar nuestras opciones».

Una vía de comunicación segura y sincera es la tónica para resolver la mayoría de conflictos entre parejas (entiéndase conflicto como un desacuerdo), y en el ámbito de las fantasías o deseos -si queremos realizarlo-, sucede lo mismo.

«Muchas veces, una falta de comunicación puede jugar en nuestra contra, ya que es posible que eso que deseamos también lo desee nuestra pareja, pero al no comunicarlo, no podemos disfrutarlo en pareja y lo vivimos con sufrimiento», comenta Erea.

La clave en toda aproximación de opiniones distintas es la de llegar al punto medio: «Puede que nuestra pareja no lo desee, pero se pueda llegar a un acuerdo para llevarlo a cabo fuera de la pareja».

«Si no existiese un consenso en el que todas las partes se sintiesen a gusto, habrá que valorar si la relación tiene más peso que ese deseo, o no», finaliza la experta.

Mara Mariño

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7 fantasías eróticas fáciles de imaginar y de cumplir (si no tienes ninguna)

A día de hoy me sigo sorprendiendo cuando pregunto a mis amigas que cuáles son sus fantasías, las hay que me dicen que no tienen ninguna.

¿Cómo no vas a tener ninguna? Te estás perdiendo la mitad de la diversión que es montarte la película en tu cabeza.

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Y es que las fantasías son una manera sanísima de vivir tu sexualidad. Además ni hace falta que sean algo que cumplas, basta con que alimentes tu imaginario erótico

Entre sus beneficios está que te sirven para expresar tus deseos sexuales (y por tanto conocerte más en profundidad).

Al imaginar algo que te estimula, se aumenta tu excitación sexual individual -y también en pareja si haces partícipe a otra persona-.

Y, por último, son una forma estupenda de tener diversidad y evadirte de tu vida (que tire la primera piedra quien nunca se haya imaginado a una celebridad entre sus piernas).

Entonces hoy quería escribir pensando en esas amigas, y compartirles además algunas fantasías muy comunes -por lo que me han contestado mis seguidores de Instagram-, para que ahora sí tengan una lista:

  • Sexo con una tercera persona implicada: se puede empezar con la fantasía de darse unos besos o acariciarse por encima de la ropa. Al ser la monogamia el régimen relacional más popular, que haya alguien más en la ecuación hace que sea interesante por la novedad.
  • Hacerlo en el trabajo con un compañero o compañera: trabajamos 8 horas al día, ¿cómo no vamos a fantasear con que pase algo en la oficina? Si decides ponerlo en práctica, dicen que los baños del almacén son los menos frecuentados…
  • Grabarse en vídeo: cuando te acostumbras a ver tu cuerpo desde el mismo ángulo, es el momento de cambiarlo. Eso sí, luego bórralo que la nube es muy traicionera. Y de paso, léete este artículo con algunos consejos para que a experiencia sea de cine (tenía que hacer el chiste).
  • Hacerlo con una persona de ideología contraria a la propia: ¿que por qué resulta esto excitante? Ni idea, pero en las respuestas encontré desde «me encantaría montármelo con un facha» a «les pasa lo mismo, fantasean con perroflautas». Igual en política no vamos a ponernos de acuerdo, pero si esas chispas saltan a la cama, suena a que puede ser intenso.
  • En un spa: la excusa de un plan relajante e íntimo pone a tono a cualquiera cuando ves a la otra persona medio desnuda. Algo tiene la sauna que te hace querer sudar (todavía) más. Y el morbo de que puedan descubrirte solo hace que la experiencia resulte aún más sexy.
  • Con tu crush del gimnasio: tener a una persona que te encanta físicamente es el primer requisito cuando empiezas a acudir con asiduidad al gimnasio (y una buena razón para no perder el ritmo de asistencia). Que físicamente te atraiga sin haber pronunciado una sola palabra demuestra que es ‘Fantasy material’, perfecto para montarte la ficción mental de que algo pasa en las duchas.
  • Shibari: el arte erótico japonés de las cuerdas es una fantasía recurrente tanto para dejarse atar como para inmovilizar a tu pareja. Puedes imaginarte que le tienes a tu total disposición o que eres tú quien queda a su voluntad.

Si mientras las leías, no has fantaseado con ninguna de ellas, es el momento de que pienses la tuya…

Mara Mariño

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No cumplimos nuestras fantasías, el obstáculo de la sexualidad femenina

Cuando estuve varios años en una relación de pareja, que él cumpliera sus fantasías era uno de mis objetivos.

Las que fueran, siempre y cuando yo me encontrara cómoda. Y conseguí poner en práctica la mayoría de ellas.

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En cambio, cumplir las mías propias, estaba en un segundo plano para mí y para él, por su parte no tenía la misma prioridad.

Por mucho que había insinuado qué era lo que me gustaría que él hiciera (o llevara, más bien), me quedé con las ganas.

Puedes pensar que soy una excepción, pero si repaso uno de los últimos estudios que se han hecho sobre la evolución de la sexualidad de la mujer española, mi caso es bastante habitual.

El análisis de Gleeden llega a la misma conclusión que mi vida íntima: las mujeres cumplimos en menor medida nuestras fantasías sexuales.

Y, además de que te toque una pareja poco abierta a cumplirlas, como me ha pasado a mí, hay otras razones por las que nunca le vas a ver vestido de bombero o haciéndote un baile erótico mientras se desnuda.

Por ejemplo, las veces que tenemos deseo sexual superan a las veces que tenemos relaciones sexuales al mes (chúpate esa, mito que dice que nuestra libido es más baja).

Te puede interesar: No es que tengas menos deseo sexual, es que tu primera vez fue decepcionante

Así que casi el 40% de las veces que tenemos ganas, no tenemos relaciones con nadie.

Aunque tanto cuando estamos en pareja, como cuando no, la masturbación es una gran aliada para esas situaciones (y los juguetes ni te cuento).

Afecta también la manera en la que concebimos el sexo. Seguimos el guión de que la penetración es la reina del dormitorio (o del coche, no entro en los sitios donde quieres dar rienda suelta a tu pasión).

La práctica alternativa más repetida después del coito es el sexo oral y después la masturbación en solitario.

Muchas otras prácticas apenas tienen peso o directamente no entran en nuestro radar. Cuando abrirse de miras sexuales es fundamental.

El estudio señala el swinging (intercambio de pareja) y el trío sexual como las fantasías que menos se ponen en práctica.

Pero vaya, que más allá de tener sexo con más gente, hay un sinfín de experiencias que no realizamos tampoco como hacerlo al aire libre, tener espectadores, el sexo anal, el bdsm

Así que para ponerle solución propongo por un lado hacer ese trabajo de investigación de qué es lo que realmente nos pone.

Definir nuestras fantasías es tenerlas claras y saber cómo ejecutarlas (ya me lo agradecerás si investigas antes de ponerte a hacer la lluvia dorada por primera vez).

En segundo lugar contarlo abiertamente, porque debemos comunicarlo para que la otra persona sepa qué nos gusta -y si quiere participar-.

Y, en tercer lugar, dar con alguien que se apunte a ponerlo en práctica.

Si no se dan las tres, seguiremos montándonos las películas eróticas en nuestra cabeza sin que salgan de allí y dando pie a que el próximo estudio revele lo mismo, que no se cumplen nuestros sueños húmedos.

Mara Mariño

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Si tiene los ojos cerrados durante el sexo, ¿está pensando en otra persona?

En varios foros encuentro esta pregunta, la prueba de que a veces entra un miedo irracional en el momento que nos sentimos más expuestos.

Pero, ¿tiene sentido que nos preocupemos por esto?

Voy a ponerme del lado de quien duda, de quien ve a su pareja retorcida de placer -con los ojos fuertemente cerrados-, y se plantea que por su cabeza pase alguien que no sea él (o ella).

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Y es que tener sexo con una persona que queremos es algo tan íntimo, que todas nuestras inseguridades tienen vía libre.

Si se estará fijando en la celulitis, en esa zona con pelo que pocas veces ha visto una cuchilla o si le parecerá alguna parte del cuerpo pequeña, son pensamientos intrusivos que pueden llegar a paralizarnos.

Sin embargo, tener o no contacto visual depende de muchas cosas. Por lo pronto, es el mejor método para centrarse en las sensaciones.

Con el sentido de la vista privado, parece más sencillo prestarle atención a los demás.

Al oído, al gusto, al olfato, pero sobre todo al tacto. Especialmente si es el que se da en el piso de abajo.

Sin mirar, no hay distracciones. Evitas cruzar la vista con la lámpara del techo y recordar que aún no has comprado la bombilla. Solo está una agradable oscuridad y el contacto incendiario que te despierta por dentro.

Por otro lado, abrirlos y mantener los ojos clavados, es algo también ligado a la intimidad.

Una concesión de verse en ese momento tan vulnerable y encontrarlo lleno de erotismo. También la forma de recordarle a la pareja qué es lo que tanto nos gusta de ella, dándole impulso a su autoestima.

Pero y aún en el caso de que esos párpados bajados significaran que hay una fantasía detrás, ¿es de verdad para alarmarse?

Dejarse llevar por una idea que nos excita, funciona de maravilla en la cama.

Es más, precisamente lo bueno que tiene la imaginación es que está solo en la cabeza y se puede usar como gatillo para disparar aún más las ganas.

Por placer, para concentrarse, para excitarse más… ¿Qué más da el motivo si el resultado es que esa persona disfrute en mayor medida de la experiencia compartida?

Duquesa Doslabios.
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Alimentar el mapa erótico: la forma de actualizar tus fantasías sexuales

Tus fantasías sexuales no son eternas. Al igual que tus metas, tienes que ir actualizándolas a lo largo de tu vida.

Lo que te encantaba a los 20 años no suele ser lo mismo que te seduce a los 30.

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En eso consiste el mapa erótico, en aquellas historias que nutren nuestro imaginario sexual.

El ir cumpliéndolas o ir descubriendo cosas nuevas consiguen que las etapas íntimas vayan cambiando.

Pero configurar este mapa no es algo que caiga del cielo. Se debe trabajar.

Y no hay nadie más que tú que pueda decidir qué aparece y qué no.

He dicho varias veces que disfrutar de la sexualidad es tarea de la propia persona, y el mapa erótico es el ejemplo perfecto.

Incluso si consideras que la imaginación no es algo que te sobre precisamente, vengo a darte algunas ideas que a mí me han funcionado.

Tu mapa erótico puede empezar por la fantasía de cumplir con un desconocido ese polvazo que te ha contado tu amiga que echó con su novio.

Puede ser la escena de una película que siempre te haya excitado y quieras poner en práctica.

También probar todo tipo de fetiches a ver si hay alguno con el que hasta ahora no te habías atrevido (y resulta que te encanta).

Fuentes de fantasías eróticas son también los libros, hacerse con juguetes nuevos…

Y si lo que se te da bien es tirar de imaginación, montarte historias en la cabeza será tu primer campo de experimentación.

Fantasear con que sucede algo con la compañera de trabajo, ir en el ascensor y pensar qué pasaría si entrara ese vecino que te gusta…

De la misma manera, es posible hacer el ejercicio con gente desconocida.

¿De esas personas que compartes espacio en el vagón, ¿cuántas tendrán sexo esta noche? ¿Cuántas lo tuvieron ayer?

Todo sirve para estimular tu mayor órgano sexual: tu cerebro.

Duquesa Doslabios.

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Dispara el placer en la cama: qué cosas decir al oído si te falta imaginación

Que me encante escribir es algo que se refleja también en mi vida íntima.

Por mensaje, correo electrónico o incluso carta puedo explayarme y contar la historia erótica que haga falta.

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La cosa cambia cuando tengo que trasladar la experiencia al directo. Cuando es el momento de que me acerque al oído y estimule a la otra persona susurrándole palabras.

Y es que de siempre, el hablar en la cama más allá de «¿podemos cambiar de posición?» o «cuidado, que así me duele», me ha sobrado.

Así que como soy consciente de la importancia que tiene saber defenderse también en ese ámbito ya sea por dar con alguien a quien le encante o por el hecho de cambiar las cosas un poco, vamos a aprender cómo salir del paso.

Ah, ¿pero hay vida más allá del «sí, sigue»? fue lo primero que me planteé.

Gracias a la escuela del porno, sabemos que no hay palabras más efectivas.

Por eso, aunque no sea nuestra mayor fuente de estimulación, lo primero es admitir que podemos conseguir muy buenos resultados si hablamos ‘guarro’.

Lo segundo, perfeccionarlo.

Así que voy a darte un ratito para que reflexiones sobre ello y nos vamos al paso número dos.

Para principiantes en materia, relatar las sensaciones del momento puede ser un buen punto de partida: desde las sensaciones físicas, lo mucho que te está excitando o incluso describir cómo lo está haciendo la otra persona.

El siguiente nivel puede ser el de narrarle una fantasía que tengáis pendiente por realizar o algún tipo de experiencia que sepas que le puede provocar.

Puede ser esa sesión de BDSM para la que todavía no habéis encontrado tiempo, entrar en detalles de cómo echaríais ese polvo en la azotea del edificio o hacerle saber que la última vez que te masturbaste, fue pensando en su cara (y contarlo con pelos y señales).

Como las fantasías son algo libre, soy también una gran partidaria de hacer partícipes a terceras personas en estas historias suspiradas entre sudor y piel.

Para quienes no se planteen abrir la relación es un añadido más con el que fantasear. La historia de cómo hacer un trío inventado, participar en una orgía o acudir a un local de intercambio de parejas también subirán la temperatura.

Ahora solo falta que lo pongas en práctica.

Duquesa Doslabios.

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Las fantasías sexuales más comunes y cómo probarlas (de una vez)

Por mucho que pensemos que en la cama lo que nos gusta puede ser particular, la mayoría de nosotros tenemos unos gustos parecidos que se repiten.

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Por ello The Sex Expo y CheckMarket quisieron hacer un estudio para averiguar los fetichismos más comunes entre las mujeres y los hombres cuya edad oscila entre 20 y 30 años.

Aunque son algunas de las fantasías más clásicas, si todavía no has probado alguna, tienes también algunas razones para atreverte con ellas:

  1. BDSM: un clásico desde que E. L. James lo convirtiera en un fenómeno de ventas gracias a Cincuenta sombras de Grey. Su éxito se ha trasladado a las tiendas eróticas por lo que ha vuelto más accesible. Y lógicamente, eso de jugar en la frontera del dolor y del placer, produce mucha curiosidad. Empieza por el nivel más bajo con esposas y cintas (puedes usar cinturones o pañuelos que tengas por casa) y vete escalando niveles según te vayas viendo si te gusta o no.
  2. Sexo en lugares públicos: el riesgo de que te pillen suele ser una manera de hacer la experiencia más emocionante. La combinación de adrenalina y placer hacen que los sitios públicos tengan mayor atractivo que la intimidad de la habitación. Pero antes que nada, toma nota de algunos consejos. Si quieres iniciarte en la práctica lo mejor es que lo hagas a pocos, es decir, empezando por una zona no excesivamente concurrida ni a una hora punta.
  3. Juegos de rol: o cómo jugar con el cuero y con la imaginación. Los más repetidos eran aquellos en los que los participantes juegan a ser desconocidos. El cielo es el límite, pero puedes coger inspiración de todo lo que te rodea: películas, vídeos musicales en el que tú eres Jennifer López y tu pareja Miguel Ángel Silvestre, videojuegos, series de televisión… También es la excusa perfecta para darle un segundo uso a esos disfraces que tienes en casa de antiguos carnavales.
  4. Juguetes sexuales: en la variedad está el gusto y meter en la cama complementos adereza cualquier experiencia. Son una manera de probar cosas nuevas y que además valen para todos los participantes. Lo bueno es que no hace falta que vayas al sex shop más cercano porque tienes este post con los juguetes que te puedes hacer por tu cuenta y que se encuentran fácilmente por casa.
  5. Azotes: la más que honrosa quinta posición es para los azotes, que siguen llamando la curiosidad de todas aquellas personas que fueron encuestadas. Una práctica que, aunque pueda dar un poco de ‘miedo’ si nunca se ha probado con anterioridad, es muy placentera. El azote dentro del juego es un elemento que se debe dar en su mayor parte sobre la nalga de manera firme pero tampoco excesivamente fuerte (a no ser que te lo pidan, claro).

Pero cuéntame, ¿tu Top 5 coincide con el del estudio?

Duquesa Doslabios.

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Cumpliendo su fantasía sexual «disfrazándome» de profesora

Tengo una costumbre con mi pareja que, aunque hemos empezado hace poco, ambos nos declaramos fanáticos de ella: apostarnos fantasías sexuales. ¿Sabes el típico momento en el que uno de los dos le lleva la contraria al otro y dice «¿Qué no? Madre mía, te digo yo a ti que sí»? Ahí es cuando decimos: «Vale, hagamos una apuesta». Una vez se ha salido de dudas, el ganador tiene derecho a pedirle al otro la fantasía sexual que quiera.

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Yo en un primer momento me las prometía muy felices imaginándome románticas fantasías salidas de una novela de Jane Austen versión erótica. Vamos, que ya me estaba imaginando a mi pareja interpretando a Mark Darcy en Orgullo y Prejuicio en la escena del lago, es decir, vestido con una camisa blanca empapada. Era imaginarlo y se me hacía la boca agua. Sin embargo, la apuesta la ganó mi pareja y me tocó «apechugar» con su petición, que no fue otra que disfrazarme de profesora.

«Con escotazo y tacones» me pidió como únicos requisitos. Y yo, que cuento con una amiga profesora, no pude sino suspirar resignada por esa imagen ficticia que tienen muchos hombres acerca de las docentes, más que nada porque si veis a mi amiga y a sus compañeras, entenderíais que no encajan en esa imagen casi pornográfica. De hecho, haciendo memoria, el único tacón que le he visto a mis profesoras ha sido el típico ancho de tres o cuatro centímetros, un tacón a años luz del que llevan los zapatos altos.

Pero como a fin de cuentas, había que respetar la apuesta, hice de tripas tacón. Reconvertí una especie de uniforme de colegiala en uno de profesora y metí las gafas para tener algo con lo que poder juguetear entre las manos.

Como soy una mujer formal y seria me preparé la fantasía a conciencia hasta el punto de sacar impreso un examen de la E.S.O. para poder introducirlo en el juego a modo de strip test (lo tenéis en este enlace por si queréis probarlo en casa). Un acierto suyo y yo me quitaba una prenda para «premiar el estudio», mientras que si fallaba, la prenda me la debía él.

Todo esto, en teoría como os lo cuento, suena muy profesional, ya que encima, antes de empezar, le di una pequeña charla acerca de cómo estaba prohibido llamarnos por nuestros nombres, salirnos de la fantasía, etc. No sé si fueron los nervios o que mi pareja interpretara a un estudiante de 16 años con la barba cerrada que tiene, que al final me acabó entrando la risa y terminé saliéndome más del guión que él.

Sin embargo, la idea del examen fue un éxito aunque nos quedáramos a la mitad de las preguntas, ya que sirvió como rompehielos, y nos dio la excusa para que él «preguntara dudas» y yo pudiera juguetear con las gafas.

Por mucho que aquello más que una clase real parecía de una película de Xvídeos, pasamos un rato divertido y ya estamos a la espera de ver quién gana la próxima apuesta. Mark Darcy, esta vez no te me escapas.

Duquesa Doslabios.

Tríos: una fantasía tan morbosa como compleja

Es la fantasía sexual por antonomasia. Tres pares de manos, de labios, de brazos, de piernas… triplete de lenguas y centímetros y centímetros de piel. Puestos a explorar y dejar volar nuestra mente, los tríos son la opción favorita para muchos hombres y mujeres en lo que a sexo se refiere. Y aunque no es algo mayoritario, es más habitual de lo que muchos se creen. Solo que quienes lo practican o han practicado alguna vez no llevan un cartel colgado: el tabú sigue estando bien arraigado y nadie quiere ser etiquetado ni cargar con kilos de prejuicios.

El componente de morbo que gira en torno al trío es muy elevado y las posibilidades y combinaciones se mutiplican, aunque hay una regla de oro: ningún participante debe mostrar preferencia por alguno de los implicados. De ser así, la situación puede volverse muy incómoda y alguien se irá a casa sintiéndose muy frustrado. Será por eso que yo nunca lo he practicado, porque soy cualquier cosa menos ecuánime.

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El otro día, al sacarle el tema, una amiga me contaba precisamente que la suya fue una mala experiencia. Tendría unos 20 años y se había encaprichado del socorrista sustituto de la piscina que había en la urbanización de sus padres; un guaperas con pinta de surfero con el que solo había cruzado cuatro palabras más allá de hola y adiós. Una de sus amigas, harta de que nunca se atreviera a decirle nada, se plantó allí un día y, tras un poco de palique, convenció al tipo de que esa noche se tomara algo con ellas en uno de los bares de la zona.

Dicho y hecho. Horas y horas se pasaron los tres charla que te charla y bebiendo una copa detrás de otra. Tanto, que él no estaba para coger el coche de vuelta y ellas, que dormían ese fin de semana en la casa sin padres de la amiga dicharachera, no dudaron en ofrecerle alojamiento. Al final una cosa llevó a la otra y, cuando quisieron darse cuenta, las estaba besando a las dos. Momento de parálisis, miradas que se cruzan llenas de dudas, de preguntas y pidiendo permiso y, por último, un salto adelante y un pacto tácito sin necesidad de palabras: nada entre ellas dos.

Y pintaba todo muy bien, ciertamente, hasta que las caricias de él sobre su amiga empezaron a alargarse mientras las suyas se acortaban y los besos que le tocaban eran cada vez más escasos. Antes de que le diera tiempo a decidir nada su amiga se percató de todo y, evitando pasar a mayores, optó por la retirada con la excusa de ir al baño. El surrealista trío pasó así a ser un mano a mano, pero doblemente decepcionado sin posibilidad de remontada. Desde entonces no han vuelto a hablar del tema y ninguna de las dos ha querido repetir la experiencia, independientemente de los posibles participantes.

Muchos me dicen que tienen muy claro que quieren hacerlo al menos una vez en la vida, aunque la mayoría coincide en que nunca metería a su pareja de por medio. Los expertos recomiendan cuidado en esto último: el sexo entre tres es algo que impacta y puede ser difícil de gestionar para una pareja, ya sea por celos, porque a uno le guste la experiencia y al otro no, porque uno se arrepienta a mitad de camino… Demasiado arriesgado y complicado, en cualquier caso, si no se tienen las cosas muy muy claras.

¿Qué opináis vosotros? ¿Alguien apuesta por el tres?