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WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

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Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

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Tinder Australia incluye anuncios sobre consentimiento (y España debería tomar nota)

Cuando te descargas Tinder y seleccionas qué preferencia tienes, la aplicación procede a enseñarte un sinfín de perfiles para que empieces con el mítico swipe left o swipe right. Menos si estás en Australia.

Una iniciativa del CRCC (Centro de Crisis por Violación de Canberra) ha conseguido que, entre match y match, aparezcan anuncios sobre el consentimiento.

campaña publicitaria consentimiento Tinder Australia

TINDER AUSTRALIA

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Desde que dio comienzo la campaña, a los australianos les aparecen frases como «¿Sabes cuál es mi palabra de seguridad? ‘No’ es la única palabra que deberías necesitar», «Si el sí no se comunica verbal o físicamente, es un NO» o «Si cada acto sexual tiene mutuo consentimiento, es un SÍ».

El objetivo además de resolver las dudas que aún puedan existir sobre el consentimiento es, por supuesto, el de cambiar las actitudes de los usuarios que usan la app.

Además, al animar a hacer comprobaciones durante el encuentro, para asegurarse de que se está a gusto con lo que está sucediendo, se promueve la idea de que el consentimiento es una conversación constante.

Algo que es una de las asignaturas pendientes, porque además de los famosos contratos que algunos popularizaron en redes creyendo que serían la ‘solución’ -antes que ir cerciorándose del bienestar de su acompañante-, ha habido intentos de webs o aplicaciones que ofrecen la opción de ponerlo por escrito.

El consentimiento algo que se puede revocar, lo que aparece reflejado en el cambio de la Ley de Enmienda de Delitos de 2022 que cambió el principio de presunción del consentimiento.

Es decir, que además de que debe haber una conversación continua y mutua entre los participantes, la ley también establece que las personas tienen derecho a elegir no participar en actividades sexuales

En España, si vamos al artículo 178, la teoría también la tenemos  al día: «Solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona».

Porque, por desgracia, muchas de las interacciones de citas de hoy en día comienzan en línea, no son consensuadas y por tanto inseguras.

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A nivel nacional, tenemos datos que prueban esto, este año gracias al informe ‘Apps sin violencia’ de la Federación de Mujeres Jóvenes.

Basado en casi mil encuestas, los resultados revelaron que el 22% de las mujeres que tuvieron una cita a través de una aplicación sufrieron una violación.

Por otro lado, según el mismo informe, se calculó que el 57,9% de las entrevistadas se han sentido presionadas para tener sexo con los hombres con los que quedaron.

consentimiento campaña Tinder Australia

TINDER AUSTRALIA

Aunque todavía es pronto para saber cómo ha funcionado en Australia esta medida, sí podemos sacar en claro que son recursos que superan a Tinder España (y otras aplicaciones de conocer gente).

En la aplicación de nuestro país solo aparece la definición de consentimiento en la guía de términos y condiciones, algo que acompañan de una lista de recomendaciones.

Pero si con el «Curso intensivo» de consentimiento, que es como lo llaman, ha habido un 20% de violaciones, igual es que no es suficiente.

Soy consciente de que las aplicaciones para ligar no tienen la culpa de lo que la gente haga después de hacer match. Idealmente, una educación en el respeto del consentimiento, recibida desde la infancia, sería clave.

Pero mientras no suceda, mientras sigamos luchando por conseguir que se respete un «no» o se pare inmediatamente ante una falta de entusiasmo, la opción de Australia se presenta como un refuerzo de cara a recordar de qué manera deberían ser los encuentros.

Así podrá evitarse que se sigan perpetuando agresiones sexuales con violencia o sin esta, pero sin ser deseadas.

Mara Mariño

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Así es la coerción, la sutil forma de presionarte para tener sexo que debes identificar

¿Sabes esas noches en las que estás viendo una serie antes de ir a dormir, entre la modorra y la pantalla? En una de esas ocasiones mi ex me preguntó si se la podía chupar.

Había tenido un día muy duro, según él, y aquello le haría sentir mejor.

pareja cama enfadada

PEXELS

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En aquel momento no tenía el conocimiento como para ponerle nombre a lo que estaba pasando. Solo sabía que quería seguir viendo la tele y no me apetecía hacer nada con él.

Cuando comuniqué cómo me sentía, su reacción fue la de aumentar la presión, que cómo podía ser tan egoísta, que no me costaba nada, que iba a ser un rato de nada…

Terminé accediendo para que no siguiera haciéndome sentir mal y porque no entendía que mi falta de ganas era un motivo lo bastante válido como para vencer todos sus argumentos.

Pero tardé muchos años en ponerle nombre a aquella práctica sexual que consentí, sin desear: coerción.

«Coerción» es un concepto que puede verse confundido con el consentimiento, porque una de las partes cambia de idea y termina accediendo, lo que no significa que esa decisión se haya tomado de manera libre.

Sin embargo, si no quieres mantener una experiencia íntima del tipo que sea y lo haces finalmente por motivos ajenos, no estás consintiendo voluntariamente, sino que es fruto de factores externos.

Entre ellos está la insistencia (a la que quieres poner fin), la culpabilidad que crece dentro de ti por no cumplir la expectativa de pareja que se espera, el miedo a la reacción que pueda tener tu negativa, las amenazas, persuasiones, incomodidad…

La coerción puede llegar en cualquier momento de tu vida, bien por parte de esa persona que estás empezando a conocer -y con la que todo parece ir de maravilla-, hasta tu pareja, con la que llevas varios años de relación.

Al principio puede tomar muchas formas: «No seas monja, todo el mundo ha tenido sexo a tu edad», «Llevamos viéndonos unos meses, ¿cuándo va a ser el momento?», «Solo es sexo, le das demasiada importancia», «No debes de ser tan buena en la cama, igual por eso estás soltera»…

¿Cómo se ve la coerción en pareja?

Aunque, por experiencia personal, es dentro de una relación estable cuando más sucede la coerción.

Y uno de los motivos sería que todavía hay personas que forman este tipo de vínculos con la equivocada idea de que estar en una pareja significa tener una barra libre de sexo.

Quizás es más difícil de identificar porque cuesta pensar que nuestro novio o novia está mirando únicamente por sus deseos (y no le importan los nuestros).

También porque puede disfrazarse de varias maneras, como ‘transacción’: «Recojo la ropa del tendedero, pero luego un poco de sexo» o «¿Seguro que no te apetece si te doy un masaje?».

Es también coerción hacer hincapié en los tiempos cuando estás en un momento en el que no te apetece, por la razón que sea: «¿Crees que esta noche te vas a sentir con ganas?», «No puedo esperar a que se te pase esta etapa tan rara», «Llevamos mucho sin tener sexo, me cuesta cuando pasa tanto tiempo»…

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O como chantaje emocional: «Las parejas tienen sexo, si no vamos a hacerlo deberíamos terminar», «Lo necesito ahora», «Si no tienes ganas conmigo debe ser porque me estás engañando y estás poniéndome los cuernos con otros»

Y, por supuesto, otro factor coercitivo es apelar a la culpabilidad de estar en deuda con la otra persona: «¿Cómo que no quieres? Es San Valentín», «No creo que me quieras tanto como dices» o «Tienes suerte de que siga contigo, podría estar buscando sexo fuera de la relación».

A modo de friendly reminder, quiero repetir que tenemos el derecho de decidir cuándo nos apetece tener sexo y un «no» debería ser siempre respetado, venga en la manera que venga, ya sea expresado alto y claro o en forma de lenguaje corporal.

Se puede cambiar de idea y que el deseo se reactive, claro, la diferencia es que la decisión parte de ti, mientras que todas las estrategias que busquen convertir nuestra falta de ganas en un «sí» son coerción.

Que no se nos olvide que el sexo no es algo que se hace, es algo que se comparte.

Mara Mariño

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Los hombres se sienten capaces de aterrizar un avión, pero no de entender el consentimiento

Ayer una amiga me habló de esa tendencia en TikTok que consistía en preguntarle a tu pareja si, en una situación de emergencia en pleno vuelo comercial, se vería capaz de aterrizar el avión.

La gracia es que todos los interpelados de la red social afirmaban rotundamente que sí, que lo harían. Dispuesta a ponerlo en práctica, solté la pregunta al llegar a casa esa noche.

Mi pareja no titubeó, él también se imaginaba aterrizando un avión de una pieza.

piloto de avión

PEXELS

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Por un lado, su respuesta no me sorprende. Llevan desde pequeños viendo películas de acción donde el héroe debe tomar los mandos y llevar la nave a tierra sana y salva (y siempre lo consigue).

Quizás si hubiéramos sido nosotras las que en vez de fijarnos en princesas Disney hubiéramos admirado a Tom Cruise, tampoco titubearíamos al responder que podemos lograr eso y más.

Según mi novio, el hecho de que lleven jugando a videojuegos de naves también les hace sentir cierta seguridad a la hora de contestar de manera positiva a la tendencia viral.

Choca esa seguridad, teniendo en cuenta que las consolas no convalidan cuando se trata de prácticas de conducción, pero aún más cuando averiguo gracias a Google que la carrera de piloto dura entre 5 o 6 años.

Lo impactante es el consenso universal masculino de confiar en sus habilidades para pilotar.

No voy a hacer el chiste -ya convertido en cliché-, de que sabrían aterrizar un avión, pero no encontrar el clítoris porque a estas alturas de la película, ya hemos pasado ese nivel (y gracias al Satisfyer ya no hay dudas de dónde está).

Pero sí quiero reflexionar sobre la diferencia de capacidades ligadas a la masculinidad. Contrasta la ficticia gran habilidad aeronáutica respecto a la falta de competencias de comprensión.

Me refiero a conocer la voluntad de otra persona cuando se trata de acceder de manera deseosa y consentida a la intimidad.

Según los resultados del informe de FAD Juventud de mayo, el consentimiento solo se ve como ‘vía de escape’ de un posible proceso judicial.

En ningún caso como una forma de mantener relaciones sexuales sanas. No nos olvidemos de quienes siguen pensando que hay que llevar un contrato encima que se debe firmar previo polvo.

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No extraña que haya quienes se identifiquen como esos sujetos activos que lo mismo pilotan una aeronave, que inician una aproximación sexual: hablando, ligando y viéndonos a nosotras como el avión que solo está ahí para ser seducida y, a posteriori pilotada.

Llama la atención que la complejidad de la maniobra aeronáutica debería parecer mucho mayor y complicada que la de leer a tu acompañante. Y sin embargo, es de esto último de lo que se sienten incapaces.

Con una educación detrás mucho menor que para llevar naves que surcan el cielo, entender de manera activa si se quiere tener sexo va más allá de los claros «sí» o «no» y no, no es tan complicado.

¿Cómo creerse capaz de leer una máquina que tiene más de 350 perillas, interruptores y controles y no de saber interpretar la comunicación verbal que habla por sí sola?

Hablo de cuando hay rigidez, una falta de entusiasmo o participación, esa expresión de desconexión con la mirada perdida, la incomodidad o nerviosismo, el silencio tenso, la evitación del contacto visual…

No necesitamos que aterricen aviones, la competencia nos importa, el verdadero desafío de los hombres, es que sepan si deseamos ese encuentro.

Que además van a tener muchas más ocasiones de ponerlo en práctica que de manejar un avión con sus propias manos.

Mara Mariño

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La importancia de educar en que los besos deben ser algo deseado

Hace unos veranos, saliendo de festival con amigos de la universidad, uno de ellos encontraba especialmente divertido besarnos en la boca a las chicas del grupo.

Incluso diciéndole que no queríamos que se repitiera, él seguía con una actitud desenfadada sin entender por qué nos enfadábamos al respecto cuando no lo hacía con mala intención, sino «de broma».

PEXELS

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Lo que era incapaz de entender es que, por mucho que para él fuera algo con lo que divertirse sin mayor importancia, el hecho de que lo hiciera de repente y no lo viéramos venir, ni pudiéramos zafarnos de ello porque se aprovechaba de la distracción de la música y el baile, era que a nosotras nos producía incomodidad su presencia.

Y sobre todo nos hacía preguntarnos dónde quedaba nuestro deseo en todo esto.

Mi examigo había crecido con una infancia llena de películas donde los protagonistas masculinos besaban sin consentimiento a las princesas (Blancanieves, La bella durmiente…) y, en su adolescencia, con esas frases de Tuenti de «Los besos no se piden, se roban».

Su ‘juego’, su ‘broma’, nos tuvo a varias en alerta durante toda la noche, así como cargarnos con la frustración que supuso tener la conversación con él y que no le diera validez a cómo nos habíamos sentido.

No entendía que besar es algo que tiene que ser recíproco, porque si no va en dos direcciones, puede ser molesto y hasta embarazoso si encima cuenta con espectadores.

Así que, desde que vi el beso que le dio Luis Rubiales le dio a Jenni Hermoso (y la polémica derivada de él), no dejo de pensar en las similitudes entre ambos casos.

El denominador común es que son hombres que, en plena situación de celebración pública, han dado rienda suelta a su emoción con un contacto físico íntimo sin tener en cuenta que la otra persona no quería recibirlo.

Hombres que, una vez se les ha criticado ese comportamiento, se han exculpado diciendo que era algo de poca importancia, quitándole peso a una situación que ha provocado un malestar, empañando un momento de disfrute.

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De nada nos sirve que se nos eduque en expresar nuestros intereses, en apropiarnos de nuestra sexualidad y vivirla libremente si, de la mano, no se educa en el consentimiento y en el deseo.

Quiero recordar que eximir de su responsabilidad a quien ha cometido una agresión sexual (ya sea un beso, tocamiento, etc) forma parte de la cultura de la violación, la aceptación o normalización de abusos hacia las mujeres como algo inevitable en la sociedad.

Sumarse a la conversación mostrando tolerancia cero o implicarse en que no haya impunidad a quienes la ejercen son fundamentales para combatirla, de ahí que sean vitales las consecuencias: quienes cometen estas agresiones deben pagar por ello.

Porque mientras no se enseñe que los besos deben ser algo que solo se puede dar a quien quiera recibirlos, muchos seguirán pensando que las mujeres estamos ahí para ser besadas cuando quieran.

Mara Mariño

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El cambio en la ley del ‘Solo sí es sí’ que nos debería preocupar (más)

Tengo la sensación de que la ley del ‘Solo sí es sí’ (o Ley Orgánica 10/2022) ha quedado en el olvido. Sabemos que salió adelante, pero que al poco una reforma en el Congreso aprobó una reforma sobre algunas de sus disposiciones.

Con ese cambio parecía que la primera ley que habría llevado el consentimiento a la Justicia, se había quedado en la nada absoluta.

Mucho ruido y pocas nueces.

agresión sexual pareja

PEXELS

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Con todo lo que se habló sobre ella en su día -y la polémica que generó antes de ser aprobada-, así como el goteo constante de noticias acerca de las rebajas en las condenas de los agresores sexuales, me encuentro que ahora no hay mucha información circulando al respecto.

Lo que no quita que, discreta y en silencio, la reforma de la ley vuelve a tocar un aspecto que supone un retroceso.

Así que quiero aprovechar para hacer una llamada de atención, porque no quiero dejar pasar algo nos están colando de nuevo.

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Uno de los grandes avances de esta ley era que unificaba abuso -cuando no había fuerza e intimidación- con violación -casos en los que sí lo había- pasando a llamarse todo ‘agresión sexual’.

Es decir, daba igual que no hubiera habido ningún tipo de violencia, el hecho de que no se contara con el consentimiento ya hacía que se penara como agresión.

Además esto era algo muy positivo para las víctimas «que no tienen que demostrar el uso de la fuerza para que sea considerado agresión», me comentaba el abogado Emilio Marful hace unos meses.

El problema es que esta disposición, con la reforma, ha desaparecido.

Uno de los cambios que experimentará la ley será que vuelve a convertir la violencia en un factor agravante y separa lo que es una violación de una violación con violencia o intimidación.

¿Y cuál es el problema?

Me comentaba mi profesora de autodefensa que, ante situaciones de peligro, a las mujeres se nos ha socializado en la parálisis, en la indefensión, en una inmovilidad que -como nos han vendido- garantiza nuestra supervivencia ante un mal mayor, el de ser asesinadas.

Pero no en la lucha ni en la resistencia.

De esta manera, una mujer que está siendo víctima de una violación, es mucho más probable que reaccione quedándose quieta que peleando contra el agresor.

Conclusión, en muchas ocasiones no necesitamos intimidación ni violencia, porque quedarnos quietas ya es nuestra primera respuesta si sentimos que es una situación de riesgo.

Cuando esas agresiones suceden, ¿de verdad es menos violación? ¿Merece menos años de condena?

Pienso en esas mujeres que no solo sufren esto en manos de un violador (el clásico violador que compartimos en el imaginario colectivo y que está en un callejón a la espera de su próxima víctima), sino las que sufren esto en silencio en el seno de su pareja, de su familia, de su trabajo…

En las que viven una serie de microsistemas donde no tienen forma de librarse de sus agresores por las relaciones que las atan.

Y pienso también en ellos, claro, que con esta reforma vuelven a recibir el mensaje de no deben volver a preocuparse de si ella consintió o no.

Este cambio en la reforma es dar un paso atrás de nuevo. El paso de volver a ser juzgadas socialmente como que no te resististe lo suficiente.

Lo que supone poner, una vez más, el peso de la agresión no en forzar a un acto sexual no deseado, sino en lo que hemos forcejeado (y luego demostrarlo).

Como si la violación no fuera bastante violencia.

Mara Mariño

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La ocurrencia de los abogados de Dani Alves que ‘demostraría’ el consentimiento es ridícula

Cada caso relativo a un abuso sexual es una caja de sorpresas. Nunca sabes qué argucia va a sacar la defensa del acusado para eximirle de su responsabilidad como agresor.

Como por ejemplo la de 1999, año en el que el Tribunal Supremo italiano dictaminó que una violación donde la víctima llevaba vaqueros, no se podía considerar violación por lo difícil que resulta quitar esa prenda.

mujer bragas

PEXELS

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Pero no tenemos que remontarnos tanto en el tiempo.

Ahora mismo, en pleno 2023, el caso de Dani Alves ha tomado un nuevo giro.

Su equipo de abogados se agarra a que, viendo las pruebas médicas (o más bien la ausencia de lesiones en la vagina de la víctima), habría habido flujo vaginal.

Según ellos, la señal de que hubo una excitación que invalidaría que se tratara de una violación.

Un razonamiento tan surrealista que he querido poner antes el de los pantalones vaqueros para ilustrar el problema que veo entre ambos procesos judiciales: nunca es el violador, siempre son las víctimas.

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Pero, ¿cómo puede ser que lleguemos al punto de mirar con lupa -casi literalmente-, unos genitales y lanzar hipótesis al tuntún antes que creer un testimonio de una agresión sexual?

Sobre todo cuando, por muy expertos que sean en materia de abogacía tienen entre cero y ningún conocimiento de fisiología del aparato reproductor femenino.

Como el bioquímico Pere Estupinyà explicaba en su libro, S=EX2: La Ciencia del Sexo: «Los genitales pueden reaccionar a estímulos que la mente no interpreta ni experimenta como excitantes y no ser conscientes de ello».

Es decir, que un roce, un beso o un acercamiento –incluso forzados-, tienen la posibilidad de generar una respuesta física que no tiene por qué corresponder con un deseo ni un consentimiento.

 

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De hecho, más allá de cómo nuestro cuerpo contesta, si nos ponemos a analizar el ‘comportamiento’ del flujo vaginal, que haya más o menos (o ninguno) es algo que también va variando.

Hay momentos del mes que, en función de la fase del ciclo menstrual y su correspondiente respuesta hormonal, la vagina puede ser un secarral o estar lubricada hasta el punto de que traspase las bragas.

Y es otra respuesta fisiológica incontrolable que nada tiene que ver con la excitación (o falta de esta).

La conclusión que saco de esta maniobra de los defensores del futbolista, es que parece que la lista de requisitos para no ser violada continua creciendo.

No te maquilles, no te pongas esa falda corta, no lleves tacones, no coquetees, no bebas, no vayas sola, no salgas de noche, y, desde hoy, no lubriques, que como tengas la mala suerte de que ese día te pase algo, va a tirar por tierra tu denuncia de que no fue consensuado el asunto.

Todo para obviar que el verdadero problema no somos las víctimas, cómo vestimos o por dónde vamos. El único factor del que depende una violación es un violador.

Si algo manifiesta la excusa de los vaqueros o la del flujo vaginal es que en 24 años habrán cambiado muchas cosas, pero la Justicia sigue siendo la misma: patriarcal.

Mara Mariño

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Cómo hablar de sexo con los hijos: así debería ser ‘la conversación’ según una sexóloga

En la educación sexual que recibí en casa por parte de mi madre, la palabra «consentimiento» no estaba en la conversación.

Pero tampoco hizo falta, porque se me grabó que, como ella decía, cada vez que tuviera sexo debía ser con quien yo quisiera y deseara.

padre hijo educación sexual

PEXELS

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De esa manera tan sencilla aprendí no solo que tenía libertad absoluta, sino que tenía que quererlo.

Y aunque el sistema de mi madre no tiene por qué ser el que te convenza, Rosa Navarro, psicóloga y sexóloga que colabora con Diversual.com da algunos consejos a la hora de abordar el tema en casa con los más pequeños.

¿Cómo acompañar a un hijo/a si no quiere tener relaciones sexuales, pero su pareja sí?
Para empezar, deberíamos dejarle claro que mantener relaciones sexuales no es lo mismo que tener penetración y que las experiencias sexuales pueden incluir o no coito. En el caso de que detectemos que nuestro hijo o hija se encuentra en una situación en la que su pareja desea tener relaciones sexuales y él o ella no, hay que generar un espacio de escucha. No quitarle importancia a la situación y tampoco limitarnos a frases hechas. No es aconsejable optar por un enfoque en el que pongamos el foco en criminalizar a su pareja, ya que podemos generar lo contrario a lo que estamos buscando.

Podemos hacer algunas preguntas, pero dejando que se exprese y que explique lo que realmente le apetece o lo que quiere hacer. Hay que escuchar con calma, intentando animarle a contar cómo se siente, reforzando de forma positiva el hecho de que esté confiando en nosotros. Para esto podemos usar pequeños mensajes y frases intercalándolos en la conversación: “Gracias por compartir esto conmigo”, “Entiendo lo que me cuentas y valoro mucho que nos lo estés contando”. Pero, sobre todo, recordarle que haga lo que haga, siempre va a poder acudir a nosotros para resolver dudas o simplemente hablar.

¿Cómo podemos explicarle la importancia de que quiera ese encuentro?
Hemos de hablar sobre deseo y consentimiento. También ver cuáles son sus expectativas acerca de lo que se espera de una relación de pareja, dejándole claro que tener una relación sexual es algo opcional, y que no debe convertirse en una obligación. Si hemos hecho un trabajo previo en cuanto a educación sexual en casa, ya tendremos una base sobre la importancia de los límites y del respeto de las decisiones dentro de una relación. Hay que recordarle sus derechos y que sepa que puede decidir con quién y cómo estar tanto en el plano sentimental como sexual. Y que decidir no tener relaciones sexuales y decir a una pareja lo que se quiere de forma asertiva no significa que no se quiera a esa pareja.

También podemos darle ejemplos de formas de gestionar momentos en los que no se cumpla lo pactado o en los que no se sienta cómodo con la situación. Explicarle que la comunicación y, ante todo, la comunicación asertiva es la mejor vía para conseguir relaciones afectivo-sexuales plenas y satisfactorias. Y como a hacer se aprende practicando y también observando a los demás; incluso podemos aventurarnos a hacer un pequeño role playing en el que pueda practicar o ver como nosotros mismos rechazamos propuestas con las que no nos sentimos cómodos.

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¿Cómo sé si está preparado para tener relaciones sexuales? ¿Puedo ayudarle de alguna manera?
Si está o no preparado para las primeras relaciones sexuales es algo que debe averiguar él mismo. Está claro que vamos a intentar protegerlo al máximo y evitarles cualquier mal trago o daño. Y para esto, nuestra mayor herramienta es la educación y que aprenda a tomar decisiones de forma responsable y con la mejor y mayor información.

Si creemos que se está adelantando y que no está preparado está en nuestra mano hacerle reflexionar sobre lo que implican las relaciones sexuales, lo que le hace sentir ese momento y sus expectativas. Atender también a sus necesidades de información y aunque no estemos de acuerdo, acompañarle proporcionándole acceso a métodos de protección. Existen muchísimos recursos a los que podemos redirigirlos, y algo muy efectivo es acercarnos a ellos a través de su mismo lenguaje: usando cuentas de
Instagram, podcasts, series conocidas e incluso TikTok. Hay muchas plataformas que se dedican a mostrar otras realidades sexuales de diversidad sexual, incluso existen marcas como Diversual que cuenta con una Academia Erótica con gran variedad de información sexual.

¿Cómo influye en la sexualidad la presión de grupo?
En la adolescencia, la presión de grupo puede influir de forma que se sientan obligados a realizar conductas sexuales para las que no se pueden sentir preparados o con las que no se sienten cómodos. La seguridad de muchos adolescentes se basa en la aceptación de su círculo de iguales. La opinión y lo que digan de ellos les suele afectar mucho y puede forzarles a tener comportamientos con la única intención de reafirmarse ante los demás. Esas ganas de ser aceptados por el grupo pueden propiciar que los adolescentes reproduzcan modelos sexuales inadecuados.

¿Cómo hablarlo con tu hijo/a?
De forma natural, haciéndole ver que es normal que sienta esa necesidad de parecerse a sus amigos. Pero también recordándole la importancia de ser sincero o sincera con lo que siente y de cuidarse a uno mismo y de desear y consentir de verdad lo que se hace, sea en el plano sexual o en cualquier otro. De nuevo, es fundamental validar sus emociones y acompañarle sin reproches, pero sí reforzando aquellas habilidades sociales que le sirvan para empoderarse. Como es complicado que nos vea a nosotros como referentes, podemos darle buenos ejemplos de jóvenes más cercanos a su edad que le hagan cuestionar las situaciones a las que va a enfrentarse.

¿Cuál es el papel como padres respecto a la primera vez de un hijo/a?
Lo principal es no mirar a otro lado. Aunque nos cueste un poco, hemos de asumir que nuestros hijos e hijas son personas que en algún momento van a iniciarse sexualmente y van a practicar sexo con otras personas. Nuestro papel pasa por influir de forma positiva sobre su educación sexual y para ello hay que hablar con ellos de todos los temas, dejando de lado nuestra vergüenza. Dar ejemplo es también parte de educar en sexualidad, y si perciben que evitamos tener conversaciones con ellos sobre temas de sexualidad que les preocupan, al final estamos alimentando la idea de que la sexualidad es algo que debe mantenerse en secreto o por la que hay que sentir culpa o miedo. A veces, presuponemos lo que nuestros hijos e hijas tienen ‘x’ información y no sabemos realmente qué necesidades reales en cuanto a educación tienen. Preguntar sobre qué saben sobre un tema concreto nos puede ayudar a saber de qué punto partir.

Más allá de métodos anticonceptivos, hemos de tratar temas como la autoestima, la importancia de las caricias y besos, el respeto, el consentimiento y las relaciones sanas. Toda esta información, siempre ajustada a su edad y a su nivel de comprensión.

Mara Mariño

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¿Por qué hay rebajas de penas o excarcelaciones? Un abogado nos resuelve las dudas sobre la ley del ‘Solo sí es sí’

Puede que no lo supieras, pero esta es la primera vez de la historia de nuestro país en la que se legisla de algo tan importante y complejo para el sistema judicial como es el consentimiento.

De hecho, esa debería ser la razón por la que la Ley de Garantía de Libertad Sexual o conocida como Ley del ‘sí es sí’, debería ser famosa.

Y no por las rebajas en las penas y las excarcelaciones de los agresores, lo que realmente ha conseguido que esté en boca de todos estos días.

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GETTY

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Yo he sido la primera que, defendiendo la libertad sexual, no entendía cómo podía ser que una ley que supuestamente la garantiza, tuviera una cara tan oscura como la de liberar a agresores condenados con antelación.

«¿Es que nadie había pensado en las víctimas?», me preguntaba.

Y sí, sí que se ha pensado en las víctimas, pero hay tantos factores alrededor de una ley que pueden verse afectados por razones externas, que acudí a un amigo abogado para que me ayudara a entender lo que estaba sucediendo.

Mi entrevista con Emilio Marfull, abogado penalista experto en extranjería, comienza por la razón que hay detrás de esas excarcelaciones (20 hace unos días) y las 259 reducciones de pena.

Algo que se resume en que se han unificado los delitos de abuso -cuando no había fuerza e intimidación- con violación -casos en los que sí lo había- pasando a llamarse todo ‘agresión sexual’.

Con este cambio se evitaría que la víctima tenga que demostrar si hubo o no fuerza, todo lo que implique falta de consentimiento explícito sería considerado agresión.

«Es una mejora para las víctimas, que no tienen que demostrar el uso de la fuerza para que sea considerado agresión, pero un fallo en cuando a la duración de las penas«, dice el letrado.

Pero, ¿cómo no se pensó en la consecuencia? «Es una cosa bastante evidente hasta para una persona que no tiene conocimiento de Derecho. El problema es que no hay que ver las decisiones en penal como solo ese delito aislado», dice Emilio.

«Se pedía una rebaja porque no tiene coherencia con las penas no tan elevadas respecto a las que tienen delitos sobre la vida como el homicidio», explica. Es decir, para distanciar más el bien jurídico de la vida y el de la libertad sexual, ya que el de la vida está bastante por encima, de ahí que se reduzcan los años de todo lo que no atente a esta.

«Pero la diferencia de penas no representaba esa distancia. Había que reducir las penas de ciertos delitos, ya que en relación a ellas, otros delitos que afectan a bienes jurídicos más importantes quedarían infrapenados», comenta el experto, aunque si bien admite que «se preveía que esto iba a pasar», dice en cuanto a las rebajas y excarcelaciones, la consecuencia más directa.

«Al reformar un delito para englobar otro delito que ya existía, tienes que hacer este tipo de ingenierías», explica el letrado. Así como analizar «qué penas hay con bienes por encima y bienes por debajo, para que el catálogo de penas en su conjunto tenga una sistemática».

«Mirándolo desde una justificación teórica puede estar bien ajustar las penas para que sean coherentes. Pero no si te lo dicen desde una perspectiva más práctica, pensando en las propias asociaciones de víctimas y de juristas», afirma Emilio.

Ahí es donde reside una de las críticas en la elaboración de la ley, que no se haya escuchado como se debería a quienes verían y vivirían las consecuencias que iba a tener esto de ver a sus agresores puestos en libertad antes de tiempo, con el impacto que puede causar en sus vidas.

Uno de los mayores problemas, según el abogado, es que el «el Sistema Penitenciario está infradotado de recursos para generar la reinserción social y evitar reincidencias», comenta el penalista.

Y es algo que se ve en el perfil de algunos de los excarcelados, como por ejemplo un hombre en Oviedo, ​condenado por dos delitos de violación consumada, un delito de violación en grado de tentativa y un delito de agresión sexual en grado de tentativa. O el hombre que violó a sus hijas menores de edad en varias ocasiones.

El primero ya ha sido excarcelado, el segundo ha tenido una rebaja de pena de dos años y cinco meses.

 

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A favor del reo, el artículo 2

Que tantas penas se encuentren en revisión se debe a que la ley se va a aplicar con carácter retroactivo, lo que significa que los casos de violencia sexual cuyos agresores hayan sido expresamente condenados a la pena mínima, siempre que no concurran agravantes, verán que esa pena mínima se ha reducido tras la reforma del código penal. Aunque existen mecanismos para evitar esa reducción de penas.

O, al menos, eso es lo que dice la teoría de la ley. «Desde la teoría tienen razón porque no deberían ocurrir estas rebajas si se interpreta la ley como hay que interpretarla, de manera sistemática» explica el jurista. «Es decir, entendiendo la normativa penal en su conjunto y no el nuevo delito de agresión sexual de manera aislada».

«Los jueces que interpretan así se están centrando en un artículo, que es el artículo 2. Si existía una pena mayor, y la nueva norma prevé una pena menor, se aplica la nueva norma por ser más favorable. Las normas penales solo tienen efecto retroactivo cuando son favorables, dice el artículo, que es un principio muy básico del derecho penal. Al llegar la nueva ley, lo fácil es aplicarla conforme al artículo 2, sin entrar en interpretaciones más complejas», comenta.

Pero ahí es donde entra que los jueces no estén contemplando la imagen en su totalidad, sino yendo a la aplicación de un artículo aislado y punto.

«Desde una perspectiva de lo que hay que hacer, según la interpretación hermenéutica tienes que juntar todo, entenderlo todo de manera sistémica, no quedarte solo con ese artículo. Qué más da que te bajen la pena mínima del delito de agresión sexual si luego tienes dos artículos abajo que te meten los agravantes», explica el letrado, ya que los agravantes suman años de condena.

En su opinión: «Los jueces comprometidos con el problema del machismo harán interpretación sistémica y tendrán en cuenta el resto del articulado del código. El legislador esperaba que ese ‘desvalor de la acción’ causado por el delito, fuera suplido por una interpretación judicial acorde a otros artículos del código penal -entre ellos los agravantes- y no quedara ahora cubierto ante la reducción de penas».

Siendo la primera vez que se está legislando sobre el consentimiento sexual «los jueces no se la juegan a ir a la par con la novedad. No se juegan su carrera supliendo con interpretaciones complejas la falta de una redacción más impecable por parte del legislador», comenta Emilio.

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Aunque también entra en escena la cultura patriarcal que pueden tener los jueces: «Son los políticos quienes les dejan margen de interpretación para poner en acción su cultura patriarcal. Si la ley se redacta de manera más estricta, menos interpretable, limitas el margen en que un juez puede verter su moral y su ideología en la aplicación de las normas».

«En el momento que la judicatura es pagada con dinero público para juzgar, los políticos tienen la responsabilidad de minimizar su margen de interpretación, más cuando se trata de una norma tan revolucionaria, tan nueva, y que sabes que puede encontrarse con el obstáculo de una justicia patriarcal». Algo que califica de «un error de novato».

«Tendrían que haber hecho una ley más perfecta. Desde una perspectiva electoral se podría haber aprovechado mucho más», opina.

¿Y la solución?

Aunque ahora mismo, según el abogado, «No hay tiempo para cambiar la ley», se ha propuesto desde el ministerio de Igualdad el plan con 10 medidas para subsanar los efectos adversos de la ley.

Aunque es algo que el PSOE ha rechazado por el momento anunciando que sí que habrá «retoques».

Preguntándole a Emilio cuáles serían las medidas para poder solventar los efectos de la ley, comenta como prioridad «reducir el margen de interpretación que puedan tener los jueces explicando cómo tiene que aplicarse la ley, para minimizar la existencia de la justicia patriarcal».

«Con esto limitas la aplicación del artículo 2», explica. «O directamente metes una disposición transitoria que dice que estas normas no se aplicarán ante delitos ocurridos con anterioridad a la aplicación, así sorteas la retroactividad».

Aunque eso no solucionaría el problema de que, en delitos futuros, las penas fueran menores. Pero no en un caso para el que afirma que no habría que centrarse en «establecer coherencia entre las penas de distintos delitos, ni equiparar las penas con los bienes jurídicos; no es el momento -y menos esta ley-, de jugársela con eso».

También hace hincapié en la concienciación de los jueces de cara a que incluyan los agravantes, ya que estos son los que pueden ‘compensar’ la reducción de años de pena con años extra. «Haber incorporado algún agravante como trato degradante o vejatorio, que haya varios involucrados…» son algunos ejemplos que aumentan el tiempo de condena.

«Ateniéndose a la reducción de pena del artículo 2, no se podría reducir la condena, porque quedaría parte de la acción sin castigar», explica reflexionando sobre el hecho de que los agravantes pudieran no haberse tenido en cuenta.

Lo que me queda claro, después de la conversación con el abogado, es que es un tema lo bastante importante como para que, la crítica que hagamos al respecto, sea constructiva.

Sí, que la aplicación teórica de la ley era una buena idea pensando en las víctimas en primer lugar, no tienen lugar a dudas.

Ahora, sabiendo que en su aplicación no se ha visto igual de reflejado y entendiendo que siendo algo nuevo y siendo todos humanos, errar es algo común, lo que resultaría decepcionante es que no aprendieran de sus errores.

La intención era (y es) buena, ahora necesitamos que la práctica también lo sea.

Mara Mariño

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Sobre la ‘app’ de consentimiento sexual y sus lagunas

Hace unos días leía la noticia de un despacho de abogados que había puesto en marcha una aplicación donde se pudiera dejar constancia legal del consentimiento de una relación sexual.

Vamos, quienes vieron que podían ‘mejorar’ la idea de aquellos chavales que empezaron con la idea del contrato en la discoteca.

Algo que debió de parecerles perfecto para todos esos hombres que preguntan en redes sociales -sí, sorprendentemente no hay mujeres- que ay que ver esto del consentimiento y que solo se va a poder tener sexo en presencia de un abogado.

firmar consentimiento

PEXELS

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Hay varias cosas que me vienen a la cabeza después de enterarme un poco de cómo funciona la app (que solo requiere los documentos de identidad de los participantes por ambas caras y una firma que después se manda tanto al despacho como a los implicados vía mail).

Pero la primera y más importante es que el consentimiento no es algo estático porque las personas podemos cambiar de idea sobre algo.

Es como si yo firmo que voy a hacer puenting. En ese momento estoy convencida, llevo meses dándole vueltas a la idea y me apetece mucho.

Cuando llega el momento, veo la altura del puente, me ponen las cosas encima y el salto se vuelve más real, me empiezan a entrar las dudas.

¿Realmente quiero hacer puenting? Ya no me está apeteciendo.

Es muy alto, no me siento a gusto y de la altura, me está dando vértigo. Cuando estoy asomada y lista, confirmo que no, no quiero hacerlo.

Estaba decidida pero en el momento, justo antes de tirarme, me he dado cuenta de que no me llama igual. He cambiado de parecer.

Si en ese momento alguien me empujara, podría causarme un trauma o una lesión. Lo mismo sucede con el sexo.

Firmar un documento, registrarse en una app o decir «Sí» alto y claro, en un momento puntual, no es una barra libre a todo lo que pueda pasar a partir de ahí.

El consentimiento cambia por mil razones: podemos sentirnos a disgusto, pensar distinto, preferir otro momento, otro ritmo…

La aplicación contempla que esto pueda suceder y manda un link al correo electrónico para revocar la acción, donde hay que pinchar para que conste la hora.

Pero, ¿quién echa un polvo con el móvil en la mano? Por lo pronto podemos cambiar de idea y que esté sin batería, que la otra persona acabe de cometer una agresión -como quitarse el preservativo- y estemos en una situación de exposición o que, aun teniéndolo en la mano y notificando la revocación, simplemente no pare.

En cuanto a la opción de notificar la revocación después, si ya tenemos el estigma de que denunciamos violaciones falsamente, según muchos, «porque no las hemos disfrutado» o «no han sido como esperábamos», ¿en qué cambia hacerlo a través de una app?

¿Va a ser diferente? ¿Se va a creer en ese caso nuestra palabra o los abogados van a estimar que teníamos que haberlo hecho antes o que no es válido porque estamos «insatisfechas sexualmente»? ¿

Cómo vamos a poner eso en manos de alguien que no estaba participando? ¿Va a ser diferente y nos van a creer solo con nuestra palabra o tendremos que grabar un vídeo donde decimos «No» para que se adjunte con la revocación?

Es ridículo.

Además, en España casi el 60% de los abogados son hombres, permitidme que dude de que no vayan a ponerse del lado del agresor -como pasa casi siempre que se divide la opinión pública y los hombres empatizan más con los agresores que con las víctimas mujeres-.

Otra cosa que no contempla la aplicación es que, cuando ponemos el foco en el consentimiento, nos olvidamos del aspecto más básico de una relación sexual: el deseo.

El sexo es un acto de placer que tiene que ser buscado por ambas partes. Y puedes haber consentido, ¿pero lo deseabas realmente?

¿Por qué no se le da importancia a que las dos personas tengan ganas de hacerlo?

Así que más que preparar estrategias para poder follar de cualquier forma, con la conciencia tranquila, igual habría que centrar los esfuerzos en trabajar la educación sexual.

Y en enseñar que la voluntad tiene que venir acompañada de las ganas. Porque pensar en el consentimiento como único factor a la hora de tener sexo, hace que lo veamos como algo que se debe permitir, cuando el sexo es algo que se debe desear.

Mara Mariño

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