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¿Quieres una segunda cita? Estos son los factores que debes cuidar (y no son ni el sitio ni tu ropa)

Quienes hemos usado aplicaciones para conocer gente, sabemos que el momento de la primera cita es crucial.

Según lo que pase en ese rato, tomaremos la decisión, más o menos consciente, de si volver a quedar o no dedicar más tiempo a explorar ese vínculo.

cita romántica

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Por eso es normal que, cuando el momento se aproxima, las preguntas como qué hacer, a dónde ir o incluso qué ropa escoger, monopolicen gran parte de nuestros pensamientos.

Quieres que el encuentro sea lo más perfecto posible dentro de que hay muchos factores que escapan de tu control (y justo ese día puede parecer que nada va a salir bien).

Y es que por mucho que nos esforcemos en cuidar los detalles que rodean esa desvirtualización, no es a lo que deberíamos prestar atención.

Logan Ury, que es directora de Ciencia de las Relaciones en Hinge, conoce cuáles son esas casillas a tachar que conducen a una segunda cita.

Al seguir el recorrido de los usuarios en sus encuentros, según su experiencia, «hay tres aspectos clave que pueden conducir a una primera cita estupenda y ayudar a las personas a conseguir una segunda: la vulnerabilidad emocional, la risa y la escucha».

Por eso la experta recomienda que esa primera toma de contacto no se use para proyectar una imagen inmaculada, sino todo lo contrario.

«La gente suele pensar que presentar una versión perfecta de sí misma es la clave para conseguir una segunda cita. Pero es nuestra autenticidad y nuestros defectos los que nos hacen más atractivos», afirma.

Una investigación de Hinge en el Reino Unido reveló que más de la mitad (66%) de los usuarios confirmaron que es más probable que tengan una segunda cita con alguien que muestra vulnerabilidad emocional en la primera cita.

Pero, ¿qué es mostrarse vulnerable? Logan lo resume en sincerarse en cuatro áreas: «tus valores, sentimientos, esperanzas en la relación y miedos».

Nada de jugar la carta del misterio o de frenarse por si la otra persona considera que estamos subiendo el nivel de intensidad. A la hora de conectar, eso no funciona.

Los beneficios de hacer reír y saber escuchar

Pero sí funciona el sentido del humor. La experta de Hinge destaca los beneficios de la risa como otra de las claves que garantizan que puedan darse más encuentros en el futuro.

«No solo reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, permitiéndonos relajarnos, sino que también crea un golpe de dopamina, activando los centros de placer de nuestro cerebro», explica.

«Es genial para una primera cita: más unión, menos estrés y más posibilidades de una segunda cita».

¿Significa eso que quienes se dediquen a la comedia van a tener más facilidad a la hora de tener pareja? No necesariamente, ya que hay un tercer aspecto que, por muy amplio que sea el repertorio de chistes, es imprescindible: la escucha.

«Hablar menos y escuchar más» es, según la experta de Hinge, el consejo para una buena conversación en la primera cita.

«Practica la escucha activa estando presente y siendo curioso con tu cita», aconseja. «Mantén el contacto visual, elimina las distracciones retirando el teléfono de la mesa y utiliza un lenguaje corporal positivo, como asentir y sonreír».

Pero, ¿qué sucede si aún con todo, después de haber sido vulnerables, haber hecho reír y haber escuchado, no tenemos claro que haya habido química?

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«Siempre recomiendo a la gente que ignore ‘la chispa’ (o la falta de ella). No es un indicador fiable de conexión o compatibilidad y, a menudo, la atracción crece con el tiempo», afirma Logan.

«Demasiados rechazamos a la gente después de la primera cita porque olvidamos que lleva tiempo abrirse. Es muy posible que te estés perdiendo a muchas grandes parejas por decir ‘no’ a la segunda cita».

Mara Mariño

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¿Es buena idea volver a quedar con alguien que no sé si me gusta?

Las ocasiones en las que alguien me ha gustado desde el primer momento no han sido la norma, mas bien la excepción.

Según voy conociendo a la persona, es cuando voy notando que mi interés aumenta, en caso de que me guste lo que voy encontrando, o, por el contrario, disminuye hasta desaparecer.

Pero creo que la mayoría hemos pasado por ese momento de duda, cuando no se sabe muy bien qué hacer.

pareja cita

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Ya que en mi experiencia personal solo es con el tiempo con lo que me aclaro respecto a alguien, vengo a romper una lanza en favor de volver a quedar.

Sí, incluso si no te gusta lo suficiente como para tener muchas ganas de repetir, pero tampoco ha pasado nada que te haga pensar que mejor no volver a quedar.

Como digo, soy partidaria de pasar más tiempo en compañía, porque si todavía no has encontrado el ‘ick, para mí sigue habiendo potencial.

El ick, que en castellano se traduciría como puaj, serían esas cosas -negativas ante tus ojos- que hacen que de repente cambia tu percepción (como el hecho de que vote a cierto partido político o que no trate bien a las personas que le rodean).

Solo repitiendo podrás averiguar si ha podido ser tan solo una mala cita por las circunstancias o si la otra persona simplemente tenía un mal día.

Material para relación de pareja: las señales en las que fijarte

Quizá no tienes muy claro si seguir quedando o no, pero que los valores coincidan es un buen indicativo: hijos, compromiso, planes de futuro…

Cuando esas cosas, que suelen ser motivos de incompatibilidad lo bastante grandes como para ponerle fin a una relación, están alineadas hay muchas probabilidades de que la relación funcione.

«Escucha a tu corazón», decía Abuela Sauce en Pocahontas, pero yo te propongo que escuches su sentido del humor cuando os veáis.

Si la tónica son las risas, porque estar en su compañía es muy divertido, es otra buena señal.

Que en un primer momento se instaure un clima de amistad, no es una red flag: significa que has dado con una persona con la que te resulta fácil hablar y sientes que puedes ser tú.

Una buena ocasión de preguntarse si podrías tener algo más con esta persona. A veces haces clic y es cuando de repente empezáis a tener química.

Porque la atracción no es solo algo que llega como un relámpago (esta idea que siempre nos vendieron las películas). Puede ser un proceso de construcción lento que va apareciendo con el tiempo.

Dándole margen a las cosas, podrás responder de manera más clara a la pregunta de si te gusta o no y ya tendrás una serie de motivos y sentimientos certeros.

Pero que no quede en «No lo sé, porque no volvimos a vernos».

Mara Mariño

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8 formas de conocer a gente cuando no quieres usar aplicaciones de ligar

Hay una historia de amor que me encanta. Una amiga salió de una relación larga y se bajó Tinder, aunque no le sirvió de mucho porque no le interesaba nadie o le daban plantón, directamente.

Un día se apuntó a un partido de vóley-playa y terminó siendo pareja de uno de los miembros de su equipo (y desinstalándose la app).

La amiga soy yo.

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Mi caso de azar fortuito offline fue casi como una señal del cielo. Deja de buscar conectar con gente a través de una pantalla y hazlo en vivo y en directo.

Y no soy la única que parece haberse dado cuenta de las ventajas del estilo que solo conocían nuestros abuelos: el analógico.

Hace poco una seguidora me confesaba que estaba harta de las clásicas aplicaciones de ligar, que quería conocer a gente en persona, pero que estando en un pueblecito no tenía las cosas fáciles.

Si ya añadimos los gustos a la ecuación, parece que se complica, ¿no?

Y aunque es verdad que cada vez hay aplicaciones más especializadas que te permite dar con personas con quien compartes aficiones (ahora tienes el Tinder para frikis, para veganos, para amantes del fitness…), la conclusión a la que llego tras mi experiencia y la historia de mi seguidora es que es como si después del Covid quisiéramos volver a estar de cuerpo presente.

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Sin la frialdad que supone tener una pantalla de por medio ni la opción de que te hagan ghosting, dicho sea de paso.

Pero, sin el factor digital, ¿sigue habiendo opciones fuera del teléfono móvil? ¿Dónde se puede conocer a gente? Y, sobre todo, ¿qué hacer si se vive en una ciudad pequeña o un pueblo?

Aquí va mi lista de ideas (y eres libre de ampliarla en comentarios).

8 ideas para conocer gente fuera de las apps de ligar

  1. Eventos de citas: desde encuentros en grupo, fiestas temáticas para solteros, speed dating… 
  2. Viajes organizados, compartir momentos emocionantes y descubrir lugares nuevos ayuda al enamoramiento (que se lo digan a los participantes de La Isla de las Tentaciones).
  3. Actividades deportivas: mi partido de vóley con desenlace sorpresa te garantiza que sí, puedes encontrar el amor en un evento de este estilo. Además de poner en práctica tu compañerismo, es siempre algo divertido.
  4. Clases y talleres de algo que siempre habías querido hacer… ¡O algo nuevo! Aprender juntos sobre lo mismo te da la excusa perfecta para entablar conversación.
  5. Clubes o grupos de interés de lo que sea, así sabes que la casilla de gustos similares queda marcada.
  6. Eventos sociales y comunitarios: sin moverte mucho de casa, puedes ir a festivales, ferias mercados, conciertos, exposiciones o cualquier actividad que te interese.
  7. Voluntariado: haz el bien (y mira con quién). La opción perfecta para dar con gente que comparte tus valores. Tanto en pueblos como barrios tienes asociaciones de ayuda que atraen a los vecinos de la zona.
  8. Eventos de amigos y familiares: aunque nunca lo he comprobado, si «de una boda sale otra boda» es un refrán, será por algo, ¿no?

Y pase lo que pase, si apuestas por alguna de estas opciones, recuerda que lo importante es disfrutar del proceso de conocer gente y dejar que las conexiones se desarrollen de manera natural.

Mara Mariño

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El factor que garantiza que vaya a haber segunda cita es…

Recuerdo una vez que quedé a tomar algo con un chico, era increíblemente gracioso.

Sus ocurrencias conseguían conectar con mi glándula de la risa (si es que algo así existe) y además era mono.

pareja cita

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Pero no había manera de que yo metiera baza en la conversación, por mucho que sobre el papel pudiera ver compatibilidad, en persona aquello se me estaba escapando.

Ahí me pregunté que era lo que realmente valoraba en una cita, porque pensaba que sentido del humor era lo más importante, pero no.

Lo que yo quería no era solo un humorista en mi vida, sino un match dialéctico, alguien con quien poder enfrascarme en una conversación y poder tenerlas una y otra vez a lo largo de mi vida, pero buscar mi hueco en el monólogo se me antojaba tedioso.

Quizás si fuera menos parlanchina, habría funcionado a las mil maravillas.

Pero empecé a darle importancia al don de la conversación.

Porque despierta para echar un polvo a las 3 de la mañana te tiene cualquiera, pero despierta a las 3 de la mañana sin querer colgar el teléfono, casi nadie.

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Además, ahora puedo decirle esto a mis amigas con pruebas que lo avalan, gracias al estudio que publicó Hinge, la aplicación de citas, en 2023.

Salió como resultado que lo que diferenciaba una cita de una gran cita era precisamente la conversación.

El 88% de los participantes eligieron «buena conversación» como la mayor green flag a la hora de pensar en la cita, por delante de si hay química, si se ofreció a pagar la cuenta o de si han echado el polvo de sus vidas.

Y, dentro del diálogo, especialmente aquel que tratara sobre intenciones, ya que el 75% respondieron que estaban buscando un compañero o compañera de vida y no algo esporádico.

Porque nos puede encantar echarnos unas risas con alguien, pero si no somos capaces de ponernos en serio unos segundos -sobre lo que queremos en ese momento de nuestra vida-, es imposible que haya segunda cita.

La conexión se hace con el lenguaje porque es el que nos permite darle forma a nuestros pensamientos y ver si son compatibles y, si es como mi caso, mejor quedar como colegas y seguir buscando.

Mara Mariño

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Si te cansan las aplicaciones para conocer gente, puede que tengas ‘burnout’ de ligar online

La primera vez que me abrí Tinder pensaba que iba a ser la última. Que encontraría a alguien al poco tiempo y hasta ahí mi relación con la aplicación.

Llegó una segunda, unos años más tarde, y la tercera vez que la instalé. La definitiva.

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Y no me salí de allí por no dar con personas a quien me interesara conocer, sino por la cantidad de gente y la despersonalización, que me hacían sentir agobiada.

Yo no sé tú, pero mi trabajo es estar delante de una pantalla.

Lo último que me apetecía en esa ocasión era pasar más tiempo pendiente de crear una relación con un dispositivo de por medio.

Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba hasta las narices, completamente quemada del sistema de conocer a gente online mediante una app.

Estaba experimentando el dating burnout.

Es una sensación que va desde el hartazgo de los eternos swipes, el aburrimiento de las conversaciones que no van a ningún lado hasta la mala educación que puedes recibir a través de la aplicación (que casi parece que se ha normalizado hablar mal).

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O incluso que termines sufriendo un ghosting después de algunas citas porque, quien te guarda en la agenda como «Elena Tinder» es como que te pone en una categoría de segunda, la de alguien que no merece responsabilidad afectiva por ningún lado.

En fin, que las razones por las que terminas hasta el gorro son muchas y muy variadas.

Que fue también mi caso, por cierto. A la tercera fue la vencida de verdad.

No la cerré porque recuperara la esperanza en dar con personas afines a mí en el mundo offline, sino por no aguantar más.

Es curioso que, al poco, conocí a alguien en vivo en directo y dio comienzo una bonita historia.

Casi podría parecer que el karma que había ido acumulando de malas experiencias me guardaba una sorpresa positiva.

Del mundo online a conocerse de forma orgánica

Fue algo que comentaba también hace poco con una chica que conocí haciendo senderismo. Estaba harta de conversaciones que nunca terminaban en cita, pero se encontraba tan liada que no veía otra forma de conocer gente.

«¿Y haciendo esto?» le contesté. A fin de cuentas, yo había conocido a la persona con la que estaba quedando en un evento social/deportivo del estilo.

Así que al final, la solución es tan sencilla como buscar cosas que te gustan fuera de la pantalla.

Porque es donde tienes más posibilidades de encontrar a quien le gusten también esas aficiones y ya sea un punto de partida.

Menos en mi caso, que fui una patata jugando al voleibol, pero cuando me vio cayéndome por todas partes y riéndome de mí misma, descubrió que tenía el sentido del humor como el suyo.

Otra de las formas ‘orgánicas’ que cada vez es más frecuente es empezar a hablar con un amigo de amigo o conocido que encuentras a través de una red social.

Un encuentro que está a medio camino entre una app de ligar y conocer de manera natural, porque recuerda a cuando te presentaban a alguien (con la diferencia de que lo tienes al alcance de un follow cuando ves que tu amiga sube una foto a su historia con esa persona que te interesa).

De cualquier forma, apuntarte a un evento de speed dating o cosas que no tienen que ver con tu vida sentimental -como un deporte, asociación, clases de baile, planes con desconocidos, networkings, viajes para personas solas, etc-, son muy buenas alternativas si has llegado a tu límite con las aplicaciones y quieres seguir relacionándote.

Y, si no está ahí la persona de tu vida, las amistades que vas a hacer por el camino, son también un amor que bien merece la pena encontrar.

Mara Mariño

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‘Intentional dating’: cuando quieres conocer a alguien (de verdad)

Puede que empieces 2023 disfrutando de tu soltería, pero con las cosas claras: te apetece volverte a enamorar, conocer a alguien en serio, más allá de encuentros nocturnos fugaces, y ver qué es lo que puede pasar.

Lo que quieres es pasarte al Intentional dating o, como dirían mis abuelas, menos amigas de anglicismos, «sentar la cabeza».

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El término se inició en una app de ligar francesa que solo permitía un match al día.

Esto, que puede parecer un sinsentido si tenemos en cuenta que una de las señales de que tienes Tinder es que sientes quemado el pulgar de hacer swipe left y swipe right, resultó clave a la hora de cambiar la interacción de los usuarios.

Y es que esa única oportunidad, contar con una bala en el ‘cargador’ y nada más, era la manera de que, por fin, quienes utilizaban la aplicación le dedicaran más atención a sus posibles matches.

El intentional dating se empezó a relacionar con bucear más a fondo en el perfil que te salta en la pantalla y sopesar, sin la prisa de que si ese se ‘pierde’ hay infinitas posibilidades más, si realmente quieres entablar una vía de contacto con esa persona.

Y, sinceramente, este cambio es masivo, ya que consigue disminuir el acelerado ritmo de este sistema, plantándole cara a una cultura del fast dating donde vamos saltando de una cita a otra y consumiendo a las personas a la velocidad de una serie de Netflix.

No significa que con la persona a la que lances tu ‘me gusta’ vaya a convertirse en tu compañera de vida desde ese momento (esa app todavía no ha llegado al mercado).

Pero sí que puedes tener una conversación solo con ella, no teniendo veinte más abiertas hasta que confundes un nombre con otro, terminas llamando «Juan» a «Jorge» y le haces una broma que en realidad fue con otro.

¿Cómo saber si estás en ese momento?

Como decía antes, para las abuelas esta sería la señal de que estamos no solo listas, sino con ganas de que la cosa vaya a mayores.

Con la certeza de que es un momento de nuestra vida en el que podemos dedicarnos a crear un vínculo emocional más allá del físico.

Porque lanzarte al mundo de las citas con la intención de construir y no de consumir implica reflexionar sobre cómo y con quién pasamos nuestro tiempo.

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Nos hace seleccionar con mayor cuidado y sobre todo hacer que los encuentros vayan en la dirección de continuar, más a fondo, esa primera incursión en el perfil virtual ajeno (cambiándolo por el vivo y el directo).

Para hacerlo es necesario saber qué se quiere, por lo pronto, ya que no me vale como motivo escapar de la soledad, ya que estar con una o uno mismo es un grado que nos debemos sacar en la vida adulta.

Mi recomendación es tirar de seguridad y dejar salir nuestra forma de ser con todo, sin ocultar lo que nos genera inseguridad porque un antiguo ligue consideró «demasiado intenso», «demasiado sensible», «demasiado complejo», «demasiado», así en general.

Pero tener citas de manera intencional es también saber, si no fluye o funciona, cuándo ponerle fin a quedar.

Mara Mariño

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Cuidado con el ‘coach’ del amor que dice que es mala señal no tener sexo en la primera cita

Hace unos días, me topé con el vídeo viral de un coach del amor para hombres.

En él comentaba que recomendaba a sus clientes que, si una chica se negaba a tener sexo en la primera cita, lo consideraran una mala señal.

primera cita sexo

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«Si te hace esperar para tener sexo, puede ser una red flag», empezaba contando. «Hay chicas que dicen no duermo con tíos en la primera cita, lo cual es una mentira de mierda porque sí que lo han hecho alguna vez».

«Quieren probar que no son ‘ese tipo de chica’. Pero si haces esperar a un chico y descubre que te has acostado con otros a la primera, se va a comparar no se va a sentir lo bastante bueno», reflexionaba.

Con miles de visitas y más de cientos de miles de seguidores -entiendo que la mayoría hombres, por eso de ser coach masculino- Mathew Hyman demuestra por qué es tan complicado esto de que nos entendamos cuando nos conocemos (y por qué nunca deberíamos fiarnos de alguien que dice ser coach del amor, ya de paso).

Porque, por lo pronto, el ritmo que lleva una persona cuando decide acostarse o no con alguien, no le define en absoluto. Es una decisión que no engloba lo que somos.

Algo que sí hace lo que nos gusta, lo que hacemos, cómo nos comportamos, cómo tratamos a quiénes nos rodean… En definitiva, la serie de cosas que deberíamos averiguar en una cita más allá de si va a pasar algo físico o no.

Porque por lo que comenta, parece que el único objetivo de tener una primera cita es saber si va a acostarse o no con nosotros, ya que, en caso de que no lo haga, todo mal.

Todo mal porque, según el coach, eso puede llevar a que te compares con otros.

A tener una actitud de «Ah, es que no se quiere acostar la primera vez que nos vemos, pero sí con otros, ¿cómo se atreve? A mí me hace esperar y me hace seguir teniendo citas cuando ya se ha acostado con otros. Menuda zorra, está jugando conmigo».

Además pone una presión y unas expectativas en la cita que no son justas para nadie. De ellos depende su autoestima, de nosotras ser tomadas en serio o de que le estamos «vacilando» si no nos nace.

Pero ¿quién eres tú para juzgar los tiempos de nadie?

Puede que haya tenido una cita estupenda con alguien, con mucha química o que estuviera con las hormonas por las nubes o que pasaran mil cosas. Puede que otro día se sintiera con menos ganas y punto.

Pero eso no significa que deba tener una repercusión directa en tu autoestima porque no tiene por qué ser solo una cuestión de atracción.

Hay que ver más allá, si no nos arriesgamos a -como anima este coach-, pensar que la persona con la que hemos quedado no es otra cosa más que un objeto sexual y el sexo es el único objetivo y motivación, que además se usa como doble vara de medir para juzgarla.

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Si seguimos este camino, será imposible tener relaciones sanas sin salir de la superficialidad del físico. Cuando, lo que deberíamos buscar en una cita, es averiguar si podemos crear un vínculo emocional saludable.

Conocer a una posible pareja significa buscar a una amiga, alguien con quien formar un equipo fuerte que te apoye en los momentos más difíciles de la vida, porque a su lado son más fáciles. Con quien reír.

Pero nunca vas a encontrar ese tipo de amor si solo ves en la persona que está al otro lado de la mesa, un objeto sexual que debe complacerte.

Tener sexo o no en una primera cita depende de un sinfín de factores. No depende ni del carácter ni de la forma de ser.

Habría que normalizar que los ritmos van y vienen.  Que puedes sentirlo o no. Pero que no significa nada más allá de cómo se dan las cosas. Simplemente que tenemos diferentes experiencias con diferentes personas.

Mara Mariño

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En una cita, ¿es feminista dividir la cuenta a la mitad?

Desde pequeña mis padres me han educado en que persiguiera la independencia. Que si acudía a una cita, pagara mi parte de la cena, mis copas en el bar, mi entrada del cine…

Que no necesitara que un hombre (o mujer) me invitara porque tenía mi propio dinero para hacerlo.

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Esto me lo llevé a mi terreno y, lo más igualitario, me parecía dividir los gastos al 50%. Asumir la mitad cada uno me parecía un plan más que justo. Estaba cómoda con ello.

Las diferencias que pudiera haber si él se pedía una copa de más, se podían solucionar si tenía en cuenta que yo siempre tomaba más postre.

Y, una rápida encuesta en Instagram, me reveló que mis seguidoras opinaban de la misma manera.

Por lo general, nos sentimos a gusto haciendo las cuentas a la romana: dividiendo la cantidad entre los comensales o asistente.

Pero no puedo dejar de preguntarme si, sintiendo que así estamos enarbolando la bandera del feminismo, no nos estaremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado.

Me explico: en España, la brecha salarial de 2021 fue del 18,7%. Esto significa que las mujeres ganamos -de media- 5.175 euros anuales menos que los hombres.

Y no es una cantidad que podamos olvidar cuando quedamos. Porque lo personal es lo político. Y también lo monetario si vives en una sociedad donde la desventaja toca a la mitad de la población.

De la misma manera, hay otro hecho, que se nos impone biológicamente, a tener en cuenta

Todos los meses tenemos la regla, lo que implica que las más afortunadas, solo necesitan invertir en productos de higiene femenina: compresas, tampones, renovar su copa menstrual o comprar una braga absorbente.

Las que tenemos dolores intensos, tenemos que sumarle a eso las dosis de paracetamol e ibuprofeno que nunca faltan en casa.

Mi opinión es que, por mucho que defienda el feminismo -la igualdad de condiciones y derechos entre el hombre y la mujer-, me planteo hasta qué punto nuestras citas son feministas con lo del 50-50.

Más que nada porque, si ya de por sí nosotras tenemos ese gasto, que influye directamente sobre nuestra renta, y ellos tienen esa superioridad salarial, ¿no tendría mucho más sentido dividirse la cuenta de manera proporcional?

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No hace falta sacar la calculadora para que uno de los dos pague un poco más, se puede traducir en la mitad de las entradas del cine y las palomitas, o la cena a la mitad y que se encargue de las copas de después.

Hay maneras nada complicadas y lógicas de ponerlas en práctica.

De esta manera, estamos introduciendo el concepto ‘equidad’ en el plano sentimental, que no es otra cosa que distribuir el gasto de manera proporcional a las condiciones de cada persona.

Como cuando invitas a tu amiga a los cafés porque sabes que ahora está en el paro, buscando otro trabajo, y no le va bien tener gastos añadidos.

Y a quien no le convenza porque quiere reivindicar su autonomía y busca una igualdad matemática, siempre tiene la opción del 50%.

Pero que sea consciente de que, si es la mujer de la relación, es algo que le está empobreciendo, mientras que a él le favorece que la división sea de esa manera.

Me encanta que hayamos avanzado y tengamos la libertad de decidir, de trabajar, de pagar… Pero que no implique que ponerla en práctica nos empodere psicológicamente y nos empobrezca económicamente si, socialmente, seguimos en desventaja.

Mara Mariño

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‘Slow love’ o tomarte las cosas con calma cuando estás conociendo a alguien

Recuerdo cuando terminó la pandemia como una etapa muy movida en cuanto ligoteo, era como si se hubiera desatado la revolución sexual que tanto canta La Casa Azul.

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Ahora, las mascarillas han desaparecido de la ecuación. Las restricciones también.

Podemos volver a acercarnos disimuladamente al borde de la mesa de la terraza, para estar más cerca de la otra persona, sin miedo de contagiarnos.

Total, hemos perdido la cuenta de las dosis de vacunas que llevamos encima.

Pero esa urgencia de después de los meses de cuarentena, ha terminado por diluirse.

Al encierro le ha seguido otro fenómeno: el de las bodas sin fin.

Las que se retrasaron se han concentrado en este verano y, cuando vas a la tercera de ellas, te planteas si no estaría bien dejar de dar tumbos sentimentales y tener alguna conversación más allá de «¿tienes la casa libre?».

Y es algo que también ha descubierto We-Vibe realizando una encuesta a solteros y solteras.

Lo mejor es que la conclusión a la que han llegado es que nos estamos tomando las cosas no solo con calma, sino con dedicación.

Conocerse bien a todos los niveles ya es más importante que si surge un polvete. La química está muy bien, pero la compatibilidad manda.

Y para averiguar si se tiene, las conversaciones previas son las que ayudan a que se vayan construyendo esa conexión emocional de cuando descubres que a la otra persona también le apasiona El Señor de los Anillos.

Una vez el vínculo emocional es seguido de la afinidad, la química en el sexo no puede faltar, es otra de las pruebas de fuego.

De hecho casi la mitad tanto de hombres como mujeres, terminarían una relación si sexualmente no es satisfactoria, revela el estudio.

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En nuestro caso, el 29% de las mujeres españolas tratan en profundidad el tema de los deseos y fantasías sexuales durante los tres primeros meses de relación, según el estudio de la empresa.

En el caso de ellos, el 27% lo tratan en el primer mes.

Y ahora la pregunta del millón, ¿cómo llego a ese punto de conexión?

Ana Lombardía, que es experta en bienestar y salud sexual de We-Vibe (y le entrevisté hace poco por el lanzamiento de su libro), tiene claro qué claves nos acercan.

Para empezar, es fundamental abrirse en cuanto a los miedos -especialmente si hay nervios de por medio-, también tener la paciencia de conocerse sin prisas por ‘recuperar el tiempo perdido’ y, sobre todo, coquetear.

Según la sexóloga, es como conducir, no se olvida nunca. Pero con un poco de práctica -en un bar, un plan con amigos, una sesión de entrenamiento en el parque-, puedes volver a dejar salir tus encantos y ver qué pasa.

En resumen, tómatelo como la slow food o el slow sex, tan de moda ahora. Hazte fan del slow love.

Mara Mariño

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Rompamos con la (mala) costumbre de las citas a la hora de cenar

Hace poco hablaba con un amigo de lo mucho que nos viene mal que la cita romántica por excelencia sea la de cenar con la coletilla del “y lo que surja”.

Pareja cama sexo

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Pero parece que no nos queda otra… La mayoría tenemos un horario de mañana, nos quedamos libres a media tarde y es el momento de ir al gimnasio, ponernos al día con una amiga o hacer esos recados inamovibles (la nevera no se llena sola) aprovechando que las tiendas siguen abiertas.

De ahí que la cena, a última hora del día, se posicione como el plan perfecto. Solo hay un problema, ¿a quién le apetece tener algo después de comer?

Cuando sales a cenar en una cita, lo último que te apetece es pedirte algo ligero por si pasa algo después.

Si comes fuera, quieres comer bien (la ensalada para cenar en casa si eso) y eso suele significar compartir algún entrante, plato principal para cada persona y, en mi caso, que no falte el postre.

Después de eso, la tripa pesa lo suficiente como para que te dé pereza toda actividad física que no sea subir las escaleras que te llevan del portal al ascensor.

Y ya no hablamos de quitarse la ropa. El estómago se hincha durante la digestión -hay quienes parecemos tener un embarazo por un rato-, así que es el momento menos apetecible. En mi caso entra comida, sale confianza.

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A eso hay que sumarle las horas: va a ser tan tarde que, solo de pensar que al día siguiente te espera el madrugón de turno, lo que realmente quieres es ponerte el pijama, darle a tu acompañante las buenas noches y dormir.

Entonces mi propuesta es la siguiente: pongámonos de acuerdo para cambiar esto. No, lo digo en serio.

Se acabó lo de dejarte la camiseta porque no quieres que se note que la fabada te ha dado gases.

Pongámosle fin a esos bostezos de puro sueño cuando te está contando cómo quiere ponerte mirando para cierta ciudad manchega. Empecemos a negarnos cuando el plan se fija a partir de las 21h de la noche.

Mi propuesta para evitar todos esos polvos, que se han perdido en el limbo de la pereza y el sueño, es que quedemos antes (ya te encargarás mañana de devolver el pedido de ropa a Correos), que vayamos a tomar un smoothie, dar un paseo, una bebida con teína, algo que espabile pero con el bastante margen de digerirlo y que por la noche cojamos la almohada con ganas.

Lo que sea para evitar caer en ese estado de pereza del que, por muchas ganas que le tuviéramos, no podemos escapar.

Mara Mariño

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