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Sobre la congelación de óvulos: la solución no es retrasar la maternidad

La revolución sexual, por mucho que empezara hace décadas, continúa. Hemos pasado de la popularización de los métodos de protección al control casi absoluto de nuestra maternidad gracias a las diferentes técnicas que se encargan de mandar sobre la fertilidad.

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Una de ellas, cada vez más popular, es la congelación de óvulos, que consiste en extraerlos y conservarlos con el objetivo de poder utilizarlos más adelante sin el miedo de que se agoten (recordemos que las mujeres nacemos con un número determinado de ellos).

Los motivos para someterse a la práctica son diversos, pero según el estudio publicado en Human Fertility, que investigó a varias mujeres que congelaron sus óvulos por motivos no médicos, reveló que el ochenta por ciento de ellas lo hicieron por no tener pareja o porque actualmente se encontraban con una pareja que no quería tener hijos todavía.

El resto declaró que era para poder relajarse respecto al tema de la maternidad y algunas pocas que no esperaban tener que usarlos, pero eran su «por si acaso», una especie de antibiótico contra un futuro arrepentimiento, para tener la conciencia tranquila de que no habían puesto todos los huevos en una sola cesta (literalmente).

Mientras que el esperma se lleva congelando desde hace décadas, la congelación resulta más complicada. De hecho, no fue hasta 2012 que se pudieron usar los óvulos con éxito sin que volviera a considerarse un tratamiento experimental.

Pero, no nos engañemos, todavía falta mucha información del proceso. Aún no se sabe a ciencia cierta si los óvulos van a poder dar lugar a una vida ya que el éxito absoluto no está garantizado y no hay mucha experiencia previa al ser una tecnología relativamente reciente.

Eso añadido a que no abundan las mujeres con los medios suficientes como para someterse al tratamiento, equivale a que no se puede dar el apoyo o información necesaria. Y a eso hay que añadirle la energía y el despliegue emocional del asunto.

Personalmente tengo opiniones encontradas con el tema de la congelación de óvulos. Por un lado, considero que, como el preservativo en su día, es algo que nos da control sobre la maternidad (aunque no tengan nada que ver más que darnos el poder de decisión) y que, si nos encontramos con la duda, podemos retrasarla, aunque siempre esté el riesgo de que, en el caso de decidirnos a descongelarlos, luego no llegue a buen término el proceso.

Por otro lado, me preocupa el hecho de que la mayor parte de mujeres de mi generación con las que he hablado del tema, no tengan prisa por la maternidad por el hecho de que, por sus trabajos, no podrían cuadrarla con su vida laboral independientemente de si lo tienen ahora o dentro de diez años, lo que les llevaría a elegir entre el desempeño de su profesión o el deseo de ser madres.

Esto indica que el problema no es tanto que exista o no una tecnología que te permita retrasar la maternidad sino más bien que parece que no tienes ningún tipo de facilidad a la hora de compaginar ambos mundos. Las jornadas laborales o el hecho de repartirse en casa las responsabilidades son los dos grandes inconvenientes de esto.

Que algunas compañías como Facebook hayan anunciado que apoyarían que sus empleadas congelaran sus óvulos (para poner tener durante más tiempo empleadas valiosas) o que se hayan puesto de moda fiestas empresariales en las que se les habla de los beneficios de la técnica, en una especie de baby shower pero de los óvulos, vuelve sobre la misma idea. Nosotras somos las principales encargadas de la crianza y en vez de poner facilidades en el trabajo para conciliar, se retrasa.

Y es que la edad de tener hijos tradicionalmente, es entre finales de los veinte y principios de los treinta, un momento que coincide totalmente con el periodo en el que estamos centradas en desarrollar la carrera, algo que no afecta a los hombres.

De hecho, cuantas más horas trabaja una mujer, menos hijos está dispuesta a tener según reveló un censo de los 2000, mientras que los hombres decían estar dispuestos a tener más hijos a más horas de trabajo, demostrando que la mentalidad sigue siendo que el hombre es el pilar familiar, con el papel de sustentador, mientras que a la mujer le toca el papel de criadora.

¿El mundo ideal? Para mí está claro, empieza por ajustar la estructura del lugar de trabajo, así como cambios sociales que permitan ver con buenos ojos que ambos progenitores puedan dedicarse a su carrera y a la crianza de los hijos que quieran (y puedan) tener.

Estoy convencida de que, si tuviéramos esa situación, no necesitaríamos ni plantearnos congelar nada que no fuera el guiso que nos ha sobrado del fin de semana.

Duquesa Doslabios.

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