Archivo de abril, 2023

¿Cómo podemos seguir creyendo en el amor los ‘millennials’?

No es por ser catastrofista, pero el panorama actual de las citas está peor que nunca.

pareja amor millennial

PEXELS

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En la pospandemia vamos arrastrando las consecuencias de un encierro que hizo que nos planteáramos toda nuestra vida.

Queremos libertad absoluta, pasarlo bien, viajar, ser nuestra única prioridad.

Además nos conocemos mejor que nunca, hemos convertido la terapia en una compañera habitual y a medio camino entre el fin de los 20 y los comienzos de la treintena, por fin hemos conseguido gustarnos (de verdad).

Desde fuera parecería que se reúnen las condiciones necesarias idóneas para dar con una pareja a largo plazo, alguien con quien compartir la vida.

Y sin embargo hemos sido la generación que le puso nombre al ghosting, al benching, al orbiting… A las peores conductas posibles, además de sufrirlas de primera mano.

Tengo la sensación de que a los millennials nos ha pasado con el amor algo parecido a lo que nos pasó cuando terminamos la universidad.

Nuestros padres nos habían jurado y perjurado que hiciéramos una carrera universitaria, que lo complementáramos con algún idioma, que nos marcháramos un año de Erasmus para tener más experiencia…

Todo ello tendría como recompensa dar con ese trabajo que, después de tanto esfuerzo, nos merecíamos.

Esa nómina que nos iba a permitir vivir con la misma comodidad que a ellos.

Lo que nos encontramos fueron eternos contratos de prácticas o un salario como lo que nos parecía el futuro, muy limitado.

El amor ha ido por el mismo camino. Todas, repito, todas las películas de nuestra infancia terminaban con un «Felices para siempre» y fueron seguidas por las series de nuestra adolescencia.

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También lo tuvieron Ron y Hermione, Edward y Bella, Troy y Gabriela, Bridget Jones y Mr. Darcy, Carrie y Big, Rachel y Ross (aunque odiemos a Ross) y Chuck y Blair.

Así que, con trabajos precarios, la dichosa inflación o los precios de los alquileres tan inalcanzables emocionalmente como nuestros matches, ¿cómo esperar que mantengamos la esperanza?

¿Cómo seguir creyendo en el amor?

Todo es líquido, instantáneo, fast, de consumo rápido, de «aquí te pillo aquí te follo», «Mejor vamos viendo», «Ya te escribo yo, que tengo mucho lío», «No, no hace falta darnos los teléfonos».

Quizá, justo por ello, somos la generación con más posibilidad de triunfar en el amor.

Porque tenemos todas las ganas del mundo en conocer a alguien, porque sabemos lo que es esforzarnos al máximo, hemos empezado de cero tantas veces que no tenemos problemas ni nos preocupa hacerlo de nuevo.

Porque hemos cambiado de países y hemos mantenido a la gente que nos importaba en nuestra vida, pero sobre todo porque ante tanta incertidumbre en todas partes, ya le hemos perdido el miedo.

Y, como me decía una amiga, «estando dispuesta a que te hagan daño», porque ese riesgo forma parte también de una relación.

El consuelo es que siempre tendremos la ocasión de volver a refugiarnos en las amistades -si sucediera-, que, a diferencia de la prolífica carrera laboral o el triunfo en el amor (los dos grandes mitos para la generación Y), esas relaciones sí nos han salido buenas.

Mara Mariño

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Celos por nuestra pareja: a qué edad aparecen y el motivo según un estudio noruego

¿A qué edad empiezan los celos por la pareja? ¿Cuál es el motivo por el que aparecen?

Estas son las dos preguntas que se hizo el Departamento de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU).

pareja celos

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Y, lo que averiguaron con su estudio -para el que usaron una muestra de casi 1.300 estudiantes de entre 16 y 19 años- es que es una emoción a la que nos enfrentamos, por primera vez, a la edad de 16, mucho antes de tener una pareja.

Los celos, según sus descubrimientos, se ‘activan’ cuando sentimos que la relación que nos preocupa puede estar amenazada (y serían la respuesta biológica cuya función sería la de minimizar la amenaza).

Además descubrieron también cómo históricamente lo que consideramos amenazador es distinto para un hombre y para una mujer.

Para los hombres, la reacción es mucho más negativa si su pareja ha tenido una relación sexual que si se ha enamorado o ha pasado tiempo con alguien sin tener sexo.

Aunque los expertos lo explican como que la traición sexual está relacionada con la dedicación de centrarse en criar a su bebé de otro padre, no quiero olvidar tampoco el factor social.

Desde el momento que el deseo sexual femenino ha sido obviado la mayor parte de la historia, y mucho más condenado, tampoco habría que olvidarse de la rémora social que aún arrastramos.

Por otro lado, con la seguridad de que nuestros hijos son 100 por cien nuestros, las mujeres reaccionaríamos más negativamente a una pareja que tiene sentimientos por otra mujer, que a si ha tenido sexo.

Algo que también tendría relación con la evolución social como especie, mientras que ellos reciben el mensaje de que la validación es a través de las conquistas sexuales, la nuestra sería a través de ser amadas.

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La hipótesis que lanzan es que el motivo de que esos celos aparezcan a edades tan tempranas -en la mayoría de ocasiones cuando ni siquiera se tiene una pareja- sería una manera de prepararse para la edad adulta, ya que en ese momento no tiene otro cometido.

Son adaptaciones de la evolución que pasan de generación en generación.

Así que mientras los expertos han sido capaces de descubrir cuándo dan comienzo, y si bien el motivo por el que lo hacen, nos toca elegir qué hacemos con esta característica.

Porque si es algo que se nos transmite, queda en evidencia que necesitaríamos una educación afectiva con la que pudiéramos tener las herramientas de trabajar estas emociones.

De no hacerlo, no solo pasaremos muchos malos momentos, sino que llegaremos a la edad adulta sin poder gestionar los celos y con reacciones que podrán llegar a cargarse por sí solas nuestras relaciones, siendo peores que ninguna ‘amenaza’ externa.

Mara Mariño

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¿Por qué no hay mujeres exhibicionistas?

Hace unos días me encontraba un vídeo del monólogo de la cómica Silvia Sparks -a la que por cierto, deberíais ver en directo haciendo su show-, en el que preguntaba si alguna vez habíamos caído en que no hay mujeres exhibicionistas.

mujer gabardina exhibicionista

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De verdad que fue escuchar esa frase y aquello me desbloqueó varios recuerdos.

Como que, cuando sale el tema con amigas, de alguien siguiéndonos a casa, acercándose en su coche, encontrándose de frente en una calle, y enseñando los genitales o incluso masturbándose delante, siempre había sido un hombre.

Y nosotras, tanto menores como mayores de edad, pero con el común denominador de estar solas o acompañadas de una amiga.

Aunque el exhibicionismo, se califica como parafilia, creo que es una nomenclatura a la que tendríamos que dar una vuelta, ya que se trata de una práctica sexual no consentida, que en su mayoría ejercen los hombres.

Haciendo la comparativa es como si empezamos a tratar las violaciones de fetichismos en vez de agresiones sexuales.

Pero volviendo al monólogo humorístico, cabe darle una vuelta a los motivos detrás de esa diferencia entre el género de los exhibicionistas.

Es inevitable analizar la sociedad en la que nos encontramos en la figura del exhibicionista. Porque, por un lado, la exhibición nunca es de las nalgas o los pectorales, sino del pene.

Que sea del pene es porque, quien lo ejerce, exhibe lo que culturalmente es la muestra de la sexualidad masculina, un símbolo que históricamente se ha relacionado con el poder y la virilidad.

Esto está intrínsecamente relacionado con el rol del hombre en la sociedad, quien se siente en la posición de ejercer su poder y solo a través de ello logra la excitación.

La satisfacción es la de haber hecho eso sin el consentimiento de la otra persona, solo con su voluntad de por medio.

El exhibicionista es exhibicionista cuando la otra persona no quiere verlo. Si hay deseo de ver desnudo a la otra apersona, estamos ante un acto sexual libre, consentido y deseado.

¿Sirve de algo denunciar el exhibicionismo?

Cualquier mujer que haya sido víctima del exhibicionismo podrá concordar en que, aunque no haya habido contacto físico, sigue habiéndolo sentido como una agresión porque, a fin de cuentas, es participar en un acto sexual no consentido.

Sin embargo, el Código Penal no refleja este tipo de agresiones, a no ser que se haya realizado ante menores de edad o personas con discapacidad.

El problema es que esta sigue siendo un acto que además de seguir realizándose (durante la pandemia incluso se volvió más difícil de perseguir por el uso de mascarillas) ha saltado a Internet.

En nuestra cabeza rápidamente dibujamos a ese hombre sin cara con una gabardina larga cuando hablamos del exhibicionista, independientemente de que sean personas que trabajan en la tienda del barrio, vayan vestidas con un anorak corto o alguien que lleva un chándal.

Lo cierto es que estamos mucho más familiarizadas con el exhibicionista 2.0, que es el que te manda una foto de sus partes en cualquier momento.

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Y, como el exhibicionista analógico, comparte que logra excitarse con el hecho de tener el poder de enfadar, asustar o molestar.

De hecho ahí radica que se considere una agresión, porque, si nos ponemos a analizar un poco cómo nos excitamos las mujeres, ver unos genitales no suele entrar en el top de la lista.

Y no solo eso, sino que la desigualdad en la sexualidad entre hombres y mujeres queda aún más evidente cuando, contando este problema, hay quien te dice que le encantaría recibir fotos de tetas.

Con la diferencia de que para ellos, protagonistas en un mundo donde no son cosificados ni expuestos ni corren el riesgo de recibir acoso o ser despedidos por la filtración de sus imágenes íntimas o lleguen al punto de plantearse el suicidio, recibir esas fotos es algo deseable.

Para nosotras, algo asqueroso y hasta amenazante.

Lo más sorprendente es que, si el exhibicionismo continúa dándose (y más de uno sigue mandando sin parar la foto de su dedo gordo sin uña) es por la falta de consecuencias.

Y no hablo solo de que quizás muchas de nosotras ni supiéramos que es algo que podíamos denunciar -yo personalmente me he enterado haciendo este artículo-, sino también porque no se tome en serio ni entre en el Código Penal.

Pero mientras añadimos esto a la lista de reivindicaciones que harían de la sociedad un lugar más seguro para las mujeres, es el momento de concienciar de la importancia de tomar cartas en el asunto.

Por eso es tan importante que recuerdes que tanto vivirlo en persona como recibir una imagen no solicitada es una infracción de exhibicionismo del artículo 37.5 de la Ley de Seguridad Ciudadana, por lo que puedes denunciarlo y se puede multar con 600 euros.

Que igual, si le llegan unas cuantas, se le pasan las ganas de seguir difundiendo su entrepierna (y si sigue haciéndolo, ya es ciberacoso que sí está penado con prisión).

Mara Mariño

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‘Mi novio se siente inseguro si uso juguetes, pero no hago nada malo’

Cada cierto tiempo, abro en Instagram mi ‘Consexionario’, un espacio en el que cualquiera puede mandarme mensajes anónimos, bien para que les guarde el secreto o para que tengan a quien contarle sus dudas de sexualidad (y recibir una respuesta).

Juguetes sexuales Lelo

LELO FACEBOOK

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Una de las que me llegó consiguió marcarme especialmente, ya que me sentí identificada: «Mi novio se siente inseguro si uso juguetes, pero no hago nada malo».

Lidiar con una pareja que se pone en alerta o incluso ve en nuestra colección privada una amenaza, es algo que nos ha pasado a muchas de nosotras.

En especial las primeras veces que tirábamos del primer cajón de la mesilla, cuando su uso no era tan popular como ahora.

Esa inseguridad vendría de que se nos ha dicho que la sexualidad son genitales, que no hace falta nada más y, en el caso de necesitar complementos, es porque alguien ‘no da la talla’ en ese aspecto.

Valérie Tasso, sexóloga, escritora y embajadora de LELO, tiene una teoría muy interesante que va más allá de la concepción mainstream que tenemos de los encuentros sexuales.

«Hablar de objetos de placer ha permitido visibilizar la sexualidad femenina», afirma.

Y es algo que «durante tantos siglos se nos ha negado, incluso se ha demonizado (acordaos de la “histeria” en la época victoriana) y ha sido sometida a un control férreo por parte de los hombres y de la Clínica (sobre todo, la psiquiatría)».

«Por otra parte, hablar de juguetes eróticos visibiliza la masturbación femenina en particular, algo impensable hace décadas atrás. El placer y la masturbación siempre eran cosas del hombre. Y nuestro propio placer siempre dependía del placer masculino».

«La masturbación femenina era, por lo tanto, impensable (siempre se ha pensado que las mujeres no nos masturbábamos), ya que nuestros orgasmos dependían de un modelo de sexualidad masculino: el coito».

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Así que la conclusión de la sexóloga es que «se está ‘culpando’ a los juguetes eróticos de sustituir a las personas, pero la verdadera lectura que tenemos que hacernos es la siguiente: es una manera retorcida de tener miedo a nuestra sexualidad (femenina) y nuestro propio placer, a través de la masturbación».

El problema, como la propia Valérie explica, radica en que «es algo que todavía está anclado en la mentalidad colectiva y deshacerse de esta creencia es complicado. Pero es mejor echarles la culpa a los vibradores que reconocer que la sexualidad femenina les/nos da miedo».

«Primero, porque es de una incorrección política inadmisible. Y, segundo, porque es seguir tratando nuestra sexualidad como dependiente de la sexualidad masculina. Hablando en claro: nuestro placer dependería de un pene (con un hombre pegado a él…)».

Sin embargo, por mucho que parecería lógico que esto estuviera normalizado, y los juguetes se vieran como un añadido y no rivales en la cama, la sexóloga confirma que todavía no se ha superado, ya que lo ve a diario en su consulta.

¿Me puede sustituir un juguete?

Cuando hace una década toda la variedad posible de juguetes, que encontrabas en una tienda erótica, se limitaba a reproducciones en silicona de penes (algunos incluso simulando las venas), podía tener algo de lógica ese rechazo por parte de algunos, al sentir que estaban siendo reemplazados.

Pero la industria de juguetes sexuales ha ido evolucionando hasta el punto de que no solo ofrecen productos de tecnología punta, sino que el diseño se ha ido perfeccionando hasta ser auténticos objetos de lujo que poco o nada se parecen a sus antecesores.

Como por ejemplo los estimuladores de clítoris, que los hay tan pequeños y discretos que podrían pasar como un dispositivo de limpieza facial, como es el Lily 3 de la marca de juguetes LELO.

Lo que es indudable es que la conexión física y emocional también se crea a través del sexo -entre otras cosas-, por lo que este miedo no debería aparecer.

Quien piense que un objeto puede sustituir a un humano, «no cree en la humanidad», sostiene Valérie Tasso.

Además la sexóloga opina que, en ese caso, se debería hacer un ejercicio de introspección mediante unas preguntas: «¿Por qué me siento ‘amenazado’ por este estimulador de clítoris tan pequeño pero muy potente? ¿Por qué estoy haciendo agravios comparativos entre mi ‘yo’ y un objeto de placer?»

Quiero pensar que, una vez llegado a la conclusión de que la diversión y variedad son características deseables que puede tener nuestra vida sexual, los juguetes representan ambas cualidades.

Por lo que es el momento de que quien piense que vienen a sustituirle, se aleje de esa idea y lo vea como un complemento (y hasta un aliado).

Cuando la pareja no lo entiende

Pero si no sucede y tenemos a una pareja que, como comentaba mi seguidora del principio, nos cohíbe en ese sentido, ¿qué podemos hacer? Valérie lo tiene claro.

«No deberíamos aceptar que una persona nos haga sentir mal por usar un juguete. Es hasta ridículo. Aquí, el problema no está en nosotras/o, sino en la otra persona (por problemas de autoestima, por no haber entendido bien que la sexualidad humana es un juego, etc.)».

«Aun así, siempre invito a que se dialogue sobre este asunto. No tengamos miedo a comunicar. Una pareja no es sinónimo de confrontación, sino de entendimiento», explica.

«Si después de eso, tu pareja no lo entiende, siento decirte lo siguiente: ¿qué haces con esta persona?»

Una de las consultas más frecuentes que recibe la sexóloga es la de cómo combatir la monotonía sexual, por lo que una de las primeras cosas que ‘prescribe’ es un juguete erótico para parejas.

Además de ser algo con lo que poder llegar por otro camino al orgasmo (o simplemente despertar sensaciones distintas en el cuerpo) «suelen fomentar una comunicación honesta, mucha complicidad y permiten hablar sin tapujos de lo que nos gusta y de lo que no».

Lo que, de paso, ayudaría a dejar de sentir cualquier posible amenaza. «Lo desconocido suele generar mucho discurso equivocado y un miedo irracional. Así que, lo mejor para ambas partes, es que lo desconocido se pueda palpar y compartir», afirma Valérie.

No hay nada más excitante que tu pareja se involucre en tu placer y coja un juguete involucrándolo en el juego: «Cuando un juguete se comparte, curiosamente se le suele perder el miedo».

Mara Mariño

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Tu próximo novio será más bajo que tú o no será

Voy de deconstruida, porque creo que en muchos sentidos me he desprendido de lo que he ido absorbiendo a lo largo de mi vida.

Que si no necesitar una pareja, entender que en la cama tengo que disfrutar y no solo ‘hacer bonito’ para el placer del otro…

Pero no fue hasta hace pocos años que me quité de encima un prejuicio muy grande: el de salir con hombres bajos.

novio bajito

@FEDEZ

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En mi cabeza, la mínima altura indispensable era que igualara la mía. Ya ves tú que tontería.

Me había autoimpuesto el requisito de que yo tenía que ser siempre más bajita.

Y lo más sorprendente es que no me había preguntado a qué se debía esa condición que debía cumplir a rajatabla.

Me había limitado a imitar a las parejas que veía en las películas o series (donde él siempre era más alto) sin cuestionarme nada al respecto.

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Si me pongo a analizarlo entiendo que es un prejuicio inconsciente que tenía de que no cumplían las expectativas de lo que ‘debía ser un hombre’.

Me había dejado llevar por el mensaje social (y bastante retrógrado, dicho sea de paso) de que los bajos no son lo bastante ‘hombres’ porque, desgraciadamente, aún relacionamos la apariencia física con la masculinidad.

Al igual que otros estereotipos como la voz grave, que tenga facciones afiladas en vez de redondeadas o que no les guste cantar a grito pelado Olivia Rodrigo -que se supone que es algo que solo podemos hacer nosotras-.

Así nos ha sucedido a muchas, que rehenes de la presión social hemos dejado pasar a tíos estupendos.

Además es algo que, a la inversa, vemos enseguida. Porque nos parece muy injusto y superficial tropezarnos con un vídeo del fuckboy de turno en redes diciendo que «no se mata 6 días en el gimnasio para terminar saliendo con una gorda».

¿De verdad somos distintas a él si no queremos quedar con un hombre más bajo que nosotras?

Que nos estamos despertando de este ‘sueño’ (o pesadilla) de cómo debe ser la masculinidad queda demostrado con las nuevas tendencias a la hora de ligar.

Un buen ejemplo es Bumble, ya que en la app es tendencia Short King Spring o El rey de Primavera bajito.

Y, de hecho, el 37% de solteras de la Generación Z en la aplicación admiten que ahora están más abiertas a salir con alguien que tiene una estatura menor.

Así que, que tu próximo novio no sea más alto que tú, es algo que dependerá de muchos factores, pero uno de ellos ya no será porque no le ves a tu altura.

Mara Mariño

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Casi la mitad de nosotras nos hemos sentido presionadas para no usar condón

No hay nada, repito, nada que te haga sentir peor que estar en plena faena, cuando ya solo quieres dejar de hablar y pasar a la acción sacando «tu estilo de tigresa de Bengala», como diría Alberto Gambino, que no quiera ponerse el condón.

Además, la lista de excusas es siempre directamente proporcional a las ganas que tenga de hacerlo sin protección.

mujer presionada pareja

PEXELS

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La más clásica es la de «Es que me aprieta y se me baja la erección», pero también tenemos «Tranquila, si estoy limpio» o «Me acostumbré haciéndolo así con mi ex».

Aunque no faltan tampoco «Solo un rato y acabo fuera», «Quiero sentirte»  o que es «alérgico al látex» (los venden sin látex, ¿eh?).

Pero cuando las escuchas, es porque ya ha salido de ti el pedir, o comentar, que igual era el momento de, antes de seguir con el curso natural de las cosas, hacer la parada de rigor en boxes para activar el método de protección.

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Por lo que recibir cualquiera de esas respuestas, que no son otra cosa que la búsqueda de hacer cambiar de idea a quien ha lanzado la pregunta, te incomoda y te hace sentir presionada a cambiar tu parecer, a hacer la vista gorda, a dejarlo pasar esta vez.

Y no es algo excepcional o raro que te pueda pasar. Según el estudio de la tienda erótica Diversual.com sobre Hábitos Sexuales, casi la mitad de las mujeres (el 46% en concreto) nos hemos sentido presionadas a no usarlo.

Ellos también, sí, pero apenas llega a un 14%.

«¿Es que no te fías de mí?»

Así que no quiero escribir sobre cómo reaccionar si en algún momento te encuentras en una situación del estilo.

Pero sí del viaje que solemos hacer ese 46% de las que tenemos enfrente a un acompañante que se resiste a una petición que nos parece lógica y prudente.

Se nos entremezcla todo, un deseo que tenemos que apagar para pensar con lucidez -y no dejarnos llevar por la impulsividad de la pasión del momento-, que viene seguido de la culpabilidad que arrastramos como mujeres.

Esa que salta a la primera de cambio porque nuestra educación ha sido la de ser amables, empáticas, la de no hacer daño o que el otro no se sienta mal.

Lo que quiero es recordar que nosotras no tenemos que gestionar nada, poner un límite a una práctica es algo que siempre se debe respetar.

Porque, de no hacerlo, es como forzar a hacer algo que no se desea.

Mires el sexo como lo mires, románticamente o no, es una forma de intimidad, de sentirse cerca de la otra persona.

Es un acto de placer, pero también de confianza porque te desnudas literalmente. Y es un acto compartido en el que la salud es siempre va a ir por delante un ego herido.

El placer no es más importante que respetar los límites marcados.

Mara Mariño

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El problema no es que las mujeres seamos ‘muy exigentes’, sino los hombres que no se han adaptado

Mis dos abuelas trabajaron por un tiempo tanto dentro como fuera de casa.

Ambas compartían que, sin el salario de sus maridos, no habrían sido capaces de salir adelante con aquellos (pocos) ingresos que recibían, quedando relegadas a dedicarse a la familia.

mujer sola feliz

PEXELS

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Dos generaciones después, sus nietas -y las nietas de tantas otras abuelas-, nos hemos liberado en cierta manera de aquella estructura que nos destinaba sí o sí a ser amas domésticas hasta el fin de nuestros días.

Ya no necesitamos un hombre al lado, podremos pagarnos un piso de solo 40m2, pero somos independientes, tenemos nuestro trabajo.

El camino para llegar a este punto ha sido largo, muy largo. Tanto que hemos tenido que aprender a priorizar nuestra carrera profesional sin remordimientos y a preguntarnos si realmente queríamos ser madres (y no dar aquel destino por hecho).

Y en ese proceso ha entrado también mirar desde un punto de vista crítico todos esos mensajes del amor romántico que nos decían que solas no éramos nada.

Solo a través del amor podíamos validarnos, sentirnos realizadas.

Ahora tenemos la libertad de elegir en todo, parejas incluidas. Lo que puede explicar que a veces sea tan complicado dar con una persona con quien queramos compartir nuestra vida.

Hay quienes sostienen –coaches del amor en su mayoría- que solo nos movemos en estratos de tíos ‘superiores’ o, como los llaman, los ‘tíos top‘.

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Hombres que, según ellos, son a los que concedemos citas por estar monetaria y educativamente a nuestro nivel.

Pero la realidad es que escogemos parejas porque las queremos, no porque las necesitamos.

Y nos ha llevado mucho trabajo entender qué es lo que queríamos, llegar a la conclusión de que estamos mejor solas que con una pareja que no cumple nuestros requisitos más básicos.

Esos requisitos no son de poder adquisitivo o educación, porque, como digo, ya tenemos esas cosas nosotras. Pero son estándares mucho más difíciles de encontrar: empatía, respeto, cariño, responsabilidad afectiva

Lo que ha pasado es que la estructura que antes nos tenía en casa, y nos empujaba a buscar pareja para sobrevivir, ha cambiado.

Esta nueva estructura para los hombres ya que no les beneficia como la anterior, porque no les garantiza una pareja con la única condición que tenían antes: ser la figura patriarcal autoritaria, el cabeza de familia por ser el suministrador.

Pero en vez de tratar de adaptarse al cambio, de hacer el esfuerzo de aprender de emociones y relacionarse de manera más igualitaria con nosotras, lo que veo es que somos las mujeres quienes recibimos el mensaje de que bajemos las expectativas.

Allá donde mires, hables con quien hables, si estás soltera te dicen que es que «Eres muy exigente», «Eso te pasa por ser selectiva» o que quizás «Si bajaras la vara de medir, tendrías más citas» .

En definitiva, volver a esa estructura anterior porque era lo que funcionaba para ellos.

La situación actual es que los hombres a los que les falta esa adaptación, nos critican diciendo que o rebajamos las exigencias o vamos a acabar solas con gatos (y locas, claro).

Sin embargo, pasan dos cosas, la primera es que estamos en el punto en el que preferimos no tener pareja, antes que estar mal acompañadas.

Nuestras amistades, familiares y redes de apoyo son una fuente más que suficiente de amor y diversión.

Y la segunda, que tampoco nos quedamos solas porque cada vez hay más hombres evolucionando.

Lo que quizás refleja es el miedo que pueden tener aquellos que no se plantean cambiar ni un ápice, porque quienes van a quedarse solos, son ellos.

Mara Mariño

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‘Las leyes van haciendo el proceso menos traumático para las personas trans’

Gabriel Rodríguez Casares tiene la preocupación de la mayoría de jóvenes en España: encontrar un buen trabajo. Uno de esos que nos permita vivir independizados (y dignamente) en cualquier ciudad.

Con la diferencia de que en sus últimos años ha estado con el jaleo de trámites y visitas al hospital propios de un proceso de transición.

Gabriel Rodríguez

@priincee_gabi

Para él, poder presentarse oficialmente como Gabriel es un motivo de orgullo, ya que, aunque inició su transición hace siete años, fue hace tres cuando por fin consiguió los documentos.

«El mejor momento fue cuando me dieron el DNI con mi nombre y género cambiado. Es algo que me cuesta mucho explicar a personas que no son trans, pero ver que se me reconocía oficialmente como Gabriel me llenó de un orgullo que no te imaginas», explica.

«Actualmente las leyes han cambiado y ahora se han facilitado mucho las cosas», explica. Pero, en su caso, tuvo que armarse de paciencia.

«A mi yo de cinco años atrás le diría que siga, que le quedan muchas caídas en el camino, pero que poquito a poco y pasito a pasito al final las cosas se consiguen. Aunque suene a cliché el tiempo me ha demostrado que no importa cuánto tardes en hacer algo, lo importante es no rendirse y seguir hacia adelante».

Como decía al empezar, sus preocupaciones actuales poco o nada tienen que ver con el mundo trans: «me centro básicamente en pensar hacia dónde quiero dirigir mi vida, también estoy a full buscando trabajo».

«A día de hoy se me olvida que soy trans, es decir llega un momento que simplemente vives como cualquier otra persona, te preocupas por las cosas que se preocupa todo el mundo».

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«Indirectamente eso significa que he conseguido ser feliz conmigo mismo, con mi cuerpo y que el hecho de ser trans no es un lastre para mí, sino que es otra característica de mí, como decir que tengo los ojos marrones o que uso gafas», dice Gabriel.

Y es algo que, teniendo en cuenta que muchas personas trans sufren problemas de aceptación, suena a buena noticia.

«Me acuerdo cuando era pequeño que veía a mi padre afeitarse y yo me ponía a su lado y me ponía en la cara jabón para afeitarme yo también como él. A día de hoy gracias al tratamiento de reemplazo hormonal tengo mi barbita y me encanta arreglármela», comenta.

Además, gracias a las intervenciones, ha conseguido apreciar su cuerpo como nunca antes: «Actualmente estoy operado de mastectomía, fue uno de los días más felices de mi vida sin duda. Aunque estaba bastante nervioso todo paso súper rápido y en un mes estaba ya dándole caña al gimnasio. A día de hoy mi pechito es una de las partes que más me gusta de mi cuerpo y luzco con orgullo mis cicatrices».

Aunque Gabriel dice que no cambiaria nada del proceso, sí que destaca que «poco a poco las leyes van haciendo el proceso menos traumático para las personas trans y con eso me quedo».

Además, como él mismo resalta: «La información mueve montañas, por lo tanto la solución para mí a ese rechazo es visibilizar las realidades diversas, para que así a base de verlo y de saber que existe la gente termine aceptando que no es nada raro ser trans».

Mara Mariño

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Si le preguntas a una inteligencia artificial como tener mejor sexo, esto es lo que te contesta

Se ha puesto tan de moda recurrir a las inteligencias artificiales para que nos den respuestas, que quise ponerla a prueba.

Podrán tener modelos de aprendizaje, velocidad, infinitos datos, pero no pueden tener sexo.

pareja sexo

PEXELS

Algo que el mismo bot me confirma: «Como una inteligencia artificial, no tengo la capacidad de experimentar deseos sexuales o físicos, por lo que no siento ninguna frustración ni deseo en este sentido».

«No tengo experiencia ni comparación, ya que no tengo un cuerpo físico ni una mente emocional humana», responde OpenAI GPT-3, el modelo de lenguaje avanzado de inteligencia artificial.

Pero lo que sí tiene es la capacidad de «ayudar y proporcionar información a los usuarios de la manera más precisa y efectiva posible», por lo que mi siguiente pregunta es la de cómo mejorar nuestra intimidad.

Sin embargo, al cruzar miles de datos de usuarios, el sesgo desigual se cuela en una de sus respuestas.

Vamos con la lista:

  1. Aprende a conocerte a ti misma: Para disfrutar al máximo de tus encuentros sexuales con tu pareja, es importante que sepas qué es lo que te gusta y lo que no te gusta. Explórate a ti misma de forma individual para descubrir lo que te excita y lo que no, y comunica esos gustos y preferencias a tu pareja.
  2. Comunica tus necesidades: No tengas miedo de comunicar tus necesidades y deseos a tu pareja. Habla abiertamente sobre lo que te gusta y lo que no te gusta, y recuerda que la comunicación honesta es clave para tener una vida sexual satisfactoria.
  3. Prueba cosas nuevas: Experimenta con nuevas posturas, juguetes sexuales y fantasías para mantener la chispa de la pasión encendida y para descubrir nuevas formas de disfrutar del sexo.
  4. Explora lo que le gusta a tu pareja: Siempre es importante prestar atención a lo que tu pareja disfruta, hablar sobre ello y preguntarle lo que le gusta. Esto te ayudará a satisfacer las necesidades de tu pareja y juntos encontrar la forma de disfrutar de la sexualidad como pareja.
  5. Dedica tiempo para relajarte: Deja a un lado el estrés del día y dedica tiempo para relajarte antes de tener relaciones sexuales. Encuentra actividades que te ayuden a relajarte como masaje, yoga o meditación.
  6. Recuerda que practicar el sexo seguro es importante: Utiliza preservativo y otros métodos de protección para prevenir enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.
  7. Busca apoyo profesional si es necesario: Si sientes que hay factores emocionales o psicológicos que están afectando tu vida sexual en pareja, no dudes en buscar apoyo profesional con un psicólogo o terapeuta sexual.
  8. Mantén una buena higiene personal: Mantener una buena higiene personal es fundamental para tener una buena vida sexual. Tómate el tiempo para lavarte antes del sexo y utiliza productos que te ayuden a mantener la salud vaginal.

Aquí me permito hacer un inciso para recordarte que lo de los productos que «mantienen la salud» no es correcto, no van a ayudar a tu vida sexual en absoluto.

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La vagina es como un horno con pirólisis, se limpia sola. Si tienes que lavarla en algún momento, solo necesitas echarle agua.

Mara Mariño

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Ni se contagia en el baño ni provoca siempre cáncer de útero: mitos y verdades del VPH

Me acuerdo de que mi madre me enseñó a hacer pis en cuclillas cada vez que quisiera usar un baño público para evitar contagiarme de enfermedades. ¿Qué cuales?

En ese momento ni lo sabía, pero yo por si acaso repetía la incómoda sentadilla.

mujer haciendo pis

PEXELS

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Y aunque sí las hay que se transmiten de esa forma (como por ejemplo el E. coli), la mayoría de ellas no. Y mucho menos el temido virus del papiloma humano o VPH.

Tal y como la doctora Leticia Maya explica, lo que produce este virus «es una infección. La importancia de su existencia es que se relaciona como factor causal del cáncer de cuello de útero o cérvix».

«Siendo el cáncer de cérvix el 4º más frecuente en la mujer a nivel mundial, podemos decir que si prevenimos la infección por el virus del papiloma humano estamos previniendo el cáncer», explica.

Además del mito de la taza del wáter y el riesgo de contagiarse, hay mucho que no sabemos de este virus, empezando por la manera de contraerlo, las variedades que hay o si existe cura.

La ginecóloga nos lo cuenta y nos da los tips para cuidar de nuestra salud sexual.

«Hay unos 150 variedades diferentes, de los cuales, aproximadamente 40 se transmiten por contacto sexual afectando a piel y mucosas anogenital pero también de cavidad oral y tracto respiratorio superior de mujeres y hombres. Se diferencian en función de su capacidad de generar un cáncer en bajo y alto riesgo, siendo los tipos 16 y 18 los responsables del 70% de los cánceres de cérvix a nivel mundial» explica.

Los tres tipos de vacunas: «Bivalente (protege frente a dos tipos), tetravalente (frente a 4) y nonavalente frente a 9» nos protegerían del 16-18%.

«La tetravalente y nonavalente añaden además el HPV 6 y 11 responsable de la mayoría de verrugas genitales o condilomas. La nonavalente incluye otros tipos de HPV de alto riesgo, protegiéndote del 90%», de ahí que sea fundamental vacunarse.

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Pero, ¿debemos hacerlo hombres y mujeres o solo nosotras? Y, ¿cuándo hacerlo?

«Lo ideal sería vacunarnos antes de exponernos al virus, es decir, antes de mantener relaciones sexuales, pues es un tratamiento preventivo. En España, la vacuna está incluida en el calendario vacunal para todos los adolescentes a los 12 años. De hecho, la vacunación a varones se deberá incorporar en todas las comunidades autónomas antes del 2024.»

Aunque también las mujeres mayores de 25 años «pueden beneficiarse de la vacunación frente a VPH, independientemente de si presentan infección por algún tipo de VPH», así que como la doctora recomienda, lo mejor es vacunarnos aunque hayamos mantenido relaciones sexuales.

¿Cómo se da el contagio?

Como la doctora Leticia Maya aclara, el miedo a que el virus esté agazapado en la taza de un urinario, es infundado.

«Se contagia por contacto sexual. Por tanto, haciendo únicamente pis en un baño no se contagia. Si en el baño hemos hecho más cosas que pis, quizás si», especifica.

Y, aún en el caso de contraer el virus, no significa que el cáncer de útero vaya a desarrollarse.

«La infección por el VPH es la infección de transmisión sexual más frecuente a nivel mundial afectando al 75% de mujeres y 80% de los hombres sexualmente activos. Aproximadamente el 90% son infecciones transitorias que se resuelven en el transcurso de unos 2 años, es decir, eliminamos el virus sin necesidad de tratamiento gracias a nuestra inmunidad», declara.

«Sin embargo, un 10% tendrán una infección que persista más de estos dos años y sean los que tienen mayor riesgo de cáncer de cérvix, por tanto, los que tendremos que vigilar de cerca».

Y, para ello, estar pendiente de los síntomas es algo fundamental. Un detalle más complicado cuando se puede ser portador asintomático.

«Tanto la mujer como el hombre pueden ser portadores asintomáticos y transmisores de la infección por contacto sexual», explica.

Aunque «verrugas genitales (aunque sea infección por VPH de bajo riesgo, suele estar asociado a los de alto riesgo, y por tanto se recomienda investigar), otras infecciones de transmisión sexual o si hace años que no nos hacemos una citología y presentamos sangrado con las relaciones sexuales» son buenas razones para que nos vean, ya que pueden ser, entre otros, algunos síntomas.

Mara Mariño

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