Entradas etiquetadas como ‘masculinidad’

Los hombres no hablan de estas cosas

Cómo cambia todo con el tiempo. En el colegio eras los chicos quienes tenían carta blanca para hablar de sexo. Las pajas, los dedos, si esa o aquella era una guarra

Todas esas cosas parecían reservadas a ellos. A nosotras ni se nos ocurría mencionarlo, ¿qué iban a pensar nuestras compañeras?

hombres hablando

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

De adultas, el giro ha sido de 180 grados. Raro es que en una conversación con tus amigas no salga el tema del sexo, que qué tal os va a nivel erótico, si habéis tenido algún incidente, la salud íntima…

Además de conectarnos entre nosotras, hablando de situaciones algo vulnerables, lo que siempre fortalece cualquier vínculo, también es la manera de tranquilizarnos: lo que sea que nos pasa no es tan raro.

Preguntar a otras mujeres nos puede dar la solución, ya que pueden haber pasado por lo mismo, o, si no, siempre conocen a una prima de una amiga que puede servirnos de referencia.

En caso de que la primera línea de apoyo no pueda ayudarnos, no dudamos en buscar un libro que pueda darnos la respuesta o incluso investigar a golpe de buscador un retiro o curso que nos permita reconectar o, simplemente, conocernos mejor.

Considerando ese bagaje de autoformación, siento que nosotras hemos llegado al punto de educarnos que podría ser considerado de posgrado si hubiera una equivalencia oficial.

Pero los hombres con los que nos emparejamos no.

La asimetría en las relaciones heterosexuales es más que evidente y solo crece pese a la facilidad de encontrar información al alcance de un click.

Nosotras nos formamos, aprendemos, nos preocupamos por saber, practicamos lo leído, apostamos por alternativas si lo anterior no funciona, buscamos soluciones…

En cambio, lo habitual es terminar con una pareja que no solo no ha tenido el mismo camino de autoconocimiento, sino que parece resistirse al más mínimo cuestionamiento.

La principal dificultad está en que ellos si hablan de sexo, debe ser -según la masculinidad hegemónica-, en un tono de conquista, presumiendo de hazañas y números como si fuera un debate político donde gana el que lleve las barras más altas.

Se da por hecho que los hombres deben ser sexualmente seguros, con experiencia y además dominantes en sus relaciones, lo que ejerce mucha presión para que oculten cualquier falta de conocimiento o inseguridades en torno a la educación afectivo sexual.

Todo lo que no sea una autoestima sexual digna de espartano se puede percibir como una amenaza a su masculinidad.

Otro ejemplo es que si se interesan por descubrir su cuerpo, no son lo bastante hombres por el estereotipo de que tienes que venir de serie con la virilidad por las nubes y un pene funcional 24/7 como único órgano importante de la anatomía.

Sí, muchos temen ser percibidos como «poco masculinos» si demuestran interés en aprender sobre el placer y las relaciones sexuales de una manera abierta y respetuosa.

Te puede interesar leer: Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Pero si parten con la premisa de que como hombre ya lo saben todo de lo que has visto en el porno y la extensa práctica de estos años, ¿cómo vas a necesitar ir a un taller, leer un libro o hablar con una experta que les enseñe a nada?

A eso hay que añadirle que, en muchas sociedades, el tema de la educación afectivo sexual sigue siendo tabú. La incomodidad y desinformación está a la orden del día y hay quien todavía se atraganta con la aceituna del aperitivo si le preguntas qué opina de una buena comida de culo.

Esa carencia de no haber tenido la oportunidad de recibir una educación adecuada sobre las relaciones afectivas y sexuales en su juventud, puede llevar a una falta de interés o conocimiento en la adultez. Y somos nosotras quienes sufrimos las consecuencias (y a este vídeo me remito).

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmara)

Por último, la masculinidad hegemónica también promueve esta idea tan casposa de que los hombres no deben expresar emociones o mostrar su vulnerabilidad.

Ya que la educación afectivo sexual a menudo implica discutir emociones, intimidad y comunicación en las relaciones, nuestros compañeros lo encuentran desafiante debido a estas presiones sociales.

Sin embargo, hoy vengo a recordar que no esperamos dar con parejas que hayan nacido sabiendo todo, y que mucho menos vamos a juzgar quienes tengan interés en mejorar su esfera íntima. Al contrario.

Aprender sobre relaciones afectivas y sexuales es un acto de responsabilidad, respeto y cuidado tanto para uno mismo como para las parejas.

Y dar con un novio que se interesa por ello es una suerte.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Del novio heterobásico al que cuestiona su masculinidad

Hace unos días fui a ver un espectáculo de monólogos en el que dos cómicos diseccionaban algunas de las actitudes -aprendidas- que tenían con las mujeres.

Y entre el público, parejas, en su mayoría, nos debatíamos entre la risa y la reflexión. Porque Heterobásicos daba qué pensar.

hombre masculino

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Quizá porque tanto yo como mi acompañante habíamos encontrado similitudes, por un lado o por otro, entre nuestras experiencias y los chistes.

Por supuesto, fue la ocasión ideal para hablar abiertamente sobre algunos de los palos que se tocaron. Aquel show de comedia había servido para dar pie a una conversación.

Algo parecido sucedió hace unos meses con la serie de Machos Alfa, que reflejaba el machismo -tan enraizado en la sociedad- de una manera en la que, entre broma y broma, la verdad asomaba.

La conclusión de que estos productos tengan ahora un hueco con el tinte de humor incorporado, es que por primera vez nos atrevemos a poner en tela de juicio la masculinidad.

Así como la trama de la serie incluye a los coaches en ‘nuevas masculinidades’ o los cómicos del espectáculo se posicionaban lejos de la masculinidad antigua, parece un buen momento para que los hombres se pregunten, ¿qué somos?

El vocabulario actual nos da todo tipo de términos: Joseantonios, simps, incels, pagafantas, planchabragas, mangina, calzonazos, heterobásicos, machirulos…

Unas palabras que van de un extremo a otro, desde el que presume de hipermasculinidad al que se le humilla por no mostrarla lo suficiente.

Raúl Macías, divulgador de masculinidades y educación sexual (@masculinidadsubersiva), y codirector de Macho Alfalfa, el podcast, es el primero que anima a cuestionarse ese ‘enganche’ con la masculinidad.

Te puede interesar leer: ‘Los hombres feministas somos menos, pero cada vez somos más’

«Rara vez para empoderar a las mujeres se habla de la feminidad, ¿por qué los hombres tenemos reticencias de enunciarnos como hombres sin acudir a la masculinidad?», reflexiona.

En su opinión, el cambio pasaría por hablar de otras formas de ser que se alejen de la idea de masculinidad más extendida.

«¿Qué es ser masculino? Ocultar tus sentimientos, mostrar tu fuerza física, validarte y reafirmarte como hombre a través de la ira o agresividad, ejercer el control de los relatos, ocupar el espacio público… ¿Cómo vamos a enunciar la masculinidad de otra manera si estas cosas queremos resignificarlas?»

Como señala, el problema pasa porque si no cumples esas normas aprendidas, que se leen no solo desde la masculinidad, sino desde la heterosexualidad, se sufren agresiones, violencia, rechazo, etc.

Ni alfas, ni betas, hombres libres

«Las nuevas generaciones deberían acercarse a la masculinidad desde la curiosidad», explica. Que es algo que persiguen tanto su podcast como la serie de Netflix o los espectáculos de comedia en vivo.

«Que no lo vean como un ataque, porque es una oportunidad de explorar otras formas de ser y habitar identidades sin la rigidez de los mandatos de la masculinidad».

Para Raúl, este cambio de dogma «no es una imposición, es cuestionarse la manera en la que nos mostramos al mundo y nos han dicho que debemos ser. Porque si no somos así, nos devalúan o sentimos que estamos fracasando».

«Los hombres solo tenemos miedo de otros hombres. ¿No nos debería hacer cuestionar de qué manera estamos construyendo al sujeto ‘hombre’? Hablar de otras formas de ser hombres es tener la libertad para elegir cómo ser y ninguna manera te va a llevar a sufrir violencia», explica.

«Eso nos permitiría ser más libres y ver a las demás personas como iguales. Si nos lo permitimos, vamos a respetar a cualquier sujeto.»

Sin embargo, divulgadores como Raúl son aún muy criticados en redes sociales, un acoso del que ha hablado abiertamente.

«Hay más hombres concienciados que les cuesta visibilizarse por el grupo de iguales, ya que está visto como una traición a la masculinidad. Somos menos los que alzamos la voz por la penalización que puede tener», afirma.

«Somos consecuencia de este movimiento por parte personas que han estado oprimidas, lo que nos ha llevado a que nos cuestionemos. Nos hemos adaptado a los nuevos tiempos al sentir que estábamos alineados con muchas cosas».

Y como él mismo explica, gracias a alzar la voz se han generado movimientos sociales que han agitado la forma de entender la sociedad y la propia forma de los hombres de estar en el mundo: «Se han puesto en duda comportamientos y conductas».

Las mismas que ahora sirven para nutrir las tramas de series, películas o shows de comedia desde una perspectiva que, hasta ahora, nunca habíamos visto.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Tu próximo novio será más bajo que tú o no será

Voy de deconstruida, porque creo que en muchos sentidos me he desprendido de lo que he ido absorbiendo a lo largo de mi vida.

Que si no necesitar una pareja, entender que en la cama tengo que disfrutar y no solo ‘hacer bonito’ para el placer del otro…

Pero no fue hasta hace pocos años que me quité de encima un prejuicio muy grande: el de salir con hombres bajos.

novio bajito

@FEDEZ

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

En mi cabeza, la mínima altura indispensable era que igualara la mía. Ya ves tú que tontería.

Me había autoimpuesto el requisito de que yo tenía que ser siempre más bajita.

Y lo más sorprendente es que no me había preguntado a qué se debía esa condición que debía cumplir a rajatabla.

Me había limitado a imitar a las parejas que veía en las películas o series (donde él siempre era más alto) sin cuestionarme nada al respecto.

Te puede interesar leer: Estas películas de Disney te han enseñado una idea del amor equivocada

Si me pongo a analizarlo entiendo que es un prejuicio inconsciente que tenía de que no cumplían las expectativas de lo que ‘debía ser un hombre’.

Me había dejado llevar por el mensaje social (y bastante retrógrado, dicho sea de paso) de que los bajos no son lo bastante ‘hombres’ porque, desgraciadamente, aún relacionamos la apariencia física con la masculinidad.

Al igual que otros estereotipos como la voz grave, que tenga facciones afiladas en vez de redondeadas o que no les guste cantar a grito pelado Olivia Rodrigo -que se supone que es algo que solo podemos hacer nosotras-.

Así nos ha sucedido a muchas, que rehenes de la presión social hemos dejado pasar a tíos estupendos.

Además es algo que, a la inversa, vemos enseguida. Porque nos parece muy injusto y superficial tropezarnos con un vídeo del fuckboy de turno en redes diciendo que «no se mata 6 días en el gimnasio para terminar saliendo con una gorda».

¿De verdad somos distintas a él si no queremos quedar con un hombre más bajo que nosotras?

Que nos estamos despertando de este ‘sueño’ (o pesadilla) de cómo debe ser la masculinidad queda demostrado con las nuevas tendencias a la hora de ligar.

Un buen ejemplo es Bumble, ya que en la app es tendencia Short King Spring o El rey de Primavera bajito.

Y, de hecho, el 37% de solteras de la Generación Z en la aplicación admiten que ahora están más abiertas a salir con alguien que tiene una estatura menor.

Así que, que tu próximo novio no sea más alto que tú, es algo que dependerá de muchos factores, pero uno de ellos ya no será porque no le ves a tu altura.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Uno de los comentarios que más recibo en Instagram por parte de hombres (que si aún no me sigues, este es mi perfil), es que se sienten perseguidos.

Casi como que no pueden ser ellos mismos y sienten que están siendo juzgados todo el tiempo incluso por cosas que no han hecho.

masculinidad hombres

PEXELS

Y es que la masculinidad está en el punto de mira, más que nada porque al ir en línea con la sociedad machista en la que vivimos, parece que ser un ‘machote’ ahora está mal visto.

Todo está en continuo cambio: los iPhones, las series de la tierra media, el feminismo y, por supuesto, la masculinidad. De ahí que se anime a revisarse la propia.

Ahora Jason Momoa puede aparecer con un bolso rosa en la alfombra roja y Billy Porter se puso un vestido para los Oscar, pero  no son las únicas pruebas de que lo que antes era ‘ser un hombre’ es un concepto que ha empezado a desvanecerse.

Es más, de lo que se habla últimamente es de las nuevas masculinidades y, sobre este tema, José Alberto Medina Martín, psicólogo -al que entrevisté hace unos meses aquí-, explica por qué se han puesto tan de moda últimamente.

«Las nuevas masculinidades son constructos sociales que se oponen a la masculinidad hegemónica», afirma.

La pirámide de esta masculinidad la corona quien «más poder tiene y demuestra, más fuerza posee y ejerce, y más conquistas sexuales cosecha», ya que los pilares son el poder, la posesión, el capital erótico, la autoridad, la fuerza y el dominio tanto del género opuesto como del espacio público.

En cambio, las nuevas masculinidades apuestan por «la apertura emocional, la cooperación, una comunicación asertiva, la escucha activa y otra serie de valores».

Y si tiene tanta importancia es, como recuerda José Alberto, porque «yo soy lo que mi masculinidad dice de mí. Lo uso como etiqueta para transitar mi espacio, mi vida».

Si la ‘antigua’ masculinidad es algo a lo que le estamos cogiendo manía es por cómo se ha construido «como antítesis de lo femenino», explica el psicólogo.

Se basa «en la violentación, en cualquiera de sus formas (humillación, mofa, agresión, discriminación, vacío, etc) de otras identidades masculinas que cuestionan dicho modelo o que están lejos de él. Ser hombre es no ser mujer y sus derivados (marica, travelo, etc)».

Que a día de hoy sea algo que nos sigue pesando es porque «nuestros padres y abuelos no han tenido un contexto amable que les diese la libertad para cuestionar estas cosas. Por poner unos ejemplos, la paternidad se ejerce desde la demostración y no desde el cariño, la intimidad o la ternura, no hay una conexión emocional con los amigos, las relaciones de pareja son desiguales donde ambas partes siguen perdiendo de formas muy específicas (tanto heterosexuales como homosexuales), etc», explica José Alberto.

Entonces, puesta a imaginarme cómo sería el mundo si los hombres se plantearan su masculinidad, y se alejaran de esa identidad tan violenta, queda claro que la sociedad sería más inclusiva y respetuosa, «libre de sesgos machistas«, añade José Alberto.

«No tendríamos expectativas impuestas y autoimpuestas, dispondríamos de libertad para escoger trabajos sin que se cuestione que sean o no más femeninos (limpiador) o masculinos (directora de una empresa)».

Además los hombres contarían con «repertorio para resolver conflictos y un mayor desarrollo de la inteligencia emocional. Supongo que vamos encaminados a conseguirlo, tiempo al tiempo», apunta, positivo, el experto.

¿Cómo cambiar la propia masculinidad?

«Propongo trabajar la identidad del hombre, que antes de hombre, es humano. La identidad masculina aún predominante sigue basándose en esos estándares que son tóxicos: comunicación violenta, dificultad para resolver conflictos interpersonales, vivir la intimidad con pánico, complacencia con otros hombres que consideran más poderosos por miedo a ser cuestionados…», afirma el psicólogo.

Sus consejos para trabajar en ello pasan por «mejorar la asertividad, el cuestionamiento sin juzgarnos, la compasión, la capacidad de pensar a largo plazo viendo los beneficios de modificar su forma de ver el mundo (terapia), todo lo que tiene que ver con las emociones (regulación, identificación, discriminación, etc) y sobre todo ganar autonomía».

Como matiza José Alberto, autonomía no es lo mismo que aislamiento: «Hace falta tener la autonomía bien trabajada, y más en el caso de los hombres. Masculinidad y soledad van muy dadas de la mano y se necesita coraje, y que se valide dicho coraje, porque si encima que nos cuesta horrores mostrarnos vulnerables en este cambio, si no se nos apoya o incluso se hace mofa, pues vamos listos».

hombre abrazo

PEXELS

En el sexo también la masculinidad clásica está haciendo de las suyas. Ya que «se comprende la intimidad únicamente como mantener prácticas sexuales», reflexiona.

«El único placer que cuenta es el suyo, porque se valora al hombre en la sociedad, y dentro de las mismas relaciones sentimentales, en función del placer que puede dar a una mujer. Esto lo hace para sentirse bien él realmente, es un vehículo, no un propósito nacido del querer a la persona», explica Jose Alberto.

La penetración es la práctica que resume esto, o, en palabras del experto: «Aquellas donde el pene esté en primera línea de batalla».

«Y no, esto no es una metáfora. Muchos hombres viven las relaciones sexuales con ansiedad porque una parte muy grande de su identidad gira en torno a su rendimiento sexual, como si fuera un examen y no una oportunidad de descubrimiento, placer y exploración. La penetración es la práctica por excelencia, y más allá de ello, no hay sexo. Es una concepción muy mecánica».

Estereotipos de género y orientación sexual

Sobre si la ‘vieja’ masculinidad afecta a los hombres homosexuales y bisexuales cuando se relacionan con otros hombres y tienen un interés sexual o romántico, José Alberto analiza que tendemos a dicotomizar y dividir entre dos lados.

«Lo de verdad, que exista y se reproduzca. Lo de mentira, que deje de existir. Y si no, que al menos no se note. De ahí toda la homofobia interiorizada, que también la vivimos los hombres bisexuales», explica.

«Hay estereotipos de género aún siendo los sujetos del mismo sexo. En prácticas sexuales nos encontramos con algo muy habitual: el activo, el que penetra, el que hace, y el pasivo el penetrado, el que se deja hacer», explica.

«Seguimos jugando con la dominación y sumisión como sinónimos de lo masculino y femenino. Con buena dosis de coitocentrismo. Porque no hay más sexo, no lo concebimos. Y que nos gusten ambas cosas no, siempre hay algo que te gusta más».

A la hora de tener acercamientos interpersonales el problema es el mismo. Según el psicólogo, el estereotipo es «Que no sabemos, porque ‘no somos hombres de verdad’, pero queremos. Y, en el caso de hombres homosexuales, que no les gustan las mujeres, ¿cómo procedo? ¿Le doy una rosa? ¿Le digo que está muy guapo? ¿O mejor le demuestro que soy un tiaco y le suelto ‘bro me molan tus zapas’?».

«Hombres bisexuales y homosexuales hemos sido socializados como heterosexuales y como hombres, sin más. Arrastramos el machismo, lo interiorizamos y lidiamos con la homofobia. Siempre en ese intento impuesto de acercarnos a lo que debemos ser. Es muy doloroso».

Nadal y el club de las ‘nuevas’ masculinidades

En vías de la deconstrucción, cabe preguntarse qué hacer si los hombres del entorno siguen estancados en esa masculinidad del ‘macho’. Para José Alberto la respuesta está clara: «No respondas con sobresalto».

«Estás en un proceso donde muy posiblemente te señalen como blandito o que haces tonterías. Pero da una respuesta desde toda la calma que puedas en ese momento. Si reaccionas a voz de pronto le estás dando la atención de la cual siempre se han estado alimentando», sugiere.

«Tampoco está en tu deber recriminar y convertir estos comportamientos machistas. Estás en tu derecho de alejarte. Señala lo que puedas, rodéate de un círculo que te apoye y te escuche», recomienda el experto.

Te puede interesar leer: ‘Los hombres feministas somos menos, pero cada vez somos más’

Entre los diálogos de las masculinidades, se habla de un tiempo a esta parte de masculinidad híbrida, «que tiene que ver con nuevos modelos de masculinidad sin perder los privilegios. Porque la sociedad no sigue leyendo como hombres, más allá de nuestros comportamientos», explica José Alberto.

«Como dice Foucoult tenemos impresos unos mandatos de género, pues qué mínimo que empleemos esta ventaja para una labor prosocial, sin invadir los espacios de lucha feminista. A ver si ahora vamos a dejar de usurpar el espacio público y decirle a las mujeres que se queden en casa a cuidar y ser buena madre y vamos a usurpar los espacios de reflexión y actuación feministas», reflexiona.

«Lo típico de ‘¿un hombre me dice cómo ser buena feminista?’ Pues en eso se puede convertir la nueva masculinidad. Así que mucha perspectiva de género y mucho trabajo personal para que esto de lo nuevo no sea ‘pero ahora lloro en público’. Un abrazo, Nadal», dice el psicólogo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Pon un hombre ‘mangina’ en tu vida

En mi clase siempre había un chico al que no le gustaba jugar al fútbol. Solía ser tímido, buen estudiante y se llevaba bien con las compañeras.

El resto de chicos de la clase, en cambio le acorralaban en el vestuario para pegarle.

pareja hombre sensible

PEXELS

Esto es algo que estuvo pasando -siempre con diferentes víctimas- desde los últimos años de secundaria a los primeros de la E.S.O. Y además, no faltaba que se refirieran a él como “el marica”.

La única razón por la que él recibía ese trato era la de no ser como los demás chicos. O cómo se suponía que debían ser.

Violento, gritón y listo para levantarle la falda a cualquiera de sus compañeras en cualquier momento.

Te puede interesar: Así es cómo mi colegio permitía el abuso sexual hacia las alumnas

A ese compañero de clase (que siempre terminaba cambiándose de colegio a diferencia de los abusones, que siguieron en el centro hasta el final) sería lo que hoy en día ellos considerarían un ‘mangina’.

‘Mangina’ es el término inventado que une las palabras ‘man’ (hombre) y ‘vagina’, como refiriéndose a un hombre que es tan poco viril que, en vez de tener un pene entre las piernas, tiene genitales femeninos.

Y claro, esto en el mundo en el que los hombres se consideran seres superiores, es uno de los peores insultos.

El mangina es casi considerado un traidor por los que enarbolan el insulto, el nuevo «pagafantas», un «planchabragas».

Es un hombre que no trata a las mujeres como trozos de carne por no ir silbándolas por la calle o metiéndoles mano si la ocasión lo propicia, aunque ella no esté por la labor.

Porque eso es lo que hace un tío de verdad según ellos, ostenta el poder y su deseo va por delante de todo.

Un mangina es aquel que, para ellos, está en una categoría por debajo pero, para nosotras, que nos trate como personas, de igual a igual, se oponga a contratar strippers en la despedida de soltero de sus amigos o se considere feminista, le pone en un nivel superior al Manolo o Pepe de turno.

Al igual que el hecho de que tenga un lado sensible, cuidadoso y pacífico. Los machos violentos que tenían que ser fuertes y gritones para asustar y vencer a sus enemigos se han quedado en la Antigüedad del homo sapiens.

En una sociedad en la que el pene es casi un tótem, adorado por los hombres que lo pintan en la mesa desde que son pequeños, se lo dibujan a sus amigos en la frente cuando se van de interrail o lo mandan en formato selfie (y por las mujeres, que lo escogen como símbolo en las despedidas de soltera), no hay nada más humillante que ser hombre y carecer de él.

Aunque el caso del término ‘mangina’ prueba que sí, sí que hay algo peor, y es tener una vagina en su lugar. Lo que consigue este término es relacionar la vagina con lo indeseado, lo débil, lo negativo.

Y curiosamente todos lo que lo usan como tal deberían recordar que, para tenerle tan poca estima a las vaginas y usarlas como algo despectivo, salieron de una de ellas.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

‘Hay muchos mitos sobre el deseo sexual masculino, como que los hombres siempre tienen ganas’

Cuando alguno de mis amigos suelta lo de que no es fácil ser hombre hoy en día, me dan ganas de llevarme las manos a la cabeza.

Pero que no le falta razón a esa afirmación es algo que he comprobado después de ventilarme (sí, ventilarme) el libro de la psicóloga y sexóloga Ana Lombardía, Hablando con ellos. La sexualidad de los hombres hetero.

Y es que consigue analizar, desde el punto de vista de sus pacientes, qué implica ser un hombre hoy en día.

Pasando por el modelo de ‘máquina sexual’ -ya os he hablado del empotrador en otras ocasiones- o reflexionando sobre los mitos más extendidos acerca del deseo sexual, como lo de que siempre tienen ganas y están dispuestos a tener sexo.

pareja beso deseo sexual

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

El libro de Ana ha sido como colarme en la cabeza de cualquiera de los hombres de mi entorno y saber qué les preocupa.

Conocer a mis amigos pero, especialmente, a las parejas que he tenido. Y no, no es fácil. Porque hay un sinfín de expectativas que hace que terminen en su consulta teniendo problemas para relacionarse con sus parejas.

Comentas que uno de los principales problemas es la presión por las expectativas, ¿cómo evitarla?
Lo importante es conocer esas expectativas, explicitarlas y ser conscientes de cómo nos afectan. A partir de ahí nos será más fácil construir una sexualidad que sea únicamente nuestra, en la que esas presiones y expectativas nos influyan lo menos posible. Ayuda mucho hacerse una lista de todas esas cosas que hacemos por cumplir esas expectativas y empezar a dejar de hacerlas una tras otra (por ejemplo, intentar aguantarse las ganas de llegar al orgasmo).

Además de que los hombres siempre tienen ganas, ¿qué otros mitos deberíamos dejarnos de creer sobre el deseo masculino?
Hay muchos mitos acerca del deseo sexual masculino, los más extendidos son que los hombres siempre tienen ganas, que una mujer les va a excitar solo por el hecho de ser atractiva, que nunca necesitan tener un vínculo afectivo para tener un encuentro sexual… Cada hombre es un mundo y su deseo funciona de una forma distinta y está influido por múltiples factores.

¿Cómo evitar los pensamientos y conductas obsesivas cuando un hombre tiene más deseo sexual que su pareja?
En algunas ocasiones, cuando él tiene más deseo sexual que ella, se siente muy frustrado en el terreno sexual. Esta frustración suele estar alimentada por el hecho de creerse con derecho a tener relaciones sexuales con su pareja y por la creencia de que es mejor tener más deseo sexual que menos.

Esto lleva a algunos hombres a obsesionarse con el tema y a dedicar mucho tiempo, energía y atención a pensar en ello e intentar resolverlo (consultan libros, vídeos, acuden a terapias, buscan mil formas de seducir a su pareja, discuten e intentan convencerla con argumentos de que tenga relaciones…)

Lo primero es cambiar esas creencias de las que hablaba antes, después, es importante trabajar la aceptación de que su pareja tiene menos deseo sexual (no para que se conforme, sino para que deje de intentar cambiar una situación que no va a cambiar, con la consecuente frustración que eso genera). Después suele ser muy útil darles herramientas para manejar los pensamientos obsesivos y elaborar con ellos un plan de actividades o tareas que les puedan resultar estimulantes, para que su foco de atención no esté todo el tiempo en este tipo de pensamientos y tengan otras formas de sentirse realizados y satisfechos.

¿Por qué crees que se ha desnormalizado que las erecciones pueden ir y venir en el encuentro sexual sin que eso signifique que se tiene un problema?
El hecho de que el centro de los encuentros sexuales sea la penetración y que el objetivo sea el orgamo hace que se vea como un ‘fracaso’ el que se pierda la erección en un momento dado. Si el foco estuviese puesto en el placer y en la conexión con la pareja, las erecciones no serían tan relevantes. En el momento en el que comprendes que el pene no tiene por qué ser el centro de todo – ni de tu placer ni el de tu pareja- se abre un abanico enorme de posibilidades para el disfrute. Además, desaparece la presión por durar mucho o por tener una erección, pues sabes que no son cuestiones fundamentales para el éxito de un encuentro sexual.

Del ‘ellos’ al ‘nosotros’

El libro de Ana me ha servido también para plantearme cosas de mi propia vida íntima, como que siempre tendemos a seguir el mismo tipo de esquema en nuestros encuentros sexuales o la lucha contra la (temida) rutina.

¿Cómo alejarnos de la cotidianeidad en nuestros encuentros sexuales?
Es fundamental que podamos hacer consciente qué es lo que realmente queremos hacer en la cama… y por qué no lo estamos haciendo. Normalmente nunca nos hemos cuestionado por qué hacemos lo que hacemos en nuestras relaciones sexuales – y cuando lo hacemos muchas veces que nos damos cuenta de que es porque creemos que es lo que debemos hacer, porque nuestra pareja lo desea, porque es lo que se espera de nosotros.

¿Cómo podemos trabajar la seducción a diario?
Cada persona y pareja debe encontrar el modo en el que trabajar la seducción en su relación. Cuidar el aspecto físico, seguir haciendo planes de pareja, tener intimidad en la relación… Son algunas de las cuestiones a tener en cuenta. Además, es fundamental que cada uno de los miembros de la pareja siga creciendo de forma independiente, para «renovarse», tener cosas nuevas que contar y aportar a la relación y capacidad de sorprender.

Desmontas el mito de la espontaneidad diciendo que esperar a que surjan las ganas de tener sexo, es como esperar ir al gimnasio cuando tengamos tiempo. ¿Cómo nos recomiendas prepararnos u organizar esa planificación?
Lo fundamental aquí es coordinarse con la pareja para agendar un momento para estar a solas, tener intimidad y un espacio en el que disfrutar el uno del otro. No hay que agendar el encuentro sexual en sí mismo, sino el momento para la pareja. Puede ayudar crear algo especial, asegurarse de que no nos van a molestar… Además de intentar que se den la condiciones necesarias para que, si surge, poder tener relaciones sexuales.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

De las mujeres que intimidan a los hombres

La última vez que me abrí Tinder, me dieron dos plantones. Con el tercero pude quedar y tomarme algo y aproveché para preguntarle por qué pensaba que podía ser que no habían querido quedar conmigo.

PEXELS

En su opinión había dos cosas que podían echar para atrás a mis matches a la hora de conocerme.

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

La primera, que hago pesas. No voy al gimnasio a la clase de yoga o spinning (que me parece perfecto). Voy al gimnasio a mover hierros.

La segunda, por supuesto, que escribía este blog.

En mi perfil no lo escondía. «Escribo un blog de sexo y pareja, puede que mi siguiente artículo vaya sobre ti«, era lo que aparecía más o menos.

Quizás era la idea de encontrarse leyendo mi experiencia en el espacio (siempre de manera anónima, claro), les hacía recular.

O a lo mejor el hecho de que, después de tantos años como la Lilih Blue de 20minutos, algo de sexo he aprendido.

Te puede interesar: Al chico que te mira el ‘bodycount’

Fuera por lo que fuere, mi acompañante apostaba por esas dos cosas. Eran lo que, según él, me convertían en intimidante ante algunos ojos masculinos.

Porque sí, las mujeres intimidamos. O eso parece cuando otra de mis amigas me cuenta que, teniendo casa y viviendo sola, si conoce a un chico con el que quiere acostarse, este prefiere ir a su piso compartido antes que a donde vive ella.

O cuando otra conocida, centrada en su trabajo en el sector bancario, comenta que recibe un salario mensual muy por encima del de él.

Hasta el punto de sacarle un cero por la derecha.

Es curioso que ellos se sientan intimidados por nuestra fuerza, una vida sexual pasada, la situación de independencia o incluso por nuestro dinero.

Tanto que, lo que nuestras amigas pueden considerar éxitos, se convierten en factores que juegan en nuestra contra.

Mientras que, lo que a nosotras nos intimida, es que nos toquen sin consentimiento, puedan hacernos daño, forzarnos y destrozarnos.

Así de diferente es lo que puede echarnos para atrás a la hora de dejarnos llevar. De estar con él a solas.

Que hable de las mujeres de cierta manera, que sea un experto en artes marciales, que enseguida frecuente nuestro espacio y consiga que no lo sintamos más nuestro… En definitiva, que nos sintamos amenazadas, expuestas.

Al final va a ser verdad que lo que más les aterra a ellos es que una mujer ponga en peligro su ego.

Y lo que más nos aterra a nosotras es que nos ponga en peligro la vida.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Sí, la televisión sigue apoyando el privilegio de los hombres de salir con mujeres jóvenes

Acaba de empezar La Isla de las Tentaciones. Y, como buena española media, es lo que se ve los miércoles en mi casa.

Pero ya nada más empezar el programa, con la presentación de las parejas y solteros, se activó mi versión feminista de ‘La luz de la tentación’.

@GIANLUCCAVACCHI

Y es que la mayoría tenían una gran diferencia de edad. Las mujeres eran más jóvenes (el más mayor de los hombres le sacaba 9 años a su novia).

Y yo no digo que no se den historias de amor de este estilo en concreto. Pero en el caso del reality show, parece haber un claro interés en que, si se da el caso contrario en el casting, sea la excepción y no lo normal.

Lo mismo pasa al analizar la edad media de los pretendientes: la de ellas ronda los 23, la de ellos casi 27. El mensaje inequívoco de Mediaset es que ellas son las que deben ir acompañadas de hombres mayores.

No hay que darle muchas vueltas al asunto para encontrar las razones de esto. Una de ellas es que ser hombre significa vivir por y para demostrar la masculinidad.

Y qué mejor forma de hacerlo que estar con una mujer más joven que podría tener una relación con una persona de su edad.

A los hombres no les gustan las mujeres coetáneas porque prefieren las chicas, y las razones sociales (machistas) pisan con fuerza.

Puedo sacar aquí a colación el estudio que en 2018 averiguó que los hombres se desenvuelven mejor en la cama si su pareja es emocionalmente inestable (¿qué suele dar generalmente esa estabilidad? Ah, sí, la madurez de la edad).

Al final esto se puede resumir en una sola palabra: privilegio.

Los hombres tienen el privilegio no solo de salir con mujeres más jóvenes y que socialmente se considere algo normal.

También tienen el de envejecer sin que eso les reste puntos de atractivo, algo que, en el caso de las mujeres no es así.

Nosotras, en cuanto cumplimos cierta edad, desaparecemos de su radar de conquistas -que sigue en la franja de 18 a 25 años por mucho que doblen la edad-,

Queda claro que por ellos sí puede pasar el tiempo. Una ventaja de la que nosotras no disponemos.

Y antes de que alguien me saque el ejemplo de Emmanuel y Brigitte Macron, permitid que os recuerde que la diferencia entre parejas de hombres mayores con mujeres jóvenes respecto a mujeres mayores con hombres jóvenes, es de risa.

No hay ni punto de comparación.

El resumen es que mientras ellos cambian dinero y poder, reciben belleza y juventud. Lo que nos devuelve a que el atractivo de un hombre se mide en lo que tiene o consigue mientras que el de la mujer se limita a su aspecto físico.

Quizás no es el caso de los participantes de La isla de las tentaciones, pero sí sirve para ilustrar como al final, está más que normalizado y la televisión se encarga de que esta situación siga siendo así.

¿Por qué? Solo digo que tengo curiosidad de saber qué edad tienen las mujeres con las que se relacionan los altos cargos de las cadenas televisivas, por ejemplo.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).