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WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

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Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

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¿Por qué no hay mujeres exhibicionistas?

Hace unos días me encontraba un vídeo del monólogo de la cómica Silvia Sparks -a la que por cierto, deberíais ver en directo haciendo su show-, en el que preguntaba si alguna vez habíamos caído en que no hay mujeres exhibicionistas.

mujer gabardina exhibicionista

PEXELS

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De verdad que fue escuchar esa frase y aquello me desbloqueó varios recuerdos.

Como que, cuando sale el tema con amigas, de alguien siguiéndonos a casa, acercándose en su coche, encontrándose de frente en una calle, y enseñando los genitales o incluso masturbándose delante, siempre había sido un hombre.

Y nosotras, tanto menores como mayores de edad, pero con el común denominador de estar solas o acompañadas de una amiga.

Aunque el exhibicionismo, se califica como parafilia, creo que es una nomenclatura a la que tendríamos que dar una vuelta, ya que se trata de una práctica sexual no consentida, que en su mayoría ejercen los hombres.

Haciendo la comparativa es como si empezamos a tratar las violaciones de fetichismos en vez de agresiones sexuales.

Pero volviendo al monólogo humorístico, cabe darle una vuelta a los motivos detrás de esa diferencia entre el género de los exhibicionistas.

Es inevitable analizar la sociedad en la que nos encontramos en la figura del exhibicionista. Porque, por un lado, la exhibición nunca es de las nalgas o los pectorales, sino del pene.

Que sea del pene es porque, quien lo ejerce, exhibe lo que culturalmente es la muestra de la sexualidad masculina, un símbolo que históricamente se ha relacionado con el poder y la virilidad.

Esto está intrínsecamente relacionado con el rol del hombre en la sociedad, quien se siente en la posición de ejercer su poder y solo a través de ello logra la excitación.

La satisfacción es la de haber hecho eso sin el consentimiento de la otra persona, solo con su voluntad de por medio.

El exhibicionista es exhibicionista cuando la otra persona no quiere verlo. Si hay deseo de ver desnudo a la otra apersona, estamos ante un acto sexual libre, consentido y deseado.

¿Sirve de algo denunciar el exhibicionismo?

Cualquier mujer que haya sido víctima del exhibicionismo podrá concordar en que, aunque no haya habido contacto físico, sigue habiéndolo sentido como una agresión porque, a fin de cuentas, es participar en un acto sexual no consentido.

Sin embargo, el Código Penal no refleja este tipo de agresiones, a no ser que se haya realizado ante menores de edad o personas con discapacidad.

El problema es que esta sigue siendo un acto que además de seguir realizándose (durante la pandemia incluso se volvió más difícil de perseguir por el uso de mascarillas) ha saltado a Internet.

En nuestra cabeza rápidamente dibujamos a ese hombre sin cara con una gabardina larga cuando hablamos del exhibicionista, independientemente de que sean personas que trabajan en la tienda del barrio, vayan vestidas con un anorak corto o alguien que lleva un chándal.

Lo cierto es que estamos mucho más familiarizadas con el exhibicionista 2.0, que es el que te manda una foto de sus partes en cualquier momento.

Te puede interesar leer: ¿Por qué hay hombres que nos mandan fotos (que no hemos pedido) de sus genitales?

Y, como el exhibicionista analógico, comparte que logra excitarse con el hecho de tener el poder de enfadar, asustar o molestar.

De hecho ahí radica que se considere una agresión, porque, si nos ponemos a analizar un poco cómo nos excitamos las mujeres, ver unos genitales no suele entrar en el top de la lista.

Y no solo eso, sino que la desigualdad en la sexualidad entre hombres y mujeres queda aún más evidente cuando, contando este problema, hay quien te dice que le encantaría recibir fotos de tetas.

Con la diferencia de que para ellos, protagonistas en un mundo donde no son cosificados ni expuestos ni corren el riesgo de recibir acoso o ser despedidos por la filtración de sus imágenes íntimas o lleguen al punto de plantearse el suicidio, recibir esas fotos es algo deseable.

Para nosotras, algo asqueroso y hasta amenazante.

Lo más sorprendente es que, si el exhibicionismo continúa dándose (y más de uno sigue mandando sin parar la foto de su dedo gordo sin uña) es por la falta de consecuencias.

Y no hablo solo de que quizás muchas de nosotras ni supiéramos que es algo que podíamos denunciar -yo personalmente me he enterado haciendo este artículo-, sino también porque no se tome en serio ni entre en el Código Penal.

Pero mientras añadimos esto a la lista de reivindicaciones que harían de la sociedad un lugar más seguro para las mujeres, es el momento de concienciar de la importancia de tomar cartas en el asunto.

Por eso es tan importante que recuerdes que tanto vivirlo en persona como recibir una imagen no solicitada es una infracción de exhibicionismo del artículo 37.5 de la Ley de Seguridad Ciudadana, por lo que puedes denunciarlo y se puede multar con 600 euros.

Que igual, si le llegan unas cuantas, se le pasan las ganas de seguir difundiendo su entrepierna (y si sigue haciéndolo, ya es ciberacoso que sí está penado con prisión).

Mara Mariño

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Que tu fetichismo sea motivo de placer y no de vergüenza

Hace unos días me llegaba un mensaje a Instagram. Un seguidor me contaba que había descubierto que algo poco común le excitaba.

Me preguntaba si era normal.

fetichismo

PEXELS

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Aunque no voy a entrar en lo que trataba su nuevo gusto por respeto a su intimidad, él me lo escribía diciéndome que sentía vergüenza de contárselo a alguien.

Que no sabía si era algo de lo que tenía que preocuparse.

Puede que fuera porque era algo que no había visto en Cincuenta sombras de Grey, que nos ha hecho pensar en el BDSM como un fetichismo mainstream y bien visto.

Casi parece que todo lo que se salga de cuero negro, esposas o lencería fina es demasiado atípico.

Pero sobre cosas que nos excitan, no hay nada escrito. Es algo que llega hasta donde nos pongamos a investigar, ya que viene de la curiosidad de explorar otros terrenos siguiendo la línea del placer.

Además, si algo positivo tienen los fetichismos -los de película popular y los menos conocidos-, es el poder de aumentar nuestro repertorio sexual.

Y, si se tratan de algo tan beneficioso, ¿por qué, como mi seguidor, hay quienes lo viven con bochorno?

Otra explicación, además de la de que parece que nos movamos entre modas sexuales, es que somos muy rápidos en juzgar lo que no entendemos ni experimentamos.

Si criticamos al primo vegetariano en cada comida familiar, ¿cómo vamos a aceptar algo tan íntimo y que nos suena tan raro como es que a alguien le guste quedar colgado en el aire mediante cuerdas de yute, por poner un ejemplo?

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Nos falta ser más tolerantes cuando se trata de las apetencias de los demás. Lo que no significa que tengan que gustarnos obligatoriamente.

Ya lo decía Valérie Tasso en una entrevista hace unos meses, «El fetichismo no tiene por qué gustar a todo el mundo. Si no me gusta el arroz, no voy a pensar que toda la gente que come arroz es ‘rarita’, ¿verdad?».

A eso le podemos sumar que, históricamente, tener gustos diferentes se había asociado con problemas mentales, todos o casi la mayoría de ellos.

Además, cosas que antes podían estar socialmente aceptadas como el hecho de que se dieran matrimonios en una misma familia (y por tanto relaciones sexuales), se ha convertido ahora en una de las categorías eróticas de las páginas web de pornografía peor vistas.

Son otros tiempos y los gustos íntimos van evolucionando junto a ellos. Así que no parece extraño pensar porqué aún hay vergüenza alrededor de los fetichismos.

Por suerte, estamos en un contexto histórico y social más abierto de miras que cualquier otro anteriormente.

Creo que más que pensar en si lo que nos gusta es o no normal, deberíamos centrar el foco en cómo integrarlo con nuestra pareja, por eso mi consejo fue que se animara a probarlo más adelante en compañía.

Comentándolo primero, claro. Mientras haya consentimiento y respeto entre las dos personas (o las que sean), da igual lo que hagamos entre las sábanas.

Así que, como a mi seguidor, te animo a que expreses tu sexualidad de la manera que tú quieras, sin caer en estereotipos o buscar qué es lo más ‘normal’.

Y te recomiendo que lo hagas ya, es el trabajo de toda una vida y nunca es tarde para empezar.

Mara Mariño

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¿Sabías que todos, en mayor o menor medida, somos fetichistas?

Fui a un colegio de monjas, así que el pudor por el sexo era algo normal en mi vida.

Piensa que venía de un entorno en el que, si un chico te tocaba el pecho, ya eras bautizada como ‘la guarra’ del grupo.

esposas mano

UNSPLASH

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Así que, ¿cómo no llevarme esa mochila emocional conmigo cuando empecé a tener sexo?

Ya ni hablamos de lo que se saliera de las relaciones más convencionales. La vida más allá del misionero era un misterio.

Por suerte, me puse las pilas rápido en cuanto dejé atrás esa etapa de mi vida. No había tiempo que perder, quería experimentar a ver qué era lo que iba conmigo.

Y había tanto por probar…

Quizás por esa razón fue tan sencillo animarme a descubrir lo que, hasta ese momento, había estado prohibido.

También Valérie Tasso, que es sexóloga, escritora y Embajadora de LELO en España (podéis seguir sus pasos virtuales en Instagram @valerietasso69) me explica otra buena razón por la que cogí el cambio con tantas ganas: «Nos han vendido durante siglos un modelo de sexualidad que sólo implicaba los genitales y cuya práctica estrella era el coito».

«Todo lo que se salía de este modelo se consideraba como una perversión, una desviación, porque estaba en manos de la Psiquiatría y esta se encargó de hacer un decálogo de todo lo que se salía de la norma (el sexo como algo reproductivo)», declara la sexóloga.

«Y si bien ahora se visibilizan más tipos de fetichismos, todavía a día de hoy, se sigue viendo como algo ‘rarito’. Basta ver cómo define la RAE al fetichismo que lo considera socialmente ‘negativo o inmoral’«, destaca Valérie.

Sin embargo, es una erótica más: «Es la atracción erótica por una o varias partes del cuerpo como por ejemplo los pies o el ombligo, e incluso hacia objetos o imágenes (zapatos de tacón, globos, medias, tatuajes, por dar sólo algunos ejemplos)».

Como ella misma afirma, «todos, en mayor o menor medida, somos fetichistas. Y algunos también tenemos relaciones eróticas ‘convencionales’. El fetichismo pone un poco de pimienta a nuestras interacciones y es necesario verlo como tal. Como un aderezo a un plato culinario».

El problema de ver esta atracción erótica como algo raro, genera malestar y supone un impedimento a la hora de vivir nuestra sexualidad de manera libre.

(Aunque eso sí, si te pone que te llamen «pervertido» o «pervertida», puede que estés ante tu fetiche).

¿Significa eso que absolutamente cada persona tiene que encontrar la particularidad sexual que le ponga especialmente? Para nada.

«El fetichismo en general no tiene por qué gustar a todo el mundo. Pero no por eso tiene que ser demonizado ni rechazado como algo inmoral. Si no me gusta el arroz, no voy a pensar que toda la gente que come arroz es ‘rarita’, ¿verdad?», reflexiona la sexóloga.

«El desconocimiento hace estragos y genera tópicos. Una erótica ‘peculiar’ es una gran fuente de riqueza para nosotros, los seres sexuados. Es un valor«, resume.

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Además, Valérie recuerda que hay una serie de beneficios entre aquellas personas que viven sus fetichismos con total naturalidad: «Suelen entender mejor que todo nuestro cuerpo es sexuado (en el caso de fetichismos hacia otras partes que no sean zonas erógenas primarias)».

«Suelen tener un imaginario erótico más rico y sano (la mente también es sexuada), y no suelen tener dificultades eróticas comunes que solemos tratar a diario los sexólogos», declara la experta.

Si además, tenemos en cuenta todas estas ventajas que la sexóloga comenta, es como para darle una oportunidad, ¿no?

Mara Mariño

¿Eres fetichista? Este psicólogo te resuelve la gran duda

Siempre hay algo. Algo que te da reparo compartir incluso con tu amiga con la que tienes más confianza. Algo que tú disfrutas -porque vaya si lo haces- pero sabes que no está bien visto por tratarse de un fetichismo.

UNSPLASH

Y puede ser desde una pasión desmesurada por oler la ropa interior de otra persona, conseguir alcanzar el clímax solo si participan los pies en el juego o pasear toda una tarde con un juguete metido en cualquiera de tus orificios, porque es la orden que has recibido.

Lo que tienen en común es precisamente lo que las hace peculiares. Se escapan de lo convencional, del sexo que sí parece moralmente aceptable simplemente por estar más extendido.

Pero, ¿te digo algo? No somos bichos raros.

Y me he encargado de tener un punto de vista profesional antes de escribirlo. José Alberto Medina Martín, (@sex_esteem en Instagram) psicólogo y sexólogo, me ha tranquilizado al respecto.

Porque, para empezar, creemos que el hecho de que nos excite algo en concreto del cuerpo, como puede ser (aquí hablo en mi caso) una barba o vello corporal, ya significa que es un fetichismo, lo que es una confusión muy frecuente.

“Si solo obtienes placer en prácticas sexuales que involucran esa parte, objeto o material, sí se considera fetichismo, que estaría englobado dentro de las parafilias. Son prácticas sexuales no convencionales que se salen del modelo de una sexualidad normal, normal de norma”, afirma el psicólogo.

Es más, para él, que necesites una práctica distinta (se me ocurre como ser escupido o insultado) para llegar al orgasmo, solo tiene una dificultad y es que des con alguien a quien también pueda gustarle eso.

“Cuando solo obtienes placer del fetichismo, ya sea cuero, tacones, fusta o una parte del cuerpo, hay un problema de cara al público que se pueda encontrar. Es más complicado encontrar parejas sexuales con tus preferencias, se cierra el abanico de las posibilidades”, reflexiona.

“El caso es que interiorices que tienes la capacidad de tener gustos por otras cosas, la capacidad está ahí. Pero si no quieres explorarla por cualquier motivo -y quieres seguir ciñéndote a tu parafilia porque te encuentras cómoda así-, no hay ningún problema contigo”, afirma el experto.

En sus palabras: “Es una práctica más. Tiene una serie de dificultades a la hora de encontrar pareja/público con la que disfrutar de ella, pero todo el mundo tiene su espacio y su público, aunque sea más difícil de encontrarlo”.

Solo es un problema si te supone un problema, no porque venga en un libro”, resume.

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Y ¿qué pasa si me encuentro a una persona fetichista pero mi vida sexual es más convencional? José Alberto resuelve la duda.

“Si no te gustan esas prácticas -o no al mismo nivel que a tu pareja-, estás en todo tu derecho de decir no. Es cuestión de encontrar un punto de encuentro. Si no lo hay, no pasa nada. Hay mucha gente en el mundo”, declara.

En lo que coincidimos ambos es que la carga social de tener este tipo de preferencias sigue siendo muy grande. Quitarle peso no empieza en la intimidad de la habitación.

“Ambas partes tienen que tener en cuenta que es una práctica más y no hay ninguna alteración neurológica ni ningún tipo de enfermedad o patología. Por mucho que quieran hablar los manuales de trastornos parafílicos simplemente son gustos.”

Duquesa Doslabios.
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Introducción al fetichismo de la ‘lluvia dorada’: cómo hacerle pis sin que sea escatológico

Defiendo a capa y espada que, en el sexo, no hay nada incorrecto ni sucio siempre y cuando cuente con el consentimiento de los participantes.

Por eso creo que tenemos que avergonzarnos menos cuando, al compartir una fantasía, empezamos con «me da vergüenza que esto te parezca demasiado pervertido«.

Y las que se llevan la palma de esta categoría son las relativas a las excreciones.

LELO

Pero si hay gente que se pide helado de higo confitado, ¿cómo no va a haber a quien le guste que le hagan pis encima?

De hecho, la lluvia dorada, el nombre que recibe esta práctica (golden shower en inglés), es más común de lo que podemos pensar.

Además, tiene un punto a favor: puedes probarla en una versión mucho más higiénica si te da reparo al principio.

Lo más importante para ponerla en práctica es, para empezar, que haya consentimiento entre ambas partes. O que las dos personas queráis practicarla por igual.

Si alguien tiene dudas, es mejor dejarlo pasar.

Escoger el sitio donde poder hacer pis es clave. Lo más cómodo a la hora de limpiar es optar por la ducha o la bañera.

Pero suelos que se puedan fregar -de baldosa por ejemplo-, son también una buena alternativa. Incluso poner una toalla o sábana vieja, que luego eches directamente a la lavadora, es otra solución.

Ya que las características del pis son el olor y el color, recomiendo una ingesta de agua muy abundante a lo largo del día (y que te mantengas lejos de los espárragos).

Así te aseguras de que, en el momento, el líquido salga casi transparente, lo que hace que la experiencia sea más agradable para principiantes.

Por último, hay que ser pacientes. La primera vez puede dar algo de reparo y quizás eres incapaz, por muy llena que tengas la vejiga, de hacerle pis encima a alguien.

Imagina que tienes muchas ganas de probar la golden shower, has bebido dos litros de agua y has encontrado una piscina hinchable para que la experiencia con tu pareja sea de cinco estrellas.

Pero justo llega el momento y te ves incapaz. No sale ni una gota.

Los nervios, la presión, la falta de práctica o incluso la vergüenza pueden jugar en nuestra contra en el último momento.

¿Mi consejo? Intentar no pensar, relajar el esfínter o ponerte ruido de agua de fondo (abrir un grifo o que la otra persona te haga «pspspsssss» son remedios infalibles).

Y, una vez empieces a mear, a disfrutar.

Duquesa Doslabios.

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Mascarillas, las ‘enemigas’ de la pogonofilia o la pasión por las barbas

Una de las cosas que más me gusta de mi pareja es la barba. Al principio, cuando se la empezó a dejar larga, no terminaba de encajarme su nuevo aspecto. Ahora es fascinación.

PIXABAY

Poco a poco, se ha ido convirtiendo en un fetiche. Sobre todo desde que una de mis imágenes favoritas -y de las que más se repiten en mi cabeza- es el momento que se la lava en el lavabo del baño, sube la cabeza y algunas gotitas se le deslizan por la barba.

No fue hasta que empezó a dejársela crecer, y se le cerró por completo, que me di cuenta que, para mí, resultaba un acelerador inmediato.

Por eso me ha dolido tanto que, por el uniforme de la nueva normalidad -que lleva la mascarilla integrada- haya decidido recortársela hasta dejársela casi a ras de barbilla.

Claro que sigue siendo guapísimo, pero internamente, me ha tocado llorar un poco la pérdida de aquel objeto de mi deseo.

Siendo práctica, prefiero que sea así. A fin de cuentas, la barba, como el pelo de la cabeza (sobre todo en el caso de las melenas), es uno de esos puntos de riesgo del cuerpo que, cuanto menos expuesto vaya, mejor para evitar contagiarse del virus.

Para las personas con pogonofilia, toca ver la mascarilla como la nueva barba.

Pero, ¿en qué consiste ese fetiche del que puede que oigas hablar por primera vez?

Como comentaba, se refiere a la excitación sexual por el vello facial. Y aunque uno de los síntomas más claros es que los hombres con barba te llaman la atención irremediablemente, también puedes comprobar si la ‘padeces’ buscando las fotos de los famosos cuando se la dejan crecer.

La pogonofilia no es solo que Chris Evans te parezca mucho más atractivo en la película de Los Vengadores en la que se deja barba (Infinity War, por si quieres comprobar si te sucede o no).

El componente sexual es el que marca la diferencia entre que sea algo que te guste o que estemos ante una auténtica filia. ¿Se te acelera la respiración? ¿Notas un cosquilleo? ¿Pierdes de vista todo lo que no sea la barba?

Entonces, amiga o amigo, puede que seas del club de los amantes de las barbas.

Duquesa Doslabios.

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Conversaciones con un fetichista de la ropa transparente

Como buena pogonofílica (las barbas me producen pasión), soy muy consciente de lo que supone ser fetichista. Además, hay tantas cosas peculiares que pueden excitarnos, que es habitual que más de una forme parte de nuestro repertorio.

LELO FACEBOOK

Quizás la mía no sea especialmente conocida por el nombre. Otras como el exhibicionismo, el sadismo, el masoquismo o la podofilia son las más comunes de todas las que nos rodean.

Pero hace poco, a través de Instagram, un seguidor que prefiere mantenerse en el anonimato, me habló sobre el fetiche de la ropa transparente. En su cuenta (@feti_sheer), recopila este tipo de prendas.

Claro que, para mí, las piezas semitupidas, no son más que una elección de estilo. Solo hay que echarle un vistazo a cualquier tienda o incluso a una alfombra roja para ver que la ropa con transparencias está muy extendida.

Pero tal y como me explica mi seguidor, también es posible encontrarle el lado erótico a este tipo de tejidos.

Tal y como me cuenta, la excitación se produce al «ver personas con este tipo de prendas (aunque también se puede usar la tela aparte). No es solo es el hecho de que las prendas sean transparentes o traslúcidas, sino que también hay gusto, atracción y excitación por la textura que pueda tener la tela entre los dedos».

«Abrazar, acariciar o apretar a quien viste la prenda y sentirla. Incluso, tenerla entre las manos produce una sensación muy excitante y placentera», afirma.

Este sería un derivado de la elifilia, una obsesión sexual por los tejidos, y aunque dentro del abanico de estos podríamos incluir el cuero, la lana, la mesa o el satén, en el caso de la ropa transparente se reduce a otro tipo de materiales.

La organza y el chiffon son sus favoritas, ya que admite que el tul o la malla, -así como las texturas como red o encajes-, no le atraen lo mismo.

¿Por qué estas en concreto? «La organza tiene un encanto adicional cuando, además de tersa y lisa, también es brillante. Esa es la textura perfecta, ya que es sensual a la vista y agradable al tacto», afirma.

Como reflexión final, me gustaría aclarar que en mi armario, ese tipo de prendas tienen para mí una única misión: vestirme en el día a día.

Sin embargo es importante entender que, independientemente de nuestros gustos, podemos aceptar y normalizar todo tipo de parafilias (siempre y cuando las practiquemos en la intimidad con un consentimiento de por medio sin que dañen ni perjudiquen a nadie, claro).

Duquesa Doslabios.

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El furor por la vela de Gwyneth Paltrow que huele como su vagina o el nuevo fetichismo viral

Hasta hace poco, pensar en el fetichismo era sinónimo de intimidad e incluso, un poco, de secretismo. Formaba parte de aquellas cosas que solo unas pocas personas de nuestro entorno conocían, una de las razones por las que producen tanto morbo.

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Claro que hablo de los tiempos previos a internet, cuando era más conocer los gustos privados más allá de que nos los contaran o los compartiera una amiga.

Las parafilias sexuales han experimentado un cambio, o al menos eso es lo que nos permiten deducir algunas de las últimas modas virales.

Cuando hace unos meses la youtuber Belle Delphine puso a la venta el agua con la que se había bañado, parecía que el colmo del fetichismo había llegado.

La fiebre se desató hasta el punto de que tuvo que pasar de los botes de 250 ml a barreños de varios litros -que llegaron a superar los 10.000 euros-.

El resultado de ambos productos fue idéntico, la británica colgó el cartel virtual de ‘Agotado’ a las pocas horas.

Reticencias morales aparte (vender agua usada con países en sequía no es precisamente el negocio más empático), aquel éxito de ventas mundial hizo que me preguntara qué faltaba por llegar.

Gwyneth Paltrow no tardó en darme la respuesta. Lo próximo serían velas perfumadas cuya fragancia le recordó a su vagina, una anécdota con la que ha dado con la estrategia de ventas más perfecta.

Las ‘velas vaginales’ de la actriz pasarán a la historia de Goop, su web de estilo de vida, como uno de los mayores éxitos.

Cuesta casi 70 euros, pero literalmente, han volado. Muchas de ellas han terminado en tiendas de reventa, donde su precio alcanza los 300 euros.

No solo la estrella ha dado salida a todas las existencias, sino que ha desatado un fenómeno fan-fetichista en el que ha llegado a participar Elton John, quien se ha hecho con varias existencias del producto.

Y por clásica que pueda sonar, me gustaba más cuando los fetichismos eran algo privado y no de dominio público. Para mí, esta sobreexposición consigue quitarle gracia al asunto.

Duquesa Doslabios.

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Vender agua de baño usada, el conflictivo fetichismo de Belle Delphine

Que los fetichismos son de lo más variopinto, son algo que en el momento en el que descubrí que había gente a la que le excitaba vestirse y comportarse como un caballo, me quedó más que claro. De hecho, toparme con la Burusera, la venta de bragas usadas, fue algo que también me llamó la atención al ser una experiencia mucho más extendida de lo que esperaba.

FACEBOOK BELLE DELPHINE

Incluso, casualmente, tuve la oportunidad de vivirla en primera persona cuando puse a la venta un body en Wallapop y solo había hombres interesados en adquirirlo, lo que me produjo sentimientos encontrados. No era esa la intención que tenía cuando pensaba en darle una segunda vida a la prenda.

E incluso cuando quería deshacerme de unas zapatillas de deporte, algún fetichista poco sutil me preguntó cómo de usadas estaban.

Y aunque nunca ha pasado por mi mente compartir ese tipo de productos personales con desconocidos que le darían un uso sexual -prefiero compartirlo con alguien que conozca en el caso de que lo disfrute-, me consta que ciertas mujeres encuentran una forma de sacarse un dinero en este tipo de ventas como os conté en esta publicación.

Bragas, calcetines, deportivas… El armario de ropa interior parece haberse quedado obsoleto en la parafilia. El nuevo objeto de deseo va más allá y es igual o más personal que todos los anteriores: agua de baño.

Esta ocurrencia tan loca ha sido la que la cosplayer Belle Kirschner, conocida artísticamente como Belle Delphine (también os hablé de ella aquí) le ha propuesto a sus seguidores.

Aunque empezó con tarros de 250 ml, el éxito de su Gamer Girl Bath Water llegó hasta eBay con subastas disparadas. Algo que debió hacerle reflexionar y tomar nota para hacer la acción a mayor escala.

«Voy a vender agua de baño por última vez», empezaba la publicación de la cosplayer. «La diferencia es que en esta ocasión es suficiente como para ahogarse en ella. Si estás extra sediento, no busques más. También tendrás un vídeo personalizado en el que aparezco bañándome en el agua que te mando».

Eso sí, como la propia Belle recuerda: «No es para beber, solo para fines emocionales», ya que más de un fan ha colgado vídeos en Youtube ingiriendo el líquido de los tarros.

Más de seiscientos mil likes y un gigantesco «Agotado» acompañaban la publicación de Belle Delphine. Un paso más en el fetichismo convencional que ha causado todo tipo de reacciones.

Mientras que muchos han calificado la acción como «genial» o «icónica», hay quienes la consideran, simple y llanamente, asquerosa.

Por mucho que respete la libertad de cada uno de hacer con su cuerpo lo que le de la gana, hay dos cosas que me chirrían. En primer lugar el precio, 10.000 dólares por agua usada. Cuando en Etiopía parte de la población tiene que escarbar para conseguir un poco de agua, llena de lodo, para poder llevarse a la boca, la idea de vender agua usada por casi 8.99 euros es cuando menos indignante.

Sobre todo porque no solo hay quien está dispuesto a pagar ese dinero por una satisfacción sexual, sino también por quien está dispuesto a utilizar ese agua para lucrarse.

En segundo lugar, la higiene. Aunque se ha puesto en tela de juicio si el agua es o no es auténtica, pensar en recibir agua usada para darse un baño por otra persona, no es precisamente lo más limpio que se me viene a la cabeza (vale que tampoco lo es recibir bragas sudadas llenas de flujo).

Que se popularice un producto que, de ser auténtico, llevaría células muertas, hace que me pregunte qué es lo siguiente que nos espera en el camino del fetichismo. ¿La roña de los dedos de los pies? ¿Toallas con sudor de la axila? ¿Mocos?

Pero sobre todo, ¿realmente estamos dispuestos a comprar estos productos? Porque sin demanda no hay oferta…

Duquesa Doslabios.

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