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Casi la mitad de nosotras nos hemos sentido presionadas para no usar condón

No hay nada, repito, nada que te haga sentir peor que estar en plena faena, cuando ya solo quieres dejar de hablar y pasar a la acción sacando «tu estilo de tigresa de Bengala», como diría Alberto Gambino, que no quiera ponerse el condón.

Además, la lista de excusas es siempre directamente proporcional a las ganas que tenga de hacerlo sin protección.

mujer presionada pareja

PEXELS

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La más clásica es la de «Es que me aprieta y se me baja la erección», pero también tenemos «Tranquila, si estoy limpio» o «Me acostumbré haciéndolo así con mi ex».

Aunque no faltan tampoco «Solo un rato y acabo fuera», «Quiero sentirte»  o que es «alérgico al látex» (los venden sin látex, ¿eh?).

Pero cuando las escuchas, es porque ya ha salido de ti el pedir, o comentar, que igual era el momento de, antes de seguir con el curso natural de las cosas, hacer la parada de rigor en boxes para activar el método de protección.

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Por lo que recibir cualquiera de esas respuestas, que no son otra cosa que la búsqueda de hacer cambiar de idea a quien ha lanzado la pregunta, te incomoda y te hace sentir presionada a cambiar tu parecer, a hacer la vista gorda, a dejarlo pasar esta vez.

Y no es algo excepcional o raro que te pueda pasar. Según el estudio de la tienda erótica Diversual.com sobre Hábitos Sexuales, casi la mitad de las mujeres (el 46% en concreto) nos hemos sentido presionadas a no usarlo.

Ellos también, sí, pero apenas llega a un 14%.

«¿Es que no te fías de mí?»

Así que no quiero escribir sobre cómo reaccionar si en algún momento te encuentras en una situación del estilo.

Pero sí del viaje que solemos hacer ese 46% de las que tenemos enfrente a un acompañante que se resiste a una petición que nos parece lógica y prudente.

Se nos entremezcla todo, un deseo que tenemos que apagar para pensar con lucidez -y no dejarnos llevar por la impulsividad de la pasión del momento-, que viene seguido de la culpabilidad que arrastramos como mujeres.

Esa que salta a la primera de cambio porque nuestra educación ha sido la de ser amables, empáticas, la de no hacer daño o que el otro no se sienta mal.

Lo que quiero es recordar que nosotras no tenemos que gestionar nada, poner un límite a una práctica es algo que siempre se debe respetar.

Porque, de no hacerlo, es como forzar a hacer algo que no se desea.

Mires el sexo como lo mires, románticamente o no, es una forma de intimidad, de sentirse cerca de la otra persona.

Es un acto de placer, pero también de confianza porque te desnudas literalmente. Y es un acto compartido en el que la salud es siempre va a ir por delante un ego herido.

El placer no es más importante que respetar los límites marcados.

Mara Mariño

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Sexo a pelo o follar sin condón ¿Estamos locos o qué?

Querid@s,

Va, déjame que te la meta sin condón. Ya verás que te va a gustar, es mejor. No te preocupes que cuando me vaya a correr la saco. ¿Perdona? Pero tú te crees que soy tonta?¿O tonto? Este planteamiento, querid@s, es a lo que polvo sí, polvo no, han de escuchar mis orejas, y creo que no soy la primera que se ha encontrado con un listillo con estas proposiciones suicidas. Por supuesto que el listillo, por pasarse de listo, se ha quedado sin polvo. Con o sin preservativo.

¿Estamos locos o qué? A ver, que no soy tonta, que no nací ayer y sé perfectamente que no es lo mismo usar preservativo que follar a pelo. Me consta que ponerse un condón es incómodo, que a ellos les aprieta, incluso a algunos les baja la erección. Sé de buena tinta que enfundarse el preservativo en medio del calentón es un soberano fastidio, que duele, que rompe la magia del momento y que no es lo mismo que hacerlo como Dios nos trajo al mundo. Claro que no es lo mismo, eso lo sabe hasta el más tonto.

Pero querid@s, para mí esta vida vale demasiado como para jugármela a la ruleta rusa con el primero (segundo, tercero o cuarto) que se mete en mi cama. Además, en esta vida no se puede tener todo y nuca llueve a gusto de todos. Entre sexo seguro y sexo sin látex que se interponga entre los dos, me quedo con el sexo seguro. La vedad es que prefiero gozármela menos en un revolcón que quedarme embarazada, que me arda y me escueza la vagina, pillar el virus del papiloma humano, hepatitis, herpes genitales…, o infectarme de clamidia, contraer sífilis, SIDA o cualquier otra indeseable enfermedad de transmisión sexual. No gracias.

Pues parece que la gente no lo entiende y me da la sensación de que en estos menesteres la rarita sea yo. Parece que por no acceder a un revolcón kamikaze soy una pringada, una loser de tomo y lomo. Que no soy guay ni moderna, incluso antigua, por no dejármela meter a pelo. No, en serio, ¿estamos locos o qué?

El tema tiene miga. Sólo por lanzaros unas cifras, resulta que según datos arrojados por la Sociedad Española de Concepción, hasta un 16% de las mujeres españolas mantiene relaciones sexuales sin protección. Muy mal querid@s, muy mal. ¿Y esto por qué ocurre? No se trata de tirar balones fuera, porque aquí cada palo ha de aguantar su vela. Si yo tengo una idea más clara que el agua y no quiero hacer algo, ninguno me hará cambiar de opinión, pero existen mujeres y hombres no tan convencidos que finalmente deciden ceder a la presión de sus parejas, estables o de una noche. Otras aceptan como remedio la “marcha atrás” y acaban convirtiéndose en defensores a ultranza de que “con condón no es lo mismo”, convirtiendo estas seis palabras en un patético mantra sexual.

Yo creo que a estas alturas del cuento hay que ser un tonto funcional para hacer las cosas tan rematadamente mal. Llevamos, como mínimo, desde los años 90 recibiendo información por activa y por pasiva en la tele, en el cole, en el instituto, en la universidad, hasta en los lugares de trabajo. ¿Quién no recuerda el famoso Póntelo ponselo? Os lo recuerdo, por si las moscas.

¿Quién no tiene una amiga pelmazo y responsable que machaca noche sí noche también con le mismo discurso proteccionista? ¿Quién no conoce a alguien a quien la vida se le ha llevado por jugar con fuego? ¿Quién no tiene la cabeza mínimamente amueblada después de tantas pérdidas por culpa del SIDA? Pero parece que algunos siguen con el mismo rollo, y vuelta la burra al trigo.

Lo que ocurre es que pensamos que esas cosas malas, como quedarse embarazada sin quererlo del ligue de una noche, el follamigo o el amante de turno, o pillar una enfermedad mortal, les pasa a los demás, y jamás a servidor@. Dese luego que no hay más ciego que el que no quiere ver, pero en esta ocasión es difícil ignorar las cifras. En 2014 en España, 3.366 personas fueron diagnosticadas como portadoras del VIH, casi 10 al día. Me juego el cuello a que ninguna de ellas pensaba que le iba a tocar la lotería.

Yo, por si acaso, no me la juego. No tiene ni puñetera gracia vivir el resto de tu vida sabiendo que has pillado algo porque fuiste un inconsciente, porque no pusiste los medios, porque te picaba y en ese momento te la sudó, porque andabas tan cachonda que te olvidaste de la gomita y pensaste «va, qué más da, si no va a pasar nada». Preferiste follar a pelo que hacerlo con cabeza y con protección. Tampoco tengo demasiadas ganas de pasarme el resto de mi vida empastillada y sometiéndome constantemente a controles para evaluar el estado de mi sistema inmune y temer por el futuro de mi descendencia.

Ya somos mayorcitos querid@, no seré yo la que insista con la misma cantinela. Quizás si os lo cantan unos inhumanos cantores os quedéis con la copla. Póntelo, pónselo antes de la acción.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.