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¿Por qué el sexo y el amor romántico están relacionados?

Es ver cualquier serie en la que una pareja decide abrir su relación y que salgan quienes afirman que la monogamia está de capa caída.

Otros opinan lo contrario, que por ‘culpa’ del poliamor, esta forma de relacionarse ha cogido más fuerza.

Y yo, que soy monógama no tanto por convicción, sino más por vaguería, me pregunto en qué momento se juntaron amor y sexo como para que ahora nos planteemos estas nuevas formas de vincularnos.

Hombres besándose

PEXELS

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Habrá a quien esto le parezca antinatural y piense que el ser humano lleva, desde el comienzo de los tiempos, relacionándose así.

Lo cual no es del todo cierto, arrastramos este modelo desde hace siglos, sí. El amor que ‘practicamos’ actualmente (en Occidente, quiero decir) es el amor romántico.

Pero ni lleva aquí desde siempre ni es la alternativa infalible.

Voy a empezar el repaso histórico por el tatarabuelo del amor romántico: el amor cortés del siglo XIII.

Nace de boca de los trovadores franceses, que pregonan el culto a la mujer y el sufrimiento por la distancia de ella, idealizándola en principio, y adquiriendo progresivamente una tendencia más sexual.

Con el tiempo se transformaría en lo que acabamos llamando amor romántico, aunque inicialmente su origen era más espiritual o idealista al servicio de la castidad y la proeza.

Todavía en el siglo XVIII, las relaciones de pareja se caracterizaban por separar el amor romántico de la sexualidad y el matrimonio.

Por un lado estaba el matrimonio amistoso o por conveniencia, como institución social y religiosa (para obtener descendencia legítima).

Por otro los devaneos, la forma aceptada socialmente a través de lo que obtener las satisfacciones amorosas románticas, y que eran casi siempre exclusivamente masculinos (prostitución incluida).

Es en la Edad Contemporánea cuando por primera vez comienza a coger fuerza la idea de juntar amor y matrimonio.

La reivindicación de los sentimientos

En el siglo XIX, el Romanticismo, comienza la exaltación de la pasión romántica y trágica, ese amor que relata Jane Austen en Orgullo y Prejuicio.

Puede que el puritanismo reprimiera cualquier tipo de manifestación erótica pública, pero comenzaba a surgir tímidamente un tipo de noviazgo que se desvincula de las imposiciones paternas.

Elizabeth Bennet puede casarse con Darcy por los sentimientos que se profesan.

Aunque el broche final se da durante el siglo XX con los grandes cambios sociales que repercuten fuertemente en las relaciones amorosas y sexuales: la emancipación de la mujer, el acceso a los anticonceptivos y el temor al contagio del SIDA.

Con esta segunda gran revolución del comportamiento amoroso se fusionan el amor romántico, el matrimonio y la sexualidad.

Es decir, aparece el matrimonio por elección libre, basado en el enamoramiento, y el amor romántico deja de ser un fenómeno minoritario.

En el caso de España, también influye la herencia religiosa, ya que los valores católicos promueven la conexión entre el amor romántico y el matrimonio contribuyendo a la idea de que el sexo debería estar vinculado a una relación de compromiso y afecto duradero.

Así que a día de hoy, la creencia que predomina en nuestra sociedad es la de que la base del matrimonio debe ser el amor romántico, con la expectativa de mantener la pasión erótica y romántica con una misma pareja durante toda la vida.

¿Dónde aprendemos el amor?

Las creencias y características del amor romántico son las que nos ‘tocan’, pero no nos vienen de serie. Aprenderlas y, por tanto, desarrollar nuestro comportamiento amoroso, es algo que replicamos gracias a la influencia de la familia.

Es la primera estructura que repite el comportamiento, pero también a través de la cultura popular, incluyendo películas, libros y música, que retratan el amor romántico como un componente esencial de las relaciones sexuales.

Estas representaciones refuerzan la idea de que el sexo debe ser parte de una conexión emocional profunda (y que se lo digan a Crepúsculo, 3MSC, El diario de Bridget Jones, La última…).

Y la idealización del amor romántico, como la forma más elevada de relación, ha contribuido a la creencia de que el sexo dentro de una relación romántica es más valioso o significativo que el sexo casual.

A eso hay que sumarle las normas o presiones sociales, que condicionan el comportamiento sexual y establecen expectativas sobre cuándo y cómo debería ocurrir el sexo.

Una serie de determinantes que llevan a entender por qué cuesta desprenderse tanto de la idea de que el sexo debe estar vinculado a una relación afectiva y a un compromiso a largo plazo.

Así que si te preguntabas por qué de cierta manera estaba mal visto que tuvieras relaciones sexuales sin sentimientos de por medio (sobre todo si eres mujer), o por qué puede ser que te cueste conectar en el sexo si no hay emociones, no eres tú.

Te han socializado para sentirte así en cualquiera de los dos espectros.

Mara Mariño

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5 frases que tienes que dejar de decir a las personas solteras

Hay dos cosas que fastidian mucho cuando estás soltera, la primera es que, cuando compras comida y vives sola, tienes miedo de que se ponga mala, porque todo depende de la velocidad a la que comas.

La segunda, las frasecitas.

mujer harta

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Sí, me refiero a las que escuchas de tus amistades (emparejadas, por supuesto) para intentar ‘animarte’ sobre tu situación.

Y aunque no tienen mala intención, no solo dan por hecho que queremos estar también en una relación, sino que muchas de ellas se basan en mitos del amor romántico.

El mejor ejemplo es el de «El amor llega cuando menos te lo esperas», como si fuera el autobús un día de servicio mínimo por huelga.

Además de que nadie tiene pruebas científicas de que eso sea así, quizás no se está buscando el amor.

A lo mejor lo que realmente quieres que llegue es una bajada en los precios de alquileres, para poder independizarte por tu cuenta, sin tener que compartir con nadie, porque estás feliz con tu perro como único compañero de piso.

Otra que también decimos es «¿Y cómo es que no tienes novio?» Pues porque no, punto. Echarse novio no es tan sencillo como echarse una bufanda alrededor del cuello.

Puedes tener toda la predisposición del mundo o no tener tiempo, dar con personas con las que no te apetece crear vínculos emocionales o, simplemente, estar bien a tu aire.

«Es que eres muy exigente», te toca escuchar de vez en cuando.

Bueno, quizás querer a tu lado a una persona que no es celosa, a diferencia de tu amiga que ya está casada con alguien que no le deja ni hablar en el gimnasio, no es precisamente poner el baremo por las nubes.

En el momento en el que tienes claro qué quieres y cómo mereces ser tratada, no conformarte con menos no es una exigencia, es un básico de autocuidado.

«¿Por qué no pruebas…?», es la frase que viene acompañada desde aplicaciones móviles para conocer gente a eventos de citas rápidas o incluso cruceros para personas solteras por las Islas Griegas.

Algo que se suele decir en un contexto en el que, en ningún caso has pedido ayuda ni sugerencias de cómo conocer a gente y que además, no tienen por qué ser la solución a todos los problemas ni funcionar igual de bien para todo el mundo.

Hay quien tiene la suerte de encontrar a su pareja en un primer y afortunado match y quien odia la idea de tener un perfil en una aplicación de ligar.

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Otra de las relaciones que todavía no hemos deconstruido suficiente es la de relacionar la maternidad con la pareja.

Porque todavía hay quien, enterándose de tu estado civil, te suelta un «¿Es que no vas a tener hijos?» y se queda tan a gusto.

Como si la única manera de concebir fuera en una relación.

No solo existen otras maneras de ser madre y soltera -como la fecundación in vitro con un donante de un banco de esperma, por ejemplo-, sino que hay vías alternativas como la adopción.

Si se quiere cumplir el sueño de ser madre, tenemos que dejar de lanzar mensajes como que una persona sola no puede hacerlo.

Más que nada porque no solo se es capaz -y todos tenemos un caso monoparental en nuestra familia, si lo piensas, que lo demuestra-, sino que la pareja no te garantiza que vaya a haber corresponsabilidad en la crianza.

Puede que, al leer estas frases, pienses que, si alguna vez las has usado (como es mi caso, confieso), no ha sido con mala intención, sino todo lo contrario.

Pero desde el otro lado se reciben con cierta condescendencia, porque cuando las escuchas te recuerdan al «¿Estás triste? Sonríe».

Ni estar soltera depende de una sola persona -hay una serie de factores que no se pueden controlar– ni debemos dar por supuesto que el estado ideal es estar en pareja y enseguida intentar ‘solucionar’ su situación.

¿La mejor pregunta que puedes hacer entonces? ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas? ¿Alguna novedad en el trabajo? ¿Qué tal tu familia? ¿Eres feliz?

Pero vaya, puedes aplicarlo a una persona soltera y a cualquiera en realidad.

Mara Mariño

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‘La última’ de Aitana y Miguel: otra serie con mitos del amor romántico y relaciones tóxicas

Hay cosas que no cambian, fue lo primero que pensé cuando vi el tipo de personaje que encarnaba Miguel Bernardeau en la serie de Disney+.

Hache, perdón, Diego, tiene demasiado en común con Hugo, de Tres metros sobre el cielo.

Candela Diego La última

LA ÚLTIMA

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Seguimos viendo a chicos violentos que no saben hacer gestión emocional y se amparan en los puñetazos para dejar salir su rabia contenida.

El que siempre lo arregla (o complica) todo a base de ostias.

Y tienen, por supuesto, una devota pareja que lo aguanta y le sirve de apoyo, Candela, interpretada por Aitana Ocaña.

A quien, si fuera tu amiga -y empezara a tener éxito en la industria de la música-, solo le dirías: «Aléjate de ese chico, que lleva la palabra problemas tatuada en la frente».

Puede que hayamos avanzado, que seamos más conscientes que nunca de lo que es un gaslighting, una relación tóxica, el maltrato psicológico…

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Pero mientras se sigan romantizando películas o series donde nosotras nos sacrificamos, en el nombre del amor, por una persona violenta, seguiremos viendo con buenos ojos los golpes -seamos o no receptoras de ellos-.

Seguiremos haciendo de tirita emocional, siempre sobreempáticas y poniéndonos en su lugar justificando todos sus arranques (claro, es que no tiene dinero, es que no tiene madre, es que no tiene buena relación con los amigos, es que se ha metido en un lío…).

Seguiremos pensando que con nuestra ternura y dedicación, él va a cambiar.

Porque mientras tanto, recibiremos el mensaje de que todo ese sacrificio merece la pena porque lo que conseguimos a cambio es algo mucho más valioso que la fama, el dinero, los conciertos… El amor verdadero.

Él, en cambio, nunca hace el mismo sacrificio, o, si lo hace, vuelve al poco a las andadas.

Si Tres metros sobre el cielo y La última demuestran algo es que seguimos estancadas en la etapa del héroe violento y atormentado que necesita una psicóloga y la encuentra en su novia, la verdadera heroína romántica de ambas tramas.

Yo, que ya me comí una relación de maltrato en parte por haber minimizado cualquier comportamiento de celos o rabia gracias a películas como la de Mario Casas y María Valverde, veo esta desde un punto de vista de melancolía -por todas las similitudes- pero también de preocupación.

Porque sé a lo que lleva suspirar por un novio que va en moto, te miente, sigue y persigue. El mismo al que luego ves tan desvalido y solo que piensas que, sin ti, no va a salir adelante.

A mí, la historia de La última me pilla con la lección aprendida. Pero me preocupan todas esas niñas y adolescentes que la estén viendo ahora y piensen que eso es lo que quieren en su vida.

Porque cuando compartes tu vida con una persona así, la realidad de esa relación no viene con una canción de Aitana de fondo, sino que es una auténtica pesadilla.

Mara Mariño

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Ni el amor ‘de la vida’ de Iñigo, ni el ‘amor perfecto’ de Risto

Dos de las parejas más mediáticas del país estallan el mismo día, y aunque los motivos no pueden ser más distintos, hay algo que comparten Iñigo Onieva y Risto Mejide.

Los mitos del amor romántico se cuelan en sus mensajes públicos.

amor pareja

PEXELS

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El de Iñigo, más fantasioso, viene en la confesión que hizo a través de su historia de Instagram en forma de carta.

«Tamara es la mujer de mi vida», afirmaba el empresario. Una manera de buscar un ramalazo de cariño entre sus seguidores, como ensalzando los sentimientos hacia la marquesa.

Ese amor que, por lo que hemos aprendido, es superior a todos los demás, diferenciándose de cualquier relación pasada.

Y no voy a entrar en si se pueden compatibilizar el amor con otros vínculos paralelos, porque eso entra en el pacto de fidelidad de cada pareja (aunque sabiendo lo católica que es Tamara, me sorprendería que no fuera una relación monógama).

Pero sí en señalar la intención de dar lástima y reafirmar sus sentimientos en el nombre de ese amor, único e incomparable.

El amor, sea el que sea -de pareja, entre familiares o amigos-, merece ante todo respeto y empatía.

El respeto de ir con la sinceridad por delante y no vender una moto de unas fechas que no cuadran, a la cara de la persona que quieres y a la de la prensa.

Y la empatía de, una vez reconocido el error, y buscando la otra persona espacio, acatar la separación porque se entiende que necesita poner distancia de por medio.

Si Tamara fuera mi amiga le diría que el amor de la vida es el que se va a tener, en todo caso, a sí misma.

Porque los demás amores que experimente hacia sus parejas, le irán acompañando en diferentes etapas, ni será solo uno ni serán para siempre.

No existe la necesidad de ponerle una categoría vitalicia cuando los sentimientos volverán a nacerle en un futuro y (espero) por alguien mejor que el empresario.

Lo que comienza, siempre tiene un final. Ya sea a lo largo de la vida o cuando acaba esta, que es una lección que Risto sí tiene aprendida.

Aunque de él me rechina que se refiera a los años compartidos con Laura como que «no han sido perfectos y aún así, o igual por eso, seguramente hayan sido los mejores de mi vida».

La perfección en el amor no existe porque, quienes protagonizamos las relaciones románticas, los seres humanos, estamos lejos de ser inmaculados.

De hecho, es en cuanto empiezan a darse discusiones que saltan las señales de alarma. El «esto no debería ser así», «si es amor ¿por qué no es como en las películas?»

Las cosas buenas y las malas en la relación de pareja no es que sumen, como él mismo dice, es que son lo normal.

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No podemos seguir arrancando relaciones con esta expectativa de perfección, la de que, por estar enamorados, todo va a encajar y fluir como por arte de magia.

En su lugar, deberíamos formar una pareja con mentalidad de equipo.

Con el objetivo de hacer piña, incluso siendo diferentes y pensando distinto, ante los problemas que surjan y celebrar los triunfos compartidos.

Porque de esa manera, el tiempo que estemos con cada persona, que podrá ser unos meses o años, será un tiempo sano, realista y más feliz.

Sin el agobio de no estar a la altura del amor eterno e impoluto que vemos en la ficción, porque eso sí que es una ilusión #toelrrato.

Mara Mariño

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Estas películas de Disney te han enseñado una idea del amor equivocada

Soy la primera que responde «Disney» cuando le preguntan qué clase de cosas me han ido metiendo el machismo en la cabeza.

Y mira que me han encantado esas películas. Me sé los diálogos de memoria. De las canciones ya ni hablamos.

Hay dos tipos de personas, las que piden Camela en el karaoke y las que piden «Un mundo ideal». Yo soy del segundo grupo.

La bella y la bestia

DISNEY

Pero no quiero irme por las ramas. Esta vez voy a ir directa al grano con un análisis en el que me ha tocado remover algunos de los éxitos que han marcado mi infancia.

De hecho, la han condicionado hasta tal punto, que son las principales responsables de que a día de hoy me siga creyendo mitos del amor romántico.

Todo esto sin que yo me diera cuenta, por supuesto. He normalizado tanto los tipos de relaciones que veía en la pantalla, que repetía esos patrones, porque creía que era como debían suceder las cosas.

La tarea de deconstruirme de ellos tiene mucho que ver con empezar a identificarlos y encontrarles el fallo, de ahí que haya decidido haceros un pequeño resumen de las que más he visto (y por tanto más tocada me han dejado).

  • La bella y la bestia: el amor tiene el poder de cambiar a la persona amada. Incluso cuando te trata mal. Si resistes como Bella, merecerá la pena porque tendrás un príncipe azul con el que vivirás feliz por siempre jamás. O eso dicen. Lo más probable es que estés aguantando los malos tratos de una pareja insegura que no te sabe valorar y lo único rojo de vuestra relación no es la rosa, sino la red flag.
  • Blancanieves: por amor vale todo. Hasta que te bese sin tu consentimiento un tipo que no conoces prácticamente de nada. Él está enamorado, así que como eso es lo que predomina, tú a callar. En La Bella Durmiente es igual. Solo se habían visto una vez en el bosque, ¿quién le da derecho a plantarle un morreo? ¿Te imaginas el susto después de estar un tiempo dormida? Yo infartaría.
  • La Cenicienta: el príncipe azul es la solución a tus problemas. Pues no amiga, si Ceni se hubiera sacado un módulo de diseño, habría arrancado su propio taller de costura en el pueblo y sus vestidos habrían sido un exitazo. No necesita un novio rico, necesita un salario decente para no ser dependiente toda su vida. También en esta película aprendemos que las mujeres somos enemigas y nos despellejamos y solo puedes confiar en tu amor, que es el que te va a sacar de la situación de precariedad.
  • La Sirenita: otra que lo deja todo por amor, como Disney manda. La diferencia es que Ariel renuncia a toda su familia -que sí que la quiere- y amigos por irse con Eric, con el que no ha mantenido ni media conversación. ¿Cómo vas a casarte, para empezar con 16 años, con un señor del que no sabes qué clase de género musical le gusta? Eso va a condicionar toda vuestra relación, a lo mejor nunca podéis ir juntos de concierto. Y come pescado, ¿verle cenar a sus amigos en salsa verde no le parece una señal de alarma? Al menos, que sea vegetariano…
  • Aladín y La Dama y el Vagabundo fomentan también esta mágica idea de que, en el amor, los polos opuestos se atraen y completan, aunque no tengas nada en común. El amor es una especie de sustancia con poderes que sobrevuela el ambiente y te pilla desprevenida enganchándote por el resto de tu vida a tu contrario. Y vale que hay flechazos a primera vista, nadie lo pone en duda, pero el amor necesita algo más que una atracción de un ratito. Es conocer a la otra persona a fondo, descubrir sus defectos y, aún con ellos, quererla porque entiendes que es un pack de cosas buenas y menos buenas.
@meetingmara No mi siela, no eres tú. Es Walt Disney y su idea del amor romántico 💁🏻‍♀️❤️ #love #amor #disney #disneymovie #pareja #enamorarse #enamoramiento #lovegoals #couple #relationshipgoals #beautyandthebeast #sleepingbeauty #cenicienta #labellaylabestia #peliculasdisney #lasirenita #ariel #amorromantico #amortoxico #relacionestoxicas ♬ An Unusual Prince / Once Upon A Dream – Soundtrack – Mary Costa & Bill Shirley & Chorus – Sleeping Beauty

Para terminar, el culmen de todas las relaciones monógamas y heterosexuales (no existen otras en la franquicia) es el matrimonio, único fin que transmite la peligrosa idea de que solo pasando por el altar llegaremos a conseguir el ‘felices para siempre’.

Pero no todo una a ser malo. Por suerte, en las películas más recientes de Disney, cada vez son menos los desenlaces de este estilo.

Incluso Elsa de Frozen, Mérida de Brave o Mirabel de Encanto terminaban las películas sin necesidad de un compañero sentimental, siendo las únicas heroínas de una trama en la que la familia o la amistad eran más importantes.

Siempre y cuando los finales que nos ofrezcan sean esos, dejaremos de poner al amor romántico como único protagonista, pasando incluso por encima de nosotras mismas.

O al menos, ahora que nos hemos dado cuenta, es cuando deberíamos dejar de seguir replicando las historias.

Sí, por mucho que nos gustara verlas de pequeñas, porque solo son eso… Ficción.

Mara Mariño

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