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¿Necesitas realmente un bálsamo para tu vulva, la nueva tendencia cosmética?

Desde que a alguien se le ocurrió por primera vez la idea de sacar un gel íntimo para limpiar la vulva, se abrió una oportunidad de negocio que hasta ese momento no había sido contemplada.

Sí, los genitales daban dinero.

O al menos las vulvas, ya que los análogos de este tipo de jabones, que sería una gama de productos para la higiene del pene brillan por su ausencia.

fruta vulva

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En su momento (y a día de hoy) muchas miramos con desconfianza este tipo de geles.

Sobre todo porque la idea de empezar una nueva rutina de higiene con productos químicos en una zona del cuerpo que tiene su propio sistema de ‘autolavado’, parece innecesario.

Pero también porque uno de los atractivos de los geles íntimos es su perfume a menta o a flores, así que el mensaje que va implícito es, a la vez, inequívoco: la vulva huele y mal.

Ahí estaba la red flag que nos alertaba, el riesgo de que se convirtieran en una fuente de inseguridades perpetuando una idea que no solo es falsa, sino perjudicial para nuestra vida íntima. Como así ha sucedido en varios casos, por cierto.

Sin embargo, gracias a ginecólogas y expertas que llevan su tarea de divulgación a redes sociales, podría parecer que terminaríamos rebelándonos -o dejando de consumir, otra forma de revolución dentro del capitalismo- este tipo de productos.

Ellas han sido quienes más hincapié han hecho en que solo se necesita agua para limpiar los labios exteriores e interiores.

Entonces, ¿cuál ha sido la nueva ocurrencia del mercado, la alternativa a los jabones? Primero fueron las mascarillas, pero debieron de tener poco éxito porque lo que verdaderamente está arrasando son los bálsamos para vulva.

De las mascarillas de labios a los bálsamos íntimos

Esta nueva tendencia ha relevado a los geles, prometiendo hidratar y perfumar la piel de la zona. Diferente packaging, pero mismo problema, si me preguntas.

Y es que es imposible no preguntarse hasta qué punto necesitamos algo así para mantener nuestra salud íntima.

Es más, al tener una flora bacteriana vaginal, lo que puede suceder en todo caso es que los cosméticos puedan alterarla (y terminar sufriendo las molestias de la candidiasis, como bien sabemos algunas).

Este boum de bálsamos para vulva solo encuentra explicación en aprovecharse de la obsesión por la perfección estética, y ha encontrado su mercado ideal en mujeres que se sienten presionadas por llevar el estándar de belleza y juventud hasta a sus genitales.

«Úsala a diario para disfrutar de una vulva tan suave como la seda», dice una de las descripciones de estos bálsamos. «Hidrata y rejuvenece tu zona íntima», dice otra.

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Así que los cosméticos se presentarían como la solución para todas esas preocupaciones al prometer una piel suave sin ‘imperfecciones’, cuando la mayoría de ingredientes que utilizan son los mismos de las cremas hidratantes convencionales, pero con un precio de venta mucho mayor.

La clave para lograr su consumo está en saber venderlo, de ahí que los fabricantes hayan optado por presentarlo como una necesidad de nuestras vulvas en vez de un lujo innecesario, lo que son realmente.

Un ejemplo más de que el poder del marketing y del machismo pasa por ir de la mano con la premisa de que nuestras vulvas necesitan ser mejoradas o embellecidas, ya sea con productos o cirugías.

A las empresas no les sale a cuenta que nos opongamos al irreal modelo de belleza con la aceptación personal, los intereses comerciales de crearnos nuevas inseguridades son los que llevan al consumismo de productos de este estilo y que sigan apareciendo bajo nuevos nombres y estilos.

Y quiero puntualizar que no hay nada negativo en querer cuidar nuestro cuerpo -zona genital incluida-, pero hay que hacerlo de forma informada y consciente, con una perspectiva crítica que permita abrazar nuestra singularidad en cuanto a nuestra apariencia, olor, etc.

Así que en lugar de comprarte productos caros e innecesarios, opta por las prácticas de cuidado, basadas en la evidencia científica, que ya seguía tu abuela: ropa interior de algodón, una buena higiene con agua y nada de productos con perfume.

Mara Mariño

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¿Qué es la erotización de la lubricación?

Cuando recibimos la educación sexual en el colegio (si tenemos suerte de recibirla) estaría bien que entre el ciclo menstrual y cómo colocar un preservativo, nos hablaran de la lubricación.

Eso que a veces brilla por su ausencia por mucho que estés deseando comerte hasta los calcetines de la persona que tienes enfrente y que otras, aparece por sorpresa en las bragas después de un sonoro bostezo.

Creo que hablo por muchas si digo que me habría encantado saber cómo funcionaría eso que iba a acompañarme a diario, pero variando continuamente.

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Y eso sin contar que cada una es un mundo: «A mí me pasa que puedo estar muy cachonda, pero no estar mojada. Al principio me sentía mal por cómo se pudiera sentir la otra persona, porque yo tenía claro mi interés sexual aunque no fuera una catarata».

Las palabras de esa seguidora resuenan y mucho, porque entre en el coloquialismo de nuestras conversaciones se han colado expresiones como que estábamos tan excitadas, que podríamos dejar las bragas pegadas al techo.

Bien es cierto que lubricación es sinónimo de salud, como explica Sara Matesanz (@salud.hormonal), fisioterapeuta especializada en salud hormonal, pélvica y sexual femenina.

«La vagina, el cérvix y la vulva han de lubricar, porque eso es señal de salud en la etapa fértil por los estrógenos. Cuando no hay una lubricación es que algo pasa. No podemos normalizar una vagina y una vulva secas, porque eso genera problemas.»

Otro punto a tener en cuenta, según la experta, es «el enfoque que se le pone a los lubricantes en el mundo de las relaciones sexuales. Si una vulva o una vagina no lubrican en una relación sexual, y no hay problema físico, no hay excitación. No se puede forzar algo que no quiere ser penetrado. Esto genera muchos problemas que después vemos en consulta. Lubricación no es igual a penetración».

Las palabras de Sara habrían resultado de gran utilidad al cuerpo de defensa de Dani Alves, cuando, hace poco menos de un año, llegaron a esgrimir el argumento de la lubricación de la víctima como ‘prueba’ de que el encuentro fue consentido.

«El mensaje se enfoca en lo de siempre, lo poco que se visibiliza a nivel masculino la lubricación. El pene también debería lubricar y lubricarse», reflexiona la fisioterapeuta.

Poco (o casi nada) se habla de que el glande del pene expulsa el líquido preseminal, cuya función es facilitar la penetración.

Sin embargo, por lo general, la expectativa del ‘engrase’ en un encuentro sexual -tanto la de quien nos acompaña como la propia-, recae en nosotras.

¿Cómo no vamos a sentirlo como una exigencia con doble rasero, porque, a fin de cuentas, la lubricación del pene es mucho menor y no parece ser tanto motivo de preocupación?

Esto es algo que podría bautizarse como ‘erotización de la lubricación’, ya que de la misma manera que el squirt, se ha convertido un proceso fisiológico en parte de una performatividad sensual.

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Responsable de esto es, para sorpresa de nadie, la pornografía, gran sustitutiva de la educación sexual y culpable también de estas inseguridades, fruto de las presiones y estereotipos de género.

La narrativa de la lubricación en este tipo de películas pasa por la actriz haciendo hincapié en lo húmeda que está y mostrarlo, como con la eyaculación femenina, con todo tipo de líquidos (artificiales, por supuesto).

Cada una vive esa influencia de una manera diversa, y, entre mis seguidoras, las opiniones son muy variadas.

Porque, como una reflexiona, parece que si no hay un chorro, no demostramos lo que estamos disfrutando: «se sienten atacados o frustrados porque piensan que hay algo que no están haciendo bien y no te gusta».

Quizás por la mezcla entre la falta de conocimientos y la respuesta de nuestra pareja, vivimos la coacción silenciosa de que los lubricantes se presenten como un producto que sí o sí, tenemos que tener nosotras.

«La forma en la que nos lo hacen llegar es un poco incriminatoria, como si la sequedad fuese un problema y como culpables de ello lo tenemos que solventar», dice una.

Como si fuera «nuestra responsabilidad solucionar la sequedad de la vagina», «Ten lubricante, así ni me esfuerzo en ponerte cachonda porque la cosa es que entre bien», me escriben otras seguidoras.

Lubricante vs hidratante

Las que estamos en la etapa fértil podemos sentir especialmente cómo la lubricación va cambiando también según el momento del ciclo menstrual en el que nos encontremos.

Es una de las razones por las que la cantidad no siempre es la misma, pero también, como reflexiona otra de mis seguidoras, «Hay que normalizar que no somos máquinas. Ellos tampoco están igual siempre».

En lo que podemos coincidir es en que no necesitamos más imposiciones añadidas: «Después de sentir con todos los síntomas de menopausia, encima me cargo con más juicios externos», «Siento que de alguna manera ‘fallo’ si necesito usar lubricante», comentan dos seguidoras.

Así que propongo, como alternativa, que dejemos de ver el lubricante como pareja de baile solo de la vagina y empecemos a utilizarlo como facilitador en general.

Mientras que, si hay problemas de salud relacionados con la sequedad vaginal, lo que se deben utilizar son los geles hidratantes.

«Mi recomendación es usar lubricante para mejorar la experiencia sexual conjunta del tipo que sea. Los lubricantes no son para la sequedad vaginal, para la sequedad vaginal se utilizan los hidratantes vulvares o vaginales», comenta Mar Puig, fisioterapeuta de suelo pélvico.

«Estos últimos se suelen recomendar en momentos especiales de la vida de la mujer, como el posparto, lactancia, menopausia, durante un proceso oncológico, etc. Y cuando hay sequedad por algún problema de salud en concreto, se trata con hidratación o medicación en casos especiales, todo eso fuera de la relación sexual».

Como ella misma aclara: «No tenemos que chorrear como las cataratas del Niágara, incluso chorreando, utilizar un lubricante es interesante, para facilitar el juego erótico y la sensación de ‘desliz’ mutua por todo el cuerpo».

Mara Mariño

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Dejad a las vulvas en paz

Hace unos días, en una de esas menstruaciones de película de terror -con cólicos nocturnos y sensación de que el ibuprofeno se queda corto-, estaba mirando remedios que pudieran paliar el dolor: parches de calor, bolsas de agua caliente…

Y, en la sección de productos relacionados, apareció de pronto algo que ni sabía que existía: una mascarilla para la vulva.

vulva bragas mujer

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Con ingredientes como la vitamina C o el carbón activo, este pliego está pensado para que lo coloques sobre tus labios externos hasta que la piel de la zona absorba sus nutrientes y puedas disfrutar de los beneficios de esta nueva modalidad de skincare.

Que, por lo visto, son «desintoxicar, calmar, iluminar, hidratar»… ¿Por dónde empiezo?

Así como la piel de la cara es más fina que la del resto del cuerpo, la de los labios externos es rica en vasos sanguíneos y tejido adiposo, por lo que no necesita una hidratación específica.

Pero, aún menos, que su color se aclare. De un tiempo a esta parte nos rodean dos modas oxímoron: tenemos que estar morenas, pero a la vez lucir una entrepierna lo más pálida posible.

Los activos que aclaran la piel no solo son muy agresivos y pueden irritarla, sino que al estar en una zona tan próxima a la vagina, nos la jugamos a que terminen introduciéndose en esta.

El pH de la vagina es delicado, su función de defensa se basa en una ‘barrera’ natural de bacterias y hongos que protegen la zona de patógenos externos.

Ese equilibrio perfecto se puede alterar si nos ponemos una mascarilla entre las piernas cuyos ingredientes pueden desestabilizarlo, provocando candidiasis o cualquier otra infección.

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¿Merece la pena arriesgarse a los picores y escozores por un sutil blanqueamiento que solo va a ver la misma persona que no se da cuenta de que te has cortado el pelo?

Para mí la respuesta es no, especialmente porque este ‘tratamiento’ se suma a la lista de inventos que solo contribuyen a la presión estética a la que nos vemos sometidas las mujeres.

Es más, fíjate si la idea de hacer este producto a la inversa es absurda que cuando buscas mascarilla para testículos solo te sale esto.

mascarilla testículos

BILLYBALLBAGS

Que vivamos en una insatisfacción constante con nuestro cuerpo es una oportunidad de negocio para un sinfín empresas de depilación, dietas, maquillaje o incluso cirugía plástica.

Pero para nosotras es una fuente de inseguridad que nos afecta cada vez que deseamos mostrarnos desnudas ante otra persona.

Es algo que, por poner otro ejemplo, ya pasa de manera sutil con las uñas.

Con el boom de los salones low cost donde te haces una semipermanente por menos de 20 euros, casi se ve como dejadez que luzcas tus uñas «sin hacer» en un centro profesional.

¿Cuánto nos queda para que esté mal visto que lleves tu vulva sin iluminar?

Otra obligación más, una distracción añadida que nos consume el tiempo de buscar el producto, comprarlo, aplicarlo y repetir el proceso, ya que la clave de todos estos tratamientos estéticos es que, sus resultados, nunca duran demasiado.

No necesitamos mascarillas para genitales de nadie, necesitamos que dejen a las vulvas en paz.

Y a nosotras por extensión. Porque si dejamos que nos preocupe el aspecto de nuestra vulva, no tenemos tiempo para preocuparnos de por qué las trabajadoras con sueldos más bajos aún duplican a los hombres o de por qué no se ponen medidas efectivas contra la violencia machista.

Mara Mariño

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El pudor de desnudarse, que juzgue tu vida sexual… ‘Tips’ para perder los miedos más comunes con la ginecóloga

Hay una relación que nadie te prepara para tener. Y es la relación con tu ginecóloga.

Si has tenido suerte de venir de una familia donde el tema de la sexualidad se habla con la misma confianza que de lo que hay en la nevera, puedes saber por dónde van a ir los tiros.

Pero aun así, resulta bastante chocante cuando vas a la consulta por primera vez y no te queda muy claro qué es esa silla que parece un instrumento de tortura medieval.

Miriam Al Adib ginecóloga

miriamginecologia.com

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Y justo por esa razón, la doctora Miriam Al Adib, ginecóloga y escritora, prefiere utilizar el término ‘ginecología del amor’.

En sus palabras es «pasión, cariño, compromiso, motivación, formación continua… Con todo ello persigo la transformación en la salud femenina: empoderando a las mujeres, aliviándolas, respetando la toma de decisiones libres e informadas, mejorando su calidad de vida, visibilizando la complejidad de los procesos sexuales y reproductivos femeninos para que no se patologice lo normal ni se normalice lo patológico».

Consciente de que podemos tener bastante pudor en el momento de bajarse los pantalones, así de primeras con una ginecóloga con la que apenas has cruzado un «Buenos días», su consejo es el de recordar que son profesionales o incluso compartir que estamos algo tensas.

Además que, compartir nuestra vida íntima en consulta -sobre todo si traemos alguna infección de transmisión sexual, nos hace sentir que se nos puede juzgar por cómo llevamos nuestra sexualidad.

«Recomiendo que tengas muy presente que las personas que nos dedicamos a esta profesión estamos aquí para ayudarte, nunca para juzgarte. No hay nada en tu cuerpo que sea motivo para avergonzarte, ni tampoco para sentirte culpable, sea cual sea el problema de salud sexual que tengas», dice Miriam.

«Puedes exponer tu situación y tus preocupaciones sin miedo, no nos vamos a asustar por lo que nos puedas contar, ni te vamos a recriminar nada, en esta profesión escuchamos y tratamos cada día muchas situaciones y/o problemas como el que puedas tener tú».

«Tampoco te agobies ni tienes que pedir perdón por cosas completamente intrascendentes como no haberte depilado o no tener la vulva recién lavada, no pasa absolutamente nada, con la higiene normal de cada día es más que suficiente, no es necesario hacer nada extraordinario por el hecho de venir a una consulta ginecológica», explica.

¿Será que, ahora que hemos conseguido relajarnos con el hecho de que en la cama se nos vea algún pelo, podremos por fin dejaremos de agobiarnos si llegamos a la cita médica sin depilar al cero? Eso espero.

La conciencia corporal

Pero, más allá de eso, me interesa saber si la doctora opina que hemos ‘recortado’ distancias con nuestros genitales -y estamos familiarizadas con los colores y texturas de las zonas menos accesibles a la vista-, o llegamos a consulta sin saber qué nos pasa en el piso de abajo.

«En las consultas observo bastante desconexión con esta parte del cuerpo», confirma la doctora. «En general parece que no está bien integrada en nuestra conciencia corporal. Hasta el punto de que algunas mujeres se asustan por cosas que no tienen importancia: un simple granito, una carúncula del himen más evidente, mujeres que se asustan al tocarse “algo raro” (y lo mismo se han tocado el cérvix)…»

«Otras mujeres dicen que les da asco sus vulvas o sus vaginas, el flujo, el vello… Algunas creen que tienen un problema porque los labios menores son más grandes (por eso no me gusta llamarlos menores, ya que no tienen por qué hacer honor a su nombre y pueden sobresalir por encima de los mayores). Hay muchos problemas sexuales que derivan también de una mala conciencia corporal».

Entonces, para evitar esta situación, es clave que, como Miriam recomienda, desarrollemos nuestra conciencia corporal: «Cuando tienes buena conciencia corporal detectas enseguida cualquier cambio que requiere acudir a una consulta, y también para justo lo contrario: no te asustas si te ves un simple granito en la vulva porque sabes claramente que no tiene importancia. Cuando no tienes buena conciencia corporal te asustas por todo».

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No es tanto el convertir en algo rutinario el momento de sacar un espejito y mirarse cada día, pero «mirarse de vez en cuando (sin obsesionarse tampoco con ello ni tomarlo como una “rutina”) está bien para favorecer la conciencia corporal, esto hace que nos conozcamos bien, si hay algún problema puedes ver si algo que cambiado».

«Te pongo un ejemplo: paciente joven que viene a la consulta y tiene un picor crónico en la vulva. En la exploración veo los labios menores muy pequeños, casi ausentes, cuando pregunto si tenía antes así los labios o si ha notado que están cambiando, la mayoría suele responder “no lo sé, nunca me he mirado”. En este caso si me dijera que antes estaban más grandes y que le están desapareciendo podría ayudarme para orientar mejor el diagnóstico diferencial entre determinadas enfermedades como por ejemplo el liquen», dice Miriam.

Además, en lo que se trata de los chequeos médicos habituales como los cribados que ayudan a identificar enfermedades, la experta recuerda que «no hay un chequeo estándar igual para todo el mundo. Depende de los factores de riesgo y de los problemas de salud y/o necesidades que tenga cada persona».

Mara Mariño

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Esta artista convierte tus genitales en esculturas para que te mires (y aceptes) como eres

Conocí a Ona Ortiz en el Salón Erótico de Barcelona sin saberlo. De repente me encontraba en un rincón del evento observando esculturas de vulvas que eran obra suya.

Fue más tarde, en un networking, cuando nos pusimos cara y pude saber quién se encontraba detrás de aquellas piezas que me habían dejado intrigada.

modelo vulva 3d

GENCOSMIC

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Su trabajo está tan ligado a su historia personal, que arte y artista van de la mano.

Y es que a una edad muy temprana sufrió las consecuencias de las limitaciones en cuanto a aceptar el cuerpo humano que aún nos rodean.

«A los 11 años viví la mutilación genital por una falta de conocimiento y referencias del cuerpo humano y sus posibles variantes. Al tomar consciencia de lo que había vivido, y como estaba repercutiendo en mis relaciones, sentí que debía hacer algo para aportar a la sociedad y cambiar sus expectativas», empieza contándome.

Así fue cómo llegó a la idea de Gencosmic, moldeando genitales de clientas y clientes y haciendo la escultura en tres dimensiones, convirtiéndolos en auténticas obras de arte.

Un trabajo que además de permitir que las personas se vean ‘cara a cara’ con sus genitales y puedan ‘tenerse’ entre las manos, busca hacer del mundo un lugar con la mirada más inclusiva normalizando las diferencias entre los individuos.

Hay violencia en las noticias, en las películas, en los videojuegos, pero no somos capaces de coger un espejo y observar nuestra vulva. ¿Qué opinas de esta incongruencia?
Vivimos y crecemos en una sociedad heteropatriarcal. Nadie nos ha enseñado a través del amor y el juego a descubrir nuestro cuerpo. Más bien al contrario. Los adultos, cuando escuchan hablar a les chiquis decir que han jugado a «médicos» se horrorizan al instante. Palabras como: caca, mal, sucio, no tocar… afloran de sus bocas. Eso crea un cierre emocional de la criatura, que en un principio, quería compartir esa experiencia, con una persona adulta de confianza. Viven el rechazo desde una edad muy temprana en una etapa de puro descubrimiento. El día que seamos capaces de aprender de les pequeñes, podremos liberarnos del peso cultural que cargan nuestros genitales.

¿Por qué crees que es importante que, como defiendes a través de Gencosmic, seamos capaces de mirar ‘cara a cara’ nuestros genitales?
Son una parte muy escondida de nosotres mismes. Únicamente expuestos/compartidos en caso de medicalización o sexualidad. Posicionarte delante de tus propios genitales, observarlos sin más, poder apreciar tus detalles, pliegues y relieves, nos hace transportarnos a un momento de descubrimiento del propio cuerpo. Volvemos a ser niñes explorándonos, la simple observación libre de juicios. Retomamos ese momento que muches no tuvimos. Restablecemos un vínculo con nuestro propio cuerpo y tomamos consciencia.

¿Hay alguna clienta cuya reacción te haya emocionado de alguna manera tras recibir la obra?
Desde el momento del encuentro para hacer la toma de impresión, cosas mágicas suceden. Es aquí donde entiendo la conexión entre los genitales, el corazón y las emociones. En el momento que la persona «abre sus piernas», abre también su corazón. Aquí confluyen emociones que se manifiestan, memorias escondidas, traumas, tabús… Sostengo y canalizo ese momento de escucha, apreciando la vulnerabilidad y dándole la bienvenida. Ninguna sesión me deja indiferente. Me acerco a los genitales desde un punto de vista transparente, ni sexual ni médica, convirtiéndose en una terapia de cuidados.

Haces también packs educativos para escuelas, ¿es porque te habría gustado ver algo así en tu centro escolar cuando eras pequeña?
En mi época en la escuela, la educación sexual era inexistente. Limitada a la educación reproductiva que habla del pene y del útero. Pero, ¿la vulva dónde estaba? ¿Y qué pasa con eso de ser mujer u hombre? ¿Y la intersexualidad? Tenía tantas preguntas por hacer y tanto miedo… Mi lectura de ese día de clase fue: sexo = pene + (preservativo, sí o no) + introducir en vagina. Hoy entiendo que no fue un día de educación sexual, sino un día de explicación reproductiva. Lo veo completamente fuera de lugar si no hay un acompañamiento antes, durante y después de una charla como esa, también. Creo que fue tarde, ya había abortado en aquel entonces, otro super melón del que hablar.

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Si desde una edad temprana hubiera visto genitales diferentes, con la misma naturalidad que alguien ve una mano, quizás no hubiera integrado que mi cuerpo era deforme y necesitaba ser operado.

Utilizo el cofre pedagógico con niñes de hasta 6 años, es allí donde elles juegan con estos elementos de silicona, de distintas formas y colores. Me gusta sentarme y estirarme en el suelo, ponerme a la misma altura y responder a todas las preguntas que me hacen, siempre utilizando su vocabulario. Aquí entienden que es la puerta por la que llegaron al mundo, y, que de igual modo que no existen dos caras iguales, tampoco existen dos genitales iguales. Aprovecho estos momentos, para hablar del consentimiento, del conocimiento del propio cuerpo, preparar y aceptar el cambio del cuerpo que vivirán en la adolescencia.

¿A quién le recomendarías hacerse un retrato o escultura de sus genitales?
Le recomiendo vivir esta experiencia a toda persona con ganas de mirarse hacia dentro. Analizar el pasado, observar el presente y reformular su futuro. Especialmente a aquelles que han vivido situaciones traumáticas, ligadas o no a sus genitales, hipersexualizades, para restablecer una conexión de autoayuda y compasión con el cuerpo y sus experiencias. Abrirse al mundo de las emociones, reinventarse.

¿Crees que podremos llegar al punto de normalizar el hecho de ir a visitar a amigos o familiares y que tengan a modo decorativo estas obras en 3D por casa como quien tiene hoy en día un jarrón bonito o unas velas?
¡Qué buena pregunta! Este proyecto forma parte de mi sanación. Yo no me tengo expuesta en un lugar de acogida en mi casa, sino en mi altar, este espacio íntimo, mío, al que me dirijo con la intención de darme tiempo y escucha. Quizás el día donde ese acto sea normalizado será el indicador de que seremos liberades de toda esa información genética que se repite y repite desde nuestes ancestres. Hoy, visto el punto emocional en el que nos encontramos, yo podría malinterpretarlo tal y como malinterpreto los cuadros con cabezas de ciervos y jabalíes en los comedores de los cazadores (no les entiendo, pero les respeto). Pero, linda paradoja, ellos exponen sus triunfos. ¿Seremos nosotres capaces de exponer los nuestros?

 ¿Qué te gustaría conseguir con tu proyecto?
Un año más tarde, después de mucho trabajo y esfuerzo no remunerado, puedo decir que estoy en un buen camino en cuanto al proyecto conlleva. Gencosmic (gente, género y genética unidos por el cosmos) va tomando la forma que había deseado y sus ramificaciones van creciendo. Conformando una parte individual de autoayuda (los productos, retratos y esculturas) y de impacto social (exposición, talleres grupales, charlas y el cofre pedagógico) que van retroalimentándose unas acciones con las otras. Así llego a tener un alcance a todo público. Querría conseguir un mundo con una mirada inclusiva, donde pudiéramos compartir nuestras vulnerabilidades, creando redes de apoyo les unes a les otres. Un mundo donde habrá lugar de acogida para las emociones, donde danzaremos con el miedo, acompañades para así plantarle cara y poder superar nuestros factores limitantes.

Mara Mariño

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Conocer a tu vulva como a tu mejor amiga, el objetivo de esta plataforma ‘online’

Soy de las primeras que, cuando una amiga le viene con alguna de sexo, aboga por el «tienes que explorarte, ¡experimenta contigo misma!».

Como si eso fuera fácil o algo…

vulva masturbación placer femenino

PEXELS

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Nuestros comienzos en el mundo del placer son bastante inocentes y torpes. Que si un peluche por aquí, el cabezal de la ducha por allá…

Terminas encontrando formas en las que disfrutarte, pero parece que nunca llegas a descubrirte del todo.

Por ser un tema del que no se habla en las charlas de quienes sí hemos recibido educación sexual en el colegio (no daba tiempo más que para lo fundamental de cómo poner un condón o el ciclo menstrual), llegamos a la edad adulta sin tener ni la más remota idea de cómo funciona nuestro cuerpo en el sexo.

Así que descubrir Climax.how ha sido toda una sorpresa.

Para que nos entendamos, es como hacerte un máster online intensivo en tu vulva (pero también en tu erotismo personal).

Aunque, explicado de forma más técnica, la plataforma centrada en el placer femenino cuenta con una serie de vídeos que están basados en estudios científicos.

Puedes encontrar desde ‘clases’ de cómo tocarte, con métodos que nunca habías probado, hasta descubrir quiénes son tus aliados (quién iba a imaginar que tu respiración, una silla o la propia costura de tus vaqueros iban a echarte una mano).

Es más, aun llevando cinco años escribiendo este blog (y alguno más de vida sexual), algunos de los vídeos me han hecho aprender cosas que no sabía, como que mediante respiraciones o movimientos se puede aumentar el flujo sanguíneo para ayudar a la excitación.

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O cómo podemos ejercitar los músculos internos para que el orgasmo o dure más o venga seguido de varios.

Otra de las cosas que me gustaría destacar es que las técnicas que aparecen en los vídeos -además de forma muy explícita, por lo que no vas a tener ni una duda ni media- se pueden poner en práctica por nuestra cuenta.

Y, para la alegría de tu pareja, también explican la forma de integrarlas en la actividad sexual estando acompañada.

Por último, y aunque no tiene nada que ver con lo que se aprende en los vídeos, las modelos que aparecen en ellos son la mejor prueba de que las vulvas son todas diferentes -de color, forma, textura y hasta pelo- y perfectas. 

Así que no solo vas a terminar la serie sabiendo mucho más sobre tu cuerpo y con muchas ideas para poner en práctica con tu pareja, sino que si tenías algún tipo de complejo, se te va a pasar descubriendo la variedad que hay de genitales gracias a unas intérpretes con las que vas a sentirte muy identificada.

Mara Mariño

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¿Te someterías a una cirugía para ‘embellecer’ tu zona genital?

Fue durante el verano de 2021, con la popularización de los minibikinis, cuando se volvió muy solicitada la liposucción del monte de Venus.

Casi un año después, he descubierto otro concepto que me ha hecho reflexionar: la cirugía estética genital.

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Con el objetivo de ‘armonizar’ los genitales, una corriente de juezas de la entrepierna dicen alto y claro lo contrario a lo que se volvió viral en Sex Education.

«No, no todas las vulvas son bonitas. Hay vulvas feas al igual que hay personas feas».

Este comentario, de la boca de cualquier persona, es como una bofetada a mano abierta. Sobre todo si viene de alguien profesional del sector que ve vulvas a diario.

Si encima es mujer, del pinchazo a la sororidad ni hablamos.

Porque, por lo pronto, la belleza es algo tan subjetivo como el gusto musical. Ni a todo el mundo le va a gustar Beethoven ni Rosalía, puede que te gusten ambos estilos, puede que ninguno.

Tildar a uno de malo y al otro de bueno es en base de tu gusto personal, único. Pero tu prisma no convierte a lo que miras en una cosa u otra, solo es cómo tú lo percibes.

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Cada una puede hacer lo que quiera con su cuerpo (de nuestra voluntad depende elegir lo que hacemos con él, por supuesto), pero ¿hay libertad cuando recibes un discurso tan rotundo que te anima a mirarte la vulva para que le encuentres los defectos?

El manual de instrucciones de las anomalías que tienes que cambiar están en la lista de intervenciones de cualquier centro ginecoestético.

Labioplastia de labios menores (te ‘recortan’ los labios internos), vaginoplastia para reducir el diámetro de la vagina que se ha podido dilatar tras los partos, blanqueamiento por si del roce con la ropa se te ha oscurecido por la pigmentación o rellenar los labios externos con ácido hialurónico para que tengan más volumen.

Animándote a que cojas un espejo y te examines, ¿no vas a plantearte si tus labios son demasiado grandes o pequeños, si tu vaina es demasiado ancha o si tu vulva, en general, es demasiado oscura?

Y además, ¿cuáles son los cánones estéticos que dictan que debes tener una simetría digna del Neoclasicismo?

Porque, a diferencia de los prototipos de belleza física, tan presentes en redes sociales o publicidad, las vulvas no se ven a primera vista por la calle.

Que puedas llegar a la conclusión de que ese labio -ligeramente más grande u oscuro que el otro-, necesite un cambio puede deberse a has encontrado vulvas que no se parecen en nada a la tuya (con el porno hemos topado).

O bien porque has recibido un comentario de alguna pareja, que también se ha criado viendo este tipo de imágenes y ha construido la imagen de cómo debe ser la vulva perfecta en su cabeza.

Pero no porque, de un día para otro, decidas que lo que hasta ahora era una parte más de ti, ya no te gusta.

Recuerda que de esa insatisfacción ajena que te han metido en la cabeza -de una manera sutil-, implica llenar los bolsillos a los que se dedican a esto.

Cuánto más inseguras estamos las mujeres con nuestro aspecto, más dinero gastamos en cambiarlo.

Entre 1.500 y 3.500 euros es lo que cuestan este tipo de cirugías ‘armonizadoras’. Pero, alerta de spoiler: el cuerpo no es simétrico y la vulva tampoco.

Personalmente prefiero gastarme el dinero en un viaje con mi pareja a cualquier lado, que es algo que va a ayudarme más a ser feliz que blanquearme los labios.

Así que mi consejo es que, si coges un espejo, que sea para verte y aceptarte de arriba a abajo. Que si no tienes ningún problema funcional, que te impida tener una vida sexual normal, lo que ves entre tus piernas es perfecto (y precioso) para disfrutarte.

#lavulvaesbella

Mara Mariño

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Mi aventura con la candidiasis o por qué parece que la salud sexual femenina no importa a nadie

Había algo que, hasta este año, nunca me había sucedido. Sí, en el titular me he marcado el spoiler: una candidiasis.

La candidiasis es como el novio tóxico. Ves que todas tus amigas lo pasan pero crees que te vas a librar y no tiene por qué tocarte.

Hasta que te llega el momento (del tóxico y del hongo).

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Ahí iba yo, con mis picores en la entrepierna asustada de que aquello fuera algo mucho peor y preparándome mentalmente para que la doctora me dijera que eso del sexo ya se me había acabado.

Cuando lo primero que me preguntó era si había estado tomando antibiótico con clavulánico, se me cayó un mito. El de los medicamentos, por supuesto.

Por primera vez entendí a mi amiga, la que intentaba evitar a toda costa estos medicamentos para preservar su flora vaginal.

Y mira que la solución aparentemente era sencilla. «Tienes que meterte esta pastilla hasta el fondo y durante tres días ponerte crema», me dijo la doctora.

«¿Qué pasa con el sexo?», le pregunté.

Aunque me aseguró que era difícil que alguien con pene pudiera contagiarse, ya que es algo que produce el propio cuerpo femenino, si me recomendó darme un tiempo de descanso.

Por lo visto, con el tratamiento, las paredes de la vagina pueden volverse más sensibles y que aquello se sienta como cuando intentas tragar algo teniendo la garganta que rasca.

Lo que no me esperaba era que el tratamiento era, de antiguo, vintage.

Como antiguo trabajador de un laboratorio farmacéutico, mi padre me confirmó que lo que me habían recetado era de los años 90. Lo que explica por qué resultaba tan incómodo.

Una vez más comprobé que el bienestar femenino o lo que implique solucionar los problemas de las mujeres está en un segundo plano.

Para empezar en el prospecto no había ningún dibujo explicativo, tuvo que venir mi compañera de piso a hacerme un croquis de cómo tenía que colocar en una especie de palo kilométrico el comprimido.

Pero además, sabia ella, me aconsejó ponerme un salvaslip porque al día siguiente iba a tener la fiesta del flujo de color y textura extraña entre las piernas y las sábanas.

Claro que nada de esto sale en el panfleto kilométrico. Y nadie se ha parado a pensar que igual hay otra forma de que recuperemos la salud de la vagina sin pasar tanta molestia.

Porque me parece surrealista que llevemos 30 años metiéndonos una pastilla que se deshace en el chichi y que te lo deja como si te hubieras restregado contra el cajón de arena de los gatos.

Me encantaría que se replantearan este concepto porque al final no estoy hablando de un trastorno super desconocido que además no afecta casi a la gente.

Según el estudio de Elsevier el 75% de las mujeres padecemos la candidiasis en algún momento de nuestra vida (y somos la mitad de la población), así que sí, es como para darle una vuelta de tuerca a la cura.

Personalmente, que en 30 años no se haya dado con un sistema más cómodo y moderno me parece tan anticuado como que en las farmacias sigan recortando con un cúter el código de barras y pegándolo con un celo.

Duquesa Doslabios.

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Tenemos que superar el miedo a que nos huela la vagina (de una vez por todas)

Acepto mi celulitis, mis arrugas de expresión que ya empiezan a marcarse, mis estrías que surcan las caderas, mi vello corporal -el que no ves también-, acepto mis tetas, incluso me gustan que sean pequeñas.

Acepto todo de mí con una única excepción. He convertido en un tabú mi olor y mi sabor.

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Fue cuando, tras una de mis primeras experiencias sexuales, el chico le contó a sus amigos que mi vulva olía.

Olía, por supuesto. A eso que huelen las vulvas y las vaginas. A la acidez de un pH encargado de protegernos de infecciones y microorganismos externos.

Fue hace ya 10 años que me dije que estaba mal algo en mí. Que aquello no tenía que oler a nada.

Que debía llevar la entrepierna siempre a punto, como el agua, inolora e insabora, completamente aséptica.

Y es algo que a día de hoy me toca todavía empezar a aceptar. Aprender que el problema no es mi denominación de origen única y personal.

Me veo todavía llevando siempre un tanga extra en el bolso.

Buscando una excusa para pasar por el baño antes de que pueda pasar nada para eliminar cualquier rastro que revele que mi chocho huele a chocho.

Así tengo a veces que explicar por qué soy tan vergonzosa con ese tema, cuando si se da en el lado contrario, lo vivo con absoluta normalidad.

«¿Que huele a pis? Claro, es que sale por ahí. ¿Que hay tufillo a sudor? Todo normal».

Aceptable siempre y cuando no me pase a mí.

¿Pero cómo voy a vivirlo de otra manera? No tanto por mi compañero de clase, que solo fue el detonante.

Es que desde antes de que me bajara la regla ya recibía mensajes en la misma línea en cualquier anuncio de producto de higiene femenina.

Un catálogo encargado de cubrir cualquier perfume que pueda salirte de la entrepierna y disfrazarlo de un olor químico que teóricamente nos recuerda a rosas.

Compresas empalagosas, geles íntimos mentolados y por supuesto un pubis de menor de edad en el porno, donde no hay un pelo, un pegote de flujo, nada que revele que eso pueda tener identidad odorífera propia y se rompa la fantasía masculina.

La solución a mi problema de autoestima vaginal sé que está en que alguien venga y me diga que todas esas paranoias dan igual.

Que un día me olerá al jabón recién salido de la ducha y otro algo más fuerte por haberme hecho una ruta de 5 kms, que a veces estará sudado, con un minúsculo trozo de papel después de una noche de fiesta y que lo más normal es que lo acepte y no me impida disfrutarlo.

Y ese alguien tengo que ser yo antes que nadie.

Duquesa Doslabios.

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