Que me encante escribir es algo que se refleja también en mi vida íntima.
Por mensaje, correo electrónico o incluso carta puedo explayarme y contar la historia erótica que haga falta.
SAVAGEXFENTY
La cosa cambia cuando tengo que trasladar la experiencia al directo. Cuando es el momento de que me acerque al oído y estimule a la otra persona susurrándole palabras.
Y es que de siempre, el hablar en la cama más allá de «¿podemos cambiar de posición?» o «cuidado, que así me duele», me ha sobrado.
Así que como soy consciente de la importancia que tiene saber defenderse también en ese ámbito ya sea por dar con alguien a quien le encante o por el hecho de cambiar las cosas un poco, vamos a aprender cómo salir del paso.
Ah, ¿pero hay vida más allá del «sí, sigue»? fue lo primero que me planteé.
Gracias a la escuela del porno, sabemos que no hay palabras más efectivas.
Por eso, aunque no sea nuestra mayor fuente de estimulación, lo primero es admitir que podemos conseguir muy buenos resultados si hablamos ‘guarro’.
Lo segundo, perfeccionarlo.
Así que voy a darte un ratito para que reflexiones sobre ello y nos vamos al paso número dos.
Para principiantes en materia, relatar las sensaciones del momento puede ser un buen punto de partida: desde las sensaciones físicas, lo mucho que te está excitando o incluso describir cómo lo está haciendo la otra persona.
El siguiente nivel puede ser el de narrarle una fantasía que tengáis pendiente por realizar o algún tipo de experiencia que sepas que le puede provocar.
Puede ser esa sesión de BDSM para la que todavía no habéis encontrado tiempo, entrar en detalles de cómo echaríais ese polvo en la azotea del edificio o hacerle saber que la última vez que te masturbaste, fue pensando en su cara (y contarlo con pelos y señales).
Como las fantasías son algo libre, soy también una gran partidaria de hacer partícipes a terceras personas en estas historias suspiradas entre sudor y piel.
Para quienes no se planteen abrir la relación es un añadido más con el que fantasear. La historia de cómo hacer un trío inventado, participar en una orgía o acudir a un local de intercambio de parejas también subirán la temperatura.
Una pregunta directa al corazón. ¿Se han hecho tan mayores (de alma) que ya no creen en los sueños, ni en las fantasías? Cada día me pregunto por qué pierden o invierten el tiempo leyéndome, qué edad tendrá cada uno de ustedes y si se llaman como dicen. Yo tengo 35 años y me monto cada día una películas en mi cabeza que ni Hollywood. Fantaseo cada día y cada noche. Hace años cuando me dedicaba a otros menesteres escribí esto:
Secretaria. Eso soy. A pesar de ser una chica formada, viajada y con cierta -ni mucha ni poca- experiencia profesional, trabajo de secretaria. Y No, el sexo oral no entra dentro de mis funciones, aunque soy de las que piensa que si una tiene que arrodillarse, pues se arrodilla, eso sí, tacones fuera que es incomodísimo… Mi día a día consiste en la sistemática introducción de números, nombres, cifras en un complejo sistema informático que vuelca toda esta información en un aún más complejo sistema de gestión integral empresarial. En cristiano, para los que les confunde tanta terminología, meto datos en el ordenador. ¡Excitante labor!
Escena de la película La Secretaria
De vez en cuando me visto con el Equipo de Protección Individual y bajo al taller, desciendo al campo de batalla y me doy una garbeo. Me dejo ver contoneando mis caderas entre maquinas industriales, operarios sudorosos que irremediablemente paralizan su trabajo para verme pasar. Puede sonar pretencioso, pero es la verdad. Cerca de cien hombres entre soldadores, fresadores, pintores, etc… Literalmente noto sus miradas clavadas en mi espalda, bueno más bien, en mi trasero.
He de reconocer que es un subidón para la autoestima, casi siempre es un halago que a una la miren cuando pasa. Mi trabajo es un auténtico sopor que amenizo con mis escapadas al taller y mis furtivas desapariciones, muchas veces al baño… Pero como todo en la vida, tiene su cara positiva, y es que me exige un no exagerado 0% de concentración e inteligencia, por lo que mi mente ¡vuelva vuela vuela alto! Por eso cada día cierro los ojos, no demasiado tiempo, no vaya a ser que me quede dormida, y me imagino cosas, historias, leyendas, fantasías eróticas, me imagino a alguien, a un hombre. Por ahora me gustan los hombres, los adoro, aunque nunca se sabe, no seré yo la que diga de esta agua no beberé.
Me imagino a ese amante que me visita de noche y se mete en mi cama, sigiloso para no despertarme. Pero su olor es penetrante, sus manos erizan mi piel y su boca sugerente me despierta. Lo pasamos en grande juntos, las mil y una noches. Bailamos, cantamos, él me cuenta cuentos, leyendas, yo bailo para él, a veces desnuda, nos disfrazamos, viajamos, me hace la cena, yo no sé cocinar muy bien, pero invento recetas suculentas y divertidas. Nos bañamos juntos con velas, me lee en la bañera, le susurro palabras sucias, brindamos porque estamos juntos, le sorprendo y me meto en la ducha con él, él me enjabona la cabeza, yo le enjabono el cuerpo. Nos seducimos, nos desnudamos, a veces nos vestimos. Nos enfadamos, doy un portazo y luego nos volvemos a desear como si nos odiáramos. Nos fumamos un cigarrito a medias y a veces, la luna nos pilla bailando. Al día siguiente, cuando me levanto, ahí está, a mi lado. Dormido, desnudo, más guapo que la noche anterior, más guapo que nunca. Me acuesto a su espalda y le cuento un secreto no demasiado alto para que nadie más me oiga.
A ese amante, le abro mi corazón, me desarmo, le confieso mis pecados y mis miedos. A él le doy lo mejor de mí, mis besos más apasionados, mis abrazos más sinceros, la desnudez total de mi cuerpo y mi alma, el más sentido y sucio de los sexos, mis órganos si los necesita, mi vientre para dejar su semilla y crear entre los dos a nuestros hijos que juro que jamás me pertenecerán y que criaremos para que vuelen libres y vivan la vida como deseen.
De tanto fantasear e imaginar muchas veces me excito, me toco, me humedezco e incluso se me nubla la vista mientras dejo volar mi poderosa imaginación. Insaciable y lujuriosa, tiemblo levemente y me entra un escalofrío que me sabe a gloria. Y de repente… ¡es hora de despertar! Así que irremediablemente vuelvo a la realidad, casi siempre en cuerpo, no siempre en alma.
En ‘Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia’, de la catalana Roser Amils, redescubro a una de mis heroínas sexuales, Adriana Smith, la novia de Steven Adlder, batería de Guns N’ Roses. Me pongo en su piel y fantaseo que soy la novia del batería o del bajista de una banda de rock, la amante de un vocalista. Ir de gira, follar en los camerinos, entre bastidores o en el backstage, entre canción y canción o en los estudios de grabación, entre cables, guitarras, bajos, altavoces, incluso beneficiarme a todo el grupo. Y así lo hizo Adriana Smith, que aparte de pasarse por la piedra a toda la banda, en 1987 tuvo sexo con Axi Rose. En Rocket Queen se escucha alto y claro su orgasmo en forma de gemidos, suspiros y jadeos que pasarán a la posteridad.
Otras veces me traslado a algún siglo pasado y me convierto en una rica e impía dama de la nobleza, bisexual o entregada lesbiana. A mis amadas, a mis conquistas les rompo la ropa interior. Me pica la curiosidad y quisiera saber qué se siente haciendo el amor a una mujer, sentir la excitación al masturbarla o penetrarla con un pene ensoñado, desnudarla, tocarle el culo, comerle las tetas, lamer sus pezones, meterle la mano por debajo de las bragas y descubrirla, romperle las vestiduras y arrancarle las bragas y el sujetador.
Habitación en Roma
Sigo soñando por que ‘La vida es sueño’ y en otras fantasías me convierto en una espía de élite a la que toman presa, convirtiéndome en una rehén del ejército enemigo. Paso a una sala blanca y aséptica, a lo ‘Instinto básico’, en la que soy íntima y profundamente radiografiada por el enemigo, y como la sublime Sharon Stone, cruzo las piernas y consigo mi libertad a cambia de mis favores sexuales.
Y otras, me quedo en mi siglo, me convierto en alguien más mundano, alguien más parecido a mí, soy casi yo. Me imagino haciéndolo sobre la mesa del director de la empresa, emborracharme con vino en una bacanal y participar en una orgía, probar algo de droga y follar toda la noche, hacer el amor con dos hermanos gemelos, que me rasuren como a Francesa Neri en ‘Las edades de Lulú’, que me hagan sumisa, me esposen, me venden los ojos y me aticen con una fusta que no duela demasiado. O que un joven artista, extranjero y bohemio, me pinte desnuda, proponerle sexo a un desconocido, hacerlo en un escenario con música en directo y miles de espectadores o practicar felaciones a un grupo de hombres uniformados. Me ponen los uniforme, qué le voy a hacer.
¿Y ustedes que fantasean? No dejen de soñar. Y entre sueño y sueño,
Hace unos días alguien me preguntó que por qué creía yo que en España costaba tanto hablar abiertamente de sexo, sobre todo si se trataba de mujeres. No me hizo falta pensar mucho para responderle que, desde mi experiencia, no podía compartir en absoluto dicha afirmación. Al contrario, son ellas a quienes he encontrado casi siempre dispuestas a abordar temas sexuales y contar sus secretos más íntimos, ya tuvieran 20, 30, 40 o 60 años.
Obviamente el lenguaje no era el mismo de unas a otras y varía mucho en función de la edad, pero el mundo se ha movido y las mujeres se han sacudido de encima muchos años de oscuridad y prejuicios. La mayoría no sienten vergüenza a la hora de compartir sus fantasías y experiencias con compañeras y amigas. Así lo demuestra un estudio sobre hábitos de salud sexual realizado recientemente en España. El informe, para el que se entrevistó a 3.000 personas, concluía que el 66% de las mujeres hablaba de su sexualidad de forma clara y sincera. Los hombres, por el contrario, a diferencia de lo que se piensa, hablan poco de sus relaciones sexuales. Según el estudio, solo el 15% admitió hablar abiertamente de sexo con sus compañeros y amigos. Aunque aquí sería importante no confundir hablar de mujeres con hablar de la vida sexual de uno, con detalles sobre deseos, miedos y quejas incluidos. De esto último, parece ser, es de lo que a ellos les cuesta hablar.
PORTADA DEL LIBRO DIARIO DE UNA NINFÓMANA
Prueba de esta salida del armario de la sexualidad femenina es el boom de la literatura erótica escrita por y para mujeres que estamos viendo en los últimos años. Aunque existir, lo que se dice existir, el erotismo escrito siempre ha existido, al menos desde la antigua Grecia. Además de varios textos anteriores, hacia el siglo II a. C. se atribuye a Luciano la escritura del libro pornográfico más antiguo, Los diálogos de las cortesana. La Antigua Roma también es rica en este género literario, cultivado entre el siglo II a. C y principios del siglo I, y en la antigua China circularon diversos manuales didácticos sobre la práctica sexual. Luego llegó el Kamasutra, en el siglo IV, y Las mil y una noches, en el IX, por poner otros ejemplos. La Edad Media, en cambio, fue una época difícil para el erotismo y la sexualidad en general, pero luego vinieron el Renacimiento y la liberación que supusieron los siglos XVI y XVII, Decameron incluido. De la mano de la Ilustración y la revolución francesa llegó el Marqués de Sade, pero en el XIX el puritanismo inglés hizo surgir una nueva corriente, el Romanticismo, que idealizaba el dolor y el sufrimiento psíquico como ingredientes inherentes al amor pasional. Madame Bovary y Cumbres Borrascosas lo representan a la perfección.
El siglo XX, por su parte, arrojó auténticas joyas de la literatura erótica, desde el polémico El amante de Lady Chatterley hasta Las edades de Lulú, pasando por Emmanuelle,Historia de O o Lolita, por citar algunos. En 2003 la francesa Valérie Tasso revolucionó el panorama editorial con su libro Diario de una ninfómana, donde relataba sus vivencias de carácter sexual en el mundo de la alta dirección de empresas, su relación con un maltratador y su experiencia como acompañante de alto standing. La obra vino cuestionar de forma radical los arquetipos sexuales y los criterios morales impuestos. Pero el auténtico boom de la literatura erótica para mujeres llegó con la trilogía Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, cuyo primer libro se publicó en 2011 y se convirtió en un auténtico fenómeno de superventas. Desde entonces, este tipo de libros no se han parado de publicar: La canción de Nora, de la directora de cine porno Erika Lust, La Sumisa, de Tara Sue, Diario de una sumisa, de Sophie Morgan, La máscara de Venus, de Venus O’Hara… Y así hasta formar una lista interminable. Parece, además, que el fenómeno ha venido para quedarse. ¿Qué pensarían Corín Tellado y Victoria Holt?